So Deep (Capitulo 6)

Sexto capitulo de la novela erotica entre una madre y su hijo...

NOTA DE AUTORA: Recomiendo encarecidamente que lean el siguiente texto al mismo tienpo que escuchan la canción "Si tú me miras" de Alejandro Sanz, para llegar a apreciarlo en su totalidad. No puedo linkearos desde aquí, pero podeis buscar el videoclip en youtube o copiar este enlace y pegarlo en el buscador: http://www.youtube.com/watch?v=wajUyE7-v-k&feature=related

La canción empieza despues del primer minuto, entonces es cuando debeis empezar a leer, cuando suena un piano...

Es decir, hay leer al tiempo que se escucha. Id despacio, sincronizando y atentos.

Deseo que os guste, un saludo, Mary.

En la quietud de la noche empieza a sonar una canción. La oigo a lo lejos, suena un piano y luego canta alguien. No acierto a saber qué canción es, pero sé que me gusta. Me balanceo al ritmo, despacio, sincronizando mis movimientos con los acordes. “Si tú me miras”, oigo decir al cantante. Me quedo quieta al darme cuenta de que es Alejandro Sanz y que la ha puesto Pau. Suena muy bajito, no creo que Jaime se haya fijado. Permanezco quieta escuchando, “... te enseñaré a decir te quiero sin hablar...”, dice la letra.

-¿Qué te pasa?.- Me sorprende Jaime.

-Nada.- Le sonrío. Continúo despacio. Pau ha puesto esta canción para mí, estoy segura.

“La locura de quererte como a un fugitivo, me ha llevado a la distancia donde me he escondido”, continúa la canción.

No puedo seguir haciendo esto, sabiendo que él está ahí, y él sabe que yo estoy aquí... Haciendo el amor con la canción que me ha puesto. Recibiendo sus mensajes subliminales y concentrándome en descifrarlos, al tiempo en que me contengo para no hacer ruido.

Yo no sé qué estará haciendo él, si estará en su cama o dando vueltas por la habitación. Pero no me importa, voy a tratar de ignorarlo.

Cuando intento concentrarme no hago más que escuchar esa dichosa canción. “Palabras de un lenguaje nuevo, que he construido para nosotros...” Eso es lo que me quiere decir, un lenguaje nuevo. Él se está comunicando ahora conmigo y quiere que le responda...

No, no, de eso nada. “Cuando decidas aprenderlo no habrá silencio...”.- Ni hablar, no.

“... no te hará falta usar la voz para romperlo...”.- Miro a Jaime, que me está mirando y me ruborizo. Si supiera las cosas que están pasando por mi cabeza en este momento...

Me sujeta y rueda sobre mi para ponerse encima. Me besa apasionado por la cara y el cuello. Me acaricia las piernas, los muslos... Se deleita en mis pechos, acariciándolos y chupándolos. Me agarra y vuelve a embestirme con rudeza. Lo sigue haciendo mientras la canción avanza, ya casi no puedo oírla.

Cuando vuelve a sonar la letra, estoy más concentrada en no gemir que en escucharla. Una ola de ardiente electricidad inunda todo mi cuerpo contrayéndolo. La locura y el placer se apoderan de mi; y al volver a escuchar el estribillo todo estalla emergiendo como un maremoto de sensaciones y sentimientos entremezclados, un vertiginoso bucle de deseo concentrado entre mis piernas y un sollozo desesperado en mi garganta. Todo fluye con intenso alivio para luego convertirse en pesar y vergüenza, mis últimos pensamientos habían sido de Pau.

Jaime se recuesta a mi lado y me sigue acariciando. Yo se lo agradezco por traerme de vuelta con él, por sacarme de esa nube. Lo beso.

-Otro día lo hacemos en un sitio donde podamos chillar.- Me susurra al oído.

Se me escapa una risita, él me sonríe y nos besamos de nuevo.

Se levanta rápido y empieza a vestirse. Yo que me alegro, cuanto antes se vaya mejor.

-Mañana entro a trabajar temprano.- Me comenta.

Me echo una bata por encima y lo acompaño hasta la puerta de la entrada tratando de hacer el menor ruido posible.

-Ya nos veremos.- Me despido con un rápido beso y cierro la puerta.

Al volver a mi habitación me encuentro a Pau, apoyado en el marco de su cuarto, de brazos cruzados, mirando al suelo... esperándome. Nada más verlo, agacho la mirada y me aprieto más la bata. Freno durante un segundo, aún me tiemblan las piernas, pero cuando noto que me mira, reanudo mi camino más deprisa.

Con dos grandes pasos se adelanta hasta mi puerta impidiéndome pasar.

-¿Podemos hablar?.- Me dice muy bajito.

-Ahora no.- Le respondo en el mismo tono.- Mañana.- Trato de hablarle sin mirarlo.

-Es importante. Estoy tratando de tomar una decisión muy difícil y me gustaría saber tu opinión.- Me explica con la cabeza gacha.

-¿No puedes esperar a mañana?.- Digo entrando a mi dormitorio y bloqueándole el paso para que no se le ocurra seguirme.

Se resigna fuera y se apoya contra el marco de la puerta. Deja caer su cabeza contra la madera y balancea su mirada de cordero degollado hasta mí.

-Probablemente, mañana, ya me haya ido.- Contesta.

Me quedo traspuesta. Me está diciendo que se va, que se va de casa.

-¿No me estarás hablando en serio, verdad?.- Subo inconsciente el tono de voz.

-Creo que será lo mejor para los dos.- Replica con seguridad, pero aún susurrando.- ¿Podemos hablarlo?

-Esta bien.- Resoplo.

Espero que esto no sea otro de sus trucos. O... quizás si. Si me está diciendo en serio que se va, no se qué haré yo. Pero... no. Será una especie de venganza, o algo que se le ha ocurrido por lo de esta noche. No se que habrá entendido o a qué conclusiones habrá llegado. No se qué es lo que le pasa por la cabeza, y yo tampoco podría esperar a mañana para saberlo.

Enciendo la luz de mi cuarto por primera vez y descubro la cama revuelta y mi ropa aún tirada en el suelo. Me giro de pronto y apago la luz.

Vamos al salón.- Le indico saliendo al pasillo y cerrando la puerta a mi espada.

-Ahí se nos oye, ven a mi cuarto.- Me hace entrar delante suyo.

Cierra la puerta y enciende el flexo de su escritorio. Yo examino la habitación. La cama está hecha, la colcha apenas arrugada. Él si se ha cambiado de ropa, lleva el pantalón del pijama y una camiseta interior. El equipo de música junto a la cabecera de su cama reclama toda mi atención y me dirijo hacia él decidida. Pulso en botón de encender y empieza a sonar la radio, muy bajito, casi inaudible. Abro la tapa de los cds y está vacía.

Pau me mira extrañado, aún desde la puerta, como si no tuviera ni idea de lo que pretendo. Me enfado, se está haciendo el tonto. Voy a la torre de discos y no me cuesta encontrar el que busco. Lo cojo y saco el libreto.

-¿Qué haces?.- Me dice al fin.

-Busco la letra de la canción que has puesto.- Le contesto convencida.

-Eso no es necesario.- Me lo quita de las manos y lo vuelve a colocar con sumo cuidado en la caja.

-¿Entonces qué ha significado?.- Exijo una explicación.

-No ha significado nada. No tenia si quiera intención de que la escucharas, la he puesto para mi.

-A ti no te gusta Alejandro Sanz.

-Claro que si, tiene unas letras muy buenas.- Recapacita un momento.- ¿Creías que la había puesto para ti?

No le contesto, me siento ridícula. Me cruzo de brazos y me siento en el escritorio.

-Aunque si quieres, si que podría dedicarte alguna canción, “Pisando fuerte”, por ejemplo.- Me sonríe desafiante.

Le quito el compact de las manos y miro los títulos de las canciones en el reverso.

-No está ahí, esa es del primer disco.- Lo vuelve a coger y lo guarda en su sitio. Me mira.- ¿De verdad creías que iba a ponerte música para que follaras más a gusto con ese tío? Que por cierto, ¿quien es? Aunque probablemente me enteraré tarde o temprano, pero tengo curiosidad.

-Eso no es asunto tuyo.- Me quedo con lo último que ha dicho y olvido la suposición que ha hecho antes.

-Tienes razón, si alguien viene a contármelo le diré que no quiero saberlo.- Parece sincero, aunque no me mira. Se apoya en el escritorio a mi lado.- Voy a cumplir lo que te he prometido.

-¿Lo de irte?.- Se me hace un nudo el estómago.

-No, irme es... no se, creo que necesario. Te prometí que todo iba a ser como antes pero, ahora que lo sabes, creo que va a ser imposible. Solo han pasado 24 horas desde que te lo dije y mira todo lo que ha pasado.

-¿A qué te refieres?.- Me pregunto si pensará que me he acostado con Jaime por despecho.

-Pues... saliste del local escopeteada. Mª José no se lo podía creer, estaba preocupada por ti.- Explica.

-Claro, que preocupación más grande tenías tú con ella.- Comento sarcástica.

-No, estaba preocupado por ti. Te esfumaste de pronto.

-¡Estaba cansada de tus juegos!.- Le recrimino.

-Pero has seguido jugando.- Me mira a los ojos.

-Te equivocas.- Me hace dudar de mi misma, pero no, se que llevo razón.- Y además de equivocarte, mientes. Dijiste que cuando acabara el baile, acabarían los trucos, y al momento estabas conspirando de nuevo, con esa chica... - Está a punto de soltarseme la lengua.

-¿Te refieres a cuando has entrado al vestuario para espiarme?.- Parece que se dio cuenta.- No se qué es lo que entenderías, pero “mi plan”consistía simplemente en traerte a la casa, en que no te fueras con Mª José. No creo que eso fuera en contra de las normas, cualquier hijo le chafaría el rollo a sus padres si los ven con una pareja que no les agrada. Y más si la pareja es una estúpida como esa, que va babeando tras cualquier falda que se le ponga a tiro.- Sus argumentos son lógicos.- Sin embargo, tú si me has estafado a mi, me has vigilado a escondidas.

-Ahora me quieres hacer creer que tú nunca me has espiado a mi.- Le suelto sin más.

-No.- Dice convencido.- Jamás, si me he enterado de algo ha sido por casualidad, pero ir intencionadamente a rebuscar en tu intimidad para ver qué provecho puedo sacar... eso no lo he hecho nunca.- Ahora me hace sentirme culpable.

-¿Me prometes que no has estado escuchando a través de la pared hace un momento?.- Me atrevo a decirle.

Me sonríe y se sienta en la cama frente a mi. Se rasca y remolonea un poco. A ver con lo que me sale.

-No hace falta pegar la oreja a la pared para oírlo todo.- Asegura sin apartar los ojos de los míos y sin perder la sonrisa.

Siento que muero de la vergüenza.

-Tampoco te creas que es la primera vez que te oigo follar.- Me suelta.- Aunque... a lo mejor... si que ha sido la primera vez que lo haces pensando en mi. Me alegro de no habérmelo perdido entonces.- Sonríe con descaro.

Me levanto y estoy a punto de darle una torta, y bien merecida.

-Bueno, bueno.- Dice parándome.- Ya puedes estar tranquila. Te he dicho que me voy, así no volverá a suceder nada parecido.

-¿Entonces lo has decidido?.- Aún no puedo creer que lo diga en serio. No me creo que vaya a irse.

-Si, Luis lleva diciéndome que me vaya a su piso desde el año pasado. En realidad, me vendría bien en el aspecto en que, mi facultad está muy lejos de aquí, y cuando me llevo el coche tú te quedas sin medio para desplazarte. El piso de Luis está cerca de campus y yo tengo bastante dinero ahorrado para el alquiler, así que...

-Realmente me estás hablando en serio.- Asimilo al fin.

-¡Vamos! ¿Hasta cuando pensabas que me quedara? Los hijos tienen que volar del nido, ¿no? Piensa en lo contento que se va a poner Vic cuando sepa que no va a tener que compartir cuarto con estos dos nunca más.- Me dice con una dolorosa sonrisa.

-¿Y cuando piensas irte?.- Trato de hacerme a la idea.

-Antes de que empiecen las clases.

-¿Tan pronto?

-Si. ¿Cuando si no?.- Dirige la mirada al suelo.- Es lo mejor.

De pronto se hace un gran silencio.

-Oye, perdóname pero voy a por un cigarro.

-¿Tú no lo habías dejado?.- Me regaña.

-Se que sabes que fumo a escondidas. Los que no quiero que se enteren son Vic y Carlos, sobre todo Carlos que sabes que se me echa a llorar diciendo que me voy a morir.- Se ríe pero cuando voy a salir me frena.- Déjame, porque creo yo, que por hoy me lo he ganado, ¿no?

-Yo tengo algo mejor, espera.- Coge una silla, la pone en el centro de la habitación y se sube encima.

-¿Qué haces?

-No se donde esconderás el tabaco para que no lo encuentre Vic. ¿No sabes que cuando se aburre se dedica a registrarlo todo?.- Saca algo de la lámpara y se baja.- ¿Te hace un canutillo?

-No me lo puedo creer.

-Creetelo.- Se ríe.- Toma.

-¿Drogas? ¿Me ofreces drogas?.- Exagero mi reacción.- Este es el colmo del descaro.

-¿Tú crees?.- Me mira y me sonríe cómplice.- Además, el tabaco si que es una droga, con la nicotina y el alquitrán y todas esas porquerías que le echan para hacerlo más adictivo. Esto es solo yerba, y muy buena.- Me asegura.

-¿Y tú de donde la has sacado?

-Me lo dieron hace tiempo, lo estaba reservando.

-¿Y tú, de donde has salido tú?.- Me río.

-No se, supongo que del útero de mi madre pero la verdad es que no me acuerdo.- Bromea. Ambos nos reímos.

-Bueno, te lo petas tú o me lo peto yo.- Recurriendo a la jerga porreta, se ríe.- ¿Sabes cuanto hace que no me fumo uno de estos?

-¿Años?.- Responde quemando la punta.

-O más.- Fumo.- La primera calada siempre me da mucha fatiga.

-Habérmelo dicho.- Se ríe.- Siéntate anda.

Me vuelvo a sentar en el escritorio y doy una calada más profunda. Al momento puedo sentir los efectos, como una oleada de humo gris inunda mi cerebro emborronándolo todo. Aspiro de nuevo y cierro los ojos dejándome llevar.

Pierdo la orientación y el sentido de la gravedad. Me tambaleo y estoy a punto de caerme. Pongo rápidamente un pie e el suelo evitado una caída muy tonta. Pau se sobresalta y va a agarrarme. Nos empezamos a reír.

-Que calor.- Exclamo.- ¿Tienes una goma?

-Toma, esto mismo.- Se quita una pulsera de cuero y me la da.

Aguanto el porro con la boca mientras me anudo el pelo con la cuerda. Pau me mira. Es en este momento donde me doy cuenta de que llevo un rato abierta de patas delante de su cara. Me tapo con la bata rápidamente.

-¿Me estabas mirando?

-¿Qué?.- Se ríe.- ¿Qué clase de pervertido te crees que soy?

-No lo se.- Doy otra calada y se lo paso.- Dímelo tú.

-He visto muchos coños en mi vida como para ponerme ahora en ese plan.- Se recuesta.- Y el tuyo también lo he visto, te recuerdo.

-Si, pero mi toto no los has visto dan de cerca.- Se empieza a reír.

-Me encanta cuando dices “toto”, es tan infantil...

-Toto y pilila, de toda la vida. Coño y polla suenan muy burdo.- Nos reímos.

-Bueno pues, todos los totos son iguales, o... básicamente iguales.- Afirma convencido.

Me levanto y doy una vuelta por su habitación, mirando todas las cosas con detenimiento.

-¿Qué más cosas esconderás por aquí? Aparte de droga, quiero decir.

-¿Quieres registrarme?.- Me dice desde la cama, ahora tumbado boca arriba.

-Seguro que no encontraría nada en este... orden.- Se ríe.- En serio, aún no he entendido tu sistema para guardar la ropa en el armario, la gente normal se conforma con el lado de las camisas y el lado de los pantalones.

-¿Pero a que la gente normal casi nunca encuentra lo que busca en su propio armario?

-Si si si, lo que tú digas. Dímelo simplemente. ¿Qué cosas escondes?

-Eso depende de lo que estés buscando.- Extiende su brazo hacia mi, ofreciéndome de nuevo el tesoro incandescente.

Me acerco a cogerlo y me quedo a su lado mirándolo a él. Apoya su cabeza sobre sus brazos y me sonríe con una mueca cómica mientras echa el humo de su última calada.

-¿Qué haces tonto?.- Me río de él.

-Pues tonterías, ¿o no me ves?.- Vuelve a poner la cara de antes.

-Eso es de las drogas. ¿No me vas a decir de donde lo has sacado?

-Que no.- Se gira en la cama dándome la espalda.

-¿Será posible?.- Exclamo.- A mí no me des la espalda.- Le doy una torta en el culo, de la forma más inocente, lo juro.- Él se ríe y se vuelve a mirarme.

-Te cuento un secreto si me cuentas un secreto.

-No tengo ningún secreto, yo no oculto nada.- Me hago la importante.

-Serás mentirosa.- Me mira con cómico repudio.- Pues entonces no te cuento yo nada.- Se vuelve de nuevo.

-¡Ay!, a ver que se me ocurre.- Me siento en la cama y mientras fumo trato de recordar algo, cualquier cosa. Claro que fumar porros y tratar de recordar cosas no es una combinación muy acertada, pero quiero saber qué secreto me va a contar.

-Pero tiene que ser algo que me interese. No me vayas a contar que no se qué día te tiraste un pedo en algún sitio y le echaste la culpa a otro, porque la verdad que me decepcionaría mucho.- Me dice muy serio.

-¿Un pedo?.- Me río.

-Una ventosidad.- Dice con obviedad.- Vamos que no me interesan las historias de flatulencias.

-¡Flatulencia!.- Me mondo.

-¿Te ha subido eh?.- Me dice como si él estuviera muy lúcido.

-A ver que me concentre.- Hago una pausa, cierro los ojos, cojo aire, doy otra calada, me concentro... Un secreto, un secreto. Piensa, un secreto...- No se me ocurre nada.

-Intenta pensar en algo que creas que yo no se.- De pronto solo se me viene una cosa a la cabeza, pero evidentemente no se lo voy a decir. No es el momento ni el lugar. Otra cosa, tengo que pensar en otra cosa y rápido.- Ya se.

-A ver.- Se sienta para prestar atención. Yo me vuelvo para mirarlo

-Cuando nos dejaron a Alexis en la puerta, yo estaba casi convencida de que fue porque era hijo tuyo y que la madre te lo había dejado.- Se empieza a reír escandalosamente.

-Yo ya sabía que lo dudabas, yo también lo dudé, la verdad. Pero no, imposible. ¿Tú te imaginas? Yo me entero de que tengo un hijo y me da algo, me muero aquí mismo.

-¿Por qué?.- Trato de sonsacarle.

-Es que es un rollo muy chungo, porque una tía sabe cuando ha tenido un hijo pero un tío... puede tener 500 y no enterarse nunca.

-Esa frase la apuntaremos en el libro “Frases célebres de un porreta”.- Se lo paso.- Bueno ahora cuéntame tú algo que yo no sepa.

-Una cosa que no sabe nadie...- Dice echando el humo y acostándose de nuevo. Me mira fijo.- Tengo un diario.-Revela.

-No.- Me río.- Mentira.- Asiente con la cabeza y me sonríe.- ¿Tienes un diario? ¿Desde cuando?

-Desde... bueno ya dejé de escribir en él hace mucho, pero todavía lo tengo.

-¿Pero de cuando es?

-De cuando vivíamos en la otra casa, con Ramón y eso.

-Me muero de la curiosidad, enséñamelo.

-¿Por qué? ¿Qué quieres, leerlo?.- Me sonríe.

-Si me dejas leerlo si, si no me dejas... también.- Le devuelvo la sonrisa.

-Pero si me dices por qué quieres leerlo.

-Vamos, ¿me vas a hacer que te suplique?

-Esa es la mejor parte, cuando suplican.- Me guiña un ojo.

Le doy una torta en la pierna pero se ríe.

-Seguro que está por aquí. Lo voy a buscar.- Le amenazo.

-Busca todo lo que quieras, si Vic no lo ha encontrado dudo de que lo hagas tú.- Se ríe de mi.

-Que sepas, que a mi el juego del escondite siempre se me ha dado muy bien. Solo hay que ponerse en el lugar del que esconde.- Me levanto y miro a mi alrededor.- Si la maría estaba en la lámpara, ¿donde estará el diario?

-Adivínalo. Toma, inspírate.- Me lo pasa.

-A ver.- Cojo la silla y la pongo en el centro de la habitación, como antes. Me subo y estiro el brazo.- Yo no llego a la lámpara, es decir, que lo tenías calculado para que ninguno de nosotros excepto tú pudiera llegar hasta aquí.

-Vale pero no e caigas.- Se asusta cuando al bajar me tiembla la silla.

-Con el diario habrás hecho lo mismo.

-Me sorprendes con tu audacia.

-Lo bueno es que debe ser grande como un libro, más fácil de encontrar.- Sigo a mi rollo.-Conociéndote, habrás sido capaz de desmontar el ordenador o el equipo para meterlo dentro.- Lo miro esperando una pista.

-Soy capaz, pero no lo he hecho.

-Entonces debe estar o en el armario o en la cama. No hay más posibilidades.

-Te estas acercando.

-¡Pues, dime frío o caliente, por lo menos!.- Me río emocionada, como la que busca un tesoro.

-Frío.- Resopla. Me acerco al armario.- Templado...- pongo las manos en la parte de abajo.- Frío.-Y luego arriba, lo miro esperando respuesta.- Templado.- Acerco la silla, me subo y abro el altillo.- Caliente.- Chillo de emoción.

-¿Por aquí?.- Palpo a izquierda y derecha.- ¿Como voy?

-Caliente.- Contesta distraído.

Me giro y está mirándome con la cabeza inclinada.

-¡Pau!.- Me echo las manos al culo.- ¿Que clase de pervertido eres?.- Le digo medio en broma medio en serio.

-Supongo que de los del montón. De los que les pones una tía medio en bolas, subida a algo y saltando, y no pueden evitar mirar.- Me bajo de la silla ruborizada.

-Pues ya no busco más.- Él se levanta.

-Haremos como que los has encontrado. De todas formas no ibas a poder cogerlo.- Abre un cajón del escritorio y saca un cúter de él. Se sube a la silla y tras un momento vuelve a bajar.- Hace mucho que yo no lo leo. No se si será apto para tus ojos.

-Si, vamos hombre.- Se lo quito con cómico desprecio.- Tiene un candado.- Le digo gimoteando como un bebé.

-¡Ay!.- Suspira.- Pásame mi llavero, está ahí en...

-En el canasto de las llaves. Si es que no tiene pérdida. Si todo el mundo lo hiciera así...- Me pitorreo.

Me mira serio pero no hace ningún comentario. Lo tengo calao.

Abre el armario y saca una caja de zapatos, de ella saca una caja fuerte. Lo vuelve a ordenar todo y lleva la caja fuerte a la cama. La coloca entre sus piernas.

-Dame las llaves.- Se las doy. La abre y dentro hay... más llaves.

-¿Qué es eso? ¿De qué tienes tantas llaves?

-De aquí y de allí.- Rebusca hasta encontrar la que quiere.- Cierra el cofre de las llaves y me lo entrega junto con su llavero.- Ponlo en su sitio anda.

-Lo dejo aquí y verás como no pasa nada porque no esté en su sitio.- Pongo ambas cosas sobre el escritorio y me siento en la cama junto a él.

Me mira, y no se si por haber dejado eso ahí en medio, o... por otra cosa.

-¿Qué? Ábrelo, ¿no?.-Estoy histérica, nerviosa e impaciente.

-Pásame el porro DJ

-¿Qué es eso de DJ?

-De pincha discos, porque te pinchas los porros.- Se ríe.

-Si solo le he dado una chupada.- Protesto.

-Le has dado media... Mira como tienes los ojos, rojitos y brillantes.

-Obviamente no puedo mirar mis propios ojos.- No me responde, se ha quedado blanco con mi ocurrencia.- ¿Y tú? Los tienes pequeñitos pequeñitos.

-¿Qué harías si ahora entra de pronto alguno de estos?.- Se le ocurre preguntarme.

-Supongo que echarte la culpa a ti por toda la humarea que hay aquí, y decir que yo te estaba regañando.

-¿Y qué es lo que estamos haciendo en realidad?.- Se queda serio.

Vaya, me ha cogido por sorpresa. Estábamos hablando, pero supongo que ahora nos estamos riendo. Ya he tomado conciencia de ello, es el primer paso.

-Ibas a enseñarme esto, ¿no?.- Le señalo el diario.- Para que pueda conocer al verdadero Pau.- Se le escapa una sonrisa.

-¿Y eso es lo que quieres?.- Me mira fijamente y muy serio.

-Creo que si.- Respondo.

-Tienes que estar segura.- Me lo pienso un momento.

¿Qué podría haber ahí? Si es de cuando vivíamos en la otra casa no debe haber escrito más de dos años, de 11 a 13. ¿Qué puede escribir un niño con esa edad?¿Que pudo haber escrito Pau? La verdad es que me muero de la curiosidad. Describirá como fue venirse a vivir con nosotros, quizás... cosas anteriores.

-Estoy segura. Quiero leerlo.

Introduce la pequeña llave en el candado, lo abre y lo deja sobre la mesilla de noche. Se tumba y abre el diario ante su cara, sosteniéndolo en el aire. Empieza a pasar páginas, una por una.

-Déjame verlo.- Me tumbo a su lado. Casi no veo nada, solo garabatos.- Que letra más fea.- Se vuelve y me mira inquisidor.- Perdón. Que letra con más personalidad.- Sonrió.

-Eso está mejor.- Me acerco más para intentar entender algo.- Bueno, empecemos por el principio.- Pasa todas las páginas hasta la primera.- Pau Castell, ese soy yo, autor y protagonista.- Señala su nombre en el papel.

-Mira que letra, vaya u, ¿y esto es una s?

-Me gustaría ver cómo escribías tú con 11 años.- Me recrimina.

-Con letra gordita, redonda y muy bonita.- Se ríe.

-Seguro que si.- Responde halagador.

-Bueno, sigue.- Paso la pagina.

-Atenta, escucha el principio.- Empieza a leer.- “No se como se empieza un diario, así que lo haré con esta frase que estoy escribiendo ahora mismo. Ya que la he puesto, no se que más decir.”.- Para y me mira.- ¿Te ha gustado?.- Pretende hacerme creer que no me va a leer más.

-Si. Mucho. Venga, sigue.- Le doy un empujoncito.

-Es que me da palo leertelo.

-Vamos si esto tiene más de 10 años.

-Pero yo lo recuerdo igual.

-A ver.- cojo el cuaderno y busco la frase siguiente.- “Me llamo Pau y tengo 11 años”.- Leo.- “Supongo que lo que tengo que hacer es escribir lo primero que me venga a la cabeza, como me ha dicho Julián...” ¿Quien es Julian?

-Era... el psiquiatra ese... No se el apellido.- Contesta despreocupado.

-Ah. Bueno, sigo. “No se, no se me ocurre nada. Podría contar lo que he hecho hoy, lo que he comido... pero eso es un rollo”.- Me río.- “No voy a escribir todos los días lo que como o la ropa que me pongo. Debería escribir las cosas que...”.- Me trabo.- ¿Qué pone aquí?

-Pienso.

-”...las cosas que pienso o que siento, supongo. Pues, pienso que esto es una chorrada, y no me siento bien haciéndolo. Mejor lo dejo para otro día que tenga algo que contar. Buenas noches”.- Me empiezo a reír.- ¿Ya está? Si que te cansaste rápido.- Cuando voy a pasar de página me lo quita de las manos.

-Todo eso es muy aburrido.- Dice repasándolo por encima.

-Bueno, a ver que lo vea yo.- Vuelvo a cogerlo.- Vamos a buscar por ejemplo... esta misma fecha. ¿Qué estábamos haciendo un día como hoy pero hace 10 años?

-9 en todo caso.- Me corrige.

-Aquí está. Dice... “Ya falta poco para empezar el colegio. Otra vez de vuelta a los libros, a la rutina de las clases y a las faldas plisadas de los uniformes. No es que yo lleve falda, las llevan las chicas, pero éstas son las tres cosas que más me gustan del colegio”.- Lo miro pero no comento nada.- “Eva dice que antes los uniformes eran azules, antes de que su padre les diera dinero a las monjas. No se por qué, no entiendo eso, pero ahora son color burdeos. Yo solo me imagino a Eva con el uniforme...”.- Me paro de nuevo pero esta vez me da vergüenza mirarlo.- “Yo no se en que pensaría la monja modista, pero esas faldas son muy cortas”.-Se me escapa la risa.- No sabía que te gustaran tanto los uniformes del colegio.- Me mira y me sonríe.

-Sigue.

-”A Eva debería quedarle muy bien, porque aunque no es muy alta tiene las piernas largas y bonitas”.- Esto lo escribió él justo antes de cumplir 12 años, y ya pensaba en mi cuerpo.- “No creo que ella vaya a crecer más, pero yo si. A lo mejor en dos o tres años sea tan alto como ella, aunque de todas formas dará igual, ella no se fijaría en mi de esa forma”.

-Déjame que busque algo.- Coge el diario, quitándome un peso de encima.- Mira. “Hace tres meses que estoy viviendo con Eva, Victor y Ramón y la verdad es que me encanta. Me gusta mucho esta casa y vivir con ellos. Creo que sonrío todos los días. Espero no tener que volver al orfanato porque aunque no estuve mucho tiempo no me gustó. Las monjas y maestras son muy serias y estrictas y Eva es super guay. Ramón es más serio también y además me da la sensación de que no le caigo muy bien, no se por qué...”.- Bueno, a ver que busque más.

-A ver espera.- Sigo leyendo para mí misma aunque él siga el ritmo también por su cuenta.

“Yo intento portarme bien y hacer todo lo que me dicen. Ayer ayudé a Ramón a montar un mueble para el jardín, pero cuando lo estábamos haciendo algunas partes se despegaron y él se enfadó mucho. No me molesta que se enfade, yo también me enfadé, pero cuando él lo hace se puede pasar el resto del día cabreado y gritando por cualquier cosa. Odio los gritos, no los soporto. Y me enfado mucho cuando las paga con Eva y con Victor porque nunca tienen la culpa de las cosas que les dice. Por ejemplo, que si la comida se enfría es porque él no se ha sentado antes a comer, y si Victor se pone a pintar la alfombra con rotuladores... Vale, eso si es para enfadarse, pero es pequeño y no entiende...”

-Pasa de página.- Le pido.

-Voy a buscar otra cosa.- Mira el diario con la nariz pegada a él.

-¿No ves bien?

-Me pican las lentillas.- Se levanta.- Voy a quitármelas.- Duda en si dejar el diario, pero finalmente me lo entrega no sin antes echarme una mirada juiciosa.

Sale de la habitación y yo aprovecho para mirar por encima todo lo que me de tiempo a leer.

Empiezo por el final. En la última página pone lo siguiente. “Eva está en el hospital por culpa de Ramón. Ahora estamos los dos solos en la casa, la hermana Ángela se ha llevado a Carlos y Virtor para cuidarlos estos días. Es mi oportunidad para plantarle cara y acabar con esta mierda de una vez por todas. No voy a permitir que se salga con la suya, será por encima de mi cadáver. Cuando llegue el momento estaré preparado.”

No lo entiendo. ¿Es que acaso Pau hizo que Ramón se fuera?

Reviso la página anterior, pero es de días antes y no tiene relación con lo último. Me quedo muy extrañada, pero sigo buscando.

Miro por el principio. Comparando lo último con lo primero, uno se da cuenta de cómo fue evolucionando y mejorando la letra. Cuando Pau entró al colegio iba muy retrasado con respecto a los otros niños de su edad y lo metieron en un curso más bajo. No era por que fuera torpe, sino porque en su vida, apenas había pisado una escuela. Su madre lo tenía todo el día encerrado en casa y no se preocupaba se cosas como esa. La muy zorra no se preocupaba por nada que no fuera ella misma.

El día que los asuntos sociales le quitaron, al fin, la custodia de Pau, fue porque a la mujer se le había ocurrido la brillante idea de abandonar este mundo y llevarse por delante a todo el que estuviera por medio, dejando el butano abierto. Afortunadamente, una vecina olió el gas a tiempo y pudo avisar a los bomberos, quienes los sacaron a ambos inconsciente por la intoxicación. No se si él recordará todo eso, pero nunca ha querido comentármelo. Nunca me habla de su pasado. Si este diario fuera de esa época sería fantástico.

Oigo la cisterna y me recuerda que debo seguir leyendo antes de que vuelva.

“Esta mañana me he peleado con un niño en el colegio y me han expulsado tres días. En realidad no me he peleado, solo le he dado un empujón pero al ser más pequeño que yo lo he lanzado unos cuantos metros y le he echo daño. Solo unos arañazos, pero se puso a llorar escandalosamente y nadie quiso escuchar mis explicaciones. Yo estaba jugando con mis amigos en el recreo cuando alguien vino a decirme que estaban pegándole a Victor, así que yo salí corriendo a defenderlo. Victor es mi hermano y no voy a permitir que nadie se meta con él. Además ese niño le sacaba tres palmos, lo tenían que haber expulsado a él. De todas formas me da igual, para mi no ha sido un castigo sino un premio, porque ahora voy a paras tres mañanas enteras con Eva yo solo. Ella no me ha regañado porque se lo he explicado y me ha entendido. Estoy deseando que llegue mañana”.

Me ha parecido curioso como al principio lo llamaba Victor y a mitad del diario ya lo llama hermano. No recuerdo cuando empezó a llamarme a mi mamá.

Busco apresurada más cosas. Una página llama mi atención.

“Eva, Eva, Eva... Si supieras lo que siento por ti te desmayarías, pero tranquila, que yo te sujeto.”

Así mirado parece hasta mono. Sigo pasando las hojas.

“Hace un rato hemos estado hablando. Me levanté porque Carlos estaba llorando, y mientras preparaba un biberón, Eva a llegado y se ha sorprendido al ver como me las apañaba con el bebé. Me ha confesado que ella no puede tener hijos, que ha tenido dos abortos. A mi se me ha encogido el corazón. Quería decirle que yo le doy todos los hijos que quiera, dentro de unos años, eso si, que ella aún es muy joven también.” El corazón se me está encogiendo a mi. “Pero no le puedo decir algo así. Además, para qué quiere tener hijos con ese bastardo, ¿para que le salgan iguales? Que los tenga conmigo. Una niña, se que ella quiere tener una niña. Si algún día tengo una hija, la llamaré Eva, aunque tuviera la desgracia de tenerla con otra persona, me daría igual, la llamaría Eva, como la persona a la que más quiero”.

Pau entra y me da un sobresalto. Dejo el diario encima de la cama.

-No te asustes que soy yo.- Abre el cajón de su mesita de noche y saca sus gafas de pasta.- ¿Has descubierto algo interesante?.- Se sienta a mi lado.

Lo miro recordando todo lo que he leído. Me cuesta demasiado asimilar que Pau, el que tengo delante, el que creía conocer, haya escrito todas esas cosas. Haya sentido todas esas cosas.

-Oye, tengo mucha curiosidad, ¿por qué empezaste a llamarme mamá?

-No lo se.- Se recuesta.- Creo que fue cuando Carlos empezó a hablar.

-¿Para que él me llamase así? .- Es decir, como hacen algunos matrimonios.

-Puede.- Contesta despreocupado.

-¿Estás bien? De pronto te veo... chof.

-No se. ¿Queda porro?.- Le acerco el cenicero y el mechero.- Gracias.

-¿Qué te pasa?

-Nada.- Responde tajante.

-¿No te pasa nada por la cabeza?.- Insisto.

-Es solo... que voy a echar de menos todo esto. La casa, a vosotros,...

-No tienes por qué irte. De verdad.

-¿Por qué iba a quedarme?.- Me mira.- Es igual, no hace falta que respondas. Ya lo he decidido, y no creo que vayas a decir nada que me haga cambiar de opinión.

Nos quedamos en silencio. No estoy segura de si quiero que cambie de opinión. Todo esto ha sido tan repentino... Bueno, repentino para mí, porque él llevaba madurando todo esto mucho tiempo.

Con el diario de nuevo ante su cara, vuelve a pasar páginas despreocupado. Se detiene en una un momento, se ríe de pronto pero continua pasando las hojas.

-¿Que? ¿De qué te ríes, qué has leído? A ver.- Me tumbo a su lado intentando leer algo. Se ríe de nuevo y se gira dándome la espalda.- Dime qué has leído.- Intento ver por encima de su hombro recostándome y apoyándome en su brazo.

-”Hoy he visto a Eva desnuda...”.-De pronto se hace un gran silencio entre los dos. Me mira y yo le devuelvo la mirada.- ¿Quieres que siga?.- Cierra el cuaderno para que yo no lo vea, pero mantiene la página marcada.

-¿Y no puedo leerlo yo?.- Alargo la mano por encima suyo intentando cogerlo.

Es curiosidad. Curiosidad y nada más. Era más fácil recibir el contenido de ese diario cuando él no estaba presente. Ahora me pone demasiado nerviosa. Ya no se ni que hago tan cerca suyo, tocándolo y todo.

-No. Prefiero decírtelo yo.- Me separo de él y me quedo sentada, preparada para escuchar. Él se recuesta apoyándose sobre el brazo. Sigue dándome la espalda. Coge aire y empieza de nuevo, yo también cojo aire.- “Hoy he visto a Eva desnuda y creo, si no es seguro del todo, que tiene el cuerpo más bonito que he visto en mi vida, incluso que chicas de la televisión. Entré a su cuarto, no me acuerdo para qué, pero como la puerta estaba un poco abierta pasé sin llamar. No fue hasta dar unos cuantos pasos cuando levante la vista y la vi. Estaba de espaldas a mi, delante del armario y no me había sentido llegar. Estaba bailando con la música de la radio, creo que también cantaba. Justo en ese momento, tiró de su camisón hacia arriba sacándolo por su cabeza y dejando caer su melena en su espalda como una cascada. Me quedé paralizado al verla. Cuando me vio en el espejo se asustó y yo también me asusté. Se dio la vuelta de pronto, sin taparse, y me preguntó qué hacía. Llevaba un rato sin reaccionar, y en ese momento, viéndola tan guapa, completamente desnuda, y preguntándose qué hacia yo, cuando lo que hacía era mirarla, mirarla y mirarla, me sentí como un ladrón al que acabaran de pillar con las manos en un gran botín. Sin querer empecé a llorar...”

-Espera.- Le interrumpo.- Yo me acuerdo de ese día...- Recapacito intentando recordarlo bien.- Bueno pero sigue.

Me mira pensativo, pero al momento vuelve a buscar la linea donde se ha quedado. Me tumbo de nuevo boca arriba y me pongo las manos sobre la frente para que me den un poco de fresco, siento que la cara me arde.

-”Yo me sentía culpable y creía que ella me iba a regañar, pero en vez de eso parecía preocupada por mí...” Acabo de caer.- Dice.- Aquí tenías la edad que yo tengo ahora.

-Y mucho ha llovido desde entonces.- Le doy un puyazo.- Entonces llorabas porque te había pillado, ¿no?.- Le digo al fin.

-¿Qué te pensabas, que había tenido una regresión traumática o algo por el estilo?.- Dice con cinismo y se ríe.

-Pues..., a lo mejor si que lo pensé.- Le respondo tajante y seria.- A lo mejor es que si que estaba preocupada por ti.- Se queda en silencio.

Cierra el libro y se quita las gafas.

-Tienes razón.- Se da la vuelta y me mira.- Te he estado ocultando la verdad todo este tiempo, y creeme que lo siento. Pero no podía decírtelo. Con respecto a lo otro...- Me mira dedicándome media sonrisa.- Te he dicho muchas veces que no tienes por qué preocuparte por eso. Todo está bien. Tú haz como yo, no pienses en ello.

-¿Cómo no voy a pensar en eso, si ni siquiera me lo has aclarado nunca?

-Mira...- Parece que va a responder.

Se lo piensa, coge aire, me mira, me sonríe, me vuelve a mirar...

Alarga un dedo hacia mi, como si me señalara. Lo acerca lentamente a mi cara pero desciende hasta mi cuello y lo introduce bajo el borde del cuello de mi bata. Lo miro confundida, pero él no me mira, mira su dedo, mientras lo desliza despacio bajo la tela, descendiendo a través de ella hasta mi cintura. Al encontrarse con el cinturón, lo desanuda con tranquilidad y lo aparta.

-¿Pau qué haces?.- Estoy atónita.

Me ignora totalmente y con dos dedos y mucha delicadeza, levanta el trozo de tela que cubre mi estómago. Cuando siento el aire en mi piel, reacciono.

-¡Pau!.- Lo freno tapándome.

-¿Qué?.- Responde con inocencia.- De aquel momento a este ha llovido mucho.- Me vacila.- Ya te he visto un montón de veces desnuda, te conozco de memoria.

-¡Pau!.- Me levanto irritada de la cama.- Deja de hacer eso, deja de decir eso.- Me abrocho apresurada.- Es que, me haces sentirme mal. Yo no quería que pasara esto, tú no tendrías que haberte fijado en mi. Ahora yo me siento como una pervertida que ha estado exhibiéndose delante tuyo todos estos años.

-Qué tonterías estas diciendo...- Replica riéndose.- Yo no me he fijado en ti por tu cuerpo, no es solo algo sexual.- Se ríe.- Estoy enamorado de ti.

Ya no puedo resistirlo más, me voy. Intento salir apresurada de la habitación, pero él se levanta de la cama aún más rápido y me frena.

-No.- Me agarra y me retiene contra la pared.- Por favor, no. Si sales ahora mismo por esa puerta...

-¿Qué, qué pasará? ¿Que te irás? ¿Pues sabes qué? Quizás tengas razón y sea lo mejor.- No puedo creer lo que acabo de decir.

Su expresión cambia por completo y se aparta de mi. Me estoy arrepintiendo de lo que le he dicho.

-Está bien, mañana me iré.- Dice aparentemente tranquilo. Se me coge un nudo el estómago al ver su seguridad.- Solamente te diré una cosa más, y es que...- Me mira a los ojos.- Que te voy a estar esperando. Solo eso, te esperaré.

Me siento impotente. No puedo hacer nada , no se qué debo hacer. Se me empiezan a saltar las lágrimas.

-¿Por qué lloras?.- Me susurra, pasándome un dedo por la mejilla.

-Esto no está pasando.- Le respondo.

Él suspira y me abraza fuerte. Pega su cara a la mía y me estrecha con su cuerpo dándome fuerzas. Siento su calor, su respiración, su amor.

Me agarra de la cara y me mira a los ojos.

-Venga tonta.- Me anima.

Se retira de mi, dejándome espacio para salir, pero ahora no se si quiero hacerlo. Ninguno de los dos nos movemos ni hablamos, hasta que él abre la puerta.

@@@ Doy un talonazo en señal de protesta, y sin decir nada salgo de la habitación. Cuando estoy en el pasillo freno en seco y vuelvo atrás. Entro de nuevo y me dirijo a la cama. Cojo el diario y pretendo salir otra vez bajo la atenta mirada de Pau, la cual, estoy ignorando en este momento.

-¿Donde crees que vas?.- Se ríe y me detiene quitándomelo de las manos.- No te lo puedes llevar.

-¿Por qué no? Hablas de mi, tengo derecho a saber lo que pone.- Le digo segura.

Reflexiona un momento, me mira y de pronto sonríe.

-¿Y como me lo vas a pagar? No se puede recibir sin dar nada a cambio.- Dice sobreactuando.

-Si hombre.- Exclamo.

-No es mucho lo que pido. Lo que quiero es... tu vos.- Se ríe.

-¿Eso de qué me suena?.- Le digo con curiosidad.

-De “la sirenita”, lo dice Úrsula.- Ríe.- Los malos de Disney son los mejores.

-Ah, vale.- Respondo desganada.

-Entonces, ¿cómo me lo vas a pagar?.- Insiste.

-¿Pero lo dices en serio?

-Claro que si. Si tú me das algo yo te presto el diario, si no, no.

-Ah, claro, yo te doy y tú me prestas. Me parece que no es un buen trato...

-Pues préstame tu cuerpo.- Me dice acercándome a él por la cintura.- Préstamelo un rato.- Pegando su nariz a la mía.

Contengo la respiración. Siento el aire que exhala de su boca y me atrae hasta él. Cierro los ojos y uno mis labios con los suyos, él no reacciona. Con suavidad, cojo el diario de entre sus dedos , deslizándolo y separándome de él. Está impertérrito, mirándome con una interrogante es su cara hasta que finalmente se le escapa una sonrisa que trata a duras penas de contener.

-Espero que de verdad te vayas mañana.- Sentencio.

Asiente con la cabeza, pero está... feliz. Lo miro un segundo más y salgo de la habitación cerrando la puerta.

No creo que haya estado mal, no ha sido ni medio beso. Nada comparado con el que me dio él ayer, o con los cientos que nos hemos dado a lo largo de estos años. Bueno, cientos no, pero nos hemos dado muchos picos. Se los he dado a él y a los otros, me parece algo inocente. Ahora me voy a mi cuarto a leer esto. Pasaré todo lo que queda de noche leyendo. Mañana será otro día.