Sintiendo envidia de un lactante

Tuve que ocupar el sitio del bebe para ayudar a Ana con el dolor de sus pechos.

Sintiendo envidia de un lactante.

En mi empresa teníamos una inspección de Hacienda, por lo que estábamos muy atareados preparándola. Fue el este motivo que me hizo desplazarme a casa de Jaime. El estaba de baja por una operación de rodilla y tenia que recoger unos balances de caja, que necesitábamos.

Jaime y yo trabajábamos en una empresa de transportes, en la sección de contabilidad. Llevamos 6 años juntos y excepto en el trabajo no tenemos relación alguna. Nos caemos bien y somos buenos compañeros. Pero nunca hemos entablado relación fuera del trabajo.

Yo conocía a su mujer por alguna cena de empresa. Una mujer muy atractiva. Una morenaza grande, casi tan alta como yo, que mido 1.8 metros. Pelo largo rizado, ojos verdes y un cuerpazo. Era la envidia de todas las mujeres y el deseo de los hombres.

Y aunque había sido madre hacia menos de un año, seguía conservándose muy bien. Su recuperación tras el parto fue espectacular. Bien es cierto que se machacaba a diario en el gimnasio que tenia en su casa.

Jaime me dijo que pasara a tomar café y que así recogería los balances. Que para esa hora estarían listos.

Llegue sobre las cinco. Al recibirme me dijo que guardara silencio. Ana se había quedado dormida en el sillón con el niño.

Me condujo en silencio al salón y me indico que me sentara en el sillón y poniéndose un dedo en los labios me hizo la seña de que guardara silencio. Acercandome una bandeja, me dijo que me sirviera café.

  • Voy a terminar unos apuntes que tengo a medias. Tú, mientras, ve la televisión. En una hora te los tengo terminados.

Se retiro a su despacho cerrando la puerta.

Enfrente de mí estaba Ana, en una mecedora con el niño en brazos. Ambos dormidos.

Yo me quede hipnotizado con la escena. Ella con la cara hacia un lado y el niño con la mejilla apoyada en un pecho. Ana cambio las piernas de postura y la bata, de seda, se deslizo dejando todas sus piernas al aire. Se veía el triangulo de sus bragas. Y a través del encaje se vislumbraba la hendidura de su vagina enmarcada por el color oscuro de los pelos de su pubis.

El pecho presionado por el peso de la cabeza del niño, pugnaba por asomar por en medio de la bata. Eran unos pechos grandes, seguramente repletos de leche y marcados de tenues venas azules que se insinuaban debajo de su piel rosada. Esas venas parecían encaminarse en dirección al pezón que se le marcaba en la fina tela.

Yo estaba empezando a excitarme. A mi, y pienso que a la mayoría de los hombres la visión de unos pechos de una mujer que esta amantando siempre me han excitado. Y esa imagen la tenia delante de mí para regodearme en ella observándola tranquilamente.

Estaba tan absorto mirando, que no me di cuenta que Ana tenia los ojos abiertos y me observaba directamente. Recorrió con los ojos su cuerpo dándose cuenta que me estaba enseñando el coño a través de la fina braga y que sus pechos hinchados por la leche asomaban prácticamente fuera del sujetador. La aureola del pezón asomaba en el borde de encaje.

Ana acomodándose un poco se incorporo, a la vez que apoyaba un pie en una banqueta que tenia delante. Al hacer esto me enseño que la braga era un tanga y se veía como se introducía por detrás de su coño para ir por en medio de las dos nalgas.

Hola Carlos. No sabía que estabas ahí. ¿Llevas mucho rato?

Unos veinte minutos. ¿Te he despertado?

No, es que me toca darle de mamar a este, y si me retraso me empiezan a doler las tetas de la presión de la leche. Y ahora mismo las tengo como piedras.

Diciendo esto se toco con el dedo para soltar un quejido.

Como si tuvieran un reloj interno los pezones empezaron a rezumar gotas de leche que empapaban el sujetador y el camisón.

  • Si no te importa voy a darle de mamar al caballero.

  • Por mi no te cortes, es muy bonito ver como una madre da el pecho a su hijo.

  • ¿Una madre o una mujer?

Me pregunto, mientras me miraba el bulto que se había formado en mi entrepierna. Y señalaba con un dedo.

Yo colorado como un tomate, intente disimularlo metiéndome la mano en le bolsillo.

  • Disculpa no era mi intención.

-No te preocupes. Me halaga que aun estando de crianza provoque esas reacciones.

Oímos como se habría una puerta. Jaime apareció en la puerta del salón. Miro a su mujer que seguía en la misma postura y no dijo nada.

  • Tengo que salir un momento al estanco a hacer unas fotocopias, y a hacienda a recoger unos formularios.

Tardare un rato. Les dio un beso a su mujer y al niño y se despidió de mí con la mano.

  • Hasta ahora.

Ana acomodando al niño se dispuso para darle de mamar. Metiendo la mano por dentro del sujetador, recogió el seno con la mano y lo extrajo en su totalidad. Era como yo había imaginado, un pecho precioso, grande y brillante por la tensión en la que se encontraba la piel. Del pezón escurrían gotas que se deslizaban hasta topar con el sujetador que tenía recogido debajo.

Le puso al niño el pezón en la boca y yo inconscientemente abría la mía. Ana se dio cuenta y se hecho a reír.

Yo, al darme me cuenta la cerré y volví a ponerme colorado.

  • Cualquiera diría que tienes ganas de quitarle el sitio al niño.

  • Para que te voy a mentir. Mis actos me han delatado. Te pido perdón.

  • Déjate de pedir perdón, ya te he dicho que no me molesta.

Seguía insistiendo con el pezón en la boca del niño. Le cogia con la manita la teta a su madre y jugueteaba con el pezón succionándolo y soltándolo. La leche escurría entre los labios y se deslizaba por las tetas mojando la bata.

Me esta poniendo perdida. Cogelo un momento haz el favor. Decía esto mientras que me tendía el niño para que lo cojiera en brazos.

Se puso en pie y desatando la bata y después el sujetador, se lo quito todo y solo se quedo con el tanga.

Me tendió los brazos para que le diera el niño. Al hacerlo su pechos se quedaron colgando y gotas le leche caían al suelo y en mis pies. Yo estaba con una erección de campeonato.

Se volvió a sentar y cogiendo al niño volvió a ponerle el pezon en la boca.

El niño no debía tener muchas ganas. No paraba de juguetear con el pezón, lo cogia con los labios y lo estiraba, lo succionaba y soltaba. Con este jugueteo, lo único que conseguía era que la leche siguiera escurriendo por los labios y deslizarse hacia abajo por todo el cuerpo. Mojando la barriga hasta llegar hasta el triangulo en medio de sus piernas, mojándole el tanga que se empezaba a trasparentar. Se le veían a través de la tela mojada, los labios del coño.

Este no quiere mamar. Y tengo los pechos que me revientan.

Se puso en pie y dejo al niño en la cuna dándome la espalda. Yo observaba su culo que se me ofrecía a la vista en su totalidad, la aureola del ano y parte del coño asomaban debajo de la tira del tanga.

Se sentó de nuevo y agarrándose los dos pechos con las manos daba quejidos de dolor.

  • No lo aguanto, me duelen una barbaridad cuando este no mama.

Mientras decía esto se le saltaban lágrimas en los ojos.

  • ¿Puedo hacer algo por ti?

  • La verdad, es que si. Antes tenias ganas de quitarle el sitio al niño, pues ahora tienes la oportunidad y me harías un gran favor. Jaime, alguna vez qu otra tiene que mamar el un poco para rebajar la tensión. Hay veces que parece que me van a estallar.

  • ¿Que Hago?

Se sentó en el suelo apoyando la espalda en el sofá. Y tendiéndome la mano me invito a sentarme a su lado.

Yo reclinándome como si fuera un bebe aproxime mi boca al pezón y empecé a succionar. Notaba como la leche inundaba mi boca. Los chorros cada vez salían con más fuerza ya liberada de la tensión.

Ana suspiraba aliviada. Continué así un poco. Sentía el sabor dulce de la leche en mi boca.

Ana empezó a cambiar los suspiros de alivio por otros que denotaban que le estaba causando otro tipo de placer. Y yo seguía con una erección de campeonato.

Ana miro mi bulto y abriendo la cremallera de la bragueta. Metió la mano buscando mi pene y tras abarcarlo con su mano tirar de el hacia fuera y liberarlo de su encierro.

  • Tu me has ayudado a quitar la presión en mis tetas, y que menos, que yo te ayude a ti con esto, ¿no?

Y empezó masturbarme poco a poco para ir acelerando el ritmo. Yo metiendo la mano en medio de sus piernas y apartando el tanga le hundí dos dedos dentro del coño.

Seguía con la succión de sus pechos. Pero arto de tragar, dejaba que la leche escurriera, deslizándose hacia abajo mojándome la mano que tenia metida en su coño y así facilitarme la masturbación.

Sintiendo que estaba cerca del orgasmo me puse en pie y le metí el pene en la boca. Con el empeine del pie seguía frotándole el clítoris.

Llegamos los dos a la vez al orgasmo. Ana con mi poya en la boca intentaba tragar todo el semen que salía. Se le escapan restos que iban a caer en sus tetas y allí mezclarse con la leche que todavía rezumaba de sus pezones y bajar deslizándose por la barriga.

Oímos como llamaron al ascensor. Corriendo nos arreglamos las ropas y nos sentamos en nuestros sitios como si nada hubiera pasado.

Jaime entro y nos saludo. Le dio un beso en los labios a su mujer todavía impregnados de restos de mi semen.

Yo estaba acojonado pensando que se había dado cuenta. Y si no, que no tardaria mucho, Ana todavía tenia en medio del canal de las tetas, restos de mi semen.

Jaime me dio los papeles y salí de allí disparado.

Hoy en día todavía sigo obsesionado con la visión de esas tetas rezumando leche solo para mí. Nunca mas las volví a ver, ni a ellas ni a su dueña.

Jaime y Ana se trasladaron a otra sucursal, quien sabe porque.

Carolo.x@hotmail.com