Sitges
Unos mensajes de mi Amo a primera hora me empezaron a excitar y a la vez, fui presa de cierta envidia. En uno de ellos me comentaba que se iba con su mujer a disfrutar del Sol por alguna cala perdida de Cadaqués.
En casa teníamos planes este fin de semana para ir al teatro este domingo por la tarde. Y el primer calor anunciando la primavera se hizo notar. Todavía falta más de un mes y seguramente volverán los fríos. Mi marido tenía un compromiso por la mañana en casa de nuestra hija por un tema de tecnología y la pequeña, curiosa, dijo que se iría con el.
Unos mensajes de mi Amo a primera hora me empezaron a excitar y a la vez, fui presa de cierta envidia. En uno de ellos me comentaba que se iba con su mujer a disfrutar del Sol por alguna cala perdida de Cadaqués. Salí a despedir a mi esposo e hija y en el jardín noté el primer calor del día. Junto a aquellos mensajes noté el calor en mi piel. Me decidí. Envié un mensaje a Martí que por la hora de un domingo estaba todavía durmiendo y le pedí que se fuese donde estuviese su madre.
Tras un mensaje de respuesta llamé por el fijo y se puso Irene. Cruzamos cuatro frases y le comenté si le apetecía acompañarme a Sitges a tomar algo aprovechando el día. Se apuntó enseguida y en este momento oí a Martí exclamar, a no ! solas no ! yo también voy, no me pierdo un vermouth. Desde el otro extremo del teléfono me sonreí y le dije a Irene, venga, arréglate para la alfombra roja.
Me probé el primer vestidito del año, pero no, decidí que mejor serian dos piezas y elegí una falda plisada y una blusa de raso sin sujetador para resaltar llegado el caso la exhibición de mis pezones y me decidí por no llevar braguitas. Fui al frigorífico y cogí una botella de cava que guardé en una pequeña nevera de viaje junto a unas copas. En Sitges decidiría.
Al llegar a su casa ya me estaban esperando, a simple vista Irene parecía que había entendido lo de alfombra roja aunque ella sí, había elegido un vestido corto y con botones en el escote hasta casi el ombligo. Salí del coche para saludarnos y de una forma natural nos dimos unos besos en la boca. Nada retorcidos pero suficientes. Irene se sentó a mi lado y Martí ocupo el asiento de atrás ajustándose el cinturón del medio. Imposible ir sin ajustarse el cinturón ya que el chivato es un pesado. El viaje transcurrió entre conversaciones sobre distintos temas predominando los asuntos políticos que nos preocupan. Eso no era obstáculo para que de vez en cuando Martí destensase el cinturón y pudiese llegar a acariciarme más sobre el hombro que no el costado intentando rozar mi pecho y a la vez yo aunque conduciendo resaltaba lo que estaba diciendo moviendo las manos y así, en algún momento reposé mi mano en el más desnuda que cubierta pierna de Irene llegando a rozar varias veces sus labios que ya ardientes estaban un tanto húmedos.
Ya en Sitges pudimos comprobar que el día primaveral había hecho salir a mucha gente y después de unos minutos por las calles marineras digo: Con este día magnifico que os parece si en lugar de sentarnos nos vamos a disfrutar del Sol en una calita ?. Irene me miró sin mucho disimulo y con los ojos y una mueca señaló a Martí como preguntándome: ¿qué estarás pensando?. "porto copes i cava, vinga, anem!" y volviendo sobre nuestros pasos le dí la nevera a Martí y voreando el mar nos fuimos hasta la zona de la ermita de sant Sebastià decidiendonos por una de las calas más pequeñas, No estabamos solos pero estaba segura que tampoco molestaríamos a nadie. Decir que ocupamos el otro extremo de la cala sería una falacia, por pequeña. Martí nos seguía y fuí yo quien eligió el lugar, Discreto a las miradas de los paseantes de arriba y con suficiente complicidad para jugar y dejarnos ir ante dos grupos, una pareja joven y tumbada y un grupo no muy numeroso también de jovenes sentados sobre si mismos en circulo Tan poca playa como pequeño era el oleaje.
Irene y yo nos sentamos aprovechando la pared como respaldo y Martí optó primero por sentarse de cara a las dos y de espaldas al entorno. No se hizo esperar, abrió la nevera y descorchó la botella de cava, Llenó las copas y brindando y cumpliendo con el rigor del primer sorbo nos dio un beso en la boca a las dos. Ahora sí, jugando con nuestras lenguas.
Nosotras permanecíamos sentadas era el quien acercando las copas se abalanzó a nosotras y este morreo nos invitó a separar las piernas iniciando la exhibición de nuestros sexos. Después de besarnos, Martí, como si se hubiese tranquilizado se volvió a sentar como estaba y con las copas de cava en las manos nos pusimos a hablar mientras las dos sentadas como estabamos, con las piernas abiertas y alzadas ofreciamos una perfecta visión de nuestra desnudez y a la vez podíamos ver si nos miraban. Nos mantuvimos así de forma natural hasta que de forma disimulada el boca oreja provocó que el grupo de jovenes fuesen volteando la cabeza para vernos.
Cuando le confirmé a Martí que se habian percatado de nuestra desnudez, este dió un par de saltitos sobre sus posaderas para acomodarse un par de palmos más cerca de las dos y acariciando ahora la pierna de una ahora la pierna de la otra iba avanzando hasta rozar con sus dedos nuestro sexo. Pronto el disimulo pasó a la evidéncia. Nosotras dos nos manteníamos alli sentadas apoyadas en la pared y con las rodillas en nuestros pechos mientras Martí con sus brazos estirados acariciaba los dos clítoris e introducia sus dedos en los dos sexos. Nosotras intentabamos mantener la compostura aunque nos movimos un poco hasta llegar notar el contacto de nuestros brazos. Mientras nuestros sexos rezumaban jugos de deseo y placer y mordiéndonos por dentro de la boca la parte inferior del labio intentamos disimular nuestro primer orgasmo.
En este sentido reconozco que soy más descarada yo que Irene y mientras subia la intensidad que debía de llevarme a dicho orgasmo no evité mirar y mantener la mirada a quienes me miraban. retirándola unos y manteniéndola otros. Eso si, sabiendo comportarse desde su sitio y regándonos sonrisas de complicidad. Aun habiendo alcanzado el orgasmo Martí no dejó de acariciarnos y a la vez de la forma que estaba sentado medio nos tapaba lo que nos animó a Irene y a mi a besarnos y juguetear primero con nuestras lenguas y luego acariciando y pellizcando nuestros pezones.
La situación y nuestras posturas eran de una falsa discreción a la vez que de una clara exhibición. Lo más cercano a querer demostrar cierta naturalidad y procurando no ser descaradamente obscenas.
Así estabamos cuando el empeño de Martí jugueteando con nuestros sexos nos llevó a un segundo orgasmo y nuestras manos eran la de un escultor modeando a su venus acariciando la una el vientre, pecho y cuello de la otra mientras nuestras salivas se entremezclaban. Así estabamos y como digo, yo más descarada mirando aquí y allí fue cuando me di cuenta que la parejita se había percatado y no solo robaban alguna mirada sino que la mano de ella se había introducido por el pantalón y masturbaba de forma imperceptible el miembro de su pareja.
Separándome de la boca de Irene le susurré y ella moviéndose sobre si misma fue a sentarse al lado de Martí, dando la espalda a los demás y, entre los dos tapándome, me agaché y liberando con maña el miembro erguido empecé a pasarle la lengua y recrearme con una torturadora mamada en la que, cada vez que notaba que iba a correrse reconducia el ritmo para retardarle tanto como pude la explosión orgásmica y a la vez provocar que aquella morreada que habían iniciado Irene y Martí se convirtiese en una pasión de mordiscos y salivas.
Terminé la tortura tragándome todo su miembro y vibrando la lengua sobre su frenillo. Cuando lo notó, Irene le abrazó con una fuerza que no dudo que notó en ella el placer que explosionó en el.
Estuvimos un rato terminando de compartir el cava que quedaba y comentando algunas de nuestras cosas, recogimos y nos fuimos pasando por la cabeza de la pareja en la que ella seguía manteniendo la mano imperceptiblemente dentro del pantalón de el.
Dejámos la nevera en el coche y nos fuimos hasta una de las terrazas del Parc de la Ribera y alli hicimos el prometido vermouth, sentadas Irene y yo de manera que pudiesemos jugar a dejarnos ver o no ver.