Situaciones Inesperadas (III)

El comienzo de la ¿Tortura?

Entraron todas a la habitación.

- ¿Cuál es tu fantasía más desproporcionada? – preguntó Cecilia.

El resto de ellas hicieron un círculo. El miedo me hacía su presa y pensaba como salir corriendo de esa situación.

  • Te voy a explicar de qué se trata esto para que ya no tengas miedo. ¿Alguna vez has sentido tanto placer en tu vida que signifique casi una tortura para ti?

- Mira Cecilia ¡Yo no sé quiénes son ustedes ni que están tramando. Yo no soy una conejilla de Indias para lo que sea que ustedes hacen, pero déjenme salir de aquí y hagan con sus vidas lo que les de la gana!

Elvia había encendido un cigarrillo. Ni sabía yo que fumaba. Estaba en ese cuarto rodeada de mujeres disfrazadas de maneras extrañas. Débora, que había salido del cuarto, regresó vestida con un uniforme militar al estilo naval, toda de blanco. Silvia por el contrario, vestía toda de cuero como gatúbela. Parecía un verdugo y sonreía de una manera peculiar. Era como notar un nivel de maldad extraño. Laura llevaba vestimenta de mucama. Vi como Elvia salía de la habitación agachando la mirada y volvió al poco rato vestida con un baby doll negro pero tan transparente que podía notar su desnudez latente.

No puedo asegurar que fue todo lo que me pasó por la mente en aquel instante. Yo estaba contra la pared custodiada por todas esas extrañas.

  • ¿Con quién deseas comenzar?

- ¿Comenzar? – Solo pensaba- Dios mío ¿Qué es esto?

Débora se acercó a mí y susurrándome al oído me dijo las palabras que me marcarían de por vida:

“Aquí se hacen realidad las fantasías de todas y estamos seguras que tú tienes alguna que nunca has llevado a cabo”.

Al terminar de decir esto, pasó su lengua por mi oreja y seguidamente comenzó a besarme en el cuello. Se acercó del otro lado Silvia para besarme en el cuello también del lado contrario. Pegaban sus cuerpos al mío y mi corazón latía a mil por segundo. Elvia se acercó lentamente de frente y apartando a las otras dos con las manos me miró y me dijo:

-  “No creas tu que estamos haciéndote esto a la fuerza. Todas las aquí presentes no tenemos ni idea de cómo eres tú en una situación de este tipo. Las mujeres nos transformamos en otros seres muy distintos cuando tenemos sexo y no somos unas depravadas si eso es lo que estás pensando. Somos libres con nuestra sexualidad y nuestras fantasías. No hay límites. Quiero ver ahora a la Luisa que intentaba devorarme hace unos minutos, pero quiero verla en los más altos límites del placer. Estoy segura que debajo de ese semblante inocente que tienes yace una loba, una felina en celo, quiero ver tu lado oscuro, y no mi reina, no te estamos secuestrando. Nos tienes a tu merced para lograr lo que quieras.”

-  Eres tú la que puede aprovecharse de nosotras- mencionó Laura-.

¡Ahora sí es verdad que estoy en aprietos! ¿Estaba soñando? ¿Ese vodka tendría algún alucinógeno? ¡Pero es que todo es muy real! El cuarto tenía una cama extra grande de estilo principesco. Todavía no podía creer lo que me estaba pasando. De pronto Laura se metió en su papel de mucama y hacía las veces de estar limpiando la habitación agachándose frente a mí en una pose muy provocativa. Yo respiraba profundo. Débora  se acercó a mí lo más que pudo diciéndome:

- ¿Te gusta llevar las riendas o que te dominen?

  • Así que de eso se trata ¿No?

  • Claro Luisa – dijo Elena- ¿No habías dicho que nosotras no sabíamos con que loca nos habíamos topado? ¿o solo eran palabras en vano? Si tan atrevida dices ser ¿Por qué no lo demuestras?

  • Bueno como ella no empieza ni entiende bien el asunto todavía, hagamos algo al respecto. Comenzaré yo –susurró Silvia.

Fue directo a sacarme de la protección que sentía contra esa pared y me sentó en la cama. Allí en un santiamén me quitó la blusa y por más que me esforcé en escapar de sus garras, me quitó el pantalón. Estaba allí tendida frente a todas ellas en ropa interior. Elena, que era una mujer realmente bella, comenzó a besarme el pie derecho, chupándome los dedos con una delicadeza celestial. Cecilia comenzó a hacer lo mismo con mi otro pie. ¡Aquello era contradictorio! Por un lado sentía un placer infinito y por otro un miedo terrible. ¿Cómo podía sentir las dos cosas al mismo tiempo? Laura se sentó en la cama y me quitó el sostén y con la mirada más sensual que haya visto jamás, dio con mi seno derecho para lamerlo como si fuese una gata tomando leche. ¡Elvia hizo lo mismo del otro lado con mi seno izquierdo! Yo permanecía inmóvil mientras veía a esas cuatro mujeres tocando puntos tan sensibles para mí todos al mismo tiempo. Aquello parecía de mentira.

  • ¿Me vas a decir que no te gusta? – susurró Elvia-.

Yo solo las observaba debatiéndome en mi interior esa multitud de sensaciones. Laura mordió suavemente mi pezón y aquello ya estaba despertando a mi bestia. No imaginaban que el dolor me excitaba más de lo que  ellas pensaban. No van a salirse con la suya estas mujeres- pensé- Debía encontrar la manera de vengarme.

Silvia se incorporó montándose sobre mi vientre. Buscó mi boca para besarme apasionadamente y simplemente me deje llevar. ¡Ya qué más daba! Al menos eran mujeres las que me estaban haciendo todo aquello. Tomó mis manos mientras me besaba y las colocó sobre mi cabeza. Volvió a erguirse sobre mí y con su lengua recorrió todo mi cuello y bajó hasta el ombligo. Iba a seguir bajando pero la aparté con la mano entonces con fuerza agarró esa mano y metió dos de mis dedos en su boca, succionándolos suavemente.

- ¿Cuándo piensas soltarte? Decía Laura. Hazte la idea de que eres mi ama y yo haré lo que tú me digas.

Cecilia y Elena  se besaron. Silvia fue a colocar música y Elvia me pidió que le quitara la ropa que llevaba puesta. La desvestí lentamente y comprendí en medio de sus besos que ya no tenía alternativa. Se sentó sobre mi pierna y sentía su humedad escurriéndose sobre mi muslo. Por un momento sentí que estábamos era ella y yo solas en ese cuarto. De verdad la deseaba, pero no lo había imaginado así. La acosté boca abajo y pude contemplar toda su espalda y de abajo hacia arriba comencé a acariciársela con mi lengua. Desde sus dos huequitos que naturalmente se le hacían en la espalda hasta sus hombros. Ya allí apartando su cabello, llegue hasta sus orejas. Me había sentado sobre sus glúteos y ella lentamente comenzó a moverlos. Mi blúmer estorbaba enormemente en esa posición. ¿Querían era un espectáculo? ¡Ya veremos si creen que van a dominarme! Elvia gemía con mis caricias y con mi postura sobre ella. Cecilia y Elena siguieron con lo suyo. Débora y Laura estaban buscando accesorios y Silvia solo se deleitaba con su copa de vino a masturbarse mientras veía todo lo que ocurría frente a ella.

Elvia quiso tomar el mando y se dio la vuelta. Notaba como quería seducirme con sus encantos. Tenía unos senos perfectos; ni grandes ni muy pequeños y erectos a más no poder. Me acostó de nuevo solo para quitarme lo único que restaba de ropa sobre mi cuerpo y así quedé totalmente desnuda frente a ella y, casi adivinando mí deseo, rozó por mi pubis sus senos uno por uno. Aquello me derretía y me calentaba más de lo que se pudiera imaginar. Abrió mis piernas y lentamente comenzó a lamerlas hasta llegar directo a mi clítoris que estaba mojado. Podía ver como lo saboreaba haciendo una danza con su lengua. Lo hacía de arriba abajo y después la movía de forma vertiginosa haciéndome gemir de placer. Mi mano derecha apoyada sobre sus cabellos le indicaba a qué ritmo quería que se siguiera moviendo cuando me mordía suavemente. Mi mano derecha estrujaba mis pezones. No quería acabar todavía, pero estaba muy cerca y ella se percató de eso. Quiso hacerme sufrir quedándose quieta por un segundo, pero con su sonrisa picante pronunció en voz baja:

-  No te desesperes cielo. Esto es solo el principio.