Sobre como me comí a mi secretaria
Lorena ya ardía nuevamente de excitación, su concha estaba muy roja y húmeda y su culito era toda una invitación. Yo ya estaba completamente jugado y serle infiel a mi novia ya no era más que un secretito a mantener bien guardado entre mi secretaria y yo.
SOBRE COMO ME COMI A MI SECRETARIA
Esta historia empezó cuando le ofrecí el puesto de Secretaria que tenía vacante en mi oficina a una chica que conocía de la Facultad. No era una mujer demasiado llamativa. Boca grande, con labios carnosos, un metro sesenta y cinco, buenos pechos, pero algo rellenita, tenía tendencia a engordar y mostrar algunos rollitos en su cintura, sobre su culito nada despreciable; de todas formas a mi nunca me gustaron las mujeres demasiado flacas. Cuando Lorena, que era su nombre, empezó a trabajar conmigo yo todavía estaba de novio con la misma chica desde hacía cinco años.
Al poco tiempo de haber empezado ya teníamos un feeling bárbaro. Lorena era muy simpática y con buena onda, y bastante desinhibida y sincera. Me contaba de sus historias amorosas, la mayoría de las veces con hombres casados, porque creía que a sus treinta años era lo único a lo que podía aspirar que le brindara buenas noches de sexo, sin compromisos. Se vestía con ropas bastantes provocativas: musculosas demasiado escotadas y jeans ajustados y parecía tener algunos problemas de contractura muscular en la espalda, porque muy seguido me pedía que le diera un masaje.
Apenas conoció a mi novia, un día que vino a buscarme a la salida de la oficina empezaron las llegadas tarde, y más adelante las faltas. Hasta que en una oportunidad que faltó tres días seguidos, sin obtener respuesta a mis llamados telefónicos, decidí ir a su departamento por sorpresa, pero la sorpresa me la terminé llevando yo. La verdad tenía miedo de que quisiera renunciar, porque sería difícil encontrar otra secretaria como ella, y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que no renuncie.
Al tocar el portero me contestó rápidamente y bajó a abrirme. Sorprendida, me invitó a pasar. Estaba vestida con una musculosa negra y un short de algodón, también negro, el departamento de un ambiente amplio era muy cálido y una cama doble sobresalía frente a un televisor de 29 pulgadas. Sentada en la cama me empezó a explicar que desde hacía varios días estaba con una fuerte contractura en la espalda que prácticamente no la dejaba levantarse y entonces me ofrecí a hacerle un masaje.
Me arrodillé sobre el colchón y comencé a masajearle su hermosa espalda de lunares. Parecía disfrutarlo, porque a la par que movía su cabeza circularmente, suspiraba y gemía con cada masaje. De repente empezó a recostar su cabeza sobre mi pecho, y pude ver su corpiño de encaje negro asomar bajo la musculosa. Estaba tan decidido a no serle infiel a mi novia, como de que no quería perder a Lorena como secretaria, y mientras masajeaba sus hombros, y Lorena parecía ponerse cachonda, me incliné y acerqué mi boca a su cuello. Lorena no se resistió, y un solo beso en su cuello bastó para que se recostara más sobre mi. Mientras le seguía besando, deslicé mis manos bajo su cintura y, a la vez que se las metía bajo su remera, le acariciaba su pancita arrimándome a sus pechos.
Ahí fue cuando ella levantó sus brazos y se sacó su musculosa, lo que terminó de excitarme por completo. Mientras le seguía besando el cuello y la espalda, mis manos comenzaron a masajear sus senos y rápidamente ya le había sacado el sostén. La tomé de la cintura y la abracé fuerte contra mí por lo que sentí como sus nalgas se apretaban contra mi miembro completamente al palo. La di vuelta y pasé, de chuparle la espalda y su cuello para comenzar a chupar sus pechos. Sus pezones eran grandes, y su tensión mostraban lo excitada que estaba. Hundí mi cara contra sus pechos y empecé a chupárselos con total desenfreno mientras le bajaba el short y contenía sus nalgas con mis manos. En ese momento Lorena estiró su mano y me manoteó la verga al tiempo que me decía que lo que más quería en el mundo era sentirla dentro suyo. Así comencé a bajarle la tanguita, negra como su corpiño, mientras guiaba mi lengua desde sus pechos hacia su ombligo. En ese instante pensé en mi novia y en que no estaba preparado para serle infiel, pero me sentía obligado a satisfacer a esa terrible hembra en celo. Después de besarle y rodear su ombligo con mi lengua, fui bajando hasta encontrarme con su pubis y empecé a comerme su conchita mientras le tomaba las nalgas con las manos.
Entonces Lorena se recostó sobre la cama ofreciéndome toda su conchita para que hiciera lo que quisiera. Me agaché en la alfombra y hundí mi cara contra su concha metiendo toda mi lengua dentro suyo. Con mis manos le acariciaba los muslos mientras mi lengua se entretenía en su entrepierna. Lentamente le separaba los labios vaginales con la lengua buscando desenfrenadamente llegar a su clítoris mientras Lorena gemía de placer y parecía levitar en el aire cuando mis dedos jugueteaban con su esfínter anal. En un momento ella me toma de la cabeza y hunde mi rostro contra su concha mientras a los gritos me pide que "se la coma toda". Mi saliva se mezclaba con sus jugos íntimos y no me cansaba de chupar esa deliciosa concha que cada vez me excitaba más, mientras mi verga estaba a punto de romper el pantalón. Sus gritos de placer eran cada vez más fuertes y sus movimientos de cadera más violentos, hasta que de repente un último gemido le hace cerrar las piernas y me doy cuenta de que ya había llegado al clímax. Me paro y ella se sienta en la cama y me dice: ¿Cómo puede ser que yo esté acá en pelotas gozando como una puta y vos todavía tengas toda la ropa puesta, porque no te sacás esa camisita...?
Cuando me lo pidió pensé nuevamente en mi novia, y en que hasta ahí había llegado, pero también había estado tan bien que creía que mi verga se merecía su premio, y entonces empecé a sacarme la camisa. Pero Lorena fue directo a lo suyo y, agachándose frente a mi, comenzó a abrirme el cinturón y a bajarme el cierre y el pantalón. "¡¡¡Pero que sorpresa, que tenemos acá...!!!", exclamó al ver mi calzoncillo negro completamente al palo. "Me parece que yo se que hacer con esto", me dijo mientras me sacaba el slip y empezaba a masajearme los testículos. Enseguida empezó a masturbarme, y a pasar sus carnosos labios gruesos sobre mi glande, mientras me decía si "eso es lo que quería". A mi respuesta afirmativa abrió su boca y se tragó toda mi verga de un bocado.
Me abrazó y con sus manos tomó mis nalgas mientras su lengua hacía maravillas con mi pija que entraba y salía una y otra vez de su boca. Después de frotarme el culo unos segundos, volvió a tomarme la verga y las bolas con las manos y, mientras la sacudía, me chupaba la cabecita succionando con sus gruesos labios, pasándome su lengüita y raspándome con sus dientes. El éxtasis era total y ella no podía no darse cuenta porque mis gemidos se debían escuchar en todo el edificio. Entonces acabé dentro de su boca, y los primeros borbotones se los tragó sin chistar. Después me sacó la pija de su boca y la siguió sacudiendo para que la vaciara en su rostro, y se esparció el semen por su cara y sus pechos como si fuera una crema humectante. Caí rendido sobre la cama, y ella se recostó al lado mío.
Estábamos los dos completamente desnudos recostados boca abajo, y mientras Lorena me preguntaba si le había gustado y si me gustaba su cuerpo, empezó a masajearme la espalda. En eso me incorporo y al verla toda desnuda en cuatro patas noto que tiene un tatuaje de una rosa en su nalga derecha, y pienso ¡que ironía tiene tatuada una rosa que me da ganas de dejarle el orto como una flor!. Entonces la tomé de las nalgas y empecé a besarle su tatuaje, y fue en ese momento que se curvó un poco más y sacó más su orto para arriba como dándome rienda libre a mis más bajos instintos. Mientras le chupaba y mordía la "florcita" comencé a estimularle el chochito y chuparle su orificio anal. Lorena ya ardía nuevamente de excitación, su concha estaba muy roja y húmeda y su culito regordete era toda una invitación. Yo ya estaba completamente jugado y serle infiel a mi novia ya no era más que un secretito a mantener bien guardado entre mi secretaria y yo.
Me arrodillé atrás de Lorena colocando mi pija justo a la altura de su hermoso orto y se la empecé a pasar por sus nalgas jugueteando con su culo y su conchita. Con mis manos le apretaba los glúteos y masajeaba su bronceada espalda a lunares, me incliné sobre ella y comencé a besarle y pasar mi lengua por el cuello. En eso le dije que se preparaba porque le iba a "cumplir sus sueños" y me incorporé tomándole el culo con mis dos manos. Tomé mi verga con la mano derecha y se la coloqué en la conchita; rápidamente mi glande se abrió paso entre los labios vaginales y de un solo golpe se la metí hasta el fondo de su vagina. Después la tomé de la cintura y Lorena comenzó a moverse frenéticamente como si quisiera romper la cama. Mientras con mi mano derecha jugueteaba con su esfínter anal con la izquierda la tomé del pelo. Mientras le seguía imponiendo el ritmo por atrás, entre cojida y cojida Lorena parecía flotar en el aire y fue ahí cuando decidí cumplir "mis" sueños.
Mientras intentaba penetrarla analmente con mi dedo saqué mi verga de su concha y tímidamente la apoyé contra su ano. Fue ahí cuando Lorena me dijo que "terminara lo que había empezado" y que ni se me ocurra culearmela porque entonces sí le iba a contar a mi novia. Perdido por perdido le dije: "mirá, hacé lo que quieras, pero no me voy hasta que te deje el culo como una flor, vos me dijiste que la querías tener adentro y te aseguro que te la voy a meter bien adentro". Por supuesto sus miedos solo expresados verbalmente no la hicieron moverse y eso fue un vía libre para mis deseos.
La tenía en pelotas en cuatro patas, toda transpirada y con su concha chorreando sus jugos íntimos y, mientras con una mano le frotaba el orto, con la otra me agarré la verga, tan enorme, dura y roja que parecía un hierro candente a punto de enterrarse entre sus nalgas. La tomé de la cintura, le abrí los cantos y se la empecé a meter de a poquito. Sentir como mi pija entraba en ese culo fue uno de los placeres más grandes de mi vida. Con cada milímetro que entraba, Lorena gemía más y más. A la vez que le apretaba las nalgas contra mi pija, ella se empujaba cada vez más hacia mí, como si quisiera que mi verga le llegara hasta la garganta.
Cada grito de Lorena parecía manifestar dolor por la terrible sodomización, pero, por lo que me diría después, no reflejaba otra cosa que un inmenso placer. Con mis pulgares le abría un poquito más el esfínter anal para que mi pija entrara y saliera más rápido. El traqueteo era infernal y cuando ya no daba más mi verga explotó y comenzó a largarle toda la leche a ese culito redondito. Cuando la saqué, todavía chorreaba, entonces me la sacudí un poco y se la pasé por el tatuaje como pintándoselo. Los dos caímos rendidos sobre la cama, dormimos un par de horas cucharita y cuando nos despertamos le dije que la veía mañana a la mañana en la oficina, y que la próxima vez que tuviera una contractura me avisara, que yo, como había visto, era un experto en masajes.