SIN TECHO NI FONDO (parte 5 - FINAL)

Todo es posible en esta vida cuando se ama, incluido el perdón.

LIBRO QUINTO

Veo al final de mi rudo camino, que yo fui el arquitecto de mi propio destino.

Amado Nervo – Poeta y Escritor Mexicano

CAPÍTULO 32

ENTRE LA RABIA Y LA DUDA

Las noches posteriores al encuentro con Andrés en el hotel, como en el funeral del padre de Muriel fueron un calvario. Me daba mil vueltas en la cama sin poder cerrar los ojos. No descansaba ni comía.

Se me hacía difícil dormir y trabajar. Vivir el día a día era un infierno deprimente, hasta que una tarde Cristina me detuvo en el vestuario de la clínica.

-Fabiola creo que ya es hora que te tomes un descanso, me dice, mientras se terminaba de vestir para regresar a casa.

-Sabes muy bien que nunca me he entrometido en tus asuntos. Pero tus ojeras te delatan, amiga. Son un signo evidente  de que no has dormido hace mucho tiempo y que estás comiendo pésimo.

-¿Me puedes decir qué sucede contigo?

Estaba sentada frente a ella intentando colocarme un calcetín, no pudiendo evitar dibujar en mis labios una leve y triste sonrisa.

-¿Otra vez con lo mismo Cristina? Eres mi amiga, una gran y buena amiga ¿sabes por qué lo eres?

  • Conozco el discurso de siempre Fabiola. Soy discreta, no insisto y no pregunto. ¡Todo eso ya lo sé!

Pero en ninguna parte dice que no me pueda preocupar por ti. Lo hago simplemente porque te quiero y no me gusta ver cómo estás-

  • Nada que no tenga solución, amiga, respondí suspirando.

  • ¡Andrés de nuevo! ¿Cierto? Se sentó a mi lado tomándome las manos. Veo en tus ojos que se trata de él.

  • ¡No Cristina, estás equivocada! No quiero que se aparezca ni en los recuerdos. ¿Me podrías hacer el favor de no mencionar su nombre ni que hablemos de ese personaje? ¡Gracias!.

-¡Vaya, esto sí que es grave! Aunque podría asegurar que escuché esa misma respuesta en otras oportunidades. Mejor me callo, como no puedo mencionar su nombre- Me dice sonriendo irónicamente.

-¡Cristina; me importa un carajo la cara que tengo en estos momentos! No me interesa si ese tipo va o viene, si está enfermo o se murió; ¡me da lo mismo! ¿Entiendes? respondí alzando la voz, tratando de encontrar las llaves del auto en mi bolso.

-¡Está bien amiga! ¡No insistiré más! pero solo una cosa, Fabiola ¿qué es lo que tanto te ha molestado? Me sorprende esa actitud de querer borrar del mapa todo de un solo zuácate.  Esto parece más que un simple enojo.

-¡Si Cristina, es más que eso!, respondí bajando la cabeza

–Mientras estábamos juntos, tu primito político tuvo una aventura con una pendeja de 18 años. ¡Me vas a creer, una puta de 18 años!

Ella conocía a Andrés desde hacía mucho tiempo. No eran familiares consanguíneos. Ernesto, su marido era primo de Andrés.

  • ¿Qué me estás diciendo? A ver; para un segundo, Fabiola ¡Para! No te estoy entendiendo muy bien, respondió con  asombro Cristina

-¿Me estás diciendo que Andrés tenía una relación paralela mientras estaba contigo?

  • ¡Si Cristi! Tenía una relación paralela. Mientras se acostaba conmigo se revolcaba con otra. ¿Puedes  entenderlo? ¡Porque yo no lo puedo hacer!

-¿Y cómo lo supiste Fabiola?- me preguntó con cierto tono de duda.

-¡El me lo contó!- afirmé segura de mis palabras

-¿Te lo dijo así, sin más? ¿A pito de qué?

Me parece increíble que Andrés se haya delatado a sí mismo y confesado tamaña imbecilidad así de buenas a primera, ¿estás segura Fabiola de lo que dices?

-¡Si Cristina, estoy segura de lo que digo! Tuvimos una fuerte discusión y a raíz de eso me contó lo que te acabo de contar, terminé por decir evitando mirar directamente a mi amiga ya que era una verdad a medias.

Cristina me mira asombrada por lo que acababa de escuchar. Me observa en silencio durante unos segundos para decirme.

-Ahora entiendo el motivo de tanta tristeza. Ahora entiendo por qué andabas como un zombi, largándose a reír. Más de alguna de nuestras colegas me han  preguntado si estabas enferma o si tenías algún problema. Decían que andabas amargada, deprimida y apenada.

-¡No Cristina, no es pena!, ¡es rabia!, ¡es  decepción! Después de tanto discurso de lealtad, resultó que todo era una mentira.

  • Hay algo que no entiendo Fabiola y perdona si soy algo insidiosa. Tu misma me contaste que tu relación con Andrés era solo en presente, que no había planes. Incluso que de amor nada.

¡A mí me suena que!... se me queda mirando y dice; ¡no puede ser! levantándose de su asiento quedando enfrente de mí.

Fabiola, mírame. ¿No será que estas enferma de celos?

  • ¿Celosa yo? Mirándola con una sonrisa sarcástica

-¿Cómo puedes pensar algo así de mí Cristina? Nos conocemos hace años ¿Has visto alguna vez en todos estos años que me sienta insegura frente alguna relación que he tenido?

-¡Si, Fabiola!- respondió  Cristina sonriente: ¡ahora!

No pude evitar sonrojarme ante la evidencia. Cómo no me había dado cuenta antes que finalmente ¡si estaba celosa! ¡Lo mío eran celos!

Primero con Muriel. Cómo poder olvidar. Su mejor amiga lesbiana desnuda cabalgando frenéticamente sobre Andrés estando yo como espectadora privilegiada del suceso, hasta que logré reaccionar ante lo que estaba pasando.

No dude un segundo para sacarla de escena. Estaba gozando y quitándome lo mío y eso no se lo iba a permitir ni a ella ni a nadie.

Estaba claro que esa parte de la historia no se la podía, ni se la iba contar a Cristina.

-¿Es alguien que conozcamos Fabiola? ¿Sabes quién es? preguntó Cristina, sin poder disimular su curiosidad.

-¿Conocer a quién? le respondí sin poner mucha atención ¿A Colette?

-¿Así se llama? ¡Qué nombre tan raro! ¡Por supuesto que a ella, por supuesto, Fabiola! No me digas que no has intentado averiguar quién es la que te tiene como una muerta en vida. ¡Un poco de curiosidad, mujer; por dios!

-¡Entonces manos a la obra! Averigüemos quien es la chica. Sonrió mostrándome la pantalla de su teléfono.

Con una sonrisa cómplice se sentó a mi lado y con mucha atención empezó a rastrear la web y redes sociales a través de Internet.

-¡Ya! ¿Que sabemos de ella? ¡Quiero saber todos los detalles que conozcas! ¡Vamos, empieza a contar! Soy una experta investigadora en la web. La encontraremos, Fabiola ¡lo prometo!

Quedé asombrada con la facilidad que Cristina comenzó su investigación. Un nombre y un apellido casi en el olvido fueron suficientes para que armara el mejor informe de identidad. No pasó mucho tiempo cuando de pronto dio un grito de júbilo.

-¡Mierda! No lo puedo creer ¡La encontré! ¡Esta debe ser! ¡Pero si es una niña!

Volteo su celular abriéndolo a pantalla completa y me lo pasó.

-Mira Fabiola.

Era una fotografía de Instagram donde aparecía una chica morena sentada al borde de una piscina luciendo todo su esplendor con un diminuto bikini dorado.

-¿Cómo sabes que es ella?- le pregunte mirando con extrañeza la fotografía.

-Amiga mía – me dice con un dejo de tristeza - Como investigadora te morirías de hambre ¡Lee el comentario de la foto! :

“Andrés, merci pour le meilleur anniversaire de ma vie. Tu es l'homme le plus merveilleux que j'ai eu la chance de connaître”

-Lo que traducido al castellano diría como; “Andrés, gracias por el mejor cumpleaños de mi vida. Eres el hombre más maravilloso que he tenido la suerte de conocer”

-¿Sabes leer en francés?- le pregunte

  • ¡bien sur mon ami! ¿Olvidas que estudié en la Alianza Francesa?

¡Bueno, sigamos en lo que estamos! : veamos qué más nos muestra esta chica.

Y así Cristina comenzó a deshilvanar la historia en un abrir y cerrar de ojos. Facebook, Twitter e Instagram nos mostraba sus fotos, comentarios y los viajes que curiosamente en su mayoría eran al norte del país.

-¿Fabiola? – Me dice y me pregunta - ¿En qué época Andrés estuvo viajando bastante seguido a Bahía Inglesa?

-Mmmmm… debió ser el año pasado a finales de Septiembre. ¿Porque lo preguntas?-

-Mira; me dice, mostrándome algunas imágenes.

-Estas fotos están tomadas en Bahía Inglesa y… ¿quién las podría haber tomado? ¡Porque selfies no son! -

Cristina tenía toda la razón. Eran imágenes de la chica tomadas en la playa luciendo toda su exótica belleza. Alguien las había sacado.

Por las fechas logramos asociar que coincidían exactamente con las estadías de Andrés en sus viajes de trabajo.

Tenía la cabeza revuelta con tanta información. Fue decepcionante sacarme al fin la venda de los ojos  e imaginar a Andrés con aquella chica.

Besándola, acariciándola. ¡Haciéndole el amor!

No pude aguantar más y rompí de una vez en un amargo llanto.

-¡Hijo de puta! ¡Mal nacido! ¡Desgraciado de mierda! ¡El que se cree tan superior a los demás! Predicando que la lealtad y la fidelidad eran parte de las relaciones estables y maduras me decía ¡Mientras se follaba a una pendeja! ¡Caradura! ¡Cabrón, hijo de puta!

-Fabiola vamos, calma, relájate- trataba de consolarme Cristina- No lo voy a defender pero creo que solo fue una… ¿Cómo lo podríamos llamar?

  • ¡Una traición, Cristina! Así se llama ¡Traición! ¡Con todas sus letras! Ni más ni menos-

-No te tortures más, amiga. La verdad no sé qué decir. Andrés es un enigma para todos. Creo que ni Ernesto que además de primo son amigos podría saber en qué pasos andaba. Todos conocemos su carácter cuando le preguntamos algo sobre su vida privada. Además nadie se arriesga a que te ponga el ojo encima y deje la cagada.

Ese sexto sentido que llega a dar pavor. ¡Como si con solo mirarte te sacara una radiografía y con cero margen de error! ¡Mejor estar calladita y dejarlo tranquilito!

-¡Ahhhh, si! El semi Dios con poderes sobrenaturales que todo el mundo evita y arranca, ¡sí! Magnifico espécimen para mentir ¡sí! ¡Un mentiroso y embustero profesional!

-¡Maldita la hora que te hice caso cuando me presentaste a ese cabrón hijo de puta!

Cristina me abraza y empieza a pasar su mano cariñosamente sobre mi pelo mientras me dice;

-Fabiola tanta rabia y dolor es signo de lo mucho que te importa. ¡Estás locamente enamorada mujer! Y ante ese hecho tan evidente tienes dos alternativas: te secas las lágrimas, sigues dignamente sola y hundida o…

-¿O? - la miro extrañada.

-¡O vas y luchas por él, Fabiola! ¡No me mires con esa cara! ¡Si, lo que acabas de escuchar! ¡Eso mismo! Te estoy diciendo: habla con él, dile lo que sientes. ¡Enfréntalo, hazlo hablar!

-¡Estás loca Cristina! ¡Si ni siquiera sé lo que siente por mí!

-¿Alguna vez se lo has preguntado? ¡Podría apostar mis manos que ni siquiera te atreves a hacerlo! ¡Tú lo amas!  eso es más que evidente.

Te veo y no me cabe la menor duda que Andrés es el hombre de tus sueños. Cuántas veces conversamos y me decías que ese personaje ideal existía solo en tu imaginación. Lo tienes delante de tus narices y te quedarás sentada esperando a que se esfume.

¡Anda a luchar por lo que amas!, Si no lo haces nunca sabrás si te ama o no. ¡Sal de la duda! ¡Vamos Fabiola mueve el culo! ¡Espabila de una puta vez! ¡Además pienso que lo de esa chica fue solamente una calentura! ¡Un error!, ¡Hablen, aclaren!

-¿Y si mintió y sigue aún con ella?- pregunté dubitativa.

  • Eso lo debes averiguar tú, amiga. Mientras haya vida hay esperanza. Si te crees capaz de reconstruir tu relación con Andrés ¡vamos! Sigue tu instinto y haz todo lo que creas conveniente.

Cristina me abrazó con ternura lo que agradecí con todo mi corazón. El haber podido confesar parte de mi historia fue un gran alivio. Fue un desahogo.

De pronto sonó su celular rompiendo el cálido momento de sosiego. Cristina de un grito corrió a responder

-¡Ernesto, mi amor! ¡Lo siento! ¡Me puse a comadrear con Fabiola y lo olvide por completo! ¡Si ya estoy lista! ¡Bajo en  un segundo!

-Fabiola me tengo que ir. Mi marido me está esperando en el estacionamiento para salir de juerga, me dice sonriente guiñándome un ojo.

-Gracias Cristina. ¡Qué más puedo decir! Simplemente gracias-

-¡Nada más amiga, nada más! Vete a casa y descansa porque lo necesitas con urgencia.

Salí de la clínica con el alma aliviada y con una idea dando vueltas en mi cabeza: ¡Colette era la clave!

Solo ella me podía dar las respuestas que necesitaba si en algún momento decidía dar el siguiente paso.

CAPÍTULO 33

SI NO PUEDES CON EL ENEMIGO, UNETE

Apareció radiante y sonriente en la entrada del casino de la Universidad. No dudé ni por un instante de que fuera ella. Había visto algunas de sus fotos y Andrés la había descrito perfectamente tal cual era.

Piel morena, hermoso y bien formado cuerpo, cabello rizado y ojos azules. Lo que no me dijo era que a pesar de sus veinte años, conversar con ella, la madurez con la que se expresaba, sobrepasaba su edad cronológica.

Era bella y dulce; Tan bella que no  dude un segundo por qué Andrés se había interesado en ella a pesar de su corta edad. No dejaba indiferente a nadie.

Saber de su existencia fue un duro episodio. No estaba preparada para saber que el hombre que amaba  también tenía la opción  de tener a otras mujeres.

Había dejado de ser exclusiva para Andrés, de igual forma que lo fue para mí cuando estuve con Muriel.

Ninguno de los dos había cumplido el compromiso de lealtad, y estando bajo la misma espada debía aclarar el presente escenario. Porque para decidir que Andrés fuera el último hombre en mi vida debía estar segura de que Colette ya no estaba en la suya.

Estaba sumida en mis pensamientos, sentada, esperando en la cafetería cuando la divisé. Me armé de valor me acerqué, la tomé levemente por el brazo, inhale profundamente y me atreví a hablar;

-¿Colette?- le digo y me mira sorprendida. Hola, ¿me permites un minuto?

  • ¿désolé nous nous connaissons? Me responde extrañada.

  • Colette je ne parle pas français ça pourrait être en espagnol s'il te plait?-  Le respondí con las únicas palabras que había aprendido en el colegio y que recordaba en francés.

Me mira y con una bella sonrisa me dice;

  • Para no saber francés lo hablas bastante bien, dime, ¿en qué te puedo ayudar?

  • Sé que lo que te voy a decir te parecerá bastante extraño, pero te vengo a hablar de Andrés ¿lo recuerdas?

-¿Tienes algunos minutos para que conversemos mientras tomamos un café?

Abre sus bellos ojos azules y me mira con cara de pavor, llevándose sus manos a la boca.

  • ¿Andrés? ¿Lo conoces? ¡Oh non, quelque chose de mal lui est arrivé! ¿Le ha pasado algo malo?-  Me responde seriamente preocupada y asustada.

-¡No Colette, no te preocupes!, no ha pasado nada malo. Él no sabe que estoy aquí.

-No entiendo nada de lo que me estás diciendo. Serías tan amable de explicarme que está sucediendo y por supuesto saber quién eres y qué haces aquí. Mientras se sienta y pide un café.

  • Me llamo Fabiola y soy amiga de Andrés. El me habló de ti hace algún tiempo y he decidido venir a verte.

Se queda pensando durante algunos segundos, me mira y me dice;

  • Fabiola, hermoso nombre. No serás la noble romana que se convirtió al cristianismo y que fue canonizada posteriormente. La santa de los abusos, adulterios e infidelidades, se ríe y continúa. Andrés me habría contado si hubiese tenido semejante y noble amiga. Se queda en silencio pensando unos segundos y continúa.

-No, pensándolo bien, no creo que me lo hubiese contado, respondió con un profundo suspiro. Mon Cherie  era como un búnker, nunca me habló de su vida privada y también me prohibió preguntar. Sabía y conocía solo lo que me contaba.

No tenía idea de la asociación de mi nombre con el de una santa, pero saber a quiénes protegía no pude evitar sonrojarme levemente; me sobrepuse y le contesté;

-Lo de hermético es totalmente cierto, respondí con una sonrisa, pero aunque no lo creas sí me habló de ti y mucho.

-¿De mí? ¡Qué  alegría saber que aún me recuerda! – Me mira y me pregunta

--Bueno, Fabiola, ¿en qué te puedo ayudar? Tengo una clase dentro de una hora y media y debo presentar un trabajo; mientras, mira su reloj.

-Colette, disculpa; no te quiero quitar mucho tiempo. No sabes lo difícil que ha sido llegar hasta aquí pero necesito hacerte unas preguntas de mujer a mujer, si me lo permites.

¿Unas preguntas? Me mira sorprendida. Está bien; dime qué quieres saber porque no tengo dudas de que se trata de Andrés y de mí ¿o me equivoco?

-¡No Colette, no te equivocas! Necesito saber y espero que me digas la verdad ¿Actualmente qué relación tienes con él? pregunto directamente.

-¿Actualmente?, ¿quieres decir ahora? Ninguna Fabiola, ninguna, suspira y me contesta. Si quieres saber si aún estamos juntos; mi respuesta es, no.

-No te puedo negar que fuimos amigos, si quieres la verdad fuimos muy buenos amigos e incluso más que eso, no digo la palabra amantes porque Andrés la odiaba. ¡Si Fabiola!, tuvimos una hermosa relación y de la que guardo los mejores recuerdos.

Mientras conversaba con aquella chica el miedo que revolvía mis entrañas fue desapareciendo poco a poco en la medida que iba escuchando la historia de Andrés y Colette.

Él no me había mentido. Sentí un gran alivio y me alegraba enormemente por eso.

Colette comenzó a relatar cómo se habían conocido en aquel café hace dos largos años y que fue ella quien había dado el primer paso para entablar conversación.

¿A qué te dedicas Fabiola? Preguntó de pronto, interrumpiendo el relato.

-Soy médico obstetra,  ¿Porque lo preguntas?

-Por nada, solo curiosidad. Una de las cosas que aprendí de Andrés es a saber en quien confiar ciertas cosas ya que tu vida no la puedes andar ventilando por todo el mundo. Te acabo de conocer y ya te estoy contando mi vida privada. Pero que seas doctora y más aún amiga de Andrés ayudará a que entiendas mejor lo que viene.

Siguió con el encuentro en su casa y de cómo Andrés evitó tener sexo a pesar de tener todas las oportunidades para ello.

Poco a poco fue revelando la historia como si fuéramos amigas entrañables.

Sentía que a pesar de su edad teníamos una curiosa conexión que nos hacía abrir nuestras almas y hablar fluidamente de todo. Era extraño estar conversando del mismo hombre y no entrar en conflicto.

Curiosamente sucedía todo lo contrario, se hacía tan grato conversar de Andrés con alguien que lo conocía en la intimidad casi con la misma intensidad que yo había tenido con él.

Me relató su traumática historia acerca del intento de violación y lo difícil que fueron sus primeros años en Chile.

No podía creer cómo una chica de tan corta edad pudiese tener tanta capacidad de resiliencia y sobrevivir al  traumático y triste episodio, sino que también vivir con aquello de una manera tremendamente admirable.

Fabiola, me dice mirándome a los ojos; Andrés fue el hombre que logró mucho más que todos tus colegas juntos en un breve tiempo. Me ayudó de forma normal y natural a sobrellevar ese horrible episodio en mi vida. Me enseñó a mirar la vida desde otra perspectiva, me enseñó a sacar de lo malo, el lado positivo. No sabes cuánto aprendí a su lado. Hace una pausa, me mira y me dice. Con él también perdí mi virginidad.

Esa confesión tan íntima de Colette me estremeció hasta lo más profundo. Andrés me había hablado de toda la historia con Colette  y mencionó ese detalle, pero contado y relatado por ella fue aún más trascendente.

Con emoción fue contándome de sus vivencias y sentimientos; como se fueron enredando en una entrañable relación de cariño y cada lección que recibía fue haciendo que se fuera enamorando irremediablemente.

Por mi lado le conté parte de nuestra historia. Que éramos pareja y que cuando la conoció ya estaba en la vida de Andrés.

Me mira con un dejo de tristeza, bebe un sorbo de su café y me dice;

-Lo siento Fabiola; cómo me gustaría poderte decir que me contó que tu existías, pero no fue así. Jamás dio alguna señal o un mínimo detalle que me hiciera pensar que estaba con alguien más o quizá lo hizo y no me di cuenta. Estaba loca perdida. Lo siento.

-Colette, quiero que sepas que no vine como una mujer despechada, para recriminarte o hacer una escena de celos. Estoy muy lejos de eso.

-¿Entonces, a que viniste Fabiola? porque no es solo curiosidad ¿estoy en lo cierto o no?

Me toma la mano suave y generosamente me regala una honesta sonrisa.

-Colette, no te puedo explicar claramente por qué te vine a ver, ya que mientras venía camino a la Universidad ni yo misma sabía el motivo. Pero una vez que te vi y mantuvimos esta sincera y franca conversación te puedo confesar fehacientemente que tengo claro el motivo.

-¿Y cuál sería ese motivo? Por qué te podría ayudar.

-Vine porque quería saber  si de verdad la relación con Andrés ya es historia, si quedó algún tema pendiente que los hiciera retomar nuevamente su idilio.

  • Jajajajaja- rio Colette de buena gana – Bueno si quedó un tema pendiente, pero por ahora muy lejano de concretar.-

Debió ver la cara de horror que puse y de que me pudiera enterar de una verdad que no quería escuchar, así que de inmediato prosiguió para completar  su respuesta.

-Se comprometió a asistir a mi boda, no importando en qué lugar del mundo se realizara. Ahí nos íbamos a encontrar y él estaría a mi lado, acompañándome –hizo una pausa-  ¡y con corbata! terminó por decir largándose a reír.

Bajé la cabeza y suspiré aliviada, con el corazón latiendo a punto de estallar hasta que logré sincerarme.

¡Gracias, Colette, gracias! Sé lo inaudito e insólito que debió resultar mi visita y comprendo lo incomoda que te pudiste sentir en mi presencia, pero tenía la necesidad de hablar contigo y poder conocerte.

-Como te dije antes, no vine aquí para pasar la cuenta ni reclamar ningún sentido de pertenencia ni antigüedad.

-Al contrario, Andrés  ha sido y fue el mejor hombre que he podido conocer  en todos estos años. Solo me quería cerciorar de que la historia que los unía estaba resuelta.

—il a été? Est-ce que vous n'êtes pas ensemble?

-Mi francés llega hasta el saludo Colette!- Le respondo riendo- ¿Qué me estás diciendo?

-¡Disculpa Fabiola! No lo puedo evitar, cuando me siento cómoda y en confianza hablo en francés sin darme cuenta-.

Se queda pensativa por unos momentos y con cara de interrogación me pregunta.

-Si entendí bien dijiste ¿Fue el mejor de los hombres? ¿Es que ya no están juntos?-

-No Colette, hemos terminado nuestra relación hace algunos meses, no pudiendo evitar que los ojos se me humedecieran.

-¿Es mi culpa? ¿Han terminado por mi culpa? Preguntó Colette muy sorprendida y acongojada.

-¡No, no es así! Ha sido mi culpa Colette,  te aseguro que fui yo la responsable.

-¡Uffff, Gracias a Dios! Por un momento me sentí culpable por vosotros.

-Fabiola; lo que más quiero en este mundo es que Andrés sea feliz; lo merece y si bien alguna vez pensé que estaríamos mucho tiempo juntos, entendí luego de separarnos lo generoso que fue conmigo. No creas que no sufrí, pero finalmente lo entendí y fue lo mejor que pudo suceder.

-Él nunca me amó y lo sé, pero hizo lo que otros nunca pudieron; me sanó e hizo que me reconciliara con el mundo.

-Con cariño y mucha paciencia hizo que un hecho tan desastroso se convirtiera en una lección de la que yo podría salir fortalecida y casi totalmente sanada.

-¿Sigue tan guapo y atractivo? me pregunta, mientras mira su reloj

Le iba a contestar que mucho más, pero da un salto sobre la silla y me dice;

¡Ohhh, no lo puedo creer; ya es hora y me tengo que ir! Lo siento Fabiola, no puedo seguir conversando. Tengo una clase de dibujo II a la que no puedo faltar y luego Matías, mi novio pasará por mí para asistir a un concierto.

-Por supuesto Colette, ya me voy- se levanta de la silla y al despedirme me dio un abrazo que agradecí en silencio.

  • Fabiola, me agradó conocerte, siento lo tuyo con Andrés pero espero haberte ayudado a encontrar las respuestas que buscabas.

-Y si alguna vez le cuentas a Andrés que nos conocimos dile que tengo los mejores recuerdos de él, ¡Y sin lugar a dudas el mejor de todos! termino  sonriendo por decir, guiñándome un ojo.

-Se lo diré no lo dudes y nuevamente gracias.

¡Ahhhh, Colette, una última cosa!, le digo, mientras se marchaba.

Devuelve la mirada y con la vista me pregunta el que;

-Me alegro de que Andrés se cruzara en tu vida, de verdad me alegro-

Mientras caminaba rumbo al estacionamiento de la Facultad de Artes de la Universidad, no sabía si llorar a mares o  definitivamente ser valiente y decidir de una vez por todas qué lugar sería el que tomaría Andrés en mi vida.

CAPÍTULO 34

AHORA O NUNCA

Cuando presione el botón para enviar el mensaje aún estaba temblando de nervios, pero había pasado mucho tiempo meditando mi decisión y la hora había llegado. Era ahora o nunca, habían pasado las fiestas de fin de año y la nostalgia me consumía.

-¿Quieres o puedes hablar? decía el WhatsApp que había enviado y aparecieron de inmediato los dos ticket azules que me indicaba que lo había recibido y leído. El reloj se detuvo esperando la respuesta. El tiempo se hizo eterno.

No ver ni saber nada de Andrés durante estas semanas se hizo una agonia con días  interminables donde las dudas y los celos fueron los principales protagonistas.

Pensaba en eso cuando recibí la respuesta.

¡Respondió! Pensé con alegría y quedé paralizada al leer la respuesta.

“Depende. Si es para revolcarnos en el pasado mi respuesta es no “

Su texto dejó entrever que no había bajado la guardia, más aún estaba blindado.

“Salgamos de dudas ¿te parece? – Respondí de inmediato antes de arrepentirme de haber contactado.

  • Tiene que ser pronto, me voy de viaje – decía su respuesta

¿De viaje? Pensé con temor de que había perdido la oportunidad de que nos pudiéramos ver y hablar. Aunque ese detalle no impidió que contestara sin pensar mucho mezclada con algo de celos.

-¿Solo o acompañado?-  contesté irónicamente para distender la comunicación.

  • Eso no te importa, no es de tu incumbencia -.respondió rápidamente.

Allí me di cuenta que el dicho “el que pregunta lo que no debe, recibe de respuesta lo que no quiere” era verdadero.

Andrés me conocía  bien y  no dudo un segundo en darme donde más me dolía. La inseguridad.

-“Si aceptas me avisas cuando puedes”-.

No se como logré sobrevivir a la espera porque  que carezco del  don de la paciencia y la no respuesta inmediata me dejó en una situación de desolación que pocas veces recordaba.

La noche se hizo interminable y aunque estaba trabajando no podía sacarme de la cabeza: “no es de tu incumbencia “

Claro que lo era ¡Sentía que lo era! Porque si bien su relación con Colette estaba terminada y bien enterrada, no podía asegurar si en  estos meses había iniciado otra aventura.

Durante el tiempo que duró nuestra relación nunca me di el trabajo de comprender lo que significaba su compañía pero cuando me hizo falta el vacío fue evidente.

Los días se hicieron interminables  y cargados de recuerdos  que en mi cabeza  se enredaban hasta terminar en sus brazos.

Cuando fui en busca de  Colette aún tenía dudas de lo que estaba haciendo. Pero una vez terminada la conversación con aquella chica  no había incertidumbre.

Ella  fue tan afortunada  como yo, aunque me doliera y molestara reconocerlo. Andrés fue parte de la reparación del trauma sufrido cuando era adolescente. La tomó con delicadeza y le curó sus heridas de mujer. La devolvió al mundo real  con una mirada diferente en cuanto a las relaciones humanas  y le dio  las herramientas suficientes para ser feliz.

En mi caso, saco a relucir esa mujer que durante años estuvo encerrada en prejuicios tontos y amores baratos para salir del capullo con esplendor y seguridad que agradezco hasta hoy.

Fue un acto generoso de su parte y  aunque la traicion me dolía hasta el hueso, Andrés se convirtió en  la existencia  de ambas en un salvavidas  y eso no lo podía desmerecer.

Era un punto a favor para el.

Mi gran amiga Cristina también ayudo a que pudiera ver con claridad de que estaba enamorada sin remedio de Andrés.

Estaba en esas divagaciones cuando saliendo de la clínica muy temprano por la mañana, recibo un mensaje:

-Fabiola, tengo disponible mañana por la noche. Es lo que hay. Lo tomas o lo dejas.

Me temblaron las piernas de solo mirar el remitente, era tanta la felicidad que sentí en ese instante que cobraron valor todas las horas de espera de aquella noche.

La suerte ya estaba echada.

-En el hotel de siempre. Te espero en el restaurante  a las 21:00 horas-. Fue el mensaje que logré redactar con el  alma en vilo y la piel emocionada.

Dormí durante todo ese día y la noche pero muy  temprano deje la cama  para iniciar  los preparativos de nuestro encuentro.

Llame al hotel para hacer la reserva en el restaurante. Sabía que era uno de su favorito. También tome el riesgo de reservar una suite, por si las cosas marchaban como era mi deseo.

Una buena bañera rebosante de agua caliente fue el primer paso. Una vez en su interior no pude evitar recordar las veces que  Andrés me abrazaba con sus piernas mientras sus dedos bailaban en mi vagina.

¡Ufff, que nostalgia! Tantos encuentros e historias tenía sobre mi piel que me costaba trabajo concentrarme para aquella noche en los detalles.

Decidí usar su vestido favorito. Aquel con el que nos conocimos y que me sentaban tan bien. Tacones altos y los infaltables accesorios. Pañuelo de seda al cuello y lo más importante de todo. No llevaba puesta ropa interior.

Subí al auto de prisa sin dejar de pensar en la reacción de Andrés cuando nos viéramos. Lo conocía lo suficiente bien para saber que no bajaría su guardia por ningún motivo y que usaría todo su arsenal dialectico llenas de ironías.

Pero estaba dispuesta a pasar por esa ingrata situación. Estaba segura que tanto para el como para mi existía la oportunidad de reencontrarnos y reconciliarnos.

Al llegar al hall del hotel pude divisar a Andrés entregando sus llaves al personal que estacionaba los automóviles.

Impecablemente vestido con un traje negro sin corbata como era su costumbre. Volví a estremecerme ante su figura.

A través del vidrio de la mampara lo podía observar en plenitud.

Altivo y de caminar seguro sin que se notase ni una sola señal de inseguridad en el.

Aproveche la oportunidad en la que consultaba al mozo la mesa asignada para aparecer por la espalda. Con un suave toque en su hombro logré captar su atención.

Al voltear no pude evitar oler su perfume. Esa mezcla entre tabaco y Armani que me envolvió con tanta pasión que la humedad entre mis piernas me empezó a traicionar.

Ocupamos una de las mesas junto a la ventana con una hermosa vista de Santiago de noche. Esta vez sin luna.

Después de los saludos protocolares con dos besos, uno en cada mejilla, costumbre que había adquirido después de su larga estadía en Europa y que aún conservaba me dice.

-Hola Fabiola, como estás- con un tono frío y distante

  • Que gusto de verte Andrés -respondí tratando de disimular mi emoción.

  • ¿nos sentamos?

Con delicadeza se coloca a mi espalda para acomodar mi silla y suavemente su mano se desliza por mi cintura. Un golpe eléctrico erizó toda mi piel.

Nos sentamos frente a frente con las espaldas rectas y la distancia precisa entre la silla y la mesa.

Los gestos de Andrés eran controlados y rígidos como si estuviesen estudiados cuidadosamente. Me miraba fijamente como si tratara de leer mi mente.

Lo que no pudimos disimular fue la atracción mutua que como un mar en tempestad  amenazaba con arrasar todo.

El mozo se acercó a llenar las copas y tomar nuestro pedido para la cena.

-Debo reconocer que te esmeraste con la invitación Fabiola. Gracias, supongo que este será un brindis de despedida.- dijo alzando la copa con una leve sonrisa.

Haciendo caso omiso a sus palabras le respondo -Gracias por haber aceptado mi invitación. ¡Salud! Por los dos - tocando su copa con la mía.

-Bueno, a que se debe tan glamorosa y urgente cita, si es que podemos llamarla cita.-agregó con tono ácido.

-Andrés – le dije - quiero que conversemos sobre nosotros. ¿Te parece?

-¿Nosotros?- largándose a reír -  ¡Que equivocada estás Fabiola! El nosotros ya no existe. Me parece curioso que sea ese el tema que quieras conversar.- me contesta volviendo a ponerse serio.

Sus palabras eran las que esperaba. Debía ser cauta en lo que iba a decir para no estropear el diálogo que habíamos iniciado. Conociéndolo, existía la posibilidad de que  se levantara de la mesa y se marchara dejando que hablando sola.

-¡Andrés, por favor! Deja de levantar muros y defensas. Descúbrete por unos momentos.- le respondí suavemente – Solo quiero entender cómo llegamos a esta situación y ver la posibilidad de retomar nuestro querer bonito. Me cuesta y me niego a aceptar que ya no estamos juntos.

-Debiste pensar todo eso antes Fabiola y ponerte de acuerdo en tus emociones, actos y palabras. Porque si mal no recuerdo fuiste tú quien decidió dar esto por terminado en el funeral del padre de Muriel. ¿Recuerdas? -respondió mientras volvía beber de su copa sin quitarme los ojos de encima.

-Lo recuerdo muy bien Andrés y no veo inconsecuencia en mi actuar o en mis palabras. Solo que me he tomado el tiempo suficiente… y me interrumpe.

-¡Exacto! Tú te has tomado el tiempo suficiente y  yo debía esperar pacientemente como un idiota a que la niña caprichosa decidiera que iba hacer conmigo?  Además, nunca me dijiste nada sobre que tenías meditar y evaluar nuestra relación, o que te tomarías unos días, meses o años para pensar. Que yo recuerde no dijiste nada de nada. Sencillamente te marchaste y ni siquiera me diste la posibilidad de hablar.

En ese momento te pedí que reconsideraras el tema y tu negativa fue tajante y rotunda. No, no y no.

No veo por donde podríamos volver a retomar el tema.- terminó por decir bastante molesto.

-¡Andrés, relájate y tranquilízate! – le dije con toda calma- Voy a hablar por mi y no por nosotros. Quiero que no me interrumpas hasta que termine. ¿Podrías hacer eso por mí? Termine de decir tomándole su mano la que no movió ni un milímetro.

Y empecé a hablar

-Al principio Andrés di por terminada nuestra relación porque sin duda me sentí traicionada.-

-No me mires con esa cara! ¡Sí, me sentí engañada! Era algo que no podría sobrellevar otra vez. – y continué.

-Y digo otra vez porque como tú sabes, estuve casada algunos años. Relación que terminó por el mismo motivo además en muy malos términos.

La diferencia estuvo en que tú te convertiste en el mejor de los amigos, en un gran maestro y en el mejor de los amantes. Logré por primera vez sentirme plena, segura y con el alma contenta.

-¡Entonces apareció Colette! Mi mundo se derrumbó totalmente ante la innegable evidencia de que fue parte importante en tu vida al mismo tiempo que lo era yo. Llevabas una indecente doble vida. Además con una niña. Y eso me nublo la mente.- termine por decir con tristeza.

¡Genial, Fabiola! Nunca me dejas de sorprender. Porque me encantaría que supieras que tú no eres la única persona decepcionada .Te recuerdo que fuiste tú la que se enrolló, se acostó y mantuvo una relación bastante larga con mi mejor amiga.

Y te debo aclarar algo por si no te ha quedado claro. Mi asunto con Colette jamás lo hubieras sabido si no es porque en un acto de sinceridad extrema cometí el grave error de contártelo. Además terminó por ambas partes sin daños ni heridos. Ya estaba todo resuelto.

Me mira fijamente a los ojos y me dice; -No vi ese gesto de arrepentimiento ni por atisbo entre Muriel y tú. ¿No es verdad Fabiola? – terminó por decir.

-No lo sé Andrés, no lo sé. Pero reconozco y acepto la cuota de responsabilidad que me cabe en todo esto. Cometimos el mismo error. Ambos traicionamos la confianza que nos teníamos y estamos pagando los costos.

A medida que avanzaba la noche e iba presentando mis puntos de vista pude entrever que Andrés iba cediendo algo más relajado al dialogo y abierto a conversar.

Ya podíamos mirarnos a los ojos con la intención de sonreír con un tenue gesto de ternura.

Mientras cenábamos y conversábamos, nuestras rodillas se rozaron por azar y ese toque casi imperceptible se transformó en una corriente poderosa que liberó un deseo tan intenso que me costó un enorme trabajo poder disimular.

El camarero se acercó a  llenar las copas nuevamente y al levantarla para beber no pude evitar que  Andrés se diera cuenta de que estaba temblando.

Tratando de controlar mis nervios lo miré y le dije. –Andrés, ¿te puedo preguntar algo sin que te sientas incómodo?

-Por supuesto Fabiola, ¡pregunta lo que quieras! - Respondió sonriendo – después de tan gran y deliciosa cena te puedo complacer en lo que desees-.

Y esa respuesta me hizo temblar de excitación. Y sin mediar palabra le pregunté sobre la marcha.

-¿Que sientes por mí? ¡Y no te rías, por favor! No quiero saber definiciones románticas que de verdad te salen fatal.

Se quedó mirándome pensativo por unos instantes hasta que empezó a hablar.

-¿Que siento por ti? Una gran decepción Fabiola. No voy a disfrazar esta sensación. Me ha costado mucho entender que nos llevo a ser unos perfectos desconocidos.

-Aunque no lo creas. Una y otra vez le he dado vueltas al asunto y no veo por donde encontrarte tal y como me encantaste. Como me encandilaste aquella primera noche.

Fresca, inteligente, divertida, osada, atrevida, desafiante y por sobre todo fiel a sus principios.-

-Pero esa es una reflexión sobre nosotros – le dije - yo quiero saber que sientes. Porque viniste, por ejemplo-. Le pregunté

Se larga a reír y me dice. – Vine por curiosidad - .

Quedé perpleja ante su respuesta y no pude ocultar la decepción. Pero pasado unos segundos de silencio continuó.

-Y también porque te quiero –

-¡Ufff por fin! – Exclamé con emoción- ahora estoy segura de que no estoy perdiendo el tiempo.

-¡Pero qué dices Fabiola! ¿Perder el tiempo? Sé un poco más clara por favor. Tienes esa mala costumbre de darte mil vueltas en algo y no ir directo al grano-. ¿Qué quieres decir?- me pregunta.

-¡Fácil! Me quieres y yo te quiero muchísimo, más que a nada en el mundo. ¿Porque no intentamos retomar nuestro amor y nuestra relación? - Le dije  levantándome de la silla y ubicándome más cerca.

-¡Ahora que no está Muriel guapa!,- me dice molesto – Ya que se fue el primer plato, volvamos a por el segundo. No querida Fabiola, no resulta fácil retomar una relación luego de haber perdido la confianza. Y no lo digo por mí. Lo digo por ambos. Tanto tú como yo, ya habíamos dado por terminado este episodio.

-¡Andrés!, valórate un poco más. Sabes muy bien que nunca has sido ni serás un segundo plato. Siempre has sido el primer y principal plato. Quizá Muriel haya sido un postre, no lo sé. Además, si estoy aquí es porque no quiero, escúchame bien ¡No quiero que esto se termine!, Al contrario, estoy dispuesta a dar un paso más allá y besarte sin límites.- le dije con toda calma tratando de controlar mis nervios.

-Jajajaja- Andrés se larga a reír y me dice. – Sabes Fabiola, me recuerdas una canción del Chavo del 8, esa que decía:

Vuelve el perro arrepentido

con sus miradas tan tiernas

con el hocico partido

con el rabo entre las piernas.

-Así te veo Fabiola – termina por decir.

-¡Andrés!, no me tienes por qué humillar ni ser tan ofensivo.- le recrimino casi al borde de las lágrimas.

-Disculpa, no fue mi intención- me dice bajando la voz y continúa.

-¡Vamos a ver Fabiola! – Seamos claros en todo esto porque nos estamos revolcando sobre lo mismo. Ambos nos equivocamos. Eso ya está conversado y aclarado. El problema es otro.- me dice.

-¿Qué otra cosa hay que yo no sepa?- le pregunto intrigada.

-Eres una persona sumamente celosa. Y eso no va conmigo – me dice

-¿Lo dices por Colette?-, le pregunto – no estaba celosa, estaba enojada con esa chiquilla- le contesto – ¡No soy celosa!.

-¡Fabiola, Fabiola! No nos engañemos. Tus celos no se iniciaron con Colette. Aún tengo en mi memoria tu imagen abalanzándote sobre Muriel cuando estábamos en lo mejor pasándolo tan bien. Esa fue una escena de celos pura y dura al mejor estilo femenino.-  terminó por decir con una sonrisa en los labios.

No pude evitar sonrojarme al oír que Andrés me dejaba en evidencia. Tenía toda la razón. Como olvidar la imagen de Muriel desnuda sobre Andrés moviéndose frenéticamente mientras la penetraba. Fue casi por  instinto que me  lancé como una fiera a defender mi presa.

-Sí, estaba celosa y mucho. Fue un golpe bajo a mi ego- le respondí avergonzada y seguí diciendo.

-Voy a ser súper sincera – respondí bajando la vista- Nunca había sentido terror a perder a alguien en la vida. Aprendí a no aferrarme a nada ni nadie porque la vida te enseña que nadie es indispensable y menos imprescindible. Pero ante la inminencia de perderte, quizá de la forma ridícula como aquella, sentí un terror desolador.

Tuve que contener las lágrimas ante esa confesión y no creo que lo haya podido disimular.

Andrés permanecía inmóvil mirándome fijamente como si lo que había en mis pensamientos era más importantes que lo que salía de mis labios.

Pero esta vez no había nada diferente. Lo que decía era la que pensaba. Aún más, era lo que sentía.

Nos quedamos un rato en silencio, mirándonos y pensando en toda nuestra conversación. Hasta que tomé una decisión. Era ahora o nunca.

-¡Vámonos de aquí! ¡Quiero follar! – le dije como dándole una orden y sin titubear me levanté de la silla.

Andrés quedó petrificado, parecía una estatua. Pasada la sorpresa inicial se levantó de su silla y me siguió en silencio.

-Tengo reservada una suite- le dije sin mirarlo y me dirigí a la recepción a buscar la tarjeta de la habitación.

Seguía en silencio hasta que de pronto me susurró al oído – ¡Vaya organización! Te felicito. Y yo sin enterarme de nada -.

Entramos al ascensor acristalado lo que nos permitió mirar la ciudad de noche. Sus millones de luces nos daban la autorización para entrar al mundo del placer y la lujuria. Andrés se puso a mis espaldas y poco a poco fue dibujando mi figura con sus manos. Podía sentir todo su deseo en mi piel.

-¡No esta vez Andrés!- respondí al voltearme- Esta noche yo te haré el amor .Y acerqué mi boca a la suya con la misma intensidad que el mar arrecia contra el acantilado en noche de tormenta.

Cuando el ascensor se detuvo en el último piso ninguno de los dos hizo el esfuerzo de separar las bocas. Al contrario, parecían atraídas por un imán.

Salimos  a tientas buscando el número de la habitación hasta encontrarla.

Deslice la tarjeta en la ranura y al abrirse la puerta apareció ante nosotros la cuidad iluminada en todo su esplendor.

La cama perfectamente armada. En la mesa de centro un par de copas y una botella de champagne Dom Perignon Blanc 1995 enfriándose en una cubeta rebosante de hielo.

-¡Veo que te preocupaste mucho por los detalles Fabiola! me gusta mucho- respondió Andrés mientras se acercaba lentamente tratando de quitarme el vestido.

-Nos merecemos este regalo. Está pensado para ti, para mí, para nosotros- terminé por decir y me lancé a sus brazos.

Lo bese incansablemente hasta llevarlo al borde de la cama y al recostarse me senté a  horcajadas sobre sus rodillas y poco a poco fui desabotonando su camisa.

El volver a sentir su pecho y su piel, la emoción que sentía mi cuerpo fue dando forma a la pasión que esa noche me invadía.

Poco a poco no solo le quite la camisa, sino que baje enérgicamente la cremallera de su pantalon. Era un gran desafío porque su nivel de excitación era evidente.

Podía sentir entre mis manos la turgencia de su pene. Erecto y duro en su máxima expresión.

Le di tiempo suficiente  para que entre suspiro y gemido me diera el placer de acercar mis labios a su glande y con mi boca atraparlo suavemente hasta sentir como se entregaba al placer.

Pude recorrerlo  con mi lengua y deleitarme de su anatomía una y otra vez. No le entregaría el control, era mío y lo sabía. Así que se entregó mansamente.

Luego de saborear su pene, lo desnudé por completo y desaté el pañuelo que llevaba en el cuello.

Me miro asombrado adivinando lo que sucedería.

Le vende los ojos y le susurre al oído.

-No te resistas amor. Si lo haces, recibirás tu merecido castigo- .

Una sonora carcajada invadió la habitación y ante tal expresión sostuve sus brazos y con calma le dije.

-Ya te lo advertí. Esta vez solo siente y disfruta -.

Como pude me quite el vestido quedando desnuda sobre él. Sus manos expertas exprimieron mis pechos y pellizcaron mis pezones. Pero lo detuve con firmeza.

Y sin mediar aviso me monté sobre su pene y lo cabalgue de una vez.

Nuestros gemidos quedaron suspendidos en el aire. Comencé con mi lengua a recorrer su cuello y con mi boca a morder sus labios, mientras mis manos recorrían su pecho y su vientre.

Ni un solo músculo se movía en mi cuerpo intentando prolongar aquella exquisita sensación de tenerlo dentro.

Hubiese querido que aquel momento fuera eterno. Pero ninguno de los dos colaboraba para que así sucediera.

Lentamente Andrés fue moviendo sus caderas invitando a las mías a seguirlo en su cadenciosa y caliente danza.

Fue así, como sin querer y dejándome llevar por el ritmo llegue al punto en que mi vagina traiciono mi voluntad y me deje llevar por una explosión de sentidos y contracciones que me hizo llegar al cielo.

Perdí la cuenta de las veces que intenté zafarme de sus manos pero me fue imposible.

Este hombre sacaba de mí a la hembra brava y mujer ardiente que tanto tiempo se escondió bajo mi piel.

-Te amo tanto Andrés, tanto, que podría morir en ti con la certeza de que este es el mejor lugar del mundo-  Luego de terminar mi frase desfallecí sobre su pecho extasiada de placer.

Una vez que logré recobrar la conciencia y con la guardia baja, Andrés logró sentarse en la cama y me volteó de una vez quedando mi culo frente a su imponente pene que con la fuerza del deseo se hacía cada vez más invencible.

Tomo mis caderas y con la punta de sus dedos recorrió lentamente mi espalda haciendo evidente que mi piel era el fiel reflejo de mi excitación.

Sudorosa y jadeante pude sentir como sin esfuerzo fue penetrándome. Pasando la barrera de mi ano complaciente con una delicadeza asombrosa y mientras aumentaba el ritmo su boca iba acercándose a mi oído.

Susurraba en un tono ilegible al principio hasta que pude sentir como su voz penetraba tanto como el resto de su cuerpo.

-No sabes cuánto te deseaba Fabiola- decía con la voz entrecortada- -No sabes cuánto. Eres la mujer perfecta.

Perfecta para mí.-

Mientras decía estas palabras sentí como su cuerpo se contrajo intensamente y su pene comenzó a entrar y salir de mi culo con una fuerza salvaje e irrefrenable que lo hizo dar un grito de placer desgarrador.

Sentí como eyaculaba todo su semen dentro de mí ano una y otra vez. Descargas de pasión acumuladas que salían sin control arrollando todo a su paso.

No pude evitar tener nuevamente un intenso orgasmo que contrajo hasta mi última célula.

Quedamos rendidos y jadeantes en la cama. Andrés sobre mi espalda aun con su pene atrapado en mí interior tratando de calmar sus latidos y recobrando el sentido.

Cuando pudimos darnos cuenta de que aún estábamos resollando se levantó suavemente y se dejó caer aún lado de la cama. Hice lo mismo y una vez recuperada pude tomar por fin mi lugar. Al que pertenezco y del cual no me desprendería jamás. Su hombro derecho.

Ninguno de los dos atinó a decir ninguna palabra. A esa altura eran innecesarias, porque si esa cama hablara, la declaración de lo que había sucedido entre sus sabanas era demasiado potente.

No teníamos techo, no teníamos fondo.

Esa noche conversamos por horas largo y tendido, aclaramos nuestras diferencias y sacamos a relucir nuestros sueños y deseos. Hacíamos el amor y seguíamos hablando. Decidimos irnos a vivir juntos y empezar otra vida. Olvidaríamos el pasado y disfrutaríamos de la vida confiando plenamente el uno en el otro sin importar las circunstancias. Era nuestro destino estar juntos para siempre.

Antes de dormir unas horas, Andrés me contó una leyenda japonesa, la del hilo rojo.

La leyenda afirma que aquellos que estén unidos por el hilo rojo están destinados a convertirse en almas gemelas, y vivirán una historia importante, y no importa cuánto tiempo pase o las circunstancias que se encuentren en la vida. El hilo rojo puede enredarse, estirarse, tensarse o desgastarse… pero nunca romperse.

Esa mañana regresé a casa tan feliz que me fui cantando en el auto. Mis sueños se iban a hacer realidad. Por fin iba a tener a Andrés para mí las 24 horas y los siete días de la semana, que más le podía pedir a la vida.

Llegando me senté frente a mi computadora a revisar mis correos. Entre los muchos que había en mi bandeja de entrada había uno de un remitente bastante conocido y también sorpresivo.

Era Muriel que había enviado un video de saludos para Andrés y para mí.

-¡Hola chicos de mi vida! ¡Qué tal! Miren donde me encuentro cagada de frio (risas) En los jardines de Oriente y de fondo el majestuoso Palacio Real de Madrid.

Desde este hermoso lugar y envidiando el calor de mi querido Chile les envío un abrazo gigante. Espero que hayan disfrutado mucho y que estas fiestas hayan sido inolvidables. Siempre los llevo en mi corazón.

¡Joder! Putas que los quiero y más aún, ¡los extraño!

¡Millones de Besos! (muack, muack) ¡Que sea un gran año para todos e infinitas felicidades!

-Chao, chao-

Me hizo muy bien verla contenta y feliz y por sobre todo saber de ella.

Pero cuando terminaba de ver el video, en la bandeja de entrada apareció otro mail  de Muriel con otro archivo adjunto.

Con extrañeza lo abrí y no pude contener mi asombro cuando empecé a leer.

Mi entrañable Fabiola

¿Cómo va la vida guapa? Espero que muy bien. Te envío mi regalo de Navidad y también el de cumpleaños que según recuerdo es en algunos días más. (Para que veas que no me he olvidado)

Como nunca has viajado fuera de tu cordillera y menos cruzado el charco. Ya es hora de que lo hagas.

Te espero pronto.

¡Un beso en cada mejilla, como acá! (ya aprenderás)

Te quiere

Muriel

Curiosa abrí el archivo:

Un billete de avión a mi nombre. Destino Madrid.