Sin Perdón. (5)
Sigue la experiencia universitaria en EEUU de Pedro con alguna sorpresa
Pedro evaluó lo extraño de la situación en el comedor del apartamento de estudiantes, con un militar tieso como un palo frente a él, sus compañeras/amantes sentadas en el sofá faltándoles bien poco para temblar como un flan, y él, que estaba muy mosqueado por la intromisión en su intimidad.
- ¿Se puede saber qué demonios hace usted aquí? – dijo Pedro con tono enfadado - ¿y con estas exigencias?
- Disculpa Pedro, siéntate junto a ellas y te lo cuento con tranquilidad. Tenemos mucho de qué hablar.
- ¿Y si no estoy interesado en lo que tenga que decir?
- Mira muchacho – hablaba con un tono paternalista pero autoritario a la vez – en estos momentos estoy aquí representando al Pentágono, a la NSA y a todo el puto estamento de la Seguridad Nacional de los USA. Tienes dos opciones muy simples, A: escuchar lo que te vengo a decir y lo comentamos, B: hago una llamada y los cuatro miembros de inteligencia militar que hay en una furgoneta aparcada frente a este edificio, vendrán a arrestarte y a ponerte unos cintillos correderos de plástico blanco que inmovilizarán tus manos, junto con una capucha negra en la cabeza que no te dejará ver el trayecto desde la Mancomunidad de Massachusetts hasta Guantánamo, en Cuba, donde te espera un precioso mono de color naranja, más o menos de tu talla. Y nunca más se supo de Pedro, que pena, con lo buen chico que era.
Sin acabar de creerse la amenaza de la segunda opción, Pedro se fijó en las miradas suplicantes de las jóvenes y decidió averiguar hasta dónde le llevaba la explicación del coronel. Se sentó en el sofá junto a Katy y dirigió toda su atención al militar, que colocaba una silla para sentarse frente a ellos.
- En primer lugar, pedir disculpas por haber estado controlándote desde hace tiempo sin tú saberlo.
- ¿Me han estado espiando?
- Digamos que estamos haciendo un seguimiento de tu evolución desde que empezaste a despuntar en diferentes disciplinas tecnológicas. Tenemos ojos en todas partes y nos dimos cuenta del potencial de un niño que absorbía conocimientos con una pasmosa facilidad y que, además, mostraba la capacidad de utilizar ese conocimiento para desarrollar proyectos de utilidad.
- Ósea, que me vigilan desde niño.
- Bueno, en realidad desde el instituto. Debes saber que personalmente hice una apuesta de futuro por ti desde hace tiempo, y he convencido al Departamento de Defensa de mi país para que confíe en un joven como tú, que para más inri, no es norteamericano. Tu “estancia” en el MIT la pagamos desde Defensa y esperamos sacar provecho de nuestra inversión lo antes posible. Sabemos que cuando acabes de formarte estarás preparado para ofrecernos lo que tienes dentro de esa cabeza, solo es cuestión de tiempo.
- ¿Y ellas que pintan en esto?
- La suboficial Helen Parker y la teniente Katy Wilson son miembros de la inteligencia militar y tenían la misión de averiguar tus proyectos recientes, tu carácter y manera de ser, principios morales y éticos, compañías frecuentadas, etc. El problema es que se han apartado “ligeramente” de su objetivo – decía con cierto retintín mirándolas -, yendo mucho más allá de lo que se les encomendaba.
En lo referente a definir tu perfil sexual, solo debían limitarse a provocarte lo suficiente para determinar si tu respuesta estaba acorde con lo esperado. Pero la extralimitación que han cometido no tiene justificación alguna.
- Mi coronel – Katy intentaba replicar – no hay excusa para lo que hemos hecho, pero usted no sabe lo difícil que ha sido no sucumbir a la atracción de…
- ¡Teniente!, nadie le ha dado permiso para hablar.
- Si mi coronel.
- Puedo comprender la juventud, las hormonas, la calentura, las ganas de polla y todo lo que quieran añadir. Pero estaban en una misión y han sido entrenadas para esto. Tienen suerte de que solo hay cámaras y micros en la habitación de Pedro y en las suyas no. A estas horas los compañeros a cargo de las grabaciones estarían matándose a pajas y compartiendo imágenes con sus colegas. Y encima ustedes habrían quedado como unas auténticas zorras. Su tarea aquí ya ha acabado y esto les pasa por pensar con el coño en lugar de con la cabeza, obligándome a intervenir antes de que se enterase todo el Pentágono. Ya hablaremos de cuál será su futuro en el ejército.
- Coronel Wolf, - intervino Pedro intentando mediar con el militar - aún no sé qué es lo que quieren de mí exactamente, pero le prometo toda la colaboración del mundo si se olvida de cualquier represalia contra ellas. Tiene mi palabra. Yo he sido el culpable insistiendo, engañándolas y forzando la situación para aprovecharme de ellas y llevármelas a la cama.
- Umm… - se quedó pensativo un buen rato – de acuerdo, me olvidaré del tema sexual y esto quedará entre nosotros. Pero lo de que tú eres culpable no se lo cree nadie, lo siento no ha colado. Mientras Pedro y yo conversamos – se dirigía a las chicas -, vayan a recoger sus cosas y esperen en sus habitaciones hasta que salga por la puerta. Luego pueden “despedirse”, pero no se les ocurra hacerlo en la habitación de Pedro – se estaba riendo por dentro -.
- Gracias… mí coronel – saludaron militarmente y se fueron a sus habitaciones -.
Wolf esperó hasta que estuvieron a solas para explicar a Pedro cuales eran sus intenciones y lo que esperaban de él. Querían que acabase las dos carreras pendientes y el doctorado, y paralelamente, tenían la intención de utilizar sus conocimientos para evaluar y opinar sobre determinados proyectos relacionados con la defensa nacional, básicamente sobre tecnología armamentística y de comunicaciones.
Primero tendría que pasar por el Pentágono para superar un test psicológico, y una vez superado, se le instruiría en cómo proceder según los criterios de su nivel de acreditación de seguridad. Después debería seguir su vida con toda normalidad y cuando se creyese oportuno, se le harían llegar de la forma confidencial establecida, los expedientes de proyectos de otros ingenieros y técnicos, que tendría que revisar para dar su opinión sobre su viabilidad y aportar las correcciones que considerase oportunas.
Por todo esto no recibiría ninguna remuneración y solo se le pagarían, previo acuerdo, los proyectos nuevos que se le encomendasen directamente a él. Quedaron en encontrarse en el Pentágono en dos semanas y el coronel le ofreció el poder permanecer en el piso, ya que la renta estaba pagada por tres años.
- ¿Lo has entendido todo y estás de acuerdo? - preguntó Wolf al terminar sus explicaciones -.
- Perfectamente y acepto el acuerdo. Pero quiero su palabra de que esto no va a perjudicar en nada las carreras de Helen y de Katy.
- Tienes mi palabra, pero tampoco esperes que les vaya a conceder un ascenso. ¿Algo más?
- Bueno, solo por curiosidad, ¿cómo sabían que llamaría por lo del piso y que aceptaría quedarme?
- Ese era el plan A, y estábamos convencidos que llamarías por el precio, por qué representaba una mejora sustancial respecto a la habitación de tu residencia y por qué tiran más dos tetas, en este caso cuatro, que dos carretas. Evidentemente el único folleto con el numero correcto era el que se te entregó a ti y teníamos tres planes más por si fallaba este.
- Ya suponía que debía de ser algo así. Y acepto quedarme en el apartamento.
- Bien, entonces nos vemos en dos semanas. Despídete de las chicas, pero trátalas bien que son mi debilidad, aunque ni se te ocurra decírselo a ellas.
- A la orden mi coronel – se despidió de Wolf cachondeándose en su cara -.
Tras la marcha del militar, se reencontró con las dos chicas para decirse adiós. Estaban preocupadas por su futuro y por lo que pensaría él de ellas. Pedro las tranquilizó contándoles la promesa de Wolf sobre sus carreras y les dijo que entendía que estaban haciendo su trabajo, y no les reprochaba nada en absoluto. Ellas se disculparon de haberlo engañado y le confesaron que, con el tiempo, su relación se había vuelto más personal e íntima. También admitieron que jamás olvidarían el sexo que habían practicado con él.
Acabaron despidiéndose muy emotivamente con besos y abrazos, no hubo sexo, pero dejaron la puerta abierta a tenerlo si el destino volvía a unirles.
Dos semanas más tarde se presentó en el acceso indicado del enorme edificio del Pentágono. Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, la seguridad se había convertido en una obsesión enfermiza para los militares. Le estaban esperando y, tras pasar los férreos controles de rigor y acreditarlo como visitante, fue acompañado hasta una sala donde un psicólogo le entrevistó y le hizo varios test que superó sin problema. Luego fue conducido hasta el discreto despacho del coronel Wolf.
Estuvieron concretando los mecanismos de como recibiría la información clasificada que debería analizar, los procedimientos para contactar de forma segura con el coronel, que a partir de ahora sería su único responsable de enlace. Tuvo que memorizar unas complicadas claves de acceso para identificarse y por último, le acompañaron a un laboratorio para registrar sus datos biométricos que servirían para su identificación física de forma inequívoca. Todos los datos de ADN, huellas dactilares, reconocimiento del iris, y otros rasgos físicos característicos fueron incorporados en el “CODIS” secreto de Seguridad Nacional, la base de datos de identificación personal más segura y precisa del mundo.
De los cuatro niveles de seguridad posibles, se le otorgó el nivel nº 3 (Secret), que le daba acceso a documentación clasificada que “podría causar serios daños a la seguridad nacional”. Era uno de los pocos “no-norteamericano” con ese nivel.
Empezó el nuevo curso y Pedro volvió a sumergirse en la vorágine de las clases, avanzando en sus dos carreras e iniciando el doctorado. Vivía en el apartamento y solo desconectaba de los estudios cuando practicaba taekwondo y luego volvía de noche al piso haciendo running por la ribera del rio.
Una de esas noches pasó corriendo frente a tres tipos con muy mala pinta que estaban sentados bajo una pasarela, fumando unos porros, bebiendo cervezas y haciendo comentarios sobre follarse a la primera tía que pasase delante de ellos. Pedro siguió trotando y tras recorrer unos 50mts., se cruzó con una chica no muy alta que corría en dirección opuesta a la de él. Su cabeza estaba oculta por la capucha de una ajustada sudadera de la Universidad de Harvard, que permitía apreciar el bulto de unos pechos de volumen no exagerado, pero nada desdeñable. Unos pantalones de deporte adheridos a sus piernas marcaban un culito del todo apetecible.
Pedro siguió corriendo unos metros más, pero se detuvo al tener un mal presentimiento. Al girarse mirando en dirección donde estaban esos tipos, vio como habían cortado el paso a la chica y la rodeaban con nada buenas intenciones. Echó a correr hacia allí a toda velocidad, pero se detuvo al llegar a su posición, asombrado por lo que ocurría.
La chica había tumbado a dos de los tíos que se retorcían de dolor en el suelo, mientras estaba encarando en posición defensiva el ataque del tercero, que la amenazaba moviendo sin demasiada destreza la navaja automática que tenía en su mano derecha.
La mujer se cansó de esperar y con dos movimientos de taekwondo que Pedro identificó claramente, desarmó y golpeó en la rodilla, rompiendo la rótula del atacante y haciéndole caer al suelo chillando como un cerdo. Dio un vistazo a su alrededor y al detectar a Pedro continuó en posición preventiva.
- ¿Tú también quieres seguir su mismo camino? – dijo a Pedro con tono desafiante-.
- No, para nada. Solo venía a ayudarte, pero veo que te las apañas muy bien solita. Tienes un nivel excelente de taekwondo. Te has cargado a tres tipos grandotes en un santiamén y rompiendo solo lo necesario – miraba a los tipos que se ayudaban doloridos para desaparecer a rastras de allí con el rabo entre las piernas -.
- Se defenderme… ¿sabes algo de taekwondo? – dejó la posición defensiva para acercarse hasta Pedro, ya más relajada-.
- Lo practico desde pequeño, en Barcelona.
- ¿Eres de Barcelona? – en ese momento cambió de idioma para hablar en un más que correcto español – Yo he vivido algunas temporadas allí – se quitó la capucha mostrando un bellísimo rostro asiático que sonreía al chico -.
Pedro por fin pudo ver de cerca a la joven oriental sorprendiéndose de sus grandes ojos, que aunque un poco almendrados, dejaban bastante a la vista la esclerótica y al descubierto toda la pupila. Al mirarla fijamente sintió por primera vez en su vida un nerviosismo y excitación mientras notaba que su habitual seguridad con las mujeres, menguaba a cada segundo que pasaba. Se quedó durante un instante sin palabras y ella notó que un ligero rubor se extendía por las mejillas del chico.
- ¿Nunca habías visto a una coreana?, tampoco soy tan fea… - se reía mostrando una perfecta dentadura -.
- Esto… yo… disculpa… soy Pedro – mientras alargaba su mano para saludarla formalmente -. Y sí que he visto a otras coreanas, pero… nunca tan bonitas como tú.
- Muchas gracias por el cumplido, no hacía falta. Soy Park Eun Hwa. -su sonrisa era encantadora-.
Su pequeña mano desaparecía entre la de Pedro, que la notaba suave y cálida. Parecía imposible que esas manos hubiesen golpeado sus atacantes con esa fuerza y causar tal daño. Él se negaba a soltar la mano de la chica mientras la miraba analizando ahora sí, todos los detalles visibles de su anatomía.
El largo y lacio pelo de negro intenso, recogido en una graciosa coleta atada con una goma amarilla, hacía contrastar la pálida y blanca piel de su rostro. De altura cercana al 1,65mts., se veía pequeña y frágil desde la perspectiva de Pedro, que hubiese querido abrazarla y envolverla con su cuerpo para protegerla del mundo.
Bajo la sudadera se deducían unos senos no muy grandes, cuyos pezones punteaban la ropa separándola lo suficiente del cuerpo para imaginar el tamaño real del pecho. Un vientre liso confluía en un pubis plano que solo se curvaba al final para desembocar en lo que sería su oculto sexo. El culo pequeño, pero bien definido desde su estrecha cintura, tenía un aspecto delicioso bajo esos ajustados pantalones que no desvirtuaban para nada la perfecta convexidad de sus curvas.
Era difícil determinar la edad de la chica, como suele ocurrir con los orientales, pero eso a Pedro no le importaba en absoluto. Acababa de enamorarse por primera vez en su vida y su racionalidad científica estaba brillando por su ausencia, mientras sus emociones contradictorias le comían el terreno a su pensamiento estructuradamente lógico.
Eun Hwa tiró un poco para poder recuperar su mano, despertando a Pedro de su pueril ensueño.
- Disculpa – dijo devolviéndole su mano a la joven-. Has dicho que te apellidas Park, mi “sabom nim” de Barcelona también se llama Park.
- Bueno, como media Corea… pero… no… no es posible… ¿tu maestro es Park Jung?
- Pues si… justo como dices, tiene el “dojang” en el barrio de Gracia de Barcelona.
- Pues el mundo es un pañuelo, porque yo soy su sobrina y he estado en su casa de Barcelona varias veces. Es el hermano de mi padre.
- Entonces tú eres la famosa sobrina que estudia en Harvard. Me recomendó el “dojang” de Boston donde tú entrenas, ahora mismo vengo de allí.
- Vaya, que casualidad, me gustaría seguir hablando contigo, pero ahora tengo prisa que me está esperando mi novio. Si te parece ya nos veremos otro día en el gimnasio y podremos seguir charlando. Me alegro de conocerte.
- Perfecto – el saber que la chica tenía novio no le sentó nada bien a Pedro, pero lo disimuló como pudo –. Nos vemos. Y no te digo que tengas cuidado porque no te hace falta.
Estuvo un rato mirando como la chica se alejaba corriendo a buen ritmo mientras su mente intentaba recordar estadísticas sobre personas que se enamoran y que mayoritariamente no son correspondidas, en las probabilidades de conseguir que se enamorase de él, añadiendo la variable de que tenía novio… y…
- Basta. – se dijo a sí mismo - tengo que dejar de pensar en estas tonterías. Si hay algo que se aleja más de la exactitud de las matemáticas es el amor y los sentimientos. Pedro, no pierdas el tiempo en algo que no se puede calcular.
Pedro continuó con sus estudios, pero cada día iba a entrenar al “dojang” con la inconfesable esperanza de coincidir con Eun Hwa, aunque solo fuese para verla, pero en ninguna ocasión se la encontró ni tampoco en el recorrido de running nocturno. Dos semanas más tarde del primer encuentro, en el momento de entrar en la recepción del gimnasio, se la encontró de frente. Llevaba el pelo mojado y su carita iluminaba toda la estancia.
- Hola Pedro, por fin nos vemos – le decía con una amplia sonrisa -.
- Hola Eun Hwa, parece ser que nuestros horarios son diferentes, tus sales y yo entro.
- Pues sí, tenía la esperanza de poder comprobar tu nivel de combate.
- A mí también me gustaría, aunque visto de lo que eres capaz casi que no me atrevo – dijo él con su mejor sonrisa-.
- No seas cobarde – bromeaba ella provocándole – si algún día puedes venir dos horas antes podemos probar algunos asaltos. Aunque nuestro tamaño y pesos son muy diferentes, me esforzaré en darte “caña”.
- Miedo me das… Intentaré venir más pronto en otra ocasión.
- Perfecto, hasta entonces.
Mientras Pedro caminaba hacia el interior del local y ella estaba a punto de salir a la calle, la joven se detuvo y volvió a entrar para ir tras el chico.
- Pedro… perdona… estaba pensando… si te apetecía tomar un café conmigo y charlar un rato. Si prefieres entrenar… lo dejamos para otro día, no te preocupes.
- Bueno… - contestaba un Pedro sorprendido – claro que sí… encantado.
Se sentaron en una pequeña mesa de una cercana cafetería y empezaron a hablar de forma distendida y amena. Rápidamente establecieron una complicidad en la conversación y se explicaban su pasado y presente con total naturalidad. Ella estaba en su segundo año de Ciencias Políticas preparándose para ayudar a su padre en su carrera hacia la “Casa Azul”, residencia y lugar de trabajo del Presidente de Corea del Sur. El padre era un político importante en su país con posibilidades de ser Ministro y más adelante, aspirar a la presidencia del país, y debido a diferentes situaciones familiares, ella había sido escogida para ser su brazo derecho en su carrera política.
Eun Hwa le habló de que hacía tres meses que estaba saliendo con Patrick, un chico de su clase de Harvard, hijo de un mediático Senador del partido Demócrata, y que además era el quarterback del equipo de fútbol de la universidad.
Pedro le explicaba las circunstancias familiares, el paso por la universidad en Barcelona y su actual situación en el MIT. A ella le sorprendió muchísimo saber que Pedro tenía poco más de 18 años y todo su amplio bagaje universitario siendo tan joven. Ella, con 23 años, había estudiado Económicas en su país y ahora optaba a una segunda carrera en EEUU, preparándose para los futuros objetivos políticos familiares.
Sin darse cuenta llevaban más de tres horas hablando y ya había anochecido.
- Vaya, es bastante tarde – decía Pedro con pesar – supongo que debes volver a casa con tu novio.
- No, tranquilo, hoy no voy a su casa. Casi siempre estoy en el apartamento que comparto con tres amigas de clase. Los fines de semana suelo estar con Patrick, pero el resto de días cada uno tiene sus ocupaciones.
- Vale, si quieres te acompaño a coger un taxi – se ofreció Pedro -.
- Si no te importa, podríamos pedir un sándwich, tengo hambre y podemos seguir hablando. Bueno… si es que no tienes otra cosa que hacer…
- Que va, estoy a tu disposición… encantado de cenar contigo.
Siguieron hablando y Pedro se sentía muy cómodo con la joven, observando con detalle cada uno de sus gestos, admirando su sencillez y naturalidad. Era muy simpática y su conversación inteligente y culta, a la vez que mostraba una especial sensibilidad a favor del feminismo, contra el racismo y la homofobia, aún algo arraigadas en su país como en tantos otros.
Pedro hubiese querido que el tiempo se detuviera para poder seguir al lado de Eun Hwa, pero las horas caían sin remisión y llegó el momento de despedirse. Caminaron hasta una avenida para encontrar un taxi libre. Mientras esperaban, la chica le dijo:
- Mañana por la tarde iré a ver a Patrick en el entrenamiento del equipo. Si quieres pasarte por el campo podemos hablar mientras estén jugando.
- Pues no sé…, el fútbol americano no me acaba de gustar, es un poco aburrido – decía él mientras apreciaba que la cara de Eun Hwa parecía entristecerse – pero haré lo posible para ir.
En ese momento la joven hizo un gesto al taxi que se aproximaba para que se detuviese. Se despidieron y la chica se puso de puntillas en un gesto de querer dar un beso a Pedro, que se inclinó un poco y sintió la calidez de los labios de la chica sobre su mejilla. Luego ella desapareció dentro del vehículo y le regaló una preciosa sonrisa a través de la ventanilla.
Se fue a dormir pensando si debía asistir al entrenamiento, sopesando la conveniencia o no de continuar manteniendo la relación con ella. Le costaba mirarla solo como una amiga, ya que sus sentimientos iban mucho más allá, y tampoco quería inmiscuirse en la relación de la pareja. No le hacía puñetera gracia ir a ver como jugaba su novio a ese deporte que no le gustaba nada en comparación al fútbol de “verdad”, lo que en EEUU llamaban Soccer.
Faltaba una hora para terminar el entrenamiento cuando Pedro entró en las pequeñas graderías que había en los laterales del campo. Estaban bastante vacías y solo había algunos grupos de gente distribuidos de forma dispersa por los asientos. Intentó localizar a su amiga dentro del perímetro de las graderías hasta que la vio hablando con tres chicas detrás del banquillo del equipo defensivo, al lado contrario de donde él se encontraba.
Se fijó en el quarterback del equipo, un chico rubio como él, un poco más bajo, pero con un cuerpo bien musculado. La verdad es que era muy bueno jugando, pero a Pedro le dio la sensación de que presumía demasiado, era prepotente con sus compañeros y le gustaba ser el centro de atención.
Cuando se dirigía caminando por las graderías para encontrarse con su amiga, oyó la conversación de tres estudiantes que estaban sentados en la fila inferior:
- Tíos, será una pasada follarnos a la “chinita” de Patrick.
- Pero… ¿seguro que la tía se apunta a un gangbang y a un bukake con todo el equipo?
- Que si, joder, aunque de los 45 solo nos hemos apuntado 22, contigo 23, el resto se ha rajado.
Pedro se detuvo y se sentó detrás de ellos para seguir escuchando su conversación disimuladamente, y asegurarse de que hablaban de su amiga. El entrenamiento había finalizado y el novio de Eun Hwa saltó la pequeña valla publicitaria para ir a abrazarla y pegarle un morreo de campeonato, mientras sus manos descendían hasta posarse en su trasero. Los tres seguían hablando.
- No lo tengo claro… no creo que Patrick quiera compartir a su novia con tantos tíos y durante todo el fin de semana. Además, mírala… parece buena chica.
- Pues a Patrick le pone un montón dominarla y usarla a su antojo. Dice que la pequeñita es una guarra de cuidado, que le va el rollo sumiso y se come las pollas de tres en tres. Me contó que la semana pasada ya lo probaron él y cinco más, y que a ella le parecieron pocos. Hasta le metieron dos pollas juntas en ese culito tan pequeño.
- No me lo creo. Si quieres a tu novia no le harías eso.
- Pues no la querrá tanto, pero aquí no estamos hablando de amor. Si la zorra se deja hacer todo eso y encima pide más, ¿por qué se lo vamos a negar? Tampoco vamos a violarla, si quiere pollas, se las damos y todos contentos. Y como muchos del equipo no se han apuntado, Patrick dice que la quiere reventar, que la leche le salga por las orejas, y que podemos traer a algún colega. O sea que, si conoces a alguno de confianza con un buen cipote, lo puedes invitar.
Pedro ya se había convencido de que hablaban de Eun Hwa y lo que escuchaba lo estaba llenando de una rabia que intentaba controlar. No era posible que eso fuera verdad, pero… ¿y si lo fuera? Se levantó para acercarse a los tres tipos.
- Perdonad tíos, no he podido evitar escuchar lo que decíais y se me ha puesto dura solo de oírlo. Me preguntaba si podría apuntarme a la fiesta, no estudio en Harvard, pero lo hago en el MIT y una oportunidad como esta no se tiene todos los días. Jeje. Me llamo Pedro.
- Bueno Pedro, si tienes una buena polla y no te importa que se roce con muchas otras – se reía de la gracia –, podrías venir. Pero primero tienes que hablar con Patrick, que es el dueño de la putita. Si él te acepta, pues bienvenido al gangbang. Vente con nosotros al vestuario y te lo presentamos. Le diré que eres amigo mío.
Se dirigieron a los vestuarios mientras veía a la chica que se despedía de su novio para marcharse con sus amigas. Por suerte ella no le había visto, aunque Pedro se fijó como miraba por todo el campo buscándolo. Supuso que al estar mezclado con esos tres no pudo identificarle. Mejor así.
Cuando llegaron al vestuario, sin tener muy claro el porqué, Pedro puso disimuladamente en marcha la grabación de voz de su smartphone. Patrick acababa de salir de la ducha y estaba frente a su taquilla con una toalla atada alrededor de su cintura cubriendo sus intimidades.
- Hola Patrick, te presento a Pedro, un colega mío del MIT que se quiere apuntar a la fiesta con tu novia.
- Bueno, no tienes mala pinta – decía mirándolo de arriba abajo con suficiencia - pero mi zorrita es muy exigente con los tíos. Si el tamaño de tu polla es decente, estas dentro. Pero hay unos mínimos para que dé el visto bueno. No te pido que la tengas como “Little Guy” nuestro “tackle defensivo”, que de sus 160kg la mitad son de polla, jeje… - pego un grito - ¡Little Guy!… enséñale el rabo a este.
Un afroamericano de casi 2 metros y con un marcado sobrepeso, tras levantarse de la banqueta se bajó el slip mostrando un pene descomunal, que en estado de reposo debía de medir más de 35cm. Y lo peor era que el grosor superaba los 7cm. de diámetro.
- Esto es una polla y no vuestras mierdas de mariquita – presumía orgulloso – ya verás el túnel que le voy a hacer en el culo a tu novia coreana…
- Estoy deseando verlo – reía Patrick - pero serás el último, antes abriremos camino todos los demás.
Pedro, que tenía ganas de vomitar y se sentía mareado, tuvo que apoyarse disimuladamente en una taquilla. Estaba asqueado de lo que oía, pero se dispuso a aguantar lo que hiciera falta para averiguar hasta qué punto toda la fiesta que preparaba Patrick a su teórica novia, era consentido por ella.
- Ya has visto como calza “Little Guy”, ahora enséñanos tu herramienta para darte el visto bueno.
Pedro no se cortó para nada y se bajó los tejanos y su ropa interior, dejando su pene a la vista de todos. A Patrick le pareció correcto y dijo:
- Parece que tienes buen material, que Toni te pase la dirección de mi mansión para el sábado y domingo. Tráete algo de coca o alguna pastillita para hacer ambiente.
- Sin problema – dijo Pedro mientras se abrochaba el pantalón - Pero solo para estar seguro ¿tu novia está de acuerdo con que un montón de tíos se la metan por todos lados y la cubran de leche durante dos días seguidos? Y perdona que me lo cuestione… ¿de verdad es tu novia?
- Vaya Toni, tu amigo nos ha salido preguntón… Mira Pedro, es mi novia hasta que me canse de ella, desde luego no me voy a casar con una zorra a la que se ha follado todo el mundo. Me encantan esas películas guarras niponas en las que un ejército de tíos revienta a una japonesita con cara de inocente. Mi fantasía es esa y sé que ella lo va a disfrutar, como todas las asiáticas que aparentan no haber roto un plato y que cuando te las estas follando, parece que gimen lloriqueando de pena, pero en realidad, todas son unas putas que gozan como locas del placer que les dan nuestras pollas. Necesitan a gente como nosotros para someterlas y sacar a la guarra sumisa que llevan dentro.
Y sobre si consiente o no, te diré que al principio se corta un poco, pero con unas gotitas de esto – sacó de su taquilla un botecito de cristal con un líquido transparente en su interior, y se lo mostró a Pedro – se desinhibe que te cagas…jeje.
- Pero eso es drogarla… sería una violación.
- Esto es solo un “facilitador” y además me lo pide ella para luego no sentirse culpable de lo puta que es. Mira tío, tenéis suerte que esta vez podréis hacerle a mi perrita de porcelana lo que os dé la gana. Las próximas, porque pienso repetirlo hasta que me harte de ella, voy a cobrar entradas a participantes y a espectadores. Y para pajearme a gusto cuando me apetezca, pienso a grabar todas las pollas que entren en cada uno de sus agujeros y cada gota de lefa que se trague o que la duche.
- Suena todo muy “hard“ y pervertido… diría que hasta ilegal.
- Todo lo duro que quieras, pero no me niegues que te estás empalmando solo de pensarlo. Y no descarto más adelante mearnos encima de la putita o incluso traer algún perro…ya veremos. Pero estate tranquilo que ella está de acuerdo con todo y lo va a disfrutar.
- De acuerdo, nos vemos el sábado – hizo un gesto para despedirse -.
Pedro tenía que salir de allí porque estaba a punto de perder el control y matar a ese hijo de puta. Le repugnaba todo lo que acababa de decir, lo que pensaba, lo que quería hacer. Patrick era un misógino, machista, racista y posiblemente, un violador. No entendía como una mujer culta y con la sensibilidad de Eun Hwa podía estar con un cerdo como ese.
Tampoco podía creer que ella aceptase permitir que hiciesen con ella todo lo que pensaban hacer. Pero, aunque él no estaba de acuerdo con determinadas prácticas vejatorias y degradantes para la mujer, si era lo que ella quería y le gustaba, no podía reprochárselo. En el sexo, si es consensuado por las partes todo está permitido, por muy aberrante que nos pueda parecer.
Tenía una grabación con todas esas barbaridades, pero dudaba que sirviese para algo y si sería capaz de mostrársela a ella para saber si estaba de acuerdo con todo lo que allí se decía. Pero, ¿cómo afrontarlo con la chica? Vas y le dices que:
- Por cierto, Eun Hwa, casualmente tengo una grabación donde tu novio dice lo zorra que eres y que te encanta que te follen 40 tíos al mismo tiempo y que te bañen con toneladas de esperma. ¿Por qué no me lo habías contado antes, si es lo más normal del mundo?
Tras meditarlo mucho, decidió acercarse a ella con una táctica “envolvente”, intentando que fuese la joven la que se explicase sobre el tema. Al día siguiente la estuvo esperando cerca de la entrada del “dojang” ya que, aunque Pedro era más que inteligente, había suspendido primero de “ligar con la chica que me gusta” al no pedirle su número de teléfono.
La abordó antes de que entrase en el gimnasio y con la excusa de tomar un café antes del entrenamiento, se sentaron a conversar en la mesa de la última vez.
- No viniste el otro día al partido, te estuve esperando.
- Se me complicó el día y no pude ir. Para compensarte, había pensado que si no tienes nada que hacer este sábado, podríamos quedar para cenar y luego salir a bailar – le decía Pedro sonriente -.
- Oh, me haría mucha ilusión, pero este fin de semana Patrick me ha montado una fiesta especial en su mansión, y dice que seré la protagonista principal, cosas suyas.
- Ah, bueno. Lo dejaremos para otra ocasión.
- Oye, porque no te apuntas a la fiesta, a Patrick no le importará que invite a un chico más, y tan guapo como tu…jeje. Él no es nada celoso…
- No creo que sea buena idea venir a la fiesta, no conozco a nadie y…
- Y qué más da, yo tampoco conozco a ninguno. Prometo ocuparme de ti y no dejarte desatendido.
Pedro interpretaba esas palabras como confirmación de que sus peores pesadillas se convertían en realidad. Eran como puñaladas que se clavaban en su corazón, como si de golpe le quitaran todo el oxígeno que necesitaba para respirar. Pero, ¿qué derecho tenia él para cuestionar nada de lo que Eun Hwa hacía con su vida?...