Sirviente de su señor

Preparaban su boda a hurtadillas, intentando que el señor feudal no se enterara y ejecutara su derecho de pernada.

Toda la aldea participaba con alegría en los preparativos del enlace. Trabajando a deshoras, robando tiempo de sus ocupaciones habituales y, sobre todo, en el mayor de los secretos posibles, todos los detalles de la ceremonia iban estando listos. Entre susurros, con miradas esquivas, se organizaban y distribuían tareas. Transportaban los materiales y alimentos ocultos en sus carros de labranza. Almacenaban víveres y licores en emplazamientos que solo unos pocos conocían.

Toda precaución era poca. Nadie que no fuera de confianza debía enterarse de la boda, sobre todo los soldados que custodiaban las explotaciones del poblado. El señor de las tierras no debía tener conocimiento de esto o sucedería lo de siempre. Cruel, déspota y sin ningún tipo de compasión con su pueblo, no dudaría ni un instante en ejercer su terrible derecho, violando a la novia el mismo día del enlace. Por ello eran necesarias todas las precauciones.

Mientras todo esto sucedía y ya a pocas fechas de la boda, el señor se encontraba en su castillo, planeando su próxima partida de caza junto a sus caballeros de confianza. Apuntando sobre un mapa con la punta de su espada, discutía con ellos acerca del mejor emplazamiento de los puestos. Les interrumpió la temblorosa voz de uno de sus sirvientes. Enfadado, dispuesto a abofetear al imbécil que había osado interrumpirles en tan importante tarea, se acercó al lacayo, cercano a sufrir un ataque de pánico.

  • ¿Qué quieres, estúpido?. ¿No te he dicho que no me molestaras?

  • Mi señor, el guardia de la puerta ha recibido esto de un campesino oculto bajo una capa. Dijo que era de suma importancia y que debiáis leerlo vos.

  • ¿Te atreves a importunarme por el mensaje que trae un palurdo anónimo?.- Gritó al tiempo que golpeaba con su mano al pobre sirviente.

Cogió el mensaje que temblorosamente le tendía el hombre y lo abrió. Su cara se transformó a medida que iba leyendo, de la furia a la alegría, hasta soltar una carcajada.

  • Bueno, parece que vamos a ir de caza después de todo... aunque la presa será diferente.- Dijo a sus caballeros, sin parar de reir y tendiendo el papiro para que pudieran leerlo. Lo cogió uno de ellos y leyó en voz alta :

  • Mi señor, os informo que en la aldea de Loth, al norte del río Galath, se está preparando en secreto la boda de un campesino con una mujer joven, de las más bellas de la zona, de piel blanca y suave, cabellos dorados y ojos color cielo. Se está intentando ocultar esto a nuestro señor para que no cumpla el divino derecho de pernada. Firmado, un leal servidor.

  • Rápido, enviad un espía que confirme esto, no quiero sorpresas. Y si es verdad... creo que promulgaré una nueva ley para extender el derecho de pernada sobre unos pocos caballeros fieles.- Acompañó esta última frase con un guiño a sus hombres, que recibieron la noticia con una carcajada y satisfacción general.

Llegó el domingo de la boda y los planes sucedieron tal y como estaban previstos. Los soldados guardianes estaban ya dormidos por efecto de las dormideras mezcladas con su comida. Los adornos estaban dispuestos y todo listo para comenzar. El novio, en la plaza del pueblo, esperaba nervioso a la novia, que llegó tarde como es habitual. Todo el pueblo exaló un suspiro al verla. Era tal y como se había descrito en el anónimo recibido por el señor feudal. Rubia, con rostro de ángel, ojos azul cielo, un cuerpo delicado como de adolescente, con pechos pequeños, firmes como peritas dulces. Bajo el vestido se intuía una cintura estrecha y unas nalgas redondas, prietas, algo respingonas. Sin duda una criatura bella.

El alcalde del poblado se dispuso a iniciar la ceremonia. No llevaba terminadas las palabras de bienvenida a los presentes cuando el ruido de unos cascos hizo que todos giraran sus cabezas. Gritos de espanto recorrieron la plaza, algunos corrieron a sus casas, otros obligaron a sus mujeres e hijos refugiarse en los hogares. Lo que parecía imposible había sucedido. Llegaba el señor feudal.

Los caballeros rodearon a la gente que se había quedado en la plaza, estratégicamente distribuidos para interceptar cualquier amago de rebelión. El señor feudal, sin bajar de su impresionante caballo de guerra, se interpuso entre el alcalde y los novios, que se abrazaban, ella con terror y él, sabedor de lo que iba a ocurrir, lleno de rabia contenida.

  • Mirad, caballeros, parece que hay boda y no estábamos invitados... ni informados. Vaya, vaya... pues la novia es bien hermosa. ¿No os parece caballeros?.- Los caballeros asintieron siguiendo la corriente de su señor.

  • Desde luego, en esta ocasión el sacrificio de poseerla no va a ser tanto. Pero esto de no haber informado a vuestro señor del acontecimiento no está nada bien. -añadió con tono burlón.

  • Claro que... estas cosas pasan. Sin ir más lejos, es posible que vosotros no os hayáis enterado de la ampliación del derecho de pernada a mis fieles caballeros.- Un gritó surgió de la madre de la novia, herida en sus entrañas al saber lo que esperaba a su hija. Una espada quedó a escasos milímetros de la garganta del novio, que, enfurecido, intentó avalanzarse sobre el señor. Llantos, ruegos, súplicas... nada pudo convencer al señor de que evitara la barbarie que iba a cometer. Sobre todo después de ver lo hermosa que era la novia.

La furia del novio crecía y, temiendo lo peor, la novia le suplicó:

  • Vete, mi amor, vuelve esta noche. Sabíamos que esto podía ocurrir, ya lo habíamos hablado. Es solo mi cuerpo, sabes que todo lo demás te pertenece.- lloró la novia abrazada a él. Abatido y vencido, el novio huyó corriendo, con los ojos bañados en lágrimas, perdiéndose por las calles, sabedor de la imposibilidad de evitarlo.

  • No perdamos tiempo, quiero volver al castillo antes de que anochezca. -Ordenó el señor tomando a la joven e izándola a su caballo. Bajo su mandato, la muchacha le guió a la casa que habían preparado su marido y ella como hogar conyugal. Subieron al dormitorio y allí el señor se despojó de sus ropas mientras ella esperaba sentada en la cama. No pudo evitar un estremecimiento al fijarse en el gordo falo del señor, ya erecto por la excitación.

  • Vamos, desnúdate y camina, quiero verte bien antes de poseerte.- Ella obedeció, tímidamente, quitándose la ropa despacio, dejando primero al aire sus pechos del tamaño de un limón, jugosos y con pequeños pezones. El señor no pudo evitar un suspiro cuando ella se despojó del resto de la ropa y dejó al aire su pubis, adornado con un hilo de pelusa rubia, con unos labios dignos de ser besados, una vulva cerrada y prieta como la de una adolescente.

  • Ven, putita, te voy a enseñar unas cuantas cosas para que luego hagas muy feliz a tu maridito.- Dijo acercándose a ella. Tomándola de la cintura acercó su cuerpo al de ella, rozando su vientre con su erecta verga. Metió su lengua en la boca de ella, que simplemente se dejó hacer, sin oponer resistencia. Mientras, con su mano agarró primero uno de los pechos, estrujándolo con fuerza, sobándolo, para continuar con su pezón, que estiró y pellizcó haciendo que la joven se estremeciera por el dulce dolor. Bajó su mano y, sin dejar de besarla, ora por el cuello ora en la boca, dos de sus rudos y encallecidos dedos de guerrero abrieron los labios vaginales de la muchacha, para jugar con su clítoris y, la fin, meterse dentro de su vulva, bruscamente, sin preocuparse de provocarla dolor. El caballero tuvo la sensación de que aquella vulva no estaba todo lo seca que cabría esperar. Pero aquello era imposible, estaba violándola...

Separó la boca y mirando a los hermosos ojos azules pidió a la muchacha que se pusiera de rodillas.

  • Quiero que chupes mi verga, cométe el miembro de tu señor, zorra palurda.- Ella obedeció tituveante y se arrodilló. Tomó el meimbro con su delicada mano, casi incapaz de abarcarlo dado su buen tamaño y miró a los ojos a su señor, como suplicando piedad. Este, enardecido ante la mirada de la joven, puso su miembro mirando al frente con una mano, apuntando directamente a la boca de la muchacha y, con la mano libre, atrajo a ésta hacia si. Ella entreabrió la boca lo suficiente para que entrara la polla del señor.

  • Eso es, cerda, cométela, asi, despacito.- El señor seguía sujetando a la muchacha por la nuca mientras movía sus caderas para introducir su pene en la boca de ella, con un movimiento lento. Poco a poco fue introduciendo cada vez más pene en la boca de la chica. Consiguió meter medio miembro en su boca, mientras notaba como ella movía la lengua para lamer la punta. Aquello no era normal, "Está chupando, ¡¡¡esta zorra chupa!!!". Sus pensamientos se corroboraron cuando una mano de ella le agarró por las nalgas para atraerle más hacia ella.

  • ¿Quieres más rabo, puta, quieres comértelo todo?.- Preguntó asombrado y excitado como nunca. Lentamente introdujo más miembro en su boca, aprovechando cada embestida de sus caderas para hacerlo. Temía que en cualquier momento ella tuviera un arcada al llegar al límite de su garganta, pero ella gemía cada vez que la carne entraba en su boca, saliendo reluciente y cubierta de saliva, por lo que siguió metiendo hasta, con los ojos entreabiertos por el placer, contempló estupefacto como su pene se perdía en su totalidad en la boquita de aquella virginal mujer, que gemía de placer y que con su mano izquierda estaba sobando su clítoris, haciendo círculos con su dedo.

Aquella zorra había fingido bien delante de su marido, cualquiera hubiera jurado que iba sacrificándose, caundo en realidad se moría por probar la verga de su señor. Pues si quería probar la polla de un noble la iba a probar bien. Estos pensamientos saltaban en la mente del señor, mientras se estremecía de gusto sientiendo la succión de la boca de la joven, con su verga metida hasta la garganta, con su nariz topando con el vello del caballero. Agradeció que ella sacara el miembro de su boca, pues temía eyacular en cualquier momento. Noto la suave lengua de aquella hermosa joven recorriendo su pene de la base a la punta, lamiendo su escroto, subccionando en sus testículos.

  • Poseedme, quiero sentiros dentro de mi. Quiero vuestro miembro dentro.- Se tendió en la cama con las piernas bien abiertas, con los brazos llamando al caballero. Este se arrodilló delante de ella, subido en la cama, tomó sus hermosas piernas por los tobillos y las colocó sobre sus hombros. Inclinándose, dirigió la punta de su pene a la vagina de ella y de una sola embestida se la calvó todo lo que pudo. Ella gimió de gusto al sentirse penetrada sin nigún dolor, pues su vagina estaba muy excitada y lubricada. Agarrándola por la cintura, el señor comenzó a bombear todo lo rápido que pudo, sacando su pene hasta los labios de aquella dulce cueva, para hundirlo de nuevo con todas sus fuerzas, intentando atravesar áquel cuerpo que gemía y se estremecía debajo de él.

Ella alcanzó pronto el orgasmo, entre gritos y súplicas para que él no se detuviera. El caballero incrementó sus movimientos, haciéndolos aún más brutales e intensos, al notar la llegada del orgasmo de la joven. Según hubo acabado ella, notó como el placer llegaba a su punto máximo y su orgasmo era próximo. Con un rápido movimiento sacó su polla, y dirigió su pene a la cara de la muchacha, que aún se estremecía por su reciente y brutal orgasmo.

  • Toma el semen de tu amo, puta exclava, tomátelo.- Gritó mientras se masturbaba delante de la cara de la joven, que, deseosa de recibirlo, abrió su boca sacando la lengua para recibir el regalo que su señor le hacía. Espesos chorros de leche salieron disparados de la punta de su verga, regando la cara de la joven. Su rostro de niña buena se vió manchado con hilos balncos, algunos directamente a su boca, quedando en su lengua, por sus mejillas, en sus rojos labios, enredándose en su pelo...

Cuando el señor terminó contempló la cara de ella cubierta de semen hasta donde la lengua de la joven llegaba, pues estaba relamiéndose para degustar el semen del señor. Aprovechó para meter su miembro en su boca, para que lo limpiara a conciencia. Ella chupó con fuerza para intentar arrebatarle hasta la última gota de semen que le quedara.

Se limpió la cara en una palangana, y trajó comida y bebida a su señor, que reposaba en la cama aún sin asimilar la conducta de la muchacha. Comió y bebió vino, mientras contemplaba a la muchacha, que permanecía desnuda besando su torso. Eso si era adoración a su señor, deberían aprenderlo en la escuela, bromeó para si mismo. Ordenó que le trajera más vino y contempló una vez más a la muchacha mientras iba a cumplir su deseo. Vió sus nalgas firmes, suaves, respingonas, redonda como una sandía... y nuevamente el deseo le embargó.

  • Muchacha... ¿tienes manteca? .- Gritó desde la cama. Ella contestó afirmativamente desde la cocina, algo extrañada por la petición. Llevó el vino y la manteca a su señor, que estaba sentado a los pies de la cama.

  • Ven, tumbáte sobre mis rodillas, como si fuera a azotarte.- La muchacha se tumbó sobre él, con las hermosas posaderas sobre las rodillas del hombre, las manos apoyadas en el suelo para hacer equilibrio. De este modo su trasero quedaba más respingón y erguido si era posible. El caballero untó dos de sus dedos en la manteca que la muchacha había traído y los dirigió hacia las nalgas de ellas, a su agujero, quedando este bien untado en la manteca. Tomó un poco más con sus dedos y, colocando la punta en el orificio, introdujo uno de ellos. Ella gimió, no de dolor, sino de placer al sentirse tan violada en lo más íntimo.

  • ¿Te gusta, putita?.

  • Si, mi señor, seguid por favor.- Animado por el deseo que ella expresaba, introdujo otro dedo acompañando al primero en el ano de la joven. Esta comenzó a alzar las nalgas para recibir los dedos en su interior. El caballero comenzó a sacar y meter los dedos, trazando espirales con ellos. Notó como el ano de la muchacha cedía y acomodaba sin problemas ambos dedos por lo que, tomando más manteca, introdujo un tercer y después un cuarto dedo. Ella gemía con cada introducción, separando ligeramente las piernas para facilitar la entrada.

  • Mi señor, no puedo más, queiro notar vuestro falo en mi culo. Tomadme por detra´s, por favor, os lo ruego, metédmela.

  • Arrodilláte al lado de la cama, putita, y apolla el cuerpo en ella, que te voy a dar lo que pides.- Ella asi lo hizo, poniendo su cabeza de lado y apoyando el cuerpo sobre la cama. Separó las piernas y con las manos separó sus nalgas.

El caballero se sitúo detrás de ella y untó algo de manteca en su falo, que quedó bien engrasado.

  • Hacédmelo de una sola vez, metédmela entera hasta el fondo...- Rogó ella con voz de auténtica prostituta. El señor no dudó, dirigió su pene al orifició y con un fuerte empujón, que arrancó un grito mezcla de dolor y placer, introdujo su pene en el ano de la mujer desde la cabeza hasta que los testículos rozaron con sus nalgas.

-Asi, mi señor, asi, seguid, abrídmelo, rompédmelo.- Obedeciendo excitado, el caballero comenzó a culear sobre la muchacha, que gemía gozando por el ano. Continúo poseyendo analmente a la muchacha por un buen rato, pero la postura le obligaba a mantenerse de puntillas, por lo que sus gemelos se agarrotaron. Manejándola como a un objeto, la tumbo boca arriba en la cama, la ordenó que separara y abriera sus piernas, hasta que la muchacha quedó con las rodillas a la altura de sus senos. Asi, cogiendo ambas piernas con sus manos, el caballero continúo con su coito anal, mientras la muchacha gritaba como poseída, con una de sus manos introduciéndose casi por completo en su vagina, que chorreaba flujo. De este modo ella alcanzó varios orgasmos, brutales, salvajes, que hicieron que sus ojos se pusieran en blanco. Pronto fue él el que notó como se acercaba al éxtasis.

  • Me vengo, zorra, me vengo en tu culo... - Gritó, a lo que ella respondió completamente fuera de si por el placer:

  • Sí, mi señor, llenadme de leche, la quiero toda, dádmela.

Ambos alcanzaron este último orgasmo juntos, compartiendo estertóres, sacudidas, gritos y jadeos. Cuando retiró su pene, el ano de ella rebosó de semen espeso y manteca.

El caballero descansó de nuevo. Ella volvió a asearse, hizo la cama y le ayudó a vestirse.

  • ¿Sabes que ahora vienen mis cinco caballeros... y querrán lo mismo que yo, verdad?

  • Si, mi señor, no os preocupéis, les serviré igual que a vos... es un placer para mi hacerlo.

  • Qué buena puta eres... adiós.

Se dirigió hacia la puerta y ella le vió enfilar hacia la taberna, donde sin duda estarían esperando el resto de caballeros aguardando su turno. Cogió algo de vino y comida y se dirigió hacia el armario, que estaba entreabierto.

  • Toma, mi amor, tendrás algo de hambre... ¿lo estás pasando bien?... ¿necesitas algo más?.

  • Gracias mi vida... no, no necesito nada más. Estoy gozando mucho. De verdad eres más puta de lo que había imaginado. Estás gozando, ¿verdad?. Has visto... ya te dije que no podría resitirse al anónimo.

  • ¡Síííííííí!. Y sólo de saber que aún me aguardan cinco hombres más ya estoy excitada.

  • ¡Qué puta eres!. ¡Cómo me gusta!. Por cierto, a este próximo me gustaría que le poseyeras tú encima. E intenta que al menos dos de ellos vengan juntos, recuerda que quiero verte con dos hombres a la vez.

  • Ya viene, hasta luego.- Dijo ella, cerrando la puerta lo justo para dejar que su marido tuviera buen visión de la cama.