So deep (Introducción)

El amor de un hijo enamorado de su madre... Esta historia promete...

CAPITULO 1

Me despierto en mitad de la noche y no estoy sola. En mi cama hay alguien más. Debe ser uno de los niños. Abro los ojos, y en la penumbra, enfoco la visión.

-¿Pau?- pregunto.

-Sí, soy yo.-

-¿Te pasa algo cariño?- Hace mucho que Pau no se mete en mi cama, ya es mayor para eso. Los pequeños lo hacen cuando tienen pesadillas, aunque él nunca lo ha hecho por ese motivo. Él lo hacía cuando se sentía solo. -¿Estás bien?

-La semana que viene cumplo 21 años.- contesta al fin.

-Sí, lo sé.- Respondo sin saber a dónde quiere llegar - ¿Qué vas a querer que te regale?- pregunto más animada.

-No quiero que me compres nada- ataja.

-¿Y si te consigo ese unicornio azul con manchas verdes que tanto querías?- pregunto burlonamente.

Es evidente que le preocupa algo, pero Pau siempre ha sido muy reservado para sus cosas y va a ser difícil que me lo cuente sin más.

-No, no quiero un unicornio azul con manchas verdes.- dice. –Todo el mundo tiene uno, ya no es original.- afirma.

Silencio.

-Bueno… ¿y qué quieres?- insisto impaciente.

Tras vacilar durante unos segundos que parecen hacerse eternos Pau responde al fin.

-De pequeño te pregunté que cuándo pasa alguien de ser un niño a ser adulto. ¿Te acuerdas?-

-Pues no sé- dudo –me suena pero no me acuerdo. ¿Qué te respondí?- pregunto con curiosidad.

-Me dijiste que no hay un momento concreto en el que uno cambie de niño a adulto, pero si había que poner una edad, tú dirías que las niñas a las 18 y los niños a los 21.-

-¿Eso es lo que te pasa? ¿Estás nervioso porque te vas a convertir en un hombre?- pregunto burlona -¿O es que te da miedo?- más seria –No te vas a transformar en otra cosa en plan metamorfosis, ¿eh?- inciso sarcásticamente – Pasar de niño a adulto no es un cambio físico sino que es cuestión de madurez intelectual. Conozco a cuarentones que aún son unos críos, tontos e inmaduros. Sin embargo, tú siempre has sido muy maduro y responsable, desde que te conozco.- puntualizo.

-Sí, pero con 10 años, por muy maduro que fueses, no era considerado un adulto… un hombre.- recalca.

-Entonces tu preocupación es que quieres que te consideren un hombre ya, ¿no?- comprendiendo al fin por dónde van los tiros.

-Algo así.- responde.

Pau siempre ha sido muy responsable, consigo mismo, con sus hermanos…

Sinceramente, no sé qué habría sido de mí sin su ayuda. Nunca hemos discutido. Es un muchacho ejemplar. Es bueno en sus estudios, trata bien a todo el mundo, es listo, aplicado, sincero y extremadamente minucioso en casi todo lo que hace. Lleva siendo así casi toda su vida. Es como el complejo de Peter Pan pero al revés; él quiere crecer y pronto. Lo que nunca me ha parecido buen. Sé que me ha ayudado mucho, pero siento que ha desaprovechado su infancia. Es verdad que ya casi es un hombre, no me había parado a pensarlo. Aunque cualquiera que lo viera diría que ya lo es. Es cosa de madres ver a sus hijos como si fueran bebés, aunque éstos estén ya casados e incluso tengan sus propios hijos.

-Tú siempre vas a ser mi bebé- le digo acariciándole la cara y el cuello.

-No quiero ser tu bebé- contesta casi enfadado.

Coge mi mano y la desliza hasta su pecho. Tiene la respiración muy agitada y el corazón le late muy deprisa. Inclina la cabeza en señal de pesar y a punto del sollozo.

-¡Ey!, vamos, cariño- digo acercándome para abrazarlo.

Estamos casi en verano y hace calor. Yo sólo llevo una camiseta y las braguitas, por eso al ponerle la mano en el pecho y notar que no llevaba camiseta, no me he extrañado. Sin embargo, ahora que lo estoy abrazando siento que no lleva nada más.

-¿Cariño? ¿Estás desnudo?- pregunto a pesar de saber la respuesta.

Asiente con la cabeza en mi hombro.

-¿Y qué pasa? ¿Que ya no le tienes respeto a la cama de tu madre?- pregunto entre chistosa e incrédula.

-No puedo- responde casi inaudible, con la cara enterrada en mi pelo.

-¿Qué quieres decir?- ya totalmente confundida.

-Te quiero- me dice mirándome a los ojos. –Te quiero- repite.

-Yo también te quiero mi vida.-

Repentinamente me agarra y me estrecha contra su cuerpo. Me quedo perpleja.

-Yo me refiero a esto- susurra para a continuación besarme en los labios. Con una mano acaricia mi espalda mientras con la otra en mi cuello dirige el movimiento de mi cabeza. Me está besando, y no en la forma en que un hijo besa a su madre. Desliza suavemente su mano por mis caderas y de nuevo por la espalda acercándome aún más a él. Es en este momento cuando me doy cuenta de que estoy a punto de sentir partes de su cuerpo rozando con el mío. Partes que no quiero sentir bajo esta situación tan surrealista, así que, con tranquilidad, le pongo la mano en el pecho, ya lo aparto de mi cuidadosamente.

-¿Pau?- trago saliva. -¿Qué estás haciendo?- tomando conciencia de la situación. No obtengo respuesta.

Me incorporo en la cama más exaltada.

-¿Pau?- espero una respuesta impaciente, y lo miro de reojo, temiéndola.

Espero que me diga que es una broma, pero Pau no es un chico de gastar bromas. Esto sería más propio de Vic pero no de Pau.

-Estoy enamorado de ti- sentencia finalmente.

-¿Qué?- digo débilmente por la impresión, el desconcierto y sobre todo por el terror ¿De qué demonios me está hablando? ¿Se ha vuelto totalmente loco?

Me levanto alterada de la cama, tratando de mirar al suelo, la cara desencajada y los brazos haciendo aspavientos, intentando despertar o lo que sea.

-No puedes enamorarte de mí. Soy tu madre- sentencio.

-No eres mi madre- advierte con pesar.

-¿Cómo puedes decir eso?- incrédula y dolida.

-Porque es verdad- pausa – Lo siento- dice con la mirada al suelo.

Se levanta despacio y se dirige hacia mí. Me cruzo de brazos sin saber qué esperar.

-He estado enamorado de ti desde siempre- dice mirándome a los ojos.- Te amo. Te deseo- aparta la mirada y roza mi brazo con el dorso de su mano.

De pronto me siento incapaz de permitir que me toque y me aparto sobrecogida e impresionada.

-Tú lo eres todo para mí- dice dolido por mi reacción.- Por ti soy como soy. Todo lo que hago lo hago por ti y pensando en ti…- coge aire y me mira a los ojos para concluir- Sólo he pensado que ya era hora de decírtelo. Se da la vuelta despacio y se marcha de la habitación.