Sin respiración
Relato erótico... bueno más bien, sensual y sutil. Se recomienda leerlo con mucho detenimiento, lleno de detalles escondidos, tened tiempo.
EPÍLOGO.
Dicen que no existe el destino, que no existe la casualidad, si se dan las cosas es porque sí. Para aquellos que tienen unas gafas para el corazón que le dan un tinte especial a lo que ven, supongo que sí. Ellos te dirán que todo tiene más sentido de lo que parece, que cualquier gesto es intencionado y que la casualidad, cuando aparece, es como un regalo que merecemos.
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Tum, Tum,..... Tum, Tum,..... Tum, Tum,... ..... ...... ¿lo hago?..., ¿no lo hago?...,... ¿tengo alguna razón para hacerlo?... ¿qué puede pasar....? nadie te conoce, bueno... si no das señas,... no puede pasar nada, eres uno más, en internet viven personalidades ideadas, no sería extraño encontrarse a Alicia, o al mismísimo creador del porno... es un mundo que vive paralelo a la realidad, aunque haya gente que tenga la ventaja de poder vivir en ambos. Seguro que no pasa nada....
Ese día se abrió una puerta a lo desconocido, donde Carlos trataría de hacerse hueco, cuando el cable hizo "click" en la conexión sabía que no se iba a echar atrás. Ese mundo era muy diferente del que él controlaba, eran situaciones distintas, pues crudamente sólo había una pantalla delante de él y unas frases que le contestaban.
¿El chat?... ¿y esto es el chat?... hay miles de líneas que suben, nadie lleva una conversación... y lo que se dicen son chorradas... lo que más se repite es ese jajajaja, yeeee ese no se quien!!!.... y por más que salude... aquí no pasa nada. Carlos espabila que nunca te han comido... y no saben lo que se pierden.
El tiempo pasó para nuestro amigo, sus inicios fueron defraudantes hasta el segundo día en el que encontró a una chica con quien hablar, que le hizo caso, luego otra que era de otro punto remoto... tan sólo el temor de que fuera del mismo pueblo y cupiera la posibilidad de conocerla. Él estaba a gusto con su mundo, no tenía esa necesidad que tenían otros de estar allí, aunque en parte si... un pájaro precioso, acostumbrado a volar... nunca se acostumbra a vivir en una jaula de oro, pero aunque le dejaran la puerta abierta, sabe que tiene que estar allí, que ese es su sitio y no va a encontrar otro mejor. Entonces... ¿cómo volar sin pecar, sin hacer daño... sin que te vean?.
Una vez tuvo controlado el chat, donde había conseguido todo lo que quería... tenía que tener algo más... su imaginación no paraba de volar, y se encontraba con ganas de devorar... su instinto sexual era fuerte... pero en la vida real... le faltaba comida... el alpiste no acababa de alimentar y necesitaba más... pero sin salir de la jaula. Esa obsesión, por ir más allá atrapó a Carlos hasta el punto en el que tuvo que desaparecer, cerrar la ventana y esconderse dentro de sus rejas, sin saber qué pasaba con esas chicas que tanto le querían, que le recordaban por las noches... Carlos había empezado bien....
Años más tarde... Carlos volvía a resurgir en el nuevo mundo, pero ahora tenía más experiencia en la vida, Carlos era mucho más detallista, analizaba cada sutileza y le gustaba vivir, acariciar los momentos, aprovechar hasta el último rincón y pensar...
Sabía cómo manejarse dentro del nuevo mundo y estaba dispuesto a volver... pero esta vez sólo para conocer gente, para hablar, no como antes... nada de sexo...
Por el mismo tiempo, Verónica también andaba por los mundos colgantes, sin un rumbo fijo, tan sólo guiada por su ser interno, el latido de su corazón, la fragilidad de los poros de su piel... a veces guerrera, a veces ronroneadora, con su máscara era la reina. Ella era una mujer muy segura de sí misma, pero de cristal, muy bella pero débil, y viviendo una guerra interna contra el mundo que le rodea. Una isla, un momento de silencio, un desahogo. Con los pies sumergidos entre páginas y el resplandor de la pantalla, Verónica lanzaba el sedal de su nick para encontrar lo que buscaba cuando cerraba los ojos por la noche, cuando Verónica podía volar y recorrer el mundo entero.
¿Casualidades de la vida?, ¿destino?... el caso es que un contacto, unas letras... un privado y nuestros amigos trataron de conocerse. El comienzo de cualquier conversación puede decirlo todo, puede cambiar el destino, la casualidad, pero... todo fue por el buen camino... Verónica estaba relajada, controlaba la situación y se dejaba hacer... un privado se cierra en un click, pero... ¿por?, este chico no es como los demás, también ha entrado comprobando el terreno, cuidadoso y educado... démosle un poco de cancha...
Carlos trató de averiguar cómo era la persona que le contestaba y que le daba respuestas inVerónicantes, podía tener una conversación con ella sin darse cuenta del reloj o del general del chat, sabía que dar toda la información al principio era perder interés por el camino... y que la mujer que tenía delante era toda una mujer... había que andar con mucho cuidado, las libélulas pueden posarse en nuestras manos, aunque una pequeña brisa las puede alejar de nosotros para siempre.
Una carta moderna, una contestación por la misma vía... y me gusta conocerte... hablar sinceramente, desde el interior, como si cerraras los ojos, pero ahora no estás solo/a, sino hay alguien que te acompaña, que ve los mismos árboles que tú... no puede ser verdad... aunque quiero seguir... me da confianza para seguir.
Verónica no se había puesto la máscara, cuando hablaba con Carlos siempre tenía el mismo sentimiento, sus poros estaban igual... y esa calma le llegaba al corazón... un paso y Carlos le reconocía... le veía por dentro... ese interés... nadie te llega a ver aunque dejes la puerta abierta si no miran, y si abría un poco más la luz era tan nítida que cada vez se veían mejor los detalles. ¿Para qué poner cortinas?, ¿no es inVerónicante ese interés?, y un chico jóven... ¿qué interés puede tener?, ¿sexo?, un escalofrío recorrió a Verónica por su cuerpo... esa idea le había refrescado la sonrisa... ser volcán de sentimientos de ese chico... no puede ser. Aunque una mirada lasciva en esos momentos no le vendría mal... el ánimo hay que levantarlo Verónica . Pero Carlos no se fijaba en eso... si no le he dado nada... sin embargohay algo que me dice que tengo que seguir. ¿Cómo puede haber acertado en lo que ha dicho sobre mí?, ¿cómo puede creer conocer lo poquito que le he dado?... me ha visto, utilice la máscara que utilice.
Verónica había conocido más chicos, su vida le había enseñado tanto... y tan duramente... que un pequeño detalle podía significar más que una gran sorpresa... estaba empezando a conocerse a sí misma de nuevo, a replantearse su posición en la vida, lo que le rodea, a sacar el carácter que posee... , para el día a día no necesitaba un perrito, sino una nube blanca, de algodón, que la acompañara, que estuviera ahí. Sabía que era una mujer con poder, con carácter... pero le hacía falta ese apoyo. Llena de detalles, trasladaba su forma de ser a su vida, cuidadosa, detallista, sutil, sensual, ... su interior nunca puede ocultarse, la puerta a su secreto siempre queda abierta, tan sólo hay que saber mirar su pupila. Una caricia, un deseo, un foular de amor que se deslice por los hombros, un suspiro y Verónica volvería a volar.
Otra noche y Verónica descansaba de su trabajo, un relax en los pies, piel sudorosa, olor de necesidad de un baño en la piscina... un trago de agua fresquita y un abandono a la soledad más relajante, un encuentro con un paréntesis a sus pensamientos, a sus obligaciones... mmmmmm.... ......
Y ese contraste de temperatura con el agua... que fresca... que buena... si el agua resbalara por mi cuerpo, desnuda...
sola dentro de la piscina...
rodeada de infinitas diminutas gotas que se codean por tocarme, sujetando los segundos...
Sin un huequecito mío que no tenga su atención, su delicada textura,....
Un suspiro laaaargo y profundo...
Sus oídos hundidos en el agua,.... tan sólo el aire al ser respirado produce sonido.
Su corazón que agradece el sosiego........ y el silencio ....
..... Oscuridad en la mente.......
ffffffffff. Uuuuuuuuuuuuuuufffffff,.....
.................................. ..............
Una pequeña luz, un pequeño circulito de luz a lo lejos, que se acerca a los párpados caídos, .... un pequeño movimiento compulsivo inesperado en la yema de sus dedos, un escalofrío repentino, y un pensamiento que nace desde su piel hasta recaer en su cerebro... abre los ojos... y una pequeña sonrisa... ojos entreabiertos y mirada de guindilla. Ese chico...¿tendré mensaje?....
USUARIO: Verónica
CONTRASEÑA: **
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¡¡ Lo sabía !! mi niño no podía fallar.
Y otra vez más Verónica se volvía a sentir escuchada y analizada en cada palabra que le había escrito a Carlos, le volvía a conocer por dentro en unas cuantas líneas y unas cuantas palabras, él leía más allá y podía ver el segundo lenguaje que escribimos sin pensar, ese que no podemos controlar pues dice tal como somos.
Verónica se sentía tan libre y tan correspondida al leerle que se atrevería a escribir un relato erótico, ¿cambiará su actitud?, .... pero algo le tendrás que dar Verónica... un hombre siempre busca lo que busca... así que algo de morbo no vendría mal... pero sólo un poco... un relato estaría bien. Le maravilla mi forma de escribir, me ve una mujer preciosa, intenta conocerme... será verdad lo que me dice... me da confianza y es sincero, tampoco le quiero perder...
Aquellas líneas que iba a escribir eran un pequeño paso a la confianza, al desnudo,... se disponía a que Carlos la viera como mujer, tal cómo era. Habían exaltado la sensualidad, la sutileza... y ella dominaba, como toda una mujer que era, todas esas genialidades... se podía sentir bien... joven, como se debía de sentir, libre... dispuesta a ser deseada, amada y querida, correspondida como lo estaba siendo... y cierta llamarada con adjetivo peculiar erizaba su piel desde dentro para cambiarle la mirada, la sonrisa, los labios... para que todo su ser bailara a su compás, marcando cada forma que debía adoptar su pelo, sus cejas... el mechón que le cae por la oreja... todo tiene su sentido... todo... incluso estas mismas palabras que tú estás leyendo.
Como no, dicho relato recayó en la mente de Carlos como un bombón de licor, un licor dulce, de manzana... pero con cierto sabor a prohibido. Se sentía Adán envuelto por la serpiente cuando dejaba escapar a su imaginación, frenada por las riendas cuando podía leer entre líneas, conocer a Verónica en su plenitud, en otro estado diferente al que venía conociendo. Carlos tenía ese don de Rayos X para mirar a través de las letras, y eso hechizaba a Verónica.
Tan sólo le faltaba a Verónica ver a su ideado cariño, era perfecto... hay quien busca la perfección para encontrarse bien... pero la perfección guarda irrealidades, no es misteriosa, es absoluta, sin dejar lugar a la duda, lo es todo... ¿qué sentido tiene la perfección?. Verónica no quería esa perfección... le hacía sentirse sola y empezaba a dolerle, a sentirse engañada. Aún así, su comprensión le daba tiempo de espera, algún día vería los ojos de Carlos, traducidos a bits y reenviados decorando los píxels de algún color desconocido. No obstante, no era esa la única duda que rondaba por su cabeza, sino que conforme iba conociendo a Carlos, iban aumentando sus dudas, algunas más importantes que otras, algunas conocidas cuya respuesta la tenía ella, y otras aumentaban ese misterio con el que brillaba esa persona desconocida.
¿Qué respuesta habrá tenido en él mi relato?, ¿Habrá notado mi erotismo?... ¿se habrá excitado pensando en mi?, ... estoy segura de que sí... aunque... necesito confirmarlo.... ¿qué habrá pensado?... ¿me deseará alguna noche...?
Carlos se sentía aturdido, capturado por lo increíble que es la misma esencia de los sueños, esa mujer....
Se lo hizo saber a Verónica sutilmente, como no, tan solo una frase inacabada... te he encontrado en tantos sitios... palabras que recorrieron cada poro de Verónica, su imaginación despejó una duda, incrementó su palpitar.... humedeció su entrega.... ella también había encontrado a Carlos alguna noche... despertándose temblorosa y sumergida en un aroma de pasión.
Continuaron las cartas.... y se iba multiplicando el conocimiento mutuo, la confianza, la amistad... a veces confundida, oculta tras una capa roja, tras una rosa, tras un suspiro... y tan difícil de encontrar...
Verónica recibió una foto de su niño, muy guapo por cierto, lleno de vida, con la mirada bien alta. Las dudas se iban disipando... entre ellos estaba naciendo una amistad sincera, muy fuerte, tan sólo por lazos de prosa unidos, se conocían aunque nunca se acaba de conocer... pero... todavía estaba ese aire de misterio... esos personajes cibernéticos no tenían conexión real, ningún cable conectado a la realidad... la única realidad vivía en sueños.
Pero... ¿y qué pasaba con el destino, la casualidad?... jajajaja, todo a su tiempo...
Carlos recibió una llamada de un amigo suyo, compañero en la Universidad, que había buscado su futuro fuera de su tierra natal, mucho a pesar de la vida que le rodeaba. Carlos había sentido admiración por él, por su valentía para comenzar aventuras, para romper con lo que empieza a no estar anotado en la agenda. Su amigo necesitaba un ayudante para realizar una investigación.
La llamada no sólo era una oportunidad para Carlos, sino que era el pasaje a un sueño, a una prueba a su vida, a su interior, a su pensamiento,... podía empezar una nueva vida... o hacer más fuerte la que tenía. De todas formas, Carlos estaba decidido a viajar con dos destinos, pero sin conocer uno de ellos. Sabía que iba a encontrarse situaciones con difícil decisión... pues iba a ir donde vivía Verónica... y alejado de su realidad... se lo estaban poniendo difícil... o no...
Reconocía que era una ilusión el viaje, poder coger un avión, cuando nunca había salido de la Península, ir a una isla, lleno de playas, calas aparentemente vírgenes, investigar... salir de una oficina, calcular datos, estimar decisiones.... fiesta por la noche... vivir en un apartamento,... habían tantas cosas... !!!
Sí, también pensó en Verónica... no sabía si avisarle de su viaje a donde ella estaba, si darle una sorpresa... si llamarle por teléfono cuando estuviera allí, ... tenía tiempo, tenía su teléfono, estaría cerca... con tranquilidad... tiempo al tiempo...
Así que hizo la maleta, se subió a un taxi y fue directo a la zona de embarque, facturar y buscar su puerta. Iba con mucho tiempo de antelación, no le gustaba esperar ni ser impuntual, así que decidió ser de los primeros en facturar. Después entró en la cafetería a tomarse un café con leche y un par de tostadas, con mantequilla. Empezó por contemplar el vapor que salía de su taza y darle forma a la extravagancia del humo... recordó que iba a encontrar sus nubes de algodón muy pronto, a atravesarlas sin compasión, pero serían tan gigantescas que nos dejarían paso. Esa ilusión... y en el reflejo del café... una sonrisa... una mirada femenina... un recuerdo.
Embarcó nuestro amigo fijándose en todos los detalles, le dio los buenos días a la azafata de la entrada del avión y buscaba su asiento por el pasillo, según le habían indicado. Llevaba una bolsa de mano, la cual metió dentro del compartimiento grandísimo que tenía para su fila, mucho mayor del que estaba acostumbrado en los autobuses, y esperó a sus vecinos. Le había tocado la altura del ala del avión y en el pasillo, con lo que sólo podría ver las nubes que tanto ha imaginado... una pena... estuvo a punto de pedir un cambio de sitio... pero... qué más da... tendría un viaje de vuelta... entonces pediría ventanilla. De todas formas, así tendría una mejor vista de la azafata... que siempre son muy guapas (por lo que había visto en las películas). Tenía interés también por ver los diminutos servicios del avión y su sistema de evacuación... no estaría de más hacer un buen uso de ellos...
Tuvo que hacerle paso a un señor mayor que rondaría su recién estrenada jubilación para que pasara hacia la ventana, llevaba un sombrero amarillo, parecido a los de paja, una camisa blanca y pantalones azules. Se le veía pulcro, tenía un cuidadoso bigote y unas patillas perfectas, el cuello de la camisa impecable y los zapatos bien limpios. Se notaba que era un señor. Carlos fijó su mirada asombrada hacia la entrada y vio cómo una mujer con un vestido de algodón, con colores anaranjados, enganchaba la falda... una pequeña molestia que apaciguó la azafata sin perder la sonrisa... la señora rondaría los 40 y tantos... aunque esos tantos se podrían perder pues la señora estaba radiante... sonrisa encantadora, pelo suelto, morena, ojos preciosos resaltados por la fina capa de maquillaje, ... sus andares no parecían tales... daban juego a la moqueta del avión, como si le hubieran tendido una alfombra roja para su llegada, sólo faltaban las trompetas de caña larga anunciando su visita con mucho estilo, muy sensual... moviendo sus insinuantes caderas al son de un cha-cha-chá.
Se acercó la dama a la altura de nuestro amigo, poniéndose de puntillas para dejar su bolsa de mano... momento en el que sus dos voluminosas razones mostraban que entre ellas había colocado sus gafas de sol, por comodidad, pero que a la vez servía para tapar el negro sujetador de encaje de guipur. Nuestro amigo, sin apartar la vista, se levantó saludando a la señora y preguntándole si iban a compartir el vuelo en la misma fila... tratando de levantar la mirada y sosteniéndola fija en sus ojos. Afortunadamente sí, y también iban a compartir asientos.
La mujer dejó un aroma intenso pero suave y Carlos empezó a recordar el relato que le había escrito Verónica... se había puesto nervioso y le sudaban las manos... esa mujer tan guapa y tan mujer... a su lado... y él tan callado... Deseó que la mujer tuviera sueño para que se pusiera a dormir... dándole la espalda y así contemplar de reojo lo que no había podido ver con detenimiento. La mujer cogió una revista y se puso a leer, chocando su codo con el brazo de Carlos.
Carlos cerró los ojos, y sintió cómo despegaba el avión... fue increíble el cambio brusco de velocidad... y esa sensación de inseguridad al levantarse, el sentir los cambios de nivel al atravesar las nubes... tuvo que acostumbrarse a la situación... y observar con qué calma se habían tomado sus compañeros la situación... era de esperar que ya habían volado en más de una ocasión...
Pudo hablar con su compañera de viaje tímidamente cuando observaba por la ventana la realeza de las nubes... siempre han cautivado a Carlos dichas formas abstractas, la cantidad de nubes diferentes que pueden haber... las había estudiado en la teoría... y verlas de cerca era toda una ocasión única para él. La mujer se sentía observada... así que decidió mirar a los ojos de Carlos directamente para descubrir que tenía una mirada más lejana. Carlos se lo explicó, y así hablaron de los viajes, de las nubes... de un montón de cosas. Entre conversación y conversación... la mirada de Carlos se perdía... no sólo en las nubes... y la mujer sonreía muy coqueta.
Retenido por la libertad de los sueños, Carlos acariciaba la pierna de la señora deslizando sus dedos... notando cómo respiraba... cómo cada vez los exploradores avanzaban solitarios salvando cualquier tipo de obstáculos de algodón y penetrando en lugares misteriosos, cautivadores.... con aromas y esencias magníficos, como si exploraran un terreno de la India, lleno de especias. Tantas veces aquella ocasión le había recordado a Verónica... tantas veces la había estudiado con detenimiento... en tantos sitios... que tuvo que despertar. La señora también se había quedado dormida, pero no le daba de lado, todo lo contrario... tenía las piernas cruzadas y dormía como los ángeles... las imágenes vagamente iban desapareciendo de la retina de Carlos... pero ese aroma... esa mezcla de especias... ¿cómo era posible que fueran tan reales?... y esa mujer... tan radiante.... tan espectacular... quién pudiera darle un bocadito... una manzana jugosa...
Su imaginación había volado tanto que necesitaba calmar su excitación... ¿estará prohibido hacerlo en un avión?... sabía de antemano que no... que individualmente en el servicio podrías hacer lo que te hiciera falta... ¡faltaría más!... pero esa sensación de rozar lo prohibido... de hacer lo que no se puede o lo que no se debería... era como robar algo sin importancia y no salir corriendo. Esa situación de ilegalidad... volvía a pensar en Verónica... cuántas veces le ha susurrado al oído... me da morbo Carlos... es excitante... y su silueta aparecía en la mente de Carlos como una mujer parecida a su compañera de vuelo... abrazándole con un brazo y deslizando la otra mano por su codo, subiéndola al hombro... mientras que sus labios humedecidos dejaban el susurro en la orilla de su oreja... sin poder verle los ojos sabía que tenía mirada entrecerrada y pupilas encendidas... su cuerpo despedía calor y sus pechos firmes marcaban curvas como pompas de jabón... fuente de perdición, ganas de ser acariciadas, recogidas como agua para un sediento, como llevando algo valioso que no puede caer... Carlos no aguantaba más... sabía que estaba marcando prioridad de uso del servicio pero le daba igual... andaba apresurado por mitad del pasillo... los susurros de Verónica le estaban erizando los pelos del brazo... su mano acariciaba la nuca de Verónica, una mano firme que con trazo seguro hacía que Verónica apoyara la mejilla contra su mejilla,... ... tuvo que pasar cerca del carro de la bebida que vendían en el pasillo, sonrió a la azafata y pasó por detrás... rozando la falda azulada con el mástil que divisaba tierra. Perdón... sin respuesta... tan sólo una mirada cómplice de la azafata... ¿Qué más debería salvar para llegar a los servicios?!!! Sólo le faltaba el látigo, el sombrero de piel y la cazadora marrón para continuar con su aventura. Por fin pudo entrar y pasar el seguro... sudoroso, nervioso, excitado, turbado entre la realidad y la ficción, acelerado... Carlos había conquistado su isla.
Tuvo nuestro amigo su intimidad acalorada... sólo truncada por una llamada a la puerta... ¿Está usted bien señor? ... una frase melódica, pronunciada con una voz muy dulce, sensual y joven. Carlos, pensativo, reconoció la voz... pues... mire, falta papel... ¿sería tan amable por favor? . ¿Cómo?, no es posible... lo revisamos antes de despegar... pero no se preocupe... se lo traigo enseguida. Carlos se arregló para salir del servicio... de lo contrario se encontraría con una escena irreal sin sentido. Al salir se encontró a la azafata con el papel en la mano y cara de no entender... una sonrisa de Carlos y una pequeña explicación a la broma... sus ojos no dejaron de mirarse... y la sonrisa no desaparecía de la cara.
¿Cómo volver a coincidir?... me gustaría poder invitarte a tomar un café y hablar contigo más tiempo... pero...
No te preocupes, a mi también me gustaría verte en la isla... si puedes, me hospedo en La Finca de las Salinas, en Yaiza. Lo reconocerás porque ocupa una mansión señorial del siglo XVIII, como un antiguo palacio árabe. ¿Visitarás el Parque Nacional de Timanfaya?...
Bueno, veo que crees que vengo de visita... pero sí, tengo la intención de visitar las Montañas de Fuego, creo que anda cerca de donde me dices.
Un despido sin caricia, solo una mirada escuchada y Carlos volvió a su asiento... donde le esperaba la hermosa mujer con ganas de hablar, ya estaban llegando al aeropuerto, donde serían recibidos con unos acogedores 24º C. Carlos apuntaba la dirección que le había dado la azafata en su agenda personal mientras escuchaba la voz de su acompañante. ¿Una noche vendría usted a cenar al Diablo, en las montañas de fuego?... me han recomendado su comida canaria. La mujer quedó perpleja por la pregunta... sin respuesta y pensativa... Carlos se dio cuenta de la alianza que llevaba en la mano e intuitivamente acertó la oculta respuesta en su mirada. De todas formas mi niño, gracias... eres muy agradable, seguro que disfrutas tu estancia en la isla... cogió la mano de Carlos y la apretó con ternura... el gesto de su cuerpo entero demostraba que la había hecho feliz.
Una vez el avión tomó tierra, los pasajeros se disponían a recoger su equipaje de mano, dos despidos y una mirada cómplice que señalaba que esos ojos volverían a coincidir. Carlos respiró el aire de la isla, bañado por el sol buscaba el camino a seguir para encontrarse con su amigo.
Llegaron a los apartamentos donde compartirían vivienda, blancos y con los típicos balcones, en Mozaga, donde C. Manrique había realizado una vivienda típica con patio, aljibe y clásica chimenea. El pueblo era precioso, situado a pocos kilómetros de San Bartolomé, en el centro de la isla.
Carlos disponía del día libre, para comprar, alquilar un coche... es decir, adaptarse para involucrarse de lleno en la investigación que le encomendaría su amigo. Se levantó pronto por la mañana para dirigirse a lo que había sido la capital insular hasta 1852, Teguise. Alquiló un opel corsa azulado, tres puertas, le sobraría para desplazarse por la isla. Ya con el coche visitó lugares culturales como el palacio de Spínola del S. XVIII, la gótica iglesia de Nuestra Sra. De Guadalupe y el castillo de Sta. Bárbara. Se informó que días antes se había celebrado el día de la Hispanidad, que allí celebraban con numerosas procesiones para dar gracias a Chaxiraxi, que en guanche significa "Virgen de la Luz". Después de tomar café en el Centro Comercial de Los Charcos, pasó por el local 13 para recoger información y hacer alguna ruta turística en uno de los días donde pudiera convencer a su amigo para almorzar dentro de la naturaleza, no sería muy difícil, pues es seguidor de las aves comunes del territorio: el gorrión moruno, el corredor, el alimoche o guirre... aunque el animal que más le fascinaba era un bicho parecido a una iguana que se llamaba lagarto de Haría.
Por la tarde, Carlos decidió visitar la Caleta de Famara, donde le habían recomendado un restaurante para probar el pescado de roca, muy rico, acompañado de lapas a la plancha... donde degustaría el auténtico sabor a mar, saladitas, jugosas. Antes le apetecía comprarse algo para merendar... ya se que parece que estuviera todo el día comiendo... pero resulta que sólo resalto esos momentos... no tengo ni idea de por qué.
Esperando en el horno hubo una voz que le resultaba familiar, una señora morena con ojos marrones, pelo casi largo, ondulado, con pendientes a juego a su colgante que decoraba su escote y mismo estilo que su pulsera que relucía en su mano derecha. Una mujer con clase, con estilo, que insinuaba sensualidad en cada movimiento, en su forma de hablar, en la forma de mover las manos... Parecía una señora que frecuentaba el mismo horno por las tardes, no parecía comprar pan por la mañana... llevaba anillo de alianza... caderas anchas pero un trasero fenomenal, no una mujer alta, rondaría el metro sesenta, aunque con tacones daba la impresión de ser más alta, colonia deliciosa, recién puesta... como si hubiera salido de la ducha... como si hubiera terminado de trabajar... sus labios rojos eran peculiares, tenían un pequeño detalle en la derecha que los harían únicos.. también muy sensuales... seguramente dulces... se le pasó por la cabeza un cierto aroma a manzana madura... apetitosa... aroma que compaginado con olor a madera necesitaría una botella de vino tinto de crianza, un reserva del 70 para hacer más larga una velada.
Sin dudarlo dos instantes, Carlos se acercó a la mujer para susurrarle al oído:
Señora, ¿conoce usted alguna roca donde podamos contemplar los detalles con que la gente puede vivir su vida?
Verónica se giró con desconfianza, ¿quién se atreve a...?... ¿Carlos?... ¿eres tú?... al mismo tiempo que su cara sufría una transformación desde la extrañeza más remota hasta la ilusión más extrema. Se fundieron en un gran abrazo, chispas en los ojos, alegría en la boca y nerviosismo descomunal... les faltaba tiempo, lugar... espacio... de todo... la dependienta llena de alegría termino de despacharles y les deseó que lo pasaran bien.
Los dos querían hablar, sin soltarse de las manos, sin dejar de mirarse, cuanto tiempo deseando ese momento, pensaban que no sucedería nunca, que aunque tuvieran la oportunidad no lo podrían hacer, juntar las manos, saludarse tan siquiera... como dos maniquíes compartiendo escaparate. Aún sin tenerlo previsto, Verónica tenía mil lugares donde llevar a Carlos, había pensado tanto en dónde le llevaría, qué haría... lo tenía todo tan controlado que en ese mismo momento no sabía qué decir... aunque su mirada lo resumía todo. Carlos, a su vez, expresaba sus sentimientos con otro gran abrazo muy caluroso, para cogerla de los hombros sin dejar de admirarla, también su mirada debería de hablar por sí sola,... señaló con la mano las llaves del coche... y en medio de tantos planes... le comentó la idea de ir a probar el pescado de roca... ese sueño que Verónica le había comentado y que él quería que se hiciera realidad...
No hubo tiempo para cambiarse, Verónica iba radiante, pero quería arreglarse y ponerse más guapa. Carlos no le dejó, como si la hubiera capturado, no raptado porque ella deseaba irse con él en aquel momento, sabían que todo lo que disfrutaran lo tenían que multiplicar por un número incalculable, pues cualquier segundo era oro, ellos habían aprendido a saborear cada instante, pero en peculiar... aquel momento les quedaba corto. No pararon de hablar de ellos mismos, de contar sus ilusiones, lo que habían pensado el uno del otro, de alabar a la persona que tenían en frente... de mirar cada detalle que iban encontrando...
En el restaurante... Verónica hacía de anfitriona... Carlos se dejaba llevar, sin aguantar a que se fuera el camarero para seguir hablando... para contemplar a los demás, para coger la mano de Verónica, para guiñarle un ojo, para brindar con vino, para contemplar cómo la luna iba tomando más brillo frente al mantel de estrellas, para idear miles de escenarios... para disfrutar de Verónica... hablar con ella más de media hora ya era todo un record, para no esperar una respuesta, para conocerla en persona... para disfrutar de su presencia, para despejar las dudas sobre su sensualidad, resaltar la belleza, la elegancia,... todo... También Verónica tenía la misma sensación... era una guerra de palabras bonitas, de buenas sensaciones... sin un perdedor... sin un empate.
Tras el pescado... decidieron pedir mousse de chocolate con almendras, postré típico insular. Una botella de cava para celebrar el momento, y un purito también de la tierra, aunque Carlos no fumara también lo quiso probar... esa noche deseaba probar tantas cosas... no dejaría ninguna duda en su mente, ninguna opción al arrepentimiento. Un café y una copa para acompañar la conversación, que desde un punto de partida había tocado diversos campos, a veces con sentido, a veces sin sentido, a veces con significado y otras tantas sin él, no faltaron las risas, el buen humor, las caricias visibles y por debajo de la mesa, los susurros, las miradas parlantes,... sin importarles el tiempo, siendo el límite del resto del Universo, ¿no dicen que el Universo no tiene límites?...
En aquel restaurante no tenían lugar para bailar... así que decidieron trasladarse de sitio... aunque en el trayecto, la luna fue la causa de un nuevo desvío, la guinda apreciable que acompañaba a las estrellas libertinas de graduación, mezcla de sabores intensos, diferentes, alegría desbordada,... Se encaminaron hacia la playa, donde se descalzaron para sentir el frescor de la arena, el andar de Verónica iba poniendo el ritmo que bailarían, solos, bajo la mirada del astro, primero un bolero suave, luego un vals, seguido de... sus cuerpos juntos, siguiendo esa música que sonaba en sus cabezas, cogidos por las manos y moviendo las caderas al compás... sus mejillas rozándose... sus labios humedecidos y una caricia en el pelo... sus sentidos bañados por el compás de sus cuerpos, dejados a la deriva,... mezcla de olores... el atrevimiento no se atrevía a interponerse... no había lugar para nadie ni para nada más... el tiempo dejó de existir... sólo ellos tenían color, sólo ellos tenían movimiento, sólo ellos...
Dejémoslos en su presente interminable, que formará parte de nuestro pasado recordado.
............fin............
¿sabe a poco verdad?... ¿dónde crees que seguirá la historia?.... por supuesto... de eso no cabe ninguna duda.