So Deep (Capitulo 5)
Quinto capitulo de la novela erotica entre una madre y su hijo...
Capitulo 5
-La canción ya ha acabado.- Dice, pero yo no puedo mirarlo a la cara.
Cuando siento que su mano pierde fuerza, bajo la pierna rápidamente.
Ambos miramos al suelo.
-¿Quieres una copa?.- Sugiere.
-Licor 43 con lima.- Respondo al instante.
-Ya te lo traigo.- Y se marcha, lo que es una liberación.
Por un momento podré ser yo misma y poner las caras que me estoy conteniendo, que ya es algo. Respiro profundamente y trato de calmarme.
Me apoyo en una columna y dejo descansar la cabeza. Quiero que deje de dar vueltas. Cierro los ojos y los abro al momento desorientada.
Busco a Mª José con la mirada. Sigue hablando con esa chica y no parece que le importe demasiado dónde estoy yo o qué estoy haciendo.
Voy a irme, antes de que ninguno se de cuenta. Saldré de aquí y caminaré deprisa, muy deprisa. Cuando esté lejos de este sitio llamaré a un taxi que me lleve a mi casa. Eso es lo que haré. Pau está pidiendo en la barra, es mi oportunidad.
Cuando voy a echar a andar, una chica se interpone en mi camino.
-Hola, ¿quién eres?.- Se dirige a mi.
-¿Perdona?
-Te he preguntado que quién eres. Te he visto bailando con Pau, eres... ¿amiga suya?.- Esta también me escanea.
Es una chica baja y delgadita. Muy poca cosa, de unos diesi... pocos años. A su hombro lleva enganchada a otra que también parece interesada en el asunto.
-Mira, voy a serte sincera, no se quien eres tú, ni te importa quien sea yo. Estoy teniendo un día horrible y quiero irme a mi casa. Así que si me disculpas.- Le doy un pequeño toque con el dorso de la mano y la aparto para pasar.
-¡Vaya tía más borde!.- Replica a mi espalda. La otra se ríe.
-¡Ey chica! No te estreses. Ven aquí, vamos.- Me llama otra desde un reservado.
¿Pero esto qué es, la feria? Paso de ella y sigo adelante.
-Ven, ven.- Se levanta y me sigue.- Nosotros somos los amigos de Pau.- Refiriéndose a todos los chicos y chicas con los que estaba sentada.- Siéntate con nosotros, ahora vendrá él.- No te preocupes por nada que nosotros te protegemos.- Me guiña un ojo y se ríe.
Ella también es morena y bajita. Con ojos verdes y pecosa aunque más agradable que la anterior.
-No, si yo ya me iba.- Empiezo a temer que llegue él con las bebidas.
-¡Qué dices, si es muy temprano!.-Responde jovial, tirando de mi.- Por cierto, yo soy Elena, ¿y tu eres...?
-Eva.- Respondo idiotizada.
Luego me arrepiento. Todo esto es muy raro. A mi alrededor se está desarrollando todo un meticuloso y elaborado plan de conspiración. Casi puedo ver los hilos sobre las cabezas de estas personas, y el que los dirige tiene nombre propio...
-¿Eva?.- Exclama con fervor.
-¡Chicos, os presento a Eva!.- Me muestra ante todos.
Me siento cohibida por el interés que desprenden todos hacia mi, pero la mayoría de sus expresiones reflejan aceptación y simpatía. Salvo por un par de miradas desairadas...
-Hola Eva, siéntate aquí.- Un chico me hace un hueco a su lado.- Yo me llamo Ávaro, ¿quieres beber algo?.- Me siento a su lado y me resigno.
-No, Pau ya ha ido. Gracias.- Me pregunto cuando va a acabar este suplicio.
-¡Míralo, aquí viene!.- Señala Elena.- ¡Pau, estamos aquí!.- Él se acerca.
-¡Ey! Hola, ¿qué tal?.- Saluda a los de la mesa contigua.
Yo me levanto y lo enfrento.
-¿Ves que bien te la he cuidado?.- Se agarra ella a su brazo.
-Si, ya lo veo.- Me esquiva la mirada y me ofrece la copa.
-¿Puedo hablar contigo un segundo?.- Lo agarro por el brazo que le queda libre y tiro de él hacia otro sitio. Por el camino, Elena, afortunadamente se pierde.
-Quiero irme.- Le digo con total seriedad.
-Vale.- Contesta complaciente.- Cuando te acabes la copa, te llevo.
-No, no hace falta, de verdad. ¿Ves?.- Me bebo todo de un gran trago. Casi me hace saltar las lágrimas.- Ya me lo he bebido, me voy.
-¡Estás loca! ¿Por qué haces eso?.- Parece realmente disgustado, ¡pero yo estoy mucho más cabreada que él!
-¡No lo se!.-Chillo.- ¡Quizás solo intento hacer algo radical, algo que no te esperes para poder romper este maldito encantamiento y poder salir de este maldito sitio, de una maldita vez por todas!
-¿De qué estas hablando?.- Me ha entendido perfectamente, quizás no ha pillado el tono por no estar acostumbrado, pero entenderme me ha entendido.
Estoy a punto de gritar. Si lo hago todo el mundo se volverá para mirar. Y entonces será el momento perfecto para correr.
-Chica, te había perdido la pista desde hacía un buen rato.- Me giro esperando lo peor, a Mª José detrás mía.
-¿Dónde está Vero?.- Le pregunta Pau a ella.
Se hace un poco la tonta, como para negar que haya estado con ella todo el rato.
-Allí.- Le señala a un grupo de personas.
-Ahora vuelvo.- Se va él a buscarla.
-Entonces qué, ¿te lo estás pasando bien?,- Ella se lo debe estar pasando de miedo pensando que detrás suya tiene a dos tías.
-Pues no, la verdad. Oye... ¿tú podrías llevarme ya a mi casa?
-¿Me estás hablando en serio? Si es super temprano. No deben ser más de las...
-Es igual, es que, no me encuentro muy bien.- Vamos puta, ¿qué quieres que te lo suplique? Llévame a mi casa y luego vuelves si quieres con la otra furcia.- Por favor.
-Está bien, pero deja que me termine esta copa.- Otra con el mismo rollo...
Me empieza a hablar de tonterías, pero la ignoro completamente. Asiento cuando debo hacerlo y así sucede la conversación. Mi atención está en otro sitio, a unos metros de nosotras, y dirigiéndose a lo que parece... un vestuario, o algo así.
Irán a cambiarse de ropa, supongo.
Se que es una locura, pero voy a enterarme de lo que pasa.
-Voy al servicio un momento.- Aviso a Mª José.
Casualmente el servicio está al lado del sitio donde se han metido ellos. Disimuladamente echo un vistazo.
Tras una gran cortina negra hay un pasillo lleno de gente, fumando y charlando. Algunos corren de un sitio para otro medio vestidos mientras otros se hacen fotos con abanicos de plumas y sombreros. Se les ve contentillos, no me resultaría difícil colarme.
Al fondo veo a Pau. Lleva de la mano a esa chica, Verónica, a... algún tipo de sala. No puedo verlos...
¿Tendré que entrar? Miro a mi alrededor. Nadie me ve... podría hacerlo.
Salen unos chicos y me dan un empujón.
-¡Ay! Perdona guapa.- Me dice el que se ha chocado conmigo.- Pasa pasa.-Me retira la cortina y me hace sitio.
¡Mierda! Entro despacio, asustada en realidad. Cuando veo que nadie me mira, me dirijo decidida hasta el final. Allí me asomo a otro pasillo más oscuro. Las luces de dentro están apagadas. Avanzo un poco más y puedo oír un murmullo.
Mi corazón se dispara. Yo no debería estar aquí. Debería estar en mi casa, en mi sofá viendo la tele. ¿Por qué me he metido en este berenjenal?
Oigo a Pau reírse. Están ahí, definitivamente. ¿Y por qué se ríen? Yo no tengo ni pizca de ganas de reírme.
La curiosidad y el coraje se apoderan de mi. Me acerco todo lo que el sonido de mis tacones me permiten, lo suficiente como para entender todo lo que dicen.
-Bueno, pero ahora es diferente.- Dice él.
-¿Por qué?.- Le responde con una risita. Y eso quiero saber yo, por qué, de qué están hablando.
-¿Vas a hacerlo o no?
-¿Pero por qué yo? Busca a otra.
-Porque tú eres la única que puede hacerlo. No me vale cualquier otra.- Estará hablando de baile, ¿no? Ella es bailarina.
-Es que esa tía es muy pesada, y no para de meterme mano. Te lo juro, como me vuelva a coger el culo una vez más... lo dejo, en serio.- ¿Ella está hablando de Mª José?
-Puaj, lo siento tía. ¿Ves? Por eso digo que eres perfecta para esto. Le gustas.
-Si claro, perfecta para dejarte el camino libre con otra. Pues que sepas, que me debes una.
-¿Qué te debo una? ¿Cuantas me debes tú a mi?
Ella se ríe y de pronto hay silencio.
Bueno, la cosa ha quedado clara. Aquí hay un complot para quitar a Mª José de en medio y que yo me vaya con Pau. Se ha tomado muchas molestias y ha movido muchos hilos, pero no voy a permitir que se salga con la suya. No tengo ni idea de como voy a hacerlo, pero está claro que esto no ha acabado.
Siguen en silencio. Me asusto de nuevo y no se si asomarme. Quizás me vean, o quizás me estén viendo en este momento.
Con el corazón encogido me muevo muy despacio y miro a mi lado. No están cerca, oigo un ruido.
Puede que... creo que se están liando.
Oigo sus respiraciones... Ella gime y él... emite un profundo... y lascivo...
Ahora, si que... ahora si que me voy. Pero no me muevo. Como me mueva en este momento me voy a caer, voy a formar un montón de ruido y van a ser los primeros en venir a ver que ha pasado.
Tengo que ser sigilosa. De la respiración ya me he encargado, hace rato que no cojo aire. Levanto un pie muy despacio y noto como la madera cruje.
Me miro los pies y me veo a mi disfrazada, con el conjunto y el peinado perfecto en medio de una situación de lo más embarazosa, y no puedo evitar verme a mi misma como la protagonista de “El diario de bridget jones” en medio de uno de esos líos de los que sabe que siempre saldrá mal parada. Me empiezo a reír, no puedo evitarlo.
Me tapo la boca con las manos y pongo atención. Los sonidos que ella produce se han vuelto considerablemente más... audibles.
Estos no se enteran de nada. Aprovecho mi oportunidad y salgo a paso ligero de allí. Ya en la mesa y tras un par de tragos vuelvo a tomar aliento.
-¿Nos vamos ya?.- Le pregunto a Mª José.
-Si.-Dice levantándose.- Oye, si que te veo mala cara. ¿Quieres que te traiga agua, otra cosa o lo que sea?
-No, no solo quiero irme. En cuanto me de un poco el aire, ya... ya me sentiré mejor.
-Bueno, pues, espera aquí un segundo que yo también iba a entrar al baño. No te muevas que ahora vengo y te llevo a tu casa.- Se va al servcio.
Mientras la veo acerarse hacia allí, rezo por que los otros dos no salgan y se la crucen.
¿Que pasaría entonces? Seguramente, que todo saldría según lo planeado por Pau. Que a Mª José se le caerían las bragas corriendo detrás de la guarrilla esa que tiene como amiga o lo que sea. Entonces yo me quedaré sin coche, a expensas de lo siguiente que tenga planeado para mi.
Ahora que tengo toda esta información debería utilizarla para impedirlo. Adelantarme sus movimientos.
Ya lo he decidido, me voy. Dejo ahí a Mª José, quizás tenga suerte y se vaya con Verónica. Suerte para ella porque la otra está claro que no quiere... Pau la a convencido, qué fuerte me parece. ¿Él qué es, un gigoló o algo así? Consiguiendo todo lo que quiere con miraditas y caricias furtivas. Seguro que se ha acostado con ella, si no lo están haciendo en este mismo momento. Cerrando el trato.
Salgo a la calle. Casi no me puedo creer que lo haya conseguido. Empiezo a andar por la acera, rebuscando en mi bolso el móvil.
-¡Ey Eva!.- Se acerca a mi el chico de antes, Álvaro.- ¿Ya te vas?
No se qué contestarle. ¿Y si trata de retenerme?
-Si, me voy ya. Pau sigue dentro, por si quieres...
-No, si yo me voy ya también. ¿Quieres que te llevemos a alguna parte?.- Refiriéndose a un grupo de personas que esperaban en la puerta del local.
-Gracias, pero estaba a punto de llamar un taxi.- Me río feliz, el chico parece sincero.
-Mira, somos nueve y vamos en dos coches, nos sobra un sitio. ¿Para qué vas a llamar a un taxi?.- Una chica alta de pelo castaño se acerca y lo coge del brazo.
-Vamos ya, que llegamos tarde. Esta gente nos tiene que estar esperando desde hace diez minutos.- Dice ella.
-Si.- Le contesta.- ¿Te llevamos o qué?.- Me dice.
-Bueno pero si llegáis tarde, tampoco os vais a desviar por mi.
-Qué va, si llevamos a mi primo de chofer.- Ambos se rien.
-Venga vamos.- Me coge ella del brazo y me dirige al coche.- Por cierto, yo soy Ana, encantada.- Me sonríe.
-Yo Eva, igualmente.- Le devuelvo la sonrisa. Parece maja.
- ¿Aquí quien va?.- Se asoma por la ventanilla del coche super feliz.
-Si te subes, iremos tú y yo.- Responde una voz masculina y varonil.
-Bueno.- Se ríe ella.
-Lidia también viene con nosotros.- Dice Álvaro acercándose con la que, yo supongo, será Lidia.- Eva, siéntate tú delante que nosotros tres nos bajamos en el mismo sitio, ¿vale?.- Me abre la puerta.
-Vale, gracias.- Entro y por primera vez veo al conductor, que mira distraído la carretera.
Parece un tipo atractivo, de treinta y pocos.
-Hola.- Se percata de mi presencia.- ¿Y tú quien eres, que no te he visto antes?.- Me hace un repaso de arriba a abajo mientras me coloco la falda y cierro la puerta.
-Eva.- Lo miro a los ojos, marrones y profundos, que me miran fijamente.
-Eva.- Repite. Se muerde el labio inferior.- Que nombre tan bonito.-Creo que me ruborizo porque vuelve la cara con una sonrisa.-Yo so Jaime.- Me vuelve a mirar de reojo.
Los otros se suben con un gran revuelo. Están todos contentillos. Nos ponemos en marcha.
-Bueno Eva, ¿a ti donde te dejamos?.- Pregunta Álvaro.
-En... ¿sabéis donde está el Sagrado Corazón?.- Intento explicar.
-¿La residencia de monjas? Si, por ahí es por donde vive Pau.- Dice Ana.- Pero eso está más lejos que donde nosotros vamos, así que cuando nos bajemos ya se lo explicas tú a Jaime
-¿Y cómo sabes tú donde vive Pau?.- Le pregunta la otra chica sorprendida y extasiada.
-Eso digo yo.- Replica Álvaro, que debe haber pensado lo mismo que yo.- ¿Por qué sabes donde vive?
-Jolín, ¿ahora te vas a poner tú en ese plan?.- Le contesta indignada. Parece que son pareja o algo.
Llegamos al sitio y se bajan, no es hasta que estamos de nuevo en marcha cuando me doy cuenta de que voy en un coche con un total y completo desconocido.
-Y... ¿sueles salir con mi primo y esta gente?.- Comenta.
-No, la verdad es que los he conocido hoy.- Para qué le contaré yo eso.
Estoy muy nerviosa. Lo miro de reojo comprobando que no haga ningún movimiento sospechoso. Conduce muy seguro de si mismo, con una mano en el volante y la otra en la palanca de cambio. ¿Qué se ha creído, un piloto de formula uno?
Me descubre mirándole, pero continúa mirando la carretera. Sonríe de nuevo.
Empieza a acelerar y dar giros bruscos.
-Por ahí, es por ahí.- Le señalo justo antes de pasarse el desvío.
Sin aminorar la marcha da la curva, y para mi sorpresa, con gran precisión. Yo ya veía los titulares del periódico de mañana, con una foto de nuestros sesos esparcidos por la calzada.
-¿Te has asustado?.- Dice con tono burlón.
-No.- Soltando una tímida risita.
-¿Y no te da miedo que un desconocido te lleve en su coche, supuestamente, a tu casa?.- Habla mucho más serio y perdiendo de vista la carretera para mirarme fijamente a los ojos.
Me quedo petrificada.
-¿No te has enterado de que últimamente han desaparecido muchas chicas?
Aminora repentinamente la velocidad en un sitio desértico. Me mira.
-¡No veas la cara que se te ha puesto!.- Se ríe y aumenta de velocidad de nuevo. Seguimos adelante.
-¿Te estás pitorreando de mi?.- Le suelto incrédula.
-En parte.- Continúa riéndose.
-Estoy por decirte que me dejes aquí mismo.- Le hablo en serio.
-No mujer, fíate de mi. Si quieres, mira, abre la guantera.
-¿Qué voy a encontrar dentro?.- Ya no se qué esperarme.
-Ten por seguro que un león no.- Me guiña un ojo.
Ya me ha dado la curiosidad. La abro y miro dentro.
-Hay un libro.- Le digo esperando una explicación.
-Pues mira debajo.
-¿Una placa?
-Mi pase VIP.- Ríe.
-¿Eres policía?.- Le digo extrañada.
-O eso, o la he robado.- Vuelve a bromear.
-Aquí pone tu nombre. Y hay una foto tuya.- La miro y me río, pero la verdad es que sale muy mono.
-Bueno, dame que me la guarde.- Se la entrego y él la desliza hasta el bolsillo trasero de su pantalón sin apartar la vista de la carretera.
Yo me quedo mirándolo con curiosidad. Creo que nunca he conocido a un policía.
-Oye, ¿y tú llevas pistola?.- Justo después de decírselo, me doy cuenta de lo mal que suena eso.
-¿Tú qué crees?.- Me mira y se ríe.
-No lo se.- Le respondo con inocencia.
Abro de nuevo la guantera y miro dentro sin cortarme. Cuando veo que me mira me río.
-Está debajo del asiento.- Me revela.
-¿De este asiento?
-¿Quieres cogerla o qué?.- Me dice con una de esas sonrisas.
Ignoro la pregunta, esto podría tomar un giro que no me conviene.
-¿Por dónde sigo?.- Refiriéndose al camino.
-Recto hasta la segunda calle a la izquierda.- Le indico.
Conduce en silencio durante un momento y llegamos a mi casa.
Para el coche y echa el freno de mano. Puedo ver como se le marcan los músculos del brazo.
-Ya hemos llegado.
-Si.- Le respondo un poco cortada.
-Bueno, ha sido un placer conocerte Eva.- La palabra “placer” resuena por encima de las demás.
-Igualmente Jaime.- Contesto sin estar segura de lo que va a entender él.
Se acerca a mi. Se apoya en el respaldo de mi asiento, y se acerca más a mi. Me mira fijamente, y sin hacer ninguna expresión, mete la mano entre mis piernas y la saca de nuevo.
-Pon la mano.- Me la coge y me pone la pistola en ella.
Lo miro y me empiezo a reír. Qué cantidad de sensaciones entremezcladas y en tan poco tiempo. No me da tiempo a digerirlo todo y ya, me tengo que reír.
-¡Que fuerte!
-¿Te gusta o qué?
-Está fría, y pesa. En realidad me da miedo. Toma.- Se la entrego pero no la coge.
-Ponla otra vez ahí, hay un... bolsillo debajo del asiento.
Cuando la guardo y me incorporo de nuevo, noto que él está más cerca.
-¿Nunca has disparado?
-No.- Me siento intimidada por su manera seductora de mirarme.
-Pues yo creo que te gustaría.- Se reclina sobre mi.
-¿Tú crees?.- Le respondo.
-Si.- Dice muy seguro.- Se te ve en la cara.- Pone su mano en mi mejilla.
Siento sus dedos, ásperos y fríos en contacto con mi piel. Acerca su cara a la mía.
-¿Quieres que te bese?.- Me dice con una voz muy profunda y sensual.
-No, no se.- Tartamudeo.
Desliza su mano por mi cuello hasta mi hombro, yo le dejo. Yo solo miro sus inmensos ojos marrones, que me devoran centímetro a centímetro por donde van pasando. Y sigue deslizándose por mi brazo, mi cintura, mi cadera y mi muslo.
Su mano comienza a subir de nuevo, pero esta vez por debajo del vestido. Su cara está tan cerca de la mía que no puedo ver lo que hace, solo sentirlo.
-Se te ha erizado la piel.- Me susurra.- Lo tomaré como un: he cambiado de idea.
Comienza a besarme con una pasión descontrolada. Intento adaptarme a sus labios, al movimiento de su lengua, al movimiento de su cuerpo. Me acaricia. Siento como si todo su cuerpo me envolviera... y de pronto, deja de besarme. Abro los ojos y me avergüenzo al comprobar que me está mirando.
Estoy sorprendida, estupefacta, atónita... y quiero más.
Lo rodeo por el cuello y lo beso yo a él. Me estiro para pegarme aún más a su cuerpo y él hace lo mismo.
Sus grandes manos cubren la piel de mi espalda por debajo del vestido, recorriéndola por todos lados. Me agarra por la cintura y con una fuerza sobrehumana, me levanta y me sienta encima suyo, cara a cara.
Su lengua se desliza rápida y húmeda dentro de mi boca. Sus manos recorren todo mi cuerpo, todo.
Comienza a morderme el cuello. Siento que me voy a morir, cuando va intensificando la fuerza.
Me agarra de las caderas y me pega contra su pelvis. De pronto me vienen un millón de imágenes diferentes a la cabeza. Imágenes absurdas como por ejemplo, Pau bailando conmigo. Abro los ojos despacio y soy consciente de la situación en la que me he metido.
-Creo que mejor me voy ya.- Le digo aún sin quitarme de encima.
Ahora me siento más segura de mi misma, porque estoy cerca de mi casa. Es como si me diera poder. Fuera de ella me siento desprotegida.
-Está bien.- Me contesta comprensivo.
-Es que no te conozco de nada y...
-Ya, ya, entiendo.- Vuelve a sonreír de esa forma.
Me vuelvo a mi asiento con torpeza. No se como pudo levantarme con esa facilidad.
Lo miro tímidamente de reojo.
-Entonces... ya nos veremos. Algún día. ¿No?.- Le digo.
-Cuando nos volvamos a encontrar.- Me sigue sonriendo.
Es tan guapo en realidad... que empiezo a confundirme.
-Si.- Abro la puerta del coche, saco la primera pierna y me vuelvo hacia él.- Ha sido un placer Jaime.- Le confieso
-Y para mi Eva, para mi también lo ha sido.- Nuestras miradas se cruzan prolongándose.
Salgo del coche y cierro la puerta. Cuando ya estoy metiendo la llave en la cerradura del portón y veo que aún no se ha ido, me vuelvo hacia él. No puedo creer lo que estoy a punto de hacer
-¿Quieres subir?.- Le digo a través de la ventanilla.
Quita las llaves del contacto y se baja del coche con gran seguridad. Me rodea por la cintura y me acompaña hasta la puerta. Ahí, mientras intento encontrar de nuevo la llave, él intenta encontrar algo en mi cuello. Es bastante más alto que yo, no le cuesta acercar su cara a besarlo.
Está tras de mi, acariciándome por la cintura y los brazos, oliendo mi pelo. Con mi mano libre acaricio su brazo, que me estrecha contra su cuerpo. Está a punto de írseme la cabeza.
-Intento meter la llave.- Le advierto para que pare de tocarme así y me deje concentrarme. Nos reímos y me suelta, pero no deja de acariciarme la espalda y los hombros.
Subimos las escaleras y en primer rellano comienza a besarme. Me estrecha fuerte contra él y la barandilla. Si cierro los ojos y se me va la cabeza podríamos caernos, pero él me sujeta con sus fuertes brazos de policía...
Me siento como una cría, liándome por los portales con un tío, como si no tuviera una casa donde meterme.
La luz se apaga y él se detiene.
-¿Vamos?.- Le digo dudosa.
-¿Ahora que nos lo han puesto más romántico?.- Dice clavando sus dientes en mi cuello. Apretando en un principio, pero convirtiendo, poco a poco, el mordisco en un beso. Un beso apasionado y placentero que me hace gemir esperando más.
Me levanta una pierna y la pone alrededor de su espalda, como cuando bailaba con Pau. Se pega más a mi con brusquedad y me sujeta en esa posición. Con una mano en mi tobillo, que comienza a subir muy despacio por mi pierna, la cara muy cerca a la mía, sintiendo su respiración en mi piel y sosteniéndome con firmeza por la espalda, yo solo pienso en una cosa.
“Quien dice dulcemente dice salvajemente”. Se repite en mi cabeza una y otra vez, mientras Jaime desliza su mano por el interior de mi rodilla haciéndome saltar de un escalofrío.
De pronto hunde su lengua en mi boca, y su mano asciende rápidamente por mi pierna hasta llegar a mi cadera, donde ésta la recibe con un gran espasmo involuntario. Puedo sentir su polla a través del pantalón, que está firme y dura entre mis piernas. Instintivamente me acerco procurando un roce más intenso, mientras acaricio su pecho, su espalda y su nuca.
-Si quieres pasamos de los preliminares.- Me insinúa si dejar de besarme.
Yo lo dudo un segundo pero cojo su mano y lo llevo escaleras arriba. Abro la puerta y entramos al recibidor, desde aquí puedo ver el resplandor de la tele en en el salón.
-Espera aquí.- Lo freno.
Camino un par de pasos y veo a Vic tumbado en el sofá. Me acerco más, da la sensación de estar dormido. Le hago una señal a Jaime para que pase por la cocina y lo conduzco hasta mi dormitorio.
-¿Quien en ese?.- Me dice sorprendido.
-Mi hijo.-Le revelo.- Espera aquí un momentito. Un segundo.- Cierro la puerta dejándolo dentro.
Me dirijo de nuevo al salón. Vic tiene ahora los ojos abiertos.
-Sabía que no estabas dormido. ¿Qué haces que no está ya en la cama?.- Le regaño.
¿Quien es ese tío?.- Me ignora.- Y no me digas que es Mª José, que se ha vuelto más machorra.
-A ti eso ni te importa ni te incumbe. Así que venga.- Le señalo la dirección hacia su cuarto.- Marchando.
-Vale pero espérate que recoja.- Como si el orden fuera su mayor prioridad en la vida. Lo hace para sulfurarme.
De nuevo me vuelvo a mi cuarto y al entrar, Jaime me espera sentado en la cama.
-¿Tienes un hijo?.- Me dice extrañado y serio.
-Cuatro.- Le sonrió.- Pero no nos van a molestar.- O al menos eso espero, porque aunque no sea de una forma física, uno de mis hijos si que puede entrar en mis pensamientos desbaratándolo todo.
-¿Y estás casada?.- Me dice con un atisbo de inseguridad en su expresión.
Me siento sobre él, con las piernas abiertas, apoyadas en la cama. Me agarro a su cuello y acerco mi cara a la suya.
-Si, si que estoy casada.- Le digo haciéndome la interesante.- Pero mi marido se fue hace mucho, mucho tiempo.- Comienzo a besarlo y a balancearme sobre él.
-¿Cuanto es mucho tiempo?.- Sigue preocupado.
-Digamos que... mi marido no conoce a mi cuarto hijo.- Le sonrío.
-¡Vaya! Si que eres una mujer misteriosa, y una mamá super sexy. Si yo tuviera una madre como tú... me costaría mucho concentrarme en mis estudios... tú ya me entiendes.- Me quedo helada.
-No se si reír o llorar.- Se me escapa.
-¿Oye y tus cuatro churumbeles andan por aquí? Lo digo porque entonces no vamos a poder hacer mucho ruido.- Dice besándome de nuevo, pero esta vez con más tranquilidad, despacio. Saboreando mis labios y dejándome saborear los suyos.
Le agarro del pelo y parece que le gusta, me siento más confiada. Meto las manos bajo su camisa y tiro de ella para sacarla. La dejo caer al suelo, lo toco a él.
Tiene la piel suave, aunque es un poco peludo, pero me hace gracia. Acaricio su pecho, fuerte y dispuesto frente al mío. Tira de mi vestido y lo lanza al suelo. Me quedo desnuda ante sus ojos.
Me besa de nuevo apasionado. Me escrecha fuerte contra él y nuestros cuerpos se tocan por primera vez con urgente necesidad. Me tumba de espaldas en la cama y comienza besarme por todas partes. Me hace cosquillas. Tiene pelo en la cara, no estoy acostumbrada.
Acerco la mano hasta la hebilla de su cinturón y tiro de él con fiereza. Él se aleja, se pone de pie frente a mi. Yo me incorporo y veo que empieza a desabrocharse. Pongo mis manos sobre las suyas y lo hago yo.
Me encanta esta parte, quitar el cinturón. Meter los dedos entre la hebilla de metal y el cuero, tirar de él con la suficiente energía como para sacarlo de un solo tirón, deslizarlo hacia atrás apretándolo para que el palito metálico salga del agujero por completo, soltarlo de nuevo y agarrando la hebilla con la otra mano, separar ambos extremos. Luego, también de puede sacar por completo, pero muy despacio, mirando a los ojos y con mucha pasión. Pero eso lo dejaremos para otra ocasión.
Él ya se ha terminado de desabrochar, se ha quitado los zapatos y se ha bajado los pantalones. Yo, absurdamente tímida, miro hacia otro lado. Aprovecha para ponerse un condón, yo me acomodo más al centro en la cama. Estoy nerviosa.
Se sube a la cama y se coloca sobre mi. Me acaricia despacio, me mira entera, me sonríe. Le gusto, lo noto. Él también me gusta.
Me besa la cara, los ojos, me acaricia la barriga los pechos. Me lame el cuello, me muerde. Desliza su mano entre mis muslos, hunde sus dedos entre ellos. Dejo escapar un suspiro cuando empieza a mordisquear mi oreja. Cuando su mano tropieza con mis bragas, él las mira con desdén y me las quita en un abrir y cerrar de ojos. Levanta una de mis piernas haciendo espacio para ocuparlo con su mano. Al sentir sus dedos frios hundiéndose en mi carne me estremezco. Vuelve a repetir la acción, sacando y metiendo sus dedos en mi.
Le beso con furia, le agarro del pelo y le hago ponerse encima mía. Le acaricio la espalda y el culo, dirigiendo su pelvis hacia la mía. Me penetra deprisa, sin pensárselo, me hace daño. Empieza a moverse deprisa, demasiado para mi. Le beso, le acaricio, él recorre mi cuerpo y lo embiste. Con cada sacudida siento como si me desgarrase, pero con el roce el dolor se va haciendo más intenso y empieza a convertirse en otra cosa. Algo sobrecogedor y embriagante, adictivo. Pero va demasiado deprisa y tengo que frenarle.
Lo tumbo de espaldas contra la cama y me siento encima suyo. Cierro los ojos y sobre su enorme polla me restriego y bailo. Me contoneo rozando mi clítoris con la punta de su pene. Me encanta hacerlo despacio, con ritmo, disfrutando de cada caricia, de cada sensación. Me acaricio a mi misma, el cuello, los hombros. Levanto mi pelo y lo dejo caer, siento como roza mis pezones y me encanta. Acaricio mis pechos, mi barriga y mi pelvis. Bajo más la mano y me tropiezo con su cuerpo, tan extraño. Abro los ojos y los descubro devorándome con la mirada. Se me escapa una sonrisa.
Me coge del cuello y me acerca con fuerza a él, pretende introducirse de nuevo en mi cuerpo, pero ahora en mi turno de marcar el ritmo. Me separo poniendo las manos en su pecho, lo retengo ahí, quieto. Agarro su miembro y poco a poco me voy sentando encima suyo. Muy poco a poco, despacio, desquiciándolo adrede, intentando llegar los más profundo posible.
A esto, oímos la puerta de la entrada.
-¿Quien será?.- Me pregunta casi asustado.
-Mi hijo mayor.- Reparando en la locura que estoy cometiendo.
Jaime y yo nos quedamos quietos en silencio por un momento. Se oyen susurros en el salón, será que el buitre de Vic aún no se ha acostado y está ahí contándole todo a Pau. ¡Dios mío! ¿Yo por qué no pienso las cosas?
-Vete a tu cuarto ya.- Oigo decir a Pau, parece que lo estuviera regañando. Jaime se ríe.
-Oye ante me fijé en que tu puerta no tiene pestillo, ¿crees que abrirán?.- Comenta.
-No, aquí siempre llamamos a la puerta antes.- aunque como posibilidad... Si Vic le a dicho a Pau que estoy aquí con un tío no tengo ni idea de como va a reaccionar él.
Jaime se mueve y una sacudida recorre todo mi cuerpo. Casi se me escapa un gemido, él sonríe.
-Ignóralos entonces, vuelve conmigo.- Me acaricia con suavidad.
Cierro los ojos de nuevo, intentando concentrarme. Concentrarme en no pensar en Pau, ni en lo que debe estar pensando. En no oír nada de fuera de mi dormitorio, cómo se cierra la puerta del cuarto de los niños y más tarde la suya. Intento no oír el ruido que hace dentro de su cuarto, e intento no hacer ruido yo en el mío, mientras me muevo despacio sobre el cuerpo de Jaime. Ahora tengo menos miedo de que entre de pronto y nos descubra de esta manera. Lo que más me preocupa en este momento es el ruido. No debemos hacer ruido, porque la cama de Pau está a tan solo una pared de la mía.
Sigo moviéndome despacio, pero muy intensamente, cada movimiento se hace eterno y placentero hasta el infinito. Miro y Jaime que está poniendo unas caras graciosísimas, y me río.
-¿Qué?.- Reacciona sorprendido. Le hago bajar el tono de voz.- ¿De qué te ríes?.- Intenta sonreír pero sigo moviéndome y sigue poniendo esas caras.
Me hace más gracia y me vuelve a dar la risa. Me tapo la boca con las manos. No debo hacer ruido, Pau esta al otro lado de la pared.
Mis movimientos se vuelven más rápidos y ligeros, me dejo llevar por las sensaciones. Me apoyo en el pecho de Jaime y salto arriba y abajo. La cama empieza a moverse, y yo a temer que golpee la pared. Bajo la intensidad para que no suceda, pero quiero acabar cuanto antes y a este ritmo no podré, y mucho menos él.