SIN TECHO NI FONDO (parte 1)

Que se puede hacer cuando conoces al hombre que cambiará radicalmente tu vida. Sencillamente nada, solo entregarte.

PROLOGO

Esta es la historia de mis inicios en este vertiginoso y excitante mundo en el que me hayo inmersa hasta el día de hoy. Es el principio de mi azarosa vida. Comienza cuando conocí a Andrés, posteriormente a Muriel y un personaje que siempre señalaba en algunos de mis anteriores relatos pero que nunca había contado su vida y como se entrelazó entre la nuestra. Colette.

La historia la escribí a principios del año 2018 y fue la primera narrativa que salió de mi cabeza. Nunca la hice pública de forma completa salvo algunos pasajes que ustedes pueden haber leído en publicaciones anteriores. Pido las disculpas por repetir algunos de los textos.

Esta es la historia completa de SIN TECHO NI FONDO. La particularidad de este relato es que está escrito en primera persona desde la visión de Andrés como de la mía. Es como si cada uno contara su propia versión de los hechos que estábamos viviendo en el momento.

Debo dar las gracias a Isidro quien en su momento desde España me ayudó y corrigió completa esta historia, además me enseñó a escribir y como estructurar los cuentos de forma correcta y amena. Muchas gracias amigo.

Desde hace mucho que no escribo ni una línea. No he podido. La maldita pandemia del coronavirus ha mermado mi creatividad y el estrés del trabajo tampoco me ha dejado tiempo y ganas de hacerlo. Estamos viviendo tiempos difíciles, más aun los que trabajamos en el área de la salud. Pero sentía la necesidad de publicar y reencontrarme con ustedes, así que decidí mostrar mi primer trabajo, ese que tenía guardado en el cajón desde hace mucho. Espero que les guste y lo disfruten.

Gracias por los cientos de correos preguntando por mi estado y mi salud. También preguntando cuando iba a volver a escribir y publicar.

Aquí estamos de nuevo en el ruedo.

Con cariño

Fabiola

CAPITULO PRIMERO

No te enfades como de costumbre, cuando transgreden tus malditos prejuicios.

Ya ves donde te ha llevado.

Convéncete de que es cien veces mejor ser desvergonzada y feliz, que buena e infortunada.

Marqués de Sade en Justine o los Infortunios de la virtud

CAPITULO 1

DESDE EL PRINCIPIO INOLVIDABLE

-Fabi, si no vas te arrepentirás por el resto de tu vida – dice Cristina, mi amiga

-Además, ¿qué puedes perder?, quizá un poco de tiempo y nada más, porque la virginidad no creo que la vayas a perder de nuevo-  sonríe maliciosamente.

-Viene llegando de España donde vivió muchos años, es alto, culto y atractivo, si no estuviera casada y con hijos, ni loca te lo presento, antes me lo como yo enterito, eso no lo dudes- me dice muerta de la risa.

-Vamos, anímate – insiste Cristina, mi colega y amiga, con quien trabajo hace años en la clínica.

  • Unas copas, una buena comida y si no te agrada, sencillamente te marchas y aquí no ha pasado nada-

-Eso sí, mañana me lo tienes que contar todo, todo, ese es el trato-

Estaba tan nerviosa que me temblaban las piernas.

¿Cómo podía haber aceptado una cita a ciegas?

-Realmente estoy medio loca o más bien loca de remate-  me recrimino

Cristina había insistido que él era la horma de mi zapato y que sin duda jamás volvería a ser la misma cuando lo conociera.

-Aunque a veces es medio frío y distante, quizá hasta un poco extraño, diría yo, no deja de ser un hombre interesante, seductor y encantador, te vas a entretener, te hace falta un poco de diversión amiga, anda y hazme caso, no te arrepentirás- había reiterado e insistido mi amiga.

Renovada por el agua de una larga y relajante ducha, fui probando diferentes estilos de ropa para la ocasión, opté por ponerme vestido, un vestido discreto pero con estilo.

Los vestidos me hacen sentir atractiva, marcan la figura haciendo que mi trasero luzca muy sexy y zapatos de tacón lo bastante cómodos por si tuviese que salir arrancando.

Maquillé discretamente mis ojos, dándole mayor protagonismo a los labios con el rojo que merecían, pequeños pendientes pegados al lóbulo de la oreja, una chaqueta ligera a tono y un bolso minúsculo donde solo cabía el celular, documentos, llaves y un paquete de pañuelos desechables.

Tomé las llaves del auto y partí nerviosa a la aventura esperando de la mejor manera que la vida me sorprendiera.

Bajé en el ascensor, aun dudando si hacía lo correcto, y en sus espejos retoqué los últimos detalles, ajusto los tirantes del vestido y refuerzo el toque de labial.

El tráfico era brutal, estaba más intenso que otros días, ya iba con 20 minutos de retraso, pero contaba con que no fuera muy puntual como buenos chilenos que somos.

¡Error!

Tal y como habíamos acordado días antes, me esperaba sentado bebiendo una copa en la barra del restaurante. Su rostro era serio pero con una mirada profunda y cautivadora.

No sé cómo conseguí mantener el equilibrio y no caerme al tenerlo delante de mí, era una imagen muy interesante, demasiado interesante.

Se levantó y su delgada pero bien formada figura me deslumbró, era unos cuantos años mayor que yo, de barba entrecana y con una sonrisa inolvidable.

Mientras me besaba las mejillas me susurró:

-Llega usted tarde, su tiempo es tan importante como el mío, no lo olvide-

No me sentó muy bien esa recriminación, pero su presencia y su olor, un mezcla entre tabaco y Armani, me envolvió por completo, su voz suave, serena y varonil me estremeció hasta lo más profundo, logrando que olvidara rápidamente su reproche.

Me miró fijamente a los ojos y esperó que me sentara en la mesa para hacer lo mismo. Estaba tan impactada por su arrebatador aspecto masculino que poco pude hacer para iniciar la conversación.

Trabajo en el área médica de una clínica privada en Santiago, soy una profesional culta y bastante dedicada a mis funciones, atiendo diariamente a muchos pacientes donde escucho sus quejas y dolores, donde trato de aliviar de la forma más competente sus problemas de salud, les hablo y les consejo, pero en esta ocasión en particular, no podía articular ninguna palabra.

Estaba bloqueada.

Jamás en la vida había pensado que alguien podría provocar tantos estímulos juntos mirando solo su aspecto físico, pero Andrés  no dejaba indiferente a ninguna mujer, irradiaba de forma natural una energía magnética que atrapaba y que hasta ese momento me era una sensación totalmente desconocida.

La cena transcurría de forma completamente normal aunque hablaba bastante poco, donde solo lo escuchaba, estaba embobada.

Me explicó que había vivido muchos años en España, un tiempo en Madrid y otros en Barcelona, que era aficionado al fútbol, seguidor y fanático del Barca por sus orígenes catalanes, además de por Messi, Ronaldinho, Xavi e Iniesta que eran unos crack,  que era Ingeniero y publicista, especialista en Marketing, que estaba divorciado desde hace mucho tiempo y que hace poco una de sus hijas se había ido a vivir a su departamento por la cercanía con la Universidad donde estudiaba.

Del Barca y de esos  señores que nombraba con tanta pasión, la verdad, no tenía mucha idea de quienes eran, después supe que eran futbolistas, pero lo último reconozco que me enterneció, además de atractivo, tenía una vida familiar.

Seguimos conversando un buen rato sobre mi trabajo en la clínica, mi vida y la suya, todo de manera bastante superficial sin entrar en muchos detalles.

Tenía un halo de virilidad encantador que lo envolvía todo, pero después de un buen rato de conocernos aún continuaba tratándome de usted.

-Andrés, por favor, vas a empezar a tutearme porque me empieza a resultar un poco violento tanto formalismo – dije sin pensar demasiado.

-Señorita, usted y yo aún no tenemos la suficiente confianza como para tutearnos- me contestó de forma serena y tranquila.

Al oír su respuesta no pude disimular la mueca de desaprobación que se formó en mi rostro, pero apenas vio mi reacción,  se largó a reír a carcajadas.

Cuando sonreía era aún más atractivo, algo extraño tenía esa sonrisa que humedecía de manera imperceptible pero ascendente.

Cuando nos sirvieron el café, noté como su cuerpo se tensaba e inquietaba, me miró directamente y sus ojos verdes se clavaron en los míos.

-No sé qué te pudo haber contado Cristina sobre mí, pero creo que siempre es mejor dejar las cosas claras y sin malos rollos para que después no haya malentendidos-

-No me dijo nada en especial- le respondí -solo que eras muy atractivo y que no tenías muchos conocidos en Chile-

-Bueno, no conozco mucha gente, es verdad, lo otro es un piropo que agradezco pero es bastante banal y superficial como para describirme- replicó y continuó.

-Creo que ya hemos conversado bastante sobre nosotros, somos personas adultas, relativamente normales y con muchas cosas en común, pero te quiero hablar sobre mis gustos sexuales que no son precisamente comunes ni convencionales- dejando las palabras suspendidas en el aire y a medio terminar, porque lo interrumpí de forma abrupta.

-Andrés, creo que hablar de sexo en nuestra primera cita no viene al caso, no corresponde y sinceramente te lo digo, es bastante desatinado de tu parte…- pero no me dejo seguir hablando

-Yo no hago el amor, follo duro o en buen chileno, me gusta culear fuerte y duro.- remató

Mis ojos se abrieron desmesuradamente, quedé asombrada y perpleja, no sabía que decir ni qué hacer ante tal afirmación, lo más lógico era tomar mis cosas y marcharme, pero le conteste de inmediato esbozando una risa nerviosa lo primero que se me vino a la cabeza.

-¿me vas a decir que eres un Christian Grey de producción nacional? – le dije medio en serio y medio en broma.

Su rostro se contrajo al instante y su bella sonrisa desapareció de su boca como por arte de magia, noté de inmediato que la pregunta le había molestado.

-Fabiola- me dice, mirándome fijamente

-Antes que se pusiera de moda ese BDSM rosa y light que recién conocen ustedes, muchos años antes ya me movía en ese ambiente, lo conocí y lo practiqué cuando vivía en Barcelona, me gusta el sexo duro y dominante, pero por favor, no lo confundas con sadismo, no disfruto con el dolor ni el sufrimiento ajeno, sino con el goce y el placer que proporciono, lo mío es una forma diferente a lo habitual que por lo demás es plenamente consensuada entre las partes, además, -continua diciendo- siempre hay códigos de seguridad pre establecidos en los roles, donde juega un papel importante, el pleno respeto hacia la otra persona que a la vez es mutuo.

-Cuando estoy con una mujer- continuó - solo estoy con ella, como ella conmigo – aprendemos y crecemos juntos- potenciarse entre ambos es algo primordial en la relación, como también los es la exclusividad y confidencialidad.

-Pero sí, se podría decir que algo de Grey tengo, exceptuando sus traumas, sus empresas, sus aviones y su dinero- terminó por decir, volviendo a lucir su cautivante sonrisa.

Había estudiado en la Universidad algunas parafilias y ciertamente esta era una de ellas, pero había algo en el ambiente que me hacía quedar pegada a la silla y no salir corriendo del restaurante.

Siempre con esa sonrisa a flor de labios me dice:

-No me mires con esa cara de extrañeza y tampoco me trates de analizar porque no podrás, voy cien pasos por delante y veo cosas en ti que los demás no ven guapa y perdona la muletilla española, aún no logro evitar esa exclamación cuando veo una mujer tan encantadora y hermosa como tú-

-Eres inocente y muy transparente Fabiola, tus emociones y sensaciones te delatan, saltan a primera vista, sin duda tienes mucho que aprender, conocer y explorar-, eres muy inteligente, pero hay un dicho popular que dice “la curiosidad mató al gato” y todo lo que te he contado sobre mis gustos te produce curiosidad y mucho morbo-.

Realmente estaba perpleja.

-Es más, desde que entraste por esa puerta estoy deseando quitarte a mordiscos ese hermoso vestido negro que llevas puesto, como también, saborear y disfrutar de esos labios tan rojos como cerezas-, mi mira fijamente y me desnuda con la mirada -entre otras muchas cosas más-,terminó por decir.

Me quedé muda y atónita, jamás en la vida un hombre me había hablado de esa manera, tan directa, certera y ruda, con tanta determinación, pero unas gotas de humedad en mi vagina me empezaron a traicionar.

Vuelve a clavar sus ojos verdes en los míos y me dice sonriente:

-Sé que te estás humedeciendo, como también sé que te estás calentando al escucharme hablar, puedo leer perfectamente todas las señales que emite tu cuerpo, tu mejor que nadie, en vista de tu profesión, debieras conocer el lenguaje corporal, pero tranquila, no voy a dar ni un paso sin que sepas donde te estas metiendo-.

-Guapa, tu cuerpo habla y mucho-

Traté de enfriar las cosas restándole importancia a la evidencia de los hechos.

-Perdóname Andrés, está bien, es verdad que me calientas, pero ¿tener una noche de sexo contigo me obliga a algo?- le digo retándolo con la mirada.

Se largó a reír con esa maldita sonrisa que me derretía.

-Vale- me dice –eres dura y más provocadora de lo que parecías, pues bien, se inicia el juego, coge tu chaqueta y tus cosas, nos vamos.-

No sé por qué motivo obedecí esa orden, ni sé por qué motivo me subí a su auto, iba como hipnotizada, solo me dejé llevar por sus instrucciones sin detenerme a pensar ni por un instante, que no conocía de nada a ese tipo.

Estaciono su auto en el parking de un motel cercano y sin mediar palabra empezó a besarme, primero el cuello y después me mordió los labios. Sus manos no tardaron en meterse debajo de mi vestido y de un solo golpe dejo al descubierto mis pechos.

Con la destreza de un maestro deslizó sus manos por mi espalda y desabrochó el sostén.

Podía ver el deseo en sus ojos que me hacían sentir más hermosa que nunca. Empezó a lamer mis pezones y a dar pequeños mordiscos en ellos, lo único que podía hacer en ese momento era gemir.

Se acercó a mi oído y susurró

-Ahora tal y como estás vamos a subir a la habitación y te voy a culear bien culeada- . --No quiero que te tapes, quiero que vayas mostrando tus preciosos pechos-

Lo miré horrorizada ante tal petición, pero antes de que pudiera reclamar o decir algo, mete su mano en mi entrepierna y sobre el calzón toca mi vagina presionándola levemente con sus dedos.

-Ummmm, que caliente y húmeda estás guapa, creo que esta noche no la vas a olvidar tan fácilmente- me dice

Tal y como me lo había pedido fui con mis pechos desnudos paseando por todo el estacionamiento, debo reconocer que el miedo a ser vista solo aportaba más morbo a la situación, una extraña excitación me invadía por completo, la noche estaba aún sin comenzar y ya mis hormonas estaban revueltas a punto de explotar.

Durante el trayecto me mordisqueaba los pezones y sus manos me recorrían entera, solo gemía borracha de placer, me sentía caliente, extrañamente libre y deseada.

Una vez en la habitación no hubo más contemplaciones, terminó de sacarme el vestido, me arrancó el calzón y apoyó mi cuerpo contra la pared. Estaba completamente desnuda solo con mis zapatos de tacón puestos.

Intenté darme la vuelta para ver qué hacía pero me resultó imposible

– si no te quedas tranquila guapa, te voy a tener que atar, se buena por esta vez, empecemos bien -me dijo susurrándome al oído

Noté como su lengua recorría mi espalda y dejé de forcejear, siguió bajando hasta llegar a mi trasero, de forma instantánea e instintiva cerré mis glúteos, estaba muy  caliente pero me incomodaba lo que estaba intentando hacer.

Siguió bajando, besando y lamiendo mis muslos cuando noté de pronto como uno de sus dedos se introducía en mi vagina. Grité.

-Uffff, estás muy húmeda, bastante cerrada y totalmente depilada, pareces una adolescente virgen, no sé si me voy a poder contener mucho rato contigo- estás deliciosa guapa –

Empezó a mover suavemente su dedo en mi vagina y una explosión de sensaciones estalló en mi piel, todos mis vellos se pararon, me sentía como un erizo.

Metió otro dedo dentro de mí y en pocos segundos mis piernas empezaron a temblar empapándose de fluidos, estaba tan mojada que sentía mucha vergüenza por el estado en que me encontraba.

Sus dedos se movían con la fluidez de un experto que me llevó rápidamente a un intenso orgasmo. Un rio torrentoso de flujo salió disparado de mi vagina empapándolo todo, jamás en mi vida me había pasado algo parecido y más aún, nunca había tenido una experiencia similar.

Me acosté sobre la cama recuperándome del orgasmo, Andrés se recostó a mí lado donde pude apreciar su cuerpo totalmente desnudo bastante bien cuidado para sus años, que no eran muchos, pero tampoco eran pocos y mi vista se dirigió a su pene erecto, tieso y duro como piedra, el me sorprendió mirándolo y me dijo:

-Es tuyo, móntalo-

No lo dudé ni por un instante ya sin pudor ni recato, me levanté y me monté, coloque mi vagina sobre su pene y este empezó a entrar lentamente, controlaba la profundidad ya que me dolía cada vez que avanzaba, sentía como me iba desgarrando, era muy grueso y grande para una mujer pequeña y menuda como yo, hasta que finalmente llego hasta el fondo hundiéndose en mi  útero, me llenaba entera, ya no había dolor, mi cuerpo se invadió de placer , perdí toda la compostura y empecé a cabalgar desaforadamente, moviéndome y frotándome frenéticamente sobre su pene, estaba clavada a una estaca de donde no podía salir, de donde nunca más podría salir.

Me movía y me movía, hasta que sentí el primer golpe en mis nalgas y luego otra más, fue como una violenta descarga eléctrica, me estaba dando de nalgadas, pero lejos de molestarme, le grité de forma inconsciente:

-Dame más, más fuerte, sigue, no pares –

Mi clítoris se había trasladado a mis nalgas, ante cada palmetazo miles de estrellas desfilaban ante mis ojos llenándome de un sinfín de nuevas sensaciones.

Cada nalgada que recibía era una dosis de pura adrenalina.

Acabé en múltiples y sucesivas ocasiones de forma tan brutal que recién a estas alturas de la vida me percaté de que era una mujer multiorgasmica, después de un matrimonio fracasado y de unos cuantos amantes esporádicos, descubrí el verdadero significado de la palabra “culear” con todas sus letras.

Me baje y me recosté a su lado jadeante con el corazón palpitante y latiendo a mil, agitada aún por las emociones y por los nuevos descubrimientos que jamás en la vida imaginé que iba a sentir, me dolía la vagina e incluso tenía unas pequeñas manchas de sangre.

-¿Estás bien?- me pregunta – porque esto no ha terminado-.

La verdad es que ya no tenía fuerzas, estaba agotada, era mucho más de lo que había esperado tener en una noche de sexo casual, pero antes muerta que sencilla le dije:

-Estoy fantásticamente bien, mejor que nunca-

En ese momento me abraza y empieza a acariciar mis pechos, muerde y lame mis pezones, mete sus dedos en mi vagina rebosante de fluidos y los empapa, baja con ellos hasta llegar a mi ano, inconscientemente lo aprieto y lo cierro, nunca había tenido ni consentido el sexo anal aunque más de alguno lo había intentado, sencillamente no me gustaba.

-Andrés, no por favor, de verdad no me agrada- no quiero-

-Relájate y déjate llevar, verás cómo te gusta-

-Duele y mucho, además no siento placer por ahí – le digo gimiendo

-Duele si no lo haces bien y lo el placer es subjetivo, déjame a mí, te voy a guiar-

  • Si te duele mucho o no te gusta, lo dejamos hasta aquí, pero al menos inténtalo-

-¡Compláceme!, ¿quieres?- mi mira con esa maldita sonrisa en su boca que doblega totalmente mi voluntad.

Después de pensar por unos momentos, le digo:

-¡Está bien!– resignada a la situación, - ¡intentémoslo!, ya sabes que no me gusta y si digo que te detengas, lo haces de inmediato y no sigues insistiendo más con el asunto, ese es el trato-

-Vale guapa, lo que tú digas-

Me coloca en cuatro, sentía mucha vergüenza que todo mi trasero estuviera levantado ante sus ojos, empieza a mojar y masajear mi ano de forma suave y circular, una y otra vez.

-Relájate, relájalo y suéltalo, déjalo libre- siéntelo - me susurraba una y otra vez.

Lo hago y empieza suavemente a introducir su dedo mojado por mis fluidos, me dolía pero no puedo negar que también me agradaba, era una sensación diferente, cada vez que lo metía, pequeñas contracciones hacían vibrar mi cuerpo, relajaba y soltaba mi ano en mayor medida, ya no me dolía mucho, lo estaba empezando a disfrutar.

No sé si pasaron minutos o segundos, porque mi cuerpo estaba sumergido en otro mundo, cuando me dice:

-Guapa, prepárate para recibirme- relájate-

Coloca su pene en la entrada de mi ano, empieza a empujar y penetrar muy despacio y suave, primero la punta de su glande hasta que introduce un poco más de su miembro, me dolía, sentía como cada milímetro que ahondaba desgarraba y abría mis carnes, estaba entrando por un camino virgen e inexplorado.

Gritaba de dolor o quizá de placer, las lágrimas salían solas y rodaban por mis mejillas, pero me gustaba la extraña sensación de sentirme poseída de forma tan salvaje y primitiva, la verdad es que me calentaba y en ese momento estaba muy caliente.

Una vez dentro, no todo, solo algo más que la punta de su glande, empezó a entrar y salir una y otra vez, me relaje totalmente y empecé a disfrutar de sus movimientos y de las sensaciones que provocaba, aunque cada vez que intentaba entrar un poco más no podía evitar gritar de dolor confundido ahora sí, de un intenso placer

Mientras me penetraba, sus manos apretaban mis pechos y piñizcaba mis pezones los cuales estaban duros y erectos descubriendo que mi red sexual no solo era mi vagina y mis pechos, tenía que incluir a mi ano el que hasta ahora me estaba entregando placeres insospechados e imaginados

Se empezó a mover con más prisa, con más fuerza, pensaba que en cualquier momento me iba a rajar y romper, se pegó a mi espalda y comenzó a morder mi cuello de forma casi animal, apretaba mis pezones intensamente, me gustaba y me excitaba la situación que estaba experimentando, me sentía tan caliente que ni siquiera podía articular un sonido, solo me dejaba llevar como una marioneta articulada por los hilos de un maestro de la perversión.

De pronto su cuerpo se tensa, se detiene suspendido un segundo en el aire, me penetra con fuerza y su pene empieza a palpitar y a escupir una y otra vez, llenando el interior de mi ano con su semen caliente y viscoso.

Sin querer ni pensarlo y de forma inconsciente, una oleada de espasmos y vibraciones me recorren entera, un intenso y largo orgasmo se apodera de mi cuerpo dejándome casi sin vida y exhausta.

Era mi primer orgasmo anal.

Después de unos minutos repuestos de las intensas emociones vividas, desnudos en la cama, Andrés se acerca y me abraza, coloco mi cabeza en su hombro derecho y me susurra al oído:

-Jamás en la vida había sentido tanto placer como contigo, eres genial guapa, quiero que te quedes conmigo y aprendamos juntos a recorrer este camino hasta el final-.

Hazme tuya Andrés, guíame y enséñame tu mundo, muéstrame ese mundo que solo conduce al placer sin límites ni fronteras.

Como habíamos acordado, al otro día llegué a mi turno en la clínica algo trasnochada, sonriente, radiante y con el pelo brillante, le conté parte de mi exquisita aventura, obviando por supuesto los muchos detalles que quedaron guardados en la confidencialidad que había prometido.

Así fue como terminó nuestra primera cita que fue el inicio de esas historias que se guardan en la piel y florecen en los recuerdos.

Aún seguimos escribimos capítulos y vamos a por más.

CAPITULO 2

HE VUELTO POR TI

-Quítate la ropa pero déjate los zapatos -quiero ver cómo estás después de mi ausencia-, dice con toda calma.

Ella obedece, se quita la ropa y queda totalmente desnuda.

El solo la mira y la observa, sin decir ninguna palabra.

Andrés estaba de regreso de su viaje de negocios luego de recorrer algunos países de Europa y Asia. Después de siete interminables semanas desde nuestro único encuentro, me llamó para sorprenderme con su arribo e invitarme a encontrarnos de nuevo aquella misma noche. La alegría y la sorpresa fueron mayúsculas para mí.

Caminaba ansiosa hacia el Hotel donde me había invitado a cenar.

Recién comenzaba el otoño y la calidez del clima veraniego de Santiago empezaba a decaer. Aún no hacía mucho frío, lo que hizo que me animara a usar vestido. A pesar de que el fuerte viento que corría se colaba por debajo de la falda, yo lo lucia de manera sexy y provocativa.

El trabajo en la Clínica había sido intenso estas últimas semanas. Tenía muy poco tiempo para mi vida privada; había cubierto muchos turnos extras por el brote de influenza y enfermedades respiratorias que con fuerza empezaba a asolar Santiago y la zona sur del país, y que había colapsado los servicios de urgencia de Clínicas y Hospitales. Eso, sumado a la falta de comunicación con Andrés, me hizo pensar que todo lo que pasó aquella noche de pasión desenfrenada había sido solo una quimera del momento. Solo dos llamadas al celular, una breve conversación por Skype y un par de e-mails, todos ellos bastante fríos e indiferentes, había sido nuestro contacto durante esas siete semanas, llegando a sospechar que nuestra relación se había casi enfriado y olvidado por completo. Que la pasión y todo lo que nos prometimos en esa cita memorable se había esfumado y se había escurrido como agua entre los dedos.

Su trabajo, mi trabajo, la distancia y las horas de diferencia nos pasaron la cuenta, reflexionaba mientras apresuraba la marcha. No quería llegar tarde.

Creí haber encontrado la horma de mi zapato. Nos dijimos e hicimos tantas cosas que me hicieron feliz y descubrí un nuevo mundo de sensaciones y emociones. Me entregué por completo para seguirlo hasta el fin del mundo, aceptando conscientemente todos los extraños y oscuros cambios que surgirían en mi vida, pero dos días después de aquella mágica noche, sin apenas hablar de lo sucedido, tuvo que viajar urgente al extranjero, por su trabajo.

No tenía ninguna certeza de lo que me depararía esta noche, pero lo que fuera lo tomaría con tranquilidad y entereza.

Andrés me esperaba sentado en el hall del hotel. Apenas me vio se levantó y me saludo de forma casi formal. Seguía tan atractivo como lo recordaba. Su olor inconfundible a tabaco y Armani lo tenía tan grabado a fuego en mi memoria que me hizo evocar y revivir por segundos la emoción que tuvimos en aquella única noche. Me estremecí.

Pidió las llaves de la habitación y subimos en el ascensor. Había alquilado una habitación del último piso, un penthouse.

Subíamos solos, pero en completo silencio. De pronto noto como una de sus manos se escapa por debajo del vestido y con uno de sus dedos corre el calzón quedando justo sobre el clítoris, que ya estaba duro desde el momento que nos encontramos.

Subíamos solos, pero en completo silencio. De pronto noto cómo una de sus manos se introduce por debajo del vestido y con uno de sus dedos desplaza el calzón, quedando justo sobre el clítoris, que ya estaba duro desde el mismo momento en que nos encontramos.

Palpó sus formas y en una danza tibia pero imperceptible, su lengua empieza a recorrer mi cuello logrando que subiera al máximo mi temperatura. Hasta  tener, incluso, la loca y delirante idea de quitarme el vestido ahí mismo y sin más demora.

  • Calma guapa; también te extrañé; y mucho -me susurra suavemente al oído-.

Salimos del ascensor  y empezamos a caminar por el desierto pasillo. Me llevaba tomada del brazo, cuando se detiene ante una de las dos puertas que tenía el piso y me dice:

-Cierra los ojos y no los abras hasta que te lo diga-.

Tomada de su brazo empiezo a caminar. Nos detenemos y siento como se cierra una puerta, me suelta y ahí quedo parada con los ojos cerrados.

-Puedes abrirlos, guapa-.

No podía creer lo que veía. Una gran habitación en penumbras, iluminada solo por velas; un gran jacuzzi en un costado; un paisaje maravilloso en altura de Santiago, donde sobresalía majestuosamente la cordillera de Los Andes y, lo más impactante, el piso estaba plagado de pétalos de rosas rojas por todas partes.

Asombrada por el espectáculo, busco con la mirada a Andrés y lo veo sentado tranquilamente en un hermoso sillón señorial, estilo Luis XV, ubicado en una esquina del salón. Me observaba silenciosa y detenidamente.

De pronto, apoya la cabeza sobre su mano izquierda y me dice:

-Quítate toda la ropa, pero déjate los zapatos -quiero ver cómo estás después de mi ausencia-, dice con toda calma con su voz suave y profunda.

Me empecé a desnudar sin quitarle la mirada; primero el vestido; luego el sostén, -mis pechos no disimulaban el estado que me encontraba pues mi pezones estaban duros y erectos-, me quedé unos momentos con el calzón puesto sin dejar de mirarlo. El seguía sentando, impertérrito, observando mis movimientos hasta que con un gesto de su mano me indicó que me sacara el calzón.

Así lo hice y quedé totalmente desnuda ante sus ojos, solo con mis zapatos de taco puestos.

-Gírate; te quiero ver entera.

Estaba parada a unos tres metros de donde se encontraba sentado, y empecé a dar vueltas sin cuestionar en ningún momento su petición: simplemente, obedecía.

-Hermosa. Simplemente hermosa; que deliciosa estás -exclamó susurrando-.

Su mirada de deseo me estremeció hasta lo más profundo y no pude evitar que unas gotas de fluido brotaran de mi vagina, cuando dijo:

-Ahora: baila para mí.

Toma un pequeño control remoto, lo aprieta y empieza a sonar Rolling in the Deep de Adele.

Quedé paralizada ante tal petición. Me gusta bailar en la discoteque, reunión con amigos, pero desnuda ante una persona jamás lo había imaginado, a excepción de un osado sueño que tuve hace mucho tiempo donde bailaba con un grupo de amigas en un caño totalmente vestida. Pero esto, nunca en mi vida; esto me sobrepasaba.

-¿Qué pasa? ¿Acaso no sabes bailar?

-No es eso Andrés, pero esto me parece bastante ridículo –digo, algo molesta-.

-Entiendo. Creo que no comprendiste nada de lo que conversamos la última vez que estuvimos juntos.

-Vale, guapa. Si tanto te molesta y encuentras ridículo complacerme, si tanto te cuesta bailar para mí, puedes tomar tu ropa y vestirte: la puerta de salida ya sabes dónde está.

No podía creer lo que estaba escuchando. No había esperado ansiosa durante siete semanas para  ser humillada y maltratada de esta manera. En ese momento, solo deseaba volver a ver esa sonrisa que me derretía, sentir ese poder masculino en mi interior. Gozar y disfrutar como en aquella noche; conocer y explorar su mundo tal como habíamos hablado.

¿Su mundo? Mi mente se empieza a aclarar y a recodar cada palabra; su mundo oscuro de dominación. Yo había aceptado compartir sus experiencias y aventuras. Esas que llevan al placer sin límites ni fronteras. Yo había aceptado ser su hembra; había aceptado aprender a ser sumisa.

Aquella noche le dije que me hiciera suya y que sería de su exclusiva propiedad.

(Las tonteras que uno dice cuando se está embobada, encaprichada y caliente)

Aún estaba desnuda delante de él. Levanté la vista, lo miré fijamente, unas lágrimas corrieron por mis mejillas y le dije:

-Bailaré para tu placer; no porque me lo estés pidiendo, sino porque yo lo quiero hacer-

Cerré los ojos y empecé a bailar moviendo y contorneando mis caderas, con los brazos en alto, dejándome llevar por el ritmo de la música.

-Me gustas, Fabiola. Me gusta tu carácter rebelde y contestatario. Tenemos mucho trabajo por delante: deberás aprender a distinguir claramente quien manda y quien obedece.

-A partir de este momento ya no soy Andrés: soy tu Amo y Señor. Quien te cuidará, te protegerá y velará por ti.

-Te enseñare y cubriré todas tus necesidades, tu placer y tus deseos. ¿Entendiste?

Su mirada era tan intensa y profunda no me dio la oportunidad para dialogar.

-Si -respondí-, poco convencida de su declaración de principios.

  • ¿Perdón? no te escuche.

-Escuche lo que dijiste y mi respuesta es sí. Volví a contestar, alzando un poco la voz.

-¡Sí, qué!-

-Sí, mi Amo, Dije, bajando la cabeza, incrédula por lo que respondía.

Sentía temor del paso que estaba dando. Era algo que estaba sobre mis conocimientos; me estaba entregando y doblegando ante un hombre al que apenas conocía.

Unas horas de conversación y una noche de sexo fuerte y desenfrenado. Eso era todo lo que sabía de él.

Pero íntimamente, también había adoración y devoción.

No lo podía evitar. Su mirada, su postura, su personalidad, su carácter y determinación, su exquisito trato, además de su inolvidable sonrisa, me hacían sentir tan frágil, tan pequeña, que necesitaba ser amparada bajo el manto protector de sus brazos.

Me consideraba una mujer fuerte, totalmente independiente, económica y emocionalmente, profesional y  bastante atractiva de cierta manera.

Relativamente culta, arriesgada y atrevida que en más de alguna oportunidad había levantado las banderas del feminismo, pero continuamente tenía la sensación de que algo faltaba en mi vida y en ese momento puntual, cuando respondí a su petición, descubrí que el sentido de pertenencia era mi punto débil. El pertenecer a alguien total e incondicionalmente, era sin duda el deseo más íntimo de mi existencia.

Finalmente, después de unos pocos minutos, levanté la vista, lo miré fijamente y le dije con absoluta confianza y determinación:

-Soy tuya. Haz lo que quieras conmigo. Sé que no me harás daño.

-Acepto ser tuya, desde mi esencia de hembra y mi carne: por ti y para ti.

-Tengo plena seguridad  de que en tus brazos me quiero quedar, mi Amo-  finalice diciendo.

Andrés, desde ahora mi Amo, me miraba fija y pensativamente desde su sillón, reflexionando sobre mi respuesta. Pude apreciar que la emoción lo embargaba; sus ojos estaban humedecidos y podría afirmar que más de alguna lágrima rodó por sus mejillas.

Sentía adoración por aquel hombre. Ese estado y aquellos gestos le convertían en un ser humano con sentimientos y emociones, más allá de sus gustos y estilo de vida, los cuales previamente ya había aceptado. Dejé de estar a la defensiva, bajé la guardia y simplemente me entregué tal cual lo hice la primera vez cuando salí a nuestra primera cita a ciegas: dejar que la vida me sorprendiera.

Se levantó de su sillón, me rodeo con sus brazos y me besó con tanta pasión que no pude evitar que un profundo suspiro saliera de mi alma.

Me empezó a acariciar. Pasaba sus manos por mi cara como un ciego, tratando de guardar una imagen en su memoria táctil. Jugaba con mis labios e introducía sus dedos en mi boca. Los empecé a chupar como si fuera lo último que pudiera hacer en esta vida.

Siguió tocando mi cuerpo hasta llegar a mis pechos. Aprieta y piñizca con fuerza mis pezones, hasta el punto de hacerme gritar entre una mezcla de placer y dolor.

Sentía su respiración agitada haciendo que la mía también se comenzara a acelerar. Empecé a morderme el labio inferior, señal inequívoca de que me estaba excitando.

Me llevó hasta la cama, iluminada solo por el tenue resplandor de las luces de la ciudad que entraban por el gigantesco ventanal que abarcaba toda la habitación.

Se desnudó, nos tendimos en la cama y me abrazó por la espalda.

Sentía como su pene se encontraba en pleno apogeo y se frotaba contra mi trasero. Me di la vuelta, lo tomé entre mis manos y lo introduje en mi boca.

Deseaba besarlo y comérmelo entero. Estaba enorme y duro; sentía la necesidad de lamer y mamar ese órgano viril, porque íntimamente sabía que mi poder radicaba en hacerlo feliz y entregarle placer.

Podía hacer de su poder el mío, de su deseo y goce, mi plenitud.

Levanté la vista y miré la cara de satisfacción de mi Amo, mientras clavaba sus dedos en mi trasero. De pronto me voltea y quedamos en la perfecta ubicación para gozarnos mutuamente, en el famoso 69.

Su boca y su lengua lamían y besaban desde mi vagina a mi ano y mordisqueaban mi clítoris. Mis fluidos brotaban sin control ante tanto placer, mientras su pene pasó a ser mi juguete predilecto. Disfrutaba tenerlo en todo su esplendor en mi boca: jugaba con él y lo saboreaba.

No pude evitar acabar en ese preciso momento de intensa gloria con su boca pegada a mi sexo.

Se dio vueltas, me abrió las piernas y siguió lamiendo mi clítoris hasta que de pronto se sube y me penetra con una facilidad increíble. Lo sentía tan adentro, me proporcionaba tanta satisfacción, que pensé que yo era una mujer hecha por y para dar placer.

Estaba en éxtasis.

Me sentía en un estado sublime. Levante mis piernas y las crucé sobre su espalda y empecé a moverme frenéticamente; mi Amo me siguió, con movimientos suaves pero profundos, disfrutando así cada centímetro de su posesión.

Empecé a gemir sostenidamente hasta que nuevamente exploté en un intenso y apoteósico orgasmo. Mi Amo me siguió inmediatamente y nos desplazamos fundidos el uno con el otro, en un viaje al infinito.

Mi cuerpo empezó a temblar incontroladamente. Tenía un tremendo nudo en la garganta e inevitablemente me largué a llorar.

Me abrazó en silencio, dejando que me recuperara. Había conseguido lo que deseaba; y yo también. Ser su sumisa, condición que podría durar toda la vida, siempre y cuando mi Amo fuera él.

Rompiendo todo el hechizo del mágico momento, de pronto mi Amo dice:

Ahora podemos cenar, ¿que deseas pedir?

Me apoyé en su hombro derecho, lo miré y nos largamos a reír.

CAPÍTULO 3

ACEPTO

-Acepto-   fue la palabra que me quedo dando vueltas mientras conducía mi coche como una autómata de regreso a casa, trataba de ordenar las escenas y descifrar con calma todo lo que había vivido y sentido junto a Andrés, ahora convertido en mi Amo.

La marea de sensaciones que estallaron en mi piel se convirtió en el abecedario para dejar escrito en mi espalda cada una de las palabras consensuadas en susurros y selladas a besos.

Llamarlo Amo podía ser fácil si solo sintiera que lo que me unía a Andrés era solo sexo, pero esa pasión desbordada que habíamos vivido momentos antes, no podía ser tan superficial con la única finalidad de saciar algunos de nuestros instintos naturales más básicos.

Por mi mente pasaban alguna de las muchas conversaciones que tuve Cristina semanas antes.

  • Cristina, te lo vuelvo a repetir otra vez; tan solo hubo sexo y del bueno, pero nada más- respondía por enésima vez a las interminables preguntas de mi colega que no podía controlar nunca su ansiedad y curiosidad.

  • ¡Pero Fabiola! ¡Prometiste contarme todo con lujo de detalles! ¡Lo prometiste!-

Cristina insistía e insistía en sonsacarme detalles de la cita que ella había propiciado con Andrés, por mi parte, no podía controlar la suspicaz sonrisa que se dibujaba en mis labios, dando entender que más de algún secreto había quedado guardado entre las sombras.

  • Amiga- insistía- conozco a Andrés desde hace mucho, es culto, atractivo y sumamente seductor solo cuando él quiere, - y continúa relatando – es curioso, pero se ha creado un mito dentro de la familia que dice que nada hace sonreír a ese hombre, - y sigue relatando- por eso te decía que era un tanto extraño, es como si su mente siempre estuviera en un mundo paralelo ajeno a todo lo que sucede a su alrededor, pero no se le va nada,- cuidado con eso Fabi- te mira, te estudia y te hace inmediatamente un completo perfil psicológico donde pocas veces se equivoca,  llega a dar susto lo certero que es en sus apreciaciones,  pareciera que siempre va varios pasos por delante sabiendo a ciencia cierta lo que vas a hacer o decir, como si leyera la mente de las personas- ¡Ah otra cosa Fabi! - evita preguntar cualquier cosa que se refiera a su vida privada y personal, no solo se queda callado y no responde, sino que traspasa con los ojos a quien se atreva a pasar la línea de lo íntimo y privado, la mirada que te da, es capaz de derretir el acero.

Por eso amiga, déjalo que hable cuando quiera, no lo presiones para que te cuente cosas de su vida, lo conozco hace mucho y me rayó la cancha  el primer día, somos buenos amigos porque siempre he respetado sus normas y supieras las cosas que me ha contado y se de el- finalizó sonriendo guiñándome un ojo.

-Te cuento y te digo todo esto porque te estimo amiga, te veo embalada con Andrés y no me gustaría que sufrieras por cometer errores evitables, el consejo es gratis, pero vale un café, tómalo o déjalo, amiga- termino por decir Cristina.

No dejaba de impresionarme el comentario de Cristina, lo que hasta ahora conocía de Andrés era su maravillosa sonrisa, no entendía como ese particular gesto no fuese parte de su encanto público, tendría el mundo a sus pies.

Es tanto lo que desconozco sobre su persona –me cuestionaba –pero mi intuición me seducía y me susurraba al oído:

No preguntes nada “solo fluye”.

El pacto que había celebrado aquella noche se  convertiría en el compromiso más estable que haya tenido en años.

Entre tropiezos emocionales y ensayos sin terminar ya me había resignado a pesar de mi edad, a pasar el resto de mi vida entre el trabajo, mis libros y mis gatos.

Estaba entregada y cansada, no quería más experimentos.

Por eso, esta nueva revolución hormonal no solo hizo que una sonrisa se instalara de forma permanente en mi cara, sino que cada rincón de mi geografía volviera a sentir el deseo y me inundara de humedad juvenil.

Seguía conduciendo con sus besos pegados a la piel de mil formas y colores, formas y colores que no conocía y que sin embargo saboreaba con avidez,  besos que me transportaron y me hicieron evocar lo sucedido pocas horas atrás.

  • Fabiola - me dice con voz firme - ¿estas segura de querer seguir? -Es tu oportunidad para que te arrepientas-

  • ¡Por supuesto que quiero! – Exclamo- mientras nuevamente acaricia suavemente la  espalda con cada uno de sus dedos erizando mi piel de tal manera que casi puedo sentir cada uno de mis poros.

  • ¡Por supuesto que! -  pregunta- mientras me mira detenidamente esperando saber que si había comprendido el mensaje.

-Si Amo - respondí saboreando aquellas dos palabras que jamás en mi vida imaginé que iba a usar en mi vocabulario.

  • Muy bien guapa-, como ya nos estamos entendiendo, te voy a explicar un par de reglas muy sencillas y que son muy importante que conozcas y aceptes antes de comenzar lo que validará el contrato que existe entre ambos.

Comencemos- me susurra al oído mientras toma de mi cabello con fuerza y firmeza, dejando mi cara frente a la suya sin poder dejar de mirarlo.

¡UNO!

Eres mi sumisa, la que obedece y me sirve en todo momento, exceptuando por supuesto, circunstancias naturales o especiales como también limitantes infranqueables que se presenten durante el camino.

¡DOS!

-Debemos velar el uno por el otro, yo desde mi rol de Amo y tú desde tu rol de sumisa.

Velaré por tu seguridad y bienestar y tú velarás que siempre este satisfecho, me cuidarás y me servirás-.

¡Velar y servir! Que verbos más extraños pensaba, ninguno de ellos los había conjugado en mi vida, ni cuando firmé el formal contrato matrimonial hace ya muchos años.

Mi boca podía sentir como su lengua recorría mis labios de norte a sur, de este a oeste tomando posesión del territorio.

¡TRES!

  • Todo lo que suceda entre nosotros será consensuado, no es mi fin gozar haciéndote sentir dolor, no necesito de tu dolor  para sentir placer-.

Mientras detallaba cada uno de los puntos de nuestro pacto, sus dedos comenzaban a jugar con mis pezones hasta endurecerlos y mordisquearlos muy suavemente para hacerme gemir.

Al intentar besarlo también, retrocede y toma mis muñecas firmemente colocándolas detrás de la cabeza mientras exclama:

¡Quieta Guapa! Acá soy yo el que dirige el proceso

¡CUATRO!

-Tienes derecho a usar una palabra de seguridad en todo momento, es un derecho Irrevocable, si te ves o sientes que estás en peligro no dudes en usarla, así evitaré hacerte daño-.

-¿cuál sería tu palabra de seguridad Fabiola?

  • CARPE DIEM - dije sin titubear.

  • Mmmmm.-, ¡A cada día su afán!, muy bien guapa, no me terminas de sorprender-

No terminaba su frase cuando comienza a viajar por mi vientre y deja caer su lengua entre mis piernas, sigilosa viaja de un muslo a otro hasta situarse en mi clítoris floreciente que al solo sentir el contacto me hizo levantar las caderas.

Sonrió al descubrir que tan caliente estaba y dice:

¡CINCO!

-Te castigaré solo si lo mereces, no sin antes explicar el motivo-.

-SEIS-

Tenemos la obligación de ser sinceros, yo confío en ti, tú confías en mí.

-¿Nos estamos entendiendo?-

-Si Amo-.

Respondo con un hilo de voz tratando de evitar retorcerme ante  tan irresistible tentación a correrme.

Mi amo continúa:

-Entonces te daré a conocer las últimas condiciones de una manera que no podrás olvidar-.

Sin darme respiro me voltea y me deja en cuatro con el culo a su merced, acaricia mis nalgas y me embiste por el ano sin aviso haciéndome gritar de placer y susto.

-¡Silencio, guapa!-

¡SIETE!

Respeto

¡OCHO!

Obediencia

¡NUEVE!

Devoción

Entre cada número entraba y salía una y otra vez de mi culo embistiendo con más intensidad.

En un segundo  lo sentí agitado y muy caliente ya no me daba instrucciones, si no que verbalizaba lo que iba sintiendo.

  • ¡joder!, que caliente me tienes-,

  • Eres deliciosa, guapa-

  • ¡ya no puedo más!-

Noté como explotaba un volcán contenido dentro de mí como buscando desesperadamente la salida a la superficie, sentía como derramaba en el interior de mi ano toda su deliciosa energía que espasmo tras espasmo  enloquecían sus caderas y en un suspiro sostenido se dejó caer sobre mi espalda agitado.

Por unos instantes solo sentía palpitar su corazón y respirar en mi oído como si desfalleciera.

Me levanto y me paro enfrente de él que aun jadeaba por el intenso orgasmo que había tenido, lo miro a los ojos y le digo:

-Acepto-

La realidad apareció de golpe, separamos nuestras pieles y nos recostamos en la cama donde sellamos una vez más nuestro pacto, nuestro contrato.

CAPÍTULO 4

APRENDIZ DE SUMISA

Andrés, ahora mi  amo me instruye para que a su llegada ningún detalle quede al azar, debo estar desnuda, caliente y húmeda, requisitos básicos para agradarle.

Al tocar la puerta, lo recibo en silencio y me cuelgo a su cuello para que sus manos revisen si sus deseos se cumplen.

Tengo mi vagina hinchada y mojada, mis pezones duros.

Me toma del cabello con firmeza, muerde y chupa cada uno mis pezones de forma alternada donde comienzo a gemir pero me calla mordiendo mis labios y metiendo su lengua en mi boca.

No hay que adivinar a donde se dirigen los pasos, que sin dar la orden, es a nuestra cama la dirección que nos llevan los besos.

Desnuda me tumbo, mi amo se desnuda  develando que sus ganas son tan intensas como las mías.

Pero no hay caricias, amarra firmemente mis manos tras la cabeza y venda mis ojos con la instrucción de abrir las piernas y no cerrarlas bajo ninguna circunstancia, no para  meter sus dedos en mi vagina, sino que su lengua en mi clítoris, perversa y suavemente comienza a recorrer el pequeño órgano eréctil que con solo la humedad de su boca me hace gemir desde las entrañas, me retuerzo sin control olvidando que no debo juntar las piernas.

Entonces su cabeza entre mis piernas impide que cierre el paso y con dedos furiosos y lengua firme, da forma al orgasmo que viene, sin ver, sin tocar, solo queda rendirse al río húmedo que se viene para salir de entre mis muslos, me corro estrujando la vagina, apretando cada músculo pelviano, deseando que ese desmayo que ahoga se diluya por el cuerpo y se haga eterno.

Jadeante me repongo y vuelvo a quedar a disposición de mi amo -pido mi turno- ruego para que ahora me toque chupar su pene , porque me calienta sentir en mi boca ese bocado que al estrujarlo entre mis mejillas haga que El gima sin control. Que tome y tire mi cabello con fuerza y le dé ritmo a la  mamada. Mi lengua recorre su pene, lo descubre y lo deja libre, lo humedece y lo aprieta como si fuese mi vagina la que hace el trabajo.

Lo tomo entre las manos y lo masturbo, El me enseñas dónde y cómo hacerlo, pero sus dedos  también juegan  entrando y saliendo húmedos desde mi vagina.

Me corro nuevamente. Siento que me desmayo solo de placer, me elevo y caigo  en este orgasmo.

Pero mi amo me ordena cabalgarlo  y obedezco sin reclamo, entonces me acomodo, tomo su pene en mis manos y lo introduzco en mi vagina, erecto para mí, suspiro lo miro y sonrío porque sé que al moverme me dará palmazos que son el castigo por ser mala niña, niña mala.

Soy su puta, su puta divina que se mueve con fuerza hasta el fondo, sus manos mueven frenéticamente mis caderas, me aprieta las nalgas,  me aprieta los pechos, me muerde y me ordena que me corra hasta la última gota. Él es el dueño de mis orgasmos.

Entonces me abandono al estruendo del deseo y solo me lanzo al vacío sintiendo que podría comer su pene una y mil veces con mi vagina –pienso - que delicia es esto, que delicia es estar tan caliente  que puedo caer rendida exhausta y volver a empezar.

Me calienta en extremo, quiero que me lama y chupe mi clítoris que muerda y saboree mis labios - los mayores y los menores - que sus dedos y su lengua se metan en mi vagina y busquen el punto preciso,  el que aún no podemos encontrar, para lograr eyacular frenéticamente sobre El.

Pierdo la razón cuando me lleva al límite del universo  parece que el aire me falta y se me va entre las piernas, no puedo dejar de pensarlo, en realidad no puedo dejar de desear que lo meta una y mil veces... sin compasión, sin piedad por mi vagina, por mi ano, por la boca y las orejas.

Pero no me da descanso, de bruces y a palmazos me tumba en la cama buscando mi ano para poseerme y hacerme suya , toma mi pelo y tira de él susurrándome al oído que soy su puta, que si me gusta como lo hace, si disfruto como lo mete, si quiero más fuerte.

Respondo casi sin aliento -que me gusta, que me encanta - que lo siento hasta el fondo, - quiero más y más -.

Entra y sale con energía, resbala y busca nuevamente la entrada. De pronto ante tanta danza de movimientos se corre violentamente, con delirio, con gemidos, con suspiros que solo puede dejar  el éxtasis de estar muy calientes hasta el fin.

Así, sobre mi espalda descansa jadeante aún dentro de mí. Besa mi cuello y respira en mi oído.

Cuando me libera, enjuago mis lágrimas que son fruto de la intensidad de la sublime excitación que ya culmina.

Busco el abrazo de mi soberano  dueño que se deleita con el humo de su cigarrillo mirando al infinito mientras yo tomo mi lugar en su hombro derecho donde me cobijo y reposo, donde sin decir palabra alguna me siento plena, segura y de su propiedad.

Me dio su última gota, de la que no se puede regresar.

CAPÍTULO 5

PARA QUE NO ME OLVIDES

Mi celular, con el tan característico sonido que identifica a mi Amo, me avisa que estoy recibido un mensaje suyo; lo leo:

“Paso a buscarte a casa en una hora y media más, espérame lista, no esperes regresar pronto, necesito mucho tiempo para enseñarte la sorpresa que te tengo”

  • ¡No es justo que me avise con tan poca anticipación! -reclamo con una sonrisa nerviosa-.

La incertidumbre y la premura del tiempo revoluciona mis hormonas y la excitación se apodera de mi piel.

Comienzo con el ritual de preparar mis sentidos. Uno a uno me alisto para recibir todo aquello que su generoso dominio me regala.

Me masturbo en la ducha para que me encuentre húmeda, caliente y preparada, rocío unas gotas de perfume en mi cuello, mis muñecas y también en el pubis.

Estoy lista minutos antes de la hora. Mi mente empieza a evocar el tacto húmedo y exigente de su boca masculina en mi vagina. Esta se empieza a tensar hasta casi llegar al orgasmo.

Siento su llegada y salgo a su encuentro. Besos necesitados nos dan la bienvenida.

-¿Que sorpresa me tienes con tanto apuro?  -porfa, dímelo-.

No puedo evitar que de pronto aparezca la mina que llevo dentro. Me intriga el misterio; más aún la incertidumbre de una visita sorpresa y el apremio del tiempo.

Solo me mira y esboza una sonrisa pícara, sabiendo que esa sonrisa derrite todos mis rincones.

-Sube al auto. Iremos a un lugar especial.

El tono de su voz dejaba entrever que había segundas intenciones.

-¿Estás bien? Te noto inquieta, un poco nerviosa.

-Tranquila guapisssima. Disfrutaras del lugar al que iremos y más aun de lo que haremos.

-Supongo que estás caliente. Sabes que me gusta que estés siempre caliente-

-Ansiosa y caliente, como te gusta -le respondo con una sonrisa-.

-Eso lo debo comprobar-

Mete sus dedos entre mis piernas. Nota y palpa la humedad de mi vagina.

-No era necesario que hicieras eso; debes creerme cuando te lo digo -y sonrío complacida-.

-Mmmmm…es verdad, estás deliciosa. Lleva los dedos mojados a su boca y los saborea.

-Verdaderamente deliciosa; un manjar de dioses.

Sus dedos vuelven a mi entrepierna, desplaza el calzón hacia un lado y empieza a masajear el clítoris de forma circular provocando de inmediato mi primer viaje a las estrellas.

Luego de un buen y largo trayecto llegamos a nuestro destino. Una pequeña cabaña enclavada en los cajones cordilleranos a las afueras de Santiago.

Entramos e inmediatamente me despoja del vestido, quedando en sostén y calzón. Me mira sonriente, se acerca, muerde mi oreja y me susurra al oído:

-Sé que te masturbas habitualmente sin mi aprobación. Estos días he pensado como castigarte por tus frecuentes desacatos y creo haber encontrado una solución para que no lo vuelvas a hacer sin mi permiso.

La habitación de la cabaña se encontraba tenuemente iluminada, casi en penumbras. Se acerca al interruptor y enciende todas las luces. Mi vista se llena de rosas rojas y blancas. En los extremos veo dos cámaras de filmación que apuntan a la cama desde diferentes ángulos

Unas lucecitas rojas me indican que ya estaban grabando.

Miro a mi Amo, sorprendida, pero solo me responde con una sonrisa.  Esa maldita sonrisa que derrite y quiebra toda mi voluntad.

Se acerca, me abraza y desabrocha mi sostén. Los pechos saltan y siento cómo mis pezones están duros, presa de una excitación desconocida. De reojo miro las cámaras y me trato de cubrir- Mi Amo se percata de esa situación, coge mis manos, las coloca detrás y empieza a chupar y lamer mis pezones, que llegan a doler de los duros que están.

-Tranquila guapisssima, -me dice-, mientras muerde y tira de cada uno de los botones.

-Esto es solo un aperitivo; el verdadero castigo aún está lejos de comenzar –sé que te gustará-.

Quita mi calzón, que ya estaba humedecido por los fluidos que brotaban de mi vagina, lo acerca a su boca, pasa su lengua por el centro y repite nuevamente,

-Un manjar de dioses.

Y ahí estaba yo, desnuda, a punto de cruzar nuevamente el umbral de la sumisión, cayendo bajo el poderoso embrujo y poder divino de mi Amo.

De su bolsillo saca unas largas cuerdas con las que amarra mis manos a la espalda y un antifaz, con el que cubre mis ojos. Me deja solo tres de los sentidos para empezar a gozar.

Sin darme tregua me recuesta sobre la cama y con la respiración agitada enredamos nuestras lenguas en una interminable sesión de besos.

Acaricia mi cuerpo, besa mis pechos, muerde mis pezones, hunde sus dedos en mi vagina. Siento la erección de su pene, que a estas alturas ya era imposible de rechazar.

Empiezo a jadear sin control. Ya no me importaba nada y de las cámaras ni me acordaba. Solo su presencia me calentaba; estaba caliente, muy caliente.

-Guapisssima, sabes que te has ganado un castigo, ¿cierto?

-Sí, mi Amo, –respondo con un pequeño hilo de voz-.

.Sentir el tono autoritario de su voz hacía que naciera en mí un deseo incontrolable por complacerlo.

-¡Quédate quieta!- me ordena.

Hago un esfuerzo monumental por quedarme tranquila, porque las manos, aun estando atadas a mi espalada, clamaban por acariciarlo, tomar y estrujar su pene y mi vagina rogaba por ser penetrada.

Estaba inmovilizada e indefensa a los caprichos de mi Amo.  Dejé de luchar y me entregué por completo al juego de la excitación que él me proporcionaba, porque eso, como siempre, me llevaría al cielo; a morir por algunos segundos.

-Rogarás que te culee, gritaras para que te culee, mi puta deliciosa -exclamó mi Amo-.

Siento cómo mi Amo empieza a meter sus dedos en mi vagina. Entran y salen aumentando en fuerza e intensidad; lame y muerde mi clítoris, su otra mano viaja por mi vientre, dibujando el contorno de mis curvas, hasta llegar a mis pezones, que los pellizca y tira sin compasión.

-Sigue por favor, no te detengas, dame más –exclamo, al límite del orgasmo.

El dolor, mezclado con un intenso placer, hace que arquee mi espalda. Un grito estrepitoso sale de mi garganta; estaba acabando, me estaba corriendo de forma brutal, violenta y salvaje.

El deseo, la calentura, el nerviosismo y la tensión acumulada, hacen que mi cuerpo explote en miles de brillantes estrellas. Mi cuerpo queda flácido y agitado sobre la cama.

Me siento bañada en fluidos y sudor. Mi Amo se acerca y besa suavemente mis labios, haciendo que el aterrizaje sea más dulce, placentero y suave.

Aún con el corazón desbocado, cierro los ojos y me desvanezco por algunos minutos.

Me despierto con las manos liberadas y la vista despejada. Mi Amo, parado frente a mí, me recibe con una copa de espumante; la tomo y bebo unos sorbos, me refresca la garganta, las burbujas juegan y explotan en mi boca.

-Veo que ya regresaste de tu vuelo, guapisssima, espero que no hayas alcanzado la altura de velocidad de crucero, porque esto no hace nada más que empezar. Te aviso guapisssima, solo acabas de despegar -me dice sonriente-.

Vierte su copa en mi vientre y siento como el frío liquido baja e inunda mi sexo. Mi Amo se dobla y empieza a beber de ella; empieza a lamer y chupar cada una de las gotas derramadas en mi vagina. Gimo y me retuerzo. El placer de sentir su boca y su lengua en mi sexo me calienta nuevamente, y vertiendo el último contenido de su copa, vuelve a chupar y lamer.

-¡Esto no es el manjar de los dioses, es el néctar de los dioses!

De pronto se levanta y dice:

-¡Quédate quieta!-

Se dirige a un pequeño maletín que traía cuando llegamos a la cabaña, de dónde saca un enorme vibrador con forma de pene pero mucho más grueso y grotesco.

Sorprendida, lo quedo mirando, junto las piernas y abrazo mis rodillas.

-¡Puta perra mal criada, te he dicho que no te muevas!-

-¡Abre las piernas guapisssima, esto te va a gustar, te lo aseguro!-.

Se acerca, me recuesta y suavemente abre mis piernas. No me resisto mayormente, las abro y ubica su cuerpo entre medio impidiendo así que las pueda cerrar. Empieza a recorrer mi cuerpo con su enorme amigo de colores y mis nervios son presa de las intensas vibraciones que emite. Primero los pechos y luego sobre mis pezones, que los presiona uno a uno, provocando enormes descargas de fluidos que mojan todos mis rincones; me empiezo a agitar y a gemir.

-Me gusta, me encanta, sigue así.

Baja hasta llegar a las puertas del paraíso, lo pasa por mis muslos, por la ingle y se detiene en la entrada de la vagina, lo presiona haciendo que me retuerza de placer y las vibraciones estremecen hasta el cerebro; los vellos se paran y la piel se eriza.

Mi sexo, totalmente depilado y lampiño, como el de una niña pequeña , hace quesemejante artefacto provoque inmensos e incontrolables estímulos de placer, hasta llegar a perder totalmente el dominio de mi cuerpo.

Abre los labios de mi vagina y empieza a frotar el vibrador en el clítoris, que ya endurecido por la excitación, me hace gritar. La humedad de mis fluidos hace que este resbale y se frote suavemente sobre él.

De pronto lo posiciona en la entrada de mi vagina, presiona suavemente y el pene vibrador comienza a penetrarme. Siento cómo intenta entrar ese tremendo aparato en mi pequeño cuerpo; me duele, pero también me gusta y disfruto de sus perversas intenciones.

Presiona y lo mueve, lo mueve y lo presiona; estoy empapada de los fluidos que brotan a borbotones, hasta que logra penetrarme. Siento que mi vagina se llena por completo, toma posesión de todo mi interior y grito desaforadamente de placer.

Tenerlo en mi interior, vibrando y vibrando, moviéndose, entrando y saliendo, hace que pierda totalmente la noción de lo que sucede; me retuerzo, gimo y grito.

Sí, grito:

-¡Culéame por favor, te lo pido, te lo suplico!

El orgasmo asomaba rápidamente hasta el punto de no retorno, estaba a flor de piel, quería tenerlo dentro de mí, lo quería a él: quería a mi Amo.

Quería que su pene, no el juguete, me embistiera sin compasión ni demora.

-¿Perdón perra, no escuché lo que dijiste?-

-¡Culéame!- dejo escapar sin pensarlo

-¡Ruégame, puta perra caliente o no tendrás ni una gota de mí!-

-¡Quiero que me culees!- le grito sin control – ¡quiero que me culees, que me hagas gritar sin piedad, te lo suplico!-

Su juguete seguía introducido en mi vagina, vibrando con su mayor intensidad, lo cual me desesperaba. Me angustiaba no poder controlar las emociones; todo mi cuerpo temblaba, los orgasmos iban y venían uno tras otro, apenas podía respirar del placer que me proporcionaba.

Mi Amo me levanta y me coloca en cuatro, aún con el vibrador ensartado en mi vagina. Este por su forma y tamaño no se movía del lugar ni se salía de su sitio, seguía a su ritmo, vibrando y vibrando.

Lubrica mi ano con los fluidos, lo empieza a acariciar en forma de círculos, acomoda su pene en la entrada y siento como entra, -Desfallezco- estaba siendo doblemente penetrada.

Mi Amo entra y empieza a embestirme vigorosamente, siento su pene duro como una estaca.

No puedo describir las sensaciones, porque estas son indescriptibles. Retiro violentamente el vibrador de mi vagina y me empiezo a mover frenéticamente, adelante y atrás, sintiendo y gozando del poderío de mi juguete favorito: el pene de mí Amo.

Me toma del pelo, tira de mi cabeza hacia atrás y me grita:

-¡Querías que te culeara, puta perra caliente, pues toma!- y embiste mi ano una y otra vez.

Este solo acto hizo que comenzáramos a movernos al unísono, manteniendo uniformemente el ritmo como salvajes, entrando y saliendo, haciendo que el mundo desapareciera de nuestra vida.

Estábamos en un estado salvaje, puro y primitivo

No recuerdo cuantos orgasmos llevaba esa tarde/noche, pero eran muchos. Cuando de pronto mi Amo empieza a aminorar el ritmo, pega una última embestida, emite un largo y gutural sonido, queda inmóvil dentro de mi ano y su pene empieza a palpitar y a escupir, una y otra vez, largos chorros de su leche caliente, que me inunda por completo.

No pude evitar que al sentir su éxtasis y su ardiente líquido en mi interior, volviera a correrme.

Un inesperado e inevitable llanto se apodera de mí. Mi Amo me abraza, me cobija y me besa.

En ese momento siento que soy una privilegiada, una sumisa que siente una devoción infinita e incondicional por su Amo, el hombre que me convirtió en hembra, que me moldeó con infinita paciencia para convertirme en la persona que hoy soy.

Hace cuatro años era una mujer chata, plana y aburrida, hasta que el destino lo cruzó en mi camino y un simple e inocente café hizo que despertara la fiera que hay en mí.

Segura, hermosa, autosuficiente, rebelde, contestataria, libre y feliz.

Nos levantamos y nos duchamos, donde entre juegos y risas nuevamente me masturbó. Nos vestimos y antes de irnos se dirige al computador que había previamente instalado, desconecta las cámaras, de las cuales ya me había olvidado por completo, saca un pendrive de su bolsillo, lo introduce en el portátil y vuelca el contenido de una de las carpetas.

-Toma- y me entrega el pendrive.

-Míralo cada vez que vayas a desobedecer una orden mía: sabrás lo que te espera-

Sonríe y me guiña un ojo.

CAPÍTULO 7

LA PROPUESTA

-¡No puedo creer lo que ven mis ojos!,- le digo por detrás al oído a una chica que estaba sentada en un café, revisando concentradamente varias carpetas.

Las palabras susurradas le sacan violentamente del estado en que encontraba, se gira sobresaltada, me mira detenidamente y pega un grito de exclamación.

-¡Andrés!, ¡qué sorpresa más grande, por la puta!, y ¡qué susto me has dado, coño!- se levanta y se tira a mis brazos, me abraza fuertemente y me da un cálido beso en los labios.

La miro sonriente aún semi abrazados y le digo: –mí querida, ingrata y desaparecida gran amiga Muriel, ella siempre regia y estupenda o como dirían en nuestros antiguos barrios, divina de la muerte.-

-Andrés, no sabes la alegría que tengo de volver a verte,- me dice con lágrimas en los ojos -de pronto te perdí la pista y no supe más de ti después que me fui de viaje a las Maldivas-.

-¡Qué dices tía!-, digo imitando el sonsonete español –te perdiste del mundo cuando conociste a esa alemana que ni me acuerdo como se llama-.

-Erika- me dice de inmediato

-Sí, esa misma, la rubia tetona- le digo riéndome.

Me toma del brazo y me dice –este gran encuentro merece una celebración, me tomaré la tarde libre para que nos pongamos al día, ¿puedes? -me pregunta-.

-Aun voy libre por la vida, esperando eso sí mi cheque cada treinta días. Siempre tendré tiempo para ti, mi querida amiga Muriel –le digo-. Toma tus cosas y vamos a almorzar, te invito.

Muriel Alzola, gran abogada chilena, a quien conocí cuando recién llegué a vivir a Madrid, había jurado ante la Corte Suprema a los 24 años y su carrera había sido meteórica, logrando todos los títulos habidos y por haber. Era una mujer brillante, muy inteligente y sumamente irónica, llegando a veces a ser mordaz.

La había conocido una noche a mediados de Julio, mientras tomaba unas cañas en un bar en Chamberí, tratando de aminorar el sofocante calor que hacía esa noche. Como buen recién llegado no conocía a nadie, a excepción de mis compañeros de trabajo, que no eran muy entretenidos que digamos, así que solía salir solo por las  noches a conocer y recorrer la ciudad. Con 40 grados, o más, en el día era difícil de hacer.

Estábamos en pleno período vacacional, así que la vida nocturna era efervescente. Los bares, tascas, terrazas y restaurantes estaban siempre a tope, era difícil encontrar un sitio donde comer y tomar algo.

Paseaba mi mirada buscando un sitio cuando en eso se desocupa una mesa en un pequeño bar y me siento de inmediato. A mi lado, casi encima, se encontraban cuatro chicas bebiendo cubatas.

Después de un buen rato esperando a que la camarera me atendiera, pedí una jarra de cerveza y una ración de calamares. Sin querer, empiezo a escuchar su conversación, -al fin y al cabo estábamos casi todos juntos apiñados en el bar-, de inmediato detecté por su inconfundible acento que una de ellas era chilena. Desgraciadamente quedaba justo a mis espaldas, por tanto no la podía ver bien; las escuchaba como reían, otras gritaban cuando una contaba algo y así.

Pasé un buen rato tratando de ver a la chilena que rozaba mi espalda, -las otras chicas que la acompañaban estaban bastante buenas-, así que desplegué mi plumaje de pavo real, aclaré mi voz con un buen sorbo de cerveza y saqué a relucir mis dotes de matador: me levante de la silla y me paré enfrente de ella; era morena, pelo hasta los hombros, bastante atractiva, de unos veinte y tantos casi llegando a los 30.

-Disculpen chicas que interrumpa vuestra conversación, -digo alzando la voz-, pero quisiera hacerle una pregunta a ella  -señalando a la chilena-.

Se produjo un silencio total en la mesa, algunas risitas por aquí, risitas por allá entre las restantes chicas, la chilena me mira sorprendida y me dice - ¿qué quieres saber?, te escucho -me dice en tono burlesco y desafiante-.

-He notado por tu acento que eres chilena, entonces me preguntaba qué puede hacer una chilena por un compatriota que se encuentra en apuros en esta ciudad, solo, triste y abandonado,-le pregunto sonriendo-.

Me mira por unos segundos de arriba a abajo con una leve e irónica sonrisa en su boca y se levanta de su silla quedando enfrente de mí; no era muy alta, pero estaba bastante buena, según pude apreciar después de un rápido repaso visual que le hice antes de que me hablara.

-Veamos me dice-, en silencio me empieza nuevamente a repasar entero con la mirada, mientras las otras chicas se reían y miraban atentas cuchucheando entre ellas, -Ummmm-, dice seriamente después de unos segundos.

-Eres guapo y muy atractivo, tienes bonitos ojos, -decía mientras seguía su análisis visual- una sonrisa que derretiría a cualquier mujer, una voz agradable y profunda, de verdad eres un espécimen muy interesante, -termina por decir-.

Acto seguido, y sin que pudiera reaccionar, mete su mano debajo de mi polera y toca mi pecho,-estaba como estatua con mi jarra de cerveza en la mano, riéndome ante la ridícula situación -de pronto rápidamente con su otra mano aprieta mi entrepierna, palpando su contenido en reiteradas ocasiones exclamando solo –mmmmmmmm- la retira, me mira, me sonríe y me dice.

-Lo siento compatriota, no puedo hacer nada por ti, no tienes nada bueno que ofrecer a ninguna de nosotras -y todas al unísono se largan a reír-.

Desconcertado también me largo a reír sin saber muy bien por qué no me había resultado y me sentía bastante ridículo ante la situación.

La chilena reaccionó de inmediato al notar mi incomodidad y rápidamente me da dos besos, uno en cada mejilla y me dice –Hola chileno, soy Muriel y estas que ves aquí son Rosa, Carme y Merche, mis amigas-.

-Hola Muriel, gracias por salvarme de esta, soy Andrés-

No había pasado ni un minuto cuando mis nuevas amigas ya se iban, se paran de la mesa para despedirse cuando Muriel les dice –chicas, vayan ustedes, luego las sigo, quiero hablar un rato del terruño que dejamos atrás con mi nuevo amigo chileno-.

Quedamos solos en la mesa y nos pusimos a conversar sobre Chile sin ningún atisbo de chovinismo, luego entramos en temas más personales. Llevábamos un buen rato conversando e indudablemente la intentaba seducir, desplegando todo mi arte y cuando creía que la tenía rendida le dije:

-Muriel, ¿qué te parece si nos vamos a otro lugar más tranquilo y con menos bulla para que continuemos con esta grata y amena conversación?, dije con mi mejor sonrisa y con el mejor tono seductor de voz.

Ella me mira y se larga a reír a carcajadas;

-Mira guapo,-me dice aun riendo- en otras circunstancias aceptaría encantada tu proposición pero cuando te revisé hace un rato atrás, no note que tuvieras una vagina húmeda y resbalosa, tampoco tienes un buen par de firmes y duras tetas- me dice aun riéndose.

-Lo siento Andrés, al igual que a ti, me gustan las mujeres lo mismo que a mis otras amigas, el problema que corroe tu entrepierna no te lo puedo solucionar -terminó por decir sin dejar de reír.

Empecé a menear la cabeza, me largo a reír y con la palma de la mano empiezo a golpear mi frente exclamando – Puta, el ojito que tengo -sin dejar de mirar a Muriel-.

Muriel era lesbiana y con el paso de los días se fue convirtiendo en una gran ayuda y mejor aún, en una gran amiga.

Un sábado tipo 10.00 AM a mediados de Agosto suena mi celular arrancándome de un profundo sueño, había dormido fatal durante la noche producto del intenso calor que producía una masa de aire africano que invadía España.

-Hola- digo medio dormido.

-¿Buenos días mi guachito rico, que estás haciendo?,- era Muriel quien me hablaba.

-Hola Muriel, estaba durmiendo hasta que llamaste, ¿cómo puedes estar tan radiante a esta hora con el puto calor que hace?- le digo aún medio dormido

  • Así somos las artistas, siempre frescas, lindas y bonitas, ¿tienes algún plan para hoy?- me pregunta.

-Si -le digo– quedarme todo el día metido en el piso con las ventanas cerradas a cal y canto con el aire acondicionado puesto a tope.

-Vamos tío, déjate de chorradas, paso por tu casa en una hora, prepara tu bañador y una toalla, nos vamos a un día de playa, nos arrancamos del calor y nos refrescamos en el agua.

-Muriel, no me digas que piensas conducir hasta Valencia. Hasta donde yo sé, Madrid no tiene mar y menos playas- le digo tratando de espabilar.

-Que tontín eres a veces- me dice riendo en tono cariñoso - quién te dijo que iríamos al mar, dije a la playa y Madrid tiene playa, ¿nunca has oído hablar del Pantano de San Juan, más conocida como la playa de Madrid?

-Ni puta idea- le contesto

-Se llena a mogollón en esta época, pero conozco un lugar donde podremos estar tranquilos y alejados de todos- me dice y sigue- levántate, tómate un café, desayunamos algo en el camino y aprovechamos de comprar unas bebidas y bocadillos para estar tirados todo el día en la playa- ¡ya, arriba!, que voy saliendo.- me dice y cuelga.

Muriel tenía un piso en Pozuelo y yo vivía en el centro de Madrid a dos calles de la Puerta del Sol, así que disponía de unos 30 minutos para bañarme, vestirme, tomar un café y buscar un bañador.

No habían pasado 20 minutos cuando suena el citófono, era Muriel que me decía – Vamos tío, baja rápido que estoy mal aparcada-.

Llegamos al pantano de San Juan por un camino de tierra. Muriel me explicó que la entrada misma estaba un par de kilómetros más allá, pero como nosotros íbamos a otro lugar teníamos que hacer esta ruta. Aparcamos el coche junto a varios más que había en el lugar, tomamos la sombrilla y los bolsos con nuestras cosas, más la comida y empezamos a caminar. Después de bajar unos 700 mts, desde donde habíamos dejado el coche llegamos finalmente a la playa.

¡Sorpresa!, era una playa nudista.

-¡Estás de coña, Muriel!- le digo casi sin mirarla.

Estaban todos desnudos a mí alrededor, grupos de chicas, parejas, chicos, otros solos y solas tomando sol como Dios los trajo al mundo. Mi mentalidad tercermundista y subdesarrollada estaba siendo puesta a prueba en su grado máximo.

Muriel tendió su toalla, se sacó tranquilamente la parte superior de su bañador quedando en topless y se puso a tomar sol. Mientras tanto, yo miraba para todos lados sin saber muy bien qué hacer con el bañador bien atado a la cintura. Me senté a su lado y la empecé a mirar.

-Muriel- la llamo, ella levanta la cabeza y me mira – tienes unas tetas muy ricas – le digo y me largo a reír.

Más tarde, Muriel se saca la parte inferior de su bañador quedando totalmente desnuda. No tenía un cuerpo deslumbrante, pero bastante bien proporcionado y atractivo. Se levanta de su toalla y se para enfrente de mí, quedando su pubis, totalmente depilado, ante mis ojos y me extiende una mano.

-Vamos a bañarnos, tengo mucho calor- me dice cogiendo mi mano para ayudarme a levantar.

Nos metimos al agua siempre con mi bañador bien amarrado a la cintura. Chapoteamos y nadamos un rato hasta que ella sale y se vuelve a tender en su toalla. Desde mi posición en el agua podía ver la playa en toda su extensión; era pequeña, rodeada de rocas por los costados y de frente un frondoso bosque que se llenaba del sonido constante de las chicharras.

Empecé a observar a la gente; todos se relacionaban sin ningún problema, conversaban entre ellos, la desnudez no era tema para nadie. Miré de pronto donde estaba Muriel y ahí estaba ella con su culo respingón tomado sol relajadamente. No puedo ser tan imbécil –pensaba– me tengo que atrever a dar este paso y en un momento de valentía, me saco el bañador y lo tiro hasta la orilla.

Ahora la cuestión era salir, no me podía quedar eternamente en el agua y ya me estaba dando frio, así que nadé hasta la orilla y con pachorra y sin mirar a nadie, salí a tenderme junto a Muriel quien me miraba desde su lugar mientras caminaba hacia ella. Llegué a su lado, me observa y me dice muerta de la risa;

-Con ese bicho microscópico me querías seducir la noche que nos conocimos en el bar- señalando mi pene-.

Me miro y efectivamente estaba reducido por el frio del agua a su mínima expresión, me reí algo acomplejado y le digo – cuidado amiga, las apariencias engañan -

Estar desnudo es una liberación en todo aspecto, ciertas losas morales que pesan en tu espalda desaparecen, prejuicios estúpidos se van, los complejos no existen y un sinfín de cosas más las empiezas a entender desde otro punto de vista, por el simple hecho de estar sin ropa ante otros con todas tus miserias a la vista.

Regresamos a Madrid al atardecer y el taco que había a la entrada era descomunal, estuvimos un par de horas detenidos y tanto Muriel como yo estábamos con hambre y bastante agotados. Detenerse a comer era perder más tiempo y mientras decidíamos que hacer ella me dice;

-Andrés, estoy tan cansada que no tengo ganas de conducir hasta al centro y volver después, porque mejor no te vienes conmigo, cenemos algo rápido en casa y nos acostamos- me mira y me dice- eso sí, no te pases ningún rollo,- largándose a reír.

Llegamos, nos duchamos, preparamos unas ensaladas, algo de jamón y queso, unas copas de vino y nos pusimos a conversar sobre la vida, encima de su cama. Notaba que cada cierto rato Muriel se estiraba y se tocaba las cervicales, la miro y le pregunto;

-¿Quieres que te haga un masaje?, se hacerlos bastante bien, al menos no he tenido ninguna queja hasta el momento – le digo riendo

Muriel aún estaba con una toalla alrededor de su cuerpo y otra en el pelo, con las cuales había salido del baño, hacía mucho calor como para volverse a vestir, yo solo andaba con un ridículo short con imágenes de Snoopy que me había pasado Muriel y que debió haber pertenecido a alguna amiga friki de talla grande que lo dejó olvidado.

-¿En serio sabes hacer masajes?- me pregunta

-Obvio que si – le digo – no de forma profesional, pero sé qué hacer para relajar tu cuello y tu espalda-

Se quita la toalla del cuerpo quedando totalmente desnuda y se tiende boca abajo en la cama con los brazos en cruz –listo maestro, puede empezar a trabajar.

-Para empezar necesito un aceite o una crema, ¿tienes alguna para el cuerpo, esas pueden servir?

-En una de las repisas que hay en el walk in closet encontraras algunas, ve la que te sirva.

Entro a la pequeña habitación y empiezo a buscar. Para mi sorpresa lo primero que vi fue una gran colección de vibradores y dildos de todos los tamaños y colores, además de una serie de lubricantes con sabores frutales; menuda cantidad de juguetitos tiene mi amiga, -pensé, sonriendo-, hasta encontrar una crema adecuada.

Muriel seguía relajada tendida boca abajo en la cama con sus piernas entre abiertas, su culo en todo su esplendor y parte de su vagina ante mis ojos y no pude evitar empezar a tener una erección.

Empecé a masajear su espalda esparciendo la crema en forma uniforme sobre ella y comencé a pasar mis manos en forma lenta y continua presionando con mis pulgares su columna. Solo la escuchaba gemir diciendo –ah, que rico, sigue así, que delicia-, hasta que en un momento me subí y me senté sobre su trasero para poder tener mayor comodidad en los movimientos. Tenía mi pene totalmente duro y erecto, cada vez que podía le hacía sentir mi estado rozando mi sexo contra su trasero el que se encontraba tan solo separado por Snoopy.

En una de esas breves, casuales e imperceptibles embestidas que le hacía, ella se levanta y se gira tirándome hacia un lado, se sienta, me mira y con una sonrisa un tanto sería me dice:

-Andrés, lo siento, no me gustan los hombres, no puedo ni quiero tener sexo contigo, sé que soy culpable por haber llegado a esta situación, -de verdad lo siento- se queda en silencio unos momentos pensando y luego me dice -que te parece que nos hagamos una paja cada uno por su lado, liberamos las tensiones acumuladas y nos ponemos a dormir como dos buenos amigos-.

Abre sus piernas y sus manos bajan hasta su depilada vagina, abre sus labios y empieza a jugar con su clítoris masajeándolo suave y circularmente gimiendo ante cada arremetida de sus dedos.

Me quito a Snoopy quedando desnudo frente a ella mirando cómo se masturbaba y empiezo a hacer lo mismo.

Desde ese episodio nos volvimos más amigos que nunca, salíamos, conversábamos, me presentaba a sus muchas novias como yo le presentaba a mis eventuales ligues, nos reuníamos con sus amigas, hacíamos fiestas en su piso y en muchas ocasiones dormimos desnudos en la misma cama y otras junto a ella y la novia de turno. Nunca pasó nada entre nosotros, ni con ella ni con ninguna de sus amigas, salvo saludarnos y despedirnos siempre con un piquito en los labios, nada más.

Hasta que ella se embaló con una alemana de grandes tetas. En su compañía se fue de viaje a recorrer el sudeste asiático sin fecha de retorno; en ese mismo período decidí regresar a Chile.

Habíamos perdido totalmente el contacto hasta que la vi sentada metida entre libros en una cafería en el centro de Santiago de Chile.

Llevábamos horas conversando y poniéndonos al día de todo lo que había pasado durante este tiempo sin vernos, me contó lo de su padre, su gran amor, y que fue el motivo de su regreso, se notaban algo más los años tanto en su cuerpo como en su rostro sin dejar de ser esa morena bonita, atractiva y sugerente.

Vestía formalmente un traje de dos piezas gris con ribetes negros, el pelo tomado y gafas a tono: no podía ocultar su condición de abogado.

-Bueno, Muriel en que andas ahora, fuera de matarte trabajando- le pregunto

-En nada especial Andrés, asesorar múltiples estudios jurídicos deja poco tiempo para uno, en todo caso mi idea es ahorrar, juntar mucho dinero para luego dedicarme a viajar, tener una vejez de puta madre, tranquila y rodeada de gatos. -comenta largándose a reír-.

-¿Y de amores, cómo andas?- porque nunca te faltó esa parte -, le pregunto

  • Bueno, nunca falta, así como dicen ustedes, de vez en cuando tiro una canita al aire, pero por el momento nada estable y definitivo.

Me largo a reír y le digo – Quien te ha visto y quién te ve -termino por decir sarcásticamente-.

-Te siguen gustando esas pequeñas pero intensas fiestas que hacías en tu piso de Madrid- le pregunto

-Tengo poco tiempo para fiestas, pero si, a veces las extraño-me responde sonriendo-.

La miro y me pongo a meditar en silencio unos minutos y le digo finalmente;

-Muriel- le digo mirándola a los ojos- ahora que te veo y lo pienso, necesito que me hagas un favor, un gran favor.

-No me voy a acostar contigo, si estás pensando en eso -me dice muerta de la risa- no lo hice cuando las hormonas se me salían por las orejas, ahora menos que estoy más tranquila -terminó por decir-.

-No es precisamente eso lo que quiero, pero si algo parecido- le digo, dejando en suspenso las palabras.

Abre los ojos y me mira en forma interrogante y me pregunta– ¿Qué favor quieres que te haga, Andrés?

-Tengo una pareja sumisa- le digo directamente y sin titubear

Abre aún más sus ojos, me mira y se larga a reír -¿una sumisa?, repite mi afirmación recargando las palabras.

-¿Supongo que tú cumples el rol dominante en este juego, porque de sumiso no te veo?– largándose a reír y continua- ¿desde cuándo te interesa el BDSM? Porque eras bastante normalito según recuerdo, de verdad estoy sorprendida- me dice

-Lo conocí cuando viví algunos meses en Barcelona, algunas parejas que conocía me invitaron asistir a algunos club donde practicaban rituales BDSM, empecé a disfrutar de esos espectáculos y hacerme asiduo de ellos, conocí a una chica que me inició en esto y me enseño el arte de la dominación, ella era sumisa y me entregó todos los secretos de cómo me tenía que comportar, la disciplina, los ritos, las reglas y las normas para ser un buen Amo. Me gustó esa forma de entregar y recibir placer así que me convertí en uno, no fue fácil encontrar a alguien con quien compartir esta disciplina, la mayoría de las chicas cuando le decía directamente lo que quería de ellas, salían arrancando, hasta que conocí a Fabiola, quien no solo me escuchó atentamente sino que me desafió abiertamente con el asunto. Muriel, me escuchaba atenta con la boca abierta.

-Es una chica fantástica, profesional, guapa, exquisita y culta, tiene todo lo que me gusta y más aún ese deseo incansable por aprender, explorar y descubrir.- y continué.

-Empezamos de a poco a practicar estos rituales y ella fue asumiendo paulatinamente su rol de sumisa y fuera de la parte sexual que es maravillosa, llegamos a tener una profunda relación personal; tenemos tanta confianza en nosotros que ahora no tenemos ni techo ni fondo. Lo queremos todo, lo que se nos ocurra lo hacemos sin problemas, experimentamos las muchas formas que existen de dar y entregar placer, sea cual sea esta, nuestra vida es una continua aventura.

-uhmmm, eso suena fantástico y entretenido- me dice Muriel – ¿y qué favor quieres que te haga Andrés?- me vuelve a preguntar.

La miro detenidamente por unos segundos y le digo:

-Quiero que tengas sexo con Fabiola estando yo presente. Quiero que cumplas su fantasía y la mía, quiero ver como se revuelca en la cama con otra mujer; es guapa Muriel –le digo– irresistiblemente sensual y atractiva, conozco tus gustos y sé que te gustará e incluso los sobrepasará.-termino por decir-.

-¿Es heterosexual o bi?- me pregunta

-Hetero- le contesto

  • ¿Y si no quiere?-  me pregunta

-Querrá. Yo soy su Amo, además siempre ha sido su fantasía oculta y escondida y se la quiero regalar, quiero que la cumpla, terminé por decir.

Se queda mirándome fijamente meditando mi proposición por unos segundos y me dice;

-Estás loco Andrés, verdaderamente loco y por eso siempre me ha gustado tenerte cerca, porque eres demasiado inteligente y perspicaz-.

-Dime donde y cuando, ahí estaré y os haré felices a ambos- finalizó diciendo Muriel.

CONTINUARÁ