Sobre Jose y lo que nos gustaba

La historia de cómo conocí a los padres de Jose, un fin de semana de infarto que marcó mi relación hasta su fin,

De todos los tipos con los que salí, hasta mi matrimonio con Jose, Jose fue sin duda el qué más me marcó.

Me arrancó la virginidad un viernes de enero por la noche, en la habitación de una pensión de la que sólo recuerdo su fuerte olor a naftalina y con él desboqué todos mis instintos más oscuros y ocultos, descubrí el placer de amar y ser amada, de desear y ser deseada… a él seguramente, le debo la mayor parte de lo que ahora soy, o al menos de cómo ahora soy entre unas sábanas.

No os contaré mi historia con él, fueron unos cinco años de mil pequeñas historias, así que os contaré al menos una.

Aún no vivíamos juntos, fue al comienzo de nuestra relación. Habíamos quedado por la mañana para subir a un autobús e irnos a conocer a sus padres. El día de antes no hacíamos más que hablar del tema, de cómo eran las coas en su casa, de lo que se podía hablar y de lo que no, de qué sería lo que su madre nos daría de comer… Jose se afanaba por allanar el camino de mi presentación y en lugar de tranquilizarme me ponía cada vez más nerviosa.

Nos despedimos a eso de las nueve de la tarde y quedamos al día siguiente en recogernos para ir a la estación a eso de las diez de la mañana. Como cada noche, tras un beso húmedo la puerta del ascensor de mi residencia se cerró y pulsé el tercero. Arriba, en el hall  estaban Marta y Maite, nos saludamos y entramos directamente al comedor a cenar. Durante la cena las conté mis planes, pero sobre todo, lo nerviosa que estaba ante la inminente presentación de los padres de Jose. A penas llevábamos cinco meses saliendo juntos y ya estábamos en esa postura… ¡Qué rápido iba todo!

Después de cenar quedamos en la habitación de Marta, donde coincidimos varias compañeras, era viernes y habíamos salido el jueves, así que tocaba tertulia de chicas, los exámenes estaban cerca y casi todo el mundo se quedaba a estudiar, o al menos, no salía.

En el suelo de la habitación de Marta formamos un círculo Marta, Maite, Carla, Daniela y Yo. Empezamos a hablar de mi relación con Jose, lo rápido que había ido todo, lo bueno que estaba, que a Marta también le gustaba (cosa que ya sabía)… Entre risas y risas decidimos encendernos unos porritos para relajarnos y dejar pasar el tiempo. Marta que era como el super de la residencia abrió una taleguilla y sacó una china, al rato los porros comenzaron a rular…

Dani debía haber estado de cachondeo antes de cenar, porque parecía que iba borracha. Después de un rato de fumeteo la expresión de su cara era un poema y no decía más que incongruencias y chorradas. En eso me acordé que tenía vino del pueblo en la habitación y decidimos bajar a por unas cocacolas ala máquina y mojar con unos calimochos el Has.

Después de botella y media de vino y ante la inminente finalización de las provisiones Maite dijo que lo mejor era salir o asaltar la cocina en busca de cualquier cosa que tuviera alcohol. Dani, muerta por los porros y rematada por el vinazo de garrafa se arrojó a la cama en un claro gesto de no querer salir ni de coña, yo tenía una cita con el bus a las diez de la mañana y Carla y Marta no se pronunciaban, así que envalentonada Maite salió de la habitación al lema de asaltemos la cocina, a la que seguimos con paso firme Marta y yo. Después de escudriñar la cocina de arriba abajo y no encontrar nada decente, nos conformamos con una botella de algo que por la forma debía ser brandi y mientras subíamos decidíamos el juego al que jugaríamos para bebernos eso, fuera lo que fuera.

Al volver a la habitación descubrimos a Dani tendida sobre la cama mientras Carla la sujetaba de los brazos. Ambas reían, y al vernos entrar se sobresaltaron, como si las hubiésemos pillado haciendo algo malo. Carla se levantó, pero Dani, rendida y borracha no pudo ya levantarse de esa cama.

Decidimos jugar al paquete, de lado medio chupito de aquella inmundicia, de pié entero y regla. La primera regla que se puso, incluso sin terminar la primera ronda de tiradas, creo que fue Marta, fue “prueba o beber”, lo que significaba que el que pusiera el paquete de pié, debería mandar beber un chupito a alguien, éste le debía exigir una prenda (prueba, ropa, pregunta…), si se negaba, debería beber también él. Como casi siempre en estos casos las pruebas empezaron light, con preguntas “inocentes”, así descubrimos que Marta se masturbaba en la ducha pensando en Jose, que Maite era aún virgen, yo tuve que contar la primera vez que le comí la polla a un chico, pero lo más revelador de todo fue oír la confesión de Carla diciendo que se sentía atraída por Dani. Estaba deseando hacerlo, creo que la pregunta fue con quién te liarías este fin de semana, y la respuesta fue con Dani, por supuesto… Sabíamos algo a cerca de las tendencias de Carla, pero no hasta ese punto.

Seguimos jugando, y las siguientes rondas se cebaron con ella…

-        A Carla, ¿Con cuántos chicos te has acostado? – Con cuatro.

-        A Carla, ¿A cuántos chicos les has comido la polla? – A seis o siete.

-        A Carla, ¿Dónde ha sido el sitio más raro en el que has hecho el amor? – En el portal de la residencia, en el descansillo de la segunda planta.

-        A Carla, ¿Con quién estuviste en el descansillo? – Me miró dubitativa unos segundos y dijo – Con Jose, el novio de Elena.

Noté como un cuchillo me atravesaba el estómago y Marta, ávida de información, dejó a un lado el paquete y cómo en una ronda de interrogatorio comenzó a bombardearla con preguntas mientras yo asistía atónita a lo que ahí estaba ocurriendo.

-        ¿Cuándo fue? – El año pasado, antes de que empezara a salir con Elena, fue sólo una noche, así que cuando empezaron a salir decidimos no contárselo a nadie.

-        ¿Cómo fue? – Pues nada, una noche que salimos todos juntos y al final quedamos los dos, Jose no podía volver al Colegio Mayor porque estaba cerrado y subimos un par de descansillos de la escalera para esperar a que dieran las ocho y Jose pudiera volverse a dormir. Una vez en el descansillo nos miramos y Jose me rodeó con sus brazos, me arrojó sobre el mármol del suelo y me comenzó a besar.

-        Y ¿Cómo la tiene Jose? Elena no nos suelta ni prenda – Grande, se la chupé. El estaba sentado en el descansillo y yo un par de escalones más abajo. Era muy excitante pensar que alguien pudiera oírnos, o aún peor, subir por las escaleras en lugar del ascensor. Al principio era como un colgajo, pero en seguida se tornó voluminosa y dura, le sabía genial, mi mano podía subir y bajar a lo largo de su polla sin abarcarla, y en mi boca a penas me entraba el glande.

-        Pero ¿Follásteis? – Si, después de chupársela un rato yo quería sentirle dentro, así que lo eché hacia atrás tumbándolo y me remangué la falsa, aparté mis braguitas y me senté sobre él, como en las pelis porno, dándole la espalda. Al principio su polla me entró como un misil, la sentí dura e incluso me costó introducírmela, hubo un momento en el que me eché tanto hacia delante para facilitar la entrada que casi me caigo de boca escaleras abajo, pero Jose me cogió por debajo de los pechos evitando el accidente y provocando con su movimiento que su polla me taladrase hasta el final, conseguí apoyar mis pies sobre el descansillo y con mi cuerpo recostado sobre el de Jose éste comenzó a moverse frenéticamente. Mis gritos los ahogaba con su mano que intentaba tapar mi boca casi sin dejarme respirar. Embestida a embestida fue arrancándome un orgasmo que finalmente nos llegó a los dos a la vez. Su corrida soltó tanta leche que salía de mi sexo y al sacar su polla calló sobre él, el escalón, mi vestido… lo dejamos todo perdido de leche.

-        Y ¿No volviste a follar con él? – No, ya sabes que últimamente mis gustos son otros.

Mi dolor de estómago iba en aumento, oír aquello a estas alturas me estaba matando, mis amigas me estaban contando cómo mi novio había estado con ellas y ninguna me lo había dicho… Tomé aire y pregunté:

-        ¿Alguna más ha estado con Jose? – Tímidamente Maite levantó la mano -¡Pero si acabas de decir que eres virgen! – Grité desde lo más profundo de mí.

-        No, si yo no me lo he follado, pero un día me llevó a un garito, cerca de la Cruz Verde y me invitó a tomar algo. Me estuvo preguntando a cerca de ti, sería a principio del curso, en octubre o por ahí. Me dijo que le gustabas, que si estabas con alguien. Yo le conté que estabas con un chico de tu barrio, que de vez en cuando hablabas con él, que se llamaba Poli o algo así. Una cosa llevó a la otra, en la sala en la que estábamos, todo eras sillones alrededor de unas mesas y estaba lleno de parejas besándose y tocándose bajo la ropa. Supongo que el ambiente me excitó y una cosa llevó a la otra. Cada vez nuestros labios estaban más cerca y finalmente se juntaron en un beso.

-        Y ¿Ya? ¿Eso fue todo? – No, claro que no, sus manos empezaron a tocarme bajo la falda y yo me puse muy nerviosa, empecé a ver cosas cada vez más raras en las parejas de alrededor, creo que la gente se mezclaba unos con otros y me parece que no éramos los únicos que nos tocábamos bajo la ropa. Yo estaba acojonada, no quería terminar haciendo el amor en aquella sala llena de extraños, le pedí a Poli que me sacara de ahí, que no quería hacerlo allí con él. El me miró a los ojos y sacando su polla del pantalón me dijo que ahora no podíamos levantarnos, que se la chupara y no prestara atención al nadie alrededor y así la dejarían tranquila. Me concentré en aquello, era la primera vez que me metía la polla de un chico en la boca, así que supongo que no lo estaría haciendo del todo bien. Es verdad, como dice Carla, que es grande y sabe muy bien, yo me tumbé de lado, dando la espalda al resto de la sala y ocupando con mi cuerpo todo el sofá a fin de que nadie viniera a él. Comencé mi tarea y fui chupando la polla de Jose, con la lengua fuera, como si se tratase de un polo de fresa. Al principio  sus manos estaban sobre mi espalda, pero poco a poco fueron bajando hasta mis piernas y subiendo acompañadas del vestido dejaron mi culo a la vista de todos. Yo seguía centrada en la polla de Jose, en hacerle disfrutar y ocupar el sofá para evitar que nadie se acercase a nosotros.

Yo estaba que me salía de mis casillas, hacía unas semanas nos habíamos “quedado” en el descansillo de las residencia y Jose me había follado tal y como Carla lo había descrito hacía un momento  y el local que estaba describiendo Maite era el Jocker, una cafetería que se disfrazaba de club de intercambio por las noches y la que Jose insistía en que fuéramos a jugar, hasta que finalmente lo consiguió. El muy cabrón estaba recreando las hazañas de mis amigas en mis carnes.

Maite prosiguió – Yo estaba dando lametadas a la polla de jose cuando éste me pidió que me la metiera en la boca, yo comencé a chuparla mientras la acariciaba con la mano. Más abajo, las manos de Jose comenzaron a acariciar mis piernas y mis nalgas, introduciéndose entre ellas y mi piel en busca de mi conchita que empezaba a estar más que cachonda por la situación. Con los ojos cerrados chupaba con ímpetu la polla de Jose que apena me cabía en la boca mientras sentía sus dedos intentar colarse entre las cachitas de mi culo para llegar a mi sexo. Caliente y descontrolada abrí ligeramente las piernas para facilitarle el trabajo. Primero sentí las yemas de sus dedos deslizarse por mi culito, y poco después, dos de sus dedos abrían mis labios llegando a mi pipetilla haciéndome gozar como nunca antes había disfrutado de unos dedos. Estaba tan caliente que aceleré el ritmo de mis bocanadas sobre la polla de Jose en espera de que el interpretase esto como mi solicitud para que el acompañara el ritmo con sus dedos, pero mis braguitas hacían firme oposición a este fin. Descontrolada, solté mi mano de la polla de Jose y sin dejar de chupársela terminé de subir mi vestido y ahuecando mi cuerpo conseguí despojarme de las braguitas y abrir lo suficiente las piernas como para que sus dedos pudieran entrar en tropel y sin limitaciones a acariciarme. Sus manos eran rápidas y firmes, y sin apenas penetrarme con sus dedos, acariciaba mi pipetilla aproximándome ineludiblemente al orgasmo. Ni mi culo al aire ni la exposición de mis partes siendo masturbadas al resto de los integrantes de aquella sala me hizo desviarme de mi objetivo, correrme mientras me comía esa polla deliciosa. Sus dedos hacían fuego en mi sexo, moviéndose con tanta habilidad como velocidad y su polla estaba tan hinchada que apenas me cabía en la boca, a demás, la postura tampoco acompañaba demasiado. Resignada a desistir de mi orgasmo, por favorecer el de jose, decidí posar a cuatro patas sobre el sofá para facilitar mi mamada, al girarme, los dedos de Jose se desprendieron de mi sexo provocando un suspiro de resignación, en esa postura, la polla de Jose entraba más fácilmente en mi boca, y con sus manos cogió mi cabeza moviéndola arriba y abajo ordenando el ritmo de mi felación. Me ahogaba y salivaba de forma asquerosa dejando perdido todo alrededor de la polla de Jose, de vez en cuando intentaba tocarme e introducía mi mano derecha bajo mi cuerpo para tocar con avidez mi sexo en busca de la parcela que los dedos de Jose habían dejado libre. Cada vez que hacía esto, Jose aceleraba el ritmo de sus embestidas contra mi garganta, perdía el equilibrio y debía abandonar para poder sostenerme a cuatro patas sobre aquel sofá. De repente, comencé a sentir el tacto de manos tocar primero mis pies y luego mis piernas, mis muslos, mi culo, las caricias eran placenteras y yo estaba sobreexcitada y centrada en la polla de Jose que se clavaba una y otra vez, cada vez un poco más profundo en el interior de mi garganta. Unos dedos atrevidos dieron el pistoletazo de salida a mi placer, mientras unas manos separaban las cachitas de mi culo, unos dedos se introdujeron en mi interior, intentaba ver a su propietario, pero las manos de Jose amarrando mi cabeza me lo impedían. Los dedos que sentía eran claramente dos, por mi postura de la mano izquierda, giraban en mi interior, despacio al principio, pero en el momento en el que mi culo comenzó a acompañar el ritmo de las embestidas de la polla de Jose en mi boca, se pusieron a la par. Mi intruso jugaba con sus dedos como si fueran una pinza, y su dedo gordo unas veces jugaba con mi agujerito anal mientras otras lo hacía con mi pipetilla y el cuadro se terminaba con la polla de Jose ahogando mis gemidos. El ritmo subió y subió, los dedos de mi amante, hábiles y precisos hacían las delicias de mi sexo mientras la polla de jose se deslizaba frenéticamente entre mi lengua y mi paladar… - Me corro – Exclamó jose mientras aceleraba el movimiento de sus manos y sus caderas acompañaban de arriba abajo follando literalmente mi boca. Yo, con los ojos cerrados intentaba engullir ese pedazo de carne a punto de explotar mientras veía que mi orgasmo también se acercaba, mi cuerpo respondí a los dedos de mi amante e intentaba transmitir el movimiento de mi boca al resto del mismo cuando de repente un chorretón de semen llenó mi boca ahogándome por completo, intentaba escapar de las bocanadas de semen que inundaban mi boca pero las manos de Jose se esmeraban en evitar que pudiera sacarla y seguía empujando una y otra vez, con una nueva descarga a cada nueva embestida. Ahogada, con la boca abierta y dejando que el semen escurriese entre la polla y mis labios, sentí como a los dedos que inundaban mi coño les acompañaron unos nuevos que se centraban en mi pipetilla, manos comenzaron a azotar mi culo y bajo mi vestido se colaban otras en busca de mis pechos, saqué la boca de la polla de Jose, apoyeé la cabeza sobre las piernas de mi amante levante el culo todo lo que pude abriendo las piernas para dejar hacer a placer a mis acompañantes. A penas pasaron tres segundos cuando empecé a gritar de placer, mmm , me corro , ahhhhh, me corro… Cuando terminó mi orgasmo, me tumbé por completo sobre el sofá, con la cabeza entre las piernas de Jose, con el pelo llevo de semen y babas, mi entre pierna chorreando, esperé unos segundos y miré alrededor de la sala, todo estaban acariciándose, chupándose entre ellos, uno de sonrió, creo que era el de los dedos mágicos.

Yo estaba boquiabierta por el relato de Maite, Marta me miraba con cara de incredulidad y  a nuestra espalda, sobre la cama Carla  y Dani estaban nuevamente tocándose y besándose, ahora con muchas menos inhibiciones que antes. Nos levantamos las tres, recogimos un poco aquello y decidimos mudarnos a mi habitación y dejarlas a las dos a solas.

Continuará…