So deep (Capítulo 2)

Segundo capítulo de la novela erótica entre una madre y su hijo...

CAPITULO 2

Subí y me senté frente a ella. Le acaricié con suavidad la pierna hasta el interior de la rodilla. Iba a inclinarme sobre ella cuando me puso su impresionante tacón sobre el pecho y me empujó para frenarme. Aproveché la postura para meter la mano bajo su falda, que ahora estaba remangada sobre su vientre, y desde la cadera tiré de la gomilla del tanga, pasando los dedos por el borde hasta el culo y tirando de él hasta arrancarlo.

Al escuchar el crujido se sobresaltó.

  • ¿Te lo has cargado?- exclamó.

  • Un poco- respondí deslizándolo por su pierna hasta sacarlo, acariciándola por el camino.

-Supongo que no te importará ya que me lo quede - sugerí.

-Considéralo un regalo - rió.

-Gracias, me encanta. - Era negro semitransparente, y tan pequeño que entró sin problemas hasta el fondo de mi bolsillo.

Se incorporó, posó una mano sobre mi cuello y se sentó encima mía, cara a cara y con las piernas bien abiertas. Me desabrochó el botón del vaquero y bajó la cremallera.

-¿Tú nunca llevas ropa interior? - dijo.

-Es que vengo de la playa - me reí.

-Di que no - dijo acercándose a mi oído.- Di que es porque así es más rápido, que tienes prisa.

-¿Te excita que no lleve? Te recuerdo que ahora tú tampoco. - Dije imaginándola volviendo a su casa y con esa minifalda.

Luego la imaginé subiendo a una escalera, después agachándose y después me metió la mano en los pantalones. Agarró mi polla, que estaba aún más dura gracias a estos últimos pensamientos, y la acarició suavemente mientras me dedicaba una mirada lasciva.

Estiró la otra mano hasta el techo del coche y pulsó unos botones. Empezó a sonar una música suave y ella a contonear sus caderas al ritmo. Echó una mirada a la carretera para cerciorarse de que no venía ningún coche. De todas formas los cristales eran tintados y desde fuera no se percibía lo que pasaba en el interior.

Agarró el borde de su camiseta con ambas maos y tiró de ella lentamente hacia arriba, al ritmo de la música, bailando sobre mí. Cuando se deshizo del trozo de tela roja pude ver su precioso sujetador negro, a juego con el tanga que estaba en mi bolsillo.

-¿Te gusta? - refiriéndose al sostén.

-Mucho - con una amplia sonrisa.

-No lo vayas a romper.

-Tranquila, seré más cuidadoso.

Me incorporé un poco para acercarme más a su cuerpo. Le acaricié con la punta de los dedos el vientre, muy despacio y muy suave. Recorrí su cuerpo desde la cintura hasta el cuello y de nuevo a la espalda, donde el broche del sujetador saltó sin problemas, casi sin que ella se diera cuenta. Dirigí mi otra mano hacia su cuello y acariciándola desde la oreja, con la palma de la mano, fui bajando hasta el hombro. Allí me encontré con el primer tirante, que fue acompañado por mis caricias a lo largo de todo el brazo hasta salir del todo. Cayó del otro brazo al instante y la imagen de sus pechos ante mi cara sacó al animal que llevo dentro. La agarré de la nuca con fuerza y me lancé a su cuello. Lo mordí con tanta furia que noté el crujir de los músculos bajo mis mandíbulas.

Lanzó un agudo quejido y tirándome del pelo intentó separarme. Pero sus fuerzas iban menguando conforme mis besos y caricias iban apoderándose de ella. Cuando se relajó le mordí de nuevo y esta vez tiró de mi pelo con tanta fuerza que consiguió separarme de ella.

-Estás siendo muy malo - me dijo tirándome más del pelo.

Posé mi mano entre sus piernas donde pude sentir la caliente humedad.

-Pero a ti te gusta - le dije con una sonrisa inocente.

Mi dedo corazón encontró su clítoris y empezó a juguetear con él.

Su respiración se volvió más profunda y pronto fue acompañada por el suave balanceo de todo su cuerpo.

-Suéltame el pelo - le pedí.

Me echó una mirada cautelosa, pero inmediatamente me soltó y con las dos manos se quitó la goma del pelo. Al hacerlo, éste cayó en cascada sobre su cara y se lo sacudió con un ligero movimiento de cabeza, digno del mejor anuncio de champú. El pelo le caía por los hombros deslizándose por su pecho hasta la altura de sus pezones.

-Estarás contento, ya me has hecho despeinarme - dijo.

En respuesta me acerqué a ella, le cogí suavemente la cara y la besé con dulzura. Entendía que podía haberse pasado perfectamente una hora delante de un espejo tratando de estar super divina para salir a dar una vuelta. Ahora tendría que invertirle otra hora por un capricho mío.

-Así estás muchísimo más sexy - le dije hundiendo los dedos en su pelo y la nariz en su nuca.

Aspiré profundamente y el olor de su perfume me llegó hasta el cerebro dolorosamente. Sin embargo a ella le gustó y lanzó un intenso suspiro.

Le besé el cuello, los hombros y el pecho. Le lamí la garganta y le chupé la oreja. Le mordí el lóbulo y ella gimió. Se mordía el labio, con los ojos cerrados, y me agarraba con fuerza para que no me escapara.

La agarré con brusquedad por el pelo, la levanté y la tumbé de espaldas contra el asiento.

Chilló de sorpresa y luego rió.

Me coloqué al instante sobre ella y la miré fijamente a los ojos. Dejó de reir y me devolvió la mirada. Cuanto más mantenía la mirada más nerviosa se ponía.

Empezó a bajar la mano por mi abdomen. Pretendía salir del desconcierto tomando ella las riendas, pero la paré. Cogí su mano y la retuve con fuerza sobre su cabeza, contra el asiento. Luego la solté y me incorporé para deshacerme rápidamente de mis pantalones.

Comenzó a incorporarse.

-No, túmbate- le ordené, y lo hizo.

Cogí mis pantalones, los enrollé para que abultaran, y los puse debajo de su culo para elevar así sus caderas. Le bajé una pierna del asiento y la otra se la estiré hasta que pudo tocar el techo y apoyarla ahí.

Empecé a besar su pierna desde el comienzo de la bota hacia abajo, lamiendo el interior de la rodilla y mordiendo con fuerza el muslo hasta llegar a los cachetes del culo.

Deslicé la lengua entre sus labios, chupando y lamiendo entre sus pliegues. Con mis manos mantenía sus piernas bien abiertas, en la posición correcta, sujetando con fuerza para que no se moviera. Pero conforme mi lengua avanzaba el camino hasta su clítoris, espasmos involuntarios perturbaban todo su cuerpo.

Gemía y se retorcía de placer cuando yo apenas había empezado a hacerle nada. Hay mujeres a las que les gusta sobreactuar, yo prefiero que no lo hagan.

Saqué más la lengua y apreté con fuerza y velocidad. La sujeté mejor esta vez. Embestía la parte carnosa una y otra vez con celeridad. Ágilmente rodeaba, acariciaba, aplastaba y devoraba el pequeño bulto rosado que se escondía entre sus piernas. Lo chupaba y lo lamía cada vez con más intensidad, hasta que sus quejidos se hicieron realmente placenteros.

-Basta, no más - pidió al rato.

Yo continué. Cuanto más insistía, más gemía ella.

-¡Para, Pau, para! - pidió de nuevo.

La sostuve con fuerza, su cuerpo temblaba de arriba a abajo, pero su pierna seguía elevada al techo.

-¡Para, me voy a correr! - suplicó.

Para entonces yo ya estaba quieto. Era ella la que se movía involuntariamente. Mi lengua estaba quieta fuera de mi boca, procurando el roce.

Ella se tapaba la boca para no gritar. Y de pronto paró. Se retiró el pelo de la cara y me miró.

-Te dije que pararas - dijo cogiendo aire.

Yo le sonreí.

-Parecía que querías más. - Dije besando el bulto palpitante que seguía frente a mí.

Chilló estremeciéndose.

Volví a lamerlo y volvió a chillar. Me apartó con la pierna de un empujón.

Sonreí y me tumbé como pude a su lado.

-No quería acabar tan pronto - me confesó.

-¿Quién te ha dicho que haya acabado? - pregunté acariciándole los pechos.

-Me lo ha dicho mi cuerpo- dijo con una sonrisa.

Cerró los ojos y se dejó llevar de nuevo. Mientras le besaba los hombros y el cuello, me recliné sobre ella y la besé por la cara, los ojos y la nariz. La besé en la garganta, en el pecho y por último en el pezón.

Con las manos la acariciaba y la envolvía con mi calor. Suavemente las deslizaba por su piel, por cada recoveco o concavidad.

Su respiración de nuevo se hizo más profunda, hasta el momento en que mordí uno de sus pechos. Lo hice con tiento, apretando lo suficiente, pero sin compasión. Lo succioné y chupé con ahínco. Lamí el pezón y lo pellizqué con mis labios. Lo metí dentro de mi boca y con la lengua lo acaricié, frenéticamente. Primero de un lado a otro, luego en círculos y de nuevo lo pellizqué con los labios.

Ella gemía y se retorcía, me agarraba del pelo y me acariciaba la nuca, ocasionalmente me arañaba.

-Como sigas así me voy a correr otra vez - dijo con la voz entrecortada.

-Eso es lo que quiero - respondí con sinceridad.

Me agarró por la cara y me besó apasionadamente. Cogió mi polla y la restregó contra su cuerpo. Me coloqué sobre ella para sentirla. La besaba y me rozaba con ella.

Metí la mano entre sus piernas y se sobresaltó rechazándola, pero con la insistencia de mis caricias abrió las piernas dejándome el camino libre. Hundí uno de mis dedos en el húmedo orificio y saltó de placer, procurando que entrara más. Metí otro y con suavidad los moví dentro de ella, buscando con tiento el punto de placer. Cuando lo encontré insistí en él con fuerza, pero el movimiento instintivo de sus caderas me hacían perder el control.

Agarré mi miembro y se lo clavé con furia. Un grito sordo brotó de su garganta.

Me la follé con frenesí y al momento ya se estaba corriendo otra vez. Me pidió que parase, pero no le hice caso. Yo seguí embistiendo y gozando con cada uno de sus quejidos. Eso era lo que ella quería. A pesar del dolor, era lo que ella realmente deseaba.

La levanté y le di la vuelta para seguir haciendo mi trabajo desde detrás. Con una mano masajeaba su clítoris mientras mi polla y entraba y salía de ella. Con la otra mano acariciaba sus senos, que en esta postura parecían mucho más grandes.

Ella chillaba y aullaba. Le tapé la boca con la palma de mi mano para callarla. Sin embargo pensé que esta vez no importaba. Si pasaba algún coche no percibirían nada, y por ahí no había nada cerca, con lo que era poco probable que alguien la escuchara.

Ella me pedía y me suplicaba que parase, que acabase. Pero no podía, a pesar de sus gritos y de su cuerpo no podía. No era suficiente para mí.

Tuve que recurrir a la imaginación. Ella nunca me fallaba, y como siempre, una sola imagen mental pudo más que mil caricias de cualquier mujer.

Acabé y saqué mi polla de ella. La miré toda pringada en mi mano y entonces me di cuenta de que me había olvidado el condón otra vez.

El corazón me dio un vuelco.

-Oye, tú tomas la píldora, ¿verdad?

Me miró. Estaba exhausta. Se sorprendió por mi pregunta y luego se rió.

-La otra vez ya te dije que sí. No te acuerdas, ¿o qué?

-Sí, pero era por si acaso. - No tenía ni idea. ¡Ni siquiera había sido capaz de recordar su nombre!

-Tranquilo.- me respondió con una sonrisa sincera, que no me dejaba tranquilo.

Ella ya empezaba a vestirse y yo hice lo mismo.

Era imposible que yo no tuviese fichada a esa mujer. Miré al techo y vi la marca de su tacón, que había roto el tapizado.

-Creo que tu coche queda oficialmente estrenado - le comenté señalándole al techo.

Miró mientras terminaba de ponerse la camiseta y de la impresión se quedó paralizada. Me miró y finalmente se rió.

-Me he corrido tres veces, yo diría que ha sido una inauguración por todo lo alto. - Dijo terminando de ponerse su camiseta y acercándose para besarme con dulzura.

-Si quieres otro día lo superamos- dije seductoramente.

-¿Quién te ha dicho que vayamos a acostarnos otra vez? - dijo burlona.

-Alejandro Sanz dijo que no había dos sin tres - repliqué.

-Y que la vida va y viene y que no se detiene - recitó y luego rió.

Salió del coche y la seguí.

-Oye, ¿tienes agua? Hace un calor espantoso - dije.

-Sí, ya la estaba buscando - dijo abriendo la puerta de delante. - Toma, está fresquita.

Bebí del chorro en el aire y luego me la eché por la cara, resbalándome por el cuello y el pecho.

-¡Por dios Pau! Deja de echarte agua por encima o te meto en el coche otra vez.

-¿Por qué? - pregunté extrañado.

-Porque es super erótico, como te cae el agua y como te mueves... Casi te veo a cámara lenta - rió.

-Pues si tanto te molesta no me mires.

-No es eso, pero seguro que si lo haces delante de un grupo de gente, todas las tías se girarán. - Hizo una pausa y añadió.- Y algunos tíos también.

-Ah, ¿sí? - reí. - Pues ya lo probaré.- Le devolví la botella, me escurrí unas gotas de agua de la cara con el dorso de la mano y añadí. - Bueno, tengo que irme.

-Ya nos veremos por la facultad- dijo con una gran sonrisa y entrando en su coche.

Se puso las gafas de sol y arrancó.

Metí la mano por la ventanilla, la agarré por el cuello y la obligué a besarme. Yo lo hice con pasión y furia, ella me siguió como pudo. Quería que se fuera pensando en mí, pero no demasiado, sólo por un rato. No quería que se encaprichara de mí, pero ese no parecía su estilo. Por eso no entendía cómo no la tenía en mi agenda.

Nos despedimos con una sonrisa y se fue.

Me subí en mi coche y miré la hora. Definitivamente, ya no iba a ir a mi casa. Hacía más de media hora que había dejado la playa. Me fui directamente a la tienda, que quedaba a unos diez minutos de donde estaba.

Compré la crema, el bañador y unos caramelos para mis hermanos. También un chupachups para mi madre.

Estos caramelos con palo son mi mayor perdición. El único lujo que me daba, hasta entonces, con mi madre.

148 eran el número exacto de chupachups con los que me había deleitado mirándola.

Hay que entender mi posición. Vivimos juntos desde hace once años, tengo fácil acceso a todas sus posesiones, compartimos el aire y el espacio. Por mi cabeza han pasado todo tipo de perversiones fácilmente realizables. Perversiones a cuál más sucia, y que jamás cruzaron la frontera entre los sueños y la realidad.

Verla comiendo ese caramelo es igual que estar soñando. Yo sólo tenía que procurar que tuviera uno cerca... y esperar a que le apeteciera.

Llegué a la playa, y antes de bajarme del coche vi que Carlos y Alexis corrían hacia mí llenos de emoción.

-¿Qué nos has traído? - chilló Carlos llegando hasta donde yo estaba.

-No he traído nada, ¿no ves que sólo me he ido un momento? - dije saliendo del coche.

-¿Qué nos has traído, Pau? ¿Qué nos has traído? - repitió Alexis ignorando lo que le acababa de decir y abriendo la puerta trasera para buscar en el interior.

-Frío, frío, frío, como el agua del río.- Canturreé mientras me dirigía hasta donde estaba mi madre, muy bien acompañada, por cierto, con la crema y los bolsillos del bañador llenos de caramelos.

-¡En el coche no está! Tiene que tenerlo él.- Le decía Carlos a Alexis.-¡Corre, que se va!

-Caliente, caliente, como el agua de la fuente.- Seguí cantando cuando se acercaron.

Me agarraron y me pararon entre los dos. Carlos me quitó el bote de crema para cerciorarse de lo que era y cuando Alexis encontró los caramelos lo tiró a la arena con desprecio.

-¡Caliente, caliente, caliente!.- Les aplaudí mientras terminaba de vaciarme los bolsillos, reservando un par de caramelos y el chupachups.

Recogí el bote del suelo, ellos se habían ido corriendo revolucionados.

Me acerqué a Vic, que estaba cogiendo las palas del bolso, y le di los caramelos.

-¿A mí para qué me das estas mierdas? - dijo con aires de grandeza, como si fuese muy mayor para los dulces.

Le arreé una soberana colleja y chilló.

-Son para tus amigas, subnormal.

-¡Joder! Me has hecho daño – dijo frotándose la nuca.

-Pues aprende por las buenas.

Me acerqué a mi madre y le entregué la crema y el chupachups.

-Gracias, mi vida. - Me dijo cogiéndola.

Mª José estaba sentada a su lado. Tenía esperanzas en volver y que no estuvieran, pero en vez de eso, sus cosas estaban ahora al lado de las nuestras.

-Oye, ¿no has ido a la casa? - dijo al darse cuenta de que la crema y el bañador eran nuevos.

-No, es que me he entretenido un poco. ¿He tardado?

-No, descuida.- Dijo soltando mis regalos en la toalla.

Hubiera preferido que me dijera que sí había tardado. Así sabría que me había echado en falta.

-Me voy al agua, me muero de calor.- Dije marchando hacia la orilla.

-Espera.- dijo mi madre levantándose.- Yo también. ¿Te vienes? - preguntó a Mª José.

-No, yo voy a tomar el sol.- Dijo recostándose.

Nos metimos en el agua hasta la altura de la rodilla. Yo quería saltar y nadar, meter la cabeza debajo del agua, pero la esperé. Ella se mojaba tranquilamente las muñecas y se echaba agua por los hombros y el cuello, para adaptarse a la temperatura. Las gotas le resbalaban por la espalda y ella la arqueaba al sentir el frío.

-¿Te cuento una cosa?.- Dijo con una sonrisa pícara.

-Cuéntamelo, por favor, sé que te mueres por soltarlo.- Yo también me moría por saberlo.

Se rió y se hizo la interesante un rato.

-Bueno, te lo digo.- Dijo metiéndose en el agua hasta la cintura.- Mª José me ha invitado a salir.

-¿Y tú qué le has dicho?.- respondí mordiéndome la lengua.

-Pues, que esta semana tengo muchas cosas que hacer.- Se metió en el agua hasta el cuello, haciendo un ruido orgásmico al sentir el frío.- Pero quizás la semana que viene vallamos a bailar.- Se rió y empezó a nadar para entrar en calor.

-¿Pero esa mujer te gusta? - Dije siguiéndola.

-Me ha caído bien. Es agradable.

-Pero gente agradable y que te pueda caer bien los hay a montones. ¿Por qué vas a irte con ella? - Repliqué indignado.

-A lo mejor, porque es la primera persona que se ha fijado en mí en mucho tiempo – respondió enfurecida.- Pau, hace siglos que no salgo con nadie. Me merezco un respiro.- Dijo apesadumbrada.

Yo no dije nada.

Más de uno había intentado en los últimos años llevarse a mi madre a la cama, pero su sentido de la responsabilidad le habían obligado a cancelar todas sus citas en el último momento, casi siempre debidos a repentinos líos domésticos. Líos que disimuladamente yo planeaba... Me sentía muy mal por hacerle eso, pero verla con otras personas me hacía sentirme peor.

-Además, no te estoy pidiendo permiso, sólo te lo estoy contando.- Replicó.

-Es que si me pidieras permiso no te lo daría. A ti no te gustan las mujeres, pero vamos, que tú puedes hacer lo que quieras.

-Pues eso es lo que voy a hacer.- Dijo saliendo del agua con soberbia.

Se dirigió a su toalla y se tumbó boca abajo. Mª José, que estaba a su lado, hizo lo mismo colocándose frente a ella.

Tenía que deshacerme de esa puta como fuera. Me fui a nadar lejos, y a pensar. Salí del agua al rato sin ninguna idea en mente.

Cogí una toalla, me sequé la cara y me senté a escuchar música del mp3. Hasta que la imagen de mi madre echándose protección me distrajo. Esa misma imagen tenía muy entretenida a Mª José, que no se esforzaba en recoger los baborros que colgaban de su boca.

Me vi a mí mismo saltando sobre ella y partiéndole el cuello. Era la solución más rápida, aunque también la más sucia. Y a parte que hay muchos testigos, deshacerse de un cuerpo no es tarea fácil.

Me conformé con odiarla a muerte, por el momento.

Alexis se sentó a mi lado, Carlitos seguía jugando en el agua, y había conseguido que el perro se bañara también.

-¿Estás cansado o todavía no? - le pregunté rodeándolo por los hombros.

-¿Qué estás escuchando? - ignorándome como hacen los niños, y quitándome el auricular de la oreja para ponérselo él.

Se ve que no le hizo mucha gracia, escuchó un momento y volvió a intentar ponérmelo en la oreja. Se echó en la toalla y se acurrucó. Debía de estar agotado, no había parado en todo el día.

Me tumbé con los brazos por encima de la cabeza y cerré los ojos para escuchar música. Un segundo de tranquilidad... Cuando abrí los ojos, mi madre estaba desenvolviendo mi regalo, y metiéndoselo en la boca. Lo chupó un poco y se me puso dura.

Me incorporé, fingiendo que miraba a un lado y a otro, pero lo que quería era tener un mejor ángulo de ella, de su boca y de su lengua.

Su protocolo para comerse un chupachups es el siguiente: primero lo humedece dentro de la boca, lo saborea, y luego lo hace girar entre sus labios. De esta manera se quedan impregnados del sabor, y luego los lame. Aún así, casi siempre se le queda el color rojo del caramelo de fresa, su favorito.

Pero esta vez lo estaba haciendo diferente. Se lo metió en la boca y lo chupó, y luego con la puntita de la lengua fue lamiéndolo despacio alrededor de la bola.

No podía caber en mi asombro. Me quité los cascos y la miré sin disimulo. Sacó la lengua y giró el caramelo sobre el centro, cerrando luego la boca y sacándolo despacio, rozándolo con los labios. Luego se los chupó y mordió. Se estaba insinuando. Era la primera vez que veía a mi madre insinuarse. Sonrió y giró la cara hacia Mª José, juntas se rieron.

Me caí de mi nube y pude ver que ese desfile de labios y lengua y se lo estaba dedicando a esa mujer.

Dos emociones totalmente opuestas se unieron en mi interior, y me obligaron a coger el chupachups y tirarlo lo más lejos que pude.

-¡Pau!, ¿qué haces? - se sorprendió mi madre.

-Tenía una avispa – dije seco.- Te he salvado la vida.- Intentando justificar una excusa tan tonta.

-¿Una avispa? - repitió Mª José incrédula.- Yo no he visto nada.

-Tú que vas a ver.- Repliqué borde.

Me levanté y me fui a la orilla. Se quedaron riéndose, riéndose de mí. Me arrepentía de haber hecho eso, no debía haber tirado el caramelo, debía haberme ido. Pero no pude permitir que Mª José disfrutara de algo que yo deseaba tanto. La culpa no era de ella, había sido mi madre la que se estaba insinuando. Ella sólo la devoraba con los ojos, y eso no podía soportarlo.

Me metí en el agua, y nadé todo lo lejos que pude. Nadé hasta asfixiarme, hasta perder casi por completo la costa de vista. Me alejaba de ella pero su imagen me perseguía. Me agarré a una piedra que sobresalía del agua y allí me quedé, desesperado y exhausto, dándole vueltas a todo lo que llevo dentro, tratando de buscar una solución...

Volver a la playa me costó tres veces más que alejarme de ella. Una por el cansancio, otra por la vergüenza de volver a ver a mi madre y que me dijera algo, y por último, por lo placentero que me resulta el mar frente a la tosquedad de la tierra o el bullicio del viento.

Me gusta deslizarme por el agua de la forma en que lo haría un pez. Me gusta meterme debajo y aguantar todo el tiempo posible, nadar en todas las direcciones, hacer piruetas y volteretas, y salir lo justo y necesario para tomar aire y volver a descender.

Me gusta sentir la ingravidez en mi pelo, el silencio en mis oídos y la tranquilidad en mis pulmones...

Finalmente llegué a la orilla. Completamente agotado me dejé arrastrar por las olas hasta que me depositaron en tierra firme. Me quedé allí tumbado un rato, recuperando el aliento. Sentía todos los músculos entumecidos y a duras penas pude darme la vuelta y ponerme boca arriba.

En ese momento llegó el perro, subiéndoseme por encima e intentando lamerme la cara. Al momento llegó Carlos. Lo llamó y lo sentó a su lado.

-Miko pórtate bien para que Pau vea lo buenos que son los perros- le dijo al animal.

-Representa a toda su especia y los está dejando en muy mal lugar- repliqué.

-No, él es muy bueno, y los demás perros también. Además si yo tuviera uno le enseñaría a comportarse. - Regateaba conmigo de manera melodramática.

-Tendrás un perro, tranquilo - lo apacigüé.

-¿De verdad? - exclamó.

-El día que no vivamos bajo el mismo techo.- La sonrisa se le borró de la cara.- Así que tú sabrás, si prefieres vivir con un perro de la calle al que ni conoces o conmigo.

-¡Jo! Pau, porfa...

-No, si ya veo a quién prefieres- dije dramatizando y haciendo un gesto de desdén hacia el perro.

-No, no, te prefiero a ti, te prefiero a ti- dijo rodeándome por el cuello.- Hoy te has ido super lejos y has tardado mucho. Vic me estaba diciendo que te había comido un tiburón pero yo no le creía. Y luego tardabas mucho en venir y ya me he asustado.

-Mira a quien vas a hacer caso. Además aquí no hay tiburones - traté de tranquilizarlo.

-Ya lo sé, pero había pensado que te habías ahogado porque no te veía.- Sollozaba.

-¿Pero cómo me voy a ahogar yo? Antes me convertiría en un pez, fíjate lo que te digo.- Lo miré a la cara con seriedad.- ¿Me imaginas convertido en pez? ¿Crees que estaría guapo con escamas? - Lo hice reír.

-No, serías un monstruo con cara de pescado- se pitorreó.

-Pues en un delfín. ¿Te imaginas ser un delfín?

-¡Tiene que ser genial! ¿Te acuerdas cuándo fuímos al acuario? Hacían cosas chulísimas.- Había recuperado totalmente el ánimo.- Bueno, que mamá me ha dicho que te diga que ya nos vamos.

Me incorporé y vi que ya habían recogido todo y estaban vistiéndose.

-Pues entonces vamos.- Le dije levantándome.

Me sequé rápido con una toalla, me vestí y me metí en el coche a esperar. Mi hermano Vic se estaba despidiendo de las niñas, Carlos del perro y mi madre de Mª José. Alexis estaba dormido en el asiento de detrás, y seguramente se pasaría todo el camino de vuelta así, hasta que llegásemos a la casa.

Se subieron todos al coche y nos fuimos. Mi madre conducía.

Seguimos durante un rato al otro coche hasta que tomaron una dirección diferente. Al tomar la curva, pitó Mª José y se despidió con la mano a través de la ventanilla. Mi madre le respondió con otro pitido.

Carlitos estaba contando todo lo que había hecho a lo largo del día. Cada detalle y nueva experiencia. Víctor discutía con él para que se callase, pero en vez de eso cada vez se enzarzaban más.

A esto, mi madre me preguntó con voz tranquila.

-Bueno, ¿me vas a explicar por qué tiraste antes el chupachup de esa manera? Y no me vengas otra vez con el cuento de la abeja.

Me quedé paralizado. No esperaba que me preguntase y no había planeado una respuesta. Improvisé.

-¿Cómo que por qué? ¿De verdad necesitas una explicación?

-Pues sí, la necesito. La necesito Pau.- Respondió seria y sin apartar los ojos de la carretera.

Ella necesitaba esa respuesta, pero, ¿por qué? Yo barajaba la posibilidad de que me hubiera descubierto, que supiera que lo había hecho por celos... Descarté la idea. Ella realmente no tenía ni idea de mis sentimientos, así que, ¿por qué creería ella que lo había hecho?

-Mira, no te lo voy a explicar yo, te lo va a explicar Vic.- Respondí finalmente.

-¿Yo qué?.- Saltó metiendo la cabeza entre nuestros dos asientos.

-¿Sabes que mamá y Mª José van a salir juntas? - le dije.

-No. ¿Por qué? Me parece bien que salga y se divierta la mujer.- Replicó en tono chistoso.

-Quiero decir que han quedado en plan cita, para ir a bailar...- expliqué.

-¿Qué? - Puso cara de espanto y nos miró a los dos de reojo esperando una explicación.

-Voy a salir con Mª José.- Le dijo mi madre a Vic mirándolo por el retrovisor.

-¿Te vas a liar con una tía? - Preguntó casi inaudible.

-¿Qué tendría eso de malo? - replicó ella cautelosa.

-De malo nada, obsceno mucho.- Respondió Vic más alterado.-¿A qué viene de pronto que te quieras comer el coño con una tía? ¡Eres madre de cuatro hijos, respétanos! Respeta nuestras pobres mentes que están siendo corrompidas en este momento con imágenes perturbadoras...

-¿Cómo puedes decir palabras tan complejas en la misma frase que estás diciendo "comer el coño"?- interrumpí.

-A mí no me importa que mamá se quiera comer el coño con Mª José. Si a ella le gusta, claro, a mí me daría asco.- Saltó Carlos.- Y la verdad es que me da asco pensarlo.

-¿Ves?, perviertes nuestras mentes.- Acusó Vic.- Y menos mal que Alexis está dormido.

-Pues dejad de imaginarlo porque ni siquiera ha pasado.-Dijo ella.

-Claro que no.-Dije yo.- Sólo os estabais follando con la mirada- en voz más baja.

-Eso no es así Pau - replicó ella.

-Te estaba viendo, cómo te comías el chupachup...

-¿Cómo? ¿Qué ha pasado? - Se interesó Vic.

-Tu madre estaba representando un espectáculo porno-erótico en el que su lengua era la protagonista- aclaré a Vic.

-¡Tío! ¿Y lo has visto? Yo sólo de pensarlo me estoy poniendo enfermo. ¡Qué asco por dios! - dramatizaba Víctor.

-A mí me parece muy bien que vuestra madre os dé tanto asco...

-Pero sólo sexualmente hablando mami - replicó Vic inocentemente.

-Bueno- prosiguió mi madre-, pero hay gente a la que pueden gustarle esas cosas de mí, y vais a tener que aceptarlo. Igual que yo acepto vuestras cosas.- Nos lanzó una mirada inquisidora a Víctor y a mí, pero especialmente a mí.

Hubo un silencio. Tenía toda la razón. En pocas familias se respira la libertad sexual que hay en la mía, y ahora la estábamos censurando a ella.

-¿O acaso te crees que no sé lo que estás intentando con esas dos niñas Víctor? - se pitorreó mi madre.- Y a ti - clavándome la mirada un segundo- , por no hacerte una lista te diré solamente que he visto los bonitos arañazos que has traído en la espalda al volver de comprar.

Vic empezó a reírse y a tirarme de la camiseta para verlo.

-Eso son marcas de guerra y tienes que enseñarlo.- Dijo zarandeándome.

Me subí la camiseta para comprobarlo yo mismo. Me pasé la mano y noté la piel levantada en algunos sitios.

Vic se reía y Carlos también. Miré a mi madre boquiabierto, era la primera vez que hacía una insinuación de ese calibre. Además ni siquiera lo había planeado, no sé que me pasó por la cabeza. Yo tenía reservada otra cosa y esto me había tomado por sorpresa. No supe reaccionar.

Al día siguiente, cuando mi madre entró en mi cuarto con el tanga colgando de uno de sus dedos, sí que la estaba esperando.

-Esto estaba en el bolsillo de los vaqueros que llevaste a la playa.- Dijo apoyándose en el marco de la puerta, con una falsa sonrisa y mirándome desafiante.- Lo he lavado y lo he cosido.

Me acerqué a ella y sin apartar mis ojos de los suyos, agarré el trozo de tela y lo cogí de entre sus dedos.

-¿Puedo hacerte una pregunta?.- Le dije casi sin pestañear.

-Claro- dijo con dudas y cruzándose de brazos en una posición defensiva.

Me retiré de ella para darle espacio y me senté en mi cama.

Respiré hondo, me pasé la lengua por los labios y volví la mirada.

-¿En qué piensas cuándo te encuentras cosas como ésta por la casa? - dije sin más.

-¿En qué pienso? - se sorprendió.- Pues no sé, simplemente lo recojo y lo echo a lavar...

-¿Y no piensas nada más?

-En que eres un descarado por no hacerlo tú mismo - sonrió.

-Claro, supongo que cada mujer querrá lavar exclusivamente su ropa interior.

-Evidentemente.- Respondió.

Hubo un pequeño silencio hasta que continué.

-Perdóname, espero que no vuelva a suceder. Ha sido un despiste.- Dije mirando al suelo para no mentirle en la cara.- Lo que quiero decir es que no hace falta que te tomes esa molestia, lo de lavarlo digo, y mucho menos arreglarlo. Al fin y al cabo, limpio o sucio, va a acabar igual en la basura. Yo no quiero esto para nada.

-No lo entiendo.- Respondió.- Yo pensé que se los devolvías a sus dueñas.

-No - reí.- Son regalos, no puedo hacer eso.- La miré con obviedad.

-¿Entonces por qué lo aceptas si sabes que va a acabar en el cubo de la basura?

Miré a un lado y a otro y me encogí de hombros. Le sonreí con inocencia.

-Si una chica me regala unas bragas es porque quiere que me las quede, rechazarlas sería una grosería.- Respondí serio.

-¿Y por qué las tiras?

-Porque no las quiero.- Exclamé.

-Espera, a ver.- Empezó a decir.-Una vez encontré un sujetador blanco de encaje debajo de tu cama. ¿Eso también lo tiraste? Yo lo lavé y lo dejé con tu ropa. Parecía que la dueña se lo hubiera dejado.

Me quedé impactado, ese sujetador lo coloqué yo estratégicamente hacía más de dos años y ella lo recordaba.

-No sé de qué me hablas.- Me hice el tonto.- Pero supongo que también lo tiré, yo no me quedo nada, y tampoco me los suelen pedir.

-Pues tenía pinta de caro. No me puedo creer que lo tiraras sin ningún miramiento. Yo me lo hubiera quedado.

Creo que me puse colorado de pensar en mi madre llevando la ropa interior de mis amantes.

-No me mires así que un sujetador no es lo mismo que unas bragas.- Rió.

-Ah, pues estaba a punto de preguntarte si querías esto.- Dije estirando la mano y mostrando el tanga que seguía en ella.

El teléfono empezó a sonar y se fue corriendo a contestar.

La conversación no había acabado. Yo aún tenía muchas cosas que decirle. Uno puede ensayar una conversación en su cabeza una y otra vez, pero cuando la pasa al mundo real las respuestas varían. Ella no dice siempre lo que yo pienso que dirá. Esto sólo era una pausa para poder retomar el hilo. Pero ahora, mirando la prenda negra en mi mano recordé algo importante. Mi agenda.

La chica del día anterior debía estar en mi agenda, y si no estaba debía incluirla inmediatamente.

Cogí una cuartilla en blanco y la rellené con los datos de ella de la forma en que acostumbro. Luego busqué el sitio más apropiado para ella entre las demás páginas. Al hacerlo descubrí que faltaba una, la 140. Ésa debía ser ella, en esa página debían estar los datos de la primera vez que estuvimos juntos.

Era evidente que a esa página no le había salido piernecitas y se había ido sola, alguien la había cogido.

Me dirigí enfurecido al cuarto de mis hermanos, abrí la puerta de golpe y vi a Víctor, tendido en su cama leyendo una revista.

-¡Tú! .- Le grité a Vic.- La página 140, dámela, ¡ya!

-¿De qué hablas? - dijo riéndose.

Lo levanté por el brazo.

-Has estado a punto de joderme bien Víctor, dame esa página ahora mismo.

-¿Por qué?, ¿has visto a Nuria? ¿Has estado con ella? - dijo ignorando mis exigencias.

-¿Quién coño es Nuria? - exclamé.

-¿Cómo que quién es?.- Dijo soltándose del brazo y dirigiéndose a su mesilla de noche.- Tu número 140, imbécil.

Me dio la hoja y allí estaba ella, con foto incluida.

-Esto no es para que tú te la casques, ¿me has oído? No se te ocurra volver a tocar mi agenda.

-¡Joder Pau! Tienes quinientasmil, ¿qué mas te da prestarme una?

-Me da en que ayer estuve con ella y tuve que hacer malabarismos para que no se diera cuenta de que no tenía ni idea de quién era.

-¿Esos arañazos te los hizo ella? - preguntó extasiado.

-¿Pero tú de qué la conoces?

-Sólo de vista, pero cuando quieras me la puedes presentar, ¿eh?

-Esa es mucha mujer para ti.

-Gracias por apalearme física y psíquicamente - dijo en tono lastimero.

Me dirigí a mi cuarto, cogí el tanga y se lo di.

-Cúrate con esto.- Le sonreí.

-¿Qué es esto?- Dijo estirándolo por las gomillas con ambas manos.

-Es de tu Nuria. Aprovéchalo porque es lo máximo que conseguirás de ella jamás.- Dije yéndome a mi cuarto.

-¡Hostia puta! - chilló.- ¡Gracias Pau! - Dijo abrazándome por la espalda.- Estoy a punto de echarme a llorar.

-Haz lo que quieras, pero no vuelvas a tocar mi agenda. Y suéltame ya que me vas a tirar.

En este momento llegó mi madre.

-¿Pero qué son estos cariñitos y arrumacos de amor? - dijo abrazándonos a los dos.- Yo también quiero.

-Tú no, esto es un trato entre hombres - la apartó Vic.

-¡Uy! Perdone usted, caballero.- Se mofaba ella.- Y se puede saber cuál es ese negocio tan importante que se traen entre manos los señores.

-Nada.- Apremié.- Que se ve que en esta familia somos todos amantes del reciclado.

-¡Tío, córtate! - Me empujó Vic mientras se escondía el tanga en los pantalones, pero no antes de que lo viera mi madre.

Ella nos miró a los dos a los ojos inquisidoramente.

-Pronto nosotros tres vamos a tener una charla.- Sentenció.- Ahora tengo que irme. Ya os pillaré por banda