Sin ti los minutos me parecen años IV

Este si que es el 4º capítulo. El correcto. Espero que el equipo de todorelatos borre el anterior que está mal subido. Espero disfrutéis del correcto. Muchas gracias.

Hyoga miró a su alrededor. La ventana estaba abierta, las cortinas se movían mecidas por la suave brisa. La única luz natural que entraba era la de la luna llena, el efecto era una colección de sombras sobre las paredes, sobre las sábanas de la cama, sobre los muebles. Sobre el rostro de Ikki.

Ikki. Que se encontraba de espaldas a él en silencio. Y cuando la música empezó a sonar no pudo evitar sonreír. No sabía porqué siempre había imaginado que al moreno le pegaba que le gustase ese grupo en concreto.

Su forma de moverse. Su manera de vestir cuando no llevaba la armadura. Su eterna cazadora de cuero. Sus pantalones ajustados. Sus botas de perfil afilado. Su cabello tan oscuro que a veces reflejaba en azul. Sus ojos grises y acerados y tan ardientes.

Así que fue el quien se acercó al otro pegando su cuerpo a él. Abrazándole por la espalda. Dejando descansar su cabeza sobre su hombros mientras sus manos se deslizaban debajo de la camisa que el otro llevaba. Acariciando cada centímetro de su piel mientras el cantante entonaba una estrofa que venía a decir que perdía el control cuando estaba cerca de su chica. El ruso cambió el género de la palabra. A él le hacia perder el control

su chico

.

  • Este tipo parece que nos conociera, Ikki. Le está cantando a nuestra vida. - le susurró al oído.
  • A parte de ella, sí. - Se volvió para mirarle mientras sonaba ahora que perdían el control cuando se miraban así. El Fénix rió suavemente. - La verdad es que nunca una canción ha dicho tantas verdades juntas. Ciertamente me vuelves del revés cuando me miras de esa manera...
  • ¿Ah, sí? - inquirió el rubio caballero pícaramente.
  • Sino me crees solo tienes que comprobarlo por ti mismo. - el mayor de los Kido le cogió la mano a su acompañante para depositarla sobre su entrepierna. - Esto solo lo provocas tu...
  • ¿Y que piensas hacer con ella? - volvió a preguntarle, esta vez recorriendo con la punta de sus dedos la enorme erección que se marcaba debajo de la tela vaquera. Ikki gimió quedamente mientras ceñía un brazo entorno a su cintura y una atrevida mano se aferraba al trasero del que ya no era tan solo un amigo. Capturó sus labios en un beso largo, profundo y exquisitamente sensual. Después de lo que podrían haber pasado por cinco largos minutos separaron sus bocas.
  • Si te dijera que quiero hacer con ella pensarías que soy un pervertido y te recuerdo que fuiste tu quien me sedujiste en las duchas.
  • ¿Y no deseas cambiar las tornas? Me parece a mi que esta noche eres tu el seductor.
  • ¿Te parece mal?
  • No he dicho eso... sino me crees solo tienes que comprobarlo por ti mismo. - El frío caballero del norte desabrochó el botón de su pantalón y bajó la cremallera. - Lo que notas no es el móvil... es que realmente me alegro mucho de verte.
  • Estás hecho un cabronazo, ruso.
  • Y te encanta...
  • ¡Por la Diosa que sí! - Y volvió a devorarle la boca mientras al mismo tiempo depositaba ambas manos sobre sus nalgas y le levantaba. Hyoga le rodeó con las piernas. De semejante guisa se fueron acercando al lecho y se dejaron caer sobre el colchón. Segundos después sus ropas volaban por los aires para caer en los más dispares y disparatados lugares. Y sus cuerpos desnudos empezaron a interpretar su propia sinfonía.

Los labios ávidos del moreno recorrieron cada delicioso centímetro de la también tostada piel de su amante. Paladeando su sabor, bebiendo las gotas de sudor que exhalaban sus poros. Eran todo un elixir. De repente ambas manos enmarcaban el rostro de Hyoga para perderse momentáneamente en sus rasgos y descender como un ave de presa sobre él e inundarlo de lascivos besos a veces y otras de reverenciales ósculos. En esos instantes Ikki se preguntaba cómo era posible que existiese nada tan bello como Hyoga. Tan inexplicablemente hermoso.

Y luego, esas mismas manos iban descendiendo, acariciando sus brazos, sus pechos, pellizcándole los pezones y haciéndole gemir. Como un coro de seres divinos. Y en esos momentos el tipo del reproductor del cuarto del moreno gritaba que le enviasen un ángel. E Ikki pensaba irónicamente que él ya no necesitaba seguir buscándolo. Lo tenía delante suyo. Y le estaba permitiendo tocar el cielo juntos.

Sentía las caderas de Hyoga moverse contra las suyas. Unificar el calor y la dureza de sus miembros. Y notaba como cada vez que el otro hacía ese gesto descargas eléctricas le recorrían todas y cada una de sus terminaciones nerviosas. Jamás creyó ser merecedor de experimentar tanto placer.

  • Quiero volver a hacerte mío, Hyoga.
  • Nunca he dejado de serlo. No tienes que volver a reclamar lo que nunca ha dejado de pertenecerte. Y en estos momentos lo último que tienes que hacer es pedirme permiso para follarme. Si aún no has notado que me muero porque me metas la pollas es que estás perdiendo facultades, avecilla.
  • ¿Tu eres consciente de lo que provocas con esas palabras, rubio del demonio?
  • Que me ames hasta límites insospechados. Y que no puedas hacer otra cosa que desear socavar mi cuerpo con esa poderosa verga que tienes. - Ikki volvió a comerle la boca mordiéndole el labio inferior antes de volver a separarse.
  • Es insufrible lo bien que me conoces. - Hyoga le sonrió.
  • Pues fóllame de una puta vez, capullo. - El moreno deslizó un dedo entre las nalgas de su amante para comprobar si se encontraba preparado para recibirle. Se sorprendió al notar que ya estaba ligeramente dilatado.
  • ¿Tienes que contarme algo que no sepa, rubio?
  • ¿Sobre que ya esté abierto para ti? - murmuró el joven. Ikki asintió con el ceño fruncido. - Tan solo que me has hecho pasar las noches jugando conmigo mismo... y que los sex shop tienen cosas muy interesantes para calmar los calentones... - se quedaron mirando en silencio un momento.
  • ¿Y que gemías mientras lo hacías?
  • Tu nombre... - Mientras intercambiaban esas palabras el solitario dedo del principio había sido acompañado por un segundo, al que pronto se le unió un tercero.
  • Pues hazlo de nuevo... jadea mi nombre. - Hyoga echó la cabeza para atrás arqueando la espalda al hacerlo y haciendo algo más que jadear, algo más que mencionarle. La gutural voz que en esos momentos exhaló su garganta solo le sirvió de excusa al que podría pasar por el más fiero y violento de los caballeros de bronce de Atenea para penetrarlo de una sola estacada. Y la torsión de la espalda de ruso se acentuó. Tanto dolor en tanto placer.
  • ¡Más duro Ikki, no soy una jodida damisela! ¡Más deprisa! ¡Más... - los dedos se aferraron a la cadenciosa pelvis del norteño. Para amarrarse a él y permitirle cumplir con semejante petición de pasión. Las estocadas se sucedían rápidas, sin tregua, sin delicadez. Reclamando su carne como un puñal reclama la de su víctima. Hyoga se revolvió. De tal manera que en ningún momento perdieron la conexión pero ahora le tenía a su merced. Ikki inclinó su cuerpo sobre el de su compañero. Pegándose al otro. Pecho, contra espalda, mezclando pieles resbaladizas, recorriendo su lengua la columna vertebral del rubio, mordiendo a veces con demasiada fiereza. Dejando marcas indelebles. Se dio cuenta de que algunos de esos mordiscos permanecerían. Y aunque nunca querría hacerle daño de alguna retorcida forma le agradaba saber que eran una muestra de que Hyoga era suyo, única y exclusivamente suyo.
  • Correte, Hyoga... correte para mi. - Dejó ir su excitada voz junto al oído de su chico. - Hazme sentir lo que te provoco.
  • No creo que llegues a imaginar lo que me provocas, Ikki. Follame, mi vida... no dejes jamás de follarme.
  • Viviría para hacerte el amor eternamente... - Fue su respuesta. Su mano se había ceñido a su cuello para luego ir ascendiendo hacia el rubio cabello y agarrarlo por unos pocos mechones. Le hizo levantar el cuerpo tirando de él. Hyoga torció la cabeza para buscar los labios de su compañeros. Antes de unirse en un nuevo beso Ikki volvió a hablar. - Correte para mi, mi amor. Quiero que te corras mientras yo me mismo me vengo en ti. Hazlo. - Sus lenguas se encontraron, saliva ardiendo, insaciables.

Hyoga gritó. Y de repente el silencio. Nada. Después lo describiría como si alguien hubiera tirado de un cable. Desconectándolo. Y seguidamente algo caliente, terriblemente incandescente volviendo a reanimar su exhausto cuerpo. Devolviéndole la energía. Y el cuerpo de Ikki sobre el suyo. Las rodillas no le sostenían y se desplomó sobre la cama. En su caída arrastró al otro. Seguían unidos. Ikki seguía dentro de él. Reconoció el semen del otro resbalando levemente de su interior. El mayor de los Kido le había matado y revivido en tan solo un segundo. Sabía que él mismo había hecho igual.

Ni tan siquiera podía abrir los ojos. Apenas le quedaba aliento.

Y en esos momentos la estrofa decía que compartían un mismo sueño, el de encontrar un lugar en el que esconderse del mundo. Cantaba que habían nacido para estar juntos. Para amarse. Para siempre.

  • Para siempre

. - le oyó apenas murmurar. * Ikki... - susurró. La respuesta del moreno fue su punta de su lengua acariciando el lóbulo de una de sus orejas. - Fóllame... * ¡Qué romántico, ruso! - rió el otro. * Mucho... pero hazlo. * Solo si me lo dices... - Ikki se había aferrado a su mano y la estrechaba con fuerza. Hyoga sabía qué quería oír el otro. Asintió casi imperceptiblemente.

Un silencio después. Un latido más tarde.

  • Te amo. - Y la danza volvió a comenzar.