Situaciones excitantes

La serie "Situaciones excitantes", trata de describir las situaciones que a mi parecer resultan muy excitantes. No hay sexo. Sólo se describe la situación.

Situaciones excitantes I

La serie "Situaciones excitantes", trata de describir las situaciones que a mi parecer resultan muy excitantes. No hay sexo. Sólo se describe la situación. Si les gusta esta serie, si no, o si comparten los mismos gustos que yo, por favor escríbanme o agréguenme a su MSN: pajeroelpendejo@hotmail.com

Las calzas del ciclista

Llegamos a una sesión de ciclismo. La clase constaría de una parte breve teórica y una más extensa práctica. Para comenzar empezaríamos con un corto anticipo práctico. Éramos 15: dos profesores y trece alumnos. Entre los alumnos había diez varones y tres mujeres. El profesor estaba vestido con unas calzas que alcanzaban sus talones y marcaban notoriamente su paquete. Antes de comenzar con la parte teórica, el profesor recomendó: "Bueno, los que tengan que cambiarse, el vestuario está arriba, les recomiendo usar calzas sin slip abajo." Yo no había llevado calzas, por el hecho de que no tengo. Igualmente fui al vestuario. En el vestuario estábamos los diez varones del grupo. Las edades eran bien variadas, desde la mía, 17, hasta hombres de cuarenta. En general todos lucían fuertes cuerpos de espaldas anchas y pectorales marcados.

Cuando estábamos en el vestuario, comenzaron a desnudarse todos. Yo esperé y pregunté en voz alta, si alguien podría prestarme alguna calza que le sobrara. Uno de ellos afirmó pero adelantándome que era la calza que había usado el día anterior, y que no la había lavado. Que estaba un poco sucia, pero que me iba a servir, que era mejor que pasparme. La sacó de su bolso, estaba hecha un "bollo" y media húmeda en la parte de la badana (protección que tienen las calzas de ciclistas), pero sin importarme, me desnudé. Cuando estaba desnudo, entró el profesor para avisar que era mejor aún si podíamos ponernos talco en los huevos, para evitar posibles paspaduras. Que si no teníamos él nos prestaría el suyo. Por lo que sacó un frasco típico de talco y se lo dio al hombre más cercano suyo. Este agarró el pote, se puso un poco de talco en la mano izquierda y entalcó sus huevos, sobándoselos. Inmediatamente pasó el frasco al tipo de al lado. Este hizo lo mismo. Y así sucesivamente.

Uno de ellos, no sólo entalcó su huevos, sino que también descubrió su glande y puso talco en dicha zona. Yo también hice lo mismo. El problema surgió en que mi glande estaba húmedo (pegajoso) porque hacía un día que no me bañaba y había tenido dos eyaculaciones, por lo que mi pene estaba con el "quesito", oloroso y pegajoso. Me coloqué la calza y sentí la humedad fría de su badana. Era rara esa sensación. Jamás había estado en calzas antes. Esta me apretaba la verga, marcando mi bulto y silueteando mi, hasta ese momento, no lucida cola. Me sentía atractivo viéndome en el espejo. Mi cuerpo atlético lucía muy bien. El de los otros hombres también. Estábamos todos en las mismas condiciones. Fuertes, delgados, en calzas, algunas súper cortas, casi como zungas , y otras más largas. Nuestros bultos se mostraban algunos más orgullosos que otros. Era rara esa situación. Me excitaba un poco. Cuando salimos en calzas, pero con remeras arriba (listos para el ciclismo), estábamos todos como disfrazados frente a ellas, las chicas, que también lucían calzas. Pero en ellas quedaba mucho más normal.

Situaciones excitantes II

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Los mingitorios de los baños públicos

Llueve y hace frío. Estoy en la calle con muchas ganas de mear. Me dirijo hacia un bar, entro y consulto al señor de la caja si puedo entrar al baño. El me afirma señalando la ubicación de éste. Voy. Cuando llego abro la puerta. Era una baño un poco sucio, con muchos mingitorios, como siete, pero todos ocupados (en el bar había mucho movimiento de gente). Cuando uno de ellos se desocupa me dirijo a tal, bajo el cierre del pantalón, saco mi verga de su slip, corro el capullo para atrás descubriendo mi glande (como suelo hacer para mear), y me dispongo a aflojar mi esfínter y gozar de mear. Miro fijo a la pared. De repente veo para el hombre de al lado.

Los mingitorios no estaban separados por nada. El hombre de al lado era alto. Como 1.90 m. Era muy grandote. Su mirada estaba concentrada arriba, como hacia el techo. Sus manos: una sostenía el pantalón para que no se subiera, y la otra cogía, normalmente su verga. De repente termina de orinar, y comienza a sacudírsela. Empieza lo lógico, un tiempo corto. Sigue un poco más, cada vez más enérgicamente. De repente no puedo evitarlo y miro su verga. Estaba morcillona, roja, era gorda y olía al típico olor a verga. Ese olor era muy fuerte, por lo cual yo lo sentía desde mi ubicación. Estaba masturbándose un poco. Porqué un poco: porque en seguida, después de un tiempo, sin llegar al orgasmo, ni mucho menos, sin lograr una erección total, guardó su miembro, subió su bragueta y se fue.

Situaciones excitantes III

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Solos los tres, yo, mi papá y un amigo suyo

Ya almorzamos, eran las dos horas. Estábamos yo, mi papá y un amigo de él solos en casa. Ese amigo pasaría todo el día con nosotros, ya que luego tenía que volver a su ciudad, a unos 600 km de acá. Era verano, hacía calor. Mi papá acostumbraba a, después de almorzar, tirarse un rato a dormir la siesta, por lo que ya estaba en bóxers. El amigo de mi viejo era muy pajero. Era de hablar abiertamente de cómo se garchaba a sus amantes, como les chupaba la concha, como le gustaba que le chuparan la polla a él. Mientras él contaba todas esas situaciones, mi viejo y yo nos reíamos, ya que no estábamos acostumbrados a ese tipo de charlas. A mí me había generado una erección. Yo estaba vestido, por suerte, con jean, fácil disimulo de vergas duras. Cuando me pare, si se me observaba con atención, se podía deducir que estaba empalmado. Quedé sentado en una banqueta bien alta, con las piernas casi del todo estiradas. Mi bulto sobresalía un poco más.

De repente el amigo de mi viejo se paró, mi viejo también. En una de esas, el amigo de mi viejo, relatando una de sus sexuales experiencias, dijo: "Charlie (a mi viejo), tenés que felicitarme... ¿a que no sabés quién se rompió?". Mi viejo cómplice respondió: "No, ¿en serio?, ¿se fue?" y como jodiendo se dieron un fuerte abrazo. Como festejando un hecho que yo no entendía. "A ver, si no lo veo no creo", dijo mi papá. Entonces, su amigo, se bajó la bragueta mostrando un slip rojo que contenía un abultado bulto, valga la redundancia. Bajó el slip también y dejó a la intemperie su verga. Colgando, morcillona de estar apretada en el jean. Parte de su glande estaba descubierto. Entonces corrió su prepucio para atrás y giró su verga mostrándola tanto a mí como a mi viejo. No tenía el frenillo. Lo había perdido en una de esas profundas cojidas. Entonces mi padre explicó: "Lo que pasa es que cuando éramos chicos, Rubén (su amigo), tenía la verga más grande, y fue el primero en debutar, entonces siempre nos jodía a nosotros con que éramos lentos, que esto y que lo otro.

Pero cuando Carlos, Fabio (los otros dos amigos del grupo) y yo debutamos, todos perdimos el frenillo, cosa que a él no le había ocurrido. Nosotros, entonces, lo jodíamos con que era mucho más placentero y que permitía que la verga creciera más aún.". Esa explicación me excitó muchísimo. Entonces mi viejo también bajó su bóxer descubriendo su verga, descubrió su glande y me enseño que la de él tampoco tenía frenillo. "Y vos, ¿cómo la tenés?" preguntó Rubén. Intimidándome un poco, respondí que la mía tenía normalmente el frenillo. Entonces papá dijo: "A ver, mostrá, ahora vos también". "Pero es más chica", dije. "no importa, está todo bien, a tu edad es normal tenerla más chica, pero no te preocupes, estamos entre machos, entre amigos, no pasa nada." Entonces desabroché mi pantalón, bajé mi slip, y mostré mi verga, dura. Rubén dijo: "¿Te acordás Charlie, cuando a la edad de él, también vivíamos al palo? ¿O cuando nos pajeábamos?, Macho qué olor que tiene tu verga! Hay que bañarse más seguido, o lavarse, aunque sea."

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