Skatergirl

Sexo, drogas y Punk. Relación violenta entre jovencito/jovencita, no exenta de mucho sexo y cierto romanticismo. Obra cumbre de la literatura underground de este autor. Nos ha jodío es la única de este estilo que ha escrito.

Advertencia: El presente texto contiene vocabulario que podría resultar malsonante e hiriente para algunas personas. Para facilitar la comprensión se incluye un pequeño vocabulario de expresiones juveniles al final del texto.

Las ruedas gruñeron al tomar a gran velocidad la curva que desembocaba en la Cuesta de San Juan. Se inmovilizaron en lo alto de la pronunciada pendiente con un ligero cabeceo.

Unas pequeñas manos de guantes recortados, subieron el volumen de un Ipod de reducido tamaño, haciendo que Pretty Fly de Offspring sonase a toda ostia.

Decenas de metros cuesta abajo se abrió la puerta de una panadería. Esta vez no podía fallar. Llevaba errando dos días y su orgullo se comenzaba a ver resentido, pensó mientras detenía la reproducción de la música.

Dos Quinceañeras salieron del establecimiento a la calle. Las ruedas se pusieron en movimiento, al principio de manera perezosa, pero a medida que la inercia de la pendiente colaboraba, la velocidad se incrementó rápidamente. Las adolescentes se giraron bruscamente al percatarse del inminente peligro.

A la velocidad que descendía, no tendría más remedio que pasar por la espalda de las jóvenes sin obtener su premio. A escasos metros de su objetivo hizo un rápido amago que despistó a las muchachas. Estas giraron de nuevo pretendiendo protegerse. Demasiado tarde se dieron cuenta que la maniobra había sido una treta.

La mano de guantes recortados aferró el objeto metálico que portaba una de ellas.

–¡Cabrona! ¡Desgraciada! –gritaron ambas chicas al unísono.

La skater levantó la mano con su dedo corazón alzado por toda respuesta, mientras se perdía calle abajo.

No le habían insultado suficientemente, pensó la chica. Allí algo no iba bien. Descendió la velocidad mientras quitaba el papel de aluminio al bocadillo recién requisado. Otra vez se le había escapado la Carol, prefería las napolitanas de chocolate de esta, antes que los bocatas de la Jenny.

–¡Mala  puta! –exclamó entre dientes cuando vio el contenido del bocadillo—. Mierda de sobrasada con queso.

Mientras examinaba el interior del bocadillo con un dedo en busca de la última chincheta, llegó a la Avenida de los Reyes. Se chupó el dedo para limpiarlo de pasta roja mientras esperaba a que cambiara el semáforo. Seguro que la choni de los cojones se habría comprado Donuts y le habría dado el bocata trucado como señuelo. Estas poligoneras comienzan a ser demasiado avispadas, tendré que ponerlas firmes, pensó la skatergirl.

Un Golf negro tuneado se detuvo en primera fila del cruce. La skater se impulsó ligeramente y comenzó a cruzar el paso mientras masticaba la sobrasada con queso.

El coche negro aceleró a fondo cuando la joven pasaba por delante de su capó. Con el embrague y el acelerador pisado a fondo, el ruido era ensordecedor. La skater miró confundida hacia el coche. Bajó el elevado volumen de My Friends Over You de New Found Glory, pudiendo escuchar a la perfección el rugir del motor del Volkswagen, el cual cabeceaba como si soltaran y presionaran el embrague alternativamente.

La muchacha de cuerpo de niña, se impulsó hasta la puerta del conductor, a la cual llamó golpeando con los nudillos sobre el cristal.

El elevalunas se activó y ante Iris apareció una media sonrisa de suficiencia. Con un movimiento centelleante, la joven se encargó de borrar aquella sonrisa de una sonora bofetada.

Como un rayo giró por detrás del Golf, zigzagueando entre los coches hasta atravesar la avenida. Callejeó hasta el instituto, evitando las principales vías donde podría ser cazada por el veloz automóvil.

Con un enérgico Tail Grab, la joven skater salvó la altura de los tres escalones de entrada al instituto. Recogió su tabla antes de que el conserje se la requisase por andar con ella por el interior del centro.

Se adentró en su aula, la cual estaba casi vacía por la temprana hora. Un memo de clase dibujaba un pene enorme en la oscura pizarra. La foca ya había sacado sus libros y sus apuntes, ordenándolo todo pulcramente. Dos niñitas cuchicheaban entre risitas.

–Anda Javi borra eso y siéntate en tu silla –Saludó Arturo, el profesor de Matemáticas, nada más entrar en la clase.

Iris apoyó su tabla en la pared y se disponía a sentarse, cuando la puerta se abrió con estrépito.

–¡Te voy a arrancar la cabeza, enana de los cojones! –gritó un enfurecido joven de altura y planta impresionantes mientras se acercaba a grandes zancadas hacia la skater.

–¡Que te follen marica! –respondió Iris mientras trataba de huir corriendo por encima de las alineadas mesas.

–Vale ya chicos. Sentaros y dejar los juegos –apaciguador, Arturo intentaba calmar el ambiente.

–Tú calla y no te metas –respondió Marcos a su profesor mientras empujaba las mesas para acercarse a Iris.

La muchacha, de un gran salto, sorteó la distancia entre dos hileras de pupitres, cayendo encima de los ordenados materiales escolares de Mónica la foca.

–Vale, os habéis ganado un parte. Inmediatamente al aula de convivencia.

–¡Que te jodan, Arturo! –gritó frustrado el alto joven cuando Iris se le escapó por milímetros.

–¡Que llamo a la policía local como no paréis de inmediato! –Arturo buscaba en la guía de su teléfono el tan socorrido número.

Marcos pareció calmarse lo suficiente para que el profesor desistiera de su intención.

–Me voy a la trena –dijo Iris aferrando su mochila y su monopatín.

El joven se disponía a seguirla pero la chica fue más rápida y cerró con un portazo que apunto estuvo de dejar sin nariz a Marcos. Cuando este logró volver a abrir la puerta, la skater corría a toda velocidad por el desierto pasillo en dirección a las escaleras.

–¡No corras desgraciada!

Pero la muchacha corría y corría en dirección a la sala de castigo. Saltó los escalones de tres en tres, a pesar de lo cual Marcos, con sus piernas más largas, recortaba distancia con celeridad.

Por poco no la logró aferrar, antes de que Iris abriera la puerta del aula de castigo y se introdujera en su interior.

–¡Otra vez, vosotros dos! –Exclamó la profesora responsable del aula en aquella hora—. Parecéis novios con tanta pelea.

Olga era su profesora de Filosofía y además de joven y guapa, era la docente más enrollada con los alumnos.

–¿Novia de ese comealmohadas?

Marcos se peinó la media melena con los dedos, intentando calmar su ira. Con paso calmo se acercó hasta la mesa de Olga, sentándose en una de las esquinas de frente a la profesora de filosofía.

–¿Y bien? –preguntó mirando a ambos jóvenes alternativamente.

–Este energúmeno quería meterme mano en medio de clase.

–Tus ganas, zorra. Solo quería tu cabeza como trofeo.

–Ala ¿Ya os habéis desahogado un poquito? ¿Tengo que recordaros que ya no estáis en la obligatoria y que os podéis ir a la calle en cualquier momento? –Olga se desesperaba con aquellos dos. De los alumnos con familias desestructuradas y pocas posibilidades, eran los dos únicos que iban aprobando y pasando de curso. Por ese motivo se levantaba la mano ante alguno de sus comportamientos.

Iris se sentó en la última mesa, la que quedaba más alejada del escritorio en el que se apoyaba Marcos junto a Olga.

–¡eh tú, chulo putas! Deja en paz a Olga, que está trabajando –No, si ahora le tirará los trastos a esta, mirándola con esa media sonrisa, será mamón, pensó la skater, entreteniéndose en mordisquear sus uñas aún impregnadas de sabor a sobrasada.

No tardó en volverse a abrir la puerta, tras la cual apareció un panchito de no más de 13 años.

–¿Qué has hecho Airton? –preguntó Olga con voz cansada.

–Yo nada señorita, se lo juro por la virgensita.

–¿Otra vez? Y van tres en lo poco que llevamos de curso –la profesora leía descuidadamente la nota que Airton le había entregado-. ¿En primaria también lo hacías?

–Las buenas monjitas me desían que me iba a quedar sieguesito, señorita profesora -el muchacho, azorado, dibujaba en su rostro una sonrisa de inocencia.

Iris anillaba las dos rastas que delineaban el lado izquierdo de su rostro en su dedo índice. Con la otra mano buceaba entre las listas de reproducción de su Ipod sin encontrar nada suficientemente lento para que la relajara. Bad Religion, Rancid, Pennywise, ¿Guns and Roses? No recordaba que tuviera cargado a estos últimos. Live and let die, comenzó a sonar en los auriculares. Los cambios bruscos de ritmo de la canción la estaban estresando cuando sintió que algo le tocaba el hombro.

El payopony estaba sentado a su lado y le miraba con cara de interrogación. Este dirigió la mirada a su entrepierna donde la skater pudo ver el enorme y moreno miembro del muchacho aferrado por una de sus manos.

–¿Qué, me echás una manita linda?

El prepucio se encontraba retraído mostrando un glande grueso y enrojecido, húmedo de líquido preseminal.

Iris giró la cara y continuó haciendo espirales con sus largas rastas. El muchacho volvió a tocarle el hombro.

–Venga niñita. Si me haces una buena lamida me portaré bien con vos.

La joven resopló e inclinándose se acercó al rabo del muchacho, el cual no cabía de felicidad. Su sonrisa se difuminó en el momento que escuchó un sonoro clic, tras el cual sintió el frío acerado de una hoja de navaja en su capullo.

-¿La quieres a rodajitas o te la corto entera para que la guardes de recuerdo? -la joven observaba medio inclinada ocultándose de la posible mirada de la profe.

–Tranquila... nenita... era una bromita...

–Shh esto dolerá solo un poquito, luego ni te enterarás de que te falta algo –con un movimiento diestro la skatergirl dibujó un tajo superficial en el glande del latino. La sangre comenzó a brotar profusamente-. Si abres la boca te corto la lengua.

–¿Qué pasa por ahí? –alzó la voz la profesora de filosofía.

–Creo que Airton se ha pillado la picha con la cremallera, esto está lleno de sangre.

Tras ver el panorama con sus propios ojos, Olga corrió junto a Airton hacia el botiquín.

–¿Qué le has hecho al pobre desgraciao? –preguntó Marcos.

–Enseñarle quién manda, lo que debería aprender un mascachapas como tú.

La sirena del recreo salvó a Iris de tener que enfrentarse al Chino. Corrió fuera del aula de castigo en dirección al patio.

Marcos se marchó tras ella buscando a su grupo. Esperaba no tener que poner firme a nadie por la faltada de la puta enana.

–Ey, mirad chicos. Ahí viene el terror de las skaters –dijo un enorme y corpulento joven.

–No me jodas Chino que un monopatín gana a tu Golf GTI –continuó la broma un bajito y delgado muchacho.

Una firme mirada de sus rasgados ojos bastó para que ambos chavales bajaran la vista compungidos.

–Cerrad el pico. Cejotas, cagando leches a por un bocata de tortilla de patata y una cola -la actitud autoritaria de Marcos amedrentó al grupo de cuatro chicos que le aguardaban en el patio del instituto.

Iris, por su parte, fue a sentarse al final del campo de fútbol junto a una muchacha rubia de lánguida mirada.

–Te he tomado apuntes de Mate y de Geografía. ¿Quieres palmera de choco? –dijo la tímida muchacha.

–¿Y tus gafas?

–Me las ha quitado el Mamut cuando venía para aquí –Iris resopló sonoramente pensando en el enorme amigo del Chino-. Pero no hagas nada, ya me las devolverá.

–Eh tú chaval. Ven aquí –gritó Iris a un muchachito de primero o segundo de obligatoria, el cual mordisqueaba un triángulo de pizza-. Trae para aquí esa pizza.

Cuando ambas chicas regresaban para clase, la rubia a 1º de Bachillerato y la morena de pelo a lo chico al aula de castigo, vieron el respingón trasero de Jenny que, agachada, bebía de la fuente.

Sin vacilación, la Scater agarró la tira del tanga Donna Karan que asomaba por encima de los tejanos.

–Mira, choni de mierda. Si me vuelves a poner chinchetas en el bocata, te alargo la raja del coño, ¿Entendido? –Iris estiraba con fuerza de la prenda íntima.

–¡Que me haces daño, joder! ¡Me estás clavando el tanga en el chichi!

–Eso tiene fácil solución –de dos certeras cuchilladas, Iris cortó las tiras horizontales de la prenda. A continuación, de un tirón seco, sacó el rosado tanga del interior de los pantalones de la chica. Esta, quedó con medio culo al aire mostrando el principio de sus bronceados glúteos y el canal que los dividía.

–¡Hija puta! que no era del mercadito, que era de verdad.

Iris y Laura, su rubia compañera, corrieron en dirección al aula de mecánica, en la puerta de la cual, encontraron al enorme amigo del Chino.

–Dame las lupas Mamut –exigió Iris con tono apremiante.

–Y si no me da la gana, ¿Me vas a pegar tú o tu amiguita?

–¿Y si te hago un regalito? –dijo la skater mientras de debajo de su gorra sacaba un tanga rosado– es de la Jenny, lo puedes comprobar tú mismo.

–Dame primero el tanga y luego te doy las gafotas.

–Joder Mamut, con razón no aprobaste obligatoria. Pero ¿me crees tan retrasada como tú? –Ambos alargaron la mano al unísono. El intercambio fue rápido y desconfiado.

Mamut, tras obtener su cobro, olisqueó ávido la minúscula prenda. Iris ofreció las gafas a Laura que sonrió agradecida.

–No te la menees demasiado que luego escuece –dijo Iris que tenía el vicio de decir la última palabra.

El camino desde la guardería había sido larguísimo. Maniobrar con el skate mientras llevaba en brazos al Macaco no era tarea fácil por lo mucho que se movía su hermano.

Iris, tras dejar en el soleado salón a su mulatito preferido viendo Disney Channel, se metió directa en la cocina a cocer algo de pasta para su pequeño hermano y ella.

Mientras esperaba a que el agua hirviera, se dirigió al dormitorio de su madre del cual salían sonidos inequívocos.

Tras abrir la puerta, pudo apreciar a su joven madre a cuatro patas sobre la cama. Completamente desnuda, sus firmes pechos se bamboleaban adelante y atrás, al ritmo que imponía su último amante, el cual la penetraba sosegadamente desde la retaguardia. El ambiente estaba saturado de sexo por todas partes.

–¿Has recogido a Kevin? -preguntó Jessica mientras cesaba en sus jadeos y tragaba saliva para humedecer su garganta, intentando cubrirse malamente con la sábana.

Por toda respuesta, Iris explotó un globo de chicle mientras observaba cómo corría el sudor entre las tetas de su madre.

–Pues prepararos algo de comer –Jessica, cerca del paroxismo, se llevó una mano a su clítoris mientras comenzaba a jadear sonoramente.

Un fuerte orgasmo recorrió el cuerpo de la mujer, tras lo cual su amante desenfundó su miembro del interior de su vagina.

–¿Es tu niña? –preguntó mientras su cimbreante herramienta apuntaba hacia la puerta— ¿la podemos unir a la juer…?

La skater no permitió que la frase terminara. Con un centelleante movimiento sacó su automática del bolsillo con el filo ya extendido.

–¿Podemos comer salchicha de segundo plato? –preguntó la joven a la derrengada rubia.

–Deja a la niña tranquila. En cuanto me recupere vas a ver lo que es capaz de hacer mi boquita.

Iris estaba hasta los cojones de la loca de su madre. Esa misma mañana la había dejado tirada en el sofá deprimidísima, viendo novelas venezolanas y comiendo galletitas. Ahora follando con ese tipo que a saber de dónde lo había sacado. Un día de estos le iba a meter el litio por el culo, a ver si así se lo tomaba. Joder, con treinta y dos años, entendía que tuviera sus necesidades pero coño, que tenía cuatro hijos, cada uno de un padre y ya le habían quitado dos, que sentase la cabeza de una puta vez.

Olga descendió los últimos peldaños del portal con una creciente sensación de angustia alojada en su estómago. Se repetía a sí misma que hablaría con él, le diría que no podía ser, tras lo cual se subiría de nuevo a su piso.

Apoyado sobre el Golf negro, Marcos aparecía arrebatador. No solo vestía de las más prestigiosas marcas sino que también combinaba con estilo.

–Imagino que estarás indecisa y atormentada. Si lo deseas dejamos esto aquí y no ha pasado nada. Por encima de todo te considero una amiga.

–No… todo está bien… –cómo podía ser tan listo aquel jovencito de 17 años. Parecía que anticipase sus pensamientos—. Por cierto, tú no tienes carnet de conducir.

Marcos se encogió de hombros mientras abría la puerta del acompañante. Tras ocupar su asiento, el joven arrancó dirigiéndose al otro extremo de la ciudad.

–¿Te puedo preguntar una cosa? –interrogó Olga. Ante el asentimiento de cabeza prosiguió-. ¿De dónde sacas tanto dinero, de la cocaína?

–Mejor no preguntes. El dinero viene porque hay gente dispuesta a pagar y yo estoy dispuesto a cobrar. Pero tranquila, no soy ningún tratante de jóvenes profesoras de filosofía.

–¿Y tus padres no se extrañan? –cuando vio ensombrecerse la cara del joven, supo que no debía haber hecho aquella pregunta.

––Mejor dejamos ese tema.

Olga sabía, por el psicólogo del centro y por otros profesores, que la madre de Marcos era un encanto de mujer, que se interesaba mucho por él. Del padre nadie sabía nada, tan solo que regentaba un viejo gimnasio en el barrio.

La cena fue perfecta: ni el típico Burger King de adolescentes ni un sitio de postín para impresionarla, una sencilla cervecería donde lo cierto es que se cenaba de vicio. Marcos estuvo atento toda la velada a sus necesidades; además, era un conversador muy ameno.

El Golf negro aparcó en la zona más oscura y tranquila de los alrededores del Parque De Las Américas.

–Podemos ir a mi casa. No tengo ningún problema –dijo una Olga arrebolada por las cervezas belgas y por la masculinidad del joven.

–No deberías permitir a cualquiera que se meta en tu casa. Además aquí se está más estrechito y no te me escapas –con un suave gesto, Marcos retiró la densa melena rubia de las orejas de Olga. Comenzó, delicadamente, a acariciar el lóbulo de la oreja con las yemas de sus dedos.

Sus labios decididos fueron al encuentro de los de su profesora. Besó tiernamente a la treintañera, amagó con introducir la lengua, pero tan solo le propinó una tenue caricia con esta.

La mujer, ante la insinuación, decidió obtener todo su premio y fue ella decidida, quien introdujo su lengua en la boca del muchacho El cual ya esperaba aquel desenlace.

Con sus delicados dedos de uñas perfectamente arregladas, aferró la nuca de Marcos forzando un beso más profundo si aquello era posible. El desenfreno había calado en el espíritu de la rubia profesora; necesitaba de aquella boca, de aquella cálida lengua. La mano de Marcos descendió de la oreja a la espalda acariciando sin prisa todo el dorso de la mujer.

La húmeda lengua del joven, circunvaló lentamente toda su superficie labial. Descendió en dirección a la barbilla, dejando tras de sí, un reguero de pasión. Lamió y mordisqueó el mentón femenino, elevando la temperatura de ambos.

La mano izquierda se dedicó a acariciar las torneadas piernas. Marcos apenas pudo contener el fuego de su bajo vientre cuando sintió aquella sedosidad de las medias y el calor de los femeninos muslos.

De manera sincronizada, ambas manos y boca trabajaban sumiendo a Olga en un placer celestial. Un niño de diecisiete años la estaba elevando hasta las nubes. La mano derecha acariciaba la piel de su espalda, más despejada desde que desabrochara su sujetador. La boca había descendido hasta su cuello, lamiendo y besando toda la zona,  lo cual la volvía loca de pasión. Pero, el juego más cruel, era llevado a cabo por su mano izquierda, que se entretenía en acariciar su sexo por encima de los pantys. Cruel, porque los tratamientos a su inflamada intimidad no duraban más de unos escasos segundos; enseguida la mano volvía a dedicarse en exclusividad a sus muslos.

Tuvo que obligarse a dejar de clavar las uñas en la nuca de Marcos; si lo seguía haciendo con aquella intensidad, iba a hacer daño al muchacho. Sus manos se dirigieron raudas a los botones de la camisa del joven, los desabrochó uno a uno con destreza y velocidad, dejando al aire un torso musculado y bien definido. Delineó con sus uñas los marcados abdominales ascendiendo hacia aquellos hercúleos pectorales en los que se recreó pellizcando los diminutos pezones.

Su cuello seguía recibiendo apasionados besos, lametones y ligeros mordiscos. La espalda era acariciada con lentitud, dibujando con los masculinos dedos todo el contorno de su columna.  Ambos muslos eran amasados con decisión, sintiendo el tamaño y la potencia de las varoniles manos sobre su cubierta piel.

Ambos sintieron al unísono la necesidad de profundizar en las caricias y besos. Marcos se dedicó con ambas manos a desabrochar la blusa de su profesora mientras esta paladeaba el cuello y el pecho de aquel.

Las bocas se volvieron a comer una a otra con ansiedad irrefrenable. Las firmes manos amasaron con delicadeza los generosos pechos, sopesándolos, presionándolos. Los pulgares jugueteaban con los endurecidos pezones, presionándolos, girándolos, todo con una lentitud exasperante.

Olga sintió cómo la cálida lengua de su amante descendía por su barbilla, por su garganta, lentamente recorrer todo su esternón, hasta posarse en el comienzo de uno de sus senos. Con deliberada parsimonia recorrió el camino hasta la aureola, llenando de besos y lametones todo el pecho femenino. Sin prisa, pero con decisión, se fue acercando al abultado pezón no sin antes dedicar multitud de atenciones a su rosada aureola.

Mientras una mano masajeaba el pecho libre, la boca y lengua de Marcos hacían diabluras con el pétreo pezón. Lo besó tiernamente, lo lamió con una lentitud y dedicación delirante, lo mordisqueó ligeramente tironeando suavemente de él. Cuando comenzó a succionar el endurecido botón, Olga creyó que se correría en ese momento, pero el joven aún fue más allá y abriendo por completo su boca, aspiró cuanta carne cabía dentro, sin dejar por ello de maltratar el pequeño apéndice con la lengua.

–¡Vale ya! –dijo Olga empujando suavemente al muchacho—. Tómame, hazme tuya, fóllame, pero no me sigas torturando.

Dicho y hecho. Marcos introdujo las manos bajo la falda de su profesora. con la ayuda de esta, No tardaron en hacer descender tanto los pantys como el escueto tanga.

La mano se volvió a introducir entre los cálidos muslos de la treintañera. Aquella sedosa piel hervía, pensó Marcos, pero el verdadero fuego estaba entre sus piernas. Cuando su dedo corazón rozó los recortados pelitos que delimitaban los labios mayores, sintió el calor que emanaba de aquella puerta entreabierta. Tan solo tuvo que rozar delicadamente el interior de la vulva para percatarse que la mujer estaba más que preparada.

La habilidad del joven para realizar aquellas acciones en el reducido Golf, hizo que no supusiera problema alguno acariciar la entrepierna de la mujer con la mano derecha a la vez que con la izquierda se desabrochaba los pantalones y los bajaba lo necesario para liberar su endurecida herramienta.

–Teníamos que haber cambiado de asiento –dijo Olga, sintiendo la yema del masculino dedo frotar tenuemente su inflamado clítoris con resultados electrizantes.

–Está todo bajo control.

Marcos abatió el asiento del acompañante y, con una habilidad impropia de alguien de más de metro ochenta y cinco, se colocó entre las piernas de Olga mirándola a los ojos.

Alzó los muslos de la mujer lo suficiente para apoyar sus propias rodillas sobre el asiento. Elevó las caderas femeninas hasta apoyarlas sobre sus musculados muslos. Olga, colaboradora, asió aquel ídolo de dura carne y lo dirigió hasta que sintió que el hinchado glande rozaba su empapada vulva.

Al tiempo que volvía a devorar la jugosa boca de Olga, su polla se introdujo lentamente en el interior de su cálida y húmeda vagina. Sintió las uñas femeninas clavarse en su espalda, mientras las largas piernas se cerraban como cepos en torno a su duro trasero.

Con la cadencia del cariño más que de la pasión, Marcos perforaba la estrecha gruta del placer, sintiendo cada uno de los roces de su miembro contra las ardientes paredes. Retraía el miembro de la íntima cavidad anhelante de retornar al calor y protección de las femíneas entrañas.

La boca del joven, se llenó del aire exhalado por el suave y profundo orgasmo de la mujer, instantes en los que fue apresado con fuerza, luego la más absoluta laxitud. Besó cariñosamente la transpirada frente, los enrojecidos labios, el palpitante cuello y las arreboladas mejillas de su amante antes de ágilmente volver a su asiento.

–Uf, que… vaya… no… –Olga intentaba tragar saliva mientras balbuceaba incoherencias.

Marcos mostró un delgado tubo de metraquilato a la mujer, la cual negó con la cabeza. Con una magistral habilidad, preparó una raya de farlopa en menos de un minuto.

–¿Tomas mucho?

–A veces pienso que no la suficiente –por un momento, los ojos del joven se volvieron tristes.

Olga, entre excitada y protectora hacia aquel joven, se arrodilló en su asiento, acercando su sensual boca a la aún erecta verga. Con exquisita sensualidad, depositó un casto beso en el enrojecido miembro. Con la punta de su lengua asomando entre sus labios, lamió en cerrados círculos la punta del cálido mástil. Abrió la boca aferrando con ella todo el glande hasta rozar con los dientes la corona del prepucio al mismo tiempo que su lengua saboreaba la esponjosa carne que quedaba a su alcance.

Unos golpecitos sonaron en el cristal del conductor. Marcos abrió los ojos mirando incrédulo a la pequeña figura que aguardaba en el exterior.

–¿Pero qué carajo quieres? –preguntó Marcos mientras hacía descender la ventanilla lo suficiente para hacerse oír.

–Baja la puta ventanilla del todo, cabronazo –respondió una irritada Iris.

–¿Pero tú estás pirada o qué? –el enojo del muchacho era más que evidente– ¿Qué cojones quieres?

Con una mano, Marcos empujó la cabeza de Olga para que no se le reconociera, con la otra accionó el elevalunas bajando la ventanilla por completo.

–Mira, zorra de mierda, o me dices de una puta vez que diablos quieres o te arranco las trencitas –Marcos aferraba con fuerza las dos largas rastas de la joven.

–quiero saber si esa cabecita rubia es la madre que me parió y suéltame las rastas o te quedas con dos dedos menos.

–Pero… qué coño va a ser tu madre… –el joven se quedó perplejo ante la solicitud de la adolescente. Por supuesto que Jessica tenía un polvazo increíble pero joder, la skater era su… ¿qué coño era Iris para él? Daba igual, no se le hubiera pasado jamás por la cabeza follarse a aquel putón rubio.

–¡Eh tú, levanta el morro! –Olga, ante la solicitud de su alumna agachó aún más la cabeza entre las ingles de Marcos. Se moriría de vergüenza si aquello se sabía.

–¡Zorra, deja a mi chica en paz! Tu puta madre estará por ahí de juerga como siempre, coño. No me molestes a mí.

–¿Qué crees gilipollas, que no he buscado? Lleva tres días sin aparecer y dile a esa zorrita tuya que levante la cabecita o lío una masacre del cagalse –con un movimiento vertiginoso Iris presionó la garganta de Marcos con la punta de su navaja automática, mientras hacía globos con su chicle—. Sabes que no faroleo.

Aquella situación había pasado muy rápidamente de ser surrealista a dramática y amenazaba con convertirse en tragedia si nadie lo remediaba. Olga pensaba con rapidez, mientras sintió como el menguante miembro de Marcos volvía a crecer dentro de su boca.

–Vale Iris, tranquilízate –su compañero trataba de utilizar el tono más conciliador que era capaz—si te digo… quién es… meteré a esta chica… en un serio problema…

–Mira, imbécil del culo. En un serio problema estoy yo, que mi madre se largó dejándonos 50 pavos en el cajón. No me vengas con chorradas, me importa un carajo la rubia si no es mi puta madre.

Olga no supo porqué, pero aquella situación la comenzó a calentar. Recuperó la cadencia en los lametones, a la vez que inició un movimiento lento de ascenso y descenso de su cabeza, presionando con sus hinchados labios toda la longitud del duro tallo.

–¡Joder! ¿Está haciendo lo que creo que está haciendo? Enciende la luz que no se ve una puta mierda.

Marcos era un tipo con recursos, desde jovencito la vida le había exigido mucho y había tenido que aprender a lidiar en todo tipo de situaciones escabrosas, pero aquello se llevaba la palma. Iris no paraba de soltar imprecaciones, aplicando la afilada punta sobre su yugular, mientras el joven cada vez se sentía más excitado.

La rubia profesora, enardecida por aquella situación, presionaba con sus labios el prepucio del joven al tiempo que con la lengua rodeaba lentamente, con lúbricas lamidas todo el glande de la endurecida polla. La mano de Marcos no tardó en crisparse sobre su cabeza, tras lo cual varios borbotones de denso y cálido semen se derramaron en su boca.

–Pero… seréis hijos de puta… os voy a cortar el cuello a los dos cacho perros, Jessy levanta la puta cara.

–¡Que ya te he dicho que no es tu madre, coño! –Marcos notó como los labios de Olga abandonaban su miembro.

La profesora se alzó mostrando unos carrillos hinchados por el contenido guardado en la boca. Con el cabello desmadejado y la poca luz, Iris tardó en reconocer a su profesora.

–¡Coño, mierda, joder, cago en la puta! –la skater presionó el botón de repliegue de la hoja dejando libre el cuello de su compañero de clase.

–¿Ya estás contenta, desgraciada? –Marcos iracundo interpelaba a la joven. Mientras tanto, Olga se había percatado de la desnudez de sus pechos e intentaba colocarse toda la ropa con la mayor celeridad posible.

–Que coño contenta, esperaba que fuera mi madre gilipollas ¿Qué gano yo con que sea Olga?

La mencionada escupía el semen de Marcos en un pañuelo de papel. El joven alargó la mano hasta la parte trasera del vehículo. Aferró su chaqueta de la cual extrajo su cartera.

–¿Cuánto?

–¿Pero por quién coño me has tomado? ¿Crees que soy una puta bocazas? Me importa una mierda quien te coma la polla.

–¡Cállate gilipollas! Si no aparece tu madre necesitarás dinero para ti y para el mulatito.

Iris estuvo unos minutos sopesando la oferta, pero ella no mendigaba.

–¡Iros a tomar por el culo los dos! –tras pegar un fuerte golpe a la puerta del conductor, la joven se subió a su skate y se marchó con rapidez.

Marcos llevó a una intranquila Olga hasta su casa. La profesora daba vueltas en su cabeza a la situación de sus dos alumnos. Ella no vivía en el barrio del instituto; por el contrario, su piso estaba en un barrio de clase media. Qué diferentes eran aquellas vidas de la suya propia.

–¿Quieres subir? –preguntó la rubia.

–Nunca subo al piso de ninguna chica. Verás… no soy de relaciones afectivas.

–Entiendo. Imagino que no volveremos a vernos fuera de clase –el leve asentimiento de Marcos fue cuanto necesitaba Olga para convencerse de que no significaba nada en la vida de aquel adolescente– ¿Me puedes hacer un favor?

–Si está en mi mano…

–¿Cuidarás de Iris? –Aquella pregunta dejó perplejo al joven. Esperaba que le pidiera un último polvo, que se mostrara distante en clase o algo del estilo, pero aquello no lo hubiera imaginado jamás.

–¿pero… por qué?

–Mira, imagino que lo está pasando muy mal, no estaría de más que alguien le echara un capote. Alguien desesperado y nervioso puede…

–Puede abrir el pico –finalizó Marcos la frase

Joey Ramone cantaba algo sin el más mínimo sentido en los auriculares de Iris. Esta, sentada en el suelo, se afanaba por cambiar los Trucks de su tabla, ayudándose de un par de llaves fijas. Se limpió las grasientas manos en su sudadera con el emblema de la cruz y el prohibido para poder recoger el porro de mariguana de sus labios. A pocos metros, Kevin jugaba con el que hasta hacía poco había sido su Action Man favorito.

–Hola Marcos –una alta sombra se extendió delante del cuerpo de la joven.

–¿Cómo sabes que soy yo?

–Ancho de hombros, estrecho de culo…

–Ja, me parto –ironizó Marcos ante las constantes insinuaciones de Iris sobre su homosexualidad.

-Además, esperaba que antes o después vendrías a asegurarte de que cierro el buzón.

–Joder tía, te veo mal. No me insultas, no gritas ni maldices.

–Mira Chino, déjame en paz vale, no estoy de humor.

El joven se sentó a su lado observando la maniobra mecánica. Iris, tras mirarlo confundida durante unos segundos, retomó su tarea. El joven, sin saber porqué había estado pensando en aquella pequeñaja toda la noche. Presumía de haber tratado siempre bien a todas las mujeres salvo a ella, pero es que se empeñaba en minar su autoridad en el barrio y eso no lo podía permitir. De haber sido un tío o haberse dedicado a sus mismos negocios, le habría pedido al Guajiro que se encargara del caso. Su jefe era habilidoso con esos temas e impedía que él se manchara las manos de sangre.

–¿Por qué cambias los ejes?

–Se llaman Trucks y los cambio porque este Half pipe es una mierda, con más agujeros que mi pantalón –la muchacha apuntó hacia el enorme semicírculo de cemento por el que se deslizaban multitud de jovencitos–. Ves, estos son de simple aluminio con ruedas blandas. Los míos son de calamina y tienen mejores ruedas.

A la skater le encantaba pasar los domingos por la mañana en el Gran Half pipe del parque Ventura, pero teniendo que cuidar del Macaco, solo había podido acercarse hasta el Parque de las Américas donde su habilidad despertaba admiración entre los críos del barrio pero donde no tenía competencia posible y el material de la rampa era una porquería.

–¿Te ayudo?

–Espera, que no he oído bien –dijo Iris introduciéndose el meñique dentro del oído como si lo limpiase–. Tú no sabes una mierda de mecánica.

–¿Y quién crees que repara las máquinas del Gimnasio? –Marcos retiró el porro de su precario equilibrio en los labios de la joven– ¿Qué mierda fumas?

–La mierda que yo me cultivo, no pensarás que te la iba a pillar a ti. Mira, en serio, esta situación me parece un poco surrealista; aquí hablando los dos amigablemente.

–Bueno, te he de informar de que me debes algo –Marcos clavó una mirada seria en la chica.

–Vete a tomar un poquito por el culo.

–Mira, yo te corto esas dos rastas tuyas y quedamos en paz, una especie de tregua. Si seguimos así nos vamos a joder mutuamente el Bachillerato. He hablado con Mónica y está dispuesta a ayudarte a ti también.

–No,  Mira tú pagafantas; en primer lugar, si me tocas las rastas te corto la picha a rodajas. En segundo lugar, ya tengo a Laurita para que me eche un cable, no necesito a la perdonavidas de la foca. En cuanto a hacer una tregua… me entretengo demasiado contigo. Además el Bachillerato ahora mismo me la trae floja, me interesa más descubrir por qué la puta lavadora deja mi ropa a medida de mi hermano y  saber de dónde sacaré dinero.

–Tengo una buena amiga en servicios sociales....

Con un movimiento brusco, Iris apuntó con la llave fija a la cara de su compañero.

–Si me mandas a las Sociales, no te cortaré la polla, no, te sacaré tus apestosas tripas.

–Idiota, he dicho que es una buena amiga, te podría ayudar a cuidar del enano y a gestionar la casa.

–Sí, claro y nos mandarían a un centro de menores en un visto y no visto.

La joven recogió todos sus bártulos, guardándolos en su mochila junto al Action Man ahora propiedad de su hermano.

–Marcos, si me quitan a mi hermano, juro por todos los demonios, que te mato –los ojos de la muchacha brillaban húmedos a causa de la emoción. Subió a su pequeño hermano sobre sus hombros y se alejó en su tabla.

Los días transcurrieron laboriosamente para Iris. A la hijaputa de la lavadora que encogía sus camisetas favoritas, se unió la monotonía de comer todos los días pasta y cenar hamburguesas o salchichas. Por el piso no se tenía que preocupar puesto que había sido el tributo de su padre para olvidarse de ella y de Jessica. Pero con sus trapicheos de vender ropa y complementos de skateboard comprados por Internet, apenas sacaba 60 o 70 pavos a la semana.

El timbre de la puerta sonó mientras Iris enjabonaba su corto y trasquilado cabello. Tras el tercer timbrazo, tuvo que envolverse en una toalla y salir a ver quien cojones era. Miró por la mirilla y vio a Marcos cargado con varias bolsas.

–Joder tío, eres muy pesado –dijo la chica una vez hubo abierto la puerta–, ¿no te basta con haberme dejado pagado en la cantina del tuto el desayuno de toda la semana? Yo ya desayunaba sin tu ayuda.

–Sí, claro, hasta que el nuevo novio de la Jenny te pille. Anda, aparta –Marcos se introdujo en el pequeño y desordenado piso en dirección a la cocina– mi madre os ha hecho lentejas, empanada, caldo y albóndigas; una vecina ha preparado un bizcocho.

–Pero serás retrasado, tú ve abriendo la bocaza que se va a enterar todo dios.

–Mema, todo el barrio sabe que tu madre se ha pirao a Marruecos con el moro de la frutería –cada vez que el joven estaba ante la aniñada chica sentía hervir su sangre. No sabía qué coño tenía aquella enana que no tuvieran los pibones que se había follado en los tres últimos años.

–¿A Marruecos? –preguntó con voz lastimera.

–¿No lo sabías? –Iris, por toda respuesta, se dejó caer pesadamente sobre la silla de la cocina.

–¿A Marruecos?

Algo dentro de Marcos se rompió al ver aquella chiquilla indefensa abrazándose a sí misma. Quiso abrazarla, protegerla. Todo lo que le hubiera gustado hacer con su madre, si hubiera tenido el valor de enfrentarse al cabrón de su padre.

–Ey pequeña, tranquila, en cinco o seis meses serás mayor de edad. De momento nadie se enterará.

Iris comenzó a llorar silenciosamente. El joven se agachó y la abrazó contra su pecho. Debía consolarla, pero sus instintos dominaron a su cabeza y terminó por buscar la boca de la joven con sus labios. Esta, anonadada, no fue capaz de responder de inmediato. Tras corresponder tímidamente al beso de Marcos, propinó un fuerte mordisco en el labio inferior de este. Seguidamente asestó una patada en los huevos del chico, para rematar con un cabezazo en su nariz.

–¡Joder! ¡Eres una puta salvaje!

–¿Quieres un café? Ya me salen bastante decentes.

–¿Que si quiero un puto café? Me acabas de romper la nariz y me preguntas que si quiero un jodido café, yo flipo.

–Simplemente trato de ser simpática. ¡Kevin! ¿Quieres bizcocho?

Marcos se sentía totalmente superado por aquella loca. ¿Sería hereditario lo de su madre? Porque Iris no estaba muy rematada que digamos.

–Ponme un café y dame un hielo para la nariz. Por cierto, llevas esa cosa que llamas pelo, lleno de champú.

Aquella fue la primera de muchas visitas que se sucedieron cada dos o tres días. Marcos parecía ser el encargado de distribuir toda la ayuda del barrio. Llegaron juegos de toallas, ropa usada pero en buen estado para Kevin y comida, montones de comida. En clases la cosa iba bastante bien. Entre las ayudas de Laurita y los puntuales apoyos de la Foca, los parciales se iban aprobando sin problema.

Hacía más de un mes que no salía un sábado por la noche. Desde aquellas noches en las que buscaba desesperadamente a su madre, no había dejado de estudiar, lavar, cocinar y limpiar. Lucrecia llevaba insistiendo varias semanas en que la acompañara en alguna correría nocturna. Sabía que Laurita no se negaría a cuidar del Macaco, total, ella no tenía vida social, aunque no le gustaba abusar de su amiga.

La colombiana había llegado a mitad de tarde para practicar con la skater lo aprendido en el módulo de peluquería y maquillaje que estudiaba. Rapó las sienes y la nuca de Iris, dejándole un amplio flequillo. Las dos rastas en el lateral izquierdo de su cara por supuesto, eran intocables. La sombra de ojos, de brillantina plateada, hacía que resaltara su ceja partida y contrastaba perfectamente con sus negros labios.

–Ahora a vestirte. Busca algo fashion y sensual.

–¿Para ir al parque a fumar porros y beber litronas me tengo que poner mona?

–Claro que sí, para que no digan que las skatergirl somos unas desarrapadas –respondió Lucrecia con su cantarín acento, mientras sacaba de una bolsa ropa para cambiarse.

Iris rebuscó entre los cajones de su dormitorio. Debería apropiarse del de su madre, no volvería en una temporada y en seis meses ese piso sería suyo. A lo mejor no volvía nunca más, pensó melancólicamente la adolescente.

Un minúsculo pantaloncito de color negro combinaba bien con las medias de rejilla y las botas militares. ¿Qué coño me pongo arriba? La muchacha de larga cabellera a la derecha y pelo rapado a la izquierda, encontró una camiseta Fucsia con el lema "Skate and destroy", que rápidamente mostró a Iris.

–Esa me viene pequeña.

–Pues mejor, así se marcan tus curvas –respondió Lucrecia con una amplia sonrisa.

Odiaba ir ajustada y, con aquellos pantaloncitos minúsculos y la camiseta ceñida, se encontraba rarísima. Se colocó su chupa de cuero y bajó del altillo su Skate de competición. Prefería utilizar el ordinario para ir por la calle pero el de competi era negro con calaveras difuminadas y le quedaba mejor a su conjunto de ropa.

Ambas chicas no tardaron en recorrer los 500 metros hasta el Parque de las Américas, deslizándose sobre sus tablas. Se colocaron en una de las esquinas del parque donde se solía ubicar la gente más sensata. En su grupo apenas había chonis y mucho menos macarras. Skaters; algún rapero y chavales normalitos.

Mientras, en el otro extremo del parque, el Chino jugueteaba con su mano bajo la camiseta de una nueva chica. El grupo de este era más numeroso que el de Iris, pero también más lleno de gente vulgar. A su derecha lo flanqueaba Milton, un cubano bastante listo, que estaba en primero de derecho, el cual tenía otra chavala en sus rodillas. A la izquierda, el Mamut se tenía que contentar con dar largos tragos al cubalitro. También andaban por allí, el Cejotas, el culofino, la Jenny, la Carol y algunas chonis más.

Tras el segundo porro y una litrona y media en el estómago, Iris se decidió a cruzar el parque en dirección al grupo del Chino.

Detuvo su skate ante la atenta mirada de todo el grupo. El Chino dejó de magrear a la pelirroja por un momento.

–Vaya, así no se notará que nunca te peinas –bromeó Marcos en referencia a su corte de pelo. Todo su séquito rió jocosamente.

–Que te den por el cacas, comealmohadas –Iris arrojó un paquetito a su compañero de clase el cual lo agarró en el aire.

–¿Qué es esto?

–¿Tú qué crees?

–Pues parece hierba.

–Bravo, un gallifante para el niño –ironizó la joven– es AK47, un regalito para que no te fumes la mierda que vendes.

Aquella enana tenía la virtud de descolocar a Marcos. ¿Un regalo? O iba pasada de hierba o se habría dado un golpe, esos arranques de gratitud no le parecían muy normales.

Jenny hablaba al oído de un tipo enorme, el cual la sostenía sobre sus propias rodillas. Cuando la muchacha lo descabalgó, se dirigió con paso rápido hacia la skatergirl.

–Eh, enana. Te voy a enseñar yo a robar el desayuno de mi chica –el enorme tipo se acercaba cada vez más a una tranquila Iris.

–Curro, estate quieto. Anda y no hagas tonterías –la voz del Chino sonó profunda y calmada.

–Tú no te metas, Chino. Esto no va contigo –ante aquella falta a la autoridad, todo el grupo mantuvo un tenso silencio.

La pelirroja, anticipando el movimiento, bajó de las rodillas de Marcos.

Curro seguía acercándose a una sonriente skater, que mantenía el tail pisado, preparada para hacer un Kickflip estampándole el skate en toda la boca a aquel tarugo.

Marcos se levantó con lentitud como si le diera pereza aquella acción.

–¿Te lo tengo que decir dos veces, Curro? –el muchachote se detuvo mirando fijamente los rasgados ojos de Marcos.

–Vale tronco, dejo en paz a tu amiguita.

–No, Curro, no. Creo que no entiendes las cosas cómo funcionan por aquí –en tres largas zancadas Marcos se colocó delante del interpelado– Tú decides, a buenas o a malas.

Curro no llevaba mucho tiempo en el grupo. Había entrado en él por ser novio de la Jenny pero aún debía aprender muchas cosas. Esta se acercó suplicante al Chino.

–Marcos, por favor, que no lo ha hecho para retarte, que es nuevo y no...

–¿A buenas o a malas? –el alto joven repitió la pregunta.

–A buenas Chino, a buenas –respondió Jenny por su novio.

–¿Seguro? –preguntó Marcos al hombretón, el cual tan solo pudo asentir confiado como estaba.

Con un estudiado movimiento de Jiu-Jitsu, Marcos desencajó la articulación del húmero con la cavidad glenoidea. El brazo del novio de Jenny quedó haciendo un extrañísimo ángulo con su hombro. Aquel muchachote tan grande no paraba de llorar como una plañidera retorciéndose en el suelo como una cucaracha patas arriba.

–¿Pero quién te has creído, gilipollas? ¿Acaso necesito tu puta ayuda? –Iris, a duras penas lograba retener sus ansias por hacerle el Kickflip a Marcos Destrozándole la puta sonrisa de autosuficiencia.

–¿Ayudarte? Mira, enana de los cojones. Primero te estaba viendo como pretendías hacerle una pirula con el monopatín; Segundo, lo he hecho por el bien del grupo, ni por ti ni por mí. ¿Te queda clarito?

–Como el agua, tarugo –la chica se alejaba, en dirección a la zona menos iluminada,  cuando escuchó cómo un coche frenaba haciendo chirriar sus neumáticos.

Cinco matones bajaron del sedan en dirección al grupo del Chino. Un segundo coche frenó con igual brusquedad que el primero. También descendieron cinco macarras del segundo. Con Curro convaleciente, tan solo quedaban cinco jóvenes para enfrentarse a los diez que acababan de llegar.

–¿Quién es el Chino? –preguntó un tipo con acento latino.

–¿Eres ciego? –preguntó Marcos con una media sonrisa en los labios–. Si venís de parte de Edison, os podéis marchar por donde habéis llegado y no me cabrearé.

Ante aquel panorama, Iris decidió quedarse. No pintaba muy bien la cosa y se divertiría viendo como hostiaban al Chino.

Las chicas abandonaron rápidamente los bancos que compartían con los chicos. Allí quedaron tan solo: Marcos, Milton, Mamut, Cejotas, el pequeño culofino y por supuesto la skatergil.

Los diez intrusos empuñaron porras rígidas, cadenas, bates de baseball, esperando a que el grupo menos numeroso comenzara la acción.

Mamut, que solía ir preparado a todas partes, sacó de detrás de él una enorme vara de senderismo con la punta de acero y el cuerpo de duro roble. El resto del grupo optó por desplegar las hojas de sus navajas. El Chino, sacó del interior de su chaqueta una automática de 9 milímetros.

–Culofino, quédate en el banco y controla –Marcos depositó el arma en las manos del menudo muchacho que ya estaba acostumbrado a aquellos derroteros–. Ya sabes, si juegan sucio, los matas.

El grupo más numeroso pareció titubear ante el arma de fuego, pero los cuatro compañeros no les dieron tiempo a reaccionar.

Perfectamente sincronizados, atacaron primero con la contundencia de la larga vara de Mamut. En el momento que levantaban sus bates para protegerse, Marcos o Milton penetraban sus guardias asestando dolorosas puñaladas.

Antes de que fueran rodeados, ya se habían deshecho de tres de los matones. No parecía que estuvieran malheridos pero sí fuera de juego por un largo rato.

Rodeados como estaban, decidieron abrir un hueco en el círculo. Volvió a atacar Mamut con la vara. El Chino se agachó para apuñalar y en ese instante, sintió cómo le golpeaban en la cabeza, oscureciéndose todo a su alrededor. No tardó también en caer el Cejotas. La cosa se comenzaba a poner fea para Mamut y Milton, que solo habían reducido el grupo de ataque en otro miembro más, pero aún quedaban seis.

Tres de los matones, intentaron con éxito alejar a los dos compañeros de Marcos de su cuerpo y del de Cejotas. Los tres restantes se ensañaron con los caídos, golpeándoles con saña. El más vapuleado fue el líder de la banda, objetivo principal de los atacantes.

Iris pensaba que le divertiría aquello, pero lo cierto es que estaba sufriendo. Ella y solo ella, era la única que tenía derecho a patear al energúmeno de Marcos. Aquellos tres iban a matarlo. Cuando se quiso dar cuenta, su skate se deslizaba con velocidad hacia los tres matones. Por suerte, se había puesto como cinturón el pitón de la moto de su madre, era fucsia y le iba que ni pintado con la camiseta.

El primero de ellos no se la esperaba. La skater pudo derribarlo pisando el tail de su skate y golpeando las pelotas del imbécil con la punta del nose. Para rematarlo, le endiñó un cabezazo en la nariz. Uno de los matones se acercaba a la muchacha, cuando esta, con un único movimiento, abrió el pitón y lo desplegó atizando con la barra de acero trenzado en la sien del desprevenido macarra.

Mamut y Milton habían logrado dar cuenta de otro más de los tres que les asediaban. Iris se dirigió calmadamente hacia el último de los suyos. Con un movimiento estudiado, desvió la porra que le atacaba con su larga cadena, aprovechando el hueco creado para clavarle un navajazo en todo el costado. Se quedaría sin ese riñón pero no creía que muriera.

Se Volvió a subir en su skate sin saber si ayudar a Milton y al Mamut. Se acercó a la espalda de uno de los atacantes y con un preciso Kickflip, le atizó con el tail en la nuca mientras tabla y skatergirl descendían con una graciosa pirueta al suelo como si nada hubiera pasado.

Viendo que todo estaba bajo control, decidió marcharse a casa. Ya había tenido suficiente marcha por esa noche.

Nada más llegar a casa, Iris se dirigió directamente al mueble-bar. Sentía que su corazón iba a mil por hora. Necesitaba pegarse un copazo para relajarse un poco. No creía que su madre hubiera dejado muchas existencias. Barceló, vacía, Brugal, vacía, Beefeater, vacía, ¿Joder, por qué no tiraba las botellas vacías? Al fondo encontró dos botellas con algo de contenido: Marie Brizard y White Label. Se decidió por esta última y sacó lo necesario para prepararse un Whisky con cola.

Con los pies liberados de las pesadas botas encima de la mesita, prendió el porro que se acababa de liar. Fumaba y bebía a intervalos intentando sosegar su respiración cuando llamaron al timbre. ¿Quién cojones sería a las dos de la madrugada?

–Si vienes a darme las gracias, ahórratelas, no es necesario –la chica miraba el maltrecho cuerpo que se dejaba caer sobre el marco de la puerta.

–Te voy a coser a ostias, enana –las palabras de Marcos iban sucedidas de respiraciones burbujeantes–. Has minado mi autoridad, japuta. Me has dejado en ridículo.

–Creo que tienes una costilla clavada en el pulmón, esa respiración suena como el culo. Pasa que te pegue un vistazo, a ver si te puedo romper algo más.

–No hay lesión en el pulmón. No he escupido sangre en ningún momento –dijo sofocadamente el Chino mientras tomaba asiento en la silla de la cocina.

–¿Te puedes desnudar tú solo o te despeloto yo? –la skatergirl miraba pacientemente con las gasas y el agua oxigenada en las manos.

Marcos se intentó quitar la camiseta, para lo cual terminó necesitando la ayuda de la chica.

–¿Tienes algo de piel que no esté morado? –preguntó Iris frunciendo el ceño.

La muchacha limpió las heridas abiertas con el líquido desinfectante, cubriéndolas de gasa y esparadrapo, untó los cardenales que no mostraban fisura de la piel con crema antiinflamatoria; para finalizar, palpó superficialmente las costillas del joven, cerciorándose de que no había nada roto. Solo cuando los primeros auxilios del torso y espalda hubieron concluido, se percató Iris del tremendo cuerpazo que se gastaba su compañero.

–La verdad que estás macizo. Si no fuera por que me caes como el culo… -la joven apoyada en el banco de la cocina, miraba apreciativamente el torso del muchacho– ¿Quién te ha arreglado esa cara?

–Maite me limpió un poco con pañuelos.

–¿La pelirroja? –preguntó Iris aplicándose en limpiar las heridas del párpado y del labio–. Pues me parece que no le vas a poder comer la boca en unos días.

La pequeña chica se ausentó de la cocina regresando al poco tiempo con dos vasos de whisky con coca-cola.

–Toma, te vendrá bien. Por cierto, ¿Por qué has venido? –Marcos se levantó acercándose al banco de la cocina en el cual se apoyaba Iris.

Sin mediar palabra, sujetó de las nalgas a la pequeña skater, alzándola hasta depositarla sobre el mármol de la bancada.

–Ni se te ocurra o te rajo –susurró la muchacha mientras cada vez más los labios de Marcos se acercaban a los suyos, logrando que se enfrentaran las desafiantes miradas.

El beso que inició el joven fue dulce, tierno, lento. Mientras se recuperaba en el parque de los golpes recibidos, llegó el entendimiento a su dura cabeza. En realidad le había tomado mucho cariño a aquella condenada enana. Además se ponía burrísimo cada vez que osaba retarle.

–Vaya, o te duele mucho la boca o besas como una auténtica nenaza –Iris, con un movimiento violento, estiró de la melena castaña haciendo que las bocas chocaran con brusquedad. Besó con frenesí los doloridos labios. Introdujo la lengua con voracidad incontenida. Mordió y lamió a partes iguales. Las narices golpeaban como daño colateral de los enérgicos bocados que se propinaban. Sensuales dentelladas sujetaban las lenguas en el interior de la cavidad ajena.

Las manos femeninas tironeaban del cabello de Marcos, las de este, se apresuraban a desabrochar los reducidos pantalones de la chica. Con una mano bajo el pantalón y la ropa interior de Iris, alzó a esta sin aparente esfuerzo sujetándola del escueto trasero. La ropa descendió piernas abajo con un fuerte tirón de la mano libre.

La muchacha pataleaba intentando deslizar su ropa más allá de los tobillos. Marcos, abandonando la refriega de sus bocas, descendió para despojar a la chica de las enrolladas medias.

Acuclillado como estaba, pasó las delgadas piernas por encima de sus hombros. Estirando las piernas logró ascender a su pequeña amante hasta que casi rozaba el techo con la cabeza.

–Ja, ja., ja, no sabía que cuando te decía que me comieras el coño, te lo ibas a tomar tan enserio –el aire de los pulmones de Iris fue expelido bruscamente cuando sintió el golpe de su espalda contra la armariada.

–Cállate o te bajo –El joven comenzó un cadencioso masaje de las nalgas femeninas. Su lengua ávida, recorrió los bordes de los despejados labios mayores.

–MMM, aaahh, sí um, qué gustirrinín –la fingida sobreactuación de Iris hizo reír al joven exhalando una bocanada de aire entre las piernas de la muchacha–. Creo que tengo que limpiar los armarios por arriba. Dame una bayeta y me pongo a ello.

De nuevo, los pequeños dedos de uñas mordisqueadas, aferraron el cabello masculino apretando la cabeza contra su sexo. Marcos frotaba sus bien afeitadas mejillas en los prietos muslos de la chica, mientras se introducía ambos labios mayores en la boca tironeando ansioso. Sus enérgicas manos amasaban con excitación aquel respingón culito.

–¿Eso es todo lo que sabes hacer?–Iris intentaba por todos los medios mostrar la máxima indiferencia posible– Ahhhaahahah cabronazo.

La fuerte succión de su clítoris no se la esperaba. El joven había comenzado a trabajarse la vulva de la chica de la manera más directa que conocía. Esta, no pudo reprimir un escalofrío que recorrió toda su espalda, crispando sus piernas cuyos talones se clavaron en las maltrechas lumbares del Chino.

–Aahh –se quejó lastimeramente desde el interior del coño de Iris.

–Lo... siento... me he emocionado... Al final vas a saber comerlo y todo.

La succión del clítoris dio paso a un rápido jugueteo de la lengua del chico con la protuberancia genital. Esta se movía con vertiginosa velocidad, haciendo que las descargas eléctricas, en el pequeño cuerpo, fueran sucesivas.

–Jooooderrrr... queee... paareces una puta batidora... –el trasero de la pequeña adolescente pegaba brincos sobre los doloridos hombros del muchacho, sin que este articulase queja alguna.

La lengua de marcos se movía de forma desenfrenada, torturando la diminuta perla como si su boca estuviera motorizada. Los largos dedos masculinos buscaron la entrada a la húmeda caverna de la chica. La lubricación allí dentro era exagerada por lo que decidió que si le gustaba jugar duro, jugarían.

De una certera estocada, introdujo violentamente dos de sus dedos. Los jadeos de Iris se convirtieron en ensordecedores gritos.

–Más, cabrooon dame más –aullaba la muchacha mientras taloneaba y se sujetaba con fuerza del largo cabello varonil– diooos, síiii...

Un tercer dedo se introdujo con saña en el interior de la vagina. La dolorida lengua apenas podía mantener aquel acelerado ritmo. Intensos movimientos de los tres dedos al unísono desembocaron en un desgarrador grito, surgido desde lo más profundo de la garganta femenina.

Los pies se engarfiaron, clavando más aún los talones en la magullada espalda. Los dedos estiraron con fuerza del pelo mientras el grito daba paso a una ansiosa búsqueda de aire fresco por parte de los pulmones de Iris.

–¿Te encuentras bien? –preguntó preocupado por la ostensible falta de aire de la joven. Hizo descender a esta con delicadeza, sujetándola con sus brazos al percibir el temblor en las piernas de la chica.

–Dame... dos... segundos... y verás... de lo que soy capaz... –Iris se apoyaba en el banco de la cocina esbozando una ladina sonrisa– Vale... seré sincera. He estado a punto de mearme del gustazo.

Un brillo especial se dejó ver en los ojos de Marcos, iluminando todo el rostro de este al oír aquellas palabras. Derrotado, se dejó caer junto a la pequeña adolescente mientras se esforzaba por no traslucir el intenso dolor de costillas y de brazos.

Ambos jóvenes brindaron al unísono con los combinados recogidos del banco de la cocina.

–Ve al dormitorio de mi madre. He decidido que ahora sea el mío. En cuanto vuelva del baño te daré tu merecido –Iris se alzó trabajosamente del suelo encaminándose a la puerta del baño la cual cerró con pestillo después de atravesarla.

El joven se incorporó sujetándose de la bancada. Rebuscó entre los cajones de la cocina hasta dar con unas grandes tijeras. Con ellas en mano, se dirigió al fondo del pasillo. Al pasar por la puerta del baño, pudo oír el agua de la ducha. Su intento por abrir la puerta fue en vano, por lo que decidió hacer caso a la joven e ir a su destino inicial.

Realmente necesitaba esa ducha refrescante. La noche había sido de aúpa y debía ponerse las pilas para que quedase aún mucho por disfrutar, aquella batalla la tenía que ganar ella y no había empezado muy bien.

Envuelta en una toalla, abrió la puerta del dormitorio de su desaparecida madre. The Scientist de Coldplay se reproducía en el equipo de música. Marcos descansaba completamente desnudo sobre la cama. Su forjado cuerpo la puso a cien en instantes, daba igual que estuviera salpicado aquí y allá de cardenales y heridas, incluso incrementaba su atractivo. La joven miró interrogativamente a la mini cadena.

–¿Te gusta eso? –preguntó ella—. Ya decía yo que eras un poco guay.

–Es romántica, no está mal –Iris se acercó a la cómoda extrayendo el USB de la cadena de música, deteniendo la reproducción bruscamente.

–Ahora verás lo que es música –introdujo en el adaptador el Ipod rosa que se encontraba sobre la cómoda.

–No sabía que te gustara Rihanna –ironizó Marcos en cuanto comenzó la reproducción de Shut Up & Drive.

–Esto… bueno… lo cierto… –Iris intentaba pensar algo con rapidez para justificar aquella canción– ¡El puto Itunes! Hace lo que le sale de los cojones –se justificó acercándose al lateral de la cama.

La adolescente comenzó a acariciar las largas y fuertes piernas del joven hasta llegar a sus ingles, momento en el que descendía cambiando de pierna. Intentaba no rozar los testículos aunque ese objetivo fuera complejo por lo huevón que era Marcos.

–Como eres un poco mariquita, te lo tendré que hacer suavecito –las caricias de la joven se evidenciaban en la repentina resurrección del soldadito de Marcos–. Pues parece que da resultado la dulzura, menuda mierda de tipo duro.

Marcos se limitaba a mirar con una sonrisa de medio lado, el progreso de las manos femeninas. Una de ellas cesó en sus caricias para dirigirse al cajón de la mesita, en busca de un condón.

–¿Qué haces? Pareces una batidora –preguntó el joven ante los veloces movimientos de la lengua de Iris, ensalivando tanto los labios como el interior de la boca.

–¿Te parece mejor así? –la adolescente repasó toda la superficie de sus labios de manera sensual,  con la puntita de la lengua. Cuando hubo considerado que tenía la boca bien lubricada, dejó caer el preservativo sobre el glande. Se inclinó colocando sus húmedos labios sobre la parte enrollada de la goma. Esta fue descendiendo por la presión ejercida entre la tensa boca y los dientes. El condón iba poco a poco cubriendo la tersa piel del falo. Este recibía lúbricas atenciones de la lengua en las zonas ya protegidas por el látex.

Cuando Iris sintió los vellos púbicos en su nariz, cesó en su camino de descenso. Lamió con su lengua el firme tallo y especialmente el hinchado capullo.

El camino de retirada se hizo insoportable para Marcos. Con la boca bien ensalivada, la muchacha devoraba el viril miembro, ascendiendo un par de milímetros y deteniéndose, para suministrar atenciones con su lengua. Antes de proseguir hacia arriba, descendía la mitad de lo ascendido con el fin de prorrogar aquella dulce tortura.

La cálida y lúbrica boca, estaba llevando al joven a las puertas de su primer orgasmo. Creyó que no podría aguantarlo cuando Iris alcanzó la corona de su circuncidado prepucio. Esta lamió con fruición sobre la engomada zona del frenillo, llevando al joven al borde del paroxismo. Call me de Blondie sonaba hacía un rato, cuando Iris despegó sus enrojecidos labios de la polla del muchacho. Este había aguantado por los pelos y no pensaba que soportara más atenciones de ese tipo sin correrse.

–Como has sido un chico torpe y te has dejado apalizar… ahora tendré que trabajar yo para que no te duela –dijo Iris besando el ombligo—. Tendré que cuidarte –la lengua ascendió por los abdominales—, tendré que ser dulce y delicada –los dientes femeninos aferraron uno de los pezones–. Con lo divertido que es ser una chica mala –comenzó a succionar con intensidad la pequeña protuberancia masculina–, pero que muy, muy mala –la pequeña mano acarició las gordas pelotas–, tremendamente mala –la lengua delineó el mentón masculino al tiempo que uno de los dedos acarició el perineo–, malísima –la boca y lengua de Iris se apropiaron de la de Marcos, mientras este sentía cómo un diminuto dedo se habría camino en su culo.

El joven succionó el labio inferior de la chica sin protestar por la intromisión anal. The Cult con su She Sells Sanctuary comenzaba a sonar por toda la habitación. A la adolescente Le ponía cachondísima sodomizar a aquel cabronazo mientras le comía los morros. Ahora era ella la que no aguantaba más. Montó encima de las caderas masculinas, buscando apagar el fuego de sus entrañas con la virilidad del chico.

Se dejó caer, clavándose por completo en la dura estaca de carne. Estuvo unos segundos sentada sobre la enhiesta polla, deleitándose con la ocupación de su vagina. Acariciaba los testículos con una mano; con la otra, ella misma era quien se acariciaba los pezones.

–¿Vas a dejar que me toque yo solita las tetas?

–Pues ahora mismo preferiría mirarte. Estás muy guapa con los ojos cerrados y esa cara de empanada –el joven llevó las manos a las caderas femeninas, ascendiendo lentamente, delineando todo el vientre y el torso con las yemas de sus dedos. Alcanzó los pequeños pechos, estrujándolos entre sus grandes manos. Amasaba y masajeaba el firme pecho femenino con una mezcla de pasión y delicadeza. Al parecer de Iris, los tratamientos eran excitantes por la cantidad e intensidad de los jadeos que emitía.

La chica se inclinó apoyándose en los hombros de Marcos. Este agarró con fuerza las nalgas, ayudando a iniciar la galopada, de una manera lenta y sensual. Iris buscaba la pelvis masculina cuando descendía para presionar su clítoris contra esta.

Ambos sentían cómo se acoplaban a la perfección. Marcos, a través de la goma, percibía el fuego del interior de Iris. Esta, disfrutaba en cada milímetro de su interior, de las intensas fricciones del miembro masculino.

–Joder. Si fueras más alta te podría comer las tetas mientras me montas –se quejó el adolescente incorporándose e intentando doblar su espalda para llegar a los pechos femeninos—. Me voy a romper la columna.

–¡Cállate y fóllame, marica! –La bofetada en el rostro del joven resonó por encima del Basket Case de Green Day. La muchacha comenzó un galope desenfrenado, en busca de su propio orgasmo.

–Para… para… que me… voy…

–¡Como te corras te la corto!

Marcos se esforzaba todo lo que podía por aguantar su eyaculación, pero su polla se negaba a obedecerle. La visión del escueto cuerpo brillante de transpiración, el rítmico brincar de las pequeñas tetas y aquella cara desencajada, le llevaron sin remisión a las puertas del orgasmo.

–¡Córrete zorra, córrete! –la fuerte palmada en la nalga femenina enardeció a la chica.

Tan solo un par de azotes bien dados, fueron necesarios para que Marcos notase cómo los muslos femeninos apretaban su maltrecho costado con una intensidad impropia de aquella diminuta muchacha. Por fin se pudo dejar llevar, acompañando a Iris en su orgasmo.

–¡Cabronazoooo!

–¡Zorraaaa!

Iris calló sobre el hercúleo pecho, llenando la cara y los labios de Marcos de tenues y rápidos besitos. Este acariciaba con cariño y delicadeza la huesuda espalda de la chica. American Jesus de Bad Religion ponía la banda sonora de tan tierno momento.

La mano izquierda del Chino acariciaba la rapada cabeza. Mientras tanto, La derecha rebuscó discretamente debajo de la almohada, extrayendo unas enormes tijeras. Iris no se percató de nada hasta que no fue demasiado tarde. Las tijeras se cerraron implacables sobre una de sus rastas.

–Una para mí y otra para ti –dijo sonriente Marcos—. No es mal trato, ¿no?

Por toda respuesta la joven se llevó una mano tras su culo, y de un intenso tirón arrancó varios pelos de los testículos del joven. Este apretó las mandíbulas intentando con todas sus fuerzas no gritar.

–¿Para qué coño la quieres? –preguntó la joven– ¿Un trofeo de caza?

–Cuando me ciegue el cariño, quiero conservar algo que me recuerde que eres una toca pelotas. Por cierto, espero que me invites a dormir.

–Pues no entraba en mis planes. ¿Tendré que soportarte mucho tiempo?

–Todo el que tú quieras –respondió Marcos buscando los labios de la skater con los suyos.

Ambos se fundieron en un apasionado beso en el que sus lenguas se buscaron sin prisas, sin agobios. Se degustaron con el placer del hambre satisfecha.

Marcos, tumbado boca arriba, roncaba rítmicamente. Iris se despertó sintiendo el frío intenso del amanecer que se dejaba intuir entre las cortinas. Skaterboy de Avril Lavigne, sonaba como colofón a aquella larga noche.

La adolescente cubrió ambos cuerpos con el edredón, alzando el dedo corazón hacia el equipo de música, mandando a la canadiense a tomar por saco.

–¡Skatergil!

Nota del Autor: La inspiración para este relato viene dada por la última canción mencionada. En esta se cuenta como un skater, se enamora de una chica bien. Esta pasa de él, hasta que el chico se convierte en una estrella del Punk. Siempre me pareció una canción machista, debería ser la chica Punk quien se enamorase del guapísimo capitán del equipo de Baseball o algo así. Bien, en España no tenemos esos tipos Yankees y Marcos es el guaperas que se me a ocurrido.

Vocabulario:

Choni o poligonera: Mujer ignorante, con pocas aspiraciones personales y nulas profesionales. Impresionable por la fama, la TV, etc.

Farlopa: Cocaína

Gallifante: Premio que se otorgaba en el concurso juego de niños, una especie de muñeco de peluche, mitad pollo mitad elefante.

Mascachapas: Joven que consume pastillas o ácidos.

Nose: Parte delantera de un monopatín.

Pagafantas: Joven que invita a pastillas o copas a las chonis en busca de un polvo fácil.

Payopony/panchito: Forma despectiva de llamar a los centroamericanos.

Pitón: Cadena de segmentos articulados o hilos trenzados de acero. Semi-rígida, utilizada comúnmente para atar motocicletas. Suelen ir recubiertas de plástico en llamativos colores.

Tail: Parte trasera de un monopatín, de forma cóncava.

Agradecimientos: A todos y cada uno de los que me leen, especialmente a aquellos que pierden unos segundos en comentar, realizando lisonjas, críticas o rectificaciones. Tan solo espero que leerlo os entretenga la mitad de lo divertido que es escribirlo.