Sin ti los minutos me parecen años II

Segunda entrega. Como advertí, sin sexo así que quien busque solo eso pues... lo siento.

CÓMO TE EXTRAÑO

Cómo te extraño. Te parecerá de caraduras ingratos que te dirija esta carta pero siento tu olor en cada prenda que me ponga aunque solo estuviéramos juntos en las duchas y en tu cama. Hyoga, lo he intentado y no he podido... he intentado negarme a mi mismo lo que sucedió, lo bien que me hiciste sentir. Y lo cierto es que me haces falta. Y he tenido que alejarme tres continentes para darme cuenta de ello.

Quizá te preguntes porqué no estoy a tu lado, incapaz de decirte esto con mis propia voz pero no he podido. Por primera vez le tengo miedo a algo. Te tengo miedo. Me asustas, ruso del demonio. Solo fue una noche. Solo una noche. ¿Cómo puedes quererme tanto? ¿Cómo puedo amarte tanto?

Ikki releyó la escueta misiva por décima vez. ¿Debería decir algo más? No encontraba las palabras. Como explicar tantos sentimientos cuando ni el mismo los comprendía. Cuando ni el mismo entendía cómo podía haber sucedido todo aquello.

Se recordaba así mismo, a la mañana siguiente, sentado en la cama de su propio dormitorio evaluando todo lo que sucedió la tarde noche anterior. Por un momento había querido creer que tan solo habían sido dos personas respondiendo a la llamada de los instintos. Pero se recordó así mismo lamiendo la piel del rubio, aferrándose a sus caderas, acariciando sus cabellos, navegando en el azul de sus ojos. Amando cada rasgo del chico con el cual había compartido durante tantos años, tantas batallas y tantos sufrimientos. Quizá el hecho de que fuera el miembro de los caballeros de bronce con el que menos se hubiera relacionado tenía ahora una explicación. En el fondo siempre se había sentido atraído por él. Así que dando muestra de su portentosa inteligencia y, de manera subconsciente o eso mismo se repetía una y otra vez para ver si al final se lo creía, había provocado las mil y una discusiones que tenían cada día de la semana. Para buscar motivos para no acercarse a él. Para mantener las distancias. Serían compañeros de armas, darían la vida el uno por el otro pero no porque no pudieran imaginarse un mundo en el que no estuviera alguno de ellos dos... Ikki había aprendido a creer que daría la vida por Hyoga porque era su deber. Como de igual manera sería su deber dar la vida por Seiya, por Shiryu y sobretodo por su hermano. Y, por supuesto, por Atenea. Hyoga no era alguien especial. Era uno más. Pero ahora lo sabía... el siberiano

jamás había sido uno más

. Lo había amado desde el mismo día que lo vio al regresar de la Isla de la Muerte y le deseo. Y eso que entonces era el Fénix Negro. Entonces no fue más que puro deseo carnal... ahora era infinitamente más.

¿Cuando Hyoga respondía a sus provocativas palabras, cuando se enzarzaban en aquellas insustanciales broncas era porque también intentaba alejarse de él? ¿Pensaría, igual que él, que era mejor mantener las distancias para no sufrir?

Ikki suspiró. ¿Cuanto dolor era capaz de soportar un ser humano? ¿Cómo podía doler tanto el amor? ¿No fue suficiente con perder a Esmeralda que ahora tenía que volver a experimentar tanto desasosiego? ¿Porqué le amaba Hyoga? ¿Porqué le amaba él? ¿Porqué?

Pero, ¿cómo no amarle? Era tan cierta la primera frase de la carta... le extrañaba tanto. Le hacía tanta falta. Pero seguía necesitando tiempo. Y tiempo era lo que esperaba que Hyoga entendiese en esas palabras.

  • No desesperes, rubio. No desesperes. No te olvides de mi.

  • murmuró para sí el moreno.

Sus dedos sostuvieron la cruz que nunca le devolvió. La que colgó en su primera tumba. Tan delicada pero tan fuerte a la vez. Como la persona que se la había regalado en un gesto de respeto y, ahora lo sabía, de eterna devoción.

Recorrió el perfil del objeto, Acariciándolo como le acarició a él. Sintiendo su pureza. La frialdad del metal pero a la vez su calidez. ¿Las cosas podrían absorber las cualidades de quienes alguna vez las portaron? Sin duda aquella joya era un reflejo casi idéntico de Hyoga. Y, por eso la guardaba, porque como él era un auténtico tesoro.

¿Cómo seguir lejos de él?

Una silenciosa lágrima se deslizó por su mejilla.

Sus ojos se abrieron como platos al oír la voz en su cabeza. Esta vez no llamaba a la batalla. No le reclamaba que derramase su sangre por ella. No...

Cuidaré de él.

No tardes en volver a tu hogar.

No tardes en regresar a su corazón.

No lo dudes jamás, Ikki.

Te quiero.

Sois mi vida.

Saori. Su diosa. Su hermana.

Y una suave sonrisa iluminó su rostro. Hyoga estaba a salvo con ella.

Dobló el papel. Lo metió en el sobre echándolo seguidamente al buzón. No iba a permitir que el no supiera que ocupaba cada segundo de sus pensamientos.