So Deep (Capítulo 3)
Tercer capítulo de la novela erótica entre una madre y su hijo...
Capítulo 3
Nos pilló por banda finalmente anoche. Vic y yo estábamos hablando de tonterías en el salón y mi madre acababa de acostar a Carlos y Alexis. Entró en la habitación haciendo un gesto de dramatismo y misterio. Se puso frente a nosotros, nos miró y cogió aire.
-Chicos, agarraos a los asientos, tomad aire, bebed agua, que vamos a hablar de sexo.
Vic se atragantó. Ella se sentó despacio en el sillón individual.
-¿A estas alturas pretendes enseñarnos lo de las abejas y las flores?- Dije en tono de burla.
-No, tranquilos. Eso se lo enseño a Alexis.
-Es que eso está desfasado hasta para Carlos.- Rió Vic.
-Bueno, que no es de eso de lo que quiero que hablemos.- Dijo empezando a ponerse nerviosa.
-Entonces, ¿qué es lo que quieres decirnos? - Atajé.
-En realidad no quiero deciros nada, quiero que me lo digáis vosotros a mí. - Resumió.
Hubo un silencio hasta que Vic respondió.
-¿Quieres que te expliquemos cómo se hacen los niños?.- Extrañado.
-No me seas de pueblo chico.-Le dijo a Víctor.- Lo que quiero es saber de vosotros. Lo que hacéis, lo que no hacéis. Si sois prudentes...¿Me entendéis?.-Dijo dudosa.- Yo creo que tenemos la suficiente confianza como para ser sinceros entre nosotros.
-Ya lo entiendo.-Dijo Vic.-Tú lo que quieres es jugar a la verdad.
-¿Qué dices?.-Repliqué.-Ella lo que quiere es información a cambio de nada. De un “gracias” como mucho. No va a jugar a la verdad.
-¡De eso nada! La información tiene un precio.-Dijo indignado.-Si quieres saber cosas de nosotros tendrás que contar cosas tuyas.-Le dijo con descaro.
-¿Pero qué es eso de la verdad?.- Dijo intrigada.
-Es un juego.-Empecé a explicar.-Alguien hace una pregunta personal a otro, y éste tiene que contestar la verdad. Luego el otro es el que pregunta. Y así se puede continuar hasta aburrirse.
-Tío, a quien le diga que voy a jugar a la verdad con mi madre no se lo cree, y encima me pega...
-Sé lo que es.-Dijo mi madre.- Yo también he jugado a eso. A ver cuántos años os habéis creído que tengo. Ochenta por lo menos, ¿no?
-Conque sí, ¿eh? - Rió Vic.- Te vas a enterar. Yo pregunto primero.
-Pues empieza tú primero que luego me tocará a mí.- Sonrió ella.
-¿Qué le pregunto? - Me dijo al oído Víctor.
-Pregúntale qué es lo que quiere saber en realidad.- Le contesté.
-A ver.- Dirigiéndose a ella.- ¿Por qué estás dispuesta a jugar a la verdad para sonsacarnos información? ¿Qué es lo que quieres saber? Sin rodeos.
-No quiero saber nada en concreto.- Dijo con sinceridad.- Simplemente quiero saber de vosotros, y me parece justo que vosotros sepáis de mí.
-Me has hecho desperdiciar una pregunta Pau.- Me dijo él enfadado.
-Me toca.- Dijo ella inclinándose hacia Víctor y mirándolo fijamente a los ojos.- ¿Has mantenido relaciones sexuales con otras personas?
-¿Pero por qué me lo preguntas así? - Dijo tapándose la cara con un cojín.-¡Qué vergüenza más grande!
-Pues tienes que contestar porque yo lo he hecho.- Replicó ella.
-Venga ya, contéstale.- Apremié.
-Bueno, sí, lo he hecho.- Respondió sin mirarla a la cara.- Venga, otra pregunta.
-Me toca a mí.- Dije yo mirándola.
Quería preguntarle tantas cosas que no tenía ni idea de por dónde empezar. Debía empezar por preguntas suaves, e ir pasando a las más duras. Tampoco debía hacer preguntas estúpidas y perder esta gran oportunidad que podría no volver a repetirse jamás. Además, Vic no debía notar que mi interés era diferente al suyo. Él quería reírse de ella y así sentirse menos idiota cuando le tocara responder. Yo quería saberlo todo de ella.
Mi primera pregunta surgió sin más.
-¿Cuándo fue la última vez que te acostaste con alguien?
-Hace...- Se lo pensó.- Cuatro siglos.- Rió.- Quiero decir... cuatro años.
-¿Cuatro años?.- Exclamó Vic.
-¡Pero si esa es la edad de Alexis! Llevas sin hacerlo, ¡toda una vida! ¿Qué pasa?
¿Que tuviste que hacer un trato con las monjas para que te lo dieran o qué?
Mi madre se rió. La verdad es que yo tenía esperanzas en que hubiera contestado al menos siete años. El tiempo que yo me había pasado espantándole los ligues desde Ramón.
-Bueno, la verdad es que es es la última vez que me acosté con alguien, pero no la última vez que..., ya sabéis.- Balanceó la mirada a un lado y a otro.
-¿Qué quieres decir? - Reaccioné yo.- ¿Que te has liado con más gente?
-Sí, bueno, pero eso ya es otra pregunta, ¿no? - Dijo ella.- Y ahora me toca a mí.- Subió los pies al sillón y se acomodó apoyándose en el reposabrazos.- ¿Y tú?- Dijo mirándome.- ¿Con cuántas chicas has hecho el amor?
Me tumbé en el sofá y me tapé con una manta que había por allí. Me sentía acorralado. Tenía que responder con la verdad.
-¿Yo? Con ninguna. Te lo juro.- Dije mirándola de reojo por encima de las gafas.
-¡Ay! Serás embustero.- Saltó Vic.- No te lo creas, para nada.- Le dijo a mi madre.- Yo te voy a decir con cuántas... ¿sabes cuánto son doce docenas?
-¿144? - Resolvió ella.
-¡Eso el mes pasado! A la fecha de hoy puede que la cifra haya subido.- Me miró pronto con recelo, como si hubiese tardado en notar el picor de la mirada que le estaba echando.- Bueno pero no me mires así que estabas mintiendo.
-Lo que quería decir es que yo no hago "El Amor".- Hice el gesto de las comillas con los dedos.- Yo practico el sexo.- Puntualicé.- Si hubiera preguntado con cuántas chicas he follado habría contestado otra cosa. Pero no.
-¿Entonces nunca has hecho el amor? ¿Esa es tu respuesta? - Quiso aclarar ella.
-Sí, esa es mi respuesta.- Lo que más deseaba en ese momento era mirarla a la cara y decírselo todo. Sin embargo no podía reaccionar, no podía mirarla a los ojos. Me sentía abrumado. Además, Vic estaba ahí, desbaratando todas mis ilusiones con su presencia.
-Buah, qué mariconada.- Se carcajeó Vic.- Menos mal que ya me toca preguntar a mí...Bueno, mami.- Dijo con rintintín.- ¿Qué es lo más fuerte que has hecho jamás?
-Lo más fuerte...- repitió ella y empezó a reírse.- Seguramente fue cuando vivía en la residencia de las monjas. Un día metimos al novio de una amiga en la habitación y entre tres lo atamos a una cama y lo medio violamos... Claro que para ponerlo cachondo nos liábamos entre nosotras y eso.- Dijo con toda la normalidad del mundo y terminó riéndose.
Vic hizo una mueca de espanto. Para él, lo más fuerte que hay es el 69 y poco más.
-¿Cómo puede poner cachondo eso a nadie?- dijo él.
-Eso es porque me miras como a una madre, pero a él le encantó.- Rió de nuevo.
A mí también me estaba encantando. Menos mal que tenía mi mantita para que no se notara.
-¿Qué es lo más fuerte que has hecho tú, Víctor? - preguntó ella.
-El 69.- Dijo orgulloso.
-¿Y tú Pau?
-No sabría decirte, la verdad.- Respondí.- Además me toca a mí.- Lo pensé durante unos segundos y me lancé a preguntar.- ¿Entonces eres bisexual? Por lo que has contado de tus amigas y como vas a salir con Mª José... ¿te gustan las mujeres?
-A ver, yo me considero una "libre amorosa", porque creo que todo el mundo tiene derecho a amar a lo que se le antoje. Es decir, a un hombre, a una mujer, a un perro o a un taburete...¿me entendéis?
-¿Y qué opinas de la pederastia? - Me interesé.
-Opino que eso es lo mismo que la violación.- Respondió seca y cambiando totalmente la expresión de su rostro.- Yo puedo entender que alguien sienta una atracción hacia un niño...- Cogió aire, parecía que el tema le afectaba.- Pero de ahí a obligarle a hacer algo es un salto muy grande.
-Entiendo.- Respondí.- ¿Pero y si el niño está de acuerdo en esa relación?
-¿Pau? - Se sorprendió.- ¡Un niño! Un niño no es consciente de esas cosas y de cómo podrían afectarle en la madurez.
Se quedó pensativa durante un rato, como ida, hasta que Vic saltó.
-¿Alguna vez te has sentido atraída por nosotros o por algún otro niño? - Dijo muy serio con cara de dramatismo.
-¡Qué tonterías dices Vic! - Contestó saliendo de la nube de pensamientos que la envolvían.
-Sólo quería asegurarme porque no he entendido eso de libreamorosa.- Explicó.
-Creo que lo que quiere decir es que cada cual haga lo que quiera pero respetando a los demás.- Le aclaré.- ¿Es eso? - Me dirigí a ella.
-Sí, eso es.
-Pero entonces las tías te ponen cachonda, ¿no? - Atajó Vic.
-¿A ti e ponen cachondo todas las tías?
-No, todas no. los chocos no me ponen nada.-Rió él.
-Pues yo igual.-Concluyó ella y se rió con picardía pasándose la lengua por los dientes.-¿A quien le toca preguntar? Creo que a mi.-Se lo pensó y me echó una mirada de arriba a abajo. La siguiente pregunta iba a ser para mi.
-Pregúntale si se a liado alguna vez con un tío, que a mi no me lo quiere decir.-Saltó Vic.
Antes de que mi madre me dirigiese la mirada interrogante me levanté me levanté del sofá de in salto y me dirigí a mi cuarto.
-Uy, mi móvil está sonando,voy a cogerlo.-Dije.
-¡Mentira, yo no oigo nada!.-Chilló Victor para que lo oyera desde la otra punta de la casa.
Esperé a que hablasen de otra cosa para volver al salón. Cuando lo hice mi madre le preguntaba a Vic si siempre usaba condón. Él le dijo que si y ella se volvió para preguntarme a mi mientras me sentaba.
-¿Te han pegado alguna enfermedad de transmisión sexual?.-Me dio la sensación de que sabía que si.
-He tenido algunos picores, pero nada serio.-Le contesté con naturalidad.
-¿Y alguna vez has tenido que ir a pedir la píldora del día después?.-Siguió ella.
-Alguna vez.-Dije con pesar.
-Y por qué haces eso?¿Por qué te pasas el día saltando de cama en cama?¿Es que no encuentras ninguna chica que merezca la pena?
-No, ninguna de esas merece la pena.-Le dije.-En todo caso un revolcón, pero nada más.
-qué estas esperando,¿a que llegue?
-¿Quien?.-Me intrigué.
-La chica de tus sueños.-Dijo con obviedad.-O más bien estás haciendo tiempo.
-Eso es.-Le sonreí.-Has dado de lleno.
-Claro, claro, claro...-canturreó.-Por eso dijiste antes que tú no haces el amor sino que practicas sexo, ¿eh?
Me daba la sensación de que se estaba burlando de mi y no le respondí nada.
-Pau, relájate que esto no es un maratón.-Me alentó ella.-Mírame a mi, todavía estoy esperando a mi príncipe azul, pero con paciencia, que es la madre de la ciencia.-Sonió.
-Entonces, ¿por qué vas a salir con Mª José? ¿Tienes esperanzas o ilusiones en que pueda ser tu princesa azul? - Le dije mirándola a los ojos.
-Claro que no.- Rió.- Pero nunca se sabe.- Me devolvió la mirada.
-Mamá.- Saltó Vic.- ¿Y tú alguna vez le has puesto los cuernos a alguien?
-No, pero me los han puesto a mí.- Sonrió de forma dolorosa.- Cuando yo me enamoro de alguien sólo pienso en esa persona.
-¿Y tú estás enamorada? - Insistió él.
-Sólo de vosotros mis bebés.- Dijo cariñosa.
-No, no, eso no es lo que yo quería decir.- Dijo Vic.
-¿Querías decir que en quién piensa cuando se masturba? - Le pregunté a él.
-No, tampoco.- Exclamó.
-Bueno, pero no es una mala pregunta.- Sonreí y la miré esperando la respuesta.
-Eso es muy íntimo, no os lo voy a decir a vosotros.- Se acomodó en el sillón rodeándose las piernas con sus brazos y asomando los ojos por encima de ellos. Esto en psicología sería un acto inconsciente de defensa.
-Da igual, de todas formas yo sé la respuesta.- Le sonreí burlonamente.
Se impresionó y saltó del sillón para darme una torta en el brazo.
-¿Tú qué vas a saber mal educado? - Chilló ella, pero terminó riéndose y mirándome con curiosidad cuando se sentó de nuevo.
-Sí, sí, no te hagas la tonta. - Me seguí burlando.- Que todos nos hemos dado cuenta de cómo se te cae la baba con cada película de Brad Pitt, que incluso te pusiste a buscar la primera porque te habías enterado de que salía desnudo...
Se quedó con la boca abierta, Vic empezó a reírse.
-Es verdad, no lo niegues.- Rió más.
-Vale, lo admito. Amo a Brad Pitt, pero no se lo digáis a su mujer que podríais estropear mis planes de conquista.- Se burló.
-Si quieres hacemos un trato.- Siguió Víctor.- Para ti el Pitt ése y para mí Angelina Jolie.
-Me parece un buen trato. Venga, vete adelantando que yo te alcanzo.- Se rió ella.
-Sí, ¿no? - Se mosqueó él.- ¿Y con qué frecuencia piensas en Brad Pitt? Ya por curiosidad.
Esa pregunta fue genial. Quise abrazarlo y todo.
-Pues por lo menos una vez a la semana.- Le respondió con descaro.- ¿Y tú? - Desafiante.
-Por lo menos una vez al día.- Admitió Vic.
-Y...¿has probado la masturbación anal? - Le dijo ella sin ningún pudor. No pude más que reírme.
-No, claro que no.- Dijo con un gran gesto de desdén y asco.
-Vamos Vic, no me irás a decir que no sabes que el punto G de los chicos está en el recto, ¿verdad? - Siguió ella y de nuevo me dio la risa.
-No, no, no... A mí no me cuentes pegotes, yo no me meto nada por el culo.
-¿A qué le tienes miedo Vic? ¿A que te encante y te vuelvas loca? - Me pitorreé.
-Mira Pau, déjame de mariconadas.- Dijo con desprecio.
-¿Que te deje de mariconadas? - Exclamé.- Ven aquí que te voy a enseñar lo que es un hombre.
Salté por encima del sofá, lo agarré del cuello me puse encima suyo. Empezó a gritar y a patalear para apartarme.
-¡No te resistas bribón! - Le dije con rintintín.
-¡No! ¡Para! - Lloriqueaba y se reía.
-¿No me vas a dar un beso?, ¿a tu hermano, que te quiere tanto?
-No por favor, ¡no!
Mi madre se desternillaba.
-Vic, la homofobia es una enfermedad, voy a curarte porque me preocupo por ti.- Lo agarré con fuerza y lo besé. Se revolvió más y me apartó de una patada.
-¡Tío qué asco! - Se limpiaba la boca con el dorso de la mano.- ¡Me has metido la lengua!
Mi madre se reía y aplaudía.
-No te hagas el estrecho que sé que te ha gustado.- Le guiñé un ojo y me senté de nuevo en mi sitio.
-Te lo digo en serio.- Amenazó.- Es que... prefiero que me des una bofetada antes de que vuelvas a hacerlo.
-¿En serio Vic? ¿De verdad prefieres que te pegue? - Me sorprendí.- Pues a mí eso no me parece normal. ¿Por qué tienes tantos prejuicios?
-No son prejuicios, es simple asco.- Me encaró desafiante.
-Ah, ¿sí? - Respondí aceptando el duelo.- Y si hago esto, ¿qué? - Con un rápido movimiento le metí el dedo en la nariz, y antes de que se diera cuenta ya estaba otra vez en mi sitio.
-¡Ay, mierda! - Se sorprendió.
-Y eso, ¿qué te parece? - Reí.
-También es asqueroso.- Se restregaba la nariz con la mano.
-¿Y en la oreja? - Le metí el dedo en ella.
-¡Joder para! - Se enfureció.
-¿O prefieres que te pegue? - Le di un puñetazo en el brazo que me dolió hasta a mí.
-¡Pau! - Chilló.
-¿Eh? Dime, ¿qué te ha molestado más?
-Ya te pillaré desprevenido.- Amenazó mirándome con coraje mientras se rascaba el brazo.
-¿Cuándo tengas tus propios hijos también les enseñarás así Pau? - Intervino mi madre
-Probablemente... - Sentí una punzada en mi estómago.- ¿Crees que lo estoy haciendo mal?
-No lo sé.- Rió.- Vic, ¿has aprendido algo?
-Sí, que no debo jugar con vosotros a nada que no sea el parchís. Me voy a la cama.- Se levantó y le dio un beso a mi madre en la mejilla.- Buenas noches.- Le dijo. Se acercó a mí y se dio la vuelta de golpe.- A ti nada - me despreció.
-Buenas noches a ti también.- Alcé la voz mientras cruzaba la puerta del salón.
Nos quedamos solos ella y yo. Nuestras miradas se cruzaron.
-Bueno.- Rompí el silencio.- ¿Quieres seguir? - Intrigado.
-No, en realidad ya es tarde y esto no ha servido de mucho. Más bien ha sido una tontería.- Sonrió.- Seguimos teniendo una charla pendiente.- Dijo levantándose.
-Pues dime qué quieres saber.- Insistí.
Se sentó junto a mí en el sofá, me rodeó por el cuello y me abrazó.
-¡Ay mi niño! - Me estrechó cariñosa.
Me quedé cortado. Ella me pone muy nervioso, y Vic ya no estaba para refugiarme tras su desparpajo.
La rodeé tímidamente por la cintura y apoyé la cabeza en su hombro. Sus pechos quedaban a centímetros de mi cara.
-¿No tienes calor? - Dijo apartando la manta.
-Un poco.- Respondí sin mucho interés.
-Ven aquí y dame unos arrechuchones anda.- Me abrazó y me estrujó.- ¡Ay! - Dijo cariñosamente mientras me acunaba.
-Para, me mareas.- Me solté y la rodeé yo a ella por los hombros. Se recostó para acomodarse y se quedó pensativa.
-Oye, Pau, ¿puedo pedirte un favor un poco peculiar? .- Dijo pasándome la mano por la cara.
-Claro, ¿qué?
-Te va a sonar raro, pero... ¿por qué no te echas una novia? - Me dijo mirándome a los ojos con recelo.
-¿Cómo? - Me impresioné.- ¿Qué quieres decir con que me eche una novia?
-Es que no entiendo por qué eres tan cabra loca para eso, con lo formal que eres para lo demás... Tú no eres así y no entiendo qué es lo que te pasa. - Explicó.- A lo mejor, si tuvieras novia, te centrarías en ella, todo sería más normal y yo no me preocuparía tanto por saber dónde estás, qué haces o con quién. ¿Entiendes?
-No, no lo entiendo. ¿Qué es lo que te preocupa exactamente? ¿Qué esté con muchas chicas? ¿Y qué diferencia habría para ti en que esté con una nada más?
-En que lo vería más normal, simplemente. ¿O cuántos chicos conoces que hagan lo mismo que tú?
-Los que no lo hacen será porque no puedan, no porque no quieran.- Le sonreí con obviedad.
-¿Y por qué lo haces tú? - Preguntó desafiante.
Tardé unos segundos en responder. Me miraba a los ojos esperando. En mi fuero interno deseaba que fueran celos.
-Lo hago por amor.
-¿Te estás riendo de mí?- contestó.
-No. Bueno, un poco. No te enfades.- Le sonreí con timidez.- ¿Por qué crees tú?
-Mira Pau, te voy a ser sincera.- Parecía que le costaba mucho decir lo que estaba a punto de decir.- Yo creo que tú eres un chico formal y tímido, pero te he visto con algunas chicas y con ellas te comportas de una manera totalmente diferente. Parece que tuvieras dos personalidades, la de la casa y la de la calle. - Se retiró de mí un poco acomodándose en el sofá.
-Todo el mundo finge alguna vez ser quien no es para impresionar a alguien.- Repliqué tranquilo.
-¿Y cómo eres en realidad? .- Preguntó con cautela.
-¿No lo sabes?
-No lo sé. Dímelo.
La verdad es que había sido un pregunta absurda. Claro que no sabía cómo era yo, nunca se lo había dicho. Nunca le había explicado por qué hago las cosas, nunca le había dicho que la amo; que ella es en lo único que pienso y que por ella hago todo lo que sea necesario.
Pensaba decírselo, está claro, pero no hoy. Me cuesta demasiado hablarle y ser sincero. No sé cómo va a reaccionar, y tampoco sé cómo reaccionaría yo. A veces mi mente y mi cuerpo no se sincronizan muy bien. Podría planearlo, estudiar las palabras que diré o los movimientos de mis manos para recorrer su cuerpo. Pero al final..., mi mente se hará un lío, no recordaré lo que quiero decir. Querré tocarla, besarla, y mis manos temblarán, todo mi cuerpo, y entonces no habrá marcha atrás, será saltar o saltar. Más bien saltar o caer.
Quizás debería agarrarme a ella. Me está dando la oportunidad en este momento, como tantas otras veces, de serle sincero.
Por otra parte me da mucho miedo su reacción. No sé cómo va a responder ella, claro que eso también depende de cómo se lo diga yo. Para eso he practicado. Cada chica responde de manera diferente cuando le entra un tío. Depende de cómo lo haga el tío, en este caso yo. Lo mejor casi siempre es ser directo, esto te da una respuesta inmediata. Sí o no. El problema de esta opción es que cabe la posibilidad del no, y eso me mataría. También hay que ser realista, no creo que ella me dijera que sí inmediatamente, a menos que llevara tiempo pensándolo, y aún así sería difícil. Me ve como a un hijo, así que lo que tengo que hacer es que me vea como a un hombre.
-Bueno, ¿qué? ¿Me vas a contestar?.-Me dijo ella sacándome de la nube de pensamientos en la que me encontraba.
-Es que me cuesta mucho.-Me excusé.
-¿Qué es lo que te cuesta? ¿Saber cómo eres?
-No.- Respondí seco.- Yo sé cómo soy, pero me cuesta explicártelo a ti.- La miré de reojo con prudencia. El fuego se acercaba peligrosamente a la mecha.
-Bueno, tranquilo, tampoco quiero agobiarte ahora, pero piénsalo anda.- Empezó a levantarse y a recoger cosas que había por medio.
-¿Qué piense el qué? ¿Lo de echarme novia? - Me levanté también y la ayudé a recoger.
-No friki, lo de contármelo.- Rió.
-¿Me has llamado friki? - Dije extrañado y haciéndome el ofendido.
-Pau, tienes que admitirlo, eres un friki. - Se burlaba mientras salía del salón y se dirigía a la cocina.
-¿Y tú no eres friki? - La seguí.
- Todos llevamos un pequeño friki en nuestro interior, pero el tuyo está tan escondido dentro de ti, que el día menos pensado tratará de esconderse más y explotará, llenándolo todo de frikismo.
-Me dejas anonadado.
-Anonadada me dejas tú a mí.- Sonrió.
-En serio, antes me has dicho que tengo doble personalidad, y ahora que soy un friki implosivo.
-¿Implosivo o explosivo? - Trató de corregirme.
-Implosivo. Se me quedó de una peli; el ejemplo que pusieron para explicarlo era una mujer agresiva explosiva, que todos los días iba al súper a echarle la bronca a la pobre cajera por la subida de los precios. La cajera era agresiva implosiva, aguantó y aguantó las quejas de la mujer hasta que un día se llevó un arma y mató a la otra y a medio supermercado porque ya estaba hasta el c... moño.
-Jolín, ¿pero eso pasó en realidad?
-Hombre, pues no sé si ese caso en concreto será real, pero supongo que cosas así han pasado... y siguen pasando, que la gente está cada vez más loca.- Vi que abría la nevera y buscaba la leche así que me adelanté.- ¿Quieres que te prepare un chocolate?
-¿Tú lo vas a hacer? - Dijo cediéndome el sitio.
-Claro, con nata y virutas de coco.
-¡Qué rico! Y ya después nos acostamos que mañana hay que madrugar.
Se me cayó al suelo la bolsa del coco cuando dijo lo de que nos acostamos. Ella ni se fijó.
-Oye Pau, y tanto que te gusta la psicología, ¿por qué al final cogiste medicina? - Se sentó en un taburete junto a la encimera.
-¿Cómo que por qué? Si eras tú la que estaba emocionada pensando en cómo ibas a fardar con tus amigas de tener un hijo médico. Y con las monjas también.
-Bueno es que a las monjas hay que restregárselo bien, sobre todo a sor Pilar, que se le llenaba muy rápido la boca para decirme que no iba a poder cuidar de vosotros. Además es que con las notas que sacaste en bachiller y selectividad era una pena que desperdiciaras esa oportunidad.
-A mí en realidad me daba igual una cosa que otra así que...- Me encogí de hombros.
-Eso es lo que digo de ti. ¿Quién hace medicina porque sí? ¿Quién se va a esforzar en sacar una carrera difícil, porque es difícil, en algo que no le interesa?
-Vaya, interesante sí que es, aprendo un montón de cosas curiosas, y no me parece tan difícil. Lo único, las fórmulas que hay que aprenderse de memoria pero vamos...
-Lo que yo te diga, friki, friki. - Rió.
Le hice morisquetas y me sacó la lengua. ¡Dios mío, se la comería! ¿Cuál será su sabor?
Le serví el chocolate en su taza favorita. Una cursilada de color blanco y rosa, con un asa en espiral y purpurina. Bonita bonita, vamos.
-¿Qué vas a hacer mañana? - Dijo lamiendo la nata de la cucharilla.
-Por la mañana iré a arreglar los papeles de la matrícula y después a casa de Luís. ¿Por qué?
-¿Al piso de tu amigo Luís?
-Sí, ¿por? - A ella no le gusta demasiado él, será porque es lista.
-Porque últimamente estáis mucho en su piso.- Respondió quitándole importancia, cuando parecía que le interesaba.
-Es lo que tienen los pisos de estudiantes, gente. Si no voy lo desmitifico. - Ella sabe perfectamente lo que se hace en ese tipo de sitios, de todo menos estudiar. Tampoco se lo voy a ocultar descaradamente, pero no me voy a poner a explicarle todo lo que hago. Así que se haga ella la idea que quiera.
-A saber. Y a Luís era lo que le faltaba, más libertad para hacer lo que quiera.
-Lo juzgas por sus pintas.- Reí.
-No, eso no es verdad porque no me gusta desde antes de volverse un quinqui. ¡Es que no pegáis nada!
-Pero es buena gente mamá. Es amigo mío.- Trataba de convencerla pero nada. Nunca le había gustado. Desde que lo pilló fumando porros con 16 años, en la plaza mayor con los peores pintas de su barrio y en horario lectivo. Quizás si lo hubiera visto por la tarde o en fin de semana tendría otro impresión de él. Pero Luís lo estropeó cuando le tiró un borrador a la cabeza a un profesor en bachiller y en vez de dar su número de teléfono y que se enterase su padre le dio al director el teléfono de la mía. De ésta forma mi madre tuvo que poner la cara por él y soportar lo que ella llama "uno de los momentos de mayor vergüenza ajena de mi vida".
-Bueno, ¿y mañana vas a poder dejar a tu amigo un rato y cuidar a tus hermanos por la noche?
-Por la noche no iba a quedar con él. ¿Para qué? - Dije con curiosidad.
-Porque voy a salir.- Respondió con obviedad. Claro, había quedado con Mª José.
-¿Y no puede hacerse cargo Vic? - Repliqué.
-Supongo que sí, pero me quedo más tranquila si estás tú. - Ya estaba apurando su taza y rebañando el fondo. Enseguida se acostaría, y a mí me tocaría noche de insomnio pensando en ella.
-Bueno, si quieres te haré de canguro mientras tú sales por ahí de marcha con una tía, pero que sepas que no me hace nada de ilusión.- Más bien me encabronaba bastante.
-¡Ay lo más bonito! - Dijo agarrándome de la cara y besándome en la frente.
-Vas a necesitar más que eso para que me sienta agradecido. - Solté en voz baja.
-¿Cómo? - Preguntó distraída.
-Nada.- Repliqué y recogí. Enjuagué las tazas y algunos cacharros más mientras ella terminaba de prepararse para ir a la cama.
Salió de su cuarto y la vi cruzar el pasillo con una antigua camiseta mía. Le queda muy grande, el cuello se le escurría hasta el hombro y el largo hacía difícil reconocer si llevaba bragas o no.
De pronto, tropezó con unos juguetes y tiró un cubo lleno de cochecitos al suelo, que se esparcieron por todo el pasillo. Los dos corrimos a recogerlos, como si así evitásemos el ruido que ya habían hecho al caer. Nos agachamos a la vez y mientras ella recogía los coches yo me quedé absorto en una visión, la de sus pechos a través del cuello de la camiseta. Ella estaba de rodillas, inclinada frente a mí, alargando sus manos y brazos alrededor de su cuerpo para meter en el cubo los juguetes. Hubo un momento en el que los más cercanos a ella ya estaban tras de mí, y cuando se estiró aún más para cogerlos se dio cuenta de que mi mirada seguía el movimiento de su escote.
-¿Pau? - Exclamó sorprendida poniéndose la mano en el pecho para taparse con la camiseta.
¿Qué podía responder? Me había pillado de lleno. Lo único que podía hacer era quitarle importancia, pero me sentía tan estúpido de que me hubiera visto babeando por sus tetas que cuanto más tiempo pasaba más difícil se hacía.
-¿Por qué me estabas mirando las tetas? - Se empezó a reír.
-No te las estaba mirando. - Mentí descaradamente.- Yo estaba pensando, mirando al vacío, hasta que me las has puesto delante de la cara, entonces he mirado pero sin querer.- De repente mi excusa me pareció buena y aproveché.- Además te diré dos cosas. La primera es que te he visto desnuda demasiadas veces como para que te escandalices ahora. Y la segunda es que si no quieres que te miren, no enseñes.- Dije bruscamente recogiendo los coches de mi alrededor.
-¡Uy! Perdona hijo, perdona.- Dijo quitándole toda importancia al asunto.
Se levantó despacio y me dio la espalda. Ahora fueron sus braguitas blancas lo que llamaron mi atención, enmarcando su precioso trasero. De ahí continuaban sus esbeltos muslos, uniéndose en unas apetecibles mollitas que no cubrían las bragas. Más abajo quedaban las rodillas, una curva abierta y perfecta receptora de las más dulces caricias. Los gemelos, duros y tersos, una de las partes más excitante de una mujer. Una delicia al tacto.
De nuevo divagaba, y se iba a dar la vuelta. Terminé de recoger rápido y me levanté. La encontré de frente y me miraba. Sabía que llevaba un rato rojo como un tomate, podía notarlo, y ella me miraba.
-¿Qué? - Me atreví a preguntar.
-Nada.- Respondió rápido.
Puso la mano en mi hombro, se elevó un poco poniéndose de puntillas y me dio las buenas noches con un beso en la mejilla. Tenía los pezones duros. Giré en redondo sobre mis talones para meterme en mi cuarto, pero su móvil sonó y la curiosidad me hizo quedarme ahí plantado mientras ella corría a cogerlo, aunque era un mensaje.
-¿Qué horas son éstas de mandar mensajes a una casa decente donde hay niños durmiendo? - Dije esperando una contestación que aclarase quién era.
-Es Mª José que le acababa de dar un toque. Por otro lado tienes razón, ya deberías estar en la cama. - Dijo en broma pero gran parte en serio, lo que me mosqueó.
-Vale.- Le contesté seco.- ¿Pero qué te dice? - No pude evitar preguntar.
Me miró de reojo por encima de la pantalla del teléfono y sonrió.
-¡Qué cotilla eres! ¿Para qué quieres saberlo? - Respondió entre tímidas risitas que me daban aún más morbo.
-Si no me lo piensas decir, vale, pero no te hagas la interesante.- Atajé.
Hizo un gesto de sorpresa, como si le hubiera dado un corte. Luego me leyó el mensaje. En él le decía que tenía muchas ganas de que llegara mañana para verla, que se había pasado la semana entera pensando en ella y un montón de chorradas por el estilo. Lo que quería esa tía era follársela y punto. Se deducía por la cantidad de mariconadas que había escrito, con las que a mi madre le hacían chirivitas los ojos.
-¿Qué te parece? - Me preguntó con ilusión, seguramente esperando que le dijera lo bonito y romántico que me parecía.
-¿De verdad te estás tragando estas pamplinas? Sólo os conocéis de un rato, ¿no crees que es más probable que te esté camelando con frasecillas para darte un simple revolcón a que realmente esté...- Le cogí el móvil y leí textualmente - "suspirando por ti día y noche, y su corazón palpitando cada vez que piensa en tu nombre"? - Qué coraje me daba releerlo. - ¡Vamos, por favor! Yo he usado estas frases miles de veces para llevarme a alguien a la cama.
-Bueno, ¿y qué problema tienes con eso? - Dijo quitándome el móvil.- Yo sé lo que me hago. Además, tampoco me ha dicho que esté enamorada de mí, sólo que le gusto. Yo creo que está siendo sincera. Ahora. que si tú crees que es una falsa es porque el ladrón creen que todos son de su condición. - Me hizo un gesto de burla y se quedó esperando si le contestaba, pero me había pegado un buen corte y no se me ocurría nada.
Se iba a meter en su habitación y la paré cogiéndola del brazo. Se giró y nor miramos a los ojos. Tomé aire y abrí la boca, pero nada salió de ella. Me quedé petrificado, como siempre.
-¿Vas a decirme algo? - Apremió.
La solté y con la mirada al suelo le respondí que no.
-Te cuesta demasiado, y no es tan difícil.- Me dijo.
-¿A qué te refieres?
-¡A ser sincero Pau! - Dijo agarrándome la cara. - Abre tu corazoncito al mundo.- Rió.- Y a mí, que soy tu mamá y me lo tienes que contar todo.
Se me escapó la risa de pensar que le contaba todo por ser mi mamá. Qué absurdo. ¿Qué será lo que espera ella que le cuente?
-¿De qué te ríes? ¿Te ríes de mí? - Se hizo la ofendida.
-Sólo de lo de "mamá".- Respondí.
-¿Por qué? ¿Cuál es la gracia?
-Que tú no eres mi mamá, y si fuera totalmente sincero contigo no sería por ese absurdo motivo. - Expliqué con una sonrisa, hasta que vi su cara.
Metí la pata, pero ya me daba igual.
-Vete a la cama.- Ordenó dándome una torta en el culo.
¡Uy! Eso me pone de lo más cachondo.
Se metió en su cuarto y dejó la puerta entreabierta, como siempre. Yo me metí en el mío y cerré. Me agarré la polla por encima del pantalón y estaba bastante dura. Me preguntaba si ella me habría visto alguna vez empalmado. Y si era así, ¿qué habría pensado? ¿Qué habría sentido?
Cuando yo le veo a ella los pezones duros, como antes, me pongo malo. También me excito viendo a otras tías, y alguna vez con tíos. Es algo, a veces, involuntario, pero que está ahí. Ella podría haberlo sentido por mí alguna vez, ¿no?
Me deshice de toda la ropa y me metí en la cama. Me tapé con la sábana hasta el cuello y me tumbé boca arriba, con la polla sobre mi vientre y las manos sobre ésta, sintiendo las palpitaciones. Cerré los ojos y me quedé inmóvil, recapacitando como estoy haciendo ahora mismo, en la silenciosa oscuridad de mi habitación.
Pero en ese momento pensaba en otras cosas. Como por ejemplo, que ella entraba, cerraba la puerta y me comía la polla. Fue un pensamiento repentino, una visión fugaz, pero bastó para que no pudiera evitar tocarme más. Con los ojos cerrados, movía mi cuerpo por no mover mis manos. Me retorcía entre las sábanas sintiendo su delicioso frescor en la espalda y el culo. El placer se iba haciendo con mi cuerpo y cuando cerré la mano en torno a mi capullo, de mi garganta brotó un repentino quejido. Me sorprendí a mí mismo y abrí los ojos pensando que podían haberme oído. Me quedé quieto y atento pero no oí nada.
Mi madre debía seguir despierta, aunque normalmente cae grogui pero yo me regodeaba de nuevo en su imagen entrando en mi cuarto.
Me lamí la mano y empecé a masturbarme ágilmente y con celeridad mientras cientos de imágenes de ella invadían mi mente. El placer y los escalofríos se apoderaban de mi cuerpo. Y entonces, de repente, una secuencia devastadora cruzó ante mis ojos. Era ella comiéndose aquel chupachup en la playa. De mi cuerpo brotaron todo tipo de espasmos incontrolables, ni siquiera por el hecho de recordar que era para la otra, para Mª José, a quien iba dedicado. Y la cara de ésta mirando a mi madre, ¡me repugna!
Hacía un rato le había mandado un mensaje, puede que mi madre le haya contestado. Ahora podría estar pajeándose pensando en ese chupachup y ella sí lo estaría disfrutando.
Repentinamente me sentí como un total y completo idiota. Como un gilipollas y subnormal. ¿Qué carajo estaba haciendo ahí con mi verga ahora fláccida entre mis dedos, dándole vueltas a la cabeza y torturándome con ideas catastróficas de sueños rotos, amores imposibles y pajas incompletas?
Empecé a compadecerme de mí mismo y ya no aguanté más. Me llevé las manos a la cara y me desmoroné. Me tapé con la almohada para acallar los sollozos. Esto sí que no quería que lo oyese nadie, pero cuanto más intentaba tranquilizarme más real y dolorosa se me hacía la sensación de estar a punto de perderla, incluso antes de poder tenerla.
Alargué el brazo y encendí la minicadena. Puse la música en un volumen bajo, pero lo suficientemente alto para no oírme ni yo mismo.
Estuve ahí un buen rato, calmando mi respiración, acurrucado, agarrado a la almohada como un bebé. Patético.
Me relajé un poco y me paré a escuchar la música. Es curioso como algunas veces parece que las canciones de la radio narran tu vida. Como si alguien las hubiera puesto para hacerte pensar y recapacitar.
Me quedé adormilado, mezclando en mi mente pensamientos con ilusiones y con sueños. Pude soñar con ella, que era mia, que me amaba y me deseaba... Pero tras un momento fugaz me golpea la realidad al recuperar la conciencia. Ella no estaba conmigo, nunca lo había estado. Sin abrir los ojos trataba de no perderla, de mantener la ilusión un desesperado momento más, pero el sonido de la radio me llenó la cabeza de basura tertuliana.
Abrí los ojos enfurecido y apagué la minicadena, aunque al rato de ver que así no me volvería a dormir, la volví a encender. Pero esta vez puse una de mis canciones predeterminadas, la número 8, "Requiem for a Dream" de Clint Mansell; aunque bueno, ésta es en realidad "Requiem for a Tower", una remasterización que se hizo para el trailer de "El Señor de los Anillos: Las dos Torres". Esta versión fue regrabada con una orquesta y un coro. Me gusta mucho más. En cualquier caso, me parece una obra sublime, lo comprendí en cuanto la escuché por primera vez. Antes de conocer siquiera el título "Réquiem por un sueño". Un sueño en el que nos dejamos la piel segundo a segundo en las idas y venidas del destino.
Cada vez que escucho esta canción veo un claro resumen de mi vida, en el que destacan las desgracias y los sueños rotos
Sin embargo, a pesar del irónico título, a mí me da confianza, fuerza y fe para intentarlo de nuevo.
De pronto decidí que ya era el momento. La vida me había conducido a través de un baile vertiginoso hasta el borde del precipicio. Ya era hora de dar el salto y despertar.
Me levanté decidido y sin pensármelo dos veces me dirigí a su cuarto. Si me lo hubiese pensado de nuevo no lo habría hecho, pero en fin, hecho está. Me metí en su cama y le confesé lo que siento por ella.
Su reacción no fue mala del todo, más o menos como yo esperaba.
Ahora empieza el juego.
He vuelto a mi cama y ahora estoy esperando a que sea la hora de levantarme, luego lo hará ella.
Estoy impaciente..