Sin poder evitarlo
Después de tantos juegos entre ambos, no pude aguantarme más y la llevé a mi habitación, donde tenía todo preparado para hacerla mía en una noche inolvidable para ambos
Al igual que todos los días, regresábamos juntos del trabajo, ella era mi vecina desde que me mudé de mi pueblo, hace ya cinco años, y también trabajamos en el mismo edificio. Ella fue la primera del edificio que me habló, así que le debía mucho. Pero como cada tarde nuestros juegos se hacían más notorios, yo siempre trataba de tocarla en su bien formado trasero o de rosarle las tetas y ella hacía lo mismo en mi pene, aunque siempre terminaba en el baño o en la cama pensando en ella y con mi mano.
Pero ese día fue diferente, tenía todo planeado desde la noche anterior, había acondicionado mi cama y solo esperaba el momento para salir del trabajo e ir a buscarla a su piso, y la espera me estaba matando, con solo pensar que al fin tendría sus tetas en mis manos, mi boca... todo su cuerpo para mí... me hacía temblar y ponerme a mil.
Al fin la tan esperada hora llegó y salí tan rápidamente como pude.
La saludé como todos los días, con dos besos en ambas mejillas, aunque un poco más cerca de los labios, nuestros juegos comenzaban apenas nos encontrábamos. La abracé por la cintura y caminamos al ascensor, allí empecé a rosarle el trasero, ella simplemente se dejaba y sonreía, no cabía la menor duda que le gustaba y se ponía más morbosa con la gente que estaba en los alrededores. Salimos directo a mi auto y luego a nuestro edificio.
Como ya tenía todo planeado, la convencí que pasara a tomar unas copas a mi departamento por ser día viernes y ninguno tenía planes, ella aceptó gustosa.
-Pero no te creas que entre copa y copa vamos a terminar teniendo sexo ¿eh? Que una cosa son nuestros jueguitos y otra diferente es terminar revolcados.
Sonreí frente a esa amenaza y la dejé entrar primero, observé su espalda, delineando con mis ojos aquel culito respingón, se me hacía agua la boca con solo imaginarlo desnudo. Aquellas largas y finas piernas... Cerré la puerta y me fui al bar a preparar dos copas de champagne preparado para la ocasión, ella se sentó en el sillón de espalda a mí.
-Por la mejor amiga que me pude encontrar cuando llegué aquí -dije y le pasé la copa.
-Porque nuestra amistad dure muchos años más.
Nos bebimos hasta la última gota, ella no notó la pastilla para dormir que le puse en su trago, no le dí más de beber, no quería intoxicarla, así que nos quedamos hablando de muchas cosas hasta que la pastilla hizo el efecto deseado. La tomé en mis brazos y la llevé a mi habitación, donde tenía lo necesario para hacerla mía.
La acosté en mi cama y la besé en los labios, aquellos carnosos labios que tanto tiempo deseé tener. Bajé con mi lengua devorándole todo el cuello y parte del escote, cómo me hacía delirar esa mujer. Le quité la blusa y el sujetador, tomé en mis manos aquellas redonditas y bien formadas tetas y la miré por si acaso despertaba, pero simplemente se mordió el labio. Sonreí y le chupé como un bebé que quiere ser amamantado los pezones, ella llevó su mano y comenzó a acariciarse entre las piernas, al parecer estaba teniendo un sueño húmedo. Le tomé las muñecas y se las amarré a las cadenas atadas a mi cama, así no podría arrancar si se despertaba.
Quise saber qué tanto se había mojado, así que le metí la mano por la falda y le toqué sobre las braguitas, estaban bastante húmedas, eso me calentó más. Le pasé mis dedos y se los hundí en el centro, ella abrió la boca, por unos momentos pensé que despertaría, pero no. Le quité la falda, los zapatos y las medias, pero no las braguitas, las acaricié con la punta de mis dedos delineadolas por completo y sentí como mis dedos iban humedeciendose con su calor, no aguanté más y probé todo aquello con mi lengua, sabía como el mejor de todos los manjares y eso que ni siquiera la había probado bien, solo estaba sobre su ropa.
Le saqué las bragas, le abrí las piernas y también se las amarré.
Me quedé admirando aquel cuerpo por varios segundos y me desvestí, mi pene se estaba poniendo duro con solo contemplar aquella belleza. Busqué lo necesario, un aceite y dos consolodares, uno anal y otro vaginal.
Le dejé caer aceite en su vientre plano y con el consolador anal comencé a expandirlo por todo su cuerpo, dejándolo bien lubricado para que hiciera su labor. Le eché unas gotas más y le acaricié el culito con él, metiéndoselo de a poco para ver si ya estaba dilatándose, mientras con mis dedos le acariciaba el clítoris. Ella gemía con suavidad. Su rico culito cedió y le metí el consolador hasta el fondo. Volví a echarle aceite al vientre y se lo esparcí con el otro consolador, lubricandolo de igual manera, le acaricié las tetas con él y vi como se le ponían duros los pezones, me saboreé al mirarla. La acarié con el consolodor en el clítoris y ella comenzó a mojarse rápidamente, le pasé la lengua por su entrada, qué rica sabía. De un solo golpe le metí el consolador, ella soltó un gemido y luego sonrió, me hubiera gustado saber qué soñaba o con quién soñaba. Encendí ambos vibradores y ella dio un respingo de placer al sentirlos moverse dentro, yo sonreí y me senté a horcajadas sobre su estómago para pasarle mi pene, cada vez más duro, por aquellas tetas y disfrutar de esos pezones duritos para mí.
Subí más y le pasé la punta de mi pene por sus carnosos labios y se los acaricié, que sensación más rica al sentirla, me puse duro al instante. Aumenté el ritmo de los consoladores y ella abrió la boca, aproveché aquello para meterle mi pene en su boca, era como estar en el cielo. Me afirmé del respaldo de la cama y moví mis cadera para meterlo y sacarlo, aunque con cuidado, no quería que se ahogara al no estar despierta. Aunque me sorprendí más al sentir que me lo chupaba, la miré y estaba con los ojos abiertos, pero me seguí moviendo y sentí su lengua acariciarme, eso era mucho mejor de lo que había imaginado. Continué moviendo mis caderas y ella gemía al sentir como se movían los consoladores, no aguantó mucho y estalló de placer en mi boca, yo no la dejé respirar y seguí moviendome, quería derramar mi semen en su boca y que se lo tragara y eso no tardó en llegar. Se lo saqué para mirar cómo corría por sus labios.
-Esto no te lo perdonaré -me dijo pero la ignoré y sonreí.
-Aún no termina.
Me di vuelta mientras ellas movía sus manos para intentar zafarse sin lograrlo y le lamí el clítoris a la vez que los consoladores seguían haciendo lo suyo, ella soltó un largo y prolongado gemido de placer. No parecía querer que parase y yo tampoco deseaba hacerlo.
Pero había algo que aún necesitaba hacer, me di la vuelta y volví a sentarme sobre su estómago, metí mi pene entre sus tetas y las tomé con mis manos, apretándolas y acariciandole los pezones con mis pulgares, me moví frotando a mi amigo que volvía a ponerse duro. Ella comenzó a gemir, yo también, ambos sentíamos placer por todo lo que pasaba y estoy seguro que ella también lo deseaba.
-Pásale tu lengua...
Me obedecío al instante y sentí su lengua en mi puntita, cómo me gustó aquello, si antes había estado en el cielo, eso era mejor que el paraíso. Mi pene comenzó a ponerse tan duro como nunca antes.
Le saqué el consolador vaginal y ella gimió, pero era hora de llevarla al cielo. Me acomodé sobre ella y se lo metí hasta el fondo, ella chilló de placer al sentirlo dentro, me empecé a mover con fuerza, sacándolo y metiéndolo completo, cada vez más rápido, estaba que me llevaba el demonio de lo caliente, quería poseerla una y otra vez sin parar y escuchar aquellos gemidos que me pedían que no parase me ponían más.
Junté sus piernas y las puse sobre mis hombros para entrar más profundo, ella volvió a chillar de placer.
-Si me sueltas... ¡quiero cabalgarte!
La solté sin pensarlo dos veces y ella rápidamente se instaló sobre mí. Comenzó a cabalgarme con una rapidez sorprendente, dejando que entrara todo en ella, se afirmó el cabello con sus manos y dejó el mejor espectaculo que pude ver, sus tetas saltar con locura. Tomé el consolador que seguía en su culito y se lo moví, ella gimió muy fuerte y yo también, logrando que me pusiera más duro. Nunca había sido cabalgado con tanta maestría.
-Tómame por atrás.
Aquello fue como una orden, me levanté y la solté, la puse en cuatro y le quité el consolador para cambiarlo por mi pene, entré de una sola vez. Mis fuertes y prolongadas embestidas la llevaron al extasis muy rápidamente, y yo dejé en su culito todo lo que salió de mí...
Caímos rendidos en mi cama y la abracé, acurrucándola, ella se durmió con la respiración agitada y entrecortada.
A mitad de la noche volví a meterle los consoladores, pero esa es ya otra historia.