Sirviendo a mi amigo hetero 4

Tengo que pasar unos días en casa de los padres de mi mejor amigo...

Como os comentaba en el relato anterior, que podéis encontrar siguiendo este link (http://www.todorelatos.com/relato/134167/), parecía que habíamos roto unas barreras en nuestra amistad. David estaba cómodo, y parecía que poco a poco le gustaba más y más tener-me siempre dispuesto. Un día lo comentábamos (ya no había tabúes) y David se sorprendió que a mí realmente lo que me gustase era servirle, y llegamos a un acuerdo y es que hacer mención a nuestros padres (preguntar por ellos o dar saludos de ellos) significaba que el otro estaba dispuesto o que iba cachondo. De esa manera nos ahorrábamos pillar al otro en un momento comprometido o en familia. Durante este período de tiempo desde el cumpleaños de Agus, que David me utilizaba siempre que quería una mamada. De esa misma forma, empezamos a ser algo más “liberales” en cuanto a sitios donde encontrarnos. No vivíamos en la misma ciudad, pero ambos estudiábamos en Barcelona, Economía. Aunque David iba de tardes y yo de mañanas, siempre había alguna que otra excusa para hacerle una mamada. Ambos siempre hemos tenido la libido muy alta, y se juntó el hambre con las ganas de comer, nunca mejor dicho. En fin, alguna que otra vez, David en medio de una conversación de Whatsapp subida de tono, me enviaba una foto de su rabo en pleno esplendor y me decía “estoy en el baño de la biblio” y yo iba corriendo casi como un perro faldero. Poco sabían nuestros amigos la de corridas que me había tragado durante mis “trabajos” de la uni. Para mí esos momentos en la uni fueron de los mejores, y un día dedicaré un relato a una de esas escapadas a los baños de la uni. Pero realmente el relato que os quería contar hoy ocurrió un año después que acabásemos la carrera. Por aquel entonces yo había dejado el trabajo en el despacho de mi padre, y me preparaba para ir a vivir a Suecia, donde había encontrado una posición de lo mío. Me daba algo de miedo y mi madre aún no lo entendía, así que había problemas en casa. Un día la discusión llegó a tal punto que me fui de casa y le pedí a David que me dejase quedar en su casa.

Nada más llegar a casa de sus padres, no podía dejar de pensar que tendría el rabo de David a mi disposición 100%. Era verano y él también estaba entre trabajos. Lo único que no había caído en la cuenta era que viviendo con David y sus padres, no tendríamos tanta intimidad como en el baño de la uni o en el despacho de mi padre. Aún así, la primera semana pasó bastante rápida y sin sexo, más que alguna que otra mirada cómplice. David sabía que yo tenía ganas…

La casa de los padres de David tenía tres habitaciones, la de los padres, la de David y la de su hermana que ya no vivía con ellos, y que yo ahora habitaba. Habían sido muy generosos en darme intimidad y libertad de hacer lo que quisiese… y quizás me lo tomé demasiado al pie de la letra. El baño estaba al lado de la habitación donde yo dormía, y antes de ir a la cama me daba una ducha para poder dormir desnudo en la cama. Una noche cualquiera, me vio David salir sin nada encima. Yo al principio me sorprendí y me ruboricé, pero él me miró algo divertido. Yo hice como si nada, dije buenas noches a sus padres (que estaban abajo mirando la tele) y luego a David, que estaba ya con la puerta del baño cerrada. Yo iba súper caliente... hacía días que no mamaba a David, y tenerlo tan cerca me estaba volviendo loco, así que me empecé a pajear y a meterme un dedo suavemente pensando en ese trozo de carne. Mientras estaba disfrutando vibró mi teléfono i vi que era una foto de David. Desbloqueé mi móvil y me encontré una foto preciosa de su polla, brillando de líquido preseminal. “Hace mucho que no descargo… tienes hambre para postres?” yo no tardé ni medio segundo en contestar y casi le rogué que sí, que por favor me diese ese rabo. “Vale, pero haz lo que te diga que nos arriesgamos mucho” me dice “y sal completamente desnudo al pasadizo”. Yo ante eso me quedé helado. ¿Y si venía de pronto su padre o su madre al segundo piso? ¿Y si me pillaban desnudo? ¡Menudo horror! Aún así, hice lo que me decía David, y salí con una erección de caballo y con un culo más que húmedo de la excitación. Miré a la derecha, al baño y vi a David aún algo mojado de su ducha tapado a partir del ombligo con una toalla y un relevo más que notable de su rabo. Me señala al teléfono que tiene en su mano, que entiendo que me mire el Whatsapp. “Ponte de rodillas en medio del pasadizo”, yo le miro casi rogando, pero él sabe que yo obedeceré. Me pongo de rodillas y veo como David se levanta y deja caer la toalla. Ya os he contado que la polla de David es la más larga que me he tragado nunca, y puedo notar que pese a mi boca seca por los nervios, empiezo a salivar por tenerla en mi boca. Se acerca despacio y me la deja a escasos centímetros de mis labios. Puedo sentir el calor que desprende, y en un movimiento la levanta y me golpea a mi boca. Sin dudarlo ningún segundo me trago ese pollón entero. Ya no hay vergüenza ni remilgos posibles, vivo para servirle y no descansaré hasta tragarme la última gota. Os podéis imaginar la escena. Ambos desnudos en el pasadizo y a mí de rodillas mamando como si no hubiese mañana. Podía notar que David estaba disfrutando pero con la mano me hizo parar y me señaló a mí habitación.

Él gritó a su madre diciendo que se iba a la cama, y cerró su puerta silenciosamente y luego cerró la mía tras entrar. Me señaló la cama y me hizo estirar boca abajo. Yo tengo muy poco pelo y puedo entender por qué quería que me pusiese así. Con un culo más que respingón, poco cuesta imaginarse que es de una mujer. David se puso a la cabecera de la cama y me puso su rabo en mi cara, golpeándome un par de veces antes de darme de comer de ella. Yo seguí con aquello que habíamos empezado en el pasadizo, devorando cada centímetro de esa polla mientras notaba a David jadear y presionar mi nuca con sus manos para que me tragase entero ese pollón. Si hay algo que David había entendido de nuestras escapadas es cuánto me gustaba servirle, y cada vez me sorprendía más su osadía (que por otro lado era bienvenida). Me pidió que parase, que se iba a correr, pero yo seguí, a lo que él sacó su polla rápidamente y me golpeó con fuerza la cara con ella. “He dicho que pares.” Y me sonrió, cosa que me hizo relajar. Se levantó y se puso detrás encima de mí. Estando yo boca abajo en la cama podía sentir como ponía sus piernas a cada lado de mi cuerpo, y fue bajando lentamente. Con sus manos empezó a acariciar mis nalgas. Unos días antes de la discusión con mi madre me había depilado, así que estaba todo súper suave. “Tenías esto bien escondido… No sabes lo que me gusta un culito tragón bien rasurado”. Su rabo estaba a cien, y podía notar que David se estaba pajeando. Mientras lo hacía apretaba su rabo en mis nalgas que exprimía y golpeaba. Yo me sentía utilizado y a su disposición, vamos, que estaba en el séptimo cielo. David estaba tan caliente que hizo algo que me sorprendió… abrió mis nalgas para encontrar mi agujero rosado y con ganas de acción y pude sentir como escupía. Al notar su saliva caliente en mi agujero él tomó dos dedos y presionó en mi agujero. Yo era lejos de ser virgen, pero en ese momento me puse muy nervioso. Habíamos intentado follar pero había sido realmente solo una vez y no habíamos tocado el tema más. Me daba miedo que no le gustase y le cortase el rollo para siempre. Como si leyera mi mente David me susurró “tranquilo, no te follaré, pero esta noche no será tu boca la que trague mi leche”. Dicho esto yo lo único que pude hacer era gemir al notar sus dedos acariciar mi agujero que ahora ya deseaba esa leche. David aceleró el ritmo de su paja y pude sentir como antes de correrse presionó su glande hasta meterlo dentro de mi culo. Yo estaba en la gloria y podía notar como mi polla goteaba líquido preseminal. Con su glande dentro de mí dio las últimas estocadas y pude notar como su leche caliente me inundaba por dentro. En ese momento me sentí privilegiado y nada más notar su esencia caliente me empecé a correr como si no hubiese mañana, mientras David gemía y apretaba las nalgas con cada corrida.

David se bajó de la cama y se acercó a la cabecera de nuevo. Él sabía que no tenía que decir nada, así que hice lo que se esperaba y deseaba de mí, que le limpiase de leche su rabo. Nada más acabar me dice “Ala, ahora a dormir que ya verás cómo disfrutaremos de tus últimos días antes que te vayas a Suecia”. Aún hoy en día pienso en ese día y en lo que haría para revivir esos instantes.