Sin Perdón. (FINAL)
Pedro sigue su venganza sin piedad contra los que aún le faltan
Barcelona – (septiembre de 2017)
Isabel acababa de llegar a casa y se dejó caer rendida en el sofá. Llevaba tres días haciendo gestiones para averiguar qué había pasado con el dinero de la garantía, quién se lo había quedado, pero solo topaba una y otra vez con el hermetismo de los estamentos oficiales. Estaba convencida de que lo del dinero y los mensajes sobre Pedro, estaban relacionados. Alguien iba a por ellos y de momento, estaba ganando.
Mauro había desaparecido sin dejar rastro y no había forma de localizarlo. El nerviosismo estaba haciendo mella en todos ellos. Daniel estaba muy extraño desde la locura del Club B, Isabel pensaba que tal vez se había pasado humillando a su tontito, pero debía aprender quién era su dueña, a la que debía someterse. Eduardo estaba muy enfadado por la pérdida del dinero de Pedro y estaba preocupado en cómo podía influir eso en sus finanzas, teniendo en cuenta que no podrían escamotear la pasta de los jubilados hasta dentro de unos cuatro meses si no querían levantar sospechas.
Se quitó los zapatos y cuando intentaba relajarse cerrando los ojos, sonó su móvil. El número no estaba registrado en su agenda, pero decidió contestar.
- Hola Isabel, soy Senza, ¿estás ocupada? – su tono era amable -
- No… dime…, ¿qué querías? – estaba intrigada por esa repentina cordialidad -.
- Verás, creo que hemos empezado con mal pie… por mí culpa. No te he tratado con respeto y mi actitud hacia ti no ha sido la correcta, también he hecho afirmaciones de las que me arrepiento.
- Vaya, por una vez estamos de acuerdo.
- Quisiera que la cosa se suavizase, y… había pensado en invitarte a comer mañana al medio día, en mi casa. No soy mal cocinero.
- Eso sí que es una sorpresa… - Isabel se quedó en silencio unos segundos – Vale, acepto, pásame la ubicación.
- En un minuto la tienes, gracias por aceptar. He de confesarte que el otro día, viendo tu capacidad de… bueno ya sabes…, me puse bastante cachondo y no he dejado de pensar en ti. Tal vez después de comer, podríamos…
- Ya veremos cómo va la cosa… ¿a qué hora quieres que venga?
- A las 13h, intenta ser puntual para que no se enfrié la comida.
- Allí estaré.
Al colgar se dijo que aquella invitación era muy extraña. Senza no parecía un tipo que cambiase de opinión de la noche a la mañana. La idea de poder tirárselo la volvía loca, pero… había algo cuando lo vio follar con la… el video…, tenía que visualizar el video minuciosamente.
Pedro llamó a Jerry para que lanzase la bomba en el momento preciso y le dijo que estuviese atento a la monitorización de la cuenta para actuar al mínimo indicio de movimiento. Jerry le confirmó que todo estaba preparado. Tras colgar hizo un par de llamadas más, y la tercera fue para Wolf.
- John, creo que se acerca el momento, preparaos para lo de las Caimán, necesitaré ese minuto de oro.
- No te preocupes, tú pulsa el botón del pánico y actuaremos.
Isabel se pasó media noche analizando las casi tres horas de grabación de Senza follando con Letia, avanzando, rebobinando, deteniendo, ampliando. Se descargó un emulador de teclado coreano para identificar los caracteres del tatuaje, pasándolos por el traductor y obtener el significado de la palabra… “VENGANZA”
Ahora estaba asegura, Senza era… Pedro. Parecía imposible, no había una explicación lógica, pero era la única solución. Observando su forma de follar, de hacer el amor, sus gestos y sobretodo… su pene. Cuando lo pudo ver en las imágenes ampliadas, a gran resolución, le quedo claro, aquella polla era inconfundible. Era la de su marido Pedro, la que la había penetrado miles de veces, la había saboreado, acariciado, besado, alojado en todos sus orificios. De todos los penes que había probado en su vida, muy pocos habían dejado un recuerdo imborrable, y el de Pedro era uno de ellos.
Ahora caía en que la estructura musculada de su cuerpo era muy parecida, la altura, y la casualidad de un tatuaje en su bíceps derecho, donde debería estar la marca de nacimiento. Los ojos verdes, podrían bien ser por la utilización de unas lentes de contacto de color, la voz también era diferente, tal vez impostada, y el pelo rubio largo, solo era cuestión de dejarlo crecer. Como en un puzle, las piezas empezaban a encajar, ahora entendía que el dinero fuese a parar a su “legítimo propietario”, jamás se le hubiese ocurrido que se referían a Pedro, que debería estar muerto.
Eran las 4h de la madrugada cuando concluyó su deliberación. Al día siguiente se encontraría con él en su casa y pensaba zanjar definitivamente lo que quedó inconcluso esa noche de tormenta en el mar Mediterráneo. Ahora que lo sabía todo podría anticiparse y actuar con ventaja. Pese a la hora que era, llamó a su padre para explicarle lo que había descubierto, con un convencimiento del 99%, ese 1% restante lo acabaría de despejar en casa de él.
Eduardo se removió en su cama al escuchar las teorías de su hija, que por la firmeza de su explicación le parecieron del todo creíbles. Si todo eso era cierto y por un milagro, Pedro estaba vivo, estaban todos en peligro. Si era preocupante que Mauro llevara tres días desaparecido, que el dinero de la garantía se hubiese esfumado, ¿no sería disparatado preocuparse de que probablemente, ahora iría a por el dinero de los jubilados?
Se levantó de la cama y se plantó frente a su ordenador, entró con sus claves a localizar el código de la cuenta donde estaba el dinero invertido y se decidió a moverlo según el plan establecido, solo que con cuatro meses de adelanto. El dinero circularía de paso por seis bancos en diferentes países hasta llegar al definitivo de las Caimán. Una vez allí, nadie más que ellos dos podrían tocarlo, ningún país podría sacar nada de ese banco. Introdujo la orden y la rutina programada comenzó a ejecutarse.
Jerry roncaba en su sillón con los pies sobre la mesa cuando un agudo sonido percutió en su oído, despertándolo de inmediato. Aquello estaba en marcha, con una mano empezó a teclear como un loco en persecución de su presa, mientras con la otra mano en un segundo teclado, lanzaba un código de alerta que fue recibido al instante en una sala situada en el Pentágono. Jerry se movía tan deprisa como era capaz, pero no conseguía capturar el dinero, que ya había pasado por cuatro bancos diferentes y él aún iba un paso atrás. Rezaba para que los americanos le consiguiesen un poco más de tiempo para poder reducir esa desventaja.
En el Pentágono, una parte del potencial informático de los EEUU se había puesto en marcha para emitir un ataque con un inmenso alud de correo spam, con el objetivo de saturar y bloquear los servidores de un banco concreto de las Islas Caimán. No podían entrar en el servidor, pero su intención era bloquear temporalmente la entrada de una transferencia que estaba en camino, regalando un tiempo precioso a un hacker españolito de barriga incipiente, que luchaba con toda su habilidad para pescar esa transferencia y derivarla a un puerto seguro.
La transferencia había pasado por el sexto banco y se dirigía veloz hacia el Caribe, las gotas de sudor descendían por la frente de Jerry, que tecleaba a una velocidad que no permitía ver sus dedos. Estaba cerca, muy cerca, casi la podía acariciar con la punta de sus códigos…, hasta que la alcanzó. Estaba allí, esperando su turno en la cola a que el portero de la entrada, le abriese la puerta para entrar junto con otras de su misma clase que habían llegado antes.
Jerry lo había conseguido, tenía el dinero y lo redireccionó a la cuenta de la CNMV, recuperando las ilusiones y esperanzas de futuro de unos desprotegidos jubilados, que confiaron su dinero a quien no debían.
Letia se dio cuenta de que Senza aún no había podido conciliar el sueño desde que se acostaron. Descendió silenciosamente hasta coger el pene de su amado para activarlo con su boca, tal como ella sabía hacerlo, y cuando lo notó endurecido se sentó sobre él, dejándose caer despacio hasta introducirlo por completo en su agradecida vagina. Senza intentó iniciar los movimientos, pero ella le puso las manos sobre el pecho y le dijo en voz baja:
- No te muevas, yo lo haré todo mi amor, solo relájate y disfruta, déjame a mí.
Ella se movió oscilante, de arriba abajo, con mucha suavidad, mientras él lanzaba suspiros y jadeos, con los ojos cerrados, y todo eso les condujo a el éxtasis en forma de orgasmo, él, vaciándose en su interior y ella dejándose caer sobre él, jadeante, juntando sus cuerpos, notando el palpitar de sus corazones acompasados como uno solo. Estuvieron así un buen rato hasta que ella se deslizó a su lado para apoyar su cabeza en el pecho de Senza.
- Gracias por todo lo que me das Letia, sabes lo que necesito en cada momento.
- Estás tenso y nervioso toda la noche, solo he intentado darme a ti una vez más.
- Es cierto que estoy nervioso, mañana es el día.
- ¿Seguro que quieres que me vaya temprano? Quizás me necesites…
- No… esto es entre Isabel y yo.
- Ten cuidado, por favor. Ya sabes la víbora que es.
- No te preocupes, tomaré mis precauciones. Intentemos dormir – le dio un beso en los labios y cerraron los ojos -.
Eduardo esperaba con ansia la confirmación de la transferencia, pero esta no llegaba. Se acostó otra vez pensando que la cosa se podía haber retrasado por culpa de las diferencias de horario. Pensaba en cómo crear un montaje creíble para justificar la ruina de las falsas empresas y la desaparición del dinero, tan pronto, sin el margen de meses previsto. Decidió descansar para que su cerebro estuviese más despejado para encontrar la solución.
Letia y Senza se levantaron temprano, y tras una ducha compartiendo algo más que agua y jabón, desayunaron juntos comentando como preparar el encuentro con Isabel. Las cámaras y el audio estaban dispuestos por todas las zonas comunes de la casa. Varias armas estaban escondidas en determinados lugares, si cuando llegase el momento de la confrontación la cosa se ponía violenta, la fuerza física contra Senza no debería ser problema. Había que mantener fuera del alcance de Isabel cualquier bebida para que no pudiese desplegar su demostrada habilidad de utilizar drogas o toxinas contra Senza.
Eduardo se despertó más tarde de lo que hubiese deseado, tras pasar por el baño, se sentó frente al ordenador para comprobar la confirmación de la transferencia, y en ese momento se quedó de piedra al leer el mensaje que mostraba intermitentemente la pantalla, “the transfer could not be performed”- (No se pudo realizar la transferencia). Desesperado, accedió al extracto de la cuenta de salida y el corazón le dio un vuelco al comprobar que estaba completamente vacía. El dinero había desaparecido por el camino y no había manera de saber a dónde había ido a parar. El sudor impregnaba todo su cuerpo, aquello era el fin, la ruina total, el desprestigio y posiblemente, la cárcel. Intentó contactar con Isabel, pero no contestaba, al igual que Daniel. Decidió desaparecer antes de que su mundo se acabase de hundir, ya habría tiempo de pasar cuentas al culpable de la debacle.
Aparcó el coche frente a lo que parecía una nave industrial que se le hacía extraña entre tanto edificio moderno. Senza abrió la puerta y pareció quedar sorprendido de que la acompañase Daniel. Les invitó a pasar amablemente a una zona diáfana compuesta por un gran salón, el comedor con la mesa dispuesta para dos comensales y la espléndida cocina.
- No sabía que ibas a venir, Daniel, pero no hay problema, he hecho comida de sobras. – decía Senza-
- Decidí que mi tontito viniese, aunque solo fuese a mirar – decía Isabel en su papel dominante - lo que verá le va a gustar
- Como queráis, gracias por ser puntuales.
- Huele muy bien… - dijo Daniel - me recuerda a… no se…
- Es una receta de mi padre – decía Senza midiendo las palabras – tuvo que aprender a cocinar tras la muerte de mi madre, y esta era una de sus especialidades.
Senza se fijó en la cara de Daniel y le pareció ver que sus ojos se humedecían tras escuchar sus palabras, con seguridad había reconocido el olor de ese plato que tantas veces habían compartido en la mesa junto a su padre. Les preguntó si querían beber algo y ambos pidieron un botellín de cerveza. Se sentaron en el sofá para hablar mientras se acababa de cocer el plato principal.
- Me sorprendió que me llamases para invitarme, después de todo lo que me dijiste.
- Ya te dije que quería disculparme por mi actitud, que no fue la apropiada. – Senza seguía en aparente actitud conciliadora -.
- Disculpas aceptadas – contestaba Isabel mientras Daniel ejercía de mero espectador – me comentabas que te pusiste muy cachondo viéndome… en plena acción.
- Bueno, tal vez fue un poco exagerado, pero muy excitante. – mentía Senza – aunque preferiría algo más íntimo entre nosotros…, tampoco pretendo dejarte al margen – ahora se dirigía a Daniel -.
- Ya te he dicho que a él no le importa, díselo Daniel, dile que no te importa que tu hermano me folle delante de ti, al fin y al cabo, sigues siendo mi marido – soltó de sopetón Isabel – no me mires con esa cara de sorpresa Pedro, ¿pensabas que no me daría cuenta? – dijo levantándose del sofá – Se acabó la farsa, máscaras fuera.
- Vaya, me has descubierto antes de lo previsto. Felicidades por tu habilidad. Y tú… hermano, te llamo así para no insultar a nuestra madre, ¿también sabías que era yo? – decía eso quitándose las lentillas - .
- Siempre he sentido algo extraño desde que apareciste en Berna, aunque no sabía exactamente que era. Isabel me lo ha contado mientras veníamos y el olor del plato preferido de papá me lo ha confirmado. Pedro… me alegro de que estés vivo.
- Deja de decir estupideces tontito, sabes a lo que hemos venido – Isabel sacó una pequeña pistola de su bolsito – hay que acabar con lo que empezamos, pero esta vez definitivamente.
- Tu siempre tan expeditiva como hija de puta… - Pedro sonreía - ¿puedo preguntar cómo me reconociste?
- Pues al verte desnudo y ver tu polla, es inconfundible para mí. Pedí la grabación de tus “proezas” sexuales y tras revisarlo minuciosamente al detalle, me quedó claro. Y lo del tatuaje fue todo un mensaje… Venganza… siempre has tenido tendencia a dramatizar.
- Vaya un video y todo… supuse que me espiarías, pero no que grabases un video para ver mis proezas como dices, por cierto, las tuyas me dieron bastante asco, tu nivel de emputecimiento es estratosférico – Isabel cambiaba la cara -. La verdad es que lo del Club B no estaba previsto en mi plan y tuve que adaptarme, no esperaba que me vieses desnudo, y el tatuaje lo guardaba para el momento de acabar con vosotros. Porque después del milagro de sobrevivir de vuestro intento de asesinato en el mar, mis esfuerzos se han encaminado a destruiros definitivamente.
- Pues me parece que estás muy equivocado, seguimos en pie, y el que está en una posición delicada eres tú. Si no te has enterado, la pistola la tengo yo y hemos venido a matarte, aunque esta vez me ocuparé yo y no el inútil de tu hermano.
- No esperaba menos de ti – Pedro miró su reloj y se encaró con Daniel - ¿Te das cuenta cómo te trata esta zorra? Eres tan mierda que lo has aceptado, aunque no sé cómo puedes vivir con ello. Pero también vas a caer, no tendré piedad de ninguno de vosotros, dejaste de ser mi hermano cuando aceptaste esconderte en ese yate para ayudarles a acabar conmigo. Y todo por cuatro polvos con esta puta que solo te ha utilizado y humillado como hombre. Olvidaste todo lo que nos queríamos, que siempre estuve a tu lado, para lo que fuese, como hermanos. Que fácil fue encoñarte con esta ramera olvidando todo lo demás.
- Por mucho discurso que des, Daniel está con nosotros. Insisto que la pistola la tengo yo. Te voy a matar, nadie sabrá que hemos sido nosotros, el coche en que hemos venido es alquilado por tu empresa, no llevamos móviles para que no se puedan situar en tu casa. A saber cuándo encontrarán tu cadáver. Tenemos testigos que jurarán que estábamos en una barbacoa. Estás acabado.
- Ay… Isabel…, Isabel…, como buena Ferrer siempre te pierde la soberbia. Si me permites - Pedro señalaba el mando de la televisión como pidiendo permiso para cogerlo - antes que aprietes ese gatillo quisiera mostrarte una cosa.
- Ni se te ocurra tocar nada.
- Vale… entonces deja que Daniel encienda la televisión, no importa el canal – volvió a mirar el reloj -.
Ella autorizó a Daniel, que puso en marcha la enorme pantalla que colgaba de la pared como un cuadro. La primera imagen que apareció era la entrada de la policía en la sede de la financiera de los Ferrer, se veían agentes sacando cajas y ordenadores, y los introducían en unas furgonetas. Sobreimpresionado iban apareciendo unos textos que explicaban la macro operación contra un enorme fraude, presuntamente cometido por Eduardo Ferrer en colaboración con su hija Isabel, cuyas fotografías aparecían en el ángulo superior derecho de la pantalla, mientras el locutor explicaba que los estaban buscando para detenerlos.
Otras imágenes mostraban la entrada simultánea en casa de Eduardo y la de Isabel, explicando que habían sido requisadas, así como el impresionante yate anclado en el puerto. La noticia más importante era que gracias a la magnífica intervención de la CNMV, se habían podido rescatar 3.000 millones de € procedentes de los depósitos de unos jubilados, antes de que los supuestos estafadores se los robasen.
Se comentaba la frenética reacción de todos los clientes e inversores de la financiera, ya que se había desfermado el pánico, y estaban dando órdenes electrónicas de retirada y venta de acciones para poder rescatar el máximo de sus activos, y perder la menor cantidad de dinero posible.
La cara de Isabel era todo un poema, le faltaba el aire y su mano armada empezaba a temblar. La de Daniel no era diferente, se daba cuenta que todo había terminado y que ya nada importaba.
El plan de Pedro había funcionado con una precisión suiza, coordinando la intervención de la CNMV con la policía y la presencia de los medios de comunicación, todo tras entregar las pruebas irrefutables del fraude, y de rescatar el dinero de los jubilados con la brillante intervención de Jerry, aunque cediesen todo el mérito a la CNMV y a la policía de cara a los medios y al público.
- Maldito hijo de puta, nos has arruinado, a mí y … a Eduardo – el miedo apareció en su mirada -. Debimos asegurarnos de que estabas muerto cuando te arrojamos en medio del mar. Habríamos evitado tu maldita venganza. Prepárate a morir – Isabel alzaba la pistola para apuntar a Pedro -.
- Yo me lo pensaría un poco antes de apretar ese gatillo, piensa que estás en mi casa, no iba a dejar que vinieses a matarme y que nadie se enterase. Hay seis cámaras que están retransmitiendo vuestras confesiones, y si me matáis, será añadir un grillete más a vuestra cadena. Daniel, aprieta el cero del mando.
Al hacerlo apareció la pantalla dividida en seis partes donde se les veía nítidamente desde todos los ángulos posibles, con el texto “send - live” en una esquina.
- Después de todo lo que me habéis hecho, no esperaríais que me quedase quieto como si nada. Os puedo hacer un resumen: fui asesinado por mi propio hermano, la que fue mi esposa, mi suegro y mi amigo. Estuve muerto, en coma, amnésico, mudo, tratado como el ganado, he vivido en la calle como un perro y tratado como tal, pidiendo limosna, se han orinado sobre mí, he sido violado y he tenido que matar para sobrevivir y reconstruir mi destrozada cara. ¿Pensáis que después de sufrir todo esto no iba a vengarme de vosotros?
Con Mauro ya lo conseguí, ha desaparecido para siempre, y el resto de su vida será un infierno deseando que cada día sea el último. He destruido todo el imperio de los Ferrer, arruinándolo, arrasando el negocio y el prestigio que pudiese tener. Ahora solo me falta meteros en la cárcel y atrapar a Eduardo y acabar con él.
Después de oír todo eso, Isabel fue consciente que era su fin. Podía dejarlo tal cual y asumir los años de cárcel por un intento de asesinato y por fraude, añadir un asesinato más a su condena implicaría aumentar la pena. En cualquiera de los casos Pedro había ganado, ya jamás volvería a estar con su padre, el hombre que amaba y por el que sería capaz de cualquier cosa. Se preguntó qué haría Eduardo en su lugar y la respuesta fue clara… matarlo.
- Ya no importa nada – Iba a disparar cuando oyó la voz enérgica de Daniel -.
- Isabel, suelta la pistola – había sacado una semiautomática Walther PK380 de su chaqueta y apuntaba a Isabel -. No voy a permitir que lo mates.
- Daniel, no seas un puto cobarde y deja de apuntarme, el enemigo es él.
- No… tu eres la culpable de todo. No sé cómo pude caer en tus garras para dejar que me convencieras de matar a mi hermano, la única persona que siempre me había defendido y apoyado en todo. Perdóname Pedro, no puedo borrar lo que te hice, pero no permitiré que te ocurra nada… esta vez no.
- Tranquilizaos los dos y bajad las armas, estamos a tiempo de que el castigo sea menor, si os entregáis reducirán la condena, aún no ha muerto nadie.
- No… si tengo que matarte a ti y a este medio hombre, lo haré sin pestañear – Isabel estaba llena de ira y odio hacia los dos hermanos.
- Puta asquerosa, suelta la pistola de una vez, no voy a obedecerte nunca más, se han acabado las humillaciones, el que me trates como tu perrito, que me manejes como una marioneta. Me has envenenado con la lujuria y tu depravación, pero se acabó, ahora soy inmune a tu veneno.
- Eres un mierda y vas a morir – Isabel se giró para disparar a Daniel -.
Sonaron dos estruendos casi simultáneos, Isabel salió disparada hacia atrás casi dos metros, cayendo al suelo con un agujero en su frente y un impresionante boquete en su parietal, del que regalimaba parte de su masa cerebral.
Daniel prácticamente no se movió, ya que la potencia de la pistola de Isabel era mucho menor, pero la bala recibida se había incrustado en su pecho y la sangre inundaba sus pulmones. Se dejó caer de rodillas mientras Pedro con cuatro zancadas se colocó a su lado. Había visto claramente que Isabel estaba más que muerta e intentó abrazar a su hermano para ayudarlo. Daniel se esforzaba en hablar, pero solo conseguía que la sangre se agolpase en su boca, provocando una tos que expulsaba brotes de sangre. Pedro cogió con fuerza la mano de su hermano, y le mentía diciéndole que se pondría bien, sabiendo que le quedaba muy poco tiempo de vida. Daniel en un último esfuerzo consiguió decir:
- Pe..dro…, perd…ona…me.
En un acceso de tos, vomitó una gran cantidad de sangre y murió en brazos de su hermano. Pedro no pudo evitar llorar ante el cuerpo inerte de Daniel, no quería que su último recuerdo de él fuesen las cosas terribles que había cometido, sino los felices momentos que compartieron de niños, jugando, paseando al lado de su padre, queriéndose como lo habían hecho siempre, como dos buenos hermanos.
No tenía que haber acabado así, no deseaba sus muertes, aunque posiblemente era lo que merecían, pero en sus planes solo había contemplado la cárcel para ellos, que estuviesen muchos años encerrados para que al final, pudiesen redimirse ante la sociedad. Pero Eduardo había moldeado durante muchos años a su monstruo particular, que en su locura extrema había llevado su irracionalidad hasta las últimas consecuencias.
Pedro estaba convencido de que, sin la existencia de Eduardo, con toda seguridad, Isabel hubiese sido una buena mujer, y que, con su innegable inteligencia, hubiese triunfado en cualquier faceta de la vida que se hubiese propuesto. Pero el destino puso en su camino a un mal bicho, la génesis del mal de esta historia, que además de abducir a Isabel, condicionó que dos buenos hombre se convirtieran en seres despreciables. Pedro quería acabar con el precursor de esa maldad y se conjuró en hacerlo, costase lo que costase.
Habían pasado cinco días del desgraciado desenlace con resultado de las dos muertes en casa de Pedro. La prensa aún explotaba el caso con grandes titulares y reportajes para exprimir al máximo el morbo de la noticia. Eduardo continuaba desaparecido, aunque la policía estaba convencida de que no había conseguido salir del país, incluso se especulaba que aún estaba escondido en la ciudad.
Pedro mantuvo una conversación con Eugenia para explicarle de primera mano las circunstancias de la muerte de su hija, preocupado por cómo le podría afectar la pérdida. Ella lamentaba esa muerte, pero le confesó a Pedro de que hacía muchísimo tiempo que Isabel había dejado de ser su hija para convertirse en un reflejo de la maldad de Eduardo. No podía negar que había llorado, pero su dolor se había difuminado al poco de ver como se quemaba su ataúd.
Durante la conversación, Eugenia aportó un dato que hizo que Pedro se replantease la búsqueda desesperada que había iniciado, gastando mucho dinero en rastreadores y para obtener información que ayudase a su captura.
Eduardo rompió el precinto de plástico adhesivado en la puerta de entrada de las oficinas de la financiera que aún llevaba su nombre. Mientras caminaba por los pasillos y salas, el aspecto de lo que veía era desolador. Mesas con carpetas amontonadas sin orden, papeles por el suelo, puestos de trabajo sin los ordenadores, y los que aún permanecían en sus mesas aparecían con los discos duros desmontados. No sonaba ningún teléfono, nadie corría arriba y abajo para acudir a una reunión o para llevar un expediente de un sitio a otro. Todo se había acabado, lo que antes era bullicio y actividad, ahora era silencio y abandono.
Estaba arruinado, su hija había muerto a manos de ese pelele sin huevos de Daniel, y no le quedaba ningún amigo que se atreviera a ayudarlo en nada. Todo por culpa de ese malnacido de Pedro que milagrosamente se había salvado de una muerte segura para regresar a la vida ejecutando su venganza.
Entró en su despacho que ofrecía el mismo aspecto que el resto de la oficina, y se dirigió directamente a su baño de uso exclusivo. Era un lavabo amplio con bañera. Se colocó frente al espejo activando un minúsculo resorte casi invisible en el canto superior. El espejo se abatió como una puerta hacia su lado derecho, mostrando tras de él una caja fuerte empotrada. Tecleó los dígitos de apertura y la cueva de “alibabá” se abrió como por arte de magia. En una bolsa de deporte introdujo todo su contenido, unos 500.000 €, tarjetas de crédito y joyas. Antes de salir del baño aprovechó para orinar y luego fue a sentarse en su cómodo sillón de escritorio. Se giró para acceder al mueble bar que estaba a su espalda para encontrar, gracias a dios, una botella medio llena de Yamazaki 25, un excelente whisky de malta japonés de 25 años a 6.000 pavos la botella. Se preparó un vaso para saborearlo con tranquilidad antes de salir por última vez de lo que fuera la esencia del negocio familiar.
En ese momento dos personas entraron en su despacho. Sin afectarle demasiado vio cómo se sentaban en los sillones que estaban frente a su mesa.
- No esperaba visita, ¿cómo sabíais que aparecería por aquí?
- Estás arruinado, te fuiste con lo puesto y Eugenia se acordó de lo de la caja secreta en el baño de tu despacho. – dijo Pedro -. Sabía que necesitarías de ese dinero para poder salir del país, hemos estado vigilando el edificio hasta que apareciste como un fantasma y nos han avisado.
- Veo que tienes buena memoria, zorra.
- Hay cosas que no se olvidan jamás – contestó fría Eugenia -.
- ¿Y ahora qué? No pienso compartir mi whisky con vosotros – decía Eduardo altanero -.
- Saboréalo bien, será el último de tu vida. Abajo hay un montón de policías que vendrán a detenerte cuando salgamos de aquí y te van a meter en prisión durante mucho tiempo.
- Puedo asumirlo, no será por muchos años.
- Yo no estaría tan tranquilo, ya no tienes dinero, ni poder, ni influencias que te permitan pasar una buena estancia en la cárcel. En cambio, yo sí que tengo mucho dinero, y voy a empezar a gastarlo comprando a todos los funcionarios de tu prisión, a todos los presos de tu módulo, para que cada noche tengas una visita de varios de ellos, no podrás contar la cantidad de pollas que te reventarán el culo ni las que tendrás que chupar. Y eso durará hasta que me canse, y dé la orden de que te ejecuten de la manera más dolorosa posible. Eso es lo que te espera.
- No te atreverás – la actitud chulesca de Eduardo había cambiado -. Tú no eres así.
- Yo no era así, pero vosotros me habéis convertido en alguien diferente. Cuando me ibais a matar en ese barco, os juré que no habría perdón para vosotros. Mauro ha desaparecido de este mundo en una cárcel que cuando cerraron la puerta, tiraron la llave. Isabel y mi hermano bien muertos, solo me faltabas tú, el peor de los monstruos. De ti he aprendido que el dinero sirve para abrir muchas puertas, legales y las que no lo son, pienso gastar el que haga falta para que tú sufrimiento no tenga límite.
Eduardo a estas alturas estaba pálido, siempre había subestimado a Pedro, y ahora se daba cuenta de su error. Miraba a Eugenia como implorándole que intercediera por él, pero la mirada de esa bella mujer era tan fría como una pista de patinaje.
- Pedro, antes que venga la policía quisiera que me dejes a solas con él – pedía Eugenia -. Por favor.
- No sé si es buena idea…
- Te lo ruego, tengo que hablar con él, vaciar todo lo que siento…
- De acuerdo, pero toma esta pistola por si intenta moverse, no le mates, tiene que sufrir.
- No te preocupes, no estoy en disposición de comerme a nadie – se adelantó Eduardo -.
- Y a mí menos aún – Eugenia lo apuntaba desde su asiento mientras Pedro marchaba -.
- Bueno zorrita, sigues estando muy buena, aunque me imagino que ya no te manejas con tantas pollas como cuando yo te las facilitaba. Hice de ti la más grande de las putas, mi perrita obediente. Aún recuerdo la primera noche que le reventé el culo a tu niña mientras llorabas tras la puerta, esa noche gané a otra gran zorra, lástima que esté muerta. – intentaba provocarla, hacerle daño -.
- Ya no me duelen tus palabras, Eduardo, gasté todo mi dolor a tu lado. Más de 27 años de tormento que por suerte terminó el día en que un hombre de verdad se cruzó en mi camino, como un bote salvavidas que encuentras en medio del mar tras el naufragio, un hombre que me ama y al que amo, y que antes de faltarme al respeto se cortaría las venas.
- Ese profesor de mierda es tu gran salvador…
- Estás confundido, te lo voy a explicar para que lo entiendas, John es un militar con gran responsabilidad en la seguridad de su país, aunque su rango es el de un simple coronel, tiene el mismo poder que un general de 4 estrellas, otorgado por orden presidencial. ¿De dónde crees que salió toda la influencia política para forzar nuestro divorcio?
- Así que era eso…
- Claro que sí. Y ahora que es el tiempo de la venganza de Pedro, le pedí estar presente para escupirte a la cara todo el daño que me has hecho y que no te voy a perdonar. Asesinaste a mis padres, a mi amor de juventud, el padre de mi hija, me robaste mi herencia, me violaste, aterrorizada, apaleada, convertida en tu puta y la de todos tus amigos y clientes, me anulaste como madre y mujer, robándome el fruto de mi vientre para convertirla en un ser tan despreciable como tú.
- Bueno todo eso es verdad, ¿y ahora que pretendes, que te pida perdón?... ni lo sueñes.
- No he venido para eso, sé que eres un hijo de puta que jamás pediría perdón… he venido a demostrarte que no soy como tú, a ofrecerte una salida. A mí no me engañas, bajo esa apariencia de hombre entero y valiente, estás cagado de miedo por lo que te ha explicado Pedro, por lo que te espera, por lo que vas a sufrir durante tanto tiempo.
- ¿De qué salida estás hablando?
Eugenia, con su mano libre abrió su bolso para extraer una pequeña capsula que dejó sobre la mesa, al alcance de Eduardo.
- ¿Qué es eso? – preguntó Eduardo -.
- Esta capsula me la ha dado John, es la que utilizan sus agentes para suicidase al instante en caso de ser detenidos por el enemigo, para que no les obliguen a hablar. Es morderla, tres segundos… y la muerte aparece rápido.
- ¿Por qué haces esto por mí?
- Ya te he dicho que no soy como tú.
Eduardo estuvo un minuto pensando, apuró de un trago el contenido de su vaso de whisky, introdujo la capsula entre sus dientes y mientras cerraba los ojos la mordió. Notó como un líquido se deshacía en su boca y contó mentalmente uno, dos, tres, cuatro, cinco… pero no ocurría nada, seguía vivo. Abrió los ojos y pudo ver como Eugenia sonreía ligeramente.
- No pasa nada… sigo aquí…
- Bueno, te he contado una pequeña mentirijilla – ahora la sonrisa de Eugenia era más evidente – la capsula sí que contiene un veneno, pero su acción no es tan rápida, de hecho, es muy lenta. Notarás que ya no puedes moverte y dentro de poco, comenzarán sus verdaderos efectos. Tus órganos empezarán a deshacerse despacio, las venas de tus extremidades explotarán internamente, los ácidos de tu estomago se repartirán por tu cuerpo disolviendo todo lo que encuentren a su paso, tu cerebro se derretirá poco a poco y saldrá por tus ojos. Todo esto te va a producir el dolor más horrible e inhumano que puedas imaginar. La duración hasta llegar a la muerte varía entre los 10 minutos, hasta los 30 minutos en hombres fuertes, y tú eres muy fuerte. Pienso quedarme a ver todo el espectáculo y escuchar cada uno de tus gritos de dolor.
- No… por favor… ahhgggg – el dolor había empezado y los gritos desgarradores se oían por todo el edificio vacío -. AHHGGGG…
Al cabo de unos minutos volvió aparecer Pedro, atraído por los espantosos gritos de Eduardo.
- Dios mío Eugenia, ¿qué has hecho?
- Justicia… déjame sola, espérame abajo, por favor.
Pedro abandonó el despacho sin poder evitar que se le encogiera el corazón después de presenciar tan terrible tortura. Al cabo de 25 minutos Eugenia se reunió con Pedro en el vestíbulo, mientras la policía esperaba la orden de entrar. Ella lloraba, y temblando se abrazó al joven, buscando su calor.
- Ha sido horrible… pero necesario. Ya puedes denunciarme a la policía por haberlo matado, asumiré mi culpa.
Pedro acariciaba el cabello de la mujer y recogía con las yemas de sus dedos las lágrimas que descendían por sus mejillas. Le dio un beso en la frente y la volvió a abrazar.
- Los dos hemos visto como se suicidaba de esa manera tan horrible. Eso es lo que ha ocurrido en ese despacho – decía Pedro en el momento que la policía se dirigía a los ascensores.
Una semana más tarde Pedro se encontraba delante de una sofisticada consola de control y gobierno de satélites en el NORAD (Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial), en sus instalaciones de Cheyenne Mountain, estado de Colorado. A su lado estaba Wolf, observando atentamente como su amigo escribía códigos ininteligibles con el teclado. Utilizando una red de cuatro satélites en su órbita geoestacionaria sobre el planeta, emitió una señal de localización de todos los microprocesadores creados por él. Como un árbol de navidad gigante se iluminaron miles de puntos sobre el mapa mundial de la pantalla, ante la cara de asombro de Wolf y las de un par de operadores del control que les acompañaban.
Introdujo sus códigos secretos para acceder al módulo de programación de los chips, modificó las instrucciones y volvió a bloquear los módulos. Finalizó la emisión de señal desde los satélites y… asunto zanjado, los microprocesadores volvían a estar a salvo de cualquier ataque.
- Ahora ya te podemos matar – decía Wolf riendo -.
- Antes invítame a un refresco.
- Ok. Pero mejor nos acercamos a Denver, que el vending del Norad es una porquería. Por cierto, he solicitado un mes de permiso y me voy a España para estar con Eugenia, sé que me necesita. Antes pasaré por Nueva York para visitar a Katy en el hospital.
- Katy… ¿en el hospital? por dios… ¿qué le ha ocurrido? ¿está bien? – Pedro estaba asustado -.
- Pensaba que lo sabías… le metieron tres balazos, pero ahora ya está bien, ya sabes como es, más fuerte que un roble.
- ¿Pero cómo ocurrió?
- Mira, esto es secreto… ¿vale? Estaba infiltrada en un poblado de Nigeria, cerca de un campamento del grupo terrorista “B - H”, que habían secuestrado a 30 niñas para venderlas como esclavas. Localizó el campamento y avisó al equipo de Rangers para el rescate. El momento era ideal porque solo había cinco tíos en el campamento. El problema es que esos cinco decidieron divertirse con las niñas y empezaron a sacarlas de una en una para violarlas. Katy ni se lo pensó, ya sabes la mala hostia que tiene, no quiso esperar a los Rangers y se lanzó ella solita contra los cinco. El resultado… cinco hijos de puta menos, niñas liberadas y Katy con tres balas en su precioso cuerpo. Ya tiene batallitas para contar a sus nietos/as. El presidente le va a conceder la condecoración del Corazón Purpura, se lo merece.
- Pues voy contigo al hospital para visitarla antes de regresar a España.
El encuentro con Katy y Helen, que también estaba en el hospital, fue muy emotivo, se besaron y abrazaron como lo hacían siempre. Se contaron sus vidas desde la última vez en que estuvieron juntos, y Pedro regañó a Katy por esa acción en la que arriesgó su vida de forma suicida, y ella le contestó que había valido la pena por esas niñas. Pedro les dijo que se animasen a ir a España y les prometió que las invitaría a la zona de la costa española que escogiesen durante sus vacaciones, que él se haría cargo de todos sus gastos. Se les unió el coronel Wolf, y las enfermeras de la planta tuvieron que llamarles la atención por el cachondeo festivo que armaron en la habitación.
El taxi que le llevaba al aeropuerto estaba detenido en un semáforo de Times Square, y Pedro miraba con la curiosidad del turista, los famosos carteles luminosos del emblemático edificio Times Tower, en la intersección de la calle 42 y Broadway. Sobre el luminoso de la Coca-Cola ® aparecía la imagen publicitaria de un hombre asiático sonriendo, y el texto anunciaba el próximo concierto del famoso pianista coreano. El taxi se puso en marcha y no le dio tiempo de ver más, pero lo suficiente para reconocer a ese hombre como el marido de Eun Hwa.
- Así que es un concertista de piano famoso - se decía Pedro convencido – cuadra bastante con la especial sensibilidad de ella.
Durante el vuelo de regreso, y para evitar que la imagen de ese hombre le recordase continuamente a Eun Hwa, intentó pensar en que después de mucho esfuerzo y sacrificios, había alcanzado su propósito de venganza contra los que destruyeron su vida, y que ya era el momento de recomponerla al lado de Lucia, esa niña que necesitaba a un padre tanto como él necesitaba a esa niña. Lamentablemente cuando llegase a casa, tendría que esperar tres largos días para volver a verla, ya que estaba de colonias con los demás niños de parvulario.
Letia fue a abrir la puerta y se encontró a una hermosa mujer asiática frente a ella. El corazón le dio un vuelco e intentó que su cara no mostrase el shock que le provocaba su presencia. Estaba claro quién era ella y su mente le jugó la mala pasada de verla como una mujer bellísima, probablemente mucho más de lo que en realidad era.
- Buenas tardes, venía a ver a Pedro, ¿podrías decirle si puede recibirme? Soy Eun Hwa - hablaba en un perfecto español -.
- Pues está de viaje, aunque regresa está tarde, le estamos esperando para una cena sorpresa, pero puedes pasar. Soy Letia.
La acompañó hasta el salón donde otras tres mujeres estaban tomando café y pastas alrededor de una mesita baja. Todas la miraron con curiosidad hasta que Gloria se levantó para encararla.
- ¿Se puede saber a qué has venido? ¿No le has causado suficiente daño? – estaba muy enfadada mientras Eugenia y Belén no acababan de entender que estaba sucediendo - ¿Qué más quieres de él y después de tantos años?
Gloria sabía todo lo que había sufrido Pedro tras la ruptura, ella en muchas ocasiones había sido el bálsamo para mitigar el dolor de su amigo cuando le envolvían los recuerdos. Por eso su reacción frente a la coreana fue tan radical, no pudo contenerse. Eugenia desconocía la historia y Belén solo unos cuantos trazos sueltos. Eun Hwa aguantaba los reproches de Gloria con la mayor entereza que era capaz, intentando no replicar a sus ataques, ya que se dio cuenta de que solo una persona que quisiera mucho a Pedro podía defenderlo con tanta pasión.
Fue Letia la que intentó interceder por la chica, haciendo gestos para calmar a Gloria.
- Gloria, cálmate por favor, si Eun Hwa ha venido hasta aquí después de tanto tiempo, deberíamos concederle la palabra para que se explique.
- Gracias – decía Eun Hwa - tal como dice Letia, he venido a explicar a Pedro mis actos hacia él, no pretendo justificar nada, ni cambiar nada, a estas alturas es imposible, solo necesito que escuche mis explicaciones, se las debo. Luego volveré a desaparecer de su vida.
- Pues siéntate a mi lado – Eugenia miraba el reloj – tenemos tiempo hasta que llegue Pedro. Chicas todas sentadas, seamos receptivas. Yo soy Eugenia la ex-suegra de Pedro, esta es Belén, amiga, cuidadora y madre efectiva de Lucia, su hija, esta es Gloria, su mejor amiga del alma y follamiga, y a Letia ya la conoces, amiga y actual amante de Pedro. Ya nos conocemos todas, puedes empezar, te escuchamos.
Llegó más tarde de lo previsto, abrió la puerta y entró en casa haciendo rodar su maleta hasta el salón. Lo último que esperaba encontrar en su casa era a cinco mujeres sentadas en círculo, con copas de vino en la mano y hablando distendidamente. Cuatro de ellas se levantaron por orden haciendo una improvisada fila para darle la bienvenida, Letia le besó con la pasión de siempre, Gloria le dio un piquito después de un fuerte abrazo, cosa que copió Belén para no ser menos. Eugenia se contentó con que su abrazo fuese un poco más duradero que los otros.
En el sofá esperaba sentada Eun Hwa, cohibida por tanta expresión de cariño hacia el hombre que acababa de llegar. Pedro, mientras duraban todos esos efusivos saludos, pensaba que decir ante la inesperada presencia de la coreana. Ella se levantó y se acercó a Pedro deteniéndose a una distancia prudencial.
- Hola Pedro, ya se lo que me dijiste la última vez que nos vimos, pero necesitaba hablar contigo.
- Pues creo que ya te lo dejé bien claro, no necesito escuchar nada de lo que tengas que decirme – Pedro fue consciente que había soltado las palabras que no quería decir, en lugar de las que se moría por soltar -.
Eun Hwa sentía como las lágrimas emergían por sus lagrimales y luchaba por impedir que saliesen al exterior. Estaba paralizada, no sabía si salir corriendo hacia la puerta o desmayarse allí mismo. Gloria tomó la iniciativa.
- Pedro, ahora te vas a olvidar de las palabras que acabas de decir y nos vamos a sentar las seis en los sofás, donde están nuestras copas de vino, no te preocupes que te traigo tu zumo de frutas bien fresquito – se dio la vuelta en dirección a la cocina, mientras el resto de mujeres se encaminaba hacia el sofá cumpliendo las órdenes de Gloria -.
Pedro se quedó unos segundos inmóvil, hasta que se resignó a obedecer a su amiga. Cuando todos estuvieron sentados, Pedro frente a Eun Hwa, y el resto de mujeres repartidas a ambos lados, se hizo un silencio que nadie se atrevía a romper, hasta que empezó Pedro.
- ¿Cómo has encontrado esta casa?
- Llevo unas semanas viviendo en casa de mi tío Jung, y le presioné lo indecible para que me ayudase a encontrarte. Él tampoco la conocía, pero me dio la dirección de la empresa de tu amigo Roberto. Me presenté allí y le estuve presionando, rogando, suplicando, amenazando… solo me faltó ofrecerle mi cuerpo – reía levemente de su broma - hasta que le arranqué la dirección. Parece un tipo muy duro, pero creo que es un trozo de pan, supongo que le di mucha pena.
- Ya me encargaré de decirle cuatro cosas a Roberto. Bien, has venido a hablar. Te escucho
El resto de mujeres estaba en silencio, pendientes de la conversación de esos dos. Semejaban a los espectadores de un partido de tenis, dirigiendo alternativamente su atención al que hablaba. Lo cierto es que todo parecía un poco surrealista.
- Para empezar, me remontaré poco más de diez años atrás, éramos felices con nuestro amor en Boston, nuestros planes de futuro estaban cimentados en la confianza de que cuando acabásemos nuestros estudios, tú estabas dispuesto a venir conmigo a Corea, dejando tu país para venir al mío, a mi lado, para que yo pudiese seguir ayudando a mi padre en sus aspiraciones políticas. Todo iba bien hasta mi último viaje a Corea, entonces la confortable seguridad de mi vida se fue a pique. Hasta ese momento, mi familia aceptaba que tuviese un novio “ogugin – 외국인” (extranjero - no del país) ya que estaba previsto que mi labor en la preparación de las campañas se realizase de puertas a dentro, no de cara al electorado, básicamente, y aunque me duela admitirlo, por ser mujer. Pero entonces Hyun rompió la baraja y la paz familiar se quebró.
- Perdona… ¿quién es Hyun? – preguntó Pedro -.
- Es mi hermano mayor, la cara visible de la familia que compartía con mi padre fotografías, reportajes, entrevistas, ruedas de prensa, etc. De niño, su ilusión era ser un gran pianista y la verdad es que a los 6 años ya daba conciertos en los mejores auditorios del país. Uno de los significados del nombre Hyun es “virtuoso” y doy fe de que lo era con el piano. El caso es que compartía la afición del piano con la política junto a mi padre, hasta que no pudo más, y decidió abandonarlo todo para luchar por su pasión, la música. Para colmo decidió casarse por amor con una mujer japonesa. En mi país no se les tiene especial cariño a los japoneses, y que su amor fuese de esa nacionalidad, fue la gota que derramó el vaso y mi familia le repudió. Los dos se fueron a vivir a Finlandia contratados por la filarmónica de ese país, ella es una violinista excelente.
- Pero… entonces, el pianista que casualmente ayer vi publicitado en Nueva York ... ¿no es tu marido? ¿es tu hermano? – Pedro estaba asombrado -.
- Efectivamente, dos años mayor que yo. No sabía que ahora andaba por EEUU.
- Entonces las niñas gemelas que estaban contigo en Seúl… ¿no son hijas tuyas?
- No… - se puso a reír – son mis preciosas sobrinas. Las dejaron a mi cuidado mientras Hyun y su mujer hacían unas mini vacaciones en Tailandia. El día en que me ”espiaste” acababan de regresar y quedamos en encontrarnos en un restaurante para celebrarlo. – el hombre se puso colorado -
Pedro tenía el corazón a mil por hora, era un saco de sentimientos encontrados, pero aún le faltaban muchas cosas por saber y le pidió a la chica que continuase. Las demás mujeres no abrían boca y seguían atentas a las reacciones del descolocado Pedro.
- El caso es que cuando mi hermano tomó esa decisión, sin quererlo, me convertí en su sustituto, con la obligación de que mi imagen debía ser impoluta para aparecer junto a mi padre. Mi vida privada dejaría de serlo y ya no estaba bien visto que mi pareja fuese un “ogugin” y mucho menos que en un futuro próximo nuestro hijo fuese un “ japjong – 잡종 ” (mestizo). Sería una deshonra para la familia y acabaría con las aspiraciones de mi padre. Mi familia decidió también que lo que necesitaba era casarme con un hombre coreano, de buena cuna y sugirió el nombre de un importante empresario de la industria electrónica. Todo esto puede parecer extraño para vosotros, pero para los coreanos nos es muy difícil extraernos de nuestro bagaje cultural donde el respeto a los mayores y el honor de la familia, aún pesan demasiado, son el todo.
- ¿Te casaste obligada? – Pedro apretaba los puños en un conato de rabia -.
- No… jamás me casé. Cedí en todo por el honor y respeto a mi familia, pero… casarme con otro hombre… que no fueses tú… no pude. – Pedro estaba aguantando las lágrimas y las demás mujeres también – Cuando volví contigo a Boston, estaba destrozada, pero no podía dejar que tú lo supieras. Tenía que separarme de ti, pero de una manera definitiva. Empecé a provocarte, a despreciarte, culpándote de cualquier cosa para que te enfadases conmigo. Necesitaba que me odiases, que no estuvieses cómodo a mi lado, pero tú no hacías más que mimarme, quererme, intentar comprenderme y… - Eun Hwa no pudo aguantar y empezó a llorar, Eugenia la cogió por los hombros, abrazándola e intentando calmarla – fui cruel y despiadada, hasta que aquel día en el “dojang” empecé a pegarte, con furia, sin compasión, para hacer daño, para matar. Pero te juro que no te estaba golpeando a ti, me golpeaba a mí, porque me odiaba por todo lo que te estaba haciendo, cada impacto era un puñal que me asestaba en el corazón, pero seguía sin morir, veía a tu amor vivo hacia mí y seguía golpeando una y otra vez, un puñal tras otro en mi corazón, y tú… aún en pie. Salí corriendo para que nadie me viese llorar, llegué a casa y cuando volviste para hablar conmigo… dios, después de todo eso aún querías hablar conmigo… te mentí con la infidelidad, con otro hombre mejor que tú, que no te quería, que me olvidases. Esas palabras crueles que tanto te destrozaron, han estado fustigándome toda la vida. Me fui de casa abandonándote, provocando a mis amigas para que te follasen, para que te ayudasen a olvidarte de mí.
- Por qué no me lo contaste – la voz de Pedro apenas era un susurro de la emoción -.
- Sé que no fui honesta contigo y que debería haberte explicado las razones para hacer lo que el honor de mi familia me obligaba, pero sabía que tú jamás renunciarías a nuestro amor y lucharías por él con todas tus fuerzas, provocando la deshonra de mi familia, acabando con la carrera política de mi padre. Sopesé cual debía ser la decisión y la tomé a costa de mi felicidad y de tu dolor.
A espaldas de mis padres he seguido toda tu vida a través de mi tío Park Jung, ha sido mis ojos, mis oídos, mi confidente y mi consejero. Estuve contigo en tu boda, en el nacimiento de tu hija, en tus avances en taekwondo, en el trabajo, en tu felicidad, en tu tristeza. Todo a distancia, pero junto a ti. Pero cuando moriste… yo también morí contigo y me arrepentí tanto de no habértelo explicado. Pero ya era tarde.
Viajé a Barcelona para tu funeral, me senté al final de la iglesia y lloré, no paré de llorar todo el tiempo hasta que mi tío me dijo que estabas vivo. Me volví loca de alegría, me encaré con mi familia y rompí con ellos, lo abandoné todo y volví a Barcelona para verte, para hablar contigo, no podía renunciar a esta segunda oportunidad. Pero tú ya no estabas aquí, habías desaparecido otra vez. Después de seis meses reapareciste y bueno…, nuestro encuentro… no fue muy bien.
- Te pido disculpas, me arrepentí de mis palabras nada más salir por la puerta.
- No tienes que disculparte, tienes razón en todo lo que me dijiste, me lo merecía. No he venido a disculparme ni a pedirte perdón… solo que supieses mi verdad, mi vida de estos últimos 10 años, en los que … no he dejado de amarte ni un segundo, que no he podido querer a ningún hombre y estoy segura que jamás podré.
Hubo un silencio en el salón, Pedro y las mujeres dejaron escapar alguna lágrima contenida, pero lo peor era el nudo en la garganta, cada una tenía sus motivos para esa reprimida emoción, así como cada una de ellas tenía su opinión sobre lo que debía hacer Pedro. Pero nadie decía nada.
- No quiero que penséis que soy una Virgen María, no voy a mentir diciendo que no he follado en 10 años porque no estabas tú. He cubierto mis necesidades sexuales como mujer utilizando un servicio de acompañantes. Llamas, viene, obtienes sexo según necesitas, pagas y se va. Todo limpio, aséptico y satisfactorio. Ninguna vinculación personal ni emocional. Hombres cultos, sanos, excelentes en artes amatorias, que se adaptan a tus preferencias y cumplen su cometido con impecable profesionalidad. No pretendo ser una monja, no me arrepiento.
- No te preocupes – decía Belén – todas nosotras también hemos vivido nuestra particular telenovela, nadie de aquí es una monja, te lo puedo asegurar. – sus palabras provocaron las risas de los demás, sirviendo para disminuir la carga dramática de las explicaciones de la chica.
- Bien… pues ya lo he soltado todo… por segunda vez en una tarde…jeje… es buen momento para marchar.
- Espera Eun Hwa, ¿qué puedo decirte ahora que lo sé todo?
- No tienes que decir nada… solo si algún día se te ocurre algo… ven a verme, siempre tendrás una amiga en mi… ohh, que Disney ha sonado eso, lo siento. Adiós Pedro – se puso de puntillas, le dio un beso en la mejilla y se marchó.
Todas miraban a Pedro para que dijese algo, pero no le salían las palabras, no sabía que decir, todo él era un mar de dudas. Fue Letia la que se movió, fue hasta un cajón de un mueble y sacó lo que parecía unas tarjetas de embarque. Se acercó hasta Pedro, se colgó de su cuello y le dio un beso de los que sientan cátedra, al que Pedro colaboró con idéntica intensidad, todo ello ante la atenta mirada de las demás mujeres.
- Vaya - dijo Pedro cuando pudo recobrar el aliento – eso sí que es cariño.
- Es… mi beso de despedida mi amor – la cara de todos cambió – es el momento de que nuestras vidas se separen.
- Pero Letia, ¿a qué viene esto ahora? – Pedro no entendía que le pasaba -.
- No es ahora, si miras la reserva de este pasaje para volar a Milán la hice en agosto, el mismo día que volviste de tú encuentro con Eun Hwa,. Lo vi en tus ojos, tu amor por ella nunca ha desaparecido, y yo no voy a ser el obstáculo que lo impida. Te conozco y eres capaz de desperdiciar la ocasión con tal de no hacerme daño. Y eso no lo voy a permitir, a este pasaje solo le falta confirmar el día de partida.
- Pero no puedes irte sin más.
- Claro que sí, estoy a punto de cerrar un contrato como modelo en Milán… la vida me sonríe. Y a ti también. Has recuperado a tu hija y ahora solo te falta recuperar a tu amor. No la dejes escapar, ves a por ella, te ama, no ha dejado de amarte, ni tu a ella. No pierdas más tiempo.
- Tiene razón – decía Gloria mientras Eugenia y Belén asentían con la cabeza -. No dejes escapar esta oportunidad. Además, estoy cansada de que vengas a llorar en mis brazos. – todas se pusieron a reír.
Pedro estaba triste por la partida de Letia, había estado a su lado durante tantos momentos difíciles, dándole todo, y en una última muestra de amor, se apartó de su vida para que el fuese feliz con su amada. Por fin se había decidido a hacer caso a todas sus amigas, hasta a Roberto, que nunca se metía en cosas de amores le aconsejaba que no dejase escapar a esa mujer, que puestos a compartir la vida con alguien, que fuese lo antes posible, su hija aún era pequeña y podría asimilar más fácilmente a Eun Hwa como su madre. Pero lo que decantó la balanza, simplemente fue su corazón.
Llamó a Park Jung para explicarle sus intenciones y para que transmitiera a su sobrina si podía pasar por su casa a cenar esa noche.
- Por fin te has decidido a hacer lo correcto, no sabes los años que he pasado viéndola sufrir por tu amor, sacrificándose por el honor de nuestra familia, consiguiendo que la carrera política de mi hermano despegase hasta la cima, y todo esto sin poder decirte nada. Ya era hora que “el mono volviese a subir al árbol de una puta vez”. No te preocupes que esta noche irá a cenar a tu casa, y si no vuelve a la mía, mejor, que yo también necesito un poco de intimidad.
- Tus deseos son órdenes para mí, maestro.
Esa noche el reencuentro fue como tenía que ir, casi no hubo palabras, la cena se quedó fría en la mesa y lo único que se calentó fueron las sábanas de la cama junto con sus cuerpos. Los 10 años de amor reprimido, ocultado, apresado, no pudo salir al exterior por mucho empeño que le pusieron durante esa noche y todo el día siguiente. Era demasiado amor, demasiado sexo, demasiada pasión acumulada para aflorar toda. Por suerte era tanta, que la podrían consumir juntos durante años, muchos años, sin racionarla, utilizando cada día la que considerasen necesaria, sin miedo a que se agotase.
Epílogo.
La fiesta empezó antes de la cena, todos reunidos alrededor del piano mientras Hyun y su mujer ejecutaban a dúo la más hermosa de las piezas que jamás habían escuchado los asistentes, solo para ellos… y gratis. Las gemelas jugaban con Lucía y la hija de Lee Shin como si fuesen las mejores de las muñecas. Cenaron conversando y riendo como hacía tiempo que no ocurría. Algunos no se conocían, pero pronto eso dejó de ser un problema para convertirse en motivo de celebración. Tomás y Jacinto estaban flotando en el aire al estar sentados junto a Helen y Katy, fuera de su alcance, pero eran tan simpáticas que su sola presencia ya los convertía en los seres más felices del mundo.
Roberto hizo buenas migas con Shin, y Yolanda, amante de la música, no soltaba a la esposa japonesa de Hyun. Gloria y Belén, acogían a la esposa de Shin, que se sentía un poco desplazada. Eugenia y John ejercían de maestros de ceremonias, por edad y por galones. Pedro, Louis, Erika y Eun Hwa formaron un cuarteto con acaloradas conversaciones, creando polémicas divertidas y sentencias definitivas. Eun Hwa al principio, miraba con reticencia a Erika, la diosa de la belleza, pero pronto se dio cuenta de que no había nada que temer de esa mujer.
Dejaron a las niñas y continuaron la fiesta en una discoteca. Bailaron como si no hubiese un mañana, bebieron, algunos demasiado, disfrutaron desinhibidos, rieron…, todos fueron felices a su manera. La pareja triunfadora del baile fueron Pedro y Belén, que demostró una habilidad para el baile que asombró a todos, el ritmo estaba en su cuerpo y aquello no lo paraba nadie.
En un momento de descanso, Pedro se detuvo a pensar en que allí faltaban las dos mujeres más importantes en la última etapa de su vida, María y Letia, sin las cuales no habría podido llegar hasta allí y recuperar su vida. Le habían dado su apoyo, asumiendo riesgos personales, su tiempo, sin olvidar el placer, y sobre todo, le habían entregado su amor incondicional y desinteresado. Jamás se lo podría retornar, pero siempre ocuparían un gran espacio dentro de su corazón.
Cerraron literalmente la discoteca y cuando se despidieron, cada pareja se retiró a hacer eso que hacen las parejas. Algunos se acostaron cansados, otros hicieron el amor, otros conversaron sobre la velada o de cualquier otra cosa, pero todos, por lo menos esa noche, fueron felices.
Esas parejas consolidadas estaban convencidas que se mantendrían juntas para siempre, aunque seguro no hay nada en la vida, y el tiempo es especialista a darle la vuelta a todo como un calcetín.
Pedro después de besar por enésima vez esa noche a su amada, pensaba en que jamás dejaría escapar otra vez a esa mujer. Se dijo que si lo permitía, para él, no habría perdón…