Six Pack (2: Ruth, el segundo encuentro)

Esa noche ella me sorprendio gratamente...

SIX PACK 2 (RUTH, EL SEGUNDO ENCUENTRO)

Esa noche ella me sorprendió gratamente...

La ansiedad por volver a ver a mi nueva amiga provocó que ese día fuese eterno, no me parecía que el tiempo transcurriese lo bastante deprisa; pero como no hay plazo que no se cumpla, por fin me encontraba en camino de ver a Ruth, que cosa rara en mi experiencia, llegó puntualmente a la cita, al verla la encontré mucho más bella que la noche anterior, su largo cabello sujeto en una coqueta cola de caballo, y vistiendo una mini blusa sin mangas que dejaba al descubierto su hermoso abdomen y un pantalón a la cadera que no hacía mas que realzar la perfecta redondez de sus nalgas y sus torneadas piernas, y como deferencia a mi estatura, en esta ocasión calzaba unas sandalias sin tacón que completaban perfectamente la belleza del cuadro que se presentaba ante mis ojos. Por mi parte, vestía una elegante camisa azul celeste y un pantalón de mezclilla, completando mi atuendo con unos zapatos tipo mocasín color negro.

Apenas verla llegar, no pude contenerme y aprovechando que ella aún no me había visto, me acerqué a ella desde atrás y mientras la tomaba por la cintura con una mano, le entregué una rosa blanca y besé su hermoso cuello; después de un ligero sobresalto, Ruth se volvió hacia mi con una gran sonrisa en el rostro y nos fundimos en un cálido abrazo, acompañado de un apasionado y largo beso; tal como habíamos planeado, era la hora de la cena, así que acudimos a un discreto y alegre restaurante del centro de la ciudad, donde entre caricias y besos platicamos por largo rato.

A pesar de que ambos sabíamos dónde esperábamos que la velada acabara alargamos el momento caminando por la ciudad tomados de la mano; al cabo de un par de horas, nos dirigimos al hotel, donde una vez llegados a la habitación entre besos desnudé lentamente a Ruth, saboreando cada segundo que tardé en hacerlo acariciando y besando su cuerpo conforme lo descubría; en esta ocasión deseaba disfrutar de ese instante, como un niño al desenvolver un regalo; al terminar de desnudarla, me separé de ella por un momento sintiendo placer ya tan sólo por el hecho de verla desnuda frente a mi.

Luego, la tomé suavemente en mis brazos y levantándola en vilo la llevé hasta la cama, donde la deposité suavemente, para comenzar a acariciarla con una pasión que ya no podía ser contenida por más tiempo; acaricié cada parte de su piel dibujando un complejo diseño con mis manos, mismo que era acompañado por el viaje de mis labios sobre su cuerpo, tratando de aprender de memoria cada curva y forma de Ruth, acercándome poco a poco al centro de su placer.

Para cuando mis labios llegaron al delicioso tesoro de su sexo, ella ya se retorcía de placer, ansiosa por recibir todo lo que sabía que yo podía proporcionarle, tomó mi cabeza entre sus manos y me apretó contra su sexo con tanta fuerza que por un momento no pude respirar, pero disfrutando tanto de proporcionarle placer que a pesar de que ella no me había casi tocado y yo aún me encontraba vestido, ya mi virilidad se encontraba en su plenitud y palpitaba llena de impaciencia por fundirse con Ruth; la cantidad del néctar que salía de su sexo era extraordinaria y conforme sus estremecimientos y gemidos aumentaban también lo hacía ese delicioso líquido, hasta que un gran estremecimiento y un apagado gemido me anunciaron la llegada del clímax de mi hermosa acompañante.

Poco a poco su cuerpo se fue relajando y mientras me separaba de ella para desnudarme, ella con una sonrisa me pidió que esperara, porque era su turno de darme una parte del placer que yo le había proporcionado; y levantándose de la cama comenzó a desnudarme con el mismo cuidado y pasión con que yo la había desnudado antes, soltó lentamente cada botón de mi camisa besando suavemente cada parte de mi piel que quedaba al descubierto.

Al llegar a mis pantalones, se arrodilló para desabrocharlos, presentando ante mis ojos un cuadro tan sensual que casi me hace perder el control; los abrió lentamente e introdujo su mano derecha dentro de mi ropa interior , para apoderarse de mi pene y liberarlo de su prisión, mientras con su mano izquierda terminaba de bajar mis pantalones y boxers hasta mis tobillos; después de ayudarme a liberarme totalmente de mi ropa volvió a tomar entre sus manos mi pene y comenzó a acariciarlo con lentitud mientras un brillo de deseo destellaba en sus hermosos ojos castaños; luego de un rato, bajó su cabeza lentamente hasta que sus labios rozaron suavemente la punta de mi virilidad, que ya se encontraba en la plenitud de su excitación, y continuó acariciándome suavemente, al principio con un mínimo de contacto, recorriendo toda la longitud de mi pene con el suave roce de sus labios, lentamente aumentó la fuerza con que besaba mi erecto miembro, hasta que su lengua fue la que continuo el recorrido iniciado por sus labios.

Por fin, luego de varios minutos de esta deliciosa tortura, introdujo lentamente mi pene en su boca, abarcándolo casi en toda su longitud, para con la misma lentitud extraerlo mientras su lengua lo acariciaba y presionaba hacia su paladar haciendo que el placer de estar dentro de su cálida boca se multiplicara; poco a poco, aumentó la velocidad y la fuerza con que succionaba mi virilidad, hasta que llegó el momento en que logró introducírsela por completo en la boca, lo que casi provoca que llegase al orgasmo; en ese momento sacó rápidamente mi pene de su boca y volvió a acariciarlo con la suavidad del principio, hasta que la sensación disminuyó, y pudo volver a meterlo en su boca; así estuvimos por un largo rato hasta que tomando su cabeza en mis manos la separé de mi pene y le dije suavemente que deseaba con todas mis fuerzas hacerle el amor.

La llevé nuevamente a la cama y me acosté detrás de ella, de modo que colocándonos de lado y sujetando en alto su pierna izquierda, acomodé mi pene en la entrada de su anhelante sexo y entré lentamente en ella, volviendo a sentir la estrechez de su vagina y esa deliciosa sensación como de mil pequeñas manos acariciando cada milímetro de mi pene; hasta acomodar toda mi dureza en su deliciosa cavidad, momento en que iniciamos un lento y suave vaivén, que llenó todos mis sentidos; mientras mi mano derecha acariciaba sus senos y besaba su cuello con pasión, podía escuchar sus gemidos de placer y sentir como su cuerpo se estremecía al compás de mis embestidas, poco a poco aceleramos el movimiento de nuestros cuerpos, hasta que perdí la cuenta de los orgasmos que Ruth había tenido y sentí como mi propia culminación se aproximaba a pasos agigantados.

En ese momento, Ruth volvió a sorprenderme, pues en un hábil movimiento de caderas sacó mi pene de su sexo y se giró para besarme apasionadamente, después de lo cual con voz entrecortada me dijo, "Te tengo un regalo" al preguntarle que regalo podría ser mas maravilloso que lo que ya me había entregado, contesto "Quiero que me la metas por detrás, aún soy virgen por ahí y deseo que tú seas el primero".

Por un instante me quedé mudo de asombro, la verdad para ese momento de mi vida nunca había tenido la oportunidad de metérsela por detrás a ninguna chica y aquí estaba esta hermosa mujer pidiéndome que tomara su virginal conducto trasero; no lo dudé por mucho tiempo, aún cuando nunca había practicado el sexo anal, si sabía que para evitar dolor y lesiones se requería de una cuidadosa preparación, así que saqué de mi maleta un frasco de crema y tomando una generosa cantidad comencé a acariciar el apretado ano de Ruth, tratando de que se relajara; al cabo de un par de minutos, ya había logrado introducir mi dedo medio en ella con un mínimo de molestias y comencé a moverlo con suavidad en círculos para abrirlo aún mas, mientras que para ayudarla a relajarse acariciaba con mi lengua su sexo, poniendo especial énfasis en su clítoris.

Un largo rato después la había dilatado lo suficiente como para meter con comodidad tres de mis dedos y la sensación que le provocaban a Ruth mis caricias tanto ahí como en su sexo, hacían que sus gemidos de placer fueran incontrolables; en ese momento, sintiendo que ya se encontraba lista para recibirme, acomodé sus piernas en mis hombros y dirigí mi erecto pene hacia su aún virginal conducto posterior, mientras le decía que tratara de relajarse lo más posible; cuando comencé a empujar, su expresión cambió para mostrar el dolor que a pesar de la cuidadosa preparación sentía, pero apretando los dientes tomó mis caderas con sus manos y me atrajo hacia ella.

Muy lentamente, sentí cómo mi pene entraba en su apretada cavidad, la cual a pesar de la lubricación se negaba tercamente a ceder, sin embargo, poco a poco logre alojar toda la longitud de mi pene en su interior, momento en que me detuve para permitirle acostumbrarse al intruso que por primera vez invadía esa parte de su cuerpo; luego, muy lentamente comencé a moverme dentro de ella, la sensación era tremenda, si bien al principio se había negado a dejarme entrar, ahora su ano se acoplaba perfectamente a mi pene proporcionándole deliciosas sensaciones a cada centímetro; poco a poco, la expresión de dolor de Ruth fue reemplazada nuevamente por el placer y sus gemidos volvieron a llenar la habitación, mientras un gran orgasmo parecía inminente.

En el preciso instante en que presentía que Ruth se aproximaba a un gran orgasmo, ella me pidió que la dejara estar arriba para aumentar la sensación de mi pene en su cuerpo, por lo que se la saqué y me senté en el borde de la cama, colocándose Ruth delante de mí, lentamente descendió hacia mi pene, volviendo a introducirlo en su recién estrenada cavidad, después de lo cual comenzó a subir y bajar con gran velocidad sobre mi pene, totalmente perdido el control, hasta que llegó a un gran orgasmo, cuyas contracciones hicieron que mi propio orgasmo llegase también con una gran eyaculación que llenó sus intestinos y nos dejó a ambos totalmente sin fuerza, por lo que simplemente nos dejamos caer hacia atrás en la cama y nos quedamos ahí mientras lentamente su cuerpo me expulsaba de su interior.

Nos quedamos adormilados por un rato, hasta que lentamente nos levantamos y nos dirigimos al baño para limpiar nuestros cuerpos de los restos del apasionado encuentro que acabábamos de tener; mientras nos lavábamos mutuamente Ruth me comentó que aunque había sido delicioso, ahora se encontraba adolorida, así que al salir del baño la revisé y pude ver con gusto que a pesar de nuestra mutua inexperiencia, la cuidadosa preparación había logrado que no hubiera mas daño que algunas rozaduras sin importancia, por lo que le apliqué un poco más de crema y nos vestimos para llevar a Ruth a su casa, pues a ambos nos esperaba una larga semana de labores y ya eran casi las tres de la madrugada.

Al despedirme nuevamente de Ruth, nos prometimos encontrarnos el sábado siguiente en la disco donde nos habíamos conocido por primera vez. Yo todavía no lo sabía pero mi estancia en Culiacán acababa de convertirse en una maratón de placer que no solo nos involucraría a Ruth y a mí, sino a algunas de sus amigas más cercanas.