Sin que me den por el culo no puedo vivir
Mujer descubre el sexo anal como laxante
Soy la típica mujer que he ido mejorando con el paso del tiempo. A los 15 era un patito feo, a los veinte empecé a ganar curvas y a los treinta empoce a cuidarme y convertirme en la mujer que soy hoy.
A punto de acabar la carrera conocí a Iñigo. Yo, como digo, no era nada del otro mundo, pero ya tenia unas buenas tetas y tenía buen tipo. Iñigo no era lo que se podría decir una hombre de bandera, pero fue el que me hizo caso y empecé a salir con él.
Acabamos en la cama un año después de nuestro primer beso. Yo era virgen y nunca había visto un hombre desnudo.
Aquella primera vez fue una mierda. Me dolió una barbaridad y no disfruté nada. Las siguientes veces no fueron mejores y ya estando casada durante un par de años seguía sin encontrarle la gracia a eso del sexo. Bien que me agradable que me tocase las tetas, bien que me excitaba sus escasísimas comidas de coño, pero tener aquella polla, tirando a pequeña, en mi interior no provocaba en mi nada más que desesperación.
Aprendí a gemir y fingir que disfrutaba con una loca solo pensando en que llegase el momento de su eyaculación para poder alabar su potencia y ponerme a dormir.
Siempre me costó mucho ir al baño, como mucho pasaba por el tigre una vez cada tres semanas. Constantemente andaba con la barriga hinchada por culpa del constante tapón en mis intestinos. No fue hasta que tuve 24 años cuando descubrí que la gente iba normalmente al baño una vez al día . Siempre pensé que lo normal era lo mío, cagar cada tres semanas y encima cagar con dolor, no tenía ni idea que lo mío era estreñimiento. Me sorprendía mucho ver como Iñigo iba al baño todos los días y nunca se quejaba de dolores de barriga.
En una de estas revistas de mujeres leí un articulo sobre lo bueno que era el sexo anal para combatir el estreñimiento. Ser dada por el culo era algo que en mi vida me había ni planteado. Le di vueltas durante unas semanas hasta que un día tomando un café con una amiga salió el tema.
- pues si Marga, aparte de placentero, es acabar el coito anal y pasar por el baño. Todo ventajas.
Aquella conversación acabó de convencerme.
Leí mucho sobre el tema y armándome de valor decidí que tenía que probar.
- Iñiguete. Ando muy salida mi amor.
- Pero Marga si lo hicimos el sábado - me contestó el picha floja de mi marido
- Ya pero me apetece probar algo nuevo
- ¿Alguna postura? – me dijo mientras empezaba a tocarme la espalda y a besarme sensualmente.
- Bueno, la verdad es que quiero probar algo nuevo de verdad.
- ¿qué puedo haber que nunca hayamos hecho?
- Quiero probar el sexo anal – la polla de Iñigo se puso como un tótem cuando oyó salir esas palabra de mis labios
- ¿Cómo?
- Que si, Iñigo, quiero que probemos a meterla por detrás.
- ¿Segura?
- Más que nunca.
Y quitándome el camisón empecé a abrir la camisa de su pijama y a chuparle el pecho.
Iñigo empezó a bajar sus manos hasta mis nalgas. Nos besamos durante un montón de tiempo mientras nos metíamos mano completamente desnudos.
Me pues a cuatro patas abriendo mis nalgas.
- vamos Íñigo chúpame – Iñigo me miró sorprendido – si hijo chúpame el ojete, he leído que es la manera de que se dilate y facilité la penetración.
Iñigo dudó, pero finalmente acercó su cabeza a mis nalgas y empezó a pasar su lengua por mi cerrado ojo del culo.
La verdad es que aunque al principio fue bastante extraño al poco tiempo empezó a darme un gustito bastante curioso y agradable.
Me lamió el ano durante más de 15 minutos, estoy segura que mi fingidos gemidos ayudaron a que Iñigo no bajase el ritmo.
Pasé mi mano por mis nalgas hasta llegar a la cara de mi marido y acercándolo a mi ojete comprobé que aquello estaba bastante abierto. No hizo falta decirle nada a Iñigo. Retiró su lengua de mi ano y cogiendo su polla, que estaba más dura que nunca, empezó a metérmela con torpeza.
He decir que según entró la primera micra de polla en mi inmaculado culo pensé que aquello no debía de ser una buena idea. Aguanté y permití que mi marido fuese metiendo su polla poco a poco en mis intestinos. La verdad es que le pedí que parase un par de veces pero Iñigo ya estaba fuera de si y no había quien le parase.
Cuando sus cojones tocaron mi coño su polla quedó encerrada en mi ano. Me mataba el dolor, pero lo peor había pasado.
Me cogió por las caderas y empezó a darme sin parar. Al principio aquello fue un sin vivir, me dolía a morir pero cuando ya llevábamos más de cinco minutos lo que era dolor pasó a ser un gusto hasta el momento nunca vivido. No llegue a correrme pero casi. Nunca había asentido algo parecido con una polla en mi interior.
No aguanté ni tres minutos con la polla de Iñigo en mi culo, polla que poco a poco se fue saliendo debido a su perdida de fuerza y dureza.
- ha sido maravilloso mi amor. Me ha encantado. Eres una bestia. Déjame un segundo que tengo que ir al baño.
Y como si fuese un milagro, fue sentarse en el baño y cagar como no había cagado desde niña. Cuando salí del baño solo me dolía el culo. El dolor e hinchazón de la barriga habían desaparecido.
Iñigo estaba encantado con nuestra nueva vida. Cada vez que me molestaba un poco la barriga o esta se hinchaba un poco me ponía tierna con mi marido y le dejaba profanar mi culo lo cual me llevaba al baño y a unos orgasmos nunca conocidos por mi.
Mi matrimonio era como el típico matrimonio. Convivencia y poco más, si alguna vez hubo amor, este amor se fue difuminando con el tiempo.
De profesión era consultora y de vez en cuando tenía que salir de viaje con algún proyecto. En general era proyectos de una semana, pero cuando me tocó un proyecto en Ceuta hizo que me tuviese que desplazar a la ciudad africana en principio durante dos semanas pero al final fueron seis.
El equipo de trabajo era mixto entre gente de Madrid y Barcelona. Después de dos semanas de intenso trabajo el equipo se vio reducido a un miembro de la capital y a otro de la ciudad condal.
José Luis era un chico de mi edad, 28 años. Era gerente de la consultoría como yo, y como yo era encargado del desarrollo técnico del CRM sobre el que trabajamos.
En caso de un destino normal, lo lógico era volverse a casa los fines de semana, pero Ceuta lo hacía imposible. Para llegar a Madrid había que coger un ferry, un taxi hasta la estación de tren y cinco horas de trayecto. Para irse a Barcelona José Luis tenia que coger el mismo ferry, un taxi a Malaga o Sevilla y de ahí una hora de vuelo. A ninguno nos apetecía pegarnos esa paliza de ida y vuelta.
Trabajábamos como bestias, incluso los fines de semana, pero gracias al buen tiempo y a que en realidad no había mucho que hacer en una ciudad tan pequeña pasábamos horas y horas en la piscina.
El sábado de mi cuarto fin de semana, bajé a la piscina con mi bikini, me sorprendió encontrarme a José Luis con un speedo que le marcaba una inmensa polla dejó él.
- ¿Vas a ir a nada? – le pregunté picaronamente, algo que me permitía la confianza que habíamos cogido en aquel mes
- Qué va. El servicio de habitaciones ha echado mi bañador normal a lavar y esto es lo único que tenía a mano.
- ¿Y como es que lo tienes?
- Lo traje por si tenia algún rato para nadar en una piscina, pero como sabes no he encontrado ni el tiempo ni la piscina – yo sonreí.
Ese día comimos en la piscina y nos retiramos tarde cuando empezaba a oscurecer. Por alguna razón yo tenía le cuerpo de jota y me apetecía salir, cosa no muy habitual en mi. Le pedí a José Luis que saliésemos a cenar. No le pareció mal la idea.
Reservamos en Bugao, en teoría el mejor restaurante de la ciudad. La cena fue a base de pescado y sencillamente fue magnifica. Nos tomamos un par de botellas de Barbadillo y de postre una copa.
Yo ya iba mareada y me hubiese ido gustosa a casa, pero José Luis es de los que cuando salen, salen y nos dirigimos al Parque Acuático del Mediterráneo, donde se encuentran los mejores pubs de la ciudad.
No recuerdo las copas que nos tomamos, pero si lo mucho que me reí con el catalán.
La verdad es que ambos teníamos ya mucha confianza y nos hablábamos con total confianza.
En un momento dado y no recuerdo que le dije José Luis me contestó
- venga mujer que te den por el culo – esa expresión de lo más normal, las copas que llevábamos, lo que me dolía la barriga y lo que había visto debajo de aquel bañador
- ¿y quien me va a dar?
- ¿cómo que quien te va a dar?
- Si, eso, me dices que me den por el culo y yo te pregunto a quien ves aquí que me pueda dar
- Hombre, pues te puedo presentar a aquel chico – señalando a un muchacho que en ese momento pedía una copa
- Ufff ese tiene pinta de tenerla pequeña
- ¿Y no te gustan pequeñas?
- Nooooo, a mi me gustan grandes – dije entre risas
- ¿cómo de grandes?
- Grandes
- ¿Y si no encontramos ninguna?
- Hombre, pues a ver que haces. Primero me pones la miel en los labios y luego no puedes solucionarlo.
Seguimos riendo y bebiendo. Cada minuto que pasaba nos hablábamos entre risas más al oído incluso tocando nuestros labios nuestras orejas.
Eran las seis de la mañana cuando entrabamos dando tumbos en la recepción del hotel.
- voy a dejar la puerta abierta por si quieres venir a solucionar el problema que has creado
- ¿qué problema?
- El no encontrar a nadie que me dé por el culo – sonreí y le deje en la puerta de su habitación
Abrí mi puerta y la dejé sin cerrar con llave. Dejé caer mi vestido sobre la moqueta de la habitación, solté mi sujetador y que quité el tanga. Me puse a cuatro patas en la cama con mi culo mirando hacía la puerta.
Ni un minuto después la puerta se abrió y noté unas pisadas en la moqueta. Una mano se plantó en mis nalgas, yo me estremecí. Un dedo empezó a jugar con mi ojete.
- ósea que a la buena de Marga le gusta que le den por el culo – me dijo José Luis con una voz más dominante que su acostumbrada voz comedida.
- Es lo que más me gusta – empezando a excitarme, bueno excitándome más – ya lo veras.
Por primera vez en mi vida alguien que no era Iñigo me veía desnuda. Sus dos dedos en mi ano borraban de mi mente cualquier rastro de vergüenza o arrepentimiento. Solo quería una polla en el culo y ser follada con ganas.
Tres dedos invadían mi ano antes de notar como José Luis se ponía de rodillas en la cama y tocaba con la punta de su nabo mi ojete.
- embísteme sin piedad catalán de los cojones – lejos quedaba aquella consultora comedida que esa mañana había encontrado a mi amante en una hamaca.
José Luis no se lo pensó. Me agarró fuertemente por las caderas y de un golpe de pelvis me metió aquel pedazo de carne en mi interior. Me reventó, pero me encantó. Aquello era una polla y no la birria de Iñigo.
- joder que gusto me esta partiendo en dos.
Y efectivamente me partía en dos. Me empezó a joder el culo con fuerza y sin miramientos.
Me había corrido dos veces cuando decidí que quería darme la vuelta. Saqué su polla de mi ano y me di la vuelta. José Luis no se había ni desnudado, solo tenía su polla fuera del pantalón.
- desnúdate José Luis, quiero estar en igualdad.
José Luís empezó a tocarme el coño mientras iba quitándose prensas. Tenía un cuerpo de escandalo y una polla para ponerse a aplaudir.
Estando desnudos, apuntó su polla hacía mi coño.
- por ahí no mi amor, métemela por detrás.
- ¿le reservas el coño a tu marido?
- No, simplemente me gusta más por detrás – y por detrás me la metió
José Luis sobaba mis preciosas tetas mientras su gran polla entraba y salía de mi dilatado ano. Se notaba que mi compañero de trabajo disfrutaba metiendo y sacando su polla. Me llegaba hasta el fondo y me mataba de placer. No sé las veces que me había corrido cuando José Luis tensó todos los músculos de su cuerpo y se corrió en mi interior hasta el fondo de mis intestinos. Nos besamos por primera vez desde que nos conocimos .
- mi amor, me has inundado, déjame un segundo que tengo que ir al baño- y a pesar de sus protestas salí corriendo hacía le baño apretando las nalgas.
Cagué como nunca había cagado, fueron tres minutos de autentico placer que me dejaron como nueva. Cuando salí José Luis me esperaba desnudo y con ganas de mar. Le tuve que comer la polla para calmarlo y que me dejase dormir.
José Luis me dio por el culo cada noche hasta que volvimos a la península. La verdad es que lo pasé fenomenal con él. Mi compañero resultó ser un tipo interesante, divertido, con ganas siempre de fiesta y de darme por el culo sin parar. Por primera vez en mi vida cague durante 15 días seguidos. Me encontraba ligera como en mi vida.
La vuelta a Madrid fue de lo más frustrante. Iñigo estaba salido después de 6 semanas de abstinencia. Dicen que después de probar el faisán todo te sabe a pollo, y en este caso el dicho se cumplió. Iñigo me dio por el culo como sabía que a mi me gustaba, pero notar aquella birra de calibre en mi ano no era otra cosa que frustrante recordando el pollón de José Luis abriéndose paso en mi ojete.
Lo único bueno de la bienvenida, fue mi paso posterior por el baño, pero poco más. Echaba terriblemente de menos una buena polla en mi ano.
La verdad es que aquello de tener orgasmos me estaba volviendo muy coqueta. Empecé a vestir mejor e incluso me apunte a un gimnasio de moda. El sitio estaba fenomenal salvo en que la sauna era mixta.
Me quedé de piedra la primera vez que entré envuelta en una toalla y vi que todo el mundo estaba en pelotas como si tal cosa. Cinco minutos después de mi entrada me tuve que quitar yo también pues me miraban con cara rara.
La verdad es que aquello era una exhibición de pollas. Desde luego la de Iñigo quedaba definitivamente calificada como pequeña, desde luego ninguno la tenía como José Luis, pero tampoco como la de Iñigo.
No fue hasta la segunda semana en la sauna cuando vi lo que buscaba. Un rubio de más o menos mi edad mostraba sentado en uno de los bancos una polla de considerable tamaño. Me quedé boquiabierta.
Desde ese día mi solo buscaba coincidir con el rubio en la sauna. Poco a poco empezamos a hablar y en un par de meses cada vez que nos cruzábamos parábamos a hablar.
Iñigo seguía sodomizando, pero yo solo forzaba la situación cuando necesitaba ir al baño. Me corría, si pero sobre todo era porque me imaginaba al rubio dándome con fuerza en vez de mi marido. Es alucinante lo que es el poder de la mente.
Fue en Navidad en la fiesta del gimnasio cuando vi que en una esquina de la barra al rubio hablaba con una chica a la que no había visto antes. La verdad es que parecía que había bastante complicidad.
Yo me tomé unas copas y hablé con unos y otros. Eran sobre las cuatro de la mañana cuando vi que la acompañante del rubio se iba al baño. Dejé la conversación en la que estaba y me acerqué a él.
- ¿qué tal? – me dijo.
- Muy bien. Veo que estas acompañado… Te lo voy a decir claro. Si le das boleto a esa tia. Te ofrezco que te vengas conmigo a un hotel y me des por el culo toda la noche.
- ¿perdona?
- Que si te deshaces de ella te propongo venirte a un hotel y follarme el culo, sexo sin compromisos.
- Es mi novia.
- Ahí viene, piénsatelo – Y guiñando un ojo me alejé.
Me sentí muy decepcionado cuando les vi salir de la discoteca, estaba casi segura que mi propuesta era irrechazable. Me tomaría un par de copas más y me iría a casa a ver si Iñigo me puede despejar los intestinos – pensé.
Pero me llevé un sorpresón cuando 15 minutos después volví a ver entrar al rubio por la puerta y dirigirse hacía mi.
- la he dejado en un taxi. Vamos. - me dijo en un tono que no dejaba lugar a la discusión.
Ni me despedí de la gente con la que estaba. Creo que mi ano se dilató solo de oír su voz.
No fuimos a un hotel, Jan, que así se llamaba. Me llevó a su casa.
No dijimos mucho, me arrancó la ropa, me apoyó sobre un mueble bar y viendo lo dilatado de mi culo me la metió sin piedad.
- como me gusta cabrón, como me gusta tu polla. Estoy segura que a tu novia no se la metes así.
Jan me apretaba fuertemente las tetas. Me daba y me daba y me volvía a dar. Me tenía dominada y sumisa ante su polla. Esa follada y las folladas de Iñigo eran como el día y la noche. Aquello era un correrse sin parar. Le tuve que pedir que me llevase a una cama pues las fuerzas me flaqueaban.
Notaba como aquella barbaridad de centímetros profanaban lo más profundo de mis intestinos. Me hacía daño, pero me moría con aquel daño. Me volvía loca.
Me corrí una ultima vez antes de que Jan acabase en mi interior. Por primera vez cague en la casa de alguien. Solo había cagado en hoteles o en mi casa o la casa de mis padres, pero jamás siendo invitada.
Volví a casa relajadísima y sintiéndome mejor que nunca.
Repetí con Jan unas cuantas veces. Estaba encantada con tener un polla de ese tamaño dándome una y otra vez sin piedad. Me corría solo de pensar que un gesto del rubio en la sauna significaba que de ahí nos íbamos a su casa a ser poseída por un tótem de película.
La ultima vez que Jan me folló aprovechó mi ultimo orgasmo para arrancarme de un tirón las pinzas que tenía enganchadas a mis pezones. Jan había decidido usarme como la puta que era y cada día se le ocurría una nueva maldad que yo disfrutaba a condición de ser enculada hasta el fondo. Le encantaba matarme de dolor cuando las pizas se soltaban de mis crecidos y apretados pezones.
Jan se corrió con fuerza clavando sus dedos en mis nalgas dejando marcas obvias y que Iñigo parecía no ver. Ambos quedamos extenuados. Cuando aquel monstruo bajo su tamaño y se salió de mi ano, como de costumbre me fui a levantar para irme al baño.
- Espera Marga – me dijo Jan
- Tengo que ir al baño a limpiarme
- Espera. Esto se tiene que acabar.
- ¿Perdona?
- Estas casada y yo tengo novia, y no se tu pero yo a Penelope la quiero. Me encanta follarte pero si esto sigue van a acabar pillándonos y eso es algo que no quiero
- Pero no tienen porque pillarnos.
- Al final lo harán, y lo nuestro es solo sexo – solo sexo decía, y solo sexo era, pero yo necesitaba una polla así y él la poseía.
Cague sin hacerme a la idea que Jan no iba a volver a joderme, pensé que me iba a morir en la sauna viendo esa polla y no pudiendo echármela al culo.
Me insinué mil veces en el gym, e incluso alguna vez más logré que Jan me rompiese el culo, pero un día desapareció de gimnasio y no volví a saber de él.
Iñigo me daba por el culo a modo de laxante cada vez que no podía más con el dolor de barriga. El tontaina de mi marido nunca se percató que no era el único dueño de mi culo.
Ligue con más de un usuario de gimnasio, incluso con algún que otro compañero de trabajo. De vez en cuando aprovechando alguna reunión en Barcelona o en alguna visita de José Luis a Madrid volvía asentir aquella polla tan añorada en mis entrañas. Solo José Luis me daba lo que yo necesitaba y a José Luis le veía tan poco que era como no tenerle.
Los amante ocasionales me daban más que Iñigo, pero no era nada comparado con lo que había recibido con Jan y José Luis.
Otro articulo en una revista para chica me dio la idea de usar una aplicación móvil para conseguir amantes del calibre que a mi me gustaban.
“busco sexo ocasional. Imprescindible pollas de más de 23 centímetros demostrables” Una foto de mi ano abierto acompañaba el anuncio.
Por supuesto me escribirán cada día cientos de hombres, pero cuando les pedía una foto de su polla al lado de una regla y con el periódico del día al lado los que contestaban era más bien pocos.
A esos pocos me los follé a todos. Durante los dos siguientes años mi culo fue sodomizado por pollas de albañiles, de emigrantes, de ejecutivos, estudiantes, algún que otro policía e incluso un sacerdote. Me follaron de lo lindo en toda clase de sitios. Me hacía gracia recordar en los atascos de camino al trabajo como me había poseído en coches, pensiones en polígonos industriales, en un colegio mayor e incluso en mi propia cama.
A veces repetía polla, pero teniendo incluso lista de espera para darme por el culo variaba mucho de amantes. ¿Para que repetir si tanto semental estaba esperando para profanar mi ano?. En realidad aunque me mataban todos de gusto, lo que esperaba era encontrar a un tío que no solo me matasen a pollazos sino que fuesen más afines a mi clase social, a mis gustos, vamos tener un amante en condiciones que además de romperme el culo como a mi me gustaba pudiésemos llegar a algo.
La aplicación permitía valorar a los amantes. Yo nunca valoré a ninguno pero ellos me valoraban y comentaban sobre mi después de cada polvo. Era un leyenda de la app, pero una leyenda solo a disposición de un selecto club.
Me quedé embaraza a los treinta y cinco años. El bebe era de Iñigo que a veces reclamaba mi coño como propio y yo tenía que cumplir con mis deberes conyugales. Al principio fue un shock, pero según mi barriga iba creciendo me gustó la idea de ser madre. MI actividad anal no solo no bajo, sino que incluso se incrementó pues estaba muy salida por esa revolución hormonal que los embarazos provocan.
“Polla insaciable” llevaba esperando a cerrar una cita desde hacía dos meses. Como en su momento me envió la foto de su polla, era uno de los contactos que esperaban su turno y no habían sido bloqueados.
- si tienes libre mañana a partir de las ocho me puedes inundar el culo – le escribí, la contestación no tardo en volver.
- ¿dónde?
- NH Aravaca. Te mandaré un mensaje con la habitación.
- Allí estaré.
- Un segundo. Quiero otra foto de tu polla con un metro al lado y el periódico de hoy al lado.
- ¿Otra?
- Si, no quiero engaños, solo busco pollas grandes y si tu no la tienes no quiero perder el tiempo. Hay muchos con pollas respetables.
- No tengo un metro ahora, estoy en la oficina.
- Vale, pon un bolígrafo BIC al lado.
En 15 minutos tenía la foto en mi poder y el culo dilatado.
Salí del trabajo a las 7, conduje hasta Aravaca y aparqué mi coche en una esquina del parking.
Pagué la habitación y mande un mensaje
- habitación 430. Dejo la puerta abierta.
Me fumé un cigarro, me desnudé, mandé un mensaje – dame por el culo según entres, con cuidado estoy embarazada, mándame un mensaje cuando estés en recepción, ponte un condón, dame sin miramientos.
Cuando recibí el mensaje de mi amante, me puse a cuatro patas y esperé.
Como de costumbre mi culo apuntaba a la puerta. Cuando el invitado puso sus manos en mis nalgas ni miré. Me daba igual quien iba a ser, de hecho prefería ni saber como era, prefería solo sentir su gran polla y no verme condicionada por si es guapo o tremendamente feo.
El recién llegado no esperó ni tres minutos en sacar su polla del pantalón y aprovechar mi dilatación anal natural.
Era un buen ejemplar, una polla de muy buen tamaño que me estaba dejando sin respiración según se introducía en mi interior. Cuando esa polla llegó al fondo a mi se me salían las lagrimas de los ojos. Me estaba encantando, y a mis hormonas también. Sentía aquella polla entrar y salir y me estaba matando de gusto. Yo misma pellizcaba mis crecidos pezones e incrementaba el placer que me estaba matando. Gritaba como una posesa victima de mis corridas que no cesaban de llegar. Joder que cagada iba a echar esa tarde, joder que de orgasmos iba a tener esa tarde.
Me dolían las rodillas por lo que decidí darme la vuelta. Saqué la polla de “polla insaciable” y cogiendo la almohada que descansaba debajo mía me la puse en la cara mi me di la vuelta. Subí el culo como pude y aunque mi raja debía de estar irresistible mi amante me la volvió a meter en el culo. Joder que gusto.
Me estaba matando de placer y aunque me hubiese gustado que me sobase las tetas me conformaba con la gran sesión de sexo que estaba dando.
Cuando cogí mis tetas aun con los ojos cerrados que el placer me daba solté la almohada, esta por los movientos dejó mi cara al descubierto.
Mi amante paró en seco.
- ¿Marga? – yo abrí mis ojos y pude ver el cuerpo sudado de Felipe, el mejor amigo de mi marido.
- Agggg Felipe sigue dándome por lo que más quieras, no pares cabrón- Felipe sacó su tremenda tranca de mi ano
- Pero Marga… - dijo sin creérselo.
- Si, Felipe, vuelve a metérmela y sigue dándome que me estas matando de gusto.
- ¿Pero Marga? ¿cómo me voy a follar a la mujer de mi mejor amigo?
- Felipe dame por el culo de una vez joder
- Pero Marga… ¿qué has hecho? – y se puso de pie tapándose sus vergüenzas.
Intenté convencerle que me siguiese follando, luego le intenté convencer que no se fuese y hablamos y por ultimo que no dijese nada.
Cuando llegué a casa la llave estaba puesta por dentro e Iñigo no me abrió la puerta.
Tuve a nuestra hija sola y desde que nos vimos por ultima vez en el juzgado para firmar los papeles de divorcio nunca lo he vuelto a ver.
Mi culo sigue bien atendido, necesito ir al baño con frecuencia.