Sin remordimientos

Una mujer acude a una fiesta con su marido y no sabe todavía lo que le deparará la noche, realizará su fantasía más oculta...

Para Elena

Desde aquel momento supe que serías mía, justo aquel momento en que nuestras miradas se cruzaron durante 3 eternos segundos, tus ojos brillaban entre aquella multitud de gente, te vi entrar junto al que parecía tu marido y unos amigos, yo desde dentro de la casa te observé como un depredador a su presa y tú te dejaste desnudar con mi mirada. Era una fiesta privada en un chalet enorme de un empresario adinerado, yo estuve a punto de no ir ya que ni siquiera conocía al anfitrión, pero en cuanto te vi cambie de opinión, podía ser una gran noche. El reto y el morbo era doble por el hecho de estar acompañada de tu marido, pero en tu mirada reconocí esa necesidad de una experiencia límite. Estabas preciosa con ese vestido rojo ajustado a tu delicada figura, los tirantes dejaban ver unos hombros acariciados por tu pelo y tu pecho lucía espectacular en ese escaparate que era tu escote. No te perdí de vista en ningún momento, la gente se iba ubicando dentro de la casa, mientras iban y venían los camareros del catering contratado con canapés, copas y demás viandas. Yo estaba acompañado de una pareja amiga que fueron los que me invitaron, aunque prácticamente no les hacía caso, en mi cabeza sólo estabas tú, el resto ya no me importaba, en todo momento oteaba alrededor para tenerte situada, te observé tomando una copa de champán mientras charlabas y de vez en cuando mirabas de reojo buscando mi silueta, y ahí estaba yo, de pie bebiendo una copa, con una camisa blanca entallada marcando mi pecho, me miraste fijamente mientras las burbujas jugaban con tus labios creándote una sensación picante, yo humedecí mis labios con mi bebida y me desabroché el segundo botón de la camisa y tus mejillas se tornaron de rojo, bajaste la mirada ruborizada mientras se te escapaba un sonrisa nerviosa e intentabas disimular, tu marido estaba charlando y riendo con un amigo mientras acababan una copa, no se daba cuenta. A medida que pasaba el tiempo el ambiente se iba distendiendo, la música y las copas contribuían a relajar una fiesta un poco estirada, la gente empezaba a mezclarse unos con otros y yo aprovechaba eso para acercarme poco a poco a tu situación, lo suficiente para escuchar por primera vez tu deliciosa voz y tu nombre,  Elena,  que significa "aquella que brilla como una antorcha", y yo en la oscuridad me sentí atraído por la luz y el calor de tu antorcha. Ahora hasta podía oler el aroma de tu piel adornado con un ligero perfume. Te diste cuenta de mi cercanía y te moviste un poco nerviosa, la música elevo su volumen y se apagaron varias luces dejando una ligera penumbra, lo que animo a la gente a bailar a nuestro alrededor, ahora la gente se rozaba por los movimientos, cosa que aproveché para contactar mi brazo derecho con tu espalda, enseguida noté que te tensabas, pero no rehusaste el contacto, al contrario permaneciste quieta buscando el mismo con disimulo, tu marido reía por lo que le contaba un amigo, se le veía entonado y distraído por el efecto del alcohol, la penumbra ejercía de cómplice de mi acercamiento, di un pequeño paso lateral y mi pie quedo entre los tuyos y mi rodilla contacto con la parte trasera de tu pierna, la falda quedaba por encima de tus rodillas y mientras daba un trago a mi bebida acaricié tu espalda con mis dedos, y tú diste un paso hacia delante sobresaltada y asustada por el atrevimiento, tu marido se dio cuenta y te preguntó: - ¿qué te pasa? - naa..nada he tropezado. - Venga cariño que la fiesta está divertida, pásalo bien. dicho y hecho, volviste a dar un paso atrás convencida de que no se enteraba de lo que pasaba, y yo me afiancé en mi posición, ahora con la parte externa de mi mano acaricie tu culo, notando por la consistencia que debías llevar tanga, no podía ser de otra manera, se dibujaba una curva perfecta y por el movimiento del baile temblaba con naturalidad, yo a estas alturas ya estaba muy excitado por el morbo de la situación y el contacto , tu ya no oponías resistencia alguna, es más te moviste para tapar mi acción y ahora mi mano quedaba en la separación de tus nalgas, aprovechamos el movimiento del baile para disimular nuestras caricias, mis dedos nadaban entre tu carne, subían a tu cintura y volvían a bajar, en uno de los movimientos mi bulto contactó con tu glúteo y pudiste notar el tamaño del mismo, volviste a tantear hacia atrás con tu culo para verificar que era real su tamaño, yo miré a mi alrededor pero nadie se daba cuenta de nada, ni siquiera tu marido, entre la oscuridad, la aglomeración y el movimiento, no se veía nada por debajo de la espalda, la impunidad era total, la fiesta se desmadraba, se veían subir a parejas por la gran escalera hacia las habitaciones y los baños de la parte de arriba. Me separé de ti ligeramente para ver tu reacción, esperaste unos segundos y reculaste hacia atrás buscando el acomodo de mi pene en tu culo y quedo encajado justo en medio, notabas como palpitaba entre tus nalgas, le tensión y el riesgo se mezclaban con la excitación, lo que hacía más morbosa y caliente la situación. Decidí coger tu mano derecha, noté un poco de resistencia por tu parte, no querías resultar demasiado fácil, eso me gustaba, te la llevé hacia atrás y puse tu palma encima de mi pene, primero rígida, no alcanzabas a calcular su tamaño, abriste los dedos y sopesaste su grosor, apretaste y la notaste palpitar, ahora ya subías y bajabas por el tronco desde la cabeza hasta los testículos, no dabas crédito a su tamaño y te mordías el labio inferior inconscientemente como muestra de deseo, ahora ya actuabas sola, puse mi mano en tu cadera y fui bajándola lentamente por el lateral de la pierna hasta alcanzar el borde de la falda, empecé a acariciar el lateral del muslo, pasé a la parte posterior y me interne en la zona interior, un escalofrío recorrió tu cuerpo, mis dedos se paseaban entre un muslo y otro, variando el movimiento y velocidad, y notaba tus reacciones por las presiones involuntarias que ejercías en mi pene, tus piernas lucían doradas por el sol y no llevabas medias lo que facilitaba el contacto y la sensación de cercanía, de repente una nube de humo blanco lanzada desde una máquina de hielo seco inundo la sala, y nos sumió en una niebla que no dejaba ver lo que tenías delante, y aproveché para pegarme a ti, subí mi mano por tu entrepierna y pasé mi dedo índice por encima del tanga a lo largo de tu sexo ya empapado de deseo, te aparté un poco el pelo,  acerqué mi boca a tu cuello y con la punta de mi lengua subí desde la base del mismo hasta tu oreja y te susurré: - voy a hacer que te sientas mujer por primera vez, te espero arriba - ...la niebla comenzó a disiparse, me separé llevándome conmigo el olor de tu piel y me abrí paso entre la gente en dirección a la escalera, comencé a subir y me giré de nuevo para verte, tu cara estaba descompuesta, mezcla de placer y tensión, nuestras miradas se volvieron a cruzar nuevamente y un pacto invisible quedo firmado por ellas. La duda se cernía sobre ti, ¿qué hacer?, ¿qué me estaba pasando?, ¿estaba loca?, pues sí, realmente era una locura, pero era la primera vez que te habías sentido tan deseada y vulnerable, tenías la oportunidad de hacer realidad tus fantasías más ocultas, esas que una mujer educada, responsable y ejemplar no se podía permitir el lujo de manifestar, pero no había marcha atrás, era ahora o nunca. Te dirigiste a tu marido: - cariño, me voy al baño, no me encuentro bien... - Vale, ¿quieres que te acompañe? - no, no, quédate aquí bailando, voy a despejarme un poco... Tu marido estaba en buena compañía y no se enteraba de nada. Te dirigiste hacia la escalera y comenzaste a subir, con cada escalón se agolpaban todo tipo de pensamientos en tu cabeza, pero calor que notabas en tu mano te transportaba directamente a mi pene, llegaste a la planta de arriba y un pasillo largo recorría la misma con diferentes puertas, la primera estaba cerrada y alcanzaste a oír lo que parecían gemidos de una pareja, seguiste caminando sin saber a dónde y al pasar al lado de una puerta entreabierta, salió mi mano de entre la penumbra, te agarré de la mano y te atraje al interior, nos miramos a los ojos y sin decir nada nos fundimos en un abrazo, nos besamos apasionadamente, nuestras lenguas pugnaban en una lucha, te llevé contra la pared y te levanté abriendo tus piernas, me rodeaste con ellas, tu vestido se levantó, y cargué mi cuerpo contra el tuyo, ahora sentías toda la presión de mi pene en tu sexo sólo separado por la tela del pantalón y el tanga, el contacto era directo sobre tu clítoris, resoplaste de placer y alivio, ya no aguantabas más, lo deseabas más que a nada en el mundo, yo alcancé a echar el cierre de la puerta, ahora estabas a mi merced, mientras te tenía en vilo, cogí tus manos y las abrí pegándolas contra la pared sujetándolas por las muñecas, esa mezcla de dominación, pasión y ternura te sublevaba y ya sólo te dejabas llevar por mí, tu pelvis se movía circularmente buscando ahora el masaje de mi pene, tus piernas perdían fuerza y te sostenías casi cabalgando sobre mi mástil, bajé tus piernas y ahora mi lengua empezó a buscar el rastro de tu sexo, comencé por el cuello, dando ligeros mordiscos  y succiones en el, seguí por tus hombros liberando sus tirantes, mientras mis manos bajaban por tus muñecas hacia tus brazos, tu seguías petrificada de placer con tus manos alzadas, mi lengua descendió a tu pecho liberándolo de su prisión, mis manos bajaron tu vestido hasta la cintura y mi lengua seguía su viaje por los aledaños de tus pechos, ahora se acercaba a la aureola y tu pezón fue rodeado en círculos por mi lengua, ahora un mordisco leve, ahora chupando, lleve mi mano a tu boca metiendo dos dedos en ella que chupaste con fruición, y una vez lubricados trabajé tu otro pecho, continué bajando, llegando al ombligo, respirabas con dificultad,  me dispuse a bajar el vestido por tus pies, el olor a tu sexo me tenía embriagado, así agachado coloqué tu pierna izquierda sobre mi hombro, mis manos sujetaban tu hermoso culo y comencé a mordisquear la cara interna de tu muslo desde la rodilla hacia tu sexo todavía cubierto por el tanga, mi nariz entró en contacto directo con tu clítoris ya hinchado y tu olor me transporto al edén, bajaste tus manos para sujetar mi cabeza mientras mi lengua bordeaba la goma del tanga y tus manos empujaban mi cabeza rogando que atacara ya, me levanté y volví a besarte nuevamente, con nervios desabrochaste mi camisa y me la quitaste, tus manos acariciaron mi pecho bajaron al cinturón, los soltaste y los pantalones cayeron, ahora mi pene casi rompía los bóxer, te cogí en brazos te deposité en la cama de matrimonio, te quedaste sentada con mi erección a escasos centímetros de tu cara como hipnotizada, agarraste la goma y los bajaste hasta la rodilla, mi pene golpeó contra tu cara, era mejor que lo que habías imaginado, te miraba fijamente, cerraste los ojos y abriste tu boca para probar la gota que asomaba por su cabeza y te relamiste, te cogí por los hombros y te tumbé, no pensarías que dejaría sin acabar el trabajo que comencé antes, me arrodillé y me dispuse a bajar el tanga, ahora veía perfectamente tus labios abiertos, rezumando un manjar de dioses, me acerqué al altar y me dispuse a beber del cáliz de la eterna juventud, mi boca comenzó a recorrer tu vagina, por fuera, la lengua por dentro, arriba, chupando el clítoris, titilándolo, haciendo círculos, soplándolo, introduje mi dedo índice en busca de ese fabuloso botón de placer llamado punto g, mientras seguía bebiendo tus jugos, encontré el punto ya hinchado y comencé a trabajarlo haciendo el movimiento de " ven a mi" de dentro hacia fuera, te acerqué más al borde de la cama, puse tu pierna en mi hombro, y mi lengua bajó a ese camino entre la vagina y el ano en dirección al mismo, tu te estremecías, temblabas, hacías sonidos guturales, ininteligibles, mientras mi lengua alcanzaba su objetivo, esa puerta trasera llena de terminaciones nerviosas, tu ano se contrajo por la sorpresa pero pronto se encontró cómodo con mi lengua en el, mientras mi dedo seguía haciendo su trabajo en tu punto G, cambié mi lengua por un dedo y gracias a tu lubricación que bajaba hasta el, lo perforé lentamente, mientras con tu pie tocabas mi pene intentando balancearlo con el y  a mi esto me ponía tremendamente cachondo, volví a subir mi lengua hasta tu clítoris y cuando mi lengua entró en contacto con el comenzaste a correrte estrepitosamente, tus piernas temblaban y se cerraban en torno a mí, sujetaste mi cabeza presionándome contra tu coño para buscar mayor contacto y tus flujos llenaron mi cara emborrachándome de lujuria...

-  ohhh siiiii, ohh ahhh di ossss, qu quueee plaaceeeeeer, me corrrroooooo... -

te quedaste casi sin respiración y entonces yo me levanté, me apoyé en la cama y te acerqué mi pene ala boca, tu lo agarraste ansiosa, intentabas abarcarla, pasabas la lengua por el tallo, metías la cabeza y desaparecía parte de ella, pero no te cabía entera,  ufffff como la chupabas, no podía dejar que siguieras o llegaría antes de tiempo y eso estaba reservado para tu altar, abrí tus piernas, sujeté mi pene y pasé la punta por tus labios, haciéndote sufrir un poco, tu te retorcías y me pedías que lo hiciera ya...

  • métela ya por favor, lléname -

  • vale pero quiero que me lo pidas bien -

y tú una mujer educada y respetada pronunciaste unas palabras que seguramente antes nunca pronunciaste, pero que ahora necesitabas decir...

  • fóllame ahora, hazme tuya , rómpeme -

y con las palabras mágicas comencé a penetrarte lentamente, para que la notaras en toda su dimensión, fui llenándote hasta el último rincón, hasta el final, mis testículos tocaban con tu culo, me abrazaste fuertemente, nos besamos con pasión y comenzamos a movernos frenéticamente, me rodeaste con tus piernas, ahora introduje dos dedos en tu ano ya dilatado,  te paré para cambiar de posición, me tumbé y tu te subiste a horcajadas, cogiste mi pene y te fuiste sentando en el, tu cara era un poema, ahora tu llevabas la batuta, movías tu cadera circularmente, buscabas contacto con tu clítoris y mi mano te ayudo en ello. lo froté circularmente mientras tu subías y bajadas, la cama botaba y de nuevo te corriste como loca con mi henchido pene dentro, te derrumbaste encima de mí mientras convulsionabas, tus jugos caían por mi pene empapándome, nos abrazamos unos segundos, mientras te dije:

  • ahora quiero tu culo para mi -

  • es todo tuyo -

la saqué con delicadeza, te puse de lado con una pierna encima de mi tantee con dos dedos tu ano ya acostumbrado, apunté con mi glande y lo acomodé en la entrada, notaba sus contracciones, empecé a empujar y fue cediendo lentamente hasta entrar la cabeza, unos pocos centímetros más, un poco más, te besé, pasaron unos minutos sin moverme para que te acostumbraras y  esperé a que fueras tu la que comenzara a moverse, y así fue, yo te acompañé lentamente y poco a poco más rápido, ahora al unísono, comencé a acariciarte el clítoris y el éxtasis era total, yo ya estaba al límite...

  • ohhh me voy a coorreeeerr -

y estallé dentro de ti mientras tu llegabas a tu tercer orgasmo, llene tu culo con mi semen y notaba tus contracciones exprimiéndome el pene hasta la última gota, habíamos llegado al paraíso. Quedamos abrazados, hasta que nos dimos cuenta que tu marido estaba abajo en la fiesta, rápidamente nos vestimos y antes de salir de la habitación nos abrazamos y nos besamos apasionadamente sabiendo que no habría más veces, pero que fue algo maravilloso.

Tú saliste sola y regresaste abajo, según bajabas la escaleras la mezcla de nuestros flujos resbalaban por tus piernas haciéndote temblar todavía por lo vivido, nadie reparó en tu falta. Yo recogí el tanga que te olvidaste y me lo quede con el recuerdo de tu perfume.

Nunca olvidaré el brillo de tus ojos llenos de pasión.

Dedicado a Elena por lo que pudo ser y no fue.