Situaciones

Después de perder a su familia, los pocos amigos que tenía, la dignidad y el amor; Las ganas de vivir era lo único que le quedaba.Pero ¿Cómo sobrevivir en una selva de cemento, totalmente solo y desprotegido? Alexiu sólo era un niño. Un niño que tuvo que crecer mucho mas pronto de lo que debió.

El Dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional - Buda.

Prólogo -

Tal vez, y sólo tal vez si hubiera sabido que guardar silencio no era la mejor opción, hubiese hablado. Tal vez si tan solo hubiese previsto siquiera la gravedad del asunto, y hubiera comprendido cuan importante podría haber sido, la diferencia y las consecuencias que acarreaban el quedarme callado, yo definitivamente hubiese hablado. Porque ahora, el silencio que se prolongaba a mi alrededor, era aun mas doloroso que la inminente despedida de alguien que, mas que como un familiar, había querido como una mejor amiga.

Porque no supe separar dos sentimientos igual de intensos, pero de diferente importancia, no supe separar el cariño que como mi hermana mayor le tenia, y la confianza que le tenia como mi confidente. Ahora, las consecuencias de un fatídico silencio descendían metros bajo tierra, dentro un ataúd que, jamás se volvería a abrir y que su portadora, dejaría de existir en el registro nacional.

Mi madre a pasos de mi se desplomo en llanto a medida que lanzaban la tierra encima del ataúd de mi hermana, su esposo la sostenía por los brazos, intentado –nulamente- tranquilizarla, pero era imposible. Tenía un ataque.

Metí mis manos dentro de los bolsillos, y mire al cielo. Jamás había tenido la certeza de la existencia de un Dios supremo y todopoderoso, pero algo me decía, que ella estaba allá arriba, con él. A pesar de todos sus pecados, a pesar de todos sus errores; Ella estaba allí. En el cielo.

Recordé el día en el que todo esto comenzó, el día donde una grieta se formo dentro de nuestro hogar, y el silencio de mis labios, marcaron notoriamente mi vida, por el resto de mis días...

La semana antepuesto a la muerte de Samantha Castillo había sido muy agitada, la joven salía temprano de casa, a las seis, y regresaba mucho mas allá de las seis de la tarde, llegando en ocasiones después de la media noche; Con dieciocho años de edad, ya cursaba el último año de la secundaria, sus notas eran regulares y su comportamiento había sido como el de una típica adolescente colegiala; Iba a fiestas, tenia amigas, usaba maquillaje, se pintaba las uñas y salía con chicos. Samantha, - o Sam, como le decían sus mas cercanos allegados – era muy sociable y entablaba amistad mas rápido que cualquiera, todo lo contrario a su hermano menor, Alex.

Alexiu – como su madre le había puesto en primer momento – no socializaba mas de lo necesario, tenía amigos los cuales contaba con una sola mano. Para el unos “Buenos días” eran suficiente para demostrar su “afecto”; o al menos anunciar su presencia la cual, en nulas ocasiones se hacia notar. Como su hermana, cursaba el bachillerato, pero apenas el segundo año; Le costaba un montón concentrarse y prestar atención, razón por la cual, siempre terminaba mirando por la ventana en lugar de prestar atención a la clase.

Sam en su ultima semana de vida había estado sospechosa, ya no se le veía alegre y radiante, en cambio, en esos últimos días había estado deprimida, preocupada...

... Asustada ...

Alex aquella tarde había llegado a casa mas temprano de lo esperado, debido a un cambio repentino en el horario, había llegado poco después del almuerzo. Cosa que, como cualquier otro martes, no hubiese podido lograr.

Estaba fatigado debido a su práctica de futbol y necesitaba dormir pronto. Por aquella razón no reparo en lo extrañamente silenciosa que estaba  la casa y simplemente tomo casi media jarra de agua y fue a su habitación. Al ser tan delgado, sus pasos apenas se oyeron, paso frente al cuarto de su hermana al momento que escuchaba unos susurros.

No presto atención, sin embargo, cuando escucho la voz llorosa de su hermana decidió detenerse.

“él no puede enterarse, si alguien lo hace, nos matara...” – Se le congelo la piel y todo el sueño y cansancio se esfumo.

¿Matar? ¿Quién?

Después de ese día, nada volvió a ser normal. Si de por si Samantha estaba aterrada por algo que Alex desconocía, Martha no notaba y a Eduardo le importaba un reverendo bledo, ahora simplemente, no comía y bolsas negras bajos sus ojos contaban que tampoco dormía.

Cuando volvió a la realidad casi todos se habían ido, y no había tenido la oportunidad de lanzarle aquella rosa roja antes de que la tierra tapara el orificio hasta el tope. Camino hacia la lapida y dejo allí la rosa. Una lágrima rodó por su mejilla, seguida de una gota que cayo sobre su mejilla.

La lluvia cayó sobre el cementerio, sin reparar en nada ni nadie. Cayó suave y sublime, empapando el cabello castaño de Alex. Quien se alejaba melancólico del lugar.

El departamento estaba vacío. ¿Quién sabe donde se habría metido Martha?

Se despojo del traje empapado y se lanzo en su cama. Al poco tiempo de mirar a la nada, el timbre de su celular timbro.

El mensaje dictaba un simple “Lo siento mucho” y un lazo negro como ícono. No respondió, no estaba de humor. Dejo el celular en la mesita al lado de la cama dispuesto a intentar dormir un poco.

Sin embargo el teléfono sonó de nuevo.

“Estaré allí en unos días, espera por mi...”

No creo que pueda esperar mucho más, Sebastian...