SIN TECHO NI FONDO (parte 3)

Juventud, divino tesoro.

CAPITULO TERCERO

La belleza puede ser peligrosa, pero la inteligencia es letal.

Albert  Einstein

CAPÍTULO 13

¿QUE PASA?

No entendía mucho lo que estaba pasando. De un tiempo hasta ahora Fabiola se estaba comportando de forma extraña. No era la primera vez que  sucedía. Cada cierto tiempo le rondaba la idea de formalizar la relación, dar un sentido social, incluso formar una familia, lo que generaba conflictos y comenzaban a aparecer comportamientos sensibles, sobre todo cuando recibía  de mí un No por respuesta.

Ya venía de vuelta en estos periplos gregarios y no deseaba volver a tener nuevamente problemas. Me gustaba disfrutar de mi espacio, sin compartir; la tranquilidad de querer ser y hacer lo que se me antojara, del fútbol a cualquier hora, de mis libros  y  por sobre todo. De mi paz.

Debía reconocer que Fabiola  estaba hecha para mí. Ella tenía permitido alterar de vez en cuando mis planes. Sus insinuaciones e intenciones  al hablarnos cada día o recibir diariamente sus ardientes correos nocturnos calentaba el ambiente, preparando nuestro próximo encuentro.

En síntesis: esa mujer me gustaba y mucho.

Cuando nos conocimos, luego de nuestra primera cita, tuve que viajar al extranjero casi al otro día y como habíamos tenido un encuentro inolvidable teníamos que encontrar la forma de seguir contactándonos a distancia. Fue así como comenzó a escribirme  un mail casi a diario recordando y reviviendo detalladamente nuestra cita, condimentándolo con alguna que otra foto sensual, subida de tono, que aumentaba aún más las ganas de regresar. Me encantaban esos detalles audaces.

Así fuimos creando un lenguaje perfecto para nosotros; una forma de comunicación que hacía acortar la distancia. Este último tiempo esta relación epistolar digital comenzó a mermar; los correos dejaron de ser diarios y los que a veces  llegaban eran escuetos, muy breves, llenos de extrañas excusas y curiosas evasivas.

Si algo aprendí muy bien en la vida es a leer entre líneas; traducir ese lenguaje casi invisible que se asoma  bajo inocentes gestos o palabras,  y Fabiola  no era la excepción a la regla para este análisis. La conocía al revés y al derecho: su forma de escribir la delataba. Algo extraño estaba pasando y yo no me quedaría tranquilo hasta llegar al fondo de aquel asunto.

No hace mucho tiempo habíamos cumplido su fantasía erótica: tener sexo con otra mujer.

Era un regalo merecido por ser tan buena aprendiz. Un ardoroso y desenfrenado encuentro con mi amiga Muriel, que generosamente aceptó participar en su condición de lesbiana declarada. Había sido la compañía perfecta para sorprender a Fabiola.

Dudaba si esa fuerte experiencia la estaba haciendo sufrir; yo pensaba que más bien la iba a potenciar como mujer.

Después de aquella inolvidable velada  tuvimos un par de encuentros con Fabiola que no llegaron a ser apoteósicos como lo eran antes. No había ningún tipo de aventuras ni extravagancias, pero las disfrutábamos; nos disfrutábamos como siempre.

En nuestra última cita, recostados sobre la cama después de que ella me cabalgara hasta lograr  aquellos orgasmos que la dejaban rendida y hacerme acabar en su boca le pregunté:

-¿Qué sucede, Fabiola? estas aquí pero tu cabeza está en otra parte. ¿Pasa algo que deba saber?

Intentó no mirarme,  pero luego levantó la cabeza y con un dejo de tristeza me abrazó, diciéndome.

– No sucede nada Andrés. Solo estoy cansada; necesito vacaciones

  • ¿Porque no las pides?, podemos buscar e ir a algún sitio tranquilo y relajado. ¡Vamos! Es una buena idea.

  • Mmmmm... Podría ser, me dice, algo pensativa. Pero quiero estar sola, necesito pensar.

-¡Pensar que!  ¿Me he perdido de algo? – le pregunté mirándola sorprendido

-Nada especial. Necesito descansar mi cabeza. El trabajo me tiene agotada; solo es eso, me respondió, poco convencida de sus respuestas.

  • Fabiola, tu no me engañas, sé que algo te pasa, te conozco demasiado bien para que me digas “nada especial” , respondí, mirándola fijamente por unos segundos.

  • Te voy hacer solo una pregunta y quiero que seas lo más sincera posible, sabes muy bien que cuando lo hago generalmente conozco la respuesta y estoy seguro de no equivocarme-.

-¿Hay algún otro hombre que ande rondando tu mente o revolucionando tus hormonas?-

Asombrada, en un principio se le dibujó una leve sonrisa  en sus labios.

-Andrés, tú eres mi Amo y te adoro por sobre todas las cosas, eres el único hombre al que amo y amaré por siempre, pero esta vez te equivocas. Hay  un solo hombre en mi cabeza: ese hombre de mi vida eres tú. -terminó por decir, algo ausente- y me abrazo con nostalgia

Sus palabras sonaron sinceras. Quizá sí estaba cansada o nuevamente andaba con esos rollos mentales de formalizar nuestra relación; eso de vivir juntos, dormir en la misma cama todas las noches, desayunar, comer, estar todo el día juntos. Uffff; eso,  definitivamente, no iba conmigo.

Mejor la dejaba tranquila  y  confiaba que sola resolvería sus conflictos emocionales. Yo iba a darle lo que deseaba. Ya lo había dejado bien claro, por ahora no me iba a entrometer.  Era lo más conveniente

-Ok, Fabiola, te creo. No preguntaré nada más; te dejaré tranquila para que pienses y soluciones los problemas que te agobian. Si me necesitas para algo donde pueda ayudar, sabes dónde estoy.

Le bese la frente y me levanté de la cama.

-Vámonos, mañana tengo mucho que hacer y me quiero dormir temprano, termino por decir.

Fabiola se metió a la ducha, cabizbaja, sin pronunciar palabra; se vistió lentamente y salimos del lugar bajo un incómodo silencio.

CAPÍTULO 14

¿QUE MIRAS?

Un poco más tarde de lo habitual, ya que me había desvelado tratando de descifrar el enigma de Fabiola, camino a mi oficina entré a tomar un café al lugar de siempre

Iba meditando la conversación que habíamos  tenido hace un par de noches antes. Su comportamiento ya no era el mismo. Esas locas ansias de vernos, conjugadas con la pasión acumulada durante la semana, ya no estaban. Más aún, se comportaba distante y evasiva; más bien dispersa, como si su mente no estuviera presente.

Habíamos  tenido sexo con la intensidad de siempre, pero algo había en ella  que la hacía diferente.  Mi intuición  no se equivoca por mucho que lo quiera y tenía que encontrar las respuestas a mis inquietudes.

Pedí el café y me senté a revisar en mi celular los correos que Fabiola últimamente me había enviado. Conocía perfectamente su lenguaje y sus emociones al escribir. Eran de una transparencia dulce y sumamente fácil de descifrar; en ellos podría encontrar la clave de su extraña actitud.

Buscaba y leía una y otra vez los correos. Levanté la vista mirando al vacío, intentando descifrar cada palabra escrita (leer entre líneas es mi especialidad) y al volver a mi lectura no pude evitar fijarme que  en el sofá de enfrente,  una joven estaba leyendo un curioso libro.

Me llamó la atención el tipo de lectura, que no era  muy habitual en personas comunes y corrientes. Por unos segundos  mi mirada estuvo atrapada en  la portada del libro  para luego volver a  concentrarme  en los correos que estaba revisando.

De  pronto una voz  juvenil me saca  de  mi revisión y  me dice:

-¿Que miras?, me pregunta desafiante una bella adolescente que no tendría más de 18 años.

¿Perdón?, ¿me hablas a mí?- respondo sorprendido.

-¡Si, a ti!-

  • Me estabas mirando, ¿tengo algo que llame tu atención? ¿O eres un viejo verde que le gusta hacerse una paja mirando descaradamente a las chicas?– me dice,  revisándose a sí misma en un mal castellano con marcado acento extranjero.

-La verdad,-digo algo turbado,- es que estaba mirando el libro que estás leyendo-

-Ahhhh el libro, -dice-, cambiando de inmediato el semblante de su rostro mientras mira la portada.

-¿Es entretenido, sabes?, ¿lo has leído?-, -¡qué va! no creo-. Es una novela interesante -continúa diciendo, mientras me recorre con una insinuante mirada.

-Pasional y desenfrenado, con todos los ingredientes para que uno se enganche desde la primera página-

Vergonzosa postal. Ahí estaba yo, tomando tranquilamente un café en el Starbucks mientras desentrañaba los misterios de Fabiola, siendo regañado gratuitamente y escuchando los extraños gustos literarios de una joven que si hubiese sido precoz podría haber sido mi hija.

-No, no lo he leído -le digo- pero conozco la temática y el estilo de la escritora, por eso me he sorprendido al ver que lo estabas leyendo.

Sigue mirando algo dubitativa su  libro mientras recorre la portada con sus dedos.

  • Me atraen estos temas un tanto sórdidos y oscuros, ¿te gustan? -me pregunta- levantando su mirada.

La pregunta era bastante insólita y  me sorprendió. Si el tema del dialogo en un café público versaba sobre literatura erótica, lo era; conversar desde mi punto de vista sobre eso, ¡con una niña!, lo era aún más.

El sitio no era el más apropiado para eso, este ni otro lugar, pero sin pensar demasiado, le contesté:

-Bueno, algo he leído y sé un poco sobre el tema -respondí algo inseguro,  restándole importancia y dirigiendo la mirada desde mi sofá al suyo.

-¿Ah, sí?-  Se levanta sorpresivamente, toma su Frappuccino de chocolate y se para enfrente de mí.

-Hola, me llamo Colette, extendiendo su mano derecha para saludar -pero mis amigos me dicen Trésor, que significa tesoro, en francés-.

-¿Me puedo sentar?

Totalmente desconcertado, miré para todos lados como si estuviera a punto de cometer un delito. Le hago un espacio y acepto que ocupe el sitio desocupado del sofá.

-Calme inconnu, je ne mords pas ou ne te blesse pas- terminó por decir, largándose a reír.

El francés no es uno de mis idiomas predilectos, así que no entendí nada de lo que me había dicho; por tanto no le presté mayor atención a sus palabras.

-¿Cómo te llamas?- me pregunta

No sabía si debía continuar manteniendo esta conversación; algo me decía que el camino que estaba tomando no era el correcto.

-Tranquilo, no pasa nada, en unos días más cumplo los 19 años así que no estás pecando por si eso te preocupa. Tampoco voy hacer escándalo, ni  te voy a acusar de abuso o de acoso.

Estamos en un lugar público tranquilamente conversando como padre e hija, -terminó por decir-, burlándose mientras lucia su fresca y linda sonrisa.

-Andrés, y tampoco soy tan viejo como para ser tu padre- le contesté finalmente algo turbado ante la desafiante propuesta de esa juvenil belleza.

Colette era una chica de mediana estatura, vestida algo extravagante, tez morena, de pelo corto y rizado, ojos azules, mirada penetrante, insinuante, astuta e inteligente, con una personalidad a toda prueba y lo peor de todo; tenía un cuerpo de mujer esculpido a mano, exóticamente bella e irresistible.

-Soy francesa por si no has notado el acento; mi madre es de origen galo y mi padre senegalés, por eso es que soy un poco negrita -se ríe sarcástica e irónicamente-, -espero que no te moleste eso- dice mirándome directamente a los ojos.

-Para nada, le contesté sin mayor trascendencia.

Me quedé en silencio y  seguí escuchándola.

-Vivo en Chile desde hace cinco años; mi padre trabaja en una empresa internacional y ya me siento como una chilena más, cachai, -se larga a reír-. Estoy estudiando, más bien acabo de entra el primer año de Licenciatura en Arte en la Universidad de Chile, -terminó diciendo-.

-¿Y quién es este señor tan guapo, de lindos ojos verdes, mirada misteriosa, que sabe y conoce de este tipo de libros?,  ¿a qué te dedicas, Andrés? -me pregunta directamente-.

-Bueno- le digo un tanto desconcertado aclarando mi garganta con un sorbo de café; –me dedico al marketing y a la publicidad-, entre otras cosas.

-¡Genial, publicista!- exclama levantando sus brazos e interrumpiendo mi presentación, -¡mi sueño siempre ha sido tener un book personal! Quizá tú me puedas ayudar, -me dirige una mirada sugerente y se acerca peligrosamente, quedando su mirada frente a la mía-.

-La verdad, Colette, esa no es mi área de trabajo; desarrollo proyectos empresariales, porque además soy ingeniero -intentado tomar distancia-.

-Pero sabes de publicidad y esas cosas, ¿no es verdad? ¿Cómo hacer y tomar una buena fotografía por ejemplo? me pregunta.

-Estudié algo de fotografía hace muchos años, pero nunca la he practicado de forma profesional, siempre de forma amateur y bastante básica, siento no poder ayudarte con eso, Colette.

-Ya veremos- terminó por decir con esa sonrisa a la que uno no se puede negar.

Colette, era un torbellino de palabras, risas y gestos, miradas seductoras e indiscretas.

Cada postura de su cuerpo era un derroche de sensualidad que envolvía misteriosamente pese a lo extravagante de su vestimenta.

-¿Quieres otro café? -me preguntó-, porque me voy a tomar otro de estos, están buenísimos.

-Lo siento Colette,  me tengo que ir, se me hace tarde para un reunión –mentí-. Quería salir rápido del lugar, la situación no me gustaba, se estaba tornando peligrosa.

-No hemos hablado nada sobre el libro- dice mirándome coquetamente haciendo un pequeño puchero con su boca.

No sé qué pasó por mi cabeza que le dije –está bien, solo unos minutos más, de verdad debo trabajar- esa respuesta fue un gran error.

Me miró y una gran sonrisa se dibujó en sus labios. ¿Quieres lo mismo?, eso era un cortado, ¿cierto? -terminó por decir, saliendo rápidamente al mesón en busca de nuevas bebidas.

Mientras hacía el pedido la miraba y me cuestionaba meneado la cabeza, cómo un hombre de mi experiencia y de mis años podía estar coqueteando y conversando sobre literatura erótica con una chica que además era menor de edad.

Pero a mi pesar, mientras más la miraba, más atractiva y hermosa la encontraba.

Era una belleza exótica, arrebatadora, que cautivaba.

Volvió con los cafés y se sentó sobre el sofá con las piernas en posición de yoga enfrente a mí, sonriente me preguntó –Andrés, háblame de ti, cuéntamelo todo, todo-

-Colette- le dije – íbamos a conversar sobre el libro que estás leyendo, ¿recuerdas?-

-¡Ah! es cierto -  no pudiendo disimular su sorpresa por la dispersión de su diálogo.

  • ¿qué opinas del libro?

Me pasa el libro, miro la carátula y paso rápidamente las hojas; no era la primera vez que lo tenía en mis manos, sabía perfectamente de que se trababa.

-“Lejos de las sombras” –repito leyendo el título, -mmm, la verdad Colette, no te quiero dar la charla- le dije seriamente evitado hacer contacto visual.

-Pero creo que este tipo de libros no es el más indicado para una chica de tu edad,  es digamos, uhmmm, cómo explicarte; -es un libro para personas bastante mayores, con más experiencia y mucha madurez emocional-, porque de cierta manera, si no se tiene el criterio suficiente, puede tergiversar lo que es una relación normal de pareja- terminé diciendo.

Por un instante me vi sacando la mejor versión de un padre preocupado y responsable.

Colette no pudo disimular su asombro. Abre los ojos, me mira, se larga a reír, me quita el libro de las manos y me dice:

-¡Que puritanos son los chilenos!- ¡No te sientas aludido! Por favor, no lo digo por ti, Me refiero a este país en general: hablar de sexo abiertamente está prohibido, es un tema  pecaminoso que se habla y se practica a escondidas. -¿pero sabias que los chilenos son los mayores consumidores de pornografía que hay a través de Internet en Latinoamérica?-

-¡los moteles están llenos a todas horas!-

-ustedes tienen un comportamiento muy hipócrita y tú me tratas casi como una pervertida por leer un libro de amor con sexo y algo de BDSM-

-la verdad pensé que eras un hombre más evolucionado, al menos eso aparentabas -terminó por decir-.

Y levantando una ceja me dirige directamente una mirada inquisidora y suspicaz, argumentando su audaz opinión.

-Recuerda que nosotros los franceses, sacamos a la luz aproximadamente en el siglo 18 el más sagrado de los escritos sobre juegos y placeres no convencionales -Supongo que habrás oído hablar del Marqués de Sade-

Me mira y sonríe.

-Deberías ir a Europa alguna vez -exclama maravillada-  allá nadie se escandaliza si alguien anda en topless o desnuda en la playa u otros lugares públicos.

Niños, jóvenes o adultos de cualquier edad lo hacen con la mayor naturalidad, pero aquí muestras una teta y es escándalo nacional.

Además, en Francia, todo lo relativo al sexo lo aprendemos desde pequeñas como parte de nuestra formación de vida, eso ya dejó de ser tema para nosotras -se ríe-.

-Colette- le digo para argumentar mi opinión.

Me interrumpe –dime Trésor-, mis amigos me llaman así y tú ya lo eres ¿cierto?

Ser amigo de una adolescente nunca se me había pasado por la mente y menos a estas alturas, incluso los amigos de mis sobrinas, que eran bastante mayores que Colette, me llamaban tío, muy a mi pesar, por cierto.

-Vale, Trésor, continúo. Conozco a Sade, como también conozco muy bien la realidad europea respecto a lo que me cuentas, gran parte de mi vida la pasé en España y tu país de origen lo conozco bastante bien.

  • Un nouveau meilleur ami merveilleux- vuelve a exclamar en francés

-¿Te gusta el arte Andrés?-

-Dejando de lado por supuesto, esa literatura pecaminosa que pareces conocer tan bien -se ríe de forma traviesa abriendo aún más sus bellos ojos azules que contrastaban de forma perfecta con su piel morena- ya sabes que estoy empezando a estudiar Arte; me encanta la pintura, la escultura, la música, la literatura y todo lo relacionado con la creación y la expresión de un ser humano.

-Si Trésor, me encanta el arte, creo haber recorrido casi todas las galerías y museos que hay en Europa y Estados Unidos, también me gusta todo lo demás, pero en particular la literatura, me considero un muy buen lector.

-prêt, ne parlez plus, vous serez mon meilleur ami, nous avons les mêmes goûts- vuelve a decir en francés.

-Trésor- le digo, - háblame en castellano, no entiendo el francés-

¡Ahhhh mis disculpas! cuando algo me gusta no puedo evitar hablar francés, me sale más natural, te decía que tenemos los mismos gustos- y continúa:

  • ¿sabes que me hubiese gustado ser?-

-No tengo idea, digo con cara de interrogante.

-Una puta en Montmartre de finales del siglo 19 o principios del 20.

¿Te imaginas? Yo, una musa inspiradora siendo retratada o pintada por alguno de los más grandes genios de aquella época, Renoir, Manet, Van Gogh, Toulouse Latrec, Picasso, Dalí o Modigliani.

Como podrás apreciar, lo más selecto de la pintura de aquellos tiempos, cierra los ojos y por un momento imagina, visitar sus talleres, ver como trabajaban, escuchar sus devaneos y conversaciones, debió ser maravilloso.

-Me encanta el impresionismo de Monet, ¡esas luces salidas del infinito! Haber sido la musa de Modigliani debió ser una experiencia sublime para vivir el expresionismo en el más puro de sus orígenes.

-Cada vez que viajo a París, me pierdo horas y horas visitando cada galería del Musée d´Orsay, sin duda una maravilla.

Estaba con la boca abierta escuchando hablar a Colette. Una chica de apenas 18 años que conocía y admiraba a los grandes maestros de la pintura y dominaba la vida y obra de cada uno de ellos, era un peligroso anzuelo que cada vez era más tentador de morder.

Por suerte se me hacía tarde, me había quedado demasiado rato y ya era hora de volver a trabajar.

-Lo siento Trésor- le digo  aliviado- me tengo que ir, tengo mucho trabajo por hacer.

Y de verdad lo digo, ha sido un enorme placer conocerte, he quedado gratamente sorprendido por tus conocimientos artísticos, quizá en otra oportunidad podamos continuar con esta charla -lo último se lo dije por cumplir sin dar mayor relevancia al asunto-.

-¿Verdad? -me dice-, porque quisiera que me recomendaras algunos libros, ¿me puedes dejar tu número de celular?, así cuando tenga alguna consulta te puedo llamar, ¿puedo?, ¿cierto?-

Medité mi respuesta durante algunos segundos  -Vale Trésor, anota- le dije con cierta impaciencia mirando la hora.

Apuntó el número en su teléfono móvil, me levanto y nos despedimos. Me da dos besos, uno en cada mejilla como se estila en Europa.

-Adiós  Trésor, que tengas un buen día.

Fueron las únicas palabras que logré ordenar en mi mente ante la tempestad de interrogante que aún no podía explicar.

-Adieu mon ami- la escucho decir cuando me dirigía a la puerta de salida.

Mi vida siguió su ritmo sin mayores diferencias. Habían pasado poco más de tres días desde aquel encuentro con Colette, y como me suele ocurrir frecuentemente, a las pocas horas ya había guardado en el baúl de los recuerdos, la conversación y a los anecdóticos gustos de aquella chiquilla.

Me había olvidado de ella, mis problemas estaban en otra parte.

El viernes, sin embargo, cuando ya terminaba una intensa y agotadora semana, el cansancio me estaba pasando la cuenta, necesitaba dormir y mucho.

Pretendía  ir a la cama temprano si quería ir al supermercado por la mañana  para ver después tranquilamente por televisión el partido del Barca que era al mediodía del sábado.

Llamé a Fabiola, que tenía  turno de noche en la clínica, hablé con mis hermanas y me fui a acostar, eran aproximadamente a las 23.00 y al poner la cabeza en la almohada me dormí de inmediato.

Sorpresivamente cerca de las 3 AM suena el celular, nada bueno suele pasar por la mente si el sueño es interrumpido a esas alturas de la madrugada.

Nadie en su sano juicio llama a esa hora para conversar, en el 95% de los casos es para recibir malas noticias. En fracción de segundo hice un repaso mental de mi familia:

Mi familia estaba bien, Fabiola estaba de turno, hasta hace pocas horas estaba todo estaba bajo control, así es que levanté el celular y miré la pantalla.

-¡Joder!  Número desconocido-

Medio dormido contesté

-Aló-

Silencio...

-Aló- aló -- ¡si me quieres gastar una broma a esta hora te puedes ir donde tu puta madre! – exclamé enojado.

-¿Andrés?- escuché suavemente,  una voz femenina me hablaba al otro lado de la línea.

-Sí, ¿quién habla?

-Disculpa si te desperté, no pude resistir la tentación de contarte que acabo de cumplir 19 años.

Era Colette.

Y como es mi cumpleaños y eres mi amigo, no te podrás negar a hacerme el regalo que deseo.

-Quiero que seas tú quien haga mi book personal para  graficar y así recordar para siempre mi mayoría de edad, ¡sería grandioso, ¿no crees?!

No puedo explicar el desconcierto que me invadió, como tampoco pude evitar que un escalofrío recorriera mi cuerpo.

CAPÍTULO 15

NO ME TIENTES

¿Colette?

Me incorporé de un salto y como pude me  senté en la cama, encendí la lámpara de la mesilla de noche y cuando  volví a mirar la pantalla del celular, no lo podía creer.

-¡A que si es un buen regalo!, Mon cherie!, no todos los años se cumple 19, ¿no crees? piensa: ya puedo conducir sola, puedo beber, si quiero puedo votar, puedo viajar sola sin permiso de nadie y  todo lo  que se puede hacer siendo mayor de edad.

La chica Sufría de verborragia a las 3 de la madrugada.

-¿Cómo no voy a tener un buen álbum de fotos de este gran acontecimiento?-  preguntaba con un tono ansioso.

-Colette o Trésor, Felicidades por tu cumpleaños- le respondo algo molesto-  pero esta no es la hora adecuada para conversar, ¿porque no lo hablamos otro día con más calma, no crees que es mejor-?

-Siento haber llamado a esta hora- estaba risueña y alborotada - mis disculpas, pero no pude antes, mon ami. Hubo  fiesta en casa, mis padres y amigos hicieron una gran celebración que duró hasta ahora, apenas me dejaron libre, te llamé-, -¿no estés molesto conmigo, quieres?, ¿se buenito ya?- me dice imitando la voz de una niña pequeña.

-Vale Colette- no estoy enojado, pero me diste un susto de muerte.

- No lo pasé bien en esta fiesta de celebración,  entre los amigos de mis padres y uno que otro amigo mío el ambiente para mí no era el ideal.

Sabes algo Andrés, no tengo afinidad con los chicos de mi edad, viven en un mundo tan ajeno al mío.

Mis intereses van más allá de la moda, las fiestas y los coches, creo que no tengo amigos con quien compartir mis cosas.  A veces me siento muy sola- terminó por decir un aire de nostalgia.

-Harás nuevos amigos en la Universidad- le digo- con quienes tendrás las mismas afinidades e intereses, solo debes tener un poco de paciencia.

Eres una  chica inteligente, muy guapa y atractiva, no será muy difícil que  atraigas  a más de algún compañero.

-Te rondarán  como moscas-.

-¿Tienes Skype?- me interrumpe sin poner mucha atención a lo que decía  - podríamos conversar a través de una video llamada- dice alborotada.

-Colette, son las 3,30 AM, tengo el ordenador en el estudio, estoy muy cansado y tampoco me quiero levantar.

-¿Estás casado? - me pregunta de golpe

-No Colette, soy soltero y  te advierto que eso es todo lo que sabrás sobre mi vida privada, por favor no preguntes nada más-

-Tanto misterio, supongo que no serás gay?- pregunta curiosa  mientras no para  a reír.

-Y si lo fuera – le digo convincente- , ¿habría algún inconveniente?-

-¡Por supuesto que no! , pero sería un desperdicio para el mundo femenino-  dice suspirando.

-Eres un hombre muy  guapo y atractivo Andrés, debes tener muchas amigas y admiradoras- Ahhhh yo soy una de ella- exclama espontáneamente

Es una pena que  me tenga que poner  en la fila-.

-Trésor ¿Cómo puedes decir algo semejante si apenas me conoces? , hemos conversado no más de unas horas, es más, podría ser tu padre.

Así es que no empieces con eso, no juegues con mi vanidad ni mi ego, soy bastante mayor como para no darme cuenta de lo   que haces.-

-La edad no es un tema para mi Andrés  siempre y cuando me aporten algo, y  sin lugar a dudas, tienes mucho de lo que me interesa y me gusta, me di cuenta de eso apenas te conocí en el café-,  y continuó;

-Además piensa en Amadeo Modigliani y Jeanne Hébuterne, él tenía 35 y ella 19, fueron cómplices inseparables y felices, así como podríamos ser nosotros.

-Pero con trágico final, Colette- terminé por decir.

Me quedé en silencio unos segundos  hasta que tomé una decisión, esta conversación se estaba alargando más de lo necesario.

-¡Está bien!,  ganaste Colette, haremos el book si eso te hace feliz.

Pero ahora déjame dormir, tengo mucho que hacer cuando despierte, si es que despierto

  • ¡Que feliz me haces! ¿Cuándo lo haremos?- me preguntó ansiosa y emocionada.

-Colette, ya tengo tu número, ¿te parece que revise mi agenda y te llamo  cuando tenga un tiempo disponible?, Y coordinamos un día-

-¡Tengo una idea mejor!, el Lunes por la mañana mis padres se van de viaje por unos días, tendré la parcela para mi sola, te vienes para acá temprano y hacemos la sesión, -¿supongo que tienes cámara, cierto?-, me pregunta, -porque no quiero fotos con el celular- podemos aprovechar la luz natural en los jardines y piscina, y hacer otras en interiores,

¡Merci, merci, je t'aime!-responde excitada de tanta felicidad.

-Tengo cámara Colette, no te preocupes por eso.

Pero el lunes lo tengo complicado.

Luego de pensar un par de segundos respondo: ok, ya me las arreglaré, vale, que sea el lunes

-¿dónde vives?- pregunté – y anoté la dirección en una pequeña libreta que siempre tengo a mano

.-Te espero a desayunar, a las 8,30 me parece Perfecto.- - Je t’attend chéri, bisous - y colgó

Y quedé sentado en la cama  con el celular en la mano, desvelado a las 4.15 AM., nervioso por lo que acababa de prometer y pensando en el lio que me estaba metiendo. Volví a la cama  y traté nuevamente de conciliar el sueño.

Llegué a la casa de Colette   cerca de las 9 AM, me perdí en el camino. Por suerte   tengo un Jepp 4x4  que me permite llegar sin problemas al lugar que quiera. La chica vivía en la misma pre cordillera de Santiago entre cerros, caminos rurales y frondosa vegetación.

Avisé mi llegada por citófono y el portón se abrió automáticamente, -¡vaya casa!- pensé

Entré por el camino que me llevaba directamente a los estacionamientos y ahí me esperaba Colette.

Usaba solo una ligera bata que hizo que mi corazón se acelerara. Imposible  otra cosa  al ver a una hermosa mujer morena de impresionante belleza.

-Bonjour ma chérie, comment allez-vous- me saluda besando mis dos mejillas

.-Allez, allez, nous avons beaucoup à faire aujourd'hui- me toma de la mano y me lleva a una gran cocina donde estaba la mesa servida con un abundante desayuno.

-Sirviendo el café me mira sonriente y me dice –

Recuerdo que te gusta cortado – vierte un chorro de leche sobre la taza, deja la jarra sobre la mesa, abre sus brazos, se para enfrente de mí y me dice

– toda tuya para que hagas lo que quieras con tu cámara.

-Haremos que este día se convierta en una sesión memorable-

-¿Por dónde empezamos en el jardín o la piscina?, ¿dónde prefiere el señor fotógrafo?

-Empecemos en la piscina-, le respondo sin mirarla directamente, no era la mejor hora de luz pero no importaba mucho, solo íbamos hacer un book sin mayores pretensiones de calidad.

Llegamos a la piscina que tenía de fondo una fantástica vista panorámica de Santiago.

Colette se quita la bata y no pude evitar quedarme  la boca abierta.

Era una joven  realmente espectacular, un diminuto tanga dorado cubría su piel morena donde resaltaba cada una de sus curvas. , cuerpo firme  y tonificado, pechos pequeños y caderas anchas donde sobresalía un  culo de otro mundo  esculpido por el mejor de los artesanos.

Pensar que la única vez que la había visto, su cuerpo no lucía ni siquiera en un 20% su belleza, esa extravagante ropa que usaba ocultaba el precioso tesoro de esa chica. Ahora era distinto, era toda piel.

Colette derrochaba sensualidad  y  frescura., hermosa por donde se le mirara, no le podía quitar la vista de encima, estaba ensimismado mirándola cuando  me pregunta:

-¿Estoy bien así?- colocándose en pose junto a la piscina.

-Ehhhh, si, perfecto, le respondo tratando de concentrarme en mi tarea de fotógrafo.

-Hagamos varias fotos en diversas posturas y después seleccionamos las mejores- dije casi tartamudeando.

Comencé a tomarle  fotos desde diferentes ángulos, tanto en la piscina como en el jardín.

El calor del mediodía se empezaba a sentir, debo reconocer  que después de superar el impacto inicial  ante aquel monumento humano  comencé  a realizar mi trabajo de forma seria y profesional con cierto, relajo  y con muchas risas.

Si Colette, hubiese sido un poco más alta, (no sobrepasaba el 1,70 cm) habría sido una gran y cotizada modelo.

Tenía todos los atributos para que lo fuera: belleza exótica, figura perfecta,

una personalidad descollante   y por sobre todo, una frescura juvenil e irresistible.

De pronto casi impulsiva  se saca la parte superior de su tanga y deja a la vista sus hermosos y bien formados pechos morenos donde resaltaban unas areolas  oscuras y  negros pezones.

-Quiero que me saques algunas de espalda  Andrés, sin el sujetador. Acá, a orillas  de  la piscina-,

-¡Andrés, despierta chérie!-, acaso no has visto nunca un par de tetas- dijo, largándose a reír.

-No como las tuyas.- respondí en voz baja notando como mi pene se empezaba a endurecer.

Esta vez ella empezó a dirigir la sesión indicándome que fotos quería, poses y miradas sugerentes pero no quería que en ninguna de ellas se vieran sus pechos, solo imágenes insinuantes.

A pesar de su personalidad segura y sin prejuicio aparente, era delicada y recatada.

Ya cerca del mediodía y  con el sol  en su zenit, el calor era sofocante, Colette a orillas de la piscina  toma impulso y se zambulle   con un clavado perfecto, al regresar a la superficie me grita

– vamos, ven mon cherie tírate, al agua, esta exquisita,- -Allez, allez, l'eau est délicieuse, viens avec moi- termina diciendo en francés.

-No traje bañador- le respondo desde mi posición mientras le tomaba una y otra foto, su piel brillaba con el agua y por los incandescentes rayos de sol que bañaban su cuerpo.

-Y eso que importa chérie, desnúdate como yo-   y audazmente   se saca en el agua la parte inferior de su tanga  y lo lanza fuera de la piscina.

Ahí estaba Colette, desnuda como una sirena morena braceando de un lado a otro como una eximia nadadora, era un espectáculo ver como se deslizaba en el agua sin desplazar ni una gota a su alrededor.

-Vamos chérie- me grita - tu vois du miel, l'eau t'attend et moi aussi-

No tenía drama con el desnudo, había estado muchas veces en playas nudistas cuando vivía en España, pero estar a solas con una joven  como Colette en estas condiciones era totalmente diferente, además mi pene ya estaba dando señales evidentes de que esa chica no me era indiferente.

-¡Que va!, acabemos con esta tontería de una vez me dije  - me desnudé y rápidamente me lancé al agua sin que ella alcanzara a notar mi estado.

-Eres maravilloso chérie, muchas gracias por lo que haces por mí – me dijo mientras pasaba nadando por mi lado.

Estuvimos en la piscina un buen rato, nadando, disfrutando del agua y jugando con una pelota, como niños, hasta que mi dice;

-¿tienes hambre chérie?, porque yo tengo mucha, vamos a comer- sale por las escalinatas y  pude apreciar en todo su esplendor  su escultural figura, además lucía un seductor detalle: tenía una muy bien cuidada depilación brasileña en su pubis.

Empecé a nadar en su dirección para salir por las mismas escalinatas, afortunadamente el agua fría había vuelto a mi pene a su estado natural y ya con mayor desplante me dirigí hacia donde estaba Colette que se  secaba con una toalla donde tenía lista una para mí.

Volvió a colocarse su bata y me pasó otra que tenía a mano  –es de mi padre- me dice sin mayor importancia  – aunque en tu cuerpo, sin lugar a dudas, luce bastante mejor – largandose a reír.

Colette, me tenía desconcertado, mi vida siempre la había mantenido bajo control, todo estaba calculado cuidando cada paso que daba, cada palabra y  acción ya la tenía previamente estudiada, siempre tenía un plan A, B o C para todo, pero esta chica rompía todos mis esquemas, no sabía si tratarla como una mujer o una niña,

De pronto se comportaba como un adulto y en un abrir y cerrar de ojos se transformaba en  una pequeña adolescente. Sin embargo, en ambos estados, siempre tenía la frescura, la simpatía y la naturalidad que me estaba confundiendo.

Debía controlar  mis instintos básicos y primitivos que ya estaban emergiendo en busca de su presa.

No daría ningún paso en falso ni tomaría ninguna iniciativa, prefería pasar con una adolescente por tonto que por depravado por muy mayor de edad que sea, si algo iba a suceder, ella tendría que dar las primeras señales, no yo.

Pero la tentación era grande.

-Andrés-, me dijo mientras preparaba unos sándwich en la cocina, -supongo que en más de una oportunidad te habrás preguntado  porque te acometí aquel día en el café y prácticamente te obligué a que te quedaras conmigo un rato.

-No pienses que ando por la vida abordando a  cualquier espécimen masculino  y más aún mayores  cada vez que  se presenta la oportunidad, es la primera vez que hago algo así, créeme.

-Te observé mientras mirabas el libro que leía con atención, inmediatamente supuse que lo conocías, que sabías sobre el tema-.

-Seguí mirándote sin que te dieras cuenta estudiando tu comportamiento, aunque no lo creas Andrés, ser morena en este país te hace siempre estar alerta porque eres un bicho raro, eres objeto de todas las miradas, generalmente libidinosas por parte de los hombres y de desprecio por parte de las mujeres, esas actitudes hace que generes un instinto desarrollado de supervivencia y a través de las miradas puedas leer su alma-.

La escuchaba en silencio y me sorprendí ante  sus revelaciones, las que no me causaban ninguna extrañeza por lo demás.

-Por ese motivo es que casi no tengo amigos- prosiguió -  todo grupo al que he pertenecido he sido la atracción de la feria, soy bonita y atractiva Andrés, eso lo sé y  también tengo bonito cuerpo.

¿Porque me visto de manera estrafalaria te estarás preguntando?

Simple, prefiero que vean mi ropa a que me vean como un pedazo de carne a la cual doblegar y exhibirme posteriormente como un trofeo, tengo muy malas y traumáticas experiencias-

Con la mirada perdida en el espacio  y con un dejó de tristeza Colette prosiguió con su relato. Yo me dediqué a escucharla en silencio.

  • Por ese motivo es que me armé de valor en el café y té abordé sin que me importara si tenías 30, 40 o más años, porque mirabas el libro, no me mirabas a mí, el aspecto y mi color no fueron el motivo de tu atención, sé que lo que te digo puede parecer un signo de baja autoestima o inseguridad. No te engañes, he tenido la suerte de tener y hacer todo lo que he querido, como también, elegir como y con quien quiero estar, pero como te decía, en ese momento mi intuición me dijo de inmediato que eras diferente al resto, que valía la pena conocerte, mayor fue mi sorpresa cuando coincidimos  en los gustos sobre el arte y la literatura, eras una persona culta con quien podía conversar sobre cualquier tema, incluido el libro, además de guapo, por supuesto – me dice guiñándome un ojo y esbozando  una leve sonrisa.

-Sabes cuál es mi sueño cherie? Sueño con ser artista, tengo una sensibilidad especial  y aunque parezca tonto, muchas cosas de la vida cotidiana me hacen daño, externamente parezco fuerte y decidida, pero soy frágil, la vida me ha convertido en un ser íntimamente muy inseguro-.

No sabía qué hacer ni que decir en ese momento, me desarmó  con sus palabras. Al darse cuenta que mi confusión y la cara de duda era evidente, me tomó de la mano y me dijo;

-Acompáñame, te voy a mostrar mi  refugio, mi estudio- .

-Quiero tu opinión sobre mis trabajos, solo te pido algo de compasión ante esta incipiente artista, recién estoy aprendiendo las técnicas-.

Aún en bata subimos hasta el ático ubicado en la planta superior de la casona, era   una habitación, iluminada  totalmente por la luz del sol que entraba a raudales por los ventanales.

Una serie de caballetes, pinturas y oleos estaban desparramados por todas partes, un montón de bocetos con dibujos. Hojeando aquellas incipientes obras de arte  ¡Sorpresa!, ahí estaba yo, sí, mi imagen dibujada al carboncillo.

Tome la hoja y empecé a observar el trabajo.

La verdad era bastante bueno para hacerlo casi de memoria. De pronto siento que su mano se posa en mi hombro y al voltear   Colette me abraza de tal manera que no me dio oportunidad de evitarla y me besó sorpresivamente.

Fue un beso que logró liberar toda la pasión contenida.

Nuestras batas dejaron de ser barrera  se abrieron  sin dificultad. Así pude sentir contra mi pecho sus senos turgentes y sus duros  pezones.

Entre beso y beso, mordiéndome los labios me quitó la bata y dejó caer la suya al suelo.

Quedamos desnudos e indefensos ante el deseo, sentía entre mis brazos ese cuerpo duro y anatómicamente casi perfecto, mi boca  ansiosa comenzó a bajar por su cuello hasta llegar a sus pechos donde pude saborear con el mayor placer la delicia de sus duros y juveniles pezones. Mi pene  ya estaba preparándose para la batalla  y Colette  como si lo adivinara se refregaba fuertemente sobre él, invito a mis manos a recorrer sus nalgas, las que  las acaricié  y apreté contra mi cuerpo. Sin dejar de besarla me dirigí hasta un sillón que se encontraba en la esquina del ático.

Me senté casi perdiendo el equilibrio  y Colette se montó sobre mí envuelta en deseo.

Su destino estaba sellado, iba a introducir mi duro pene en su deliciosa vagina que   húmeda solo esperaba la embestida.

Cuando inesperadamente agitada ante la excitación extrema  me mira fijamente y exclama:

-Andrés, con cuidado, soy virgen-

CAPITULO 16

INOCENCIA PERDIDA

-¿Eres qué?- exclamé aturdido de asombro y mirándola a los ojos.

Preso de la excitación que me consumía, con mi pene listo y dispuesto entre sus húmedas piernas donde sentía el intenso calor que emanaba de su ardiente vagina, no entendía muy bien lo que me trataba de decir.

Abrazada a mi pecho con fuerza y con los ojos húmedos volvió a repetir la frase:

-Soy virgen Andrés, nunca he estado con un hombre, confiesa bajando la cabeza. Quiero que seas el primero y se aferra a mi cuerpo sin dejar de frotar su vagina contra mi pene, incitándome a que la penetrara.

-¡Colette!, ¿sabes lo que me estás pidiendo? le respondo, tratando de volver rápidamente a la cordura. La hice a un lado casi de inmediato, quedando sentada en la orilla del sofá, temblando.

La abracé para contenerla y acariciando su cabello le dije:

-Eres una joven adorable, te puedo asegurar que cualquier hombre envidiaría estar ahora en mi situación. Pero  yo no puedo hacer esto Colette.

Y no  es que no quiera; es más, has sido testigo de cuanto te deseo, pero es una situación compleja desvirgar a una chica. Es el mágico momento en que dejas de ser una niña para convertirte en mujer; es un paso gigante que jamás borraras de tu memoria; es un hecho tan importante, que te acompañará por el resto de tu vida.

-Por eso quiero que seas tú quien lo haga. Te deseo mucho chérie, respondía ansiosa y agitada cogiendo firmemente mi pene con sus manos, intentando torpemente masturbarme.

-¡Colette!, conversemos -le digo-, retirando su mano que estaba aferrada a mi excitado miembro.

– Anda, tomemos esto con calma ¿Porque no me traes un vaso de agua?, mira que estar en esta situación a mi edad me ha causado una impresión muy fuerte, le dije sonriendo, mientras trataba de distender el tema.

Se levantó con calma, noté cómo temblaba cuando se colocaba la bata que estaba en el suelo ¿quieres mejor una cerveza?

-¡Me parece una estupenda idea!- .  Le respondo mientras aprovecho también para colocarme la bata.

Regresó con un bote lleno de hielo con varias cervezas en su interior.

Se sentó en el suelo y me invitó a imitarla, abrió un par de latas pasándome una muy espumante, bebió un sorbo  y sin levantar la mirada me dice:

-Andrés. Te voy a contar algo que cambió radicalmente mi vida y que muy poca gente lo sabe cherie, eso explica mi virginidad y también en parte mi comportamiento, y sigue.

Hace años me intentaron violar entre varios chicos, me dice bajando el tono de voz mientras se humedecían sus ojos.

No podía creer lo que acababa de oír. Aquella chica tan bella y dueña de una personalidad arrolladora, tenía tan sórdida historia.

Esa repentina declaración me pilló por sorpresa; era tan impactante lo que me estaba diciendo que solo atiné a abrazarla.

-Por eso nunca he estado con un hombre, por eso soy virgen, me dice con la voz entrecortada.

-De todos los chicos que he conocido ninguno ha sido lo suficientemente importante en mi vida como para que sea el primero.

-Los pocos que posteriormente he conocido se han comportado como animales brutos e impacientes. Lo único que querían era penetrarme a la primera sin apenas preguntar el nombre. Todas esas actitudes me llevan siempre al pasado y no puedo continuar, me bloqueo, termina diciendo.

- Donc ma vie est douloureuse, chérie –

-Mejor empiezo por el principio- me dice.

-Cuando llegamos a Chile de inmediato fui matriculada en un colegio exclusivo para chicas. Me convertí en la atracción del curso, había otras chicas extranjeras, pero era la negrita de ojos azules.

Debo reconocer que llamaba bastante la atención. Me gustaba esa sensación de sentirme única, era muy pequeña como para darme cuenta muy bien lo que me podía pasar asumiendo esa actitud. Voluptuosa nunca fui, como te habrás dado cuenta, pero si tenía un culo y un cuerpo que a los chicos les llamaba poderosamente la atención (también ahora y no solo a los adolescentes)

Este fue uno de los motivos para que las chicas del curso me convirtieran el blanco de todas las bromas, movidas principalmente por la envidia.

-¡Donde guardamos el dinero del curso!- Y todas gritaban al unísono ¡en el culo de la Colette!, o ¡en la alcancía de la Colette!- -bromas de ese calibre- y continuó su relato.

-Físicamente estaba bien formada para la edad que tenía y como no comprendía bien el castellano, las bromas que me hacían o las indirectas de los chicos no las entendía y tampoco tenían mucha importancia para mí.

Hasta que un fin de semana mi vida cambiaría de manera radical. Me invitaron a un pijama party a la casa de una de mis compañeras, en la playa, a dos horas de Santiago.

-Lo que yo no sabía era que secretamente se había corrido la voz entre los chicos con los que habitualmente nos reuníamos a conversar o de vez en cuando salir a bailar.

Me habían apodado “la negra maraca”, y  se comentaba que a mi edad era una francesa liberal que ya me había acostado con muchos jóvenes en Paris y que desde pequeña era “seca pal pico”. Al mismo tiempo me enteré que fueron  algunas de mis compañeras las que habían corrido la voz de los malintencionados comentarios.

-Nunca me enteré que al pijama party también estaban invitados “esos chicos”, no a la misma casa, pero si a otra cercana. En ese pueblo eran todos eran amigos o conocidos. Estaba planeado que en la noche nos juntaríamos todos a bailar en la playa-.

-Todo transcurría sin inconvenientes hasta que entrada la noche, un grupo de cinco chicos, integrantes de acomodadas familias, me tomaron por la espalda y me arrastraron hasta uno de los coches que estaba aparcado entre los árboles.

Intente gritar, desesperada, pero me cubrieron la boca con las manos. Me manosearon cuanto les dio la gana mientras intentaban  quitarme  la ropa. Entre el forcejeo y los gritos podía oír cómo se burlaban

-¡ahora probarás el producto nacional, negra maraca!-

- ¡te lo voy a meter hasta la garganta!-

-¡te voy a comer entero ese potito redondito y apretadito que tienes!-

- ¡negrita rica!

-¡no te resistas negrita, te va a gustar,  ya lo has hecho antes; para qué tanto escándalo!

-Te comerás el pico de todos nosotros juntos-

-No sigas gritando, si te vamos a culear igual-

-que te venís hacer ahora la cartucha, negra culiá-

Eso es más o menos lo que puedo recordar de ese episodio.

Escuchaba horrorizado el relato de Colette y debo confesar que muy pocas cosas me impresionan a estas alturas de la vida.

-Luché e intenté gritar pidiendo auxilio, mientras entre todos lograron sacarme la ropa a tirones, dejándome totalmente desnuda. Se masturbaban intentando meterme sus penes por la boca y penetrarme por el culo. Me mordían los pechos, trataban de meterme los dedos por el ano y la vagina. Me tiraron al suelo entre todos, forzándome a que abriera las piernas para penetrarme. Uno de ellos casi lo logra. Sentí su pene rozando mi vagina, pero eyaculó antes de que lo pudiera introducir. Hasta que la fortuna se apiadó de mí. Una pareja que pasaba por el lugar paseando a su perro escuchó mis gritos desesperados y se acercaron a ver qué ocurría.

Al verse sorprendidos, los chicos emplazaron a la pareja a que se retirara; que no se metiera en lo que no le importaba, que no era su asunto, hasta que empiezan a gritarles desaforadamente;

-Si no te vas, te vamos a sacar la chucha viejo culiao, partiste cascando viejo y la reconcha tu madre.

-El señor, de mediana edad, dedujo rápidamente la gravedad de la situación y los enfrentó mientras su mujer llamaba a Carabineros.

La policía llegó en minutos.-

Dos de los chicos fueron detenidos, los otros tres huyeron perdiéndose en la oscuridad de la noche-

A los pocos minutos llegó una ambulancia. Recibí las primeras atenciones y me llevaron a un hospital cercano.

Me habían golpeado brutalmente, tenía hematomas y arañazos en todo mi cuerpo, entre mis piernas y en el cabello había restos de semen. Más de alguno se había masturbado en mi cara tratando de hacerlo en mi boca.

-No pasó mucho tiempo para que detuvieron a los otros chicos. El resto de la historia es de índole legal, hubo denuncia, demanda y juicio por intento de violación. En un breve juicio estos personajes tenían la atenuante de ser  menores de edad, de familias influyentes, y abogados expertos en este tipo de delitos lograron que quedaran bajo la tutela de sus padres y con prohibición de acercarse a no menos de 200 mts de mi persona.

Sus argumentos fueron que se encontraban bajo los efectos de las drogas y el alcohol-

-Mis padres sin dudarlo un segundo me retiraron del colegio y nos vinimos a vivir a esta parcela. Así mi educación escolar  fue con profesores particulares, rendición de exámenes libres hasta que ingresé a la Universidad-.

-Después  de este suceso, por un par años me debatí entre psiquiatras y psicólogos, tratando de recomponer mi vida. No tengo la certeza de haber superado el trauma; aún me cuesta relacionarme con la gente y en especial con los hombres. Como te comenté tengo pocos amigos y la mayor parte del tiempo lo invierto en este lugar disfrutando de la pintura.

Siempre me ha gustado pintar, es lo que más amo.

- c'est mon histoire, chérie-

Exclama mientras me abraza por la espalda con sus piernas.

No supe qué hacer ni qué decir, el silencio fue la mejor opción en ese momento. Nada más.

-¿Otra cerveza Mon chérie?,  ¿o prefieres un trago largo? En el bar hay  whisky, tequila, ron, coñac, lo que desees. Por fin volvió a dibujar una sonrisa.

-Cerveza es lo más fuerte que bebo, el alcohol no es lo mío -así que sigamos con cervezas.

Mientras bajaba por otras cervezas comencé a deambular por el estudio observando su trabajo. Tenía buena técnica y estilo pero en su gran mayoría eran telas plagadas de colores oscuros y sombríos, que reflejaban claramente su calvario interno; una tristeza infinita se dejaba ver a todas luces.

-¿Te gusta alguna Andrés?  Es tuya, te la regalo, me sorprende hablándome por la espalda  mientras revisaba sus bocetos y trabajos.

-Para ser sincero Colette, no me gusta ninguna. Tus trabajos tienen muy buen estilo y buena pincelada pero no  son pinturas que podría colocar en mi casa ni en otro sitio. Tus trabajos me recuerdan mucho “El Grito” de Edvard Munch solo que esa tiene algo más de color, las tuyas muy poco-.

-Lo sé, chérie, pintaré algo que te guste, ya verás-

Volvimos a sentarnos en el piso con varias latas de cerveza vacías como testigo, pero sin darle mayor importancia a la cantidad continuó abriendo otro par. Se mantuvo en silencio un par de minutos y luego me dijo:

-Supongo que después de escuchar  mi historia  te estarás haciendo muchas preguntas y lo entiendo. Lo que me sucedió nunca se lo había contado a nadie. Esta historia la conocen los psiquiatras que me trataron y por supuesto mis padres, que siempre me trataron de proteger –sonríe y continúa– pero debo ser sincera contigo, quiero ser sincera. No debería, pero correré el riesgo-.

-Pasé dos años encerrada en casa después del suceso. No quería ni me atrevía ir sola a ningún sitio, así es que mis únicas salidas fueron al cine o a comer con mis padres. Durante ese tiempo entre idas y venidas al médico comencé a forjar una nueva personalidad. Me fui convirtiendo en una mujer transgresora y atrevida. Mi forma de vestir es una prueba de ello, me empoderé fuertemente en mi rol de mujer dueña de sí misma, nunca nadie pasaría sobre mí, siempre estaría a la ofensiva y no a la defensiva y sería yo quien tomara la iniciativa en todo aspecto. Y  sobre todo me dejaría llevar por lo que me saliera de los ovarios o de los cojones como dicen ustedes, para bien o para mal-

No podía dejar de observar aquella transformación de pequeña niña desvalida a mujer en todas sus formas, casi cruel por algunos instantes.

  • Las decisiones finales siempre serían mías, la última palabra la tendría yo.-

-Entonces  una vez que regresé  al mundo y retomé mi vida, era otra persona, pasé de ser una niña inocente que le gustaba la música y la pintura, a una  mujer avasalladora con lo que tuviese en frente, caprichosa y manipuladora.

Desarrollé una personalidad lo suficientemente fuerte para hacer lo que deseaba y lo que se me viniera en gana, sin importarme los costos.

  • Por eso los chicos, con los cuales nuevamente me empecé a relacionar, huían despavoridos. Al primer intento de querer sobrepasarse conmigo los mandaba a la mierda de inmediato.

-A alguno que otro que me gustó de verdad le permití que llegara un poco más lejos, pero mi subconsciente aún estaba dañado, no pudiendo sobrepasar la barrera más íntima.

-En el camino tuve un par de relaciones lésbicas -me mira, levantando la vista- no te asombres Mon cherie –me dice dulcemente mientras acaricia mis mejillas.

-Nosotras somos más emocionales que carnales. Con estos intentos amorosos, lo más lejos que llegué fue masturbarnos mutuamente.

-Descubrí finalmente que no me gustaban las mujeres; no era eso lo que buscaba-.

Ya nos habíamos bebido cada uno más de seis latas de cerveza y estaba atardeciendo. Estaba sobrio pero no dejaba de pensar en el viaje de regreso.

Afortunadamente la cerveza no altera mucho mi estado de conciencia para conducir, pero si la vejiga. Necesitaba siempre cerca un baño; la próstata me avisaba que los años no pasan en vano.

De regreso de mi último viaje al baño decidí que era hora del regreso, los tacos a esta hora a la entrada de Santiago eran infernales y la paciencia no es una de mis mejores virtudes.

Colette me mira  asombrada ante mi eventual partida y se levanta. Te preparo un café cargado -me dice-. Quédate un poco más, ahora viene lo importante, y se dirige a la cocina.

Regresa a los minutos con un jarro humeante de aromático café colombiano de molinillo; tomé el primer sorbo y  me quemé hasta el alma.

Entonces Colette continúa.

-Aquí es donde entras en escena mon amour-. Atónito puse mi atención a lo que empezaba a decir.

-Desde que entraste al café, me sorprendió la amabilidad con que tratabas a las dependientes; regalabas sonrisas, sonrisa que por cierto es encantadora y derrite a cualquiera. Te sentaste muy cerca de mí, creo que ni siquiera notaste mi presencia. Revisaste tu celular con mucha atención hasta que levantaste la vista y te fijaste en el libro que estaba leyendo, -a propósito-, tenemos que conversar sobre ese tema. Bueno, sigo. Me repasaste con la mirada y continuaste con lo tuyo, volviste a levantar la vista, ahora con cara de preocupación e interrogante y nuevamente volviste a mirar el libro que tenía entre mis manos, -supuse que sabías de qué se trataba el tema-. Me armé de valor y te encaré.  Aprovecho ahora  de pedirte  disculpas: fui demasiado impertinente.

-El resto de la historia fue solo actuación. No puedo negar que mientras conversábamos te convertiste para mí en un tipo irresistible, sin importar los años que tenías. Tus conocimientos, tu trato, personalidad y paternalismo eran evidentes. Poco te importó si era chica o chico, blanca o negra, alta, flaca, gorda, fea o bonita; no había maldad en tu mirada, se notaba que eras un hombre que no juzgabas, pero aconsejabas. No me miraste nunca como un ser raro y extravagante. Además se notó que eras un hombre que tenía mundo y experiencia y eso me hizo tomar la decisión. Fui a por ti, ahí entonces forcé a que me dieras tu número de celular, aunque sinceramente no tenía claro si algún día te llamaría o no, ¡ah! por cierto, lo del book era verdad, siempre quise tener uno.

Colette estaba describiendo a un ángel sentado sobre una nube tocando su lira, que sin duda estaba muy lejos de la realidad. Si conociera un tercio de mi lado oscuro, se sorprendería.

-Hasta que llegó el día de mi cumpleaños número 18. Me convertí en mayor de edad; hubo fiesta aquí en la parcela y la verdad es que no lo pasé bien; festejo aburrido. No fue lo que hubiese deseado, pero a mis padres no les podía decir que no; bebí algunos tragos para celebrar y una vez que  se fueron todos, subí a mi habitación, tomé el libro que tanto te llamó la atención y casualmente apareció tu numero entre las hojas. Por un rato estuve tentada de llamarte y luego me arrepentía, hasta que finalmente dije ¿porque no? Y lo hice improvisando la conversación.

-Luego de que termináramos de hablar en la madrugada, medité todo el domingo sobre cómo me iba a comportar contigo. Mi primera intención fue provocarte hasta ver adonde podías llegar. Tenía que comprobar si mi intuición no se había equivocado al evaluarte. Sabía que no te sobrepasarías conmigo y si así fuera, el problema era más grave para ti que para mí. Era un riesgo y lo sabía, pero como te conté anteriormente, asumía  las consecuencias de mis actos para bien o para mal.

La decisión de invitarte o más bien de casi obligarte a venir a mi casa a una sesión fotográfica había sido mía; por lo tanto tenía todo bajo control.

-Me sorprendió ver la naturalidad con que actuabas e incluso cuando me saqué el sujetador de mi bañador. Me gustaste y mucho chérie. Esa actitud segura con el mundo en tus manos, me hizo decidir dar un paso más osado al quedar desnuda e invitarte a que hicieras lo mismo.

Sabía que te provocaba porque lo noté, pero actuaste como si nada. Ahí me terminaste de convencer y dije –este es el hombre que quiero para mí–. Después subimos hasta aquí y lo que pasó posteriormente fue todo real porque lo sentía de verdad, me gustas mucho y te deseo con toda mi alma, chérie-

En ese instante solo atiné a reírme, el cazador cazado pensé, ¡cómo no me di cuenta antes de que estaba frente a la reina de la manipulación!  Cuando podía dar un doctorado sobre ese tema. ¡Vaya mierda! lo que hace la calentura.

Me puse de pie rápidamente con la sensación de haber sido parte de un experimento, me sentía como un conejillo de indias.

-Colette, me tengo que ir, se me hace tarde y mañana tendré que recuperar este día. Fue un placer haber estado contigo y gracias por confiar en mí tus secretos. Pero hay algo que debes tener muy claro y es que no soy la persona adecuada para ti.

-¿Estás enojado chérie? Exclama Colette con los ojos húmedos.

-No lo estoy contigo, lo estoy conmigo, y me dispuse a tomar el control de la situación buscando rápidamente mi ropa.

Una vez en el auto y rumbo a Santiago seguía confundido por el relato de aquella chica.

Pero en mi mente aún permanecía su figura desnuda, radiante y juvenil, aun podía sentir el fuego de su vagina en mi entrepiernas.

Pero la lucidez se dejó caer en momento y me dije:

-Esto se termina aquí y ahora.

CAPÍTULO 17

TU VAS, YO VENGO

Definitivamente se acabó, nada de más jovencitas de ningún tipo, debo actuar consecuentemente a mi edad; eso era básico sin duda, pero mi subconsciente me traicionaba con reiterados flashback de Colette, desnuda, montada sobre mi pene estando, a punto de penetrarla. Su cuerpo moreno cubierto solo por el diminuto tanga dorado, su risa, su tierna mirada, su historia, su castellano afrancesado; todo aquello me hacía vacilar, pero no. No podía continuar con esto; debía hacer lo mismo que hago siempre cuando algo me incomoda: tirar todo al tacho de la basura y asunto terminado. Mañana comenzaría un nuevo día lleno de sorpresas y oportunidades.

Y así pasó.

Habían pasado un par de semanas desde el suceso con Colette y, por cierto, no había sabido nada de ella durante este tiempo.

Las cosas con Fabiola no estaban muy bien. Algo no estaba funcionando: muchos turnos, mucho cansancio, muchas evasivas. Aunque también nos veíamos de forma esporádica, donde teníamos encuentros memorables. Mi intuición, que pocas veces se equivoca, me decía que algo pasaba; pequeños detalles, quizá imperceptibles para el resto, pero no para mí, reafirmaban mis inquietudes. Aunque tampoco me debían extrañar mucho esos cambios poco habituales, ya que Fabiola en algunas ocasiones pasaba por estados inestables de ánimo, comportándose como una mujer emocional, cuestionando muchos principios de nuestra relación. Así que por el momento no haría nada al respecto; me mantendría al margen, dejando que a ella sola se le pasara la tontería. Así lo hice y continúe con mi vida de forma normal.

Caminaba rumbo a mi oficina y como habitualmente hago, entré a desayunar a la cafetería de siempre. Estaba en eso cuando suena mi celular, miro la pantalla para ver quién era y veo un número que no conocía, pero que estaba grabado en la memoria del teléfono: apreté el botón y contesté:

-¿Aló, sí?-

-Bonjour ma chérie, comment allez-vous-

-¿Colette?

-¿qui d'autre pourrait être, ma chérie?-

-Háblame en castellano si quieres continuar esta conversación, Colette, le digo molesto.

-Todavía estoy esperando que me entregues mi regalo de cumpleaños, chérie, ¿acaso te olvidaste de mis fotos?, me responde con su castellano afrancesado

Una mezcla de alegría y preocupación me invadió al oír su voz; había pensado que nunca más en mi vida la volvería a escuchar.

-No Colette, no me he olvidado de ellas, -mentí-, las tengo listas para confeccionar tu álbum -mentía sin saber muy bien por qué-.

-¿Cómo salieron las fotos, chérie?

-Muy buenas Colette, estás muy guapa en ellas –ni siquiera las había visto, aún estaban en la memoria SDXC de la cámara-.

  • ¿Y cuándo me podrás entregar mi regalo?

-No lo sé, he andado muy complicado estos días, estoy bastante escaso de tiempo Colette.

-Te propongo algo Andrés, por qué no te vienes este fin de semana a la parcela, te relajas y descansas, disfrutamos de la piscina, hacemos la cena, tomamos unas copas, conversamos y de paso aprovechas para traer mi regalo, ¿qué te parece la idea? ¿No es brillante?

-No, Colette. No es buena ni es brillante la idea. No quiero ir a tu casa, así de simple -dije de forma casi autoritaria-.

-ne dis pas ça chérie-

-Una palabra más en francés y cuelgo, ¡¿me entendiste?!- mi paciencia se agotaba con esta conversación.

-Tengo tantas cosas que contarte, chérie, perdón, Andrés y también disculparme por lo del otro día, necesito verte, dice finalmente.

-No tienes nada de que disculparte, lo que pasó, pasó, y no hay que dar más vueltas al asunto, en todo caso agradezco tu sinceridad, fuiste honesta conmigo; gracias por eso, y eso de que nos veamos no creo que sea muy conveniente.

-¿Por qué, Andrés? ¿Acaso no eres mi amigo? Te confié todo, incluso mi virginidad ¿eso te parece poco? Durante estos días he tenido mucho tiempo para pensar y soy consciente de que mi conducta contigo fue inadecuada y quiero enmendar mi error. Si no quieres venir a mi casa, te invito a cenar donde digas; no quiero perder tu amistad, de verdad eres muy importante para mí, chérie.

-Ahora tengo coche, mis padres me lo regalaron por mi cumpleaños, y ayer me entregaron el carné de conducir. Dime dónde, puedo llegar sola.

Dudaba; de verdad, dudaba. Esta chica estaba alterando y convulsionando mi vida, pero no pude resistir la tentación de volver a verla.

-De acuerdo Colette, pero yo te invito. El viernes nos encontramos a las 21.00 hrs. Hay un pequeño restaurante cerca de Providencia, que tiene estacionamiento. Otra cosa importante: ven vestida de la forma más discreta posible, nada de extravagancias, no quiero llamar la atención y esto no es una petición -terminé por decir.

-Gracias chérie, hasta el viernes, y colgó

-Mierda, mierda, mierda, mil veces mierda. ¿Acaso estoy chiflado? me recriminaba mientras con la palma de mi mano me  golpeaba la frente. Durante mi vida había librado mil batallas, más duras y conflictivas que esta, para que de pronto aparezca una chiquilla que me doblegue en pocos minutos. Cómo puedo ser tan inconsecuente y tonto. Pero bueno, -pensé-, no era tan grave la situación: le entrego su regalo, escucho lo que tenga que decir, acepto sus disculpas y aquí no ha pasado nada; fin de la historia.

¡Joder, el regalo!, lo tenía que mandar hacer. Tomé rápidamente el resto de café que había en el vaso y me devolví a buscar la cámara. Había tomado más de 100 fotos y tenía que seleccionar unas 20; menudo problema se me venía encima.                                                  ---------

No sé qué concepto tienen las mujeres de la palabra discreta, pero Colette apareció la noche del viernes con un corto vestido negro que se ajustaba como un guante a su cuerpo, resaltando su extraordinaria figura: espalda descubierta, zapatos rojos con un fino y largo tacón negro y una pequeña cartera roja, a tono con sus zapatos.

De discreta no tenía nada, ya que fue el blanco predilecto de todas las miradas, directas e indirectas, de la mayoría de los comensales que se encontraban en el restaurante.

La esperaba sentado en la mesa que había reservado para la ocasión, bebiendo una cerveza. Al verla, me levante y la esperé de pie. Las miradas de los clientes del restaurante la acompañaron hasta que llegó y se sentó a mi lado.

  • Bonne nuit chérie – se acerca a mi cara y me da un beso en cada mejilla.

-Llegas tarde Colette, la impuntualidad es una falta de respeto hacia la otra persona –le recriminé, sin dejar de pensar en lo hermosa que estaba-.

-Parece que tendré que agregar una disculpa más a la larga lista que te debo, señaló con una sonrisa acompañada de una mirada coqueta y seductora.

Sonreí restando importancia a sus palabras y le entregue un paquete de regalo con su álbum de fotos.

-Aquí está tu regalo, tal como te lo prometí, espero que te guste.

Confeccionar el set había sido toda una odisea. No podía entregar la memoria de la cámara y mandar a imprimir las fotos a ningún sitio, ya que aparecieron algunas un tanto indiscretas, por lo que decidí hacerlo yo mismo. Tuve que salir y buscar donde comprar papel fotográfico, decidir el tamaño de impresión, encontrar un álbum acorde, posteriormente revisar, encuadrar y editar en Photoshop las seleccionadas. Había 135 fotos en la cámara y tenía que seleccionar 20. Fue una labor que ocupó toda una tarde y casi entrada la noche, ya que, afortunadamente, disponía de una buena impresora láser en la oficina, para realizar el trabajo. No pude evitar reírme y rememorar cada momento cuando revisaba las fotos; realmente Colette era una chica muy hermosa.

Abrió el álbum y empezó a revisar una a una las fotos mientras exclamaba - ¡Incroyable! - Ce n'est pas possible! - Oh là là, - c'est magnifique.-, de pronto se levanta, me abraza y me dice;

  • merci, merci beaucoup, mon amour- es lo que siempre quise tener, chérie-.

-Sabes cherie-, me dice mirándome con la vista pérdida-, ni siquiera ese deportivo rojo que me regalaron mis padres y que ves ahí afuera, vale tanto como esto. No sabes lo que significa para mí este detalle de tu parte.

Vaya, pensé US 40.000 vs $ 30.000 mil pesos que me había costado el regalo en total, menuda diferencia.

-Eres un hombre gentil, amable y encantador, por eso te quiero, chérie- termina por decir.

En ese momento se acerca el camarero y nos pasa la carta –les ofrezco un aperitivo mientras revisan la carta– nos dice.

-Tomaré otra cerveza. Tú, Colette ¿qué vas a tomar?

-Para mí una Perrier si gas, por favor, -me mira sonriente y me dice –recuerda que ahora tengo que conducir-.

Se retira el camarero con la orden, la miro y le pregunto seriamente.

-Bien Colette, sin tonterías, ¿cuál es el motivo de esta reunión?, dejando fuera las fotos.

Se pone seria y me dice:

-Para empezar, te quiero pedir disculpas por el comportamiento absurdo e infantil que tuve; por haber abusado de tu confianza y buena voluntad; por manipular y provocarte para que satisficieras los caprichos de una niña tonta. Andrés, recién tengo 18 años con cero experiencia del mundo real. Como tu bien sabes, estos últimos años no han sido fáciles; no ha sido sencillo volver a la normalidad; me ha costado mucho, aunque no lo creas, volver a tratar con la gente de forma espontánea y natural. Estoy herida y dolida con el mundo, ¿que hice de malo en mi corta vida para que esto sucediera? Me destruyeron chérie, destruyeron todos mis sueños e ilusiones; destruyeron mi adolescencia y me convirtieron en un monstruo insoportable, y este monstruo te pide sinceras disculpas, ahhhh, también por llegar tarde, termina por decir, acongojada.

Sonreí y la miré con cara de preocupación e inconscientemente pase mi mano por su cara haciéndole una suave caricia.

-Chérie, quiero volver a ser yo misma. Alegre; con sueños e ilusiones, quiero volver a pintar con colores vivos, no quiero más psiquiatras, médicos, ni psicólogos, que lo único que hacen es llenarme de medicamentos todo el día. Quiero que me ayude alguien que sea real, que sepa de la vida misma en todos sus matices, no solo teóricos sino que también prácticos. Se queda mirándome en silencio, con los ojos humedecidos, hasta que me dice: quiero que seas tú quien me ayude a lograr eso; si aceptas, por supuesto. Confío plenamente en ti sin apenas conocerte, no sé nada sobre ti ni de tu vida; solo sé que no estás casado, que no eres gay y que trabajas desarrollando empresas, que eres un hombre ocupado y que tu tiempo es escaso. Sé que no te gusta nada que te llamen de madrugada, y poco más. Pero demostraste en pequeñas cosas ser una persona  noble, culta y sabia; y eso es lo que necesito para enrielar mi vida. Te quiero a ti. Quiero que seas mi fiel y leal amigo, mi compañero del alma, quien me guie por el camino correcto, terminó por decir.

El camarero llegó con los platos que habíamos pedido, justo en el momento oportuno, lo que me dio tiempo para hacer un rápido análisis de situación. Lo que Colette me estaba pidiendo era un serio compromiso, que no estaba seguro de poder cumplir. Estaba Fabiola de por medio; aunque estaba rara este último tiempo, aún estaba ahí, por lo que decidí no contarle nada de esta humanitaria y juvenil aventura.

-Ok. Colette. Seremos amigos, pero no me intentes manipular de nuevo, porque se mucho sobre eso. Lograste hacerme un gol la primera vez, porque estaba con la guardia baja,  pero no me harás otro. Ahora, ya no.

-Y otra cosa Colette. No me subas a los altares, porque estoy muy lejos de eso, estoy más cerca de la oscuridad que de la luz.

Me mira y en su boca se dibuja una hermosa sonrisa.

-Lo sé, cherie, lo sé – Ummmm, esto está delicioso.

CAPÍTULO 18

¿QUIEN ERES?

Durante las semanas siguientes mi vida cambió de forma radical, Colette pasó a ser una parte importante de las pocas horas libres que disponía, conversábamos mucho sobre ella, bastante menos sobre mí, nos reíamos y disfrutábamos de todo, salíamos a caminar, íbamos al cine, a cenar e incluso en una oportunidad llegué a ir al Buin Zoo.

Fabiola seguía comportándose de forma extraña y evasiva. Incluso nuestros fogosos y apasionados encuentros se fueron haciendo cada vez más esporádicos, seguía sin prestarle mucha atención al asunto debido a que comprendía perfectamente la naturaleza de su trabajo y en estos momentos Santiago estaba en el pick de enfermedades respiratorias donde tenía que hacer turnos dobles debido a la falta de especialistas en el área, llegaba a casa fatigada a solo dormir y descansar, al menos eso era lo que decía.

Con Colette éramos solo amigos, nunca más tocamos ni hablamos sobre el incidente que hubo en su casa, salvo algunas relativas a las fotos, que por cierto, ahora se las tomaba con el celular en cualquier situación y se las reenviaba por WhatsApp. Ella había cambiado, se notaba más suelta y risueña, ya no había agresividad  ni resentimiento en sus ojos ni en sus palabras e incluso cambió su forma de vestir, ahora usaba jeans y zapatillas a la moda, una blusa o polera normal que combinase con su atuendo, era, parecía y se comportaba como una chica normal de su edad. Ese cambio le favorecía, la hacía naturalmente hermosa, fresca y atractiva.

A su casa no había vuelto a ir pese a las muchas invitaciones que reiteradamente me hacía, prefería encontrarme con ella en lugares públicos aunque alejados de la muchedumbre evitando  así las miradas suspicaces de los muchos transeúntes que veían a un adulto con una chica joven morena, además de guapa.

En una de esas tardes mientras estábamos sentados alrededor de una mesa, uno frente al otro en un salón de té tomando un café helado, me toma de las manos y me dice:

-Cherie, sabes que nunca te he preguntado nada y tampoco he quiero saber ni indagar sobre tu vida, solo hay dos cosas que me intrigan y que me gustaría aclarar, prometo nunca más preguntar nada, ¿me puedes contestas solo dos preguntas?- me miraba directamente a los ojos con sus manos tomadas a las mías, esperando mi respuesta.

Medité unos segundos la respuesta, me agradaba sentir sus manos aferradas a las mías, sonreí y le dije – solo dos preguntas- hazlas-

-¿Por qué sigues conmigo, cherie, si para ti soy solo una niña pequeña y no una mujer?

La miré pensativamente, la verdad no tenía clara la respuesta, efectivamente la prefería tratar como a una pequeña adolecente que ver en ella a una hermosa y atractiva mujer, esto último me podría traer serios conflictos y  justamente era eso lo quería evitar a toda costa, pero le contesté:

-Eres una mujer encantadora Colette, me pediste que fuera tu amigo y eso es lo que he tratado de hacer dentro tus posibilidades y las mías, he intentado de que logres recuperar la alegría olvidada, he intentado que vuelvas a encontrar a esa adolecente que se perdió hace algunos años, que disfrutes sanamente de estos pequeños grandes momentos de la vida, que vuelvas a pintar con colores fuertes, alegres y vivos, que sea la misma Colette que he tenido la fortuna de conocer durante este breve tiempo, alegre, simpática, risueña y divertida.- termine por decir.

Me mira pensativa y me pregunta:

-¿Me quieres, cherie?

  • ¿Esa es tu segunda pregunta?, le contra pregunto de inmediato un tanto sorprendido.

-No, no era esa precisamente- me responde siempre pensativa.

-Ocupaste tu comodín así que te la voy a responder igual- le digo sonriendo

  • Te he llegado a querer a mi manera durante este tiempo, si me preguntas a secas si te quiero, es obvio que te tengo que responder que sí, aunque si tuvieras mínimo 10 años más tal vez mi respuesta sería totalmente diferente.- termine por decir.

-Entiendo- dice bajando la mirada

-Ahora vamos por la segunda y última pregunta-, le digo risueñamente subiendo el tono de la voz.

Me vuelve a mirar fijamente, me toma de las manos y me pregunta:

-¿Quién eres realmente Andrés?

La pregunta me pilló literalmente por sorpresa y la expresión de mi rostro me delató de inmediato, rápidamente empecé a ordenar mi mente y mis ideas, mi cerebro empezó a trabajar a tope en la elaboración de la respuesta, aunque no sabía muy bien por dónde empezar porque la pregunta era bastante compleja y la contestación muy subjetiva, por lo tanto la tenía que hilvanar muy bien para entregar una respuesta coherente, considerando también quien la iba a oír.

-No soy un ángel que vino del cielo  – dije sonriendo tratando de distender la situación.

-Es difícil contestar a tu pregunta de forma objetiva, Colette,,- le dije de forma lenta y pausada- para empezar, soy alguien bastante normal dentro de esta jungla social, muy poco sociable e introvertido ya que soy bastante analítico donde trato de hablar y decir lo justo y lo necesario, me cuesta empatizar con la gente pero creo ser una buena persona,- pienso durante unos segundo y sigo – me gusta la soledad y la tranquilidad, no tengo grandes ambiciones personales, trato de ser feliz el día a día sin proyectarme demasiado lejos, generalmente me trazo metas alcanzables, soy perfeccionista y estructurado, con poca tolerancia a la frustración y eso si me ha traído más de un problema, pero también el hecho de viajar mucho, conocer otras culturas, otro tipo de gente, otras formas y otras visiones de la vida,  me ha abierto la mente para aprender y tolerar muchas cosas como también experimentar otras.- y seguí.

-He vivido al límite entre el cielo y el infierno, tal vez por eso tengo la facultad o quizá la sapiencia de entender muchos hechos y situaciones, poder actuar y hablar consecuentemente con toda naturalidad tratando de encontrar siempre las solución más adecuada ante algún hecho en concreto, pero como no todo puede ser tan maravilloso en esta vida, también tengo mi lado B, mi lado oscuro,- le dije remarcando estas últimas dos palabras abriendo los ojos y haciendo una mueca sonriendo.

  • En términos generales también me puedo definir como un tipo open mind como dicen ahora los jóvenes -.

-Eso es lo que te puedo decir por ahora, pero desgraciadamente se acabó el tiempo y el turno de preguntas, el resto de la historia será para cuando se abra nuevamente la veda, si es que se abre alguna vez- finalicé esbozando una sonrisa.

Me miraba atentamente como meditando y analizando cada letra, cada palabra y cada frase que decía, estaba en silencio con sus manos tomadas de las mías, de pronto las aprieta y me dice:

  • tu es magnifique ma chérie- me dice con una sonrisa dibujada en sus labios envuelta en un halo de tristeza.

Habían pasado tres días de nuestro último encuentro con Colette, no nos habíamos podido ver ya que estaba con bastante trabajo supervisando la viabilidad de un proyecto hotelero que una de nuestras empresas asociadas al pequeño holding  en el cual trabajaba como consejero asociado, estaba interesada en realizar cerca de Bahía Inglesa.

Estaba abocado a esa labor cuando de pronto suena el celular, era mi jefe, director general y propietario del holding que llamaba desde el extremo sur de Chile donde está ubicada la casa matriz.

-Andrés-, me dice – me gustaría que fueras por unos días a Bahía Inglesa a ver in situ la realidad del proyecto, la verdad es que no estoy muy convencido de que debamos meternos de lleno en esa área de negocios, porque no te das una vuelta por el lugar y me cuentas, tómalo como unas breves vacaciones pagadas, llama a la Marisol y dile que  haga las reservas del vuelo y del hotel, ándate hasta el domingo así descansas y te relajas un poco, el lunes me envías tu informe y lo analizamos, ¿te parece?- me pregunta.

-Ok, jefe, como voy de vacaciones espero que no me manden de nuevo a un cuchitril como en el viaje anterior, que esta vez sea algo mejor - le digo riendo.

-Ja, ja, ja, ja, si no era tan malo amigo mío, recuerda que economía es riqueza, que te vaya bien, el lunes me cuentas, buen viaje, chao- y colgó.

Ser amigo del dueño tenía sus ventajas y desventajas y este tema de los hoteles no era precisamente una ventaja.

Con dos días me bastaba para analizar la situación de un proyecto de esta envergadura, tampoco era una gran inversión como para dudar de los informes técnicos que nos habían remitido, el problema era que a Miguel mi jefe, no le gustaba este tipo de nicho, así que generalmente los rechazaba, pero cuatro días era mucho, ¿qué iba hacer solo en esta época del año con el tiempo sobrante en Bahía Inglesa?, dormir y leer mucho, eso haría.

Le tenía que avisar a Fabiola que estaría fuera por unos días, la llamé y le conté. No sé porque extraña razón sentí que se alegraba de que viajara, las veces anteriores cuando lo tenía que hacer, su actitud había sido totalmente diferente. En fin.

Le avisé al resto de mi familia que no estaría en Santiago durante unos días, finalmente llamé a Colette.

-¿Bahía Inglesa?, donde queda eso, cherie- me preguntó.

-A unos 900 km al norte de Santiago,- le contesté – es una zona donde las playas tienen el agua color turquesa, son muy bonitas y tranquilas, trabajaré dos días y el resto me dedicaré a no hacer nada, dormiré y leeré uno de los muchos libros que tengo sin abrir-

-¿Con quién vas, cherie?- me pregunta

-Voy solo Colette, no es algo que requiera de más personas,  esta visita a terreno es más bien un capricho del desconfiado de mi jefe- le respondo riendo

-¿Hay hoteles donde vas o te quedas en la casa de alguien?, me pregunta

-Voy por trabajo así que me quedo en un hotel muy bonito que hay frente al mar- le contesto

Se queda en silencio un par de segundos y me dice con voz casi susurrante:

-No me gusta la playa ni el mar, cherie-

-Lo sé y lo entiendo Colette, algún día iremos juntos a la playa a ver el mar, te lo prometo, lo pasaremos súper bien, ya verás-  le digo tratando de levantar su ánimo.

-¿Dónde dijiste que ibas? – me vuelve a preguntar

-A Bahía Inglesa- le repito

-Pero no hay vuelos a ese sitio, ¿vas en coche?- me pregunta después de unos segundos.

-No, no hay Colette, los vuelos llegan a Copiapó, Bahía Inglesa queda a unos 80 km, alquilo un coche para llegar,- le respondo ya cansado del interrogatorio aunque de pronto me pareció un tanto curiosa su respuesta y le pregunto:

-Colette, ¿cómo sabes que no hay vuelos si ni siquiera sabías que existía ese lugar?

-Estaba viendo en Internet como era el lugar al que vas- me responde de inmediato.

-Ah, ok, - le dije saldando el tema,- cuídate mucho, besos- y me despido-

-bon voyage ma chérie, prends soin de toi, beaucoup de bisous, au revoir- me dice y cuelga.

Bahía Inglesa es un lugar muy hermoso en el norte de Chile, sus playas de arena blanca y aguas color turquesa, por su clima casi tropical algunos lo llaman “el caribe chileno”, hace mucho calor en el día pero en la noche la temperatura baja de forma considerable, así que había que ir preparado para esos cambios tan drásticos.

Había ocupado los dos días revisando en terreno los datos que entregaban los informes y análisis técnicos los cuales se ajustaban bastante a lo consignado en ellos, así que una vez finalizada mi labor me dirigí al hotel con la finalidad de escribir algunas notas adicionales y posteriormente dedicarme a lo que tenía planificado, leer y dormir mucho.

Entraba al hotel totalmente distraído y cavilando sobre como redactaría el informe cuando de pronto escucho una voz que me habla por detrás.

  • Bonjour chérie – escucho una voz femenina decir en un castellano afrancesado

Me doy vuelta automáticamente totalmente impresionado por la visión que tenía ante mis ojos, era Colette.

Aún con la expresión de sorpresa en mi rostro, la miro y le pregunto:

-¡Colette, que haces aquí!-

-Me he venido a reconciliar con la playa y con el mar, cherie- terminó por decir.

CAPÍTULO 19

NO LO DUDES, ELIGEME

Desde aquel Domingo Muriel se había convertido en mi compañera y de las buenas.

Disfrutaba de nuestras conversaciones diarias, que iban desde cómo vestir para un día de otoño hasta como nos gustaría terminar nuestros últimos días.

Si bien Andrés era mi mejor compañero hasta ese momento, no podía desconocer que Muriel se estaba convirtiendo en la socia de vida perfecta.

Habíamos logrado establecer el compromiso no declarado de vernos a lo menos una vez por semana, a compartir un  café, a visitar una galería de arte de algún conocido, cenar en algún restaurant recién estrenado, o una íntima confesión en la terraza de su departamento, con dos copas de vino bien conversadas.

En alguna de esas ocasiones Muriel logró revelar esos episodios ocultos que todos tenemos y que de cierta manera nos forjan el carácter, haciéndonos tomar decisiones  que a veces dejan huella para toda la vida.

Es así cómo me enteré de su enigmática historia de amor que la hizo dejar España y emprender rumbo al Sudeste asiático.

Una vez que se estableció en España y terminó su Doctorado en Leyes, no vio la necesidad de regresar a Chile así es que decidió aceptar el cargo de docente en la Universidad Complutense de Madrid.

Había llegado a la cima y lo disfrutaba. Fue en esa época cuando decidió ampliar su inagotable fuente de conocimientos y se planteó un nuevo desafío:

Doctorado en Lengua Española y sus Literaturas.

Siempre había querido salir de las letras formales para sumergirse en la literatura pura, más aun estando en la casa madre de las letras hispanas. Viviendo en el país monarca en lo literario no podía dejar pasar la mejor de las oportunidades.

Hizo las averiguaciones correspondientes, acomodó los tiempos a invertir y se embarcó en su ansiada aventura.

Después de dictar por las mañanas sus cátedras en Derecho Romano, las tardes se dedicaba a ser alumna destacada en Lengua Española.

Fue entonces que dentro del currículum de la carrera se hizo necesario realizar duplas de trabajo en una investigación, para lo cual se asignarían los temas por sorteo.

Muriel no estaba interiorizada de sus compañeros de su clase, es más, nunca cruzó más que un saludo formal con la mayoría de ellos.

Fue entonces que salió nombrada como compañera de trabajo Erika Wagner. Grande fue su sorpresa al darse cuenta de que la chica que se sentaba a diario a su lado era la compañera asignada. Erika tomaba apuntes cuidadosamente y apenas sonreía a su saludo.

Sorprendida con la nominación, no tuvo más elección que hablar con ella.

Así es que entre estudios y papeles la atracción fue inevitable. Luego de un par de encuentros apasionados decidieron ser pareja, estado que Muriel no había experimentado.

Una, porque su realización personal estuvo siempre por sobre los sentimentalismos y dos, para no crear lazos que la hicieran ser frágil.

Ese fue el motivo de que un  hombre como Andrés se convirtiera en su más grande e íntimo amigo.

Dentro de aquella mujer había más emoción de la que se podía imaginar.

En un acto impulsivo y sentimental se embarcaron en una aventura soñada por ambas: recorrer todos los rincones de Asia.

En un principio fue toda miel sobre hojuelas, hasta que la convivencia diaria fue desgastando la relación. Más aún para Muriel que era una mujer a quien había que desafiar a diario para que no perdiera el interés.

Poco a poco, la que había pensado era su ideal de persona se convirtió en una extraña a la no soportaba.

Por eso la noticia de que su padre se encontraba en delicado estado de salud motivó la excusa perfecta para terminar la relación y regresar a su país de origen.

Una vez establecida en Chile hizo carrera y fama. Esta abogada, con un Doctorado en el extranjero, era valorada y respetada.

El sexo con Muriel se convirtió en un arte que yo aprendí con mucha paciencia, y generosidad de su parte.

Entre mujeres, la vivencia sexual es tan diametralmente opuesta a la que se vive o se siente con un hombre, donde sin lugar a dudas me consideré una total ignorante en la materia.

Fui entrando poco a poco en ese mundo, a la vez tan desconocido como atractivo.

Ya la conocía bien como para tomar la iniciativa en las artes amatorias, podía sentir su piel ansiosa solo al besar y abrazar todo su cuerpo, el que respondía de inmediato para gozarnos.

Esa noche podía percibir que algo en ella era diferente; su sonrisa  la hacía más joven de lo que era en realidad.

Nos besamos con la lujuria propia de amantes furtivas, sin más fin que gozar del cuerpo hasta saciarnos.

Su lengua sin control y mis labios indefensos hicieron fiesta de besos para seguir con los pechos.

Mis pezones, duros, solo eran capaces de recibir sus mordiscos para luego en mi turno poder acariciar los suyos hasta hacerla gemir y retorcerse de placer.

Cuando Muriel  estaba a punto de estallar en un orgasmo tomé el control, tirando de su cabello para que sintiera  mi poder. El de controlar hasta sus gemidos, porque las órdenes las daría yo.

Pude sentir cómo la sorpresa le impidió resistirse y se entregó a mis manos y a mi cuerpo con una generosa sonrisa.

Poco después le até las muñecas con una sola mano y con la que me quedó libre le introduje dos dedos de golpe en su vagina. Pude sentir cómo una marea de calambres le inundó su cerebro, que se propagó por sus nervios bajo su piel. Dos dedos fuertes, tan solo dos, para hacerla mía.

Oí una risita y me pregunté qué demonios debía estar pasando por su cabeza.

—Creo que te gusta, y mucho, Muriel, estás empapada, murmuré en su oído.

Pude percibir cómo sus mejillas se tiñeron de rojo y arqueó su espalda en señal de protesta.

—Quieta, ahora te voy a soltar y no te vas a mover. Si lo haces —Hice una pausa y clavé mis ojos en los suyos—, tendrás un castigo ejemplar y te aseguro que te arrepentirás.

Tragó saliva y procuró quedarse lo más quieta posible.

Ya entregada, me puse de rodillas, separé sus piernas y lamí su clítoris. Se le escapó un gemido y no me di cuenta  hasta que casi perdió control.

-Mierda, mierda, mierda, -exclamé-, esto sí que le gusta, -pensé-.

Mi lengua recorrió su vulva con una habilidad inesperada que ni yo conocía y exploré cada pliegue de su entrepiernas. Hice que se retorciera, separando las piernas casi sin querer.

Mi lengua volvió la carga sin darle tregua.

Permitía que su cuerpo  dejara escapar jadeos y gemidos; esos que nacen en lo más profundo del ser antes de cada embestida.

Dejó que mis manos expertas se movieran más rápido, penetrándola más hondo. Permitió que mi lengua hiciera movimientos cada vez más atrevidos, enroscándose y desenroscándose, abriéndose paso. Dejó que con la otra mano clavara mis uñas en su culo y lo apretara con fuerza, acercándola todavía más.

No fuimos conscientes dónde empezaba su cuerpo y dónde acababa el mío. Deje que se abandonara por completo a los lametones, a los arañazos y a las embestidas.

Su cuerpo se corrió y se lo permití.

El orgasmo fue tan intenso que cuando lo alcanzamos apenas fuimos conscientes de lo que estaba pasando.

Seguí tocándola  bajo las sábanas y volvimos a subir a la cresta de otra ola de pasión húmeda.

Muriel, en éxtasis, y en calma, agotada y temerosa, excitada y complacida. Mareadas de placer, disfrutamos de esta pizca de paz.

Abrimos los párpados poco a poco; abrimos los ojos lentamente, como si la luz de la ventana fuera a cegarnos. Me dormí por un instante y al volver a la realidad me incorporé y la busque en la habitación con la mirada.

Por fin di con sus ojos, que parecían que se iban a declarar. Estaba envuelta en una toalla blanca y acaba de salir de la ducha.

Se recostó sobre mis piernas desnudas y con la punta de sus dedos las recorría sin rumbo definido.

Fue entonces cuando en un instante su confesión me dejó sin palabras.

  • ¿Fabiola, te puedo preguntar algo? Y te pido la mayor honestidad, necesito que lo hagas.

  • ¡Por supuesto! Respondí algo confundida; puedes preguntar lo que quieras.

  • ¿Que sientes por mí?

¡Muriel!, ¿qué puedo sentir por ti?, eres  una mujer increíble.

  • ¡Joder! ¡Mujer! Deja de darte vueltas en adjetivos calificativos hacia mi persona, fue clara.

-¿Que sientes? reiteró la pregunta.

-Mmmmm, veo que no lo tienes claro, pues yo si querida y creo que es tiempo de sincerarnos y poner las cartas sobre la mesa-.

  • No estoy entendiendo Muriel, me confundes un poco-

  • Fabiola, mi querida Fabiola, dice mirándome con ternura. No es fácil reconocer lo que se siente, sobre todo si se vive huyendo de las emociones, como yo.

-He sido bastante superficial en todo lo que tenga que ver con los lazos afectivos. Después de Erika me prometí no volver a ser frágil y caer en la tentación de sentir la pertenencia al cariño de otra.

-Cuando Andrés me propuso participar en tu fantasía erótica no me pude negar. No le pude negar un favor al que ha sido mi mejor y más querido amigo.

Y apareciste de la nada: ingenua, bella; sí, tan bella que me costó mucho disimular la impresión que provocaste en mí.

La primera vez que estuvimos juntas no podía creer lo que estaba sintiendo; tu entrega, tu inocencia y tu frescura para lograr el placer sin conocerlo,  fue sorprendente.

Andrés no exageró cuando te describió al hacerme la propuesta. Más aún; creo que fueron pocos los adjetivos calificativos que usó, porque mereces muchos más.

-Fabiola: escúchame con atención; te quiero decir una cosa-

Me quiero comprometer contigo a amarte y cuidarte; prometo estar a tu lado en la salud y en la enfermedad, incluso podría pensar hasta que la muerte nos separe.

Este compromiso  de quererte y de cuidarte es sin duda para parejas optimistas que tienen esperanza.

Yo no me siento optimista o llena de esperanza.

No soy optimista y no tengo esperanza:

Estoy segura de lo que digo. Me siento firme; soy una mujer de palabra, que trabaja a diario muy duro para ser mejor persona, para ser inolvidable.

Sostengo mi alma en las manos...

Soy una mujer con alma, así es que estoy segura de lo que digo.

Tú eres mi compañera, cómplice y confidente: quiero que seas mi amante, mi mejor amiga.

Mi corazón late por ti y te prometo poner mi alma en la palma de tus manos.

Prometo entregarme fiel y devotamente a ti.

Fabiola, elígeme. No dudes; te puedo dar esa vida de cariño y amor que secretamente deseas. Te invito a ver y recorrer el mundo, ese que conoces solo por libros. De mi mano lo puedes hacer las veces que quieras.

Mereces que te amen locamente. Yo te ofrezco eso.

-Te amo, Fabiola.

Al terminar de hablar Muriel sollozaba en silencio abrazada a mis piernas. Yo estaba tan impactada que no podía mover ni un músculo, y menos articular palabras.

Era una declaración de amor, de esas que alguna vez quise oír de alguno de mis fugaces amantes.

Lo que alguna vez imaginé y soñé escuchar de boca de Andrés, ¡pero de una mujer!, ¡de Muriel!

Recién ahí me di cuenta que tener en la memoria de la piel esas caricias inolvidables que despertaron todos mis rincones, aquello que alguna vez viví con Andrés, yo no tenía la intención de amarla.

Su promesa sin embargo, era tan real que me estremeció desde el vientre y me hizo dudar acerca de lo que podía sentir por ella.

Fuimos cómplices y amigas. Desde las entrañas fuimos desnudando nuestra alma para mostrar lo frágiles que podíamos ser entre sábanas.

Podría aceptar esa propuesta porque era lo románticamente esperado para terminar los días.

De pronto, como un suspiro, se vino a la mente el nombre de Andrés. Con solo recordar su rostro y su maravillosa sonrisa se me erizo la piel de la nada. Si cerraba los ojos, sus caricias se hacían sentir latente y tibias escribiendo en mi espalda con claridad que soy toda suya y solo suya.

En su persona es donde me refugio cuando la vida se viene encima. Es él quien durante la tormenta me entrega la certeza y con solo un abrazo me devuelve la seguridad. En esos brazos es donde me quedaría sin lugar a dudas, porque  la última persona en mi vida ya existía y ese era Andrés.

Durante el resto de la noche, Muriel dormía abrazada a mi espalda como una niña aferrada a su juguete favorito, mientras yo no podía pegar un ojo repitiendo y reprochándome una y otra vez cómo pude dejar que llegáramos a todo esto.

Sin duda era una mujer excepcional para ser amada por cualquiera, más no por mí.

Andrés era mi querer, el hombre y la persona que amaba. Muriel lo debía saber más temprano que tarde.

CAPÍTULO 20

YA NO HAY VUELTA ATRÁS

Seguía parado frente a Colette sin saber qué decir, estaba muy guapa con su pequeño y ajustado short de mezclilla que resaltaba su hermoso y bien contorneado trasero, una blusa corta y zapatillas deportivas.

-¿Qué pasa chérie que no dices nada?, me pregunta, mirándome con sus bellos ojos azules

-Pero Colette, no puedes estar aquí – le digo – estoy trabajando

.-Dijiste que estarías libre estos días sin hacer nada, por eso te vine a acompañar, no quería molestar antes, cherie- me dice con toda naturalidad

De pronto reacciono y le pregunto -¿Cómo diablos llegaste hasta aquí?-

-Reserve un vuelo temprano hasta Copiapó tal como me contaste y ahí contraté un coche que me trajera hasta acá, no fue difícil, chérie- me contesta.

Como la deben haber timado -pensé- una guapa y joven chica morena, extranjera  le deben haber cobrado una pasta por traerla.

-Estás loca como una cabra, Colette- le digo

-¿Estas molesto cherie?-, no era mi intención causarte molestias, pensé que te agradaría verme, solo quiero que me enseñes y me muestres lo hermoso que es la playa y el mar, me lo prometiste, ¿recuerdas?- me dice.

Pensaba a toda velocidad, no se podía quedar conmigo en el hotel, ni en este ni en otro, quería evitar cualquier comentario suspicaz en el pueblo así que decidí en ese momento arrendar una cabaña los más privada posible.

Vaya lio Colette –le digo – no me agrada este tipo de sorpresas, pero me alegro que estés aquí- le digo abrasándola y dándole dos besos uno en cada mejilla.

Colette llevaba varias horas esperando a que llegara en el hall del hotel, no le fue difícil encontrarme ya que se dirigió directamente al que estaba más cercano al mar tal como se lo había contado por teléfono,  preguntó si estaba registrado y como le dijeron que si, se puso a esperar leyendo un libro a que llegara.

El poco personal que trabajaba en ese momento la miraba con recelo y admiración, Colette era imposible que pasara inadvertida a los ojos de los demás lo que complicaba tratar de ser lo más discreto posible.

Espérame aquí – le digo – subo por mis cosas, veremos donde nos podemos quedar- y me dirijo a mi habitación en busca de la maleta para después pagar y cancelar la habitación.

Alquilé una cabaña bastante alejada del pueblo frente al mar, podíamos llegar directamente en el coche sin ser vistos, desde la terraza había una vista maravillosa donde el ruido del oleaje llegaba nítidamente hasta nuestros oídos, era un escenario fantástico y paradisiaco.

Una vez revisada e instalados en la cabaña, me siento en una silla sonriendo y le digo a Colette abriendo mis brazos - ¿Ahora qué guapa?,  se dirige dónde estaba, se sienta sobre mis rodillas, me abraza y me susurra al oído;

-Tengo hambre, cherie, no he comida nada desde esta mañana- dándome un pequeño beso en la oreja.

-¡Entonces vamos a comer!  – le digo – pero deja que antes me dé una ducha, ¿te parece?- le pregunto.

-comme tu dis, ma chérie– me contesta con una hermosa sonrisa.

Entré al baño y me desvisto mientras esperaba que el agua se calentara, necesitaba refrescarme después de un arduo día bajo al sol. Entro al amplio receptáculo y me quedo quieto con los ojos cerrados unos segundos bajo el chorro de agua caliente, cuando los abro veo a Colette desnuda parada al otro lado del shower door.

No dije nada cuando la vi, solo observar lo hermosa que era, su rostro angelical, sus bellos ojos azules, su juventud, su piel morena y su cuerpo escultural rompió de golpe todas las barreras que artificialmente había colocado. Desde que acepté ser su amigo siempre supe que esto sucedería en cualquier momento de debilidad, y ese momento había llegado.

Le abrí la puerta del shower door y le dije que entrara, se acercó, me abrazó y se aferró bajo el agua a mi cuerpo, sentía en mi pecho sus  bien formados senos, sus pequeños pero duros pezones se enterraban en mi piel, le levanté la cara y la besé en los labios.

Siempre en silencio la empecé acariciar suavemente atrayéndola  fuertemente hacia mí, hacía mucho que deseaba disfrutar de esta sensación. En cosa de segundo mi pene se comenzó a erectar donde empecé a presionar y a frotar mi sexo contra su cuerpo, de pronto me toma de la mano y me dice;

  • le moment est venu mon amour que ce soit le vôtre – me mira esbozando una leve sonrisa.

Salimos de la ducha, nos secamos levemente y nos dirigimos a la cama donde nos recostamos y empezamos a acariciarnos mutuamente, evitaba ser brusco e impulsivo, aun resonaba fuertemente en mi cabeza el traumático episodio que había vivido, además era una chica a la que iba a desvirgar.

Besaba sus labios y su cuello con delicadeza, bajé hasta llegar hasta su pequeño, duro y turgente pecho, con la punta de mi lengua comencé a jugar con sus pezones, sentía un placer indescriptible tener en mi boca esos jóvenes y tiernos senos inmaculados. Colette, con los ojos cerrados solo se movía, gemía y  se dejaba llevar por el placer.

Bajé lentamente con mi mano viajando suavemente por su vientre hasta llegar a su pubis, ella abrió un poco más las piernas y seguí  hasta llegar a su vagina que rebosaba de fluidos. Movía y apretaba suavemente los dedos contra su clítoris que no era más que un pequeño y duro botón sensible ante cualquier movimiento de mi mano, este juego la hacía saltar y gemir aún más fuerte.

Estaba muy excitado pero a la vez no estaba disfrutando plenamente del momento, controlaba mis impulsos primitivos con tal de no dañar su primera vez, quería hacerla feliz y que lograra reconciliarse con ella y con el mundo.

Mi boca empezó a bajar por su duro vientre hasta llegar al epicentro del placer, Colette se retorcía gimiendo, con mi lengua abrí sus labios y empecé a jugar con su clítoris, bajé un poco más hasta llegar a la entrada de su caliente y ardiente vagina donde saboree una y otra vez sus deliciosos y virginales fluidos.

Me levanté y me recosté a su lado, tomé su mano y la coloqué sobre mi duro y erecto pene y le dije suavemente al oído – ahora te toca a ti - , lo toma con su mano y me empieza suavemente a masturbar, mientras con mi boca muerdo y chupo sus deliciosos pezones a la vez que una de mis manos acariciaba y apretaba sin cesar su precioso trasero.

-Eres maravillosa Colette- le digo al oído – mi pequeña niña que ahora será una mujer, me levanto y me pongo enfrente de ella, coloco una almohada bajo su nalgas levantando sus caderas, ella abre aún más las piernas dejando ante mis ojos su pequeña, virgen, estrecha, oscura pero rosada vagina. Me poso suavemente sobre ella y con la mano ubico mi pene en su entrada y empiezo lentamente a intentar penetrarla.

Su vagina estaba muy cerrada y estrecha lo que impedía que la pudiera penetrar en un intento, ante cada suave acometida Colette gritaba,- mon amour, me fait mal, me fait mal- instintivamente intentaba cerrar las piernas para luego volverlas a abrir.

-Tranquila mi pequeña– le digo - sé que duele un poco ahora pero es solo al principio, relájate y déjate llevar- nuevamente coloque mi pene en su entrada y empecé lentamente a penetrar.

Su vagina bañada en fluidos ofrecía una tenaz resistencia impidiendo que pudiera entrar libremente, Colette gritaba, se retorcía y gemía diciendo - j'ai mal, j'ai mal – lo que repetía una y otra vez, la penetre con más fuerza hasta que pasé la primera barrera de entrada e introduje la punta de mi glande, sentía la intensa presión de sus paredes vaginales que apretaban férreamente mi pene, lo saco para volver a meter un poco más adentro y veo que sale cubierto de sangre, rápidamente lo vuelvo a colocar en la entrada que ya estaba levemente abierta  y la penetro decididamente hasta adentro.

Mientras iba entrando sentía como iba desgarrando y abriendo la carne a su paso, Colette da un salto y emite un desgarrador grito, siento como sus músculos se tensan, su vagina  se contrae y aprieta mi pene fuertemente dejándolo prisionero en su interior.

Una vez dentro con mí pene oprimido y acoplado en su apretada y cálida vagina, me recuesto sobre su cuerpo y empiezo suave y lentamente a entrar y salir, Colette me abraza, levanta y cruza sus piernas sobre mi espalda, empieza a gemir y a seguir cadenciosamente mi ritmo sin dejar de sollozar y gritar ante cada embestida que hacía.

Su vagina se acoplaba rápidamente a mi pene sintiendo en cada envestida que la estrechez y resistencia de su vagina empezaba a ceder, sus fluidos y la viscosidad de su sangre hacía que la penetración fuese cada vez más profunda suave y placentera.

En un momento, Colette comenzó a gemir sostenida y rápidamente, apura los movimientos de su cadera, de pronto abre desmesuradamente sus ojos y de su boca sale un sostenido y ahogado grito, empieza a temblar, su vagina se contrae y comienza a palpitar en un sinfín de pequeños rápidos y continuos  estertores que aprietan una y otra vez de forma casi imperceptible mi pene. En una larga exhalación suelta todo el aire acumulado en sus pulmones y temblando cae desfallecida sobre la cama.

Sobre el cuerpo casi inerte de Colette quien ya no oponía resistencia ni ayudaba con los movimientos empiezo a penetrarla de forma rápida y sin pausa hasta que vienen los primeros espasmos, mi espalda se tensa, empujo mi pene hasta el fondo y suelto dentro de ella todo el placer que me había negado durante estos meses.

Aun con mi pene en su interior, la abrazo y  beso suavemente sus labios, la miro  y veo que sus bellos ojos estaban inundados de lágrimas.

Lloraba emocionadamente susurrando una y otra vez;

  • merci mon amour, merci beaucoup-

CAPÍTULO 21

NO POR ESE CAMINO

-¡Vamos Colette, ya no puedo más!- le digo muerto de la risa ante la insistencia de volver a hacer el amor después de haberlo practicado en varias oportunidades las últimas 24 horas.

Aquella hermosa joven morena de ojos azules con un cuerpo extraordinario había logrado contagiarme de la energía vital propia de la juventud, pero después de los deliciosos encuentros mi cuerpo ya no resistía más invitaciones con el vigor que requería la situación.

Le había enseñado algunos de los secretos del sexo, algunas poses, lo que había que hacer y no hacer, las zonas erógenas propias de cada género, le estaba enseñando los caminos del placer.

Colette, estaba ávida de conocimientos, quería saber todo, quería aprender y probar todo, pero también practicarlo y en ese momento mis clases se habían agotado.

-¿Porque cherie, acaso ya no te gusto?, me decía con voz de niña pequeña mientras intentaba jugar con mi pene inerte.

-No Colette – le decía – no es que no me gustes, al contrario, cada vez me gustas más, pero no tengo 20 años, a mi edad necesito más tiempo para reponer las energías, ustedes los jóvenes siempre privilegian la cantidad por sobre la calidad.- termine por decir riendo.

Y así había sido, Colette había tenido intensos orgasmos todas las veces que habíamos hecho el amor en las diferentes posturas que le había enseñado.

Pero yo me estaba guardando para el postre, para mi esperado y deseado postre, para la última clase que le iba a dar este fin de semana, donde necesitaría de toda mi sapiencia y energía, la iba a intentar penetrar analmente.

Ese trasero maravilloso que no dejaba indiferente a nadie quien lo viera, es trasero perfecto iba a ser mío, ese era el postre que tenía reservado desde el primer momento en que lo vi.

Una vez consumado el desvirgue, Colette  se echó a llorar de emoción dándome las gracias una y otra vez, me abrazaba y aferraba a mi cuerpo sin quererme soltar besando reiteradamente mis labios, estaba feliz de haberse convertido en mujer y de haber tenido tan buen maestro, hecho que me halagaba sin lugar a dudas, pero nunca le confesé que el placer y el privilegio de desvirgarla había sido único, placentero y grandioso.

Pero había algo que me daba vueltas en la cabeza, Colette había tenido un orgasmo siendo su primera vez,  extraño suceso que no sucede la mayoría de las veces, me intrigaba la situación llegando a dudar de su virginidad, así que le pregunte directamente.

-Chérie- me dice, mirándome con dulzura – este momento lo preparé un millón de veces después de lo que sucedió en la parcela, me informé y leí todo lo que encontré sobre la primera vez de una chica, estaba lista y mentalizada para recibirte, sabía que posiblemente me iba a doler y sangrar, era algo por lo que no me debía preocupar y menos reprimir, solo me tenía que relajar y dejarme llevar por la emoción disfrutando al máximo el mágico momento con toda la intensidad de mi alma, así lo hice y no imaginas lo que me gustó.-

Medité su respuesta unos segundos, la miré y le pregunto seriamente con un dejo de duda;

-¿Me volviste a utilizar Colette?

Abre sus maravillosos ojos azules, me mira sorprendida y me dice;

  • mon amour, comment peux-tu penser que- se queda un largo rato en silencio y sigue;

-Chérie, nuevamente voy a ser totalmente sincera-, me dice en su castellano afrancesado- te dije que esto lo había ensayado una infinidad de veces, si lo ves de forma cruda y directa se podría decir que me aproveché de tu experiencia, sabía que ibas a ser cuidadoso y delicado, sabía perfectamente que no te ibas a comportar como un bruto y no me ibas a hacer sufrir – y sigue – quizá te parezca ridículo lo que digo, este paso era muy importante para dejar atrás todos los fantasmas del pasado y volver a ser una chica normal, si lo quieres ver de esa forma tan básica, si te utilicé, pero hay algo que no pude controlar y llegó a ser lo más importante de todo,- estoy locamente enamorada de ti , cherie-.

Impresionado ante tal declaración le digo en voz baja – eso es lo que crees ahora, ya veremos después.

Se para desnuda con total desparpajo sobre la cama y muerta de la risa adopta una pose sugerente, se empieza a acariciar moviendo sensualmente su cuerpo, mientras me dice;

-Ahora chérie, ve la parte morbosa del asunto, cuántos hombres de tu edad pueden decir que han desvirgado a una virginal y joven belleza como esta-, termina por decir acariciando y señalándose a sí misma.

No pude evitar largarme a reír al escuchar la explicación que me daba y más aún por el espectáculo que me brindaba totalmente desnuda sobre la cama, solo atine a decir mientras la abrazaba;

-Eres una fresca descarada sin escrúpulos Colette-

Nos levantamos, nos duchamos y salimos a comer, volvimos a la cabaña, nos acostamos y volvimos hacer el amor, esta vez de forma tranquila y sin urgencia logrando ambos tener un delicioso orgasmo.

Colette me despertó temprano por la mañana con un aromático café, el trabajo del día anterior y las emociones posteriores me estaban pasando la cuenta, me costaba abrir los ojos.

-Vamos chérie – me dice Colette – hay un día maravilloso y quiero que me acompañes a pasear por la playa, pero antes debes cumplir con tu rol de macho alfa con esta hembra deseosa y ardiente –, se sube riendo de un salto sobre mi cuerpo y se empieza a mover encima de él.

Mi pene al sentir el contacto directo con su vagina que ya estaba empapada de fluidos no tardó mucho en reaccionar, sentir como se deslizaba, frotando y presionando era una sensación deliciosa y excitante. De pronto flecta su cuerpo, se recuesta sobre el mío y empieza a bajar besando mi pecho, luego mi vientre hasta llegar a mi pene que ya estaba duro, lo toma entre sus manos y lo empieza a acariciar tal como le había enseñado.

Lo acaricia y lo mira admirando su tamaño y dureza - c'est beau, c'est beau – repetía suavemente sin dejar de mover su mano de arriba hacia abajo, empieza a lamer tímidamente el glande y lo introduce de lleno en su boca, primero un poco y luego hasta el fondo, empieza a succionar sin dejar de masturbarme, levanta la vista y me mira observando mi cara de gozo y satisfacción, sigue chupando sin cesar en los movimientos, baja con su boca hasta los testículos y los empieza a lamer, echa saliva en mi pene y con su mano aferrada la comienza a deslizar suave y rítmicamente.

No pude contener las ganas de estar en su interior, la levanté y la monté sobre mi cuerpo, de inmediato cerró los ojos, echó su cara hacia atrás y empezó a frotar suavemente su vagina con mi pene y le dije;

-Ahora serás tú  quien marque los movimientos y la profundidad de la penetración – le dije y coloqué mi pene en la entrada de su vagina –  empezó a bajar lentamente introduciéndolo en su interior.

Aun podía sentir la estrechez y la poca elasticidad que tenía su sexo, entre pequeños gritos y gemidos logró que este llegara al fondo, se acomodó y se empezó a moverse lentamente de adelante hacia atrás para arriba y hacia abajo.

Mi pene estaba estrangulado y atrapado en su interior, aún estaba tan estrecha que no se movía del lugar que dificultosamente ocupaba, aquella situación de acoplamiento me provocaba un intenso placer, empecé a moverme rítmicamente siguiendo sus oscilaciones.

Sentía como sus movimientos se empezaban a acelerar con su cuerpo echado hacia atrás al igual que su cabeza, se movía y se movía hasta que el ritmo fue desenfrenado, de pronto emite un ahogado grito quedando suspendida en el aire y se deja caer con su corazón latiendo en forma frenética, desfallecida sobre mi cuerpo, mi pene aún en su interior sentía como su vagina palpitaba y emitía múltiples pequeñas contracciones que la hacía gemir y vibrar de placer una y otra vez.

Aun con su corazón palpitante la volteo dejándola de espaldas, le abro las piernas y la penetro de un golpe deslizándome hasta el fondo de su cuerpo, nunca me he podido correr por muy caliente que esté cuando me están montando, así que de esta forma clásica la empecé a penetrar con fuerza una y otra vez hasta que alcancé un violento orgasmo llenando el interior de su vagina de mi caliente y viscoso semen.

  • Je t'aime, Je t'aime – repetía una y otra vez Colette abrazada a mi cuerpo.

Luego de un rato de abrazados reponiendo fuerzas le digo; – desayunemos y nos vamos a la playa-  estaba terminando de decir eso cuando un rayo parte mi cabeza y exclamo –mierda, mierda – no había usado preservativo y el riesgo de embarazo podía ser alto, la miro y le pregunto;

-¿Cuando fue tu ultima regla, Colette?

Me mira un tanto sorprendida por la pregunta, se pone a pensar y me contesta;

-Terminé hace cinco días – me dice, se ríe y contesta -  todavía no puedo quedar embarazada, creo-

Empecé a hacer mis cálculos mentales, cuatro días de regla más cinco días son nueve, estamos al borde de que empiece el ciclo de fertilidad- pensaba - , - tenemos que ir a una farmacia – le digo a Colette – hay que buscar rápido un anticonceptivo de urgencia.

Como era de suponer Bahía Inglesa no contaba con farmacias, salvo un pequeño establecimiento que expende medicamentos básicos, el dependiente muy amablemente me indicó que lo que buscaba lo podía encontrar en Copiapó y mirándome de manera suspicaz me dijo que la píldora del día después para que surtiera efecto no se debía ingerir más allá del cuarto día después de haber tenido relaciones.

Llevábamos solo un día y medio, hoy era sábado, mañana domingo regresábamos a Copiapó y antes de embarcar a Santiago podíamos pasar a  comprar la píldora en una farmacia y solucionábamos el problema por ahora.

Debo decir que pasamos un día increíble, el calor era suave y agradable aunque corría algo de viento, caminamos por la playa y Colette se empeñó en que la fotografiara desnuda con el mar de fondo, quería subir las fotos a naked.in.nature, experiencenaturism o mynudefreedom,  páginas de Instagram de las cuales deseaba participar. Como no había nadie cerca ni mirando le hice varias tomas con el celular, era sensualmente hermosa e increíblemente deliciosa.

Volvimos a la cabaña al atardecer, cansados pero felices, Colette se había reconciliado plenamente con el mar, la playa y con el mundo, se veía risueña, habladora, relajada, llena de esa energía juvenil de querer hacer todo en poco tiempo, se notaba una chica feliz.

Ahora venía la parte complicada, convencerla de que me ofreciera su culo para poder saciar mi perverso deseo de poseerla de esa manera, ese trasero debía ser mío.

Luego de pasar al computador y mirar las fotos que le había tomado durante el día, empecé a acariciar a Colette, no tardamos ni un minuto en estar tirados en la cama revolcándonos, mi boca acariciaba sus pechos, le chupaba y mordía suavemente sus tiernos y juveniles pezones, mis dedos jugaban con su clítoris haciéndola retorcer de placer, de su vagina manaban fluidos como un rio desbocado y mi pene listo para entrar en acción.

Dejé que tomara la iniciativa de querer montarse nuevamente y cabalgar, esta vez ella lo ubico en la entrada, empezó a bajar de forma gradual deslizando suavemente mi pene entre sus estrechas y apretadas paredes vaginales. Una vez dentro, comenzó a danzar frenéticamente mientras con mis dedos le apretaba esos  lozanos pezones que más de un gemido de placer le logré arrancar.

En cuestión de pocos minutos alcanzó el clímax desfalleciendo agitada sobre mi cuerpo, dejé que se repusiera y la abracé recostado por la espalda, empecé suavemente a acariciar todo su cuerpo, mi pene excitado clavaba y se restregaba en sus redondeadas y hermosas nalgas rozando casualmente su ano de vez en cuando.

En un momento, cuando mi excitación no podía más, aun abrazado a su espalda, le susurro al oído; - Colette, ahora conocerás la última lección de este fin de semana, esta vez quiero que me complazcas entregándome tu culo-, termino de decir eso y si gira rápidamente poniéndose de frente a mí, abre sus ojos desmesuradamente mirándome con cara de sorpresa y angustia y me dice;

– chérie, no, por ahí no.-

-¿Porque no? – le pregunto.

-No lo sé, es sucio, creo – exclama.

-¿No me quieres complacer Colette?-  le vuelvo a preguntar.

  • chérie, haría lo que fuera por ti, lo sabes, ¿pero esto?, no lo sé – me contesta confundida.

-De acuerdo, como quieras- le digo y me coloco de espaldas sobre la cama.

  • mon amour, ne te fâche pas, je l'aimerais, mais je ne sais pas quoi faire – me dice en francés.

-Colette, sabes que no entiendo cuando hablas en francés- le digo molesto.

Se queda largo rato meditando con la vista pegada en el techo de la habitación, de pronto me empieza a acariciar el pecho y me dice;

-chérie, si lo deseas hacer, intentémoslo, enséñame que tengo que hacer-

Ya se me había cortado el rollo con tanto trámite y mi pene descansaba inerte apoyado en una de mis piernas totalmente ajeno al combate que deseaba realizar.

La miro, la abrazo, la empiezo a acariciar y a besar de forma cada vez más intensa hasta que mi pene se vuelve a colocar en estado de alerta y se empieza lentamente a levantar y endurecer.

-Colette- le digo – ahora solo te debes relajar- y la coloco en cuatro. Tenía ante mis ojos su maravilloso culo totalmente a mi disposición. Separo sus nalgas y con sus propios y abundantes fluidos lubrico generosamente su ano y empiezo con mi dedo índice a masajear circular y suavemente el cual ante cada roce se contraía – relájalo Colette – le decía mientras introducía levemente mi dedo, -relájalo y suéltalo, relájalo y suéltalo – insistía reiteradamente.

Colette era una muy buena alumna que gemía ante cada intento de mi dedo, cooperaba ante cada instrucción que le daba, en el momento en que su ano estaba relajado y algo dilatado la coloqué de costado y en forma de cuchara abrazada a su espalda ubique mi pene en la entrada y comencé lentamente a intentar penetrarla.

Gritó de dolor al primer intento y también en el segundo – relájate y suelta, Colette – le decía insistentemente mientras la abrazaba a la vez que le apretaba con mis manos sus pequeños y tiernos senos.

-Último intento- le dije – si no puedes lo dejamos hasta aquí-

-si puedo, chérie, deja que me relaje un poco más- me dice con voz entrecortada

Volví a mojar la punta de mi glande con sus fluidos como también generosamente su ano y volví a colocar mi pene en la entrada y empujé lentamente. Empecé a deslizarme en su interior hasta que la punta de mi pene quedó atrapado sin poder avanzar más. Colette, gemía y se retorcía, en un momento me dice casi a gritos – ¡sigue, no te salgas, no detengas, sigue! – y empecé lentamente a entrar y salir de su ano suave y pausadamente presionando para entrar un poco, cada vez más.

Colette, gritaba y se movía mientras sentía como mi pene avanzaba entrando y saliendo dificultosamente por ese camino apretado, virgen e inexplorado, empecé a penetrarla por varios minutos cada vez más profundo una y otra vez hasta que llegó el primer aviso, una punzada en mi pene me indicaba que estaba por llegar al punto de no retorno, aceleré mis movimiento y exploté con furia en el interior de su ano rebosándolo de mi caliente y abundante viscosa leche.

Jadeante me retiré de su interior, la giré y la abracé, ella sonreía con sus bellos ojos azules empapados en lágrimas.

Al día siguiente emprendimos viaje a Copiapó, pasamos por una farmacia, compramos la píldora del día después y embarcamos en el avión rumbo a Santiago.

Estábamos sentados esperando el despegue cuando Colette me mira seriamente y me dice;

-Andrés, serias tan amable de pedir una almohada, apenas me puedo sentar – y se larga a reír.

CAPÍTULO 22

COMO DECIR NO TE QUIERO

-Muriel, no te estoy evitando y por mucho que insistas hoy no puedo salir; de verdad, lo siento.

Era la tercera vez en una semana que me negaba sistemáticamente a que nos viéramos. Después de nuestro último encuentro  no me atrevía ni siquiera a hablar con ella. En estos momentos no me sentía capacitada para poder enfrentarla.

Para no pensar en el tema intenté por muchos días concentrar mi esfuerzo y mi mente en el trabajo. No hacía más que recriminarme una y mil veces haber aceptado desde un principio salir con Muriel. No aprendía nunca que la vida siempre se encargaba de meterme en problemas cada vez que no pensaba adecuadamente. Por actuar de forma impulsiva el destino me estaba  pasando la cuenta, y esta vez lo estaba pagando muy caro.

Andrés seguía insistiendo, todavía sin mucha presión de su parte, en encontrar el motivo de mi conducta errática y de mis misteriosas ausencias. Hasta ahora aún creía en mis excusas pero, conociendo su acusada inteligencia, no iba a demorar mucho en averiguar lo que sucedía. Era cosa de tiempo y un poco de dedicación el que diera con la tecla correcta para que descubriera la verdad.

Cómo le explicaba que tenía sexo con su mejor amiga y, peor aún, que tenía una relación paralela con los dos al mismo tiempo.

Ser infiel no era lo mío. Nunca lo había sido, pero por más que me empeñara en creer que manejaba la situación, siempre la verdad se iba a asomar por alguna rendija y, una vez abierta, ésta saldría a borbotones de mí ser como si hubiese estado asfixiada.

Extrañamente, me gustaba Muriel, pero en la realidad yo no me podía proyectar en una relación lésbica. No podía imaginar terminando mis días junto a una mujer; no estaba en mis genes.

Muriel conocía mis deseos más íntimos; aquellos que me llevaban por fin a pensar en vivir en compañía de alguien. Muriel me ofrecía, como un regalo caído del cielo, la solución perfecta a mis carencias íntimas, porque no hay nada más triste que cerrar los ojos sin tener en la cabeza a alguien en quien pensar o un hombro que en la noche, al dormirte, el día siguiente amaneciera junto a tu lado.

Andrés seguía rondando en mi cabeza revuelta, y habría dado mi vida si por solo unos segundos hubiese sido él quien  me ofreciera ser la última en su vida, y no Muriel.

No pude resistir la tentación de volver a verla cuándo se presentó una nueva oportunidad; la tomé, prometiéndome que sería la última vez.

Bueno, por circunstancias distintas, fue la última vez.

En esta ocasión sí tomé el celular cuando llamó nuevamente.

Muriel había ganado un caso  en el que venía trabajando por meses y me llamo para celebrarlo.

-Fabiola, ¿Recuerdas el caso del proyecto energético del Norte?

-¡Si, perfectamente!, el que te tuvo de cabeza por meses, respondo, disimulando mi alegría al escucharla.

-¡Lo ganamos!, Fabiola, ¡lo ganamos! La corte falló a nuestro favor. Gritaba eufórica en el otro lado de la línea.

-Ahora no te puedes negar en acompañarme a celebrar, ven esta noche a cenar conmigo. Por favor ¿lo harías por mí?-

Después de pensar un minuto dejándome contagiar por su alegría, dije ¡Esta bien! Tienes razón, es necesario celebrar; esta vez acepto.

-¡Enhorabuena  mujer! ¡No sabes cuánto te agradezco que me acompañes; eres la mejor! Te espero en casa a las nueve.

Una vez pasada la alegría y su contagiosa euforia no podía entender cómo podía haber cedido tan fácilmente a su petición, después de todas las recriminaciones que me había hecho durante estos días. Otra vez mi inestabilidad emocional me jugaba malas pasadas. Sin embargo, ya no era tiempo para echar marcha atrás y arrepentirse.

Mientras conducía a su departamento iba rehaciendo nuestra historia una y otra vez. Desde la noche en que Andrés quiso que cumpliera mi fantasía erótica de estar con una mujer, y que junto a Muriel volcamos desbordadamente toda la pasión sobre su alfombra, hasta este día. Sabía que era el momento de cortar todo esto y decir adiós, pero en el fondo de mi corazón buscaba una buena razón para mantenernos juntas.

Infructuosamente intentaba buscar motivos. Por momentos el torbellino de la duda me atacaba por todos los flancos, poniéndome a Muriel como la mejor opción para desbordar toda esa emoción y sentimiento que a veces me ahogaba por no tener destinatario.

Por otra parte, a pesar del distanciamiento que había provocado entre Andrés y yo, mi piel no dejaba de olvidarlo. En más de una noche la nostalgia me atacó por sorpresa susurrándome su nombre.

Ese hombre no me cambió en nada; simplemente hizo el milagro de que brotara como en primavera toda esa esencia básica y natural que celosamente guardaba en algún cajón escondido de mi mente.

Me convirtió en hembra. De aquellas hembras primitivas que movidas por el instinto permanecen al lado de su hombre, y en mujer que consciente de su condición decide someterse a sus manos y a su piel, para que sea su Amo.

Llegué con un poco de retraso y al subir al departamento me di cuenta que Muriel me esperaba a la salida del ascensor.

Nos dimos un ligero beso para guardar la distancia, donde aproveché para entregarle el regalo que le llevaba en el bolso.

Al entrar y cerrar la puerta Muriel, de improviso, me empujó suavemente contra la pared y metiendo su mano en mi entrepiernas me besó con tanta pasión, que me dejó sin aliento.

Lo intenté evitar, juro que lo intenté, pero sus ganas no podían ni querían hacerse esperar.

-Muriel; no por favor, no sigas, ¡no  quiero!, alejándola suavemente sin poder mirarla a los ojos.

¡Fabiola!, ¡por favor! sé que tú también quieres estar conmigo; lo sé. No sabes cuánto te extrañé, susurraba mientras nuevamente me intentaba besar.

-No juguemos como adolescentes y ven, ya nada tenemos que perder; ven.

Dejándome llevar por el deseo, las ganas reprimidas y la confusión, tomé el control de esa mujer como pude y fui yo quien la voltee y la puse contra la pared.

Sujeté sus manos detrás de su cabeza y comencé  a  entreabrir  sus labios y a jugar con su lengua. Con una mano solté la botonadura de su blusa, haciéndose evidente que no llevaba ropa interior. Besé sus pechos y mordí sus duros pezones, al punto de tenerla tan excitada que no pudo evitar correrse de una vez.

Gemía una y otra vez  agitando su respiración al punto de desfallecer por unos segundos.

A tropiezos y abrazadas la llevé a la cama y tendida de espaldas logré sacarle la blusa y con ella cubrirle los ojos.

Se dejó llevar sin resistencia haciendo todo lo que le iba ordenando.

-¿Quieres hacer el amor Muriel?, mientras tomaba y tiraba de su cabello.

-¡Eso no se pregunta guapa! ¡Joder!, respondió excitada. Claro que quiero revolcarme contigo.

Ya desnuda por completo deslicé mis dedos entre sus piernas, jugando a subir y bajar por la cara interna de sus muslos hasta que pude evidenciar que su humedad se hacía notar.

Por eso, cuando posé mi lengua sobre su clítoris dio un salto que la hizo encorvar su espalda y levantar sus caderas, llegando a dejar su vulva frente a mi boca.

Ese delicado y delicioso bocado lo tenía enfrente a mí, como un regalo ofrecido en una entrega sin condiciones.

Mordí suavemente sus labios mayores y recorrí sus labios menores hasta que mis dedos se metieron en su vagina, resbalándose sucesivamente al entrar y salir, convirtiéndose en una excitante danza interminable.

Muriel gemía incansablemente y yo la disfrutaba en plenitud.

Podía sentir como se contraía su vagina al ritmo de mis dedos. La tensión era extrema y ante cada embestida murmuraba mi nombre diciendo:

Fabiola, te quiero, te amo, te deseo, repetía una y otra vez

Ahí tenía a Muriel, revolcándose sobre sí misma entregada al placer como un suspiro saliendo del alma.

Entonces tuve la visión de poder hacerla llegar al límite. Le susurré al oído;

-Eres mía Muriel, toda-

  • Lo que quieras mi amor, soy  lo que quieras, responde con la voz jadeante y entrecortada.

Con mis dedos ya inundados de su humedad mis movimientos se hicieron más intensos y las embestidas más profundas.

-¡Por favor dame más fuerte, dame más! ¡Ya no puedo resistir!

Muriel ya no se podía controlar. Movía sus caderas de un lado a otro gimiendo, pidiendo más y más. Hasta que de pronto y sin aviso un largo y desgarrador grito salió de su boca e hizo estremecer su cuerpo. Largos chorros y chorros de líquido expulsaba y manaban de su vagina incontroladamente. Entre mis manos sentía cómo un rio tibio y pulsátil me empapaba entera. Muriel eyaculaba entre mis dedos; eyaculaba para mí.

Muriel asombrada ante la cantidad de líquido que fluía de entre sus piernas se incorporó sorpresivamente, incrédula.

Yo estaba aún más desconcertada. En teoría conocía el fenómeno de la eyaculación femenina y sin querer tuve el privilegio, en primera persona, de vivir aquella deliciosa situación. Sentía una extraña satisfacción que me excitó  sobremanera.

Aún agitada y descontroladamente se monta sobre mí, abriendo mis piernas, entrecruzándolas con las suyas y dejando nuestros clítoris pegados uno al otro.

Frente a frente nos besamos con lujuria, con deseo y con pasión.

Mientras nos frotábamos desaforadamente sus labios mordían los míos, su lengua jugaba con mis pezones hasta que ambas estallamos en un solo grito.

Muriel volvió a humedecerse como un rio desbocado y pude sentir ese tibio manantial que fluía descontroladamente y se deslizaba entre mis piernas.

Al regresar del clímax pude evidenciar que Muriel sollozaba en silencio. Permanecimos abrazadas un largo rato hasta lograr regresar a la realidad.

Ella besaba mi frente y yo le acariciaba el cabello sin decirnos palabra.

Hasta que de un brinco se sienta en la cama con las piernas entrecruzadas enfrente de mí, me acomoda cariñosamente las almohadas y pregunta:

-Fabiola ¿porque estas con Andrés?

-Muriel, ahora no quiero hablar de Andrés, no es tema para este momento, respondo algo incomoda.

-¿Ahhhh no?, no puedo evitar que hablemos de él. Creo que está preocupado y no he tenido la valentía de contarle lo nuestro.

-¿Lo nuestro?, ¿lo nuestro?- repito - Estas confundiendo las cosas Muriel, nosotras somos buenas amigas que experimentaron sobre sexo, no veo algo más.

Tuve plena conciencia de que mis palabras iban socavando sus esperanzas y lo pude comprobar al ver como sus manos comenzaban a temblar.

-Fabiola, no puedes desconocer que lo nuestro es una relación, que no se mencione o qué no haya un vínculo formal no significa que no exista.

-Lo sabes muy bien y no lo puedes desconocer. Sabes lo que siento por ti y sé perfectamente lo que sientes por mí; todo eso me hace poder ofrecerte sin lugar a dudas la vida que quieres y mereces tener en compañía.

-Fabiola, mi amor, juntas podemos hacer grandes cosas, juntas podemos crecer, juntas nos podemos ayudar y apoyar a desarrollar felizmente nuestras profesiones, juntas podemos recorrer el mundo y poder mostrarte todos aquellos lugares con los que tanto sueñas y que jamás has podido conocer.

-Fabiola, no me hagas repetir las palabras dichas en nuestro último encuentro.

Después de un largo silencio meditando cada palabra, cada ofrecimiento que me hacía dije;

Muriel, amiga, te agradezco infinitamente cada palabra, cada ofrecimiento que me has hecho, sé que sale desde lo más profundo de tu corazón. Pero no puedo aceptar tu propuesta.

Sorprendida, se queda mirándome sin ocultar su molestia.

-¡Pero Fabiola, veamos!, quiero que me aclares un punto:

¿Que motiva a una mujer brillante e inteligente como tú a convertirse en sumisa?, ser golpeada y humillada solo por sexo.

-Estás tan equivocada Muriel, tan equivocada, respondo, con un hondo suspiro.

-Se escucha tan poco digna tu pregunta, Muriel, que sin duda conoces poco sobre el asunto y si lo planteas de esa forma tan burda y grotesca cualquiera se opondría al hecho, sin saber que detrás de todo hay un placer inteligente, erótico y sexual que es el privilegio de unos pocos; de muy pocos.

  • Sin ir muy lejos, Muriel, tú que tanto admiras a Marilyn Monroe debieras recordar una de sus frases más famosas; “Una buena chica conoce sus límites; una mujer inteligente sabe que no tiene ninguno”.

Con Andrés tenemos una relación muy inteligente, con eso te lo digo todo.

-Además, ya viste lo que pasó contigo-

-Y tampoco, Muriel, me siento sumisa de forma tan peyorativa como lo planteas tan despectivamente.

-Te lo explicaré con peras y manzanas. Cuando se está ante la presencia del Amo, la excitación no tiene límites; se siente la emoción de ser una hembra dispuesta a ser poseída de todas las formas que la imaginación dicte. No hay ningún límite, como te comenté antes.

-Muriel, ser sumisa no es una práctica superflua ni pasiva que tranquiliza la carne; es descubrir que cada vez que su piel toca la mía, se desata una tormenta de hormonas que viajan velozmente a prepararse para dar así una batalla contra las suyas, donde nos mezclamos y combatimos juntos.

-Aunque no lo creas ni lo entiendas, no es su pene, sus dedos o su lengua los que me hacen gemir lujuriosamente; es el solo hecho de sentir la sensación de cómo se empodera de su natural condición masculina, esa que me hace sentir mujer, me hace sentir suya. Termino por decir mirando al vacío.

-Por favor, Fabiola, no idealices tanto a Andrés. Creo que lo conozco mejor que tú; no es lo que imaginas. Ese hombre bueno, amable, cariñoso y gentil que aparenta ser y que envuelve sutilmente a las mujeres. Es un cazador nato que va siempre por su presa y no la suelta hasta que se aburre o le deja de servir.

-No le conozco emoción ni empatía- ¿Sabes Fabiola porque llegamos a ser buenos amigos?

-No tengo idea.

  • Porque nunca me pudo follar; siempre supo que era una batalla que no podía ganar, aunque lo intentó varias veces hasta que se dio por vencido. Recién ahí me vio como a un igual donde pudimos empezar a compartir nuestras vidas. Te lo firmo, Fabiola; si me hubiera podido follar ni tú ni yo estaríamos teniendo esta conversación porque no nos habríamos conocido. Hubiese pasado a ser una más de su interminable lista de conquistas desechables.

-Aunque también puedo decir algo a su favor. Es, fue y será un gran amigo.-

Se queda unos segundos pensativa y me pregunta;

-¿De verdad piensas y crees que es tu Amo?-

  • Si Muriel, aunque te cueste creerlo.

-¡Es increíble lo inmadura que puedes llegar a ser Fabiola!, reitera Muriel, ya desesperada, porque se dio cuenta que estaba perdiendo la batalla a favor del mejor de sus amigos.

-¡No necesitas someterte!, puedes tener el mundo a tus pies; es más, pongo el mundo a tus pies. Solo me lo tienes que pedir, mi amor, y lo tendrás con solo un chasquido de dedos.

-Es que aún no logras entender nada Muriel. No quiero nada más; ni poder, ni lujos ni nada que no pueda obtener por mis propios medios.

Tengo todo lo que necesito y lo nuestro fue una equivocación, ahora lo sé. Te quiero y te respeto como la gran amiga que eres. Pero en la intimidad solo me puedo entregar libre, espontánea y totalmente a Andrés y siempre me recibe, me abraza y me protege.

-Sé que he tenido la culpa, pero este último tiempo lo he sentido tan lejano, me ha dejado sola y no ha luchado lo suficiente para saber qué me pasaba. Si hubiese insistido un poco más le hubiera dicho la verdad, suspiro con nostalgia.

Muriel me mira con ternura y bajando los brazos me dice;

-Fabiola qué te puedo decir: me rindo. Mi amigo ganó en muy buena lid y como decimos los abogados: “A confesión de parte, relevo de pruebas”: nada más que decir.

-Te voy a confesar algo querida Fabiola que no te pensaba decir, hace unos días me llamó para preguntar por ti-.

-¿Por mí?, exclamé  levantándome rápidamente de la cama sin poder ocultar mi nerviosismo.

-Sí, quería saber de ti, en realidad trataba de buscar respuestas a tu silencio y prolongadas ausencias.

-¡No puede ser!, sabía que tarde o temprano empezaría a buscar motivos y conociéndolo dará con las repuestas al primer intento. ¿Qué le dijiste Muriel?

-Tranquila Fabiola, no lo dije nada que te pudiera comprometer-

  • ¿Qué hago? Muriel, me tienes que ayudar a salir de esta.

-Mmmmm, cómo me gustaría poder ayudarte Fabiola, aunque no sé cómo. Ya entendí que nosotras no tenemos puerto y amándote como te amo no podría soportar que sufrieras y menos  por un hombre, respondió algo pensativa.

Se empieza a pasear por la habitación pensando y hablando de manera inteligible hasta que levanta la vista y me mira;

-¿Fabiola?’- pregunta algo dudosa- ¿Qué te parece que nos juntemos nuevamente los tres a recordar viejos tiempos?, de un golpe disiparía todas sus interrogantes y de paso nos daríamos un revolcón de cine.

-¿Me estás insinuando  a que repitamos el trío? No creo que sea una buena idea Muriel-

¡Fabiola!, esta es la oportunidad que esperabas para reencontrarse nuevamente, ¡vamos, decídete! ganamos los tres.

Dudaba de la idea de Muriel, pero tenía razón. Era la ocasión idónea para despejar cualquier sospecha de mi relación con ella, así que le dije;

¡Tienes razón!, ¿pero cómo se le digo?, ¿cómo lo invito?

-De eso no te preocupes, ¡déjamelo a mi querida! Si lo invito no se va a negar, lo conozco. Tu solo preocúpate de estar ese día lo más guapa posible, si es que hay algo posiblemente mejor.

No sé por qué razón vi en los labios de Muriel una extraña sonrisa, pero no lo di mayor importancia.

Nos quedamos un rato tendidas en la cama, abrazadas en silencio, con la secreta certeza que nuestras pieles se estaban despidiendo y para siempre.

CAPÍTULO 23

REBELIÓN

Habían pasado semanas desde nuestro regreso de Bahía Inglesa. Con Colette nos veíamos en la parcela con la regularidad que nos permitían las ganas y cuando sus padres se encontraban de viaje, o si no cuando salíamos a cenar.

Nuestra vida sexual se hizo cada vez más intensa. Disfrutábamos de cada momento disponible e incluso la obligué a que usara  un anticonceptivo inyectable de larga duración para evitar cualquier inconveniente embarazoso.

Colette era una incansable máquina sexual que agotaba mis últimos recursos energéticos, siendo capaz de exprimir hasta mi última gota.

Sin buscarlo ni quererlo se fue creando una rutina habitual de aventuras sexuales que me fueron dando luces de que, sin pensarlo, me había convertido en su compañero y su pareja.

Mientras Fabiola, por su parte, estaba cada vez más enigmática y evasiva. Nuestros encuentros eran más esporádicos y menos intensos. Ya no quería participar de nuestros juegos de rol, limitándose a complacerme de forma mecánica y carente de emoción.

-Fabiola, ¿qué mierda sucede?, esto ya me está empezando a preocupar y a molestar.

-Nada, no me pasa nada, respondía siempre sin mirarme a los ojos.

Esa es la típica conducta y respuesta de una mujer que elude frontalmente una pregunta. Es entonces cuando uno debe empezarse a preocupar realmente.

-Andrés. Sabes muy bien que hay problemas en la clínica; estoy haciendo un turno de esclavos por falta de personal y a eso súmale que mis padres están hace semanas de visita en mi casa. Estoy agobiada por la invasión y cansada por el trabajo; solo es eso.

Conocía tan bien a esa mujer que sabía que me estaba mintiendo. Era cierto lo que me contaba, pero no era la primera vez que sucedía. En otras ocasiones me había convertido en su refugio para escapar por unas horas de la tormenta. Esta vez era distinto; presentía que estaba tratando de evadirse. Sin duda estaba huyendo de mí.

-Fabiola. Lo que me dices no es cierto en su totalidad; hay algo más que no me quieres decir, y lo sabes tan bien como yo.

Levantó su vista por unos segundos, mirándome directamente a los ojos, intentó  decir algo, pero luego bajó la mirada y se mantuvo en silencio.

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-Chérie, me tienes que acompañar, dice Colette eufórica y ansiosa.

-¿Dónde Colette?, ¡vaya qué contenta te ves!-

-Mi facultad hará una performance en la próxima marcha estudiantil y estaré en la primera línea del grupo ¿no es fantástico?

  • ¿Me estás pidiendo que vaya a una protesta estudiantil?, respondo incrédulo.

-¡Si chérie! Marcharemos pidiendo fin al lucro y mejora de la educación.

-Haremos cuerpos pintados e iremos bailando al compás de una batucada. Tienes que ir; así podrás tomar fotos para enviárselas a mis amigos en Francia.

-Ni en tus mejores sueños Colette. No me presto para semejantes estupideces ideadas por un minúsculo grupo político totalitario, que maneja a los estudiantes como borregos para lograr sus fines. No cuentes conmigo para eso.

-Además estoy bastante mayor como para andar encapuchado en marchas estudiantiles, tirando piedras y destruyendo el patrimonio de todos los chilenos, digo, bastante molesto

  • ¡Eres un fascista!,  grita enojada

  • ¿Eso es lo único que te han enseñado este tiempo en la Universidad? Si no compartes una forma de ver las cosas como te inculcan otras personas ¿eres un fascista?, respondo, manteniendo la tranquilidad. Pensé que eras más inteligente, Colette, y no una tontita que se deja manipular por líderes con intereses creados.

Ella se notaba enfurecida ante mi negativa e intentaba hacerme cambiar de opinión con diversos argumentos.

-En Francia la educación es gratis para todos chérie, ¿porque aquí no? ¿por qué no luchar por esa causa tan justa?

Colette; apoyo todo lo que dices. En este país no solo la educación debiera ser gratuita, sino también la salud, y de buena calidad. Comparto el fondo, pero no la forma para llegar a eso, y continúo.

-Hemos tenido después de Pinochet, solo gobiernos de izquierda, bueno entre medio estuvo Piñera y su gobierno de derecha.

Pero tanto los de izquierda como la derecha ¿qué han hecho para lograr eso?, ¡nada! Solo acomodarse en sus cómodas butacas en el congreso y cobrar las suculentas dietas parlamentarias. No creo que con protestas callejeras se pueda lograr un cambio.

-Pero chérie-, respondió alzando la voz; me tienes que apoyar en esto.

-Lo siento Colette, para estas cosas no cuentes conmigo.

Los dramas fueron apareciendo en todos los frentes.

Fabiola, extrañamente desaparecida, y Colette participando en manifestaciones, no eran los escenarios que yo esperaba a estas alturas de la vida.

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-Hola Muriel, ¿cómo estás?, ¿ocupada?- le pregunto por teléfono

  • ¡Hola! ¿Yo?, Bien amigo, solo un poco, pero dime.

-¿Has hablado con Fabiola estos últimos días? Le pregunto sin rodeos. Anda algo extraña este último tiempo, ¿sabes tú algo?

-¿Por qué tendría que saber de ella?, responde, algo titubeante

-La verdad Muriel, no lo sé. Me pediste su teléfono hace un tiempo atrás y pensé que quizá habías hablado con ella-

  • Bueno, hablamos cuando la llamé por lo de la vacuna y nos tomamos un café cerca de la clínica, nada más,  responde bajando el tono de  voz.

-¿Sucede algo?, pregunta inquieta.

-No tengo idea qué está pasando con Fabiola. Últimamente no habla; si le pregunto qué sucede obtengo la típica respuesta: nada. Y a eso súmale un extraño comportamiento.

  • Quizá se aburrió de tus juegos y quiera algo más serio y estable, contesta Muriel.

  • ¡Otra vez con la misma historia! Exclamé, molesto.

-Andrés; las mujeres buscamos estabilidad y no estar jugando eternamente al macho recio, al Amo y todas esas tonteras que le has metido en la cabeza. Ella es una mujer fantástica y merece que la amen cómo y por lo que es. Esas ridiculeces de jugar a ser sumisa, a servirte y hacer lo que te salga de los huevos no me parece correcto con una mujer como Fabiola.

  • Tú no sabes nada Muriel, contesto enérgico. Es nuestra forma de vida, que ella aceptó desde el principio, y hemos disfrutado de esa manera desde que nos conocimos. No creo que sea eso; más bien creo que anda con eso de formar una pareja estable y convencional. Cada cierto tiempo le baja la tontería, pero nunca le había durado tanto.

-Andrés, no sé; creo que no te puedo ayudar en esto, responde. Déjala tranquila un tiempo; que piense qué es lo mejor para ella, sin que la presiones. Te lo digo como mujer y como amiga.

  • Tú, ¿La quieres?, me pregunta rápidamente.

-Por supuesto que la quiero; a mi manera. Quizá no es la forma convencional de querer, pero más allá de emociones y sentimientos, es mi amiga y me preocupo por ella-.

  • Quizá quiere que la quieran de manera convencional, responde

  • Mira Muriel, eso lo he conversado un millón de veces con Fabiola, dejando bien claras nuestras posturas. Creo que a ella le acomoda bastante bien el tipo de relación que tenemos.

-No estaría muy segura de eso.

  • ¿Por qué lo dices?, pregunté intrigado. Luego de un largo silencio me respondió aconsejándome.

  • Porque fuera de cualquier orientación sexual que tenga, soy mujer, Andrés, y sé cómo piensan las mujeres. De eso no tengas la menor duda.

-Entiendo. Pero no puedo ni quiero cambiar mi estilo de vida. Si cediera ante sus peticiones, no duraríamos un mes junto, me conozco. Eso también lo hemos conversado y concuerda conmigo.

-La gente cambia, amigo; los intereses de ayer no son los mismos de hoy, te lo digo por experiencia.

  • Las emociones y sentimientos cambian, ¿recuerdas lo que te conté de Erika? un día la amaba y finalmente terminé odiándola; así es la vida, amigo mío.

  • Mira Muriel. Si pretendes convencerme de que acepte sus condiciones y formalice esta relación, estás muy equivocada. No lo voy a hacer porque sería el principio del fin y no quiero eso de ninguna forma.

-Lo que tú digas Andrés, pero después no digas que no te lo advertí.

Después de un largo silencio Muriel me pregunta.

Andrés ¿Cómo es tu relación con Fabiola?-

  • Creo que normal. Con altibajos, como toda relación de pareja, pero si hay algo que nos hace inolvidables es que no tenemos techo ni fondo. Hacemos lo que queremos, disfrutamos de todos los placeres que nos entrega esta vida, pero dejando de lado todo eso, nos hemos convertido en amigos y cómplices, más de  lo que te puedas imaginar.

-¿Es celosa?-me pregunta de inmediato

-Uffff, supieras cuanto, respondo sonriendo.

-¿Y tú amigo… eres celoso?

-¿Yo? Nunca he sentido celos de nadie. El día que los sienta me retiro tranquilamente del escenario. Desgastarse en eso no vale la pena. Jamás me voy a rebajar a luchar por una mujer: sé lo que valgo.

-Si elige algo mejor que yo, le abro hasta la puerta, si es algo peor que yo, que se joda, terminé por decir.

-¿Y no te dio celos ver a Fabiola gozando conmigo hasta el infinito en la alfombra de mi departamento?

-Muriel, ¡cómo voy a sentir celos de ti!; era un juego, era cumplir su fantasía erótica y nada más.

Se queda en silencio por unos instantes y me pregunta.

-¿Lo harías de nuevo?-

-¡Que si lo haría de nuevo! ¿Por qué no?, respondí entusiasmado. Si ustedes quieren que juguemos los tres nuevamente por mí no hay problema. El problema es Fabiola; no sé si quiere repetir la experiencia. Después de lo que pasó en tu casa empezaron los cambios, quizá se sienta engañada porque no le dije a lo que íbamos, la verdad, no sé.

-¿Quieres que se lo proponga yo?, podría ser una buena forma de que se pudieran acercar de nuevo.

  • Sería fantástico. Entre los dos podríamos averiguar que mierda le pasa.

-Excelente idea Muriel. Gracias amiga, avísame si lo logras y cuando.

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-¡Colette, te digo que no, por favor, no insistas! Respondo por enésima vez, ya molesto ante tanta insistencia.

Me estaba proponiendo que el sábado en la noche fuéramos a una tocata en la Facultad. Iban a tocar grupos invitados y otros de la Universidad.

-Colette, ¿cómo se te puede ocurrir que vaya a esas cosas? Podría ser el padre de todos tus compañeros, sería incómodo para ti y más aún para mí-.

-A mí no me importa cherie. Te propongo algo; estamos un rato, escuchamos algunos grupos, comemos y tomamos algo, después nos vamos y hacemos el amor como locos toda la noche, ¿te parece?-

  • ¡No Colette!, si quieres hacemos lo último, pero no pisaré ni iré a tu Universidad, no insistas.

Me mira por unos instantes y me dice: - Comme tu veux, je vais aller seul-

-¿Qué?

-Que iré sola.

-Perfecto, que te vaya bien- terminé por decir ya dando por terminada la conversación.

Los últimos incidentes con Colette ya estaban sobrepasando mi paciencia y me estaban dando la certeza de que debía resolverlo antes de que fuera demasiado tarde y pagara las consecuencias.

Todo esto me sobrepasaba, tenía de una vez por todas que empezar a enderezar mi vida. Las aventuras juveniles me estaban aburriendo. Era el momento adecuado para que Colette comenzara a descubrir mi lado B.

Tenía que aprender a obedecer y que supiera quien es el que manda.

CAPÍTULO 24

¿BLANCO O NEGRO?

-Me permite su cédula de identidad o pasaporte señorita, solicita gentilmente el recepcionista del hotel.

-Bien sûr monsieur, il y a ma carte d'identité, j'ai l'âge légal au cas où vous auriez des doutes- responde Colette

El empleado revisó el documento mirándola de arriba abajo, dudando si dejaba subir a esa hermosa y atractiva chica a la habitación donde la había citado aquella noche. La prostitución de alto nivel era más que frecuente en hoteles de esa categoría. Era un cliente habitual, además de ser conocido por la administración del hotel por mis frecuentes reuniones de negocios y reservas para muchos de nuestros socios extranjeros. Sabían que no llevaría prostitutas.

-Disculpe señorita, dice algo dubitativo, avisaré de su llegada a don Andrés, y marca el teléfono comunicándose con la habitación.

-Buenas noches don Andrés, la señorita Colette Dia Diouf espera en recepción. Sí, muy bien, buenas noches-

-Adelante señorita, suite 1003-

  • Merci – contesta cortésmente Colette, dirigiéndole una coqueta mirada al empleado y se dirige al ascensor.

Colette apareció vestida con un ajustado pantalón negro que resaltaba cada curva de su cuerpo, zapatos de charol de tacón alto, negros, y una chaqueta del mismo color, sin nada más debajo, dejando entrever sus pequeños pero bien formados senos. Completaba su atuendo una boina vintage negra y un choker de cuero del mismo color. Su vestimenta, totalmente negra, hacía que resaltaran vivazmente sus grandes ojos azules, dándole un toque atrevidamente hermoso y sensual a esa piel morena.

Entró a la suite, que se encontraba en semi penumbra, de forma seria pero risueña contorneando eróticamente su cuerpo. Mirándome directamente a los ojos me dice;

-Chérie – estoy caliente, muy caliente-, quiero que esta noche me folles hasta por las orejas. Me dice sin dejar de contornearse.

La observo desde el sofá donde la esperaba sentado, mirando cómo se movía delante de mí. Me quedo por unos segundos pensativo, con mi vista clavada en ella y le digo en forma seria y tajante;

-Bien Colette, esta noche jugaremos como nunca lo hemos hecho. ¡Desnúdate!- le ordeno.

Colette obedientemente y sin dejar de mirarme seductoramente se quita la chaqueta dejando a la vista sus pequeños, hermosos y bien formados pechos. Siguió desvistiéndose lentamente, prenda por prenda hasta quedar totalmente desnuda frente a mí.

Me levanté del sofá y avancé hacia donde estaba ella y le ordeno: quédate quieta; no te muevas, y empecé a pasar mis dedos suavemente por su espalda y la empiezo a rodear sin dejar de acariciarla. Juego con sus pechos y aprieto sus duros pezones. Colette, con los ojos cerrados, se dejaba llevar por mis caricias, al sentir como mis dedos la piñizcaban emitió un leve quejido y su respiración se empezó a agitar.

De mi bolsillo saqué un antifaz y le cubrí la vista, pasé mi lengua por su oreja y le susurré al oído;

-Ahora bailarás para mí, caliéntame con tus movimientos. Activé el control remoto y empezó a sonar Fever de Bayoncé.

-¡wow!, me gusta bailar – me contesta

Colette sonriendo, sin rebatir en ningún momento mi orden, se empieza a mover rítmicamente al compás de la música, levanta los brazos contorneando sensualmente sus caderas y empieza a bailar.

-No dejes de bailar, le digo mientras toco su vagina y aprieto su clítoris, notando como la humedad bajaba rauda por entre sus muslos.

-Bien, así me gusta que seas, obediente, le susurraba al oído mientras la masturbaba suavemente rozando su clítoris. Sigue bailando, no pares.

La dejé bailando excitada y jadeante. Me dirijo a un bolso que había traído conmigo de donde saco una pequeña y flexible fusta de cuero. Me acerco por detrás a Colette, que seguía con la vista vendada contorneándose al ritmo de la música, y empiezo a rozar su hermoso culo con el instrumento.

-¿Porque conoces a Sade y lees a Alice Raine? le pregunto en voz alta. ¡No te detengas!, ¡no dejes de bailar!, le ordeno

Se queda unos instantes en silencio sin dejar de moverse hasta que contesta.

  • Me intrigaba la violencia en el amor y sobre todo en el sexo, contesta sonriendo, y sigue; siempre había querido saber si de verdad se podía gozar a través de la tortura y flagelos, porque no entiendo que alguien disfrute maltratando a otros o siendo vejada, contesta sin dejar de bailar.

  • Cuando me viste leyendo ese libro investigaba sobre el BDSM y el placer que podía entregar a ciertas personas. Me producía mucho morbo conocer esa forma de placer, quizá por lo que me tocó vivir.

  • Entonces solo hay una forma de averiguar si te gusta eso querida Colette, término por decir eso y le doy unos intensos fustazos en cada una de sus nalgas.

Colette se queda paralizada por unos segundos, se quita el antifaz y me mira totalmente desconcertada por la situación.

Empieza en silencio a pasear la vista por la habitación sin saber muy bien qué mirar hasta que sus ojos se detienen en la mesa de centro que había en el salón.

Había preparado de antemano la escenografía perfecta para jugar. No podía faltar ningún artefacto para impresionar a mi invitada. Látigos, esposas, cuerdas, fustas, máscaras, cadenas y pinzas para los pezones.

Colette miraba desconcertada la cantidad de artilugios que había sobre la mesa. Miraba y me miraba: estaba muda.

-No te haré daño Colette, le digo tranquilamente. Mi intención no es causarte dolor, sino que conozcas otras formas de entregar y dar placer, ¿no querías conocer directamente esto?

  • tu es fou- me dice en voz baja.

  • ¡Estás loco viejo psicótico!, ¡eres un enfermo! – me grita largándose a llorar.

  • Je veux y aller, je ne veux plus te voir –

-¿No querías conocer de mi lado oscuro, mi lado B? Pues bienvenida a mi mundo Colette: ¡este soy yo!, digo, alzando la voz.

-Odio la violencia, detesto que me maltraten y menos que me golpeen como lo acabas de hacer. ¡No me gusta que me toquen! ¡Nadie me va a agredir de nuevo! Nunca imaginé que me harías esto, grita.

  • Vaya, le digo serenamente. Si no te agrada lo que ves y lo que soy, la puerta es ancha y te puedes marchar cuando quieras; pero desde el momento en que cruces el umbral no me verás nunca más, terminé por decir de forma amenazante.

-Pero Chérie – me dice llorando, algo más tranquila y menos histérica – éramos tan felices de la otra manera. Yo te amo chérie. ¿Por qué no seguimos tal como estábamos antes? prometo olvidar este desagradable suceso.

-Lo siento Colette, ya me aburrió jugar al colegio y que trates de que me comporte como un adolescente; soy un hombre, no un niño. Hice todo lo que quisiste hasta ahora, consentí todos tus caprichos e incluso tus manipulaciones. Pero ya te convertiste en mujer y ahora eres libre y dueña de decidir lo que quieres hacer con tu vida.

-Esto es lo que hay y lo que soy: tómalo o déjalo.

Se queda mirándome pensativamente y me pregunta.

¿Me amas chérie?

-Por supuesto que te quiero, sino no estarías aquí.

-Entonces, si me quieres, chérie, ¿porque no seguimos como hasta ahora? y me abraza, sollozando.

La separo de mi cuerpo y la quedo mirando, pensando en el próximo paso. Tomo un látigo que había sobre la mesa y lo empiezo a golpear suavemente contra mi mano.

Colette. Es mejor que te vayas y no mires atrás. Vive tu vida; disfrútala de la mejor manera con chicos y chicas de tu edad y sigue creciendo con normalidad.

Nosotros tenemos una brecha generacional muy grande y tus inquietudes son bastante diferentes a las mías. Como ves, ésta es una de ellas, -mostrándole el látigo-.

Eres una chica inteligente y fenomenal, Colette, pero no soy la persona adecuada para seguir acompañándote en lo que viene de ahora en adelante. Ya aprendiste y viste lo hermoso que es vivir sanamente. Estás lista y más que preparada para salir a comerte el mundo.

Es hora de que empieces a caminar sola por la vida.

-Quizá en este preciso momento no lo entiendas, tal vez veas todo negro y confuso, pero créeme que con el paso de los días lo vas a entender y finalmente me lo vas a agradecer.

-Además sé que hay un chico en tu facultad que te anda rondando y también sé que te agrada; todo eso lo sé muy bien, le digo, sonriendo. Hazme caso, Colette; deja de estar amarrada a mí presencia y empieza a volar con tus propias alas. No dejes pasar las hermosas oportunidades que se te van a presentar.

Colette se queda unos segundos pensando y mirándome directamente con sus bellos ojos azules, dice;

-Tienes razón chérie; pero hay algo que debes saber y te lo quiero decir ahora: eres un hombre maravilloso, te amo Andrés; siempre te amaré, dice, secándose las lágrimas. Gracias. Mil gracias por todo; estaré eternamente agradecida por todo lo que hiciste por mí-.

-Vamos Colette, no te pongas ahora tan melodramática, vístete y vete a tu casa. Mañana será un nuevo día lleno de oportunidades, terminé por decir.

-¿Te volveré a ver chérie?

-Quizá el día de tu matrimonio, si es que me invitas. Prometo ir a tu boda, sea cuando sea, y en el lugar que sea e incluso me pondré corbata, le digo sonriendo.

Colette se vistió, me dio dos besos, uno en cada mejilla, y se marchó.

Una vez solo, me dirigí al frigobar donde saqué una cerveza, la abrí, bebí un sorbo y empecé a mirar tranquilamente el paisaje de nocturno de Santiago. La conocía tan bien que todo había salido según lo planeado.

Ya tenía un problema menos. Era hora de empezar a averiguar qué pasaba con Fabiola. Ese tema si me interesaba.

CONTINUARÁ