So Deep (Capítulo 4)
Cuarto capitulo de la novela erótica entre una madre y su hijo...
Capitulo 4
Sigo en mi cama, esperando que el tiempo pase, hasta que se haga de día. Entonces ya veré lo que hago, y lo que hace él. Cuando salió de mi cuarto cerró la puerta y no he querido abrirla de nuevo. Me oiría en cuanto me levantase de la cama, con el maldito sonido de los muelles. Trato de contener todos mis movimientos para que no me escuche pero siento que incluso mi mi respiración produce un ruido ensordecedor.
Estas horas se me están haciendo eternas por la incertidumbre.
Me quedo dormida por el cansancio, pero al momento me vuelvo a despertar, habiendo soñado con Pau, entrando de nuevo en mi habitación.
Y ahí está él otra vez, atravesando la puerta de mi cuarto como si lo hubiera invocado con mis pensamientos. Esta noche ha entrado al menos cincuenta veces aunque sólo fue real la primera. Las demás fueron desvaríos de mi subconsciente, alucinaciones o sueños. Al principio siempre parecen reales, como ahora. Pero esta vez sí es cierto. Se mete en mi cama y puedo sentirlo, su calor, su presencia.
Mi corazón da un vuelco cuando me mira a los ojos, y antes de que me dé tiempo a preguntar, él contesta.
-He venido a hacerte el amor.
-¿Qué? - Pronuncio casi inaudible y sin mover los labios. - No Pau.
-¿Por qué no? - Dice acariciándome la cara y cerrando su boca en mi cuello.
-No Pau.- Vuelvo a insistir a pesar del placer inspirado por sus besos. - Déjalo ya.
-¿Es que no te gusta? - Dice con una voz diferente, más infantil, una voz que casi había olvidado.
Me separo y me sorprendo al ver a mi lado al Pau que conocí, al niño retraído e inocente de mirada curiosa que una vez fue, que para mí sigue siendo. Sólo ha cambiado el aspecto exterior.
-¿No me quieres? - Intuye con pesar.
-No, no es eso mi vida. Claro que te quiero.
Me agarra del cuello con fuerza y me arrastra hasta sus labios. Me besa con una pasión embriagadora que está a punto de matarme. Él es sólo un niño, y yo podría ser su madre.
Repentinamente ya no soy yo a la que besa, es a otra mujer y yo sólo soy una espectadora omnipresente. Y tampoco es él el que la está besando, sino más bien es ella la que lo retiene bajo su cuerpo y lo obliga a satisfacerla.
Es una mujer de cabello claro, con ojos desorbitados como una loca y una risa que pone los pelos de punta.
Estoy sintiendo horror de contemplar esta escena.
Ella agarra a Pau por el cuello y le tapa la boca para callar sus sollozos. Una lágrima rueda por su mejilla mientras ella salta y disfruta como una perturbada sobre él, ella que de nuevo soy yo. Y mirando de frente a Pau, viendo el dolor en su rostro, sus ojos hinchados y su cuerpo desnudo lleno de moratones y arañazos ensangrentados me despierto sobrecogida, aterrada e incluso fatigada.
A decir verdad, creo que estoy a punto de vomitar. Tengo un pellizco muy doloroso en el estómago y un deseo irrefrenable de chillar y llorar. Pero debo aguantarme.
Me tapo la boca y de un salto me dirijo al baño. Me da la sensación de que no me dará tiempo a llegar.
Abro la puerta y salgo al pasillo. Pau se ha levantado ya, su cuarto está recogido y un haz de luz resplandece bajo la puerta del baño. No quiero entrar, pero una espantosa arcada me empuja desde el estómago imposibilitándome llegar a la cocina siquiera. Ese asqueroso sabor agrio inunda mi boca mientras atravieso a zancadas el cuarto de baño y me dejo caer sobre la taza del váter justo para echarlo todo. Me vienen más arcadas y las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas.
-¡Mamá! ¿Estás bien? - Se asoma Pau desde la ducha.
Me encuentro de rodillas, tirada en el suelo y apoyada en la taza. Siento que la cara me arde al tiempo que un escalofrío recorre todo mi cuerpo.
Sin volver la cara le hago un gesto a Pau para que no se preocupe.
-¿Pero estás bien? - Cierra el grifo de la ducha, coge una toalla y se dispone a salir.
Me levanto apresurada, tiro de la cadena y me seco las lágrimas con torpeza.
Lo miro de reojo a través del espejo, ya se ha puesto la toalla alrededor de la cintura.
Abro el grifo del agua fría y meto la cara debajo. También me enjuago la boca.
-¿Estás mejor? - Me mira por el espejo, yo le sonrío para no preocuparlo y asiento.- No..., no quiero que te preocupes, ni que te sientas mal o incómoda por mi culpa.- Desvía la mirada hacia otro sitio. - Nada ha cambiado en mí, soy el mismo de siempre. Sólo que ahora sabes la verdad, y puede que empieces a verme de forma diferente...
No sé qué contestarle. No sé tampoco qué es lo que pretende, qué es lo que quiere de mí.
Ahora me estoy acordando de que anoche se quedó embobado con mis tetas. ¿Cuantas cosas así habré pasado por alto y por cuánto tiempo?
-¿Desde cuándo Pau?
-¿Qué?
-¿Desde cuándo...- Soy incapaz de acabar la pregunta.
¿Desde cuándo qué? ¿Está enamorado? ¿O simplemente quiere follar conmigo? No lo entiendo, puede tener a la tía que quiera, ¿por qué se iba a fijar en mi? Él es un yogurín, para qué nos vamos a engañar. Es guapo, y supongo que a la mayoría de la gente también se lo parecerá. Es simpático y agradable, y además tiene muy buen físico. Él no es un chico del montón, en absoluto. Nada más hay que verlo...
-¿Desde cuándo... no te veo como a una madre?¿Es eso lo que quieres saber?.- Se me corta la respiración y asiento.- Desde nunca.- Ve mi cara de descomposición y rectifica.- Lo que quiero decir es que yo siempre te he visto como mujer.
-¿Incluso de niño?.- Quiere decir que me desea desde que nos conocimos. Me parece muy fuerte. Siento que no conozco a Pau en absoluto.
-Verás, yo no me veía a mí mismo como un niño, ¿entiendes? Sólo nos llevamos once años.
-Los que tenías tú en ese momento, la edad de Carlitos- Los dos nos quedamos en silencio.
-Por eso no te lo dije antes.- Me mira a los ojos.-Sabía lo que ibas a pensar.
-No sabes qué estoy pensando.- En Carlos.
-Claro que sí lo sé, tú también tienes secretos conmigo pero yo puedo leerte como un libro abierto.-Se jacta.
- Ah, ¿si? ¿También sabes lo que siento?
-No, eso no lo sé, pero me gustaría saberlo.
-Siento que estoy perdiendo un hijo.- Contesto con la mirada al suelo mientras se me escapan un par de lágrimas.
Quiero salir de aquí, no puedo aguantar la compostura.
-No.- Me agarra del brazo cuando abro la puerta.- No, no te vayas, espera.-Me agarra de las manos y me dirige frente a él.- Mírame a los ojos.
Pau siempre tiene una palabra o un gesto amable para conmigo cuando estoy de bajón. Sabe qué decirme para que me sienta mejor, y eso es lo que espero ahora. Tan sólo lo miro a los ojos y ya me siento mejor. Es el mismo de siempre... pero algo ha cambiado.
-Sé que me quieres.- Me dice con tranquilidad.- Y yo también te quiero.- Me besa en la mano.- La etiqueta que le pongas es lo de menos... eso pienso yo.
-O.K. Pau, ya lo entiendo.- Le aseguro.
-¿Si?.- Duda.
-Sí, está bien, tranquilo.- Me lo pienso durante un segundo y me acerco a darle un beso en la cara.- Anda, vístete ya que vas a coger frío.
Me dedica una tímida sonrisa de conformidad y sale del cuarto de baño.
-¿Vas a salir?.-Me dice aguantando la puerta.
-No, voy a ducharme.
-Ah, pues te cierro la puerta.-Haciéndolo.
Me quedo sola. Dudo en si echar el pestillo, nunca lo hago, y si lo oye ahora puede pensar que desconfío de él. Mejor no lo echo.
Tengo que llamar al psiquiatra de Pau pero no recuerdo cómo se llamaba. Hace mucho tiempo que no lo vemos. ¿Pero decirle qué? ¿Que se ha enamorado de mí? ¡Qué ridiculez!
Pero en realidad tiene razón, solo nos llevamos once años y eso es relativamente poco. No es una perversión, pues no me ve como a su madre. Eso me ha dicho, que nunca me ha visto así. Y aunque me haya dolido he de reconocer que me he sentido mejor por él, más aliviada.
Respiro profundamente y le dirijo la mirada a mi reflejo en el espejo. Éste me la devuelve y me sonríe al ver que yo lo hago primero.
-Qué locura.-Me digo a mí misma esperando una respuesta confortadora, pero no la hay.
Me quedo mirándome en el espejo, estoy un poco pálida. Me miro con detenimiento la cara, los ojos y los dientes. Me desenmaraño un poco el pelo y lo dejo caer sobre mis hombros. Lo tengo bastante largo, puede que me llegue a la altura de los pezones, o quizás un poco más abajo.
Empiezo a desvestirme. Me quito la camiseta, no sin antes asegurarme de que él está en su cuarto. (A través de estas paredes de papel puedo oírlo, está abriendo su armario). La suelto sobre el lavabo y me vuelvo a mirar en el espejo.
Me encanta mirarme, me entretiene como a una boba jugar con mi reflejo. Me fijé en que mi pelo me tapaba los pechos completamente y me pareció muy sexy, nunca lo había tenido tan largo.
Sonaron un par de golpes rápidos en la puerta e inmediatamente agarré la camiseta y me la sujeté sobre el pecho.
-¿Puedo pasar un momento?- Es él.
-Sí, pasa.- Respondí un poco confundida.
-Es que me he dejado la ropa.- Señaló a un rincón donde se encontraba perfectamente ordenada y colocada.
Me echa un vistazo de refilón y entra rápido para salir igual, sin apartar los ojos de su ropa.
Nada más cerrar la puerta me miro al espejo cara comprobar cuan colorada estoy, y resulta que bastante, pero creo que no más que él. Me he comportado como una tonta, cuando me ha visto desnuda un millón de veces. Eso sí, ha debido inflarse de pajas a mi costa, pero no va a violarme ni nada por el estilo ahora de pronto. Pau no está loco, puede que un poco trastornado, pero no es culpa suya sino todo lo contrario. Ha hecho lo imposible por salir adelante, pero ahora hemos vuelto hacia atrás, hasta el principio.
Antes ha dicho que sabía qué estaba pensando yo y suele acertar, me conoce muy bien. Sabe qué tipo de atajos toma mi mente en según qué conversaciones. Pero esto no podía saberlo, o más bien no debe saberlo... O quizás sí, puede que ya sea el momento. ¡No lo sé, estoy confundida! Buscaré al psiquiatra ése, y si no lo encuentro llamaré a otro. En fin...
Mientras me ducho no puedo evitar, entre otras cosas, pensar en Pau. Y no quiero hacerlo, ahora solo quiero relajarme y no pensar en nada; tan solo sentir el agua caliente deslizándose por todo mi cuerpo, masajeándome los hombros y acariciándome la piel. Cerrar los ojos y no sentir el dolor de dentro, sólo el placer de fuera fluyendo a mi alrededor... pero es imposible. Esa imagen de Pau siendo... violado, me descompone de nuevo. Cada vez que cierro los ojos veo su cara infantil aterrada.
Dios mío, es horrible. Horrible. Aprovecharse de un niño así me parece detestable. Sería como coger a Carlitos o a Alexis. A mí incluso con Vic me parecería fuerte, y Pau... Vale, lo acepto, es un tío, no es un niño. Pero es mi niño, son mis niños y yo no podría...
Basta, no quiero pensar más en eso. Termino de ducharme y salgo envuelta en una toalla hasta mi cuarto, rogando para que no me vea. Absurdo, lo sé, pero no puedo evitarlo.
Me visto y voy a la cocina. Todo es como cada mañana. Pau ya está arreglado y ha preparado todo el desayuno.
-Toma.- Me ofrece un zumo de naranja.
-Gracias.- Se me quiebra la voz y carraspeo disimuladamente.
Me dirijo al salón y me siento a desayunar en la barra mientras él termina de hacer los zumos de espaldas a mí. El exprimidor es manual. Pau insistió en cambiar el eléctrico porque decía, que el ruido que hacía, lo volvía loco por las mañanas. Desde entonces, él lo prepara siempre para ahorrarme el trabajo extra. A veces también es un poco quisquilloso. Estoy segura de que si el ruido de la lavadora le molestase, lavaría a mano. Es muy obstinado a la hora de conseguir lo que quiere, y... ¡fíjate!, lo que quiere es... a mí.
Pues vas listo guapito. De eso nanai. Le digo mentalmente a su espalda mientras le doy un repaso de arriba a abajo con la mirada.
Está muy callado, aunque ciertamente, la que habla siempre soy yo. Él es más de escuchar que de compartir.
De pronto ha parado, aunque le quedan algunas naranjas. Se vuelve un segundo para mirarme por encima y sale apresurado de la cocina.
-Ahora sigo, no lo toques.- Me dice desde el pasillo.
¿Qué mosca le habrá picado? Salgo del salón y entro en la cocina. Pau se ha metido en el baño pero sin cerrar la puerta. Me acerco al exprimidor y ya entiendo qué ha pasado. Cojo el cuchillo para cerciorarme y un escalofrío recorre mi cuerpo cuando veo la hoja con restos de sangre.
Me quedo como hipnotizada, plantada en medio de la cocina, absorta con la imagen del cuchillo ensangrentado en mi mano... hasta que al fin reacciono. Lo suelto en el fregadero y me dirijo al baño.
Pau ha sacado el botiquín y se está lavando la herida bajo el grifo. Me acerco y el corazón me da un vuelco al ver todo el lavabo lleno de sangre.
-No mires, sal.- Me dice. Sabe que no soporto la sangre, pero me he quedado helada y no puedo más que mirar como fluye el agua de color rojo.
-¿Qué te has hecho?- Consigo articular.
-Es un cortecito de nada pero está sangrando como el demonio. Vamos sal y no mires más.-Cierra el grifo y se lía un trozo de papel en el dedo.
-A ver, déjame verlo.- Me acerco más a él.
-¿Para qué? ¿Qué quieres, desmayarte?
-No, quiero ver qué te ha pasado.-Insisto haciendo oídos sordos a su advertencia.
-¡Que no mujer! Que nos conocemos ya. Acuérdate de la última vez.
-Eso fue porque no me lo esperaba.- Le agarré la mano y le quité el papel para mirarlo.-A ver.
Tiene el dedo índice rebanado por un lado, como una ciruela a la que han pelado a pellizcos y la piel aún cuelga de la carne. Ante mis ojos brota la sangre de entre las dos capas. Se me hace un nudo el estómago.
Lo miro a la cara y está sonriendo.
-¿De qué te ríes?-Le digo sin soltarme la mano.
-De tu cara de asco.- Reconoce desairado.
-Yo no le veo la gracia.- Respondo seria.
-Es... porque no puedes verte tu propia cara.- Se hace el chistoso pero cambia de actitud al ver que sigo seria.
-Te has hecho un buen corte.
-Ya se pegará, para eso está la sangre.- dice despreocupado.
-¿No te duele?
-No, la adrenalina. Todo está bien pensado en el cuerpo humano.- Se queda mirándome a los ojos.
-Buenos días, buenos días.- Entra Carlitos.- Quiero hacer pipí y Vic está en el baño del cuarto, así que si no estáis haciendo nada iros.
Le suelto a Pau la mano de golpe.
-Buenos días príncipe.-Le contesta ignorando mi brusquedad.- Siéntanse a gusto las posaderas reales.-Le hace una reverencia hasta el retrete.
-Buenos días mi vida.-Le doy un beso y salgo, Pau me sigue.
Por lo demás, la mañana avanza como de costumbre.
Vic se va temprano a clases particulares. Ha estado yendo todo el verano por haber suspendido inglés y matemáticas. En dos semanas tendrá la recuperación, y le he prometido que si aprueba, le compraré una bicicleta profesional; que es carísima y no sé por qué, pero tiene que ser ésa la que le compre. Se está esforzando por cumplir y al final tendré que consentírsela.
Carlos va sobre las 12 a un taller de manualidades que organiza la asociación de vecinos de nuestra comunidad. Le flipan esas cosas, y no lo hace nada mal. Es el artista de la familia. En los cumpleaños o en cualquier fiesta en la que haya que regalar algo, él te hace un dibujo o una figurita,... En mi último cumpleaños me regaló un joyero de cartón duro, forrado con cáscaras de huevo y barnizado. ¡Precioso!, y con un espejito dentro. Es más detallista...
Alexis me hace compañía durante toda la mañana. Viene conmigo a la compra y luego vamos al colegio. Pronto empezará el curso y hay que ir organizándolo todo. A Alexis le gusta mucho estar allí con los niños del orfanato.
Cuando yo vivía allí lo odiaba, sobre todo porque mis verdaderos amigos vivían fuera. Al morir mi madre, mi padre no sabía hacerse cargo de mí, así que decidió dar una gran subvención a la escuela y meterme interna. Él decía, que era porque yo llevaba al demonio dentro y las monjas sabrían cómo sacármelo.
Yo reconozco que cuando empecé la pubertad me volví más rebelde y descarada. Mi madre me había mimado toda mi vida y mi padre pasaba de mí totalmente, excepto por las broncas y palizas ocasionales de malas borracheras. Pero sé que el verdadero motivo por el que mi padre me metió allí fue para librarse de mí, para seguir el tortuoso camino de putas y alcohol que lo llevó hasta la tumba pocos años después.
Siempre había sido un mujeriego y mi madre lo sabía, pero no podía dejarlo, decía que lo amaba. Él sólo se amaba a sí mismo; a su dinero, a su poder y al vino. Sus viñedos eran sus verdaderos hijos, y una botella gran reserva su mejor amigo y aliado inseparable. Yo no entiendo nada de vinos, así que a Ramón no le resultó difícil convencerme para venderlo todo y conseguir suficiente dinero como para vivir de lujo el resto de nuestras vidas sin necesidad de trabajar. Además, me quedé embarazada muy pronto y me casé. Eso ayudó en gran medida a mi prematura emancipación, con lo que aún siendo menor de edad, podía disponer de la herencia para mí, mi marido y ese hijo que nunca llegó a nacer.
Aún así, nunca llegué a distanciarme del colegio. Las monjas que en un principio me habían hecho la vida imposible me acogieron con los brazos abiertos y me ofrecieron un trabajo allí. Bueno, algunas vieron mi situación y quisieron ayudarme, mientras otras pensaban que me daban un trato de favoritismo. Resentidas que necesitan echar un buen polvo...
En fin, que al poco tiempo de estar trabajando allí nos llegó un niño, Víctor, que por su corta edad no podía entrar a vivir en la residencia. Tenía tan solo 1 año y medio y yo ya 19. No me costó convencer a Ramón para adoptarlo. Además, después de mi segundo aborto, me sentía peor que nunca y pensaría que así me tendría contenta durante un tiempo.
A los 3 años apareció Pau. Un niño especial, sin duda, y con muchos problemas también. En cuanto conocí su historia me involucré por completo. Me costaba pegar ojo por las noches, pensando en qué iba a ser de él. Sabía que era muy mayor y había muy pocas probabilidades de que lo acogieran en una buena familia, y además, estaba lo otro...
Mi matrimonio por esa época ya no andaba muy bien. Ramón no terminó de aceptar a Pau, al que siempre miraba con recelo y desprecio, como a un bicho extraño. Pero no pudo negarse, tenía que aparentar que todo iba perfecto, como la seda, solía decir. Así me aproveché, trayendo a Carlos 6 meses después.
Y durante un tiempo fue todo bien. Hasta que descubrí que me había casado con una versión rejuvenecida de mi padre. Tenía los mismos vicios, o aún tendrá si no acabó por el mismo camino. Le gustaba beber y ello afloraba su mal temperamento. A los niños nunca les puso la mano encima, eso sí, las pagaba todas conmigo. Las putas también eran de su agrado. Se dejaba cada noche una fortuna en vicio, y no es que trabajase duro para conseguirlo, pues ya había previsto que con mi dinero él viviría de lujo...
Todo acabó de la peor forma posible. No sé sobre qué estábamos discutiendo ese día; y como tantas otras veces, sin darme cuenta, la cosa iba subiendo a mayores. Uno nunca piensa en qué momento se le va a ir todo de las manos. Cuándo, algo que parecía insostenible, pero que has soportado durante tanto tiempo, se convierte en algo mortífero.
El punto de no retorno para mí fue con la muerte de mi tercer hijo. Ni siquiera sabía que estaba embarazada esta vez, pero al verme a mí misma, tirada en el suelo de la cocina con toda la falda ensangrentada una vorágine de espanto sacudió, aplastó y reventó todos mis sentidos. Una parte de mí murió también ese día.
Cuando me desperté a la semana siguiente en el hospital, me dijeron que Ramón se había ido. Se llevó su ropa, algunos documentos y cuatro millones de pesetas que había en la caja fuerte. Fue la mejor noticia que pudieron darme en ese momento, aunque después me dieron muchas y muy malas.
Estaba sola a los 24 años, con tres niños y una depresión de caballo que no me permitía ni levantarme de la cama. Asuntos sociales quiso retirarme la custodia de los niños, pero gracias a la hermana Ángela, una de las monjas más respetables del orfanato, que se hizo cargo de mi situación, todo salió bien. Me aconsejó vender la casa que tenía, un chalet demasiado ostentoso, y cambiarla por una más modesta cerca del colegio. Así los niños podrían pasar el día en la residencia e ir a casa por las noches hasta que yo me pudiera hacer cargo de nuevo.
He de reconocer que las cosas salieron muy bien, cada día que pasaba me sentía más viva, más fuerte, y todo gracias a Pau. Es al que más le debo, que con 13 años se hizo responsable de un hermano de 7 y otro de 2. Él se encargaba de vestirlos, prepararles el desayuno, llevarlos y traerlos, etc. Cuidaba de ellos; y también de mí. Empezó a hacer las tareas de la casa, como fregar, limpiar el polvo y recoger las habitaciones...
Todo esto me hace pensar... Lo hacía porque estaba enamorado de mí.
Ahora me siento como una estúpida por no haberme dado cuenta antes, pero ¿cómo iba a saberlo? Él es amable con todo el mundo, y si era especial conmigo, yo pensé que sería porque se sentía a gusto en esta casa, en este hogar diferente al suyo. Además sale con muchas chicas, y aunque nunca haya mostrado especial interés por alguna en concreto... no sé, no sé nada. Me parecía raro pero no se me había pasado esto por la cabeza. Pensé que tendría un desequilibrio sexual o emocional, por eso quise hablar con él. Yo no entiendo nada de psicología o comportamiento humano, pero me parece que esto no debe ser nada bueno.
A medio día empiezo a preparar el almuerzo y no es hasta este momento en que recuerdo mi cita para esta noche. Se me había pasado por completo y la verdad es que con todo este lío no me apetece demasiado salir.
Sobre las dos empiezan a llegar los muchachos; Pau el último, y lo primero que hace es irse a la ducha. Se baña varias veces al día, tiene una obsesión compulsiva, o algo así, con el agua. A veces está sentado viendo la tele y se levanta exclusivamente para lavarse las manos, luego se vuelve a sentar. Al menos es una manía sana.
-Mira Vic, aprende de tu hermano. Lo primero que hace al llegar a casa es ducharse, y tú que habrás estado toda la mañana corriendo de arriba a abajo ahí estás aplatanado en el sofá.
-Claro porque ahora tengo que descansar. Además que sólo hay una ducha y ya se ha metido él.
-Sí, pero tú has llegado antes.
-Bueno, pero ya vamos a comer y... ¡Que no tengo ganas ahora mismo!
Para qué discutir más...
Cuando nos sentamos a comer no puedo evitar fijarme en cada movimiento de Pau, en detalles que nunca había tenido en cuenta. Como por ejemplo que él siempre se sienta al lado mío, a mi izquierda. A mi derecha siento a Alexis, para darle de comer cuando se entretiene con los dibujos. A su lado Carlos y en frente está Vic. Siempre nos sentamos así.
- ¿Qué es esto? Esto no es lechuga.- Pregunta Vic removiendo la ensalada con desprecio.
-Es rúcula.- Responde Pau desinteresado.
-¡Es una ensalada tropical! porque tiene trozos de naranja y piña.- Interviene Carlos.
-¿Qué carajo es “rúcula”? Yo no me lo como, eh.- Advierte.
-Pues, peor para ti.- Resolvió Pau pinchando unas cuantas hojas y llevándoselas a la boca.- ¡Mmm...! ¡Qué rico!- Exagera para chincharle.
-A ver.- Carlos hace lo mismo y Alexis también lo sigue. Los tres se relamen sobreactuando.
-Todos están en tu contra Vic.- Le digo.- Así que ya sabes, si no puedes vencerlos...- Cogí un poco y me uní a la parodia.
-Ay, qué graciosos dios mío. Es que me parto y me mondo.- Responde monótono.- Yo no quiero hierbajos de esos, a mí dadme carne.- Dice pronunciando la palabra carne como si fuese un cavernícola que sólo sabe decir eso.- ¿Qué hay de segundo?
-Pescado.- Respondo al instante haciendo obvia la ironía. Todos se ríen.
-También me vale.- Tratando de aparentar que las risas de sus hermanos no le molestan.
Voy a la cocina y traigo el pescado. Aparto en un plato lo de Vic y se lo sirvo.
-¡Ay mi niño chiquitito! Que es muy especial él para la comida.- Le digo cariñosamente dándole un abrazo y un beso en la frente.
-Especiales se les dice a los niños tontitos Vic, no lo olvides.-Se burla Pau.
-Tú también eres muy especial cariño.- Le respondo con segundas.
Vic empieza a burlarse exagerando por el corte que le he dado a su hermano mayor.
-Ya ves, y tan especial. El más especial de los aquí presentes, con diferencia.- dice haciendo un gran énfasis en “con diferencia”.
-Porque tú lo digas.- Replica Pau sin mucho afán.
-Para empezar, eres el único que se sienta de espaldas a la tele. ¿Donde se ha visto eso? Una persona humana que se siente a la mesa y se ponga, ¡de espaldas!, ¡a la tele!
-Será porque no necesito mirar para saber que al final de este capítulo, la tía Selma decide conformarse con el lagarto Yopyop o como se llame en vez de tener un hijo, y que Lisa cuando llega a su casa después de los jardines Duff grita: ¡Soy la reina de los lagartos! -Todos nos empezamos a reír al ver a Pau abriendo los brazos como hacía Lisa al decir esa frase.
-Eso si es verdad eh, que nos lo sabemos de memoria y seguimos viéndolo.- Reconozco.
-¿Y los capítulos nuevos qué?.- Protesta Carlos.- Esos no nos los sabemos.
-Que no. Tuvieron gracia los primeros 10 años, ahora ya no saben ni qué se van a inventar. Y eso por no hablar de “Padre de familia” o “Padre americano”. Vaya dos plagios más malos y descarados... Sólo ponen cosas absurdas para que la gente se ría como idiotas.
-Perdona, pero Padre de Familia es la hostia.- Interviene Vic.- El niño y el perro son un puntazo.
-Un perro intelectual y un bebé psicópata, ¿a quién no le va a gustar? Es todo lo contrario a lo que uno esperaría. Y como sé que es todo lo contrario a lo que me esperaría, ya me lo espero. Me puedo reír porque yo también soy humano y las cosas patéticas me hacen gracia. Pero por ejemplo, Alexis no debe entender ni la mitad de lo que dicen, y lo peor es que lo ponen en horario infantil, como si tuviera algún valor educativo.
-Entretiene, con eso basta.- Replica Vic.
-Te pudre el cerebro y punto. Además, luego está la violencia. ¿Por qué debe haber tanta violencia en la tele? Y no me refiero solo a la ficción, porque cuando acaben los Simpsons empezarán las noticias, a la hora a la que la gente normal está en sus casas comiendo en familia. Nos pondrán de postre los cadáveres mutilados de no sé qué guerrilla y nos los tendremos que tragar. Luego las películas porno te las ponen a las tantas. ¿Por qué? ¿No son algo natural también? Quizás serían mucho más educativas que otras cosas en las que sólo salen disparos, vísceras y explosiones.
-Ahí te voy a dar la razón. Reivindico porno a la hora de la comida. ¡Qué coño! Porno las 24 horas del día. Y gratis, evidentemente.
-Tú sólo escuchas lo que quieres ¿verdad?.-Resuelve Pau acabando con la conversación al tiempo que con su comida.
-Mami ¿qué hay de postle?.-Dice Carlitos imitando al camarero del restaurante chino al que siempre vamos.
-De postle hay fluta.- Le contesto.
-¡Que lico!.-Aplaude.
-Yo no quiero, estoy lleno.- dice Vic desperezándose.
-Cómete por lo menos una perita que apenas has comido nada.
-Que no, que estoy muy gordo.
-Vamos hombre, gordo dice, si estás en los huesos.
-Venga Vic, cómete una perita. ¿No quieres comerte una perita?.-Le dice Pau en tono subliminal para que los niños no entiendan el contenido sexual implícito de la pregunta.
-Vale, me has convencido, me voy a comer una perita.- Se le escapa la risa al decirlo.
-¿No hay manzanas rojas?.-Busca Carlos en el frutero.
-¿No prefieres un plátano?.-Le insinúa Vic con malicia.
-No, quiero una manzana roja.-Responde Carlos con inocencia.
-No quedan cariño. Sólo hay una verde.
-¡Jo! Yo la quiero roja, verde no me gusta.
-Quieres la roja sólo por el color, porque de sabor está mucho más buena la verde.-Le explica Pau.-Anda, cómetela.
-No, no la quiero.- Rechista.
-Pero mira antes lo bonita que es.-Va a convencerlo. Se la da para que la coja.- Mira que tono más brillante de verde tiene en el hueco donde estaba el rabito.¿Alguna vez has visto un verde así? Ahora mírala por este lado, es más amarilla. Y justo aquí, tiene dos manchas rosadas, como si le hubieran dado un par de brochazos, ¿no crees que es perfecta para dibujarla?
-Si, puede. Pero no para comérmela.-Es un cabezotas.
-Pues huélela. Vamos, huélela. Mete la nariz en el hueco y respira profundamente.
-Huele a manzana, y además está fría.-Siguió oliéndola, agarrándola con las dos manos cerró los ojos y aspiró profundamente.-Huele muy bien. Como el ambientador de manzana pero mejor.
-A ver.-Se la pasó a Alexis para que pudiera olerla. A mí también me dieron ganas.
-Ahora clávale un dedo y escucha como cruje debajo de la piel.- Lo hace y Carlos sonríe al oírlo.-¿Me vas a decir que no te dan ganas de darle un bocadito?
-¡Jo! Sí, sí que quiero.- La mira de nuevo de arriba a abajo buscando el lugar perfecto para hincarle los dientes, pero descubre algo que le hace cambiar de opinión.- ¿Qué es esto? Un gusano, ¡qué asco!
-No hay un gusano baby, es un picado.-Le explico.- Puede haber sido un golpe o que algún bichito lo ha mordido, pero no pasa nada.
-Cómo que no.-Salta Vic y coge la manzana.-Mira el gusano se ha metido por ahí y se ha comido toda la manzana y dentro lo único que hay son un montón de gusanos. Como le des un bocado vas a estar dándole un bocado a un montón de gusanos asquerosos y lamiosos. Se van a quedar dentro de tu boca y te los vas a tragar y se van a reproducir en tu barriga...
-¡Mamá!.- Chilla Carlos lloriqueando
-Víctor, para.- Le regaño. Muchas veces se pasa y por las noches a Carlos le dan pesadillas.
-Me voy al parque. Ya he terminado- Se escaquea.
-Recoge tu plato, por lo menos.- Le dice Pau quitándomelo de la boca.
Cuando empezamos a recoger la mesa y creo que nadie me está mirando, cojo la manzana y me la acerco despacio a la nariz. Percibo un olor dulzón y ácido, embriagador. Cierro los ojos y el aroma llega hasta mi garganta. Puedo sentir el deseo de abrir la boca y darle un mordisco creciendo dentro de mí. Abro los ojos y Pau está mirándome, sonriéndome. Suelto rápidamente la manzana en el frutero y lo llevo hasta la cocina; lo dejo en la barra.
Mientras me dispongo a fregar los platos, Pau se sienta en uno de los taburetes del salón, que da a la ventana de la barra americana, por donde me está mirando en este momento. Estoy de espaldas a él y siento su mirada en la nuca, me hace sentir incómoda. Me giro y lo miro, tiene la manzana en sus manos.
-¿Quieres que friegue yo?.-Me dice señalando los platos.
-No, no gracias. Ya lo hago yo misma.
Me vuelvo y continúo mi tarea. Él sigue ahí sentado, jugando con la manzana.
-¿Te la vas a comer o no?.-Le digo al fin.
-¿El qué, la manzana?.- Se ríe.-No, no me la voy a comer.-Hace una pausa.-Te la vas a comer tú..., si te atreves, vamos.
-¿Qué quieres decir?.- No responde, se lo está pensando.
Cuando estoy terminando de fregar me habla de nuevo.
-Eva, ¿me permites un tópico?.- Me giro y me mira fijamente a los ojos. Sostiene la manzana ante él para mostrármela.
-¿Sabes cuánto hace que no me llamas Eva?
-Tanto que lo he olvidado, pero ahora es necesario.-Le quita importancia para no desviarse del tema.-¿Me permites un tópico?.-Repite.
-A ver qué se te ha ocurrido.-Acepto.
-Mira, este es el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal; y está prohibido para ti. No puedes mirarlo, tocarlo, olerlo,... y muchísimo menos, probarlo.
-¿Y eso por qué?.-Incrédula de pensar que no voy a poder comérmela.
-Porque si lo haces serás como yo. Tendrás el conocimiento del bien y del mal, lo que te llevará a la muerte, al pecado y a la autodestrucción ética. Adquirirás plena autonomía moral, pero serás expulsada del paraíso.-La deja en el frutero.-No debes comértela.- Con una sonrisa desairada se marcha a su habitación envuelto en un halo de prepotencia.
-¡Y una porra, hombre!.-Digo en voz baja cogiendo la manzana.- Si no te como será porque no quiera, no porque me lo diga él.-Le digo a la fruta.
La huelo de nuevo, cómo resistirse...
Conocimiento del bien y del mal. Claro, como él, por supuesto, él lo sabe todo...
¿Se podrá ser más prepotente? Lo que debería hacer es comérmela si más, y que me deje de tonterías.
Suena mi teléfono, es Mª José. Se me olvidaba, pero esta noche quedo con ella. Al oirla hablar tan contenta sugiriendo el sitio donde iremos se me han ido todas las preocupaciones y me ha convencido para no cancelar la cita. Me recogerá a las 9:30 para ir a cenar así que voy a ir preparándolo todo.
Sobre las 8 empiezo a vestirme, asesorada por Carlos. Le chifla, quiere arreglarme siempre como si fuera su muñeca. Me pinta, me peina e incluso me hace ponerme la ropa que él elige. Se libra porque tiene muy buen gusto. Lo sé, suena totalmente gay, pero él sabrá lo que le gusta y lo que no, y mientras lo haga así de bien, yo encantada.
Me pongo un vestido satén corto, de color lila. Es como un blusón, caído por los hombros, muy suelto.
-Oye Carlos, si me lo pongo así se me ven mucho las tetas.- Advierto.
-No, es así. Así es como mejor te queda.- Me lo coloca con un movimiento digno de un artista que da la última pincelada sobre su obra maestra.- Tú hazme caso.
-Vale.- Le contesto conformista arrastrando la letra a.
-¿Quieres que te pinte las uñas?.- Expresa extasiado.
-¿De qué color?.- Le sonrío.
-No se, ¿qué zapatos te vas a poner?
-Unos tacones, ¿no?
-Ponte las botas violetas, las que son vueltas en el tobillo. Esas son altas que tu eres muy bajita.- Me insulta con naturalidad.
-Mira, que tan bajita no soy.- Le rechisto al niño.
-No, que va. Si Pau te saca una cabeza porque está siempre subido a una banqueta y Vic es igual de alto que tú porque anda siempre de puntillas. ¿Cómo no me habré dado cuenta antes?
-¡Jo, que cruel! Pues a ti se te está pegando lo malo de los dos, la insolencia.
-¡Pero si yo te lo digo con todo mi amor! ¿No ves que el buen perfume viene en frasco pequeño?
-¿Entonces, por qué las botas altas?
-Para que parezcas una mujer fuerte y segura de ti misma. Como Mónica Naranjo.
-¿No lo parezco por mí misma?
-Pues... no. Tú eres más como una florecilla.- Adulándome para salir del paso.
-Y tú un ruiseñor mi corazón.- Nos reímos.
-Bueno, entonces las uñas te las pinto también violetas. El pelo así, ondulado. Sombra de ojos morada, pero clarito, con blanco ilumina más la cara y pareces más joven...
-Ahora me llamas vieja.- Lo observo mientras revuelve el cajón del maquillaje. ¿Y los labios de qué color?
-Rojo burdeos, o coral bronce. ¿Cual prefieres?.- Me los enseña.
-Los dos me parecen muy oscuros.
-Pero tú que eres morena y tienes la piel oscura, tienes que usar pintalabios oscuros. Además, tienes la boca grande y con un color claro se te verían unos morros así.- Retuerce los labios en una mueca exagerada para mostrármelo.
-Bueno, pues el burdeos. Todo sea por el vino.- Desde luego hoy pienso emborracharme.
-Oye mamá, ya se lo que me voy a pedir por reyes.- Comenta como el que no quiere la cosa.
-¿Ya? ¿Tan pronto? A ver qué has pensado.
-Pues...-Pone carita de niño bueno.- Quiero un móvil.-Ve mi cara de inminente negación.- Por favor, por favor, todos mis amigos tienen uno menos yo, por favor.
-Ya sabes que hasta los 12 no te voy a dejar tener móvil Carlos. Los médicos advierten que no son buenos por las ondas que desprenden, y si tus amigos tienen será porque sus padres no lo saben o no se preocupan de ello.
-¿Y un perro?.- Lloriquea con dramatismo.
-Eso tú ya sabes con quien tienes que hablarlo.- Me quito el problema de encima.
-Ofú.- Patalea como un niño chico, sabe que no tiene posibilidades de salirse con la suya.- Pues ahora terminas tú de arreglarte, a ver qué pendientes te pones.- Sale de mi cuarto enfurruñado.
Ya estoy casi lista y es la hora. De un momento a otro llega Mª José. Estoy muy nerviosa, empiezo a pensar que esto no ha sido una buena idea. Debería anularlo todo, quitarme este pegote de la cara y ponerme mi camisón para acurrucarme en el sofá, eso si sería una buena idea. Agradable y tranquila. Pero ya es demasiado tarde, habrá que salir de esto con una sonrisa.
Yo no habría seguido con esta cita si no hubiese sido por la insistencia de ella. Lo único que quiere es sexo, estoy segura. Pero yo se lo he dejado muy claro, esto es solo una prueba. No vamos a llegar a nada más, al menos de momento.
Suena la puerta de la calle. Pau y Victor habrán llegado ya, habían ido a jugar al polideportivo que hay aquí cerca. Vic se asoma a mi cuarto.
-Guau, madre mía. Si no fueras tú, hasta te diría que estás guapa.- Me dice desde el marco.
-Si me lo dijeras te daría las gracias por ser tan halagador.
-Bueno pues no lo hagas porque no te lo he dicho.- Es el más despegado, influencias de Ramón, supongo. Pasaron mucho tiempo juntos, él lo adoraba. Mutuamente vamos.-¿Vas a salir entonces con esa tía? En serio que si estás desesperada no tienes que irte con una mujer, yo puedo buscarte algún tío ¿no?, o Pau seguro que conoce a alguien. Él casi que solo conoce a tías pero alguien debe haber. No te cambies de acera, es lo que quiero decirte.
-Vic, no existe tal acera, solo son barreras mentales. De todas formas solo es una cita, no va a pasar nada.- Tengo fe en ello...
Me dirijo a la cocina distraída con el reloj.
-¿Pau, tú vas a salir al final?
Un gran estruendo me hace sobresaltar.
-¡Ay! Perdona.-Dice Pau agachado ante mi recogiendo la bandeja que se le ha caído.- Es que iba a chocarme.-Limpia afanoso.
-¿Qué vas a hacer entonces? Yo me voy ya.- Me pongo en su situación por un segundo. Si a mi la persona que me gusta me tuviera de niñera mientras sale con otra persona no me sentiría muy bien.- Sal por ahí si eso.
-Si, si, quizás salga, pero... más tarde.-Dice sin apartar los ojos de la bandeja.
-Bueno.-Creo que está evitando mirarme.
Quizás, mi falda es demasiado corta.
Me retiro un par de pasos. Él se levanta y recoge todo lo de la bandeja.
-En la nevera hay canelones. Los calientas en el microondas y coméis en un rato. Asegúrate de que Alexis se lo coma.
-Si, no hay problema.- Me sonríe.
¡Dios mío! Es tan dulce. Esto no puede ser. No puede ser.
Será mejor que me vaya.
Mientras me despido de todos Mª José me avisa de que está fuera esperándome. Le doy un beso a Alexis y a Carlos que están sentados viendo la tele. Vic y Pau están en sus cuartos. Si entro a besar a uno tendré que besar al otro. Aunque yo siempre me despido así. ¡Que dilema! Tendré que hacerlo.
En el pasillo me encuentro a Vic.
-Venga que me voy, dame un beso.- Se lo doy yo.- Pórtate bien, y en la cama tempranito.
-Si, si, si...- Responde pasando de mi.
-Yo también te quiero eh.- Le digo esperando algo más de su parte.
-Que si... vale.- Pretende huir de los mimos y muestras de cariño.
-¡Que niño! Ya no vas a ser más mi melocotoncito en almíbar, porque no eres tan dulce.
-Uf, pues menos mal, que una vez me llamaste así en público. Luego no veas el cachondeo. Fue una vergüenza.
-¿Si? Pues ahora vas a ser un simple y saborío... melocotoncito. A secas, sin miel y sin nada.
-¡Ay!.- Se mete en su cuarto indignado y cierra la puerta.
-Adiós melocotoncito.- Le chillo desde fuera.
Cuando entro al cuarto de Pau me lo encuentro sentado al escritorio de espaldas a mi. Al oírme se gira.
-¿Ya te vas?.- Dice ocultando un cuaderno o algo así.
-Si.- Le pongo la mano en la mejilla y le beso la otra.
Al separarme veo que tenía los ojos cerrados y al abrirlos se sorprende de que lo esté mirado. Traga saliva. Se pone nervioso.
Retira rápidamente la mano de mi cintura. No se en qué momento fue a parar ahí.
-Hasta luego Pau.- Quiero desaparecer, hacerme pequeñita y desaparecer.
-Ya no hay apelativos cariñosos para mi.-Dice volviéndose y en voz baja, de forma que “casi” no puedo oír.
-¿Cómo dices?.- Me hago la tonta.
Se vuelve y simplemente me mira arqueando una ceja, como diciendo “si te he pillado, para qué me rechistas”. Esta mirada la oigo mejor que lo de antes.
-No me lo pongas más difícil.- Le suplico.
Él agacha la cabeza en señal de arrepentimiento. Le acaricio el pelo, yo también me siento mal. Salgo de la habitación.
Al abrir la puerta principal Alexis me agarra.
-Mamá no te vayas. No te vayas.- No está acostumbrado a separarse de mi. El año pasado empezó preescolar y era una lucha diaria dejarlo allí. Este año ya veremos cuando empiecen las clases cómo se porta.
-Tranquilo mi vida, si yo vengo pronto.- Lo consuelo.
-¿Cuándo vienes?.-Está a punto de aceptar.
-Cuando tú estés ya dormido, te lo prometo.- Le doy un fuerte beso en la mejilla y me voy.
Frente a la puerta de mi edificio hay un coche blanco un poco destartalado. Suena el claxon. Es ella.
Desde el momento en que entro en el coche empiezo a contar los minutos que faltan para volver a casa. Solo quería salir y olvidarme de todo durante unas horas. Divertirme. Pero la compañía de Mª José me resulta insufrible.
Durante toda la comida no hace más que hablar sobre la gente de su trabajo y lo harta que está de ello. No se..., dice muchas tonterías. No habla de nada.
Lo que si hace es palpar. A cada momento busca la oportunidad de meterme mano, y ya me ha cogido el culo por debajo de la falda tres veces. No hago otra cosa que pararle bolas, pero parece que no lo entiende.
Después de cenar quiero irme a casa. Con urgencia. A estas horas Pau ya debe haber salido. Sería el momento ideal para acurrucarse tranquilita en el sofá.
Pero Mª José me insiste, y a mi me cuesta mucho decir que no. Estoy a punto de inventarme una historia para escaparme, pero me prometió llevarme a bailar e “insiste” en cumplir. No puedo hacer eso.
En la “Sala parisina”, una discoteca muy popular donde se practica, sobre todo, el baile de salón, empiezo a sentirme mucho mejor. La música y el ambiente son geniales, y los chupitos de tequila también me están sentando de miedo.
Ella es un poco patosa, pero a estas alturas, ya me hace un montón de gracia todo lo que haga...
De pronto empieza a sonar un tango. ¡Me encanta! Hace mucho que no lo practico.
-Vamos a bailar, venga.- Me pongo de pie y tiro de Mª José para que se levante del banco.
-¿Tango? Qué dices, quita quita.- Se vuelve a sentar y agarra su copa como si así se protegiera.- ¿Tú sabes bailarlo a caso?
-Se un poquito.- Le quito la copa y la dejo en la mesa.- Vamos, yo te guió, solo tienes que seguirme.
-Bueno pero si te piso...-Me advierte.
-El hombre es el que dirige, y en este caso, yo.- Ella se empieza a reír.
-Viéndote así vestida cualquiera diría que eres el hombre.- Me hace un repaso de arriba a abajo que me hace sentirme incómoda.
-Lo que quiero decir es que el hombre es el que marca los pasos, el que dice hacia donde nos movemos o cuando vamos a dar el siguiente paso. Tú fíjate en mi y haz lo que yo haga.-Me ignora por completo.
-Ey, mira eso.-En la pista de baile hay una pareja a la que el foco alumbra.
-Si, a veces hacen actuaciones. Por las tardes esto es una academia y los alumnos participan en los espectáculos.
-¿Cómo lo sabes?.-Me dice sin apartar los ojos de los bailarines.
-Porque yo estuve apuntada. Mi hijo y yo hicimos un cursillo de dos semanas hace unos años.
-¡Que bárbaro! ¿Tú has visto como se mueve esa tía?.-Me ignora por completo.
Su cabeza está ahora en otro sitio. Quizás en la raja de la falda del precioso y ceñido vestido rojo que lleva la bailarina. Se ríe cuando esta levanta una pierna y deja ver sus bragas negras.
Lo hace bastante bien, aunque creo que el chico lo hace mejor. Tampoco es que yo sea una experta, pero el chico transmite algo. Fuerza, pasión,... La chica se está contoneando y supongo que eso es lo que llama la atención de Mª José.
-¡Mira! Guau... Un bailecito desnuda.- Se relame como el lobo feroz. Al menos así la veo yo.
Realmente, creo que no me gustan las chicas. Si tuviera que elegir a alguno de los dos a que me hiciera un baile sexy elegiría al chico, aunque no se, aún no le e visto la cara y para mi la cara es muy importante, tanto o más que el cuerpo. A la chica si le veo la cara. No es fea, pero tampoco me parece guapa, tiene una nariz extraña.
-¡Ey! ¿Has visto lo que han hecho con el sombrero?.- Grita extasiada.
-¿Cómo? No, creo que me lo he perdido.- Estoy inmersa en mis pensamientos.
-Oye, ¿ese no es tú hijo? ¿El mayor?.- Me dice con muchas dudas.
-¿Qué? No puede ser.- Miro a todos lados.
-Si, es él. Nunca olvido una cara.- Me asegura.
-¿Pero donde?.- Empiezo a ponerme nerviosa.
-Ahí, bailando.- Me señala a la pista.
Vuelvo la cabeza despacio, con el temor de descubrir la verdad. Que es él.
Ahora mismo me avergüenzo terriblemente de los pensamientos que estaba teniendo hace un momento. Pero ¿qué demonios está haciendo aquí? Yo no recuerdo haberle dicho donde iba a estar. Esto tiene que ser una broma.
-Lo hace muy bien.- Reconoce.- ¿Tú sabias que iba a estar aquí?
-No, ni si quiera sabía que bailase, a parte de ese par de semanas.- Eso es lo que más me ha molestado. ¿Cómo puede bailar así y que yo no tuviera ni idea? Cuantas cosas más no sabré.
-Habrá seguido por su cuenta, no creo que nadie aprenda a hacer “eso”.- Señala a la pareja con un dedo, quienes están haciendo una pirueta.- ... en un par de semanas.
Acaba la canción y cierran el baile con un apasionado abrazo, las caras muy juntas, como si se estuvieran besando, pero... no creo que lo estén haciendo...
El público aplaude, todo el mundo los estaba mirando.
-Ey, vamos a saludarlos ¿no?.- Antes de salir de mi asombro ella levanta el brazo y hace señales delatando nuestra posición.
Quise detenerla. Agarrarle el brazo y salir corriendo. Esconderme. ¿Pero cómo le explicaría que no quiero felicitar a mi hijo después de algo así?
Cuando me voy a dar cuenta ya nos ha visto, y vienen hacia aquí.
Vale, hay que afrontar esta situación, y salir de ella cuanto antes. Recito en mi cabeza adelantándome para encontrarlo. Dándome fuerzas.
-Ven conmigo.- Lo agarro por el brazo y trato de conducirlo a un lado del local. Pero se opone y me frena.
-Espera, os presento primero.- Me dice con una tranquilidad sobrehumana. Me acerca a la chica.- Esta es Verónica.- La miro y le concedo una simple sonrisa.- Vero esta es Eva.
-Encantada.- Dice ella con una voz agradable y con tono sincero.
Aunque de reojo me analiza bien, me hace un escáner de cuerpo completo. Pensándolo mejor ya no me parece tan sincera.
-¿Nos disculpas un momento?.- Y aunque no me disculpase, me llevo a Pau igualmente.
-¿Qué haces aquí?.-Le digo enfurecida.
-¿Qué hago aquí?.- Se hace el tonto y me cabrea aún más.
-¿Qué haces aquí Pau, me has seguido? ¿Cómo sabías que estaría aquí?
-Me he enterado, simplemente.-Se encoge de hombros cabizbajo.
-¿Que te has enterado? ¿Cómo?
-Eso da igual. He venido por ti, ya lo sabes. Para qué me voy a andar con rodeos.
-¡Pau!.- Doy un taconazo en el suelo.- Lo tenías planeado.
-¿El qué?
-Venir aquí y bailar con tu amiga para que te viera.
-¿Y por qué querría yo eso?¿Para qué querría que me vieras?
-No lo se.- Me está confundiendo.- Entonces ¿qué es lo que pretendes?
Se calla. Se cruza de brazos y se balancea de un lado a otro.
-Dime, te lo estabas pasando bien en tu cita, era agradable la compañía.- Me pregunta con rintintín. Como si supiera la respuesta.
-Genial, ¿y tú?.- Le contesto soberbia.
No me responde. Mira hacia otro lado, donde están nuestras parejas.
-A Mª José parece que le gusta Verónica, ¿no crees?.- Me las señala para que las vea bien.
Se las ve acarameladas. Todo esto me parece muy sospechoso.
-¿Por qué no le has dicho a esa chica que yo era tu madre? Me has presentado como “Eva”.
-Tú sabes que eso siempre lleva a preguntas. Nadie se cree que seas mi madre. Estoy seguro de que la gente aceptaría antes que fueras mi sobrina a mi madre, y más como vas hoy.
-Que nos llevamos once años y a los once uno puede tener hijos...- Me llega con retraso el comentario que me ha hecho sobre mi aspecto.
Me ruborizo y miro al suelo. Quiero chillar, pero... únicamente miro al suelo.
-Además, si todo el mundo lo supiese todo sobre mi, dejaría de parecer misterioso y con ello perdería gran parte de mi atractivo.- Dice con cómico desaire. La verdad es que me hace reír, no se cómo.
-¿Y por eso no me habías dicho que bailabas?.- Me detengo un segundo a mirarlo.- ¿De donde has sacado esa ropa?
-Es atrezzo. ¿Qué parezco? Mira los zapatos.- Parece muy ilusionado y ansioso.
-Si, ya me había fijado, son autenticos.- Blancos con la punta y el taco negros. Típicos del tango.
-Lo auténtico es que son tres números menos que mi pie,dentro de un rato me dolerá.- Me desvía del tema.
-Entonces qué, ¿te vas tú o me voy yo?.- Tomo las riendas.-Sabes qué, mejor me voy yo.- Me doy la vuelta dispuesta a irme.- Nos vemos ya en la casa.
-Espera, no por favor.- Me detiene poniéndose se ante mi.
-¿Pero qué es lo que quieres? ¿A qué quieres que espere?
-Solo... baila conmigo una vez.-Me lo pide mirándome a los ojos.- Aunque solo sea una.
-No voy a bailar contigo.-Me niego a pesar de lo increíble que debe ser.
En una situación normal, hace un par de días por ejemplo, si me hubiera enterado de que Pau baila así, le habría obligado a enseñarme y a practicar conmigo una y otra vez. Pero la situación ha cambiado. Esa es la verdad, y no voy a concederle un baile que le haga crearse falsas expectativas.
-Pero si ya has bailado conmigo un millón de veces, hazlo ahora que sé. Es por que piensas... ¿qué? ¿Que me voy a enamorar más de ti? ¿O qué? ¿Tan presumida eres? A lo mejor lo haces fatal.
-¿Y tú que eres ahora, el dios del baile? ¿Que sabes dar cuatro pasitos y ya te crees super importante?
-¡Ja!.- Se ríe exagerando.- Que mala es la envidia...
-¿Envidia?.- Cuando me quedo sin argumentos es cuando suelo salir de la confusión mental a la que me somete.- Da igual, la cosa es que no vamos a bailar juntos.
-Un tanguito argentino.- Dice poniendo el acento de allí, agarrándome de la mano y la cintura y haciéndonos dar una vuelta.
-¿Sabes que pasa? Que no te atreves. No te atreves porque no sabes si podrás resistirte.- Me dice sin soltarme...
... y empieza a bailar.
Camino de espaldas, él me lleva. Me mira a los ojos con una medio sonrisa. Freno y le hago retroceder.
-Eres un niñato engreído, mal educado y presuntuoso. ¿Por cual de esas tres cualidades no me podré resistir primero?.- Seguimos bailando.
-No, en realidad yo solo pensaba en mi cuerpo.- Sonríe y me hace dar una vuelta a su alrededor.
Lo miro incrédula. Este no es el Pau de siempre. Este es insolente y... desvergonzado. Eso es, desvergonzado, no siente ningún pudor de hacer lo que está haciendo; bailando conmigo. Podría haberme dicho lo que siente por mi y seguir como siempre, pero no. Se ha venido hasta aquí para bailar conmigo. Para lanzarme dardos.
-Ya es suficiente. Me voy.- Digo con todo el dolor de mi corazón.
-¡No, espera! Espera un momento.- Me detiene de nuevo.- Recuerdas lo de que, ¿un tango dura siempre, aproximadamente tres minutos? Si tu pareja no te gusta no pasa nada porque en poco tiempo acaba el baile y te buscas otra. Concédeme solo eso, tres minutos, y ya no te molestaré más. Para hablar contigo abierta y sinceramente. Luego, si quieres, todo volverá a ser como antes. Te lo prometo.- Parece sincero.
-Esta bien.- Resoplo. A ver si así saco algo en claro de todo esto.
Me agarra de la mano, será para que no huya. Lanza un silbido que llega hasta el otro lado de la sala, donde un amigo lo escucha y le hace una señal. Al momento empieza a sonar una canción. Es de Gotan Protect, me suena, pero no se cual es.
Pau me lleva a un lado de la pista que está despejado. Me sujeta una mano y me coloca la otra cobre su hombro.
-Que alta estás.- Comenta mirándome a los pies.
Sonrío tímidamente y le muestro los tacones.
Se acerca más a mi y me rodea por la cintura.
-No te agarres a mi hombro, no te apoyes, solo posa la mano en mi brazo.-Él posa la suya en mi espalda. Coloca los pies y me mira a los ojos.
Por un segundo se me olvida todo. Dónde estoy, qué estoy haciendo y con quién estoy. Solo veo una acogedora y romántica escena donde los protagonistas son dos completos desconocidos para mi. Recupero la consciencia cuando me habla, siendo consciente del caos.
-¿Vamos?.- Me dice temiendo un cambio de parecer por mi parte.
Ya que hemos llegado hasta aquí, lo mejor será continuar. Serán tres minutos tan solo y quizás me aclare algunas dudas.
-Venga.- Le contesto.- Estoy lista.
Me sonríe y en un abrir y cerrar de ojos ya estamos bailando. Es muy bueno. Pensé que después de tanto tiempo no sabría desenvolverme, pero él me guía muy bien, me lo pone fácil.
-No pierdas el eje.- Me advierte.- Recuerda, pecho fuera y caderas atrás. Como si estuvieras luchando contra mi.- Sonríe incitándome.- Pero no como los sumos, sino que, yo avanzo hacia ti.- Lo hace y retrocedo.- Y tú te opones.- Me toca a mi avanzar hacia él.
-Dime la verdad. Tenias todo esto planeado.- No pregunto, afirmo. Lo del silbidito con el amigo me lo ha dejado bastante claro.
-Si, aunque no para hoy, la verdad. Lo de hoy ha sido un poco improvisado.- me contesta despreocupado. Supongo que está pensando en los pasos.
-¿Cuando planeabas decírmelo?
-De un momento a otro.- Sentencia.- Quizás la semana que viene, o en una par de meses. No lo había decidido, solo esperaba el momento.
-¿Y por qué has escogido este momento?
-Ha sido un compendio de varias cosas, pero... sobre todo... creo que ha sido por Mª José.- Me hace retroceder de nuevo. Está llevando el baile al ritmo de la conversación.
-¿Por ella? ¿Por qué?
-Supongo que por celos, por envidia o por coraje. Quizás por las tres cosas juntas.- Sigue sin mirarme a los ojos, aunque su cara esté tan cerca de la mía.- Yo puedo darte mucho más que ella.
Me da la vuelta y me coloca de espaldas a él. Pasa sus manos por encima de mi vestido, acariciando tan solo la tela, tal suelta que apenas llego a notar sus dedos en mi piel.
Lo que si noto es su respiración en mi pelo. Trago saliva y contengo el aliento. Se me ha echo un nudo en el estómago y no me... sentiré mejor hasta que se aleje un poco de mi.
Me doy la vuelta y con las manos en su pecho lo empujo hacia atrás.
-Ahora si lo estás haciendo bien.- Se ríe.
-Pau, no has querido presentarme como tu madre por las preguntas. ¿Qué crees que diría la gente que sabe que soy tu madre adoptiva si nos ven juntos? ¿No entiendes los problemas que conllevaría eso?
-¿Y Woody Allen qué? Que se casó con su hija adoptiva 30 años más joven que él.- Sonríe. Es muy optimista, tan seguro de si mismo.
-¡No es lo mismo! Porque para empezar no se ni de lo que me estás hablando.- Me empiezo a poner nerviosa.
Al compás de la música, me agarra con fuerza y me estrecha contra su cuerpo. Me sostiene en esa posición.
-Te amo.- Se me ponen los vellos de punta.
-Yo también te amo mi vida.- Le pongo la mano en la cara con dulzura y me retiro de él.- Pero de otra forma. Y no puedes cambiarla.- Cambia totalmente la expresión de su rostro.
-¿Tampoco puedo intentarlo?
-Pues, sinceramente, no. No quiero que lo hagas, no quiero que lo intentes. No quiero que me lances indirectas. No quiero nada, nada de eso. Esta mañana me has hecho algunos comentarios que, no se... me han hecho sentirme agobiada e incómoda.
-Quieres más espacio.- Me agarra por los brazos y bailamos más separado.
-Ahora no estoy bailando, estoy hablando.- Paro en seco y me pongo seria.
-Lo siento. Lo siento muchisimo. Ya te he prometido que después de este baile todo volverá a ser como antes.- Me agarra de nuevo y seguimos bailando.- No te molestaré más con ningún comentario. Incluso se te olvidará que este día a tenido lugar, o pensarás que fue un sueño. Por mi parte, no encontrarás ningún asomo de interés, más allá del fraternal, con lo que podrás estar tranquila. ¿No hemos llegado a eso?
-No, no tiene sentido. Es una locura.- Se supone que yo tendría que seguir comportándome como si nada, y él igual. Como si no lo supiera o como si no me afectara.
Debe ser agobiante, aunque así es como ha debido sentirse él este tiempo, ¿no?
-Mira lo que hago.- Da unos cuantos pasos y yo le sigo.
Es alucinante como estamos bailando. La canción se llama milonga de amor, no podía tener otro nombre. Me siento como una bailarina profesional. Pau está totalmente serio, concentrado.
En este momento me siento más relajada, e incluso me permito mirarlo a la cara, que está tan cerca de la mía. Se me escapa una sonrisa y cuando me voy a dar cuenta, me sostiene en el aire, acercándome al suelo. Sin dejar de mirarme a los ojos desliza su mano por mi pierna para hacerme levantarla. Muy despacio, lentamente sigue bajando mi cuerpo mientras mi pierna sube. Se acerca a mi, a mi cara, a mi boca. Me mira como calculando donde pondrá sus labios, si en los míos, en mi cuello o en otro sitio...
Pero de pronto me levanta y del impulso me hace dar un par de vueltas. Me quedo sorprendida y respiro como si hiciera un rato que se me hubiese olvidado.
-La canción está a punto de acabar y antes quisiera decirte algo. Antes de no volver a mencionar este tema.
-Ya que estamos te voy a preguntar yo algo también.- Le digo directa.
-¿Qué?.- Parece sorprenderse.
-¿Qué quisiste decir con que no me puedo comer la manzana? ¿Es uno de tus rollos psicológicos verdad? Dime.
-Vaya.- Resopla.- Si, algo así. Verás... la manzana me representa a mi.
-Ah, entonces entenderás que no me la piense comer ¿no?
-Si, pero no puedes tirarla. Deja que se pudra, si quieres, pero no la tires.
-Es una simple manzana.- Protesto.
-A partir de ahora no lo es.- Me mira a los ojos.
-¿Qué era lo que me ibas a decir?.- Corro un tupido velo, sobre su mirada concretamente.
Me mira y me sonríe, cambia totalmente de actitud.
-Que estás muy, muy guapa hoy.- Se ríe y se avergüenza.- En serio, cuando antes te he visto... se me ha caído la bandeja con todas las cosas que llevaba. Me vuelvo un patoso cuando estás cerca.- Dice cogiéndome por la parte interior del muslo, pegando mi pierna a su cuerpo y arrastrándome hacia él. Yo me agarro de su cuello y nuestras caras están muy juntas. Siento su respiración en mi pecho.
-Yo creo que no lo haces tan mal.- Se me escapa.
-¿Cómo?.- Me mira a los ojos, pero sin soltarme.
-Quiero decir que... yo no te veo patoso, estás bailando bien.- Empiezo a preguntarme cuando me soltará.
-Porque me concentro.- Se acerca aún más.- en los pasos.
-Y... ¿eso era todo lo que ibas a decirme?.- Siento que me está estafando.
Me planto y me cruzo de brazos. Me suelta.
-¿Qué más quieres que te diga? ¿Que quiero pasar el resto de mi vida contigo? Eso ya debería sobreentenderse.- Con suavidad coge mi brazo lo pone de nuevo en su hombro. Con una caricia levanta mi pierna y me hace colocarla alrededor de su cintura.- ¿O que te diga que quiero hacerte el amor dulcemente hasta el resto de nuestros días?.- Se acerca más a mi.- Bueno, quien dice dulcemente dice salvajemente.
La canción acaba, y yo estoy petrificada. Siento mucho calor, las mejillas me arden. Estoy perdida en sus ojos. Quiero que me suelte ya,... o que me bese, pero que sea ya, porque si no me voy a desmayar. Necesito salir de esta situación como sea. ¡Reacciona!