Situaciones Inesperadas (Parte V)

Al cielo no se va solo al morir...

No podía dejar a la pobre Silvia pidiendo más allí y no hacer algo al respecto. Aproveché que Elvia salió del cuarto para volver a situarme donde estaba porque ¡Demonios! Vaya que si me gustaba hacerle el sexo oral a una mujer. No sabría decir quien lo disfruta más, si ellas o yo.

Pero esta vez lo hice penetrándola y era lo que ella estaba esperando que yo hiciera. Mis dedos entraron en su vagina con facilidad y su cuerpo se agitaba con mis movimientos. Solo escuchaba sus susurros atrevidos y desesperados:

- Así… dale… rico… ahí, ahí, ahííííííííííí.

La hice acabar y decidí darme un respiro. Necesitaba agarrar un poco de energía.

¡Dios, es perfecta! – pensaba Elvia. Era justamente lo que quería para mí. Una mujer sin tabúes ni prejuicios y bella como ella sola lo era. Al entrar a ese mar de pecas de su pecho no hacía más que suspirar. Sus ojos verdes se tornaban más claros a medida que dejaba brotar tanta lujuria. Me tenía en sus manos.

Fui a buscar la miel y la mermelada. No iba a dejarla en paz en toda la noche, eso ya lo daba por sentado. Pero faltaba algo, un poco más de suspenso…

Al regresar al cuarto estaba Luisa sirviéndose otro vodka. Me acerqué para abrazarla por detrás metiendo mis manos por su costado y sin querer, se le derramó un poco del licor en el pecho. Se lo quité con la lengua y la besé profundamente. No sé cuánto tiempo duramos besándonos pero lo hacía tan divino que por poco me hace acabar solo por su manera de besarme. Nuestros cuerpos desnudos se entrelazaban perfectamente.

Elvia volvió a colocarse detrás de Luisa para colocarle una venda en los ojos. Ella no hizo ningún ademán de resistencia. Los dos parales del borde de la cama, sostenían sus manos suavemente por dos cuerdas que no la dejarían tener dominio de nada. Una vez allí, Elvia la besó lentamente provocándole un cosquilleo hasta la punta de los pies. Se dio la vuelta para, agachada, rozar con sus nalgas la vulva de Luisa. Aquella sabía que no podía soltarse para agarrarla y pegarla más contra ella. Sentía impotencia y un deseo vehemente, pero era parte del juego. Elvia colocó miel en sus pezones que al primer roce, se endurecieron de inmediato. Tomó el pote de mermelada y colocando una buena porción en la mano, lo esparció por todo el pubis de Luisa y dijo en voz alta :

- Chicas ¡Es hora de merendar!

Elena quería la miel al igual que Laura. Cecilia fue directamente a lamer la mermelada. Elvia se subió a la cama y estaba en donde más le gustaba, detrás de Luisa, que solamente podía morderse los labios y gemir ante semejante embestida.

¡Santo Dios!- pensaba la pobre Luisa. No puedo verlas pero sí sentirlas. No hay manera de que logre tener control sobre mí misma. Sentía el aroma de Elvia a mis espaldas que se dedicó a acariciarme toda desde el cabello hasta las piernas con sus uñas, su boca, sus senos que se clavaban en mí cuando subía hasta mi cuello. El movimiento que sentía en mis pezones era distinto pero no podía adivinar quienes eran cada una hasta que hablaron entre sí. Allí supe que eran Elena y Laurita quienes me chupaban como más me gustaba. Débora hacía gemir a Silvia en otra parte de la habitación. Entonces es Cecilia la que me está quitando la mermelada. ¡Quería soltar mis manos para verlas mientras lo hacían! ¡Era desesperante y grandioso! Solo podía gritar para drenar toda esa pasión.

  • ¡Elvia por favor quítame la venda de los ojos! – Supliqué.

  • ¡Ni lo sueñes!

Alguna de ellas, no sé ni cual, colocó en mi boca sus dedos llenos de miel. ¡Qué delicia! Pero cuando Cecilia arremetió contra mí, penetrándome y chupándome a la vez, supe que otro orgasmo era ineludible. Todas seguían y se decían cosas ardientes para aumentar mi delirio.

-Luisa cielo, acaba rico para mí, anda- suspiraba Cecilia.

  • ¡Dios! Ustedes van a acabar es ¡conmigo!

No entendió que yo quise decir que estaban acabando con mi vida. Quizás fue por la desesperación con lo que dije esas palabras. Ella entendió que yo quería que todas llegáramos al orgasmo juntas. Y se esmeraron por satisfacer un deseo que no estaba en mi lista, pero ¿Qué más podía hacer? Sólo escuchar como Laura y Elena se tocaban la una a la otra para estimularse. Cecilia se penetraba a sí misma mientras con la otra mano me seguía penetrando a mí y aunque no la veía, lo supe porque ella me lo decía:

  • Voy a penetrarte mientras yo me hago lo mismo.

Elvia había soltado por fin una de mis manos, la izquierda. Pero cuando creí que iba a poder asirme de Elena o de Laura ella misma, la estiró hacia atrás para que yo la penetrara a ella y parecieron ponerse de acuerdo en cuanto al ritmo.

  • Tú marcarás la pauta Luisita. Estamos esperando es por ti para acabar. Llegaremos todas a la vez, así que tus gemidos nos darán la pista. ¿Vale?

- Okeyyyyy- murmuré.

Ya no me salían las palabras. Sentí mis dedos tocando lo más profundo de Elvia. Elena y Laura seguían tocándose y lamiendo mis pezones. Cecilia en lo mismo y Débora y Silvia juntas,  esperaban la señal. Para la manera tan particular que tenía Cecilia de chuparme el clítoris, justo en ese punto donde da más arrebato y ardor, yo sabía que no podía contenerme mucho tiempo. Escuchaba con mis gemidos el eco que se producía en ellas mismas por llevar el compás de la situación unánime. Ya la explosión de ese orgasmo estaba ahí y solo pude gritar fuertemente con ellas a la vez que gimieron y acabaron con  todo su entusiasmo. Aquello fue demasiado estupendo.

Todas hicieron una fila para besar a Luisa e ir quitándole cada una las cuerdas, la venda, y las pocas energías que le restaban. Al final de la línea estaba Elvia que le quedó  tan solo una cosa por comprobar. Se acercó hasta ella cuando ya las demás se habían hecho a un lado para tomar un trago más y le manifestó con curiosidad:

- Bella, ¿Son cosas mías o no estás del todo satisfecha todavía?

  • Elvia pero ¿Acaso crees que soy de metal?

- No, pero no me voy a quedar quieta hasta descubrir de qué se trata.

- Es un abuso de mi parte siquiera pensar que falta algo.

- Ya veremos…

Se acercó a mí y me mordió como una vampiresa en el cuello. ¡Por supuesto que faltaba era eso! pero yo no le di mayor importancia. Al ver que mis ojos se encendían cuando lo hizo, le correspondí agarrando sus pezones con mis dedos y apretarlos hasta que noté que le dolía pero me di cuenta que no lo suficiente. Porque susurrándome que lo hiciera con más fuerza, me metía la lengua en la oreja y me la mordía. Me daba nalgadas y me estrujaba contra su cuerpo.

- Sé que te has portado muy mal. Yo te dije que soy una chica mala pero tú eres peor que yo y te voy a castigar por eso.

  • ¿Ah sí?

- Si. No tendré contemplación, así que no te quejes, amorcito.

- Jejeje, contigo quejarme, solo para excitarte, sí lo haría.

Cada una de ellas estaba concentrada en otras cosas y nos apoderamos de la cama Elvia y yo.  Se colocó mermelada para que yo la disfrutara en sus senos y su vagina. Podía degustarla  con impaciencia y me tomé todo el tiempo del mundo porque no quería quitarme de allí. De verdad que la tenía deliciosa. Se colocó el arnés que yo había usado y me acostó en el borde de la cama, de modo que mis pies tocaban el suelo.

  • ¿Cuál se supone que es el castigo?

-¡Pero deja el apuro mujer!

Y esta vez la palma de su mano dio con mi cachete para un manotazo imprevisto. No conforme con eso me hizo lo mismo en ambos senos. Yo solo le clave las uñas pero le arañé toda la espalda y le di una cachetada también. Sonreía con tanta malicia que era un encanto. Abrió mis piernas y cuando ya creía yo inocentemente que iba a penetrarme con eso, lo hizo pero no por la vagina… se desvió más abajo para hacérmelo por detrás.

Lógicamente yo no lo esperaba. Se acomodó a sus anchas y me tomó de las manos para que no me escapara de allí. Pero yo no pensaba en escapar, sino en seguirla viendo haciendo aquello. Lo hizo tan delicadamente que el cosquilleo que me sobrevino me recorrió todo el cuerpo. Yo atine a bofetearla de nuevo cuando se descuido en soltar una de mis manos y eso solo hizo que aumentara su ritmo para moverse dentro de mí. Podía ver que se regocijaba en hacerme su mujer de esa manera. Subió mis piernas hasta sus hombros y los lamía con deseo.

- Te lo dije. ¿ahora piensas seguir portándote mal?

  • Si este es el castigo, entonces me portaré mal siempre- dije entre jadeos- Llega conmigo Elvia, eso es lo que quiero ahora.

- Rico, vente pues!

Así cerramos con broche de oro mi bautizo. Ella ya había caído sobre mí cuando nos envolvió el apogeo de semejante placer. Se quitó el arnés sin dejar de besarme y me abrazó con una ternura de diosa. Era suya y ella mía. De eso no quedaba duda. Mi cuerpo sentía era una marejada de estremecimiento por todo lo que ocurrió esa noche. ¡Vaya manera de salir de la rutina!- pensaba mientras Elvia me miraba ya a punto de dormirse entre mis brazos-. Las otras chicas siguieron en sus andadas. ¿Qué me esperaba la mañana siguiente? ¡Ni idea! Pero si aquello era el bautizo, ¡qué sería del resto de los rituales de estas mujeres!

Fin.