Sin Perdón. (6)
Pedro se siente morir al pensar que la mujer de la que se ha enamorado tiene conductas sexuales diferentes
Pedro palidecía al pensar que su amor fuese capaz de ser la protagonista de un gangbang, un bukake ni de nada parecido, y se resistía a creer que ella fuese así, ya que no le había dado ningún indicio ni señal, sino al contrario.
- No creo que sea buena idea venir a la fiesta, no conozco a nadie y…
- Y qué más da, yo tampoco conozco a ninguno. Prometo ocuparme de ti y no dejarte desatendido.
- Verás, es que yo no soy así, hay cosas en las que prefiero no participar…
- No me vengas ahora con que eres tímido. Seguro que con las chicas guapas que habrá en la fiesta te lo pasarás de fábula.
- Entonces ¿será una orgía? – se mostraba sorprendido – creía que ibas a ser la única chica con todos los amigos de Patrick y…
- ¿Cómo que una orgía? – ahora era ella la que parecía sorprendida de verdad - ¿Qué quieres decir con eso?
- Bueno…, lo del gangbang y el bukake con todos esos tíos. – su nerviosismo estaba aumentando exponencialmente y le costaba escoger las palabras – . En la mansión de Patrick, lo que a ti te gusta… no se…
- Pero que gangbang ni que hostias… ¿de qué me estás hablando? – decía con una furia provocada por el enfado que la estaba invadiendo – ¿por quién me has tomado?
Si Pedro tenía alguna duda, se acababa de despejar en ese instante. Ella no sabía nada de lo que le estaba montando el cabrón de su novio. Estaba claro que de consentimiento por parte de ella, nada de nada, pensaba drogarla para violarla con todos sus amigos y aprovecharse de ella para satisfacer sus perversiones, mintiendo a todos, sin importarle nada esa chica a la que solo quería como quien posee un objeto de usar y tirar.
- Perdóname Eun Hwa, voy a matar al hijo de puta de Patrick – dijo Pedro desprendiendo ira a través de su azul mirada –, te acabas de quedar sin novio.
- ¿Pero que tienes que ver tú con mi novio?
Pedro intentó calmarla y empezó a relatarle todo desde que por casualidad, escuchó a esos chicos hablar en el campo de fútbol. La cara de ella iba cambiando a medida que escuchaba las barbaridades que le estaba explicando y no podía creer a Pedro cuando le contaba lo que había tramado hacerle el hombre al que quería.
Por último, no tuvo más remedio que pasarle la grabación para certificar la calaña de ese tipejo que tenía por novio. Al escuchar las palabras de Patrick, el desprecio hacia ella como mujer, las lágrimas descendieron por sus almendrados ojos y el rostro mostraba la tristeza que rasgaba su corazón.
Pedro se sentía fatal viendo el sufrimiento de la chica que ocultamente amaba, pero a la vez respiraba aliviado de que ella fuese realmente como él había intuido y también, porque había desenmascarado a ese depravado, evitando la atrocidad planeada.
Ella estaba destrozada y le pidió a Pedro si podía quedarse con él esa noche, ya que no quería estar sola y necesitaba un hombro amigo sobre el que apoyarse en esa circunstancia. Él le ofreció ir a su apartamento al tener habitaciones de sobra y que se esforzaría para prepararle una cena para chuparse los dedos.
Ya en el piso de Pedro y con una Eun Hwa más calmada, estuvieron sentados en el sofá hablando con una total confianza e intimidad que solo se consigue entre dos personas cuando la sintonía entre ellos es muy grande. Ella le contaba que no entendía como Patrick la había engañado durante el tiempo que habían estado juntos. Decía que siempre la había tratado con cariño y respeto, y que sus relaciones sexuales siempre habían sido plenas y satisfactorias, que nunca la había obligado a hacer nada que ella no quisiese hacer.
Pedro, intentando distraer del tema a la chica a través del estómago, preparó una deliciosa tortilla española acompañada de unos tacos de queso manchego, jamón de pata negra bien cortado, un pan untado con tomate y aceite de oliva y un buen vino riojano para regarlo todo. En Boston era relativamente fácil encontrar productos españoles de calidad, aunque no accesibles a cualquier economía.
Disfrutaron de la cena y del vino, básicamente se lo bebió todo la chica, ya que él solo tomó un sorbo para acompañar, y al acabar, continuaron la velada conversando en el sofá del salón. Ella se estiró con la cabeza apoyada sobre el regazo de Pedro, que acariciaba con ternura el lacio pelo de su amiga mientras hablaban.
El efecto del vino en la joven no tardó en aparecer y se quedó dormida con un rostro que reflejaba una relajada tranquilidad. Pedro la miraba con admiración, pese a su aparente fragilidad, Eun Hwa era una mujer fuerte, no solo por su conocimiento de artes marciales, también por su carácter que demostraba ser capaz de superar un golpe como el de hoy con gran entereza.
La llevó en brazos hasta la habitación que antaño había ocupado Helen. Solo entraba en las habitaciones de sus antiguas compañeras para hacer la limpieza semanal y descubrió que la rubia había olvidado en un cajón algo de ropa interior, un pijama y un par de camisetas informales.
Con suavidad dejó a la chica sobre la cama y logró con un considerable esfuerzo, quitarle los pantalones tejanos y la camisa de botones sin despertarla. La observó solo cubierta con un delicioso conjunto de lencería, admirando su pequeño pero bellísimo cuerpo. Descubrió hematomas en una pierna y en un costado, con seguridad, producto del contacto en algún combate tal como le ocurría a él muchas veces, solo que en la blanca y finísima piel de Eun Hwa resaltaban con mayor intensidad.
Buscó en los cajones de Helen la parte superior de un pijama y se lo puso a su bella durmiente que seguía descansando como un ángel, y tras cubrirla con la sábana, le dio un suave beso en la frente para abandonar seguidamente la habitación.
Cuando la chica apareció en la cocina vestida tal como la dejó Pedro, el desayuno la estaba esperando sobre la mesa.
- Buenos días, ¿qué tal ha dormido la princesa?
- Muy bien, pero tengo un poco de resaca, ayer me pasé con el vino.
- Tómate este analgésico con el café y come algo, ya verás cómo desaparece.
- Pedro… gracias por acostarme anoche, espero no haberte incomodado, y gracias también por el pijama. Supongo que no fue fácil desvestirme.
- No hay de qué, y es cierto que fue complicado quitarte la ropa. El pijama no es que te quede muy bien, pero es el único que tenía. Estuve tentado en desnudarte completamente para que durmieses con mayor comodidad, pero no quería que malinterpretases mi conducta, después de lo visto…
- No me importa que me veas desnuda, has demostrado que puedo confiar en ti. Es lo que espero de un buen amigo, y tú lo eres.
- Me hace feliz que me consideres como tal. Ahora vamos a lo importante, que es desayunar y luego ya veremos qué hacer con el día.
Desayunaron conversando sobre los sentimientos que tenía la joven y de lo que pensaba hacer con su relación y de cómo iba a terminarla.
- Pedro, por curiosidad, ¿de quién es la ropa interior femenina que he visto en un cajón? Supongo que de la misma propietaria del pijama que llevo puesto.
- Si, hasta hace poco compartía el piso con dos chicas y una de ellas se dejó olvidada la ropa que has visto.
- Vaya – se reía la joven con picardía– estarías muy bien acompañado.
- Pues sí, la verdad es que fue divertido.
- ¿Y… hubo sexo? – soltó la pregunta de sopetón, expectante a la respuesta de Pedro -.
- Con las dos – contestó con toda naturalidad – una bonita experiencia para recordar.
- Vaya… con las dos… - la cara de ella cambió durante un instante ya que no esperaba una respuesta tan sincera – disculpa no quería inmiscuirme en tu intimidad…
- No te preocupes, yo también confió en ti y no tengo por qué mentirte. Forma parte de mi pasado reciente, pero ahora tengo otras expectativas.
- Bien… lo comprendo. Yo, para tener nuevas expectativas, antes tengo que cerrar esta pantalla con Patrick y lo voy a hacer esta misma tarde después del entrenamiento.
- Te acompañaré, y si me autorizas le partiré la cara con sumo placer.
- No… esto es cosa exclusivamente mía y lo tengo que solucionar yo sola.
- Pero déjame que venga contigo por si necesitas ayuda, no sabemos cómo puede reaccionar el “personaje”.
- Te lo agradezco, pero se cuidar de mí misma. Confía en mí.
Pedro se resistía a dejarla ir sola por miedo que le ocurriese algo, pero ella no cedió ni un milímetro en su postura y no se marchó del apartamento hasta conseguir la promesa de Pedro de no inmiscuirse.
La mayoría de jugadores ya habían pasado por la ducha y estaban a medio vestir cuando Eun Hwa entró decidida en el vestuario masculino. Algunos reaccionaron diciendo groserías mientras que otros protestaban e intentaban tapar su desnudez. Ella, sin inmutarse, fue directa a plantarse enfrente de Patrick que la miraba con los ojos exageradamente abiertos, manifestando su sorpresa.
- Cariño… ¿Qué haces aquí?, este no es el mejor lugar para… - balbuceaba el chico asombrado -.
- He venido a decirte que eres un mentiroso hijo de puta - hablaba con voz fría y lo suficientemente alta para que la oyese todo el vestuario - y que no quiero volver a verte en la vida.
- Pero… ¿a qué viene todo esto…?
- Viene a que querías drogarme para que tú y tus amigos – miraba a su alrededor –, me follaseis todo el fin de semana “sacando a la zorra asiática sumisa que hay en mí”. Si, también va por vosotros, que estabais de acuerdo.
- Oye que yo no quise saber nada de… - empezaba a protestar uno de ellos -.
- Callaos todos, debería daros vergüenza. A unos por apuntarse a violar a una mujer y a otros por callar y mirar a otro lado. – muchos bajaban la mirada en silencio -.
- Mira nena, creo que hay un mal entendido, solo quería que te lo pasases bien – Patrick intentaba justificarse -.
- Ya… mintiendo a tus colegas de que yo me follaba a los tíos de cinco en cinco y que me dejaría hacer lo que quisiesen, hasta que measeis encima y follar con un perro. Y lo más triste es que todos le habéis creído.
- ¿Quién te ha contado todo esto? ¿Cómo sabes que es verdad?
- Solo con mirar vuestras caras me lo estáis confirmando. Pero si quieres te envío la grabación de tus propias palabras – manipuló su Smartphone un instante para enviarle a Patrick la grabación de Pedro –. Ya lo tienes.
Empezó a escuchar la grabación mientras su cara se iba llenando de ira. Al acabar, dejó el celular en la banqueta y se abalanzó hacia la chica, cogiéndola por el cuello con su mano derecha.
- Ese cabrón de Pedro…, maldita puta te vas a enterar lo que es meterte conmigo, dame ese móvil...
La pequeña asiática reaccionó con una rapidez pasmosa girando su cuello para aflojar la presión de la mano agresora, agarrando la muñeca y tirando fuerte de ella para separar el brazo y poder golpearlo en la rótula con el dorso de su otra mano, rompiendo la articulación por el codo. Patrick chilló retrocediendo unos pasos. Se agarraba el brazo roto con su otra mano y sus ojos echaban fuego de dolor y rabia.
- Hija de puta, me has jodido la temporada… te voy a matar, y al mierda ese de Pedro también. Pero antes te romperé el culo con mi polla hasta que te salga por la boca – chillaba histérico -.
Hizo ademán de volver a atacar a la chica, pero dos tíos como dos armarios de grandes bloquearon su camino.
- Si le tocas un pelo a la chica, te romperemos algo más que un brazo. – dijo uno de los compañeros del equipo con cara amenazadora -.
- Dejadme que le deje las cosas claras a este cerdo – ella intentaba abrirse camino sin éxito entre esas dos torres, hasta que por fin se apartaron para dejarla pasar -. Escúchame bien porque no voy a repetirlo. A partir de ahora, si caminas por la misma acera que yo, te cambias a la otra, si coincidimos en una clase te largas y que te pasen los apuntes, si a mí o a Pedro nos pasa algo más grave que un resfriado o que se nos rompa una uña, te juro que la grabación tuya llegará a todos los medios de comunicación del país y a tu padre.
Ya veremos lo contento que se pone el respetado Senador Demócrata y liberal, cuando todo el mundo sepa que su hijito ejemplar es un violador, machista, racista, abusador y maltratador de mujeres. ¿Cómo crees que se lo va a tomar? Olvídate de tu vida fácil de niño rico de papá, por no decir las consecuencias legales que tengas que sufrir, ahora mismo estoy convencida de que hay más chicas que querrán tu cabeza.
Estás avisado, y la mayoría de vosotros, - se dirigía a los jugadores que la rodeaban en silencio – deberíais recapacitar sobre vuestro comportamiento en relación a las mujeres, y si no entendéis que quiero decir, es que realmente tenéis un problema.
Dicho esto, dio media vuelta y salió del vestuario sin esperar reacciones, mientras Patrick le lanzaba una mirada de odio producto del dolor y de la humillación que acababa de recibir delante de todos.
Pedro se revolvía nervioso en su apartamento esperando la llamada de Eun Hwa, temiendo que le hubiese ocurrido algo. Cuando ella le dijo que iría al vestuario masculino a plantarle cara a Patrick intentó disuadirla para que buscase un sitio mejor, pero no pudo convencerla.
En ese momento sonó el timbre del interfono y corrió a abrir la puerta tras comprobar que era ella. Traía en su mano una pequeña bolsa de viaje que dejó en el suelo al entrar.
- Ya está… terminado. Ha ido muy bien.
- Me alegro, pasa y cuéntame.
Se sentaron en el sofá y ella le explicó fielmente y sin omitir ningún detalle lo ocurrido en el vestuario. Pedro estaba admirado de la valentía de esa mujer. Atreverse a entrar en un vestuario con 40 bestias pardas, soltar todo lo que dijo a todos, zurrarle al hijo de puta ese y salir con la cabeza bien alta, no es poca cosa. Cuando dieron por finiquitado el tema, Pedro la invitó a quedarse a cenar y ella aceptó encantada.
- He visto que llevas una bolsa de viaje, ¿vas a alguna parte?
- Bueno… la verdad es que quería plantearte la posibilidad de que me dejases quedarme unos días en tu apartamento… me siento a gusto aquí…contigo. Podría ayudarte a pagar el alquiler y… pero si tú no quieres no pasa nada, sin compromiso… igual que he traído una bolsa, me voy con ella y tan amigos…
- Deja de decir tonterías… de pagar el alquiler olvídate que ya está pagado, puedes traer todas las maletas que quieras y escoger cualquiera de las dos habitaciones libres. Mi apartamento es tu apartamento y puedes mudarte a vivir desde ya.
- ¿De verdad que no te molesta?
- No solo no me molesta, sino que estoy encantado. Pienso aprovecharme de ti para que me des clases de coreano, tu tío ya lo intentó pero no progresé demasiado. Este será el precio que tendrás que pagar.
- Dalo por hecho… además tienes la suerte que soy una excelente profesora. Pero ahora tengo un hambre feroz, debe ser porque estoy tan contenta.
- Pues vamos a preparar la cena – le dijo Pedro entusiasmado -.
Llevaban dos meses compartiendo piso y su amistad había crecido hasta llegar a un nivel de intimidad poco frecuente entre un hombre y una mujer. Pedro seguía ocultando que estaba enamorado de ella y en algunas ocasiones, el roce derivado de esa intimidad y confianza, le había provocado más de una tremenda erección que disimuló como buenamente pudo. Jamás se le insinuó, la respetaba demasiado y más sabiendo que los sentimientos de ella hacia él, eran puramente de amistad.
La mayor parte de su tiempo lo ocupaban con sus respectivos estudios, aunque se organizaron para coincidir varios días a la semana practicando taekwondo. En los combates que hacían entre ellos, mayoritariamente ganaba él, ya que aunque ella tenía mejor técnica, la potencia que ejercía Pedro facilitada por su peso y envergadura, era decisiva para decantar la contienda.
Algunas noches habían salido de fiesta con las tres amigas habituales de Eun Hwa, excompañeras de piso. Cuando las cuatro estaban juntas era espectacular ver como los hombres se lanzaban como aves rapaces a la caza de la forma más descarada y muchas veces patética, para ver si pillaban a alguna de ese póker de bellezas. Lo cierto es que era difícil discernir cuál de las cuatro estaba más buena, y a banda de pequeñas diferencias de tamaño de las partes del cuerpo preferidas desde la óptica masculina, (también desde la femenina), solo el color del pelo las diferenciaba claramente de las otras, obviando la etnia de Eun Hwa. El caso es que una era rubia, otra pelirroja, otra de pelo castaño y la coreana con su cabello oscuro como la noche.
Ninguna tenía novio en ese momento, aunque lo cierto es que podían tener a todos los hombres que quisieran con solo chascar los dedos. Habían acogido encantadas a Pedro que, aparte de ser muy atractivo, le gustaba bailar y a ellas también. Se divertían mucho con él y lo cierto es que no paraban de preguntarle a Eun Hwa si de verdad no estaba enrollada con Pedro, ya que no entendían como se había ido a vivir con ese ejemplar de hombre y aún no se lo había tirado. En el fondo querían asegurarse de poder tirarle los tejos al chico y que su amiga oriental no tuviese ninguna objeción.
Era descarado como las tres amigas, sobre todo la pelirroja, aprovechaban cualquier oportunidad en la pista de baile para restregarse con Pedro de una forma tan sexual, que había que ser un santo varón para no volverse loco y follárselas allí mismo. Pedro se daba cuenta de cómo le arramblaban y le metían mano sin cortarse un pelo, e incluso verbalizaban sus ganas de follárselo diciéndoselo al oído. Pero él solo tenía ojos para Eun Hwa y se escabullía hábilmente de las acometidas de las chicas, siempre de forma que no se pudiesen ofender, pero sin darles muestra de que cedía a sus intenciones.
Eun Hwa, pese a reiterar a sus amigas que entre ellos dos solo había una gran amistad, y con esa afirmación, darles carta blanca a las tres para que pudieran lanzarle la caña a Pedro, no podía evitar una sensación inconfesable de dolor al ver como ellas provocaban al chico de esa forma tan escandalosa, y de como él se dejaba sobar sin importarle demasiado.
También se daba cuenta que sus amigas no eran las únicas que se acercaban a Pedro con claras intenciones, y él siempre se mostraba simpático y agradable con todas esas mujeres, entrando en su juego de seducción y flirteo, aunque la situación no acabase en nada.
Por su parte también tenía que lidiar con muchos moscones a los que despejaba tan pronto se le acercaban, sin darles la más mínima oportunidad.
Esa noche estaban en una conocida discoteca del North End de Boston, sentada en el mullido asiento que circundaba la mesa, hablando con dos de sus amigas mientras Pedro bailaba en la pista una música latina llena de sensualidad con su otra amiga Evelyn, la pelirroja.
Las tres observaban el baile cuando la chica, que restregaba sus pechos aplastándolos por la espalda de Pedro, pasó una mano desde atrás y la introdujo directamente dentro del pantalón para coger sin lugar a dudas, el pene del chico. Mientras las dos amigas comentaban riendo la jugada de la pelirroja, Eun Hwa notaba como se le hacía un nudo en la garganta.
- ¡Tías, habéis visto eso! – decía una de ellas alucinada -.
- Joder, se nos ha adelantado la muy zorra, ahora sí que se va a follar a Pedro, Evelyn es nuestra campeona – se reía la otra –
- Eun Hwa, vaya cara estás poniendo – viendo que su amiga estaba muy seria – ¿no dijiste que no te interesaba Pedro?... parece que sí que te interesa.
- Para nada, podéis acostaros con él las tres – dijo intentando parecer convincente sin dejar de mirar lo que ocurría en la pista -.
Pedro, al notar que la chica le estaba cogiendo la polla y empezaba a pajearlo todo lo que su ajustado pantalón permitía, agarró su brazo y sacó la mano de su entrepierna con suavidad y se dio la vuelta para acercar sus labios a la oreja de la pelirroja. Habían parado de bailar y después de decirle unas palabras al oído, acarició tiernamente el pelo de la joven y le dio un beso muy suave en sus labios. Se separó de ella y marchó en dirección a la barra del bar.
La pelirroja se quedó sola un buen rato en medio de la pista con cara de contrariedad, sin reaccionar, y Eun Hwa lanzó un suspiro al ver que Pedro no había cedido al ataque de su amiga. Buscó al chico con la mirada hasta localizarlo en la zona del bar y entonces sí que se quedó de piedra.
Le vio depositar el vaso de su refresco sobre la barra y como una rubia espectacular le rodeaba el cuello con sus brazos y lo besaba en la boca con una pasión desenfrenada. Pedro correspondía a ese beso con la misma intensidad, durante un tiempo que a Eun Hwa le pareció una eternidad. Pero lo peor es que cuando se separaron, la rubia cedió su lugar a una belleza negra que repitió el beso con tanto entusiasmo como su predecesora.
Sus amigas seguían comentando el desenlace de Pedro con su amiga pelirroja y no se percataron de lo que estaba sucediendo en el bar. Eun Hwa no soportaba ver más y necesitaba salir de allí.
- Chicas, no me encuentro bien, me voy a casa.
- ¿Qué te pasa, quieres que te acompañemos?, ¿avisamos a Pedro para que vuelva a casa contigo?
- No…no le digáis nada a él, por favor. Ya se me pasará.
- Eun Hwa, ¿podemos hablar un momento? – acababa de llegar su amiga pelirroja -.
- Ahora no… tengo que irme – dijo dirigiéndose a la salida y dejando a Evelyn con la palabra en la boca -.
- ¿Qué le pasa? – preguntaba a sus dos amigas la pelirroja con preocupación -.
- Pues que me parece que no le ha gustado tu numerito erótico con Pedro.
- Precisamente venía a hablar de eso con ella. Y me temo que lo que ha visto de Pedro con esas dos tampoco le habrá gustado – dijo señalando al par de bellezas que estaban hablando con Pedro -.
Cuando las dos amigas se giraron en dirección donde indicaba su compañera, pudieron ver como los tres acababan la conversación y a continuación las dos chicas abrazaban y besaban en la boca a Pedro despidiéndose de él.
- Joder, ahora sí que podemos decir que Eun Hwa está enamorada de Pedro, su reacción lo demuestra. Y nosotras tirándole la caña al chico delante de sus narices, que estúpidas que somos. Solo le ha faltado ver lo de esas dos zorras…
- Pues no sabéis lo más fuerte – decía la pelirroja acaparando la atención de las otras dos – Cuando le he cogido la polla y pensaba que ya lo tenía en el bote, se ha separado de mí suavemente y me ha confesado al oído que sentía no poder enrollarse conmigo, que solo había una mujer en su corazón y que esa era Eun Hwa. Y me ha dado un piquito amistoso que me ha dejado con las piernas temblando… dios que hombre…
En ese momento llegó Pedro hasta la mesa y al ver que su amiga asiática no estaba con ellas, les preguntó.
- ¿Dónde está Eun Hwa?
- Pues ha visto cómo te comías a besos a esas dos lagartas y se ha largado muy mosqueada – le decía la rubia riñéndole -.
- Pero ¿por qué se ha enfadado?, solo son dos amigas a las que quiero mucho, no debería afectarle a ella.
- Pero vaya par de tontitos que sois los dos. – decía la pelirroja - ¿Por qué no le has dicho nunca lo que me has confesado a mí? Joder… si ella también te quiere.
- ¿Cómo que me quiere? Como amigo ya lo sé… pero…
- Ni pero, ni hostias… que vayas corriendo para casa, que ella esta coladita por ti y tampoco es capaz de decírtelo.
- ¿En serio?
- Joder… no te enteras… que sí, no pierdas el tiempo y vuela a por ella.
Pedro no se lo pensó más y salió corriendo a buscar a su amada, mientras las tres amigas se quedaron lamentando no haber podido catar a ese hombre, pero a la vez, contentas por su amiga.
Mientras buscaba un taxi para volver a casa, Pedro pensaba en el encuentro en la discoteca con Helen y Katy y lo que había visto e interpretado Eun Hwa. Los besos con ellas habían sido muy ardientes, y si era cierto que la chica coreana estaba enamorada de él, no le habrían sentado nada bien.
El encuentro con sus examantes militares no fue casual, ya que el coronel Wolf había ordenado a Helen que le hiciese llegar a Pedro un pendrive codificado para su estudio. Katy estaba fuera de servicio, pero le había pedido a Helen si podía acompañarla para estar con él.
Pretendían que, una vez acabada la “misión de entrega”, ir juntos al apartamento a repetir el antológico trio que disfrutaron la última vez. Pero él les explicó con franqueza que estaba enamorado de una mujer y que mientras durase esa circunstancia, no estaba en condiciones para estar con ninguna otra. Ellas lo comprendieron y se despidieron deseándole lo mejor.
Al entrar en el apartamento, Pedro escuchó sollozar a Eun Hwa en su habitación. Se acercó hasta la puerta y la golpeó con los nudillos. Ella le dijo que pasase y así lo hizo.
- ¿Qué te ocurre princesa? Estás llorando.
- No es nada, solo un poco de melancolía, no te preocupes. ¿Cómo es que has vuelto tan pronto? Te he visto muy “acaramelado” con esas dos bellezas, pensaba que estarías con ellas… bueno ya sabes…
- Si, ha sido un rencuentro muy emotivo, la verdad es que las quiero mucho. Precisamente de eso quería hablarte, si tienes un momento.
- Por supuesto – ella había dejado de llorar y dirigía su atención a lo que Pedro quería contarle –. Tú dirás.
- Pues verás, desde que esas dos amigas marcharon, la verdad es que no he vuelto a tener… sexo con nadie y … como decirlo… que uno tiene sus necesidades.
- Claro que sí, te entiendo perfectamente, yo tampoco he tenido relaciones desde lo de Patrick y me ocurre igual que a ti. No tengo inconveniente en que vengan a tu habitación para… que puedas estar con ellas. No me moveré de mi cuarto y si mi presencia os molesta, puedo ir a otro sitio mientras… folláis.
- Pues si realmente tienes ganas de sexo… yo estoy dispuesto… y podrías venir a mi habitación con…
- ¿Me estás pidiendo que me una a esas dos para follar contigo? – hablaba totalmente asombrada -. No me esperaba eso de ti, sabes que yo…
- Para…para… y escúchame. Te estaba pidiendo que vinieses a mi habitación conmigo, porque estoy enamorado de ti desde el primer momento en que apareciste en mí vida, y he sido tan gilipollas de no decírtelo creyendo que solo podía ser tu amigo. Pero ahora que he abierto los ojos necesito hacer el amor contigo, saber que me quieres como yo a ti.
Ella le miraba alucinada mientras las palpitaciones de su corazón se aceleraban por las palabras que escuchaba de la boca de Pedro. Sin pensárselo, corrió hacia él y de un salto se colgó de su cuello con sus brazos, entrelazando sus piernas a la cintura del chico, agarrándose con todas sus fuerzas como si le fuese la vida en ello. Se besaron con el ansia acumulada de tanto tiempo de amarse sin decírselo al otro.
Sus lenguas firmaron el pacto de unión sin condiciones para rubricar el amor que estaban dispuestos a entregar recíprocamente. Se desnudaron el uno al otro, sin demasiadas prisas, contemplándose y queriendo memorizar en su retina cada trocito de superficie del ser que tenían delante.
Para ella, el cuerpo desnudo de Pedro, que tantas veces había imaginado en la soledad de su cama mientras sus dedos exploraban su sexo en busca de placer, superaba cualquier expectativa creada. Era bello, de una anatomía masculina diseñada para atraer y ser deseado. Y qué decir de su ahora visible pene en plenitud, no encontraba palabras para su definición, tal vez solo una, perfecto.
Pedro sí que recordaba ese menudo cuerpo perfectamente equilibrado de cuando lo vio, casi desnudo. Seguía blanco, de piel tersa y suave como la seda, sin estridencias voluminosas, solo lo necesario, pero también con todo lo necesario. Deseaba comer de su sexo, no devorarlo con el ansia del hambriento que come hasta empacharse, sino que quería degustarlo, saborear sus esencias para provocarle placeres inimaginables.
Su boca al completo, labios, lengua, dientes, se apoderó de la vagina de su amada y decidió no soltarla hasta saciarse de sus néctares, y esto no ocurrió hasta extraerle infinidad de orgasmos a la mujer, que se encadenaban sin cesar uno detrás de otro, como las gotas que aún siguen cayendo desde las hojas de un árbol tras cesar la lluvia.
La multiorgasmia de Eun Hwa sorprendió a Pedro, pero al mismo tiempo lo motivó para seguir chupando, sorbiendo y lamiendo ese coñito aterciopelado que reclamaba su boca sin cesar. Todo esto duró hasta que ella apartó de entre sus piernas el rostro de Pedro, para ahora ser ella la que se ocupase de saborear la polla endurecida de él. Parecía increíble que su pequeña boca pudiese engullir el pene en su totalidad, pero así fue. Recorría todo el tronco con su lengua, masajeaba sus testículos dentro de la boca, jugueteaba con su glande, en definitiva, le dio a Pedro la mejor de las mamadas que había disfrutado hasta la fecha. Inevitablemente sucedió la explosión de semen que la chica se tragó sin oposición alguna.
Y llegó el momento de que sus sexos se conocieran por primera vez. Fue un encuentro tan gozado por los dos que solo demostró que estaban hechos el uno para el otro. Hicieron el amor muy despacio, sintiendo a cada introducción las sensaciones más placenteras que pudiesen haber sentido nunca.
Repitieron una vez… dos… tres… cuatro… y dejaron de contar para simplemente, disfrutar de sus cuerpos hasta la extenuación.
A partir de ese día Eun Hwa se quedó a vivir permanentemente con Pedro haciendo vida de pareja. Avanzaban en sus respectivas carreras, practicaban taekwondo, salían a cenar, al cine, al teatro, a bailar con sus amigas, hacían el amor a diario ya fuera en el apartamento o en cualquier lugar que se terciara, dando rienda suelta a sus deseos sexuales, manteniendo viva la llama de la pasión, sin descuidar la lujuria, el morbo y el juego de seducción permanente entre ellos. Y por encima de todo, alimentando un amor que crecía con el paso del tiempo.
Tal como la chica le había prometido, Pedro aprendió a hablar y escribir el coreano con solvencia, gracias a las clases que le impartió su amada.
Volvieron varias veces a sus respectivos países para estar alguna temporada con sus familias y así fueron pasando dos años de felicidad plena, acercándose a la finalización de las dos carreras y el doctorado de Pedro, y de la carrera de Eun Hwa.
Pero algo cambió tras la última visita de la chica a Corea. Estaba extraña, triste, y empezó a rehuir el contacto sexual con Pedro. Él asistía extrañado al comportamiento de la chica sin comprender que estaba pasando, intentaba hablar con ella para que le contara que le ocurría, pero ella se negaba a dar ninguna explicación y se enfadaba ante cualquier intento de aproximación de Pedro.
Discutía por cualquier cosa por simple que fuese, todo era un problema y culpaba a Pedro de esas discusiones cuando, claramente las provocaba ella. Toda su dulzura y muestras de amor, de la noche a la mañana se convirtieron en desprecio y malas maneras.
Durante los dos años felices habían hablado que harían cuando terminasen sus estudios. Pedro tenía claro que ella se sentía obligada a volver a su país para trabajar en los objetivos políticos de su padre, ya que para eso llevaba toda la vida preparándose. Él no quería que ella renunciase a nada, y estaba dispuesto a ir a vivir con ella a Corea, convencido que no tendría ningún problema para integrarse en esa cultura y conseguir un buen trabajo gracias a su altísima preparación. Pero tal como estaban funcionando las cosas últimamente con ella, ya no estaba tan claro que iba a ocurrir.
Una tarde que estaban combatiendo en el “dojang”, ella empezó a atacar a Pedro con una furia desatada e irracional, utilizando golpes en zonas prohibidas que, pese a las protecciones, causaron a Pedro un gran dolor. Ella no se detenía y continuaba golpeando sin cesar, obligando a Pedro a desplegar todo su conocimiento defensivo, aunque se contuvo de contraatacar sabedor que la cosa se le podía escapar de las manos y provocar quizás, algún daño irreparable.
Todos los compañeros que estaban en el tatami, se detuvieron para observar asombrados los ataques totalmente fuera de lugar que estaba ejecutando Eun Hwa. El “sabom nim” intervino de inmediato.
- ¡Eun Hwa, detente ya! – ella no hacía caso y continuaba lanzando golpes sin piedad ninguna a un Pedro que intentaba asimilar el dolor - ¡Que pares inmediatamente! – el grito consiguió que se detuviese -.
Ella jadeaba, respirando aceleradamente por el esfuerzo realizado. Miró a su alrededor viendo como todos la observaban perplejos por su proceder. El semblante serio del maestro la hizo tomar conciencia de lo que acababa de hacer y lo peligroso de su incontrolado ataque. Mirando a un dolorido Pedro, intentó acercarse a él para disculparse, pero se detuvo antes de llegar a su lado, dio media vuelta y se retiró con paso firme a los vestuarios sin decir palabra. Cuando Pedro fue a buscarla al vestuario ella ya no estaba.
Al llegar al apartamento, Pedro la encontró en la cocina bebiendo un té.
- Eun Hwa, por favor dime que te pasa, no podemos continuar así. – le decía con gesto preocupado –
- Me pasa que estoy harta de ti – contestaba dirigiéndole una fría mirada -. Me he cansado de tu suficiencia, de tu “saberlo todo”. Quiero que sepas que te he sido infiel, hay otro hombre en mi vida que me da su amor y un sexo inmejorable que no serás capaz de igualar jamás…
- Pero… otro hombre… ¿Cuándo lo has conocido…? – a Pedro no le salían las palabras después de esa puñalada que había ido directa a su corazón. -
- Lo conocí en mi último viaje a Corea y estoy enamorada de él. No paramos de follar y de ponerte los cuernos, ahora ya lo sabes, no puedo seguir a tu lado, no te aguanto más. Hasta que acabe el curso y pueda volver con él, me iré a vivir con mis amigas.
Dejó a Pedro con la palabra en la boca y se fue a la habitación que compartían para hacer sus maletas. Él no entendía nada, se sentía injustamente maltratado y estaba convencido de que siempre la había tratado con amor y respeto. Podía entender que se hubiese enamorado de otro hombre, pero tenían la suficiente confianza para hablarlo como amigos y asimilarlo con madurez.
Cuando ella cerró la puerta diciéndole - Adiós, no quiero saber nada mas de ti, olvídame. – sintió como su corazón se desgarraba de dolor, sin poder evitar que las lágrimas aflorasen por sus ojos preguntándose porqué el amor de su vida le abandonaba de esa forma tan inmerecidamente cruel…
- Adiós, no quiero saber nada mas de ti, olvídame.
Esas fueron las últimas palabras que escuchó de la boca de Eun Hwa, y que martilleaban la mente de Pedro una y otra vez. Intentaba que ese sufrimiento que sentía no interfiriese en su rendimiento académico, ya que estaba a punto de concluir las dos carreras y de presentar frente al tribunal su tesis doctoral.
Al cabo de unos días, recibió la llamada de Evelyn, la pelirroja amiga común con Eun Hwa. Quería saber que había pasado entre ellos dos, ya que la coreana estaba muy extraña con sus tres amigas y sorprendió a Pedro al explicarle que estaba viviendo sola en una habitación de la residencia del campus. Les había contado que estaba cansada del comportamiento de Pedro y que había conocido a un hombre mucho mejor que él en su país, y que tenían vía libre por si querían divertirse con su exnovio.
Evelyn y las otras dos no se creían que Pedro hubiese tratado mal a su amiga, y querían escuchar su versión. Pedro le explicó el cambio de comportamiento desde su vuelta de Corea y que él había intentado acercarse a ella fracasando estrepitosamente, hasta perderla para siempre cuando le confesó su infidelidad. Viendo el abatimiento del joven, la pelirroja le invitó a cenar en el apartamento con sus otras dos amigas, diciendo que las tres “harían lo que hiciese falta” para que no se sintiese tan triste.
Él, rechazó el ofrecimiento sabiendo a lo que se refería su amiga. Ellas querían animarlo y sabía que estarían dispuestas a follar con él con tal de que se sintiese mejor, olvidándose por unos momentos de su dolorosa ruptura. Pedro declinó el ofrecimiento con buenas palabras, agradeciendo su interés, pero convencido de que no estaba de humor para tener sexo con nadie. Las últimas palabras de Evelyn fueron de lo más explicitas.
- Si necesitas un buen polvo, ya sabes dónde encontrarnos.
Con las dos carreras superadas con excelencia y con el doctorado en el bolsillo, ya nada le retenía en Boston y tras enterarse por Evelyn de que Eun Hwa también había terminado sus estudios y había vuelto a su país, llegó el momento de que él regresase al suyo para encauzar su nueva vida, destrozado sin su amada, sin ella…