Sirena

La noche caía ese inverno, afuera la nieve cubría con su manto blanco todo lo que se ponía en su camino. Allí estaba yo, solo en la habitación de mi mente, mis pensamientos volaban hasta las noches que pasábamos en esta misma guarida. Las noches en la que la ropa nos estorbaba y nos amábamos hasta que el sol nos golpeaba el rostro, hasta que nuestros sudorosos cuerpos eran vencidos por el cansancio.

La noche caía ese inverno, afuera la nieve cubría con su manto blanco todo lo que se ponía en su camino. Allí estaba yo, solo en la habitación de mi mente, mis pensamientos volaban hasta las noches que pasábamos en esta misma guarida. Las noches en la que la ropa nos estorbaba y nos amábamos hasta que el sol nos golpeaba el rostro, hasta que nuestros sudorosos cuerpos eran vencidos por el cansancio. Esta noche me siento mas solo que nunca, esta maldita soledad me cala los huesos, el dolor es punzante. Veo tu fotografía en mi escritorio, allí esta, junto un montón de papeles, creo que es un una carta; no me acuerdo muy bien. Si, si es una carta, pero nunca llego a tus manos, esta salpicada de lagrimas de amor. Deje de escribirla pues mis manos me temblaban, mi corazón reclamaba tu presencia, pero mi mente te reclamaba otra cosa. Mi habitación ha perdido el olor a sexo, ese olor enervaba mis sentidos. ¡Huele a tristeza, huele a soledad! Añoro ver tu cuerpo de sirena, ese cuerpo que me invitaba a pecar, ese cuerpo que fue mi perdición. Tus pechos en mi boca saciaban mi sed, tus pezones rosados como fresas eran como el elixir que vencía mi gula. Pero al probar tu coñito coronado por una matita de bellos rojos como tu cabello, rojos como el fuego de mi pasión por ti, me sentía en el mismísimo Monte Olimpo. Hacerte el amor...eso quisiera, mi cuerpo te necesita, el calor de tu cuerpo ahogaría el frió que repta en mi piel. En mi entrepierna algo esta creciendo, con solo recordarte. Quiero llorar...nunca he estado de acuerdo en que un hombre no pueda llorar. Yo lloro por que me duele hasta donde no sabes, me duele y me astilla en mi debilitado corazón la decisión que tomaste. Yo tuve la culpa, lo acepto pero no me resigno a perderte. Tocan la puerta, la apatía me impide levantarme con destreza y torpemente la abro. Mis ojos no creen lo que ven. -Feliz Navidad, Fer... -me dices. -Le...le...Leticia, Amor, volviste... te digo con mi voz quebrantada por las lagrimas. -Solo he venido a traerte tu regalo y a despedirme. - Pe...Pe...Pero yo creí... -No, nada ha cambiado, me dices con firmeza. Te abrazo y te pido que no te vayas, pero tú me dices que es inevitable el adiós. Te ruego y te imploro que no te vayas, pero no tienes la intención de permanecer a mi lado. Al fin entiendo que no te puedo retener a mi lado. Envuelta en un abrigo color blanco te veo como una princesa, tus cabellos rojos y tus ojos me sacan de este mundo. -Te ves lindisima. -Gracias. -Quédate un rato por favor, tengo un poco de vino. Te digo con la esperanza de verte por unos minutos más. -No puedo quedarme, mi prometido me espera abajo. -Déjame hacerte el amor, por favor te lo suplico... -¿Qué?... ¡Estas loco! Mi prometido esta esperándome. No dejo que termines de hablar, mis ansias de amarte son más fuertes que mi cordura. Veo que tu resistencia es poca, pues tus besos me lo demuestran, las palabras salen sobrando, solo deseamos amarnos por ultima vez. Mis caricias sobre tu cuerpo son torpes, pero el abrigo ya no es un obstáculo, ha caído sobre la mesita de centro; tu vestido es la siguiente barrera por derribar. Mis manos acarician con desesperación tu cuerpo, tu mano esta sobando mi polla que lucha por salir de mi pantalón. No me importa tu vestido, uno de tus senos ya esta fuera de el y mi boca se ocupa de darle atención, mis manos ya rompieron tus braguitas de fino encaje negro. Mis dedos se pierden dentro la húmeda cavidad, ya estas lista. Mi pene es presa de tus labios, que buen invento es el labial indeleble. Después de lubricarme el miembro con tu calida lengua, no necesitamos de más, tu vestido se ha corrido hasta la cintura, de tu coño salen líquidos lubricantes. He regresado al monte olimpo, mi miembro no tuvo resistencia alguna y entro en toda su totalidad, un gran gemido en mi oído me hace saber que fue muy placentero para ti también. No tenemos tiempo, así que sobre el sillón bombeo como loco dentro de ti. Tus gemidos deben de ser audibles en todo el edificio, no parece importar, las contracciones de tu vagina sobre mi pene me indican que el orgasmo esta cerca. Me apuro para llegar juntos y lo logro, una mirada entre los dos es mas que suficiente, pero. -Gracias Leticia... -También lo deseaba. Me contestas con voz melosa. Tocan a la puerta y nos levantamos a toda prisa, mientras te acomodas el vestido y te pones el abrigo, miro tus braguitas en el suelo, serán tu recuerdo. -Debe ser Raúl, me dices asustada. -Yo abriré, tú termina de arreglarte. Al abrir la puerta veo, el rostro de mi casera y suspiro aliviado. Después de hablar con ella, regreso y no te encuentro, busco por toda la habitación y no hay señales de tu presencia, busco tus braguitas en el suelo y tampoco están. -¡Demonios!...pienso. Era un maldito sueño...