Sobre el gimnasio
Conocimos a un chico con unas amigas, y se supone que todas los encontramos un bobo... pero una buena verga mueve montañas.
Cuando me sé y me siento demasiado fácil tiendo a avergonzarme un poco de tanta calentura y, aunque por supuesto sigo adelante, evito mirar a los ojos al tipo con que me voy a echar, antes, durante y después. En esos momentos me encantaría llevar una máscara cubriéndome la cara. Creo que tiene que ver con la pose de perra que una adopta cuando busca sólo que la cojan, no tiene nada de romántico ni pretende serlo, y al mirarse a los ojos, al menos antes de que te cojan, se produce una intimidad que no es la una busca en momentos de concha mojada.
Tengo claro que precisamente esa actitud produce en los tipos la sensación de estar cogiéndose a una nena sumisa, y bueno, eso suele derivar en muy buenos polvos.
Hace algunas semanas (en diciembre), un día sábado, nos fuimos de rumba junto a dos amigas a un bar. Nos sentamos las tres nenas en una mesa algo alejada del baile, pedimos cervezas y nos largamos a conversar y analizar el ambiente.
Al rato, como es normal, se nos comenzaron a acercar grupos de chicos, pero nunca hubo tres nenes lindos para ir a rumbear todos juntos, así que bailamos a ratos una o dos de nosotras y alguna otra se quedaba sentada tomando.
No aparecía nada interesante, hasta que un tipo que se notaba menor, aunque bastante atractivo, se nos arrimó, solo, y sacó a bailar a una de mis amigas, que le dijo inmediatamente que sí, sólo le faltó sacarse los calzones y regalárselos, porque el tipo estaba bastante bueno, la verdad, un musculoso de esos que a mí no me llaman la atención, pero era objetivamente guapo.
La vimos bailar por un rato, y ya muy luego el tipo le intentaba besar el cuello y le pasaba las manos por la cintura y el comienzo del culo. Me encantó ver que a esta nena, que andaba con una mini de tela, se le subió cuando el tipo le sobaba la espalda, y casi se le ve el culo. A los pocos minutos lo dejó y se vino con nosotras. El tipo la siguió y descaradamente invitó a bailar a mi otra amiga. La que venía llegando me contó que el man le había lanzado las típicas frases de conquista, y que le había dicho que era la más buena de la mesa y por eso la había sacado a bailar a ella, y en fin. Mi amiga, pese a que lo encontraba buenísimo, lo dejó ahí porque andaba con la regla y no quería pasar a mayores, y en fin, el tipo no parecía servir para otra cosa tampoco.
Mi otra amiga se lanzó a rumbear con el tipo a los pocos minutos. Ella sí que le devolvió los besos, se dejó manosear bastante y ya parecía dispuesta a abrir las piernas, pero repentinamente volvió a la mesa muy divertida y nos contó que el tipo le había parecido un baboso sin cerebro, que sólo hablaba bobadas, y esta nena siempre ha sido caliente pero necesita algo más que una buena verga para bajarse los calzones. Nos contó que el tipo le había dicho exactamente lo mismo que a mi otra amiga, el muy descarado. En fin, nos reímos mucho con ese man.
No entiendo como no se nos ocurrió que seguiría el descaro, pero a los pocos minutos, vimos al man recorriendo el bar con su cerveza en la mano y buscando alguna nenita para repetirle el verso, no encontró nada y apareció justamente en nuestra mesa. Con toda naturalidad me sacó a bailar a mi, como si no hubiera pasado nada, y yo me paré lentamente, con mucha seriedad, y partí a bailar con el man, me volteaba a mirar a mis amigas y ellas parecían morir de la risa. En fin, no estaba nada de mal el tipo, tenía el cuerpo muy duro, era chico de gimnasio y se notaba mucho.
Yo me había puesto una mini de jeans con botones al frente y una camisa roja sin mangas y ligeramente escotada, sostén y calzones negros. El man no me había visto bien antes, porque estaba sentada del lado de la pared, y cuando me llevó a la pista se me quedó viendo de arriba abajo lentamente, mordiéndose el labio inferior con total descaro y me dijo derechamente "que buena estás mamita".
Era un tipo verdaderamente bobo, jamás pensé que tuviera el descaro de repetirme lo mismo que le había dicho a mis amigas, que yo era la más buena de las tres y bla bla bla. No dijo una sola cosa inteligente, pero ya me tenía bastante húmeda con sus restregadas de verga y sus brazos fuertes recorriéndome entera, lo único que me preocupaba era seguir adelante con el man luego de lo que nos habíamos reído y burlado de él con mis amigas.
Pero la calentura pudo más. Cuando me besó simplemente me dejé hacer y me metió la lengua hasta la garganta. El man se manejaba bien, se notaba y se podía adivinar, por lo bueno que estaba, que no tenía grandes problemas para cogerse nenas. Me tomó de la mano y me llevó por un pasillo hasta las puertas de los baños. Abrió la de hombres y trató de entrar conmigo. No es que nunca me hayan culeado en un baño, pero esa noche no estaba tan borracha todavía, ni tan segura de querer que ese tipo me la hundiera, y además el baño estaba lleno de chicos y olía muy mal, así que me negué.
Cuando me iba y él me siguió, cerrando la puerta del baño, escuché algunos gritos y silbidos de los tipos que estaban adentro y que habían visto el intento de meterme ahí. Me preguntó que pasaba, le dije que no me iba a meter a ningún baño, y entonces me pidió que saliéramos, le dije que no, me insistió mucho, me dijo que sólo un ratito, que yo era tan hermosa, que quería estar conmigo a solas unos minutos y bla bla bla.
En fin, como podrán adivinar salimos. Me encaminó hasta su carro, algo lejos de la entrada, y me abrió la puerta. Esa noche hasta yo me desconocía. Cualquier otra me habría subido corriendo y yo misma habría inclinado el asiento y abría abierto las piernas, pero este man era tan bobo que no me salía mi faceta de puta con tanta facilidad. No es que me importe cuando sólo busco verga, pero realmente el tipo decía babosada tras otra. Nuevamente le dije que no iría a ninguna parte, y me dijo que sólo nos subiéramos al carro un rato, que no se iba a mover de allí.
En fin, subí al carro, y apenas el man se subió puso las llaves y lo encendió. Me molesté y abrí la puerta para bajarme. Me pidió que me quedara, disculpándose entre risas y apagando el carro. De vez en cuando pasaba gente que había dejado sus carros todavía más lejos, así que en realidad era difícil que me hundiera la verga en ese lugar.
Me dijo "ven mamita" y me empezó a besar la boca, que yo le esquivaba. Pese a mi calentura, no me sentía bien con ese tipo. Esa noche salí con ganas de que me cogieran, andar con minifalda además facilita la excitación, porque te sientes muy vulnerable y fácil de perforar, pero este man, aunque me calentaba, me provocaba una sensación curiosa, quería que me tomara y me partiera en dos, pero me sentía obligada a actuar como si estuviera molesta, a no dejarme doblegar.
Me manoseaba las piernas y las tetas mientras yo miraba por si venía alguien, entre caliente y nerviosa, hasta que me metió la mano entre las piernas y empezó a jugar con mi concha. Con eso ya era suficiente, perdí todas las dudas y la incomodidad y me dejé hacer, abriéndolas para que me manoseara bien adentro, y siempre evitando su mirada.
Con eso se entusiasmó, trató de inclinar el asiento pero le dije que no, que lo dejáramos así, que pasaba gente por el lado del carro y una mentira que no tenía ganas.
El man pareció calmarse, se sentó derecho y puso una sonrisa irónica, que no miré directamente pero si de reojo. Era evidente mi actitud de puta, de lo contrario no habría salido con el man, o me habría bajado ya del carro. Le decía que no tenía ganas pero me quedaba ahí sentada con mi faldita casi dejando ver mis calzones después del manoseo, ya que ni siquiera me la había arreglado, y bueno, que el man era bobo pero experiencia tenía. Yo miraba por la ventanilla hacia mi derecha, porque venía pasando una pareja y me fijé en la nena que se veía bien rica, cuando sentí su voz que me decía "mira mamita"; cuando me volteé el man se había sacado la verga y la tenía en su mano, mirándome con su sonrisita irónica y tonta del que se siente seguro de sí mismo y de la calentura de la nena que tiene al lado.
Y bueno . En esta parte al menos el relato sí que se parece a una fantasía cualquiera. Que vergota que tenía con razón era tan seguro de sí mismo y tan descarado. Me enseñaba una tranca gorda y larga, muy erecta y con un glande algo oscuro y enorme, mirándome atentamente sin signo alguno de timidez o temor al rechazo. Seguramente nunca le habían huído a esa verga, y claramente yo era la menos indicada para hacerlo.
La reacción en mi concha y estómago fue inmediata, sin embargo desvié la mirada tratando de descubrir si había alguien por ahí. La pareja ya se había distanciado varios metros y no se veía a nadie más venir desde la puerta del bar. Me quedé mirando hacia fuera sin decir nada, nerviosa y enferma de calentura, pero por alguna razón no quería darle mi brazo a torcer a ese baboso. El tampoco decía nada, al cabo de unos segundos miré hacia delante y pude ver de reojo que seguía mirándome y ahora se pajeaba lentamente.
Por fin me preguntó que qué pasaba, tomándome la mano izquierda, que yo tenía al costado del asiento, y la llevó a su verga preguntándome si no me gustaba. Siempre mirando hacia otra parte, dejé mi mano agarrando su vergota, aunque sin moverla, pero la humedad en mi concha sencillamente ya me volvía loca y no pude seguir haciéndome la dura, así que con mi cara de pesadez empecé a pajearlo despacio mientras le decía que si estaba loco, que lo podía ver alguien.
Por fin el man se molestó. Se le acabó la paciencia y cambió de actitud, y eso me facilitó las cosas. Se me acercó repentinamente, me tomó de la nuca y me empujó despacio pero con firmeza hacia su tranca, diciendo "vamos nena que no tenemos toda la noche". Y ya, a mamar otra vez, abrí bien la boca y me la tragué, en esa posición ya no tenía que mirar hacia otro lado ni poner caras de molestia, podía sencillamente chupar verga, y una muy rica. Aunque me preocupaba que pudiera pasar gente, me dediqué a mamar sabiendo que en el peor de los casos, no verían mi cara.
El tipo hacía movimientos de cadera, como cogiéndome la boca, y mantenía su mano en mi cabeza, listo para dirigirme, pero no le era necesario porque me la estaba tragando bastante bien, coordinaba mis engullidas con el avance de su tranca, y luego apretaba bien los labios y la sacaba despacio, casi del todo. Cuando sentía el comienzo de su glande en los labios, me la tragaba nuevamente. Cambié mi mano izquierda en su vergota por la derecha, para poder pajearlo bien. Él gemía suavemente, y exhalaba muy fuerte, y yo, por mi parte, empeñada sin tener muy claro por qué en no darle el gusto en todo y que se sintiera tan dueño de la situación, mamaba sin hacer ningún ruido más allá del que produce una buena chupada de verga. Ningún gemido, quejido, nada. Pero mi concha era un desastre, no paraba de sentir como fluía y se abría pidiendo verga.
Después de un buen rato, cuando comenzó a dolerme la mandíbula, empecé a acelerar la mamada para provocar su acabada, pero no aguanté más la calentura, me incorporé y traté, como mejor pude, de sentarme encima de él. Y bueno, no fue nada de fácil, había poco espacio para moverse y entre la palanca de cambios, el manubrio y que no me había sacado los calzones, la verdad fue un desastre, sólo alcanzó a rozarme la concha con su verga y por más que trató de hundírmela no pudo más allá de la punta, así que volví a mi asiento muy frustrada y me dediqué a terminar la mamada.
Cuando el man estaba por acabar, me la saqué de la boca y lo pajeé con fuerza hasta que acabó, más a borbotones que a chorros, sobre mi mano. A los pocos segundos empezó a hablarme no se qué babosadas que no tenía ganas de escuchar, además no tenía con qué limpiarme la leche de la mano, así que le dije que yo volvía a entrar al bar y me bajé del carro. Se vino detrás de mí pero me hice la loca y volví con mis amigas, después de pasar al baño a lavarme.
Pareció entender que no daba para más, porque al rato lo vimos con otra cerveza en la mano mirando hacia nuestra mesa con su sonrisita cínica de triunfo, pero sin acercarse. A la única de mis amigas que estaba en la mesa no le conté mayor detalle. La otra estaba rumbeando disimuladamente con un man en otra mesa no muy lejos.
En fin, al rato nos fuimos a acostar, y no pude dormir sin antes hacerme una señora paja pensando en esa vergota que me había comido. Acabé dos veces con intensas contracciones en mi concha abierta y por fin me dormí.
Al día siguiente, sábado, por la tarde sonó mi celular, era un número desconocido para mí, y al contestar me encuentro con el man de la noche anterior. Cuando le pregunté que como había conseguido mi celular, me dijo que se lo había pedido a Mónica, una de mis amigas que había estado conmigo. Seguía provocándome un rechazo inexplicable, pero al mismo tiempo un cosquilleo entre las piernas perfectamente explicable. Me dijo algo que no me sorprendió en absoluto, que trabajaba en un gimnasio y que salía a las 8:30, que por qué no pasaba a verlo a esa hora y hacíamos "algo", lo que yo quisiera. En un principio me negué pero insistió hasta que con mi mejor tono de desgano le dije que no me comprometía, pero que me diera la dirección por si luego me animaba
Y bueno, evidentemente iba a ir, aunque me emputaba conmigo mismo por exponerme a eso, las ganas de que me perforara ese man eran más fuertes. No quería contarle nada a mis amigas, después de todo lo que nos habíamos reído de este tipo y lo bobo que lo habíamos encontrado, y seguramente en algún momento del día me iban a llamar para ponernos de acuerdo, pero ya vería que excusa inventaba.
En fin, tipo 7:30 me empecé a arreglar, me puse una camisa negra ajustada con una sola manga y tomada al cuello y una falda corta tableada, sin ser mini, escocesa en tonos rojos, calzones y sostén negro y me gusté mucho.
Ni rastros de mis amigas, así que partí a la dirección que este man me había dado, alrededor de las 8, y cuando llegué me encontré con un gimnasio muy distinto a lo que imaginaba, en el segundo piso de un edificio antiguo, era de esos gimnasios a los que sólo van tipos a hacer pesas. Estuve a punto de irme pero las palpitaciones entre mis piernas no me dejaban. Subí las escaleras de madera, muy angostas, arrepintiéndome de haberme vestido así mientras escuchaba gritos y voces de hombres. En la mitad aparecieron varios manes con sus bolsos desde arriba y bajaron pasando por mi lado, mirándome sin ningún disimulo. Era la hora de cerrar por lo que pude notar. Llegué a la recepción y seguían saliendo algunos manes, pero no veía a "mi cita".
Apareció desde una sala llena de máquinas, muy sudado, con una toalla, me saludó y luego de despedir a los últimos tipos que se marchaban, me pidió que esperara un poco, ordenó algunas cosas, apagó luces, cerró ventanas, y mientras yo lo miraba disimuladamente sintiendo la humedad creciente en mi concha, perfectamente depilada para la ocasión, por supuesto, pero siempre, inexplicablemente, con mi actitud de pesadez.
No me dijo nada hasta que terminó, y entonces me dijo que vivía en el tercer piso, y que lo acompañara mientras tomaba una ducha
Me dejó pasar delante de él en las escaleras, y me provocó un escalofrío de calentura sentir que subía detrás de mí, seguramente mirando mis piernas, hasta que sentí como me levantaba un poco la falda con su mano, sin decir nada. Tampoco reclamé ni me giré, simplemente seguí subiendo mientras el man me miraba el culo, hasta llegar a un descanso con una puerta, frente a la cual esperé siempre mirando muy seria hacia cualquier parte menos a él.
Abrió la puerta y me hizo pasar. Era un departamento bastante desarreglado, oscuro y feo. Me preguntó si quería tomar algo, le contesté que no gracias, e inmediatamente me tomó desde atrás por la cintura y empezó a besarme el cuello. El man estaba todo sudado, pero la verdad no me importó, salvo por mi ropa. Al frente había una mesa blanca y redonda, que parecía de jardín, me empezó a decir que sabía que iba a venir "a terminar el trabajo" y otras cosas, mientras metió su mano por debajo de mi falda y me empujó con su cuerpo hacia la mesa mientras recorría mis muslos y mi concha sobre los calzones, empapados desde que me vestí, en mi casa.
Me hizo agacharme sobre la mesa, que me pareció bastante sucia, y me restregaba su bulto delicioso por mi culo. Se separó un segundo y supuse que ya se estaba sacando la vergota, aunque no escuché nada porque el man llevaba ropa deportiva. Bastante típico, los hombres con experiencia saben cuando no resulta necesario calentar a una nena, sino simplemente usar lo que tienen a mano, y esa era yo.
Con una mano me sujetó del cuello, y con la otra bajó mis calzones apenas lo suficiente para dejar mi concha disponible, y empezó a restregar su tranca por mi raja, desde el culo hasta el clítoris, volviéndome loca. Lo único que quería era que me partiera en dos de una buena vez, pero me torturó durante un rato. Eso sí, siempre con mi actitud, me esforcé muchísimo en no retorcerme como perra ni darle el placer de gemir, incluso cuando por fin me enterró esa tranca dura y sudada hasta el mismo fondo de mi concha y más allá incluso, sin avisar, muy fuerte y rápido, deli.
El bobito de gimnasio tenía muchísima energía, y la verdad es que sabía muy bien como cogerse a una perra, me la hundía hasta el fondo, la sacaba entera, la volvía a enterrar, la movía en círculos y de arriba hacia abajo, me la sacaba y me golpeaba el culo con la punta, me metía sólo la punta, haciéndome morir de calentura, pero en todo momento me tragué mis quejidos, que al final solo eran un gemido muy corto y apagado cuando me entraba, doliéndome, hasta el fondo, no quería darle el placer de sentir que me estaba reventando rico con su vergota, así que mantuve mi boca cerrada mientras me culeaba, soportando las embestidas lo más quieta posible.
Llevaba ya un buen rato dándome, yo, en silencio, había explotado dos veces con fuertes contracciones en mi concha, y sentía chorrearlo todo, cuando de pronto el man me sacó la verga y me dio una nalgada suave, me dijo que me estuviera quieta y me sacó la mano con que me sujetaba el cuello fuertemente. Se agachó tras de mí y me empezó a chupar y morder la concha por un rato corto, hasta que subió hasta mi culo y se puso a jugar con su lengua en mi agujerito, primero chupando y luego derechamente metiéndome la lengua, presionando.
Me incorporé un poco para voltear y mirar como se comían mi culo, pero me dijo que me agachara y me estuviera quieta, y así lo hice. Tras un rato, sentí que me escupía el culo y se levantaba, y me preparé para comerme esa tranca por atrás. Volvió a sujetarme por el cuello, ahora con más fuerza, el man no aguantaba la calentura al ver que no tenía intenciones de oponerme a la enculada.
Cuando empezó la presión en mi culo, eché de menos que me hubiera abierto con sus dedos, traté de soportar sin quejarme, pero cuando me rompió al fin, no pude evitar un grito de dolor y traté de huirle, por reflejo, pero me tenía agarrada del cuello muy fuerte y solo pude mover el culo hacia los lados, escapando temporalmente de esa estaca que quería perforarme. Me asusté pensando en el tamaño de esa verga y por primera vez abrí la boca para decirle que no, que ya era suficiente, y por respuesta obtuve una frase bastante tonta, que no me sorprendió en todo caso: "ya vas a ver que te va a gustar el sexo anal" tal cual como si no fuera evidente que no era ni la primera ni la vigésima vez que me rompían el culo, y además "sexo anal" me parecía una clase de educación sexual, pero en fin, en el fondo lo quería así que me armé de valor y paré el culo lo más que pude, bajando una de mis manos de la mesa para abrírmelo y facilitar las cosas.
Me la tragué entera, con tanto dolor como calentura, el borde de la mesa me hacía daño en la pelvis y su mano en mi cuello apretaba cada vez más, traté de sacársela con mi mano libre pero no había caso. De pronto pensé que el man me iba a explotar, y no se por qué me preocupé por mi ropa y le pedí que tuviera cuidado con mi falda. Claro que no tenía intenciones de acabar afuera, siguió bombeándome fuerte y rápido hasta que empezó a bajar el ritmo cada vez más, y supe que se había vaciado dentro mío, pero a diferencia de otras veces no sentí los chorros en mis intestinos, y recordé que el man no se corría a chorros, desgraciadamente.
Soltó mi cuello, y seguía metiéndomela, muy despacio, mientras ahora me acariciaba y agarraba las nalgas cada vez que la sacaba de mi culo. Por fin la sacó del todo, me bajó los calzones del todo, me dijo que levantara los pies, los sacó y se los llevó a la nariz.
Todo lo que sube tiene que bajar a los pocos segundos sentí el torrente de leche salir por mi adolorido culo, me fui al baño sin preguntar nada, ya que no era difícil de descubrir donde estaba, y me limpié y compuse rápidamente. Cuando salí, el man estaba sólo en calzoncillos y tenía una toalla y mis calzones en la mano, me dijo que lo disculpara, que iba a bañarse porque tenía otro compromiso.
Le pedí mis calzones, y me dijo, entrando al baño, que esos se los quedaba él, que si quería lo esperaba y si quería me iba. Me di cuenta de que era inútil discutir con él, así que dije, tratando que me escuchara tras la puerta del baño, que era un gran pedazo de hijoeputa y me fui por donde había llegado.
Mónica había quedado con el man que se la había comido la noche anterior, y como no eran ni siquiera las 10, llamé a la otra nena, Cecilia, a ver si hacíamos algo, pero me contestó que tenía resaca y que prefería acostarse temprano. En fin, hice otro par de llamadas y quedé con un amigo para que me pasara a buscar donde me encontraba, pero se tardaría una media hora, así que entré a un café al lado del gimnasio a tomar algo, a limpiar la leche que seguía saliendo de mi culo, y esperar. Cuando dieron las 10 y media pagué la cuenta y estaba por salir a la esquina donde me pasarían a buscar cuando ví a Cecilia, muy guapita y sexy cruzar la calle hacia donde me encontraba yo. Pensando que habría hablado con el man que me iba a buscar y se había decidido por fin a salir, me alegré y me dispuse a salir para saludarla, pero pasó de largo por el café, sin verme, y fue directamente a tocar el timbre del gimnasio