Sin Perdón. (4)
Senza regresa silenciosamente a su ciudad natal para empezar a ejecutar sus planes mientras recuerda su pasado
Pedro - (septiembre de 2001)
Era un día importante para Pedro. Iba a iniciar su singladura en la Universidad Politécnica en Barcelona. Había sido becado en dos de las carreras técnicas más complejas como eran la de Ingeniería de Telecomunicaciones y la de Ingeniería Informática. Tenía algunas dudas de cómo sería su integración en el mundo universitario, ya que, aunque su cuerpo estaba muy bien desarrollado, musculado y con una altura que superaba el 1,85mts, su joven y atractivo rostro.
Pedro había obtenido las becas para cursar esas carreras universitarias siendo tan joven debido a su cerebro privilegiado, a su mente estructurada por la lógica y con una capacidad de asimilación de conocimiento solo reservada a muy pocas personas. Pero a la lógica y la facilidad de aprendizaje se le unía una curiosidad y un ansia de experimentación de las hipótesis que constantemente generaba su mente, que lo diferenciaban de ser solo una persona muy inteligente, para equipararlo a un genio. Y eso es lo que era Pedro, un genio.
Pero si pensamos en el estereotipo del genio torpe, despistado, encerrado en su mundo, sin habilidades sociales, marginado etc., estaríamos muy equivocados de incluir a Pedro en ese cuadro típico. Él era todo lo contrario a esto. Simpático y alegre, le gustaba relacionarse con la gente de todas las edades, le encantaba la fiesta, la música, bailar y demás entretenimientos como el cine y el teatro. Además de gustarle varios deportes, practicaba a buen nivel el taekwondo desde los seis años.
Con las chicas tenía mucho éxito debido a su excelente apariencia y atractivo físico, con su facilidad para conversar de cualquier tema con sencillez y sin mostrar ningún tipo de superioridad que su intelecto le hubiese permitido.
En el momento de empezar la universidad aún era virgen, aunque en los pocos años de paso por el instituto, en tres años hizo los 4 cursos de la ESO y los 2 de Bachillerato, había tenido bastantes escarceos con chicas mayores que él, sin pasar de morreos, sobeteos varios, bastantes pajas y recibido alguna que otra mamada.
Pedro había nacido en el seno de una familia obrera con un padre que trabajaba de albañil en una constructora y una madre que cosía en casa vestidos para una conocida tienda barcelonesa. Daniel, su hermano dos años mayor que él, era su mejor amigo y compañero de juegos de infancia.
Pero la desgracia golpeó a la familia al morir su madre atropellada por un autobús cuando Pedro tenía tan solo cuatro años. El padre, se deslomaba trabajando de sol a sol para pagar el alquiler del pequeño piso donde vivían, llenar el plato de comida y procurar la mejor educación posible para sus hijos.
La vida seguía y los dos hermanos se esforzaban por cumplir con los estudios, intentando que su padre se sintiese orgulloso de ellos. Daniel, aunque muy inteligente, no podía compararse con Pedro ni en sabiduría ni en carácter, ya que era tímido y asustadizo, con poca personalidad y de carácter débil. Durante la escuela sufría constantes abusos y vejaciones por parte de sus compañeros, y en muchas ocasiones, Pedro se había peleado repartiendo estopa de lo lindo para defender a su hermano mayor.
Aunque la economía familiar no permitía pagar las clases de taekwondo, el “sabom nim” - maestro de Pedro, llamado Park Jung, seguía impartiéndole sus enseñanzas de forma gratuita, satisfecho por el potencial que vislumbraba en el niño.
Los profesores por los que Pedro iba pasando se daban cuenta de las extraordinarias capacidades del chico, y fomentaron que fuese avanzando de cursos, prescindiendo de la edad preceptiva que tocaba en cada etapa.
En una de las visitas que su clase del instituto hizo a la fábrica de una conocida marca de automóviles, Pedro se interesó en la automatización de los diferentes procesos de la planta, y se mostró muy participativo con varios de los ingenieros de sistemas, que se sorprendieron del nivel de las preguntas que les hacía un chico de catorce años.
Después de la visita estuvo dos días sin dormir, pensando en cómo podía solucionar un problema sobre la fuerza que ejercían las prensas de estampación y que, al no ser siempre uniforme, provocaban un elevado porcentaje de piezas defectuosas y retrasos en la línea de producción. Dos meses más tarde se presentó en la fábrica pidiendo ser recibido por el ingeniero jefe de la planta. Evidentemente cuando fue anunciada su visita, el ingeniero le encargó a su segundo que se deshiciera de ese mocoso, ya que no tenía tiempo para tonterías.
Cuando el asistente del ingeniero jefe vio al muchacho, recordó las ingeniosas preguntas realizadas en la visita del instituto y se lo llevó a una de las salas para saber que le había traído de nuevo a la fábrica. Pedro le mostró su diseño de la automatización mediante optoelectrónica y programación de varios PLC’s industriales, para la medición de la fuerza que ejercerían las prensas con antelación al impacto. El sistema detectaba la diferencia y corregía anticipadamente la presión de la prensa sobre la pieza, evitando el error y reprogramando la orden al sistema para ejercer la fuerza exactamente necesaria.
El hombre abría los ojos como platos con la exposición de Pedro, y llamó a varios de sus compañeros y a su jefe para que escucharan la propuesta del chico. Cuando acabó la explicación delante de todos esos experimentados ingenieros, se hizo un silencio sepulcral en la sala. El primero en hablar fue el jefe:
- Parece interesante… ¿podrías dejarnos el proyecto para estudiar si tiene aplicación en nuestros procesos?
- Por supuesto que sí – contestó un Pedro entusiasmado – pero no hace falta que lo estudien demasiado, funciona seguro y se podrían ahorrar un montón de costes implantando mi sistema.
- Bueno, ya lo veremos… tu déjanoslo y ya te diremos algo.
- Pues aquí lo tiene – dejando la carpeta sobre la mesa – revísenlo tanto como quieran, pero tengan en cuenta que no pueden aplicarlo sin negociar conmigo una contrapartida, ya que hace tres días registré la patente del sistema.
- ¿Has registrado esto en la oficina de patentes? – la cara de los ingenieros era de asombro mayúsculo –. Vaya… pues… entonces… hablemos de dinero.
Pedro negoció percibir una importante cantidad fija anual durante el tiempo que utilizasen su sistema en cualquiera de las fábricas de la marca. Estaba seguro que lo harían durante muchos años y ese dinero cambiaría radicalmente la economía familiar. Su idea era poder comprar el piso donde vivían, pagar un instituto de élite y luego una universidad privada a su hermano Daniel, y que su padre pudiese dejar de trabajar después de tanto esfuerzo físico y cuidar de su salud. No serían ricos ni mucho menos, pero podrían dejar de preocuparse por el dinero y vivir holgada y tranquilamente.
La verdad es que para lo que se acostumbraba a pagar en la industria de la automoción, el dinero ofrecido era irrisorio y el trato fue un negocio redondo para la firma automovilística. Pero Pedro no era ambicioso y se contentaba en poder vivir cómodamente y que su familia tuviese facilidades. Era feliz pensando y creando cosas útiles.
Y con su brillantez como estudiante consiguió algunos premios y el que le concedieran varias becas para continuar sus estudios al más alto nivel.
Sus dudas sobre encajar en la universidad se disiparon rápidamente, ya que la mayoría de sus compañeros le acogió muy bien tanto en el ámbito académico como en el social. Siempre le invitaban a las fiestas estudiantiles en las que había mucho desmadre, a las que Pedro asistió en alguna ocasión pero sin demasiado éxito en el aspecto sexual. Las chicas conocían de su extremada juventud y no se atrevían a pasar de “aproximaciones muy calientes”, sin llegar a culminar en penetración. A Pedro tampoco le importaba demasiado y durante los dos primeros años se dedicó con ahínco a terminar con excelencia los tres primeros cursos de las dos carreras simultáneamente. También fue muy prolífico en la publicación de diferentes trabajos en las revistas más prestigiosas del ramo, que despertaron el interés en el mundo académico tanto nacional como internacional.
Su hermano Daniel estudiaba derecho en una prestigiosa universidad privada, alcanzando buenos resultados, si bien a otro ritmo que Pedro. El padre estaba orgulloso de sus hijos y se entristecía al pensar que su amada esposa no pudiera estar presente para ver como triunfaban en sus estudios.
Pedro iniciaba su cuarto curso con sus dieciocho abriles bien puestos, cuando recibió una más que interesante oferta del MIT - Massachusetts Institute of Technology, en la que le invitaban a terminar las dos licenciaturas actuales y le ofrecían el poder estudiar dos carreras más a su elección, añadiendo la posibilidad de que, si estaba interesado en hacer el doctorado de alguna de ellas una vez concluidas, también se lo facilitarían. Y lo mejor de todo era que el ofrecimiento estaría sufragado en su totalidad por el propio MIT, incluida estancia en Boston, manutención y desplazamientos.
La oferta implicaba estar unos cuantos años fuera del país, pero a pesar de las dudas que su juventud le planteaban, no podía desaprovechar semejante oportunidad para labrarse un futuro prometedor. Recibió el apoyo incondicional de su padre, aunque Daniel se mostró reticente a aceptar la ausencia de Pedro, mostrando una vez más la dependencia que tenía de su hermano pequeño.
Tras firmar el convenio con la universidad norteamericana, se tomó un respiro en sus estudios mientras transcurrían los dos meses que faltaban para mudarse a los EEUU. Asistió a varias fiestas de estudiantes y en una de ellas, decidió que había llegado el momento de perder su virginidad.
Llegado el día se encontraba en la fiesta que organizaba la facultad de Telecomunicaciones, la “Telecogresca”, una de las más grandes y desmadradas de todas las que se hacían en el ámbito universitario barcelonés. Asistían estudiantes de todas las facultades, y Pedro estuvo oteando el horizonte para elegir a la que iba a entregar su “virtud”.
Entonces la vio. Estaba en una zona bastante alejada del escenario donde una estruendosa banda tocaba música “pachanga”, situada entre dos chicas rubias muy guapas de su misma edad, de 22 a 24 años, hablando y riendo divertidamente. No era muy alta, pero tenía un cuerpo milimétricamente proporcionado, realmente espectacular. Vestía unos tejanos ajustados que realzaban sus piernas y un magnífico culo, una camiseta de tirantes con un generoso escote que dejaba vislumbrar unos poderosos y erguidos senos. El pelo corto de color negro, unos ojos pardos y un rostro bellísimo, la hacían a la mirada de Pedro, la candidata perfecta para su propósito. Al reír, mostraba tras unos labios gruesos y perfilados, una dentadura perfecta y de un blanco que iluminaba la noche.
Estaba decidido y se dirigió hacia ellas con el vaso de plástico medio lleno de refresco, Pedro nunca tomaba alcohol, mientras observaba como dos chicos se le habían adelantado tomando posición frente a ellas e iniciando una conversación.
Conocía a los dos, ya que eran compañeros suyos de cuarto año de Ing. Informática, y aparte de coincidir en clases, había compartido algún que otro trabajo grupal con ellos. Eran buenos tipos y habían congeniado bien con él. Al acercarse al grupo, lo reconocieron:
- Mirad a quién tenemos aquí – decía uno riendo - si es nuestro “chico prodigio”.
- Chicas, os presento a Pedro – decía el otro mientras las tres jóvenes lo miraban con curiosidad - el tío con el cerebro más brillante del universo.
- Para ser un “yogurín” no tiene mal aspecto – soltó la más rubia de las chicas comiéndose a Pedro con la mirada – a mí no me importa que sean “tiernecitos” y si son listos, mejor que mejor.
- No seas asaltacunas – reía la escogida de Pedro – que no respetas ni a tu sombra.
Todo el grupo se reía a carcajadas de las bromas que se entrecruzaban entre ellos, pero Pedro, a parte del saludo inicial al grupo, no había dicho nada más, hasta que mirando fijamente a la chica morena dijo:
- Tenéis razón al decir que soy muy joven. Precisamente he venido a aprender – decía con voz segura sin apartar la mirada de la chica – y no se me ocurre ninguna profesora mejor que tú. Por cierto, ¿cómo te llamas?
- Vaya con el benjamín – lo miraba sorprendida – Soy Gloria…
- Bueno… bueno… bueno… nuestro chiquitín está lanzado – reían sus dos compañeros – cualquier “asignatura” que le enseñes, ten por seguro que la va a aprobar con “matrícula de honor” – le decían con cachondeo a Gloria.
- ¿Y qué os hace pensar que estoy dispuesta a enseñarle nada a este? – fingía estar seria -.
- Si no estás para dar clases, ya me ocupo yo – soltó la rubia con cara lujuriosa -. Tengo muchas cosas que enseñar…
- No te ofendas – Pedro cortó con simpatía a la rubia – pero ya estoy matriculado en las asignaturas que impartirá Gloria. La compañía es muy grata, pero es hora de empezar las clases – decía esto mientras cogía la mano de la chica y tiraba suavemente de ella para empezar a caminar, separándose del grupo.
- Pero ¿quién coño te has creído que eres para secuestrarme de esta manera? – caminaba adaptándose al paso de Pedro para estar a su lado -.
Pedro se detuvo de golpe mientras soltaba su mano y se colocaba frente a ella. Su mirada azul se clavaba en los oscuros ojos de la chica.
- Disculpa, no era mi intención obligarte a nada. Eres libre de ir donde quieras, solo tienes que dar la vuelta y marcharte.
- Joder tío, es que me descolocas – respondía dubitativa - ¿esta es tu forma de ligar con una tía?
- No lo sé. Eres la chica más bonita que he visto nunca y me he dejado llevar. Como puedes comprobar, tengo mucho que aprender.
A ella le costaba mantener la intensa mirada del joven, y dudaba entre dejarlo allí plantado o darle una oportunidad. En ese momento Pedro puso sus manos en las mejillas de Gloria y se inclinó para besarla muy suavemente. Sorprendida, permaneció quieta cerrando los ojos mientras sus labios asimilaban el calor del beso, haciéndola sentir muy bien. Cuando se separaron, la chica alzó la vista para afrontar a Pedro que seguía mirándola expectante.
- Vaya… no ha estado mal… tal vez podríamos empezar por conocernos un poco.
- Lo que quieras, tu das las clases – dijo Pedro con una sonrisa -.
Empezaron a caminar juntos, hablando mientras se alejaban del bullicio desenfrenado de la fiesta. Llegaron a un parque y se sentaron en un banco de madera y estuvieron contándose mutuamente un pequeño resumen de sus vidas. Pedro le explicaba ilusionado su futuro próximo en el MIT, sus ansias de conocimiento, de descubrir, de crear. Gloria le contó que tenía 24 años y estaba “peleando” con el doctorado de Biología.
Tres horas más tarde entraban en el piso que Gloria compartía con sus dos amigas. Tras cerrar la puerta ya estaban besándose, devorando la boca del otro con pasión. Se desnudaron con prisas, entre besos y miradas desafiantes, y la excitación recíproca se incrementó cuando se detuvieron para observar la desnudez de sus cuerpos.
- Vaya polla más guapa que tienes – le dijo ella admirada de la erección de Pedro -. Me va a gustar esto de las clases.
- Tendrás que disculpar mi torpeza, será mi primera vez – le dijo sin complejos -.
- No me digas que eres virgen… no es posible… - Gloria no se lo podía creer -.
- Por eso te he escogido a ti, quería que fuese con alguien especial… y tú lo eres.
Ella cogió la mano del joven y lo condujo hasta su habitación tumbándolo boca arriba en la cama. Agarró con sus pequeñas manos la polla altiva de Pedro y empezó a lamerla por toda su extensión, a introducirla en su boca, primero solo un tercio, para seguir engullendo hasta la mitad y continuar hasta devorarla completamente. Continuó la mamada con toda su habilidad, sin dejar de mirar al joven en ningún momento, mientras él disfrutaba del placer que Gloria le ofrecía con su boca.
Al ver que Pedro no se corría pese a la duradera felación que le estaba haciendo, decidió que era el momento de sentir ese fantástico pene dentro de su ya encharcado coño. Estaba muy excitada, pero no quería precipitarse y se conjuró en darle al chico una primera vez para recordar toda la vida. Se subió sobre él y condujo el pene hasta la entrada de su sexo. Se dejó caer despacio para sentirse empalada centímetro a centímetro, disfrutando de la penetración tanto como deseaba que disfrutara Pedro.
Y vaya si lo estaba disfrutando. Notaba como la vagina de la chica interactuaba con la piel de su miembro, transmitiéndole sensaciones de placer a cada acometida. Gloria, que había empezado la cabalgada muy despacio, sintió la necesidad de aumentar la velocidad, quería llegar al orgasmo y también hacer correr a Pedro. Combinaba el trote salvaje con movimientos circulares mientras las manos del chico apretaban sus nalgas, acompañaban sus movimientos asiéndola por la cintura, masajeaban sus fantásticos pechos y jugaban con sus pezones.
Estaba loca por correrse y ya no podía más, necesitaba ese trabajado orgasmo, pero quería que fuese con él. Y así fue. Mientras su éxtasis la hacía convulsionar sentía como se vaciaba Pedro en su interior, llenándola de su cálida simiente. Los dos gritaron exteriorizando la culminación de su placer.
Sudados y jadeantes se besaron y descansaron unos minutos. Pero Gloria pronto se dio cuenta de la enorme capacidad sexual del joven. Al poco rato ya tenía el pene dispuesto a seguir aprendiendo y lo hizo hasta la mañana siguiente, follando sin parar, probando posiciones, ofreciendo sexo oral siguiendo las indicaciones de la chica, asimilando su anatomía íntima hasta conocer cada punto generador de placer.
A las 10 de la mañana entraron las dos compañeras de Gloria y oyeron los alaridos de placer que salían de la habitación de su amiga. En condiciones normales respetaban la intimidad entre ellas, pero como estaban ciertamente perjudicadas por el alcohol de la juerga nocturna, se atrevieron a acercarse sigilosamente y abrir la puerta de la habitación. El panorama que vieron les hizo crecer los dientes hasta el suelo. Pedro estaba taladrando el coño de Gloria con una saña desproporcionada. Ella tenía la cara desencajada, con los ojos en blanco, enajenada del pacer que recibía y soltaba gritos como una posesa.
Pedro vio a las dos rubias que babeaban en la puerta y les dedicó una simpática sonrisa, sin parar un instante de follar a Gloria. Una de las chicas se sintió avergonzada al ser descubierta y se retiró sin hacer ningún ruido. La otra estaba muy excitada y se quedó a contemplar la tremenda follada mientras no podía evitar introducir su mano bajo su vestido, y masturbarse sin perder detalle del espectáculo gratuito que le estaban ofreciendo. Cuando le llegó el orgasmo silencioso, cayó al suelo de rodillas al flojearle las piernas. Al cabo de un rato se levantó sin hacer ruido, le envió un beso con la mano a Pedro y abandonó la habitación cerrando la puerta. Pedro volvió a sonreírla mientras Gloria no se había enterado absolutamente de nada, y seguía disfrutando de la verga que la perforaba sin cesar.
Y ese fue el fantástico bautizo de Pedro, que durante los dos meses antes de su partida, siguió follando varias veces con Gloria y también con su rubia compañera, que aprovechó la primera ocasión que tuvo para calzárselo. Además, se ocupó de correr la voz del “potencial” del muchacho y no tardaron en aparecer chicas atraídas como moscas a la miel. Pedro tuvo sexo con 6 o 7 chicas más, todas diferentes, todas satisfactorias, aprendiendo de todas ellas y convirtiéndose en un buen amante en ese corto espacio de tiempo.
Y llegó el momento de partir, despidiéndose de su familia y de Gloria, que sentía el oculto orgullo de haber sido la primera mujer en follar con él.
En el MIT todo fueron facilidades y le alojaron en una más que decente residencia de estudiantes. Escogió cursar las carreras de Matemáticas e Ingeniería Electrónica y el profesorado adaptó el programa de asignaturas para que pudiese abarcar las cuatro carreras simultáneamente. La vida en la localidad de Cambrige era muy tranquila. Situada al norte de Boston, podía presumir de ser una de las zonas con más mentes brillantes por m2 de EEUU, ya que cerca del MIT estaba la universidad de Harvard y al otro lado del rio Charles, la universidad de Boston.
El tiempo transcurría rápidamente y Pedro estaba absorbido por la vorágine de las clases. Al llegar el verano finalizó el curso y el joven, aparte de cumplir su mayoría de edad, terminó las carreras de Telecomunicaciones e Informática con las mejores notas. En ese momento decidió que el doctorado escogido sería el de Telecomunicaciones.
Podía volver a España de vacaciones, pero tras hablar con su padre acordaron que se quedase en Boston para definir el plan de investigación de su tesis doctoral y poder presentarlo a la Comisión Académica para su visto bueno nada más empezar las clases.
La residencia de estudiantes en la que vivía se quedó prácticamente desierta, ya que la mayoría de alumnos volvieron a sus casas o a desempeñar algún trabajo veraniego para ganar dinero.
La verdad es que se aburría sin los amigos que había hecho hasta la fecha y se decidió a retomar los entrenamientos de taekwondo. Se puso en contacto con el Sr. Park, su “sabom nim” de Barcelona, para pedirle si conocía algún gimnasio recomendable en Boston. Le indicó uno que frecuentaba su sobrina que casualmente estaba estudiando ciencias políticas en Harvard, aunque actualmente estaba en Corea.
Esa misma tarde se acercó al gimnasio para inscribirse. Estaba un poco lejos de su residencia ya que se ubicaba en la ciudad de Boston y desde Cambrige, se veía obligado a cruzar el rio Charles por uno de sus puentes. El “dojang” no estaba mal y había gente de todos los niveles. Tras registrarse y comprar el “doobok” (uniforme) correspondiente, estuvo haciendo “pumses” (similar a las katas del kárate) y luego varios combates con oponentes de su misma categoría, cinturones negros 3er. Dan.
Cuando volvía a la residencia, un joven montado en un skate iba entregando unos folletos a todo estudiante que se cruzaba en su camino. Pedro leyó con detenimiento lo que anunciaba en el folleto y se sorprendió del precio que indicaba. Era un anuncio para compartir un piso de estudiantes y ofrecía una amplia habitación con baño incluido, con derecho a cocina, comedor y acceso a lavandería comunitaria. La habitación descrita era mayor que la de su residencia y no tendría que compartir el lavabo. Actualmente eran dos estudiantes y necesitaban un tercero para cubrir los costes. El folleto indicaba un número de teléfono móvil en tipografía exageradamente grande.
La verdad es que parecía un chollo demasiado increíble, y aunque Pedro estaba convencido de que había trampa, llamó “por si sonaba la flauta”. Al cuarto tono le contestó una agradable voz femenina que se identificó como Helen. Le confirmó lo que indicaba el folleto y aunque era bastante tarde, Pedro preguntó si podía ir a ver el piso. Ella le dijo que tenía pensado salir de copas esa noche, pero si llegaba antes de las 21h aún podría enseñarle la habitación.
Pedro confirmó que ahora mismo iba para allí y tras tomar nota de la dirección exacta, salió disparado para no llegar tarde, ya que no le sobraba demasiado tiempo. El edificio no tenía mala pinta y las ventanas tenían vistas al rio, a la altura de lo que al otro lado era el recinto de la Universidad de Boston.
Le abrió la puerta una chica de unos 24 años, enfundada en un vestidito corto de noche que cortaba el hipo. Era la típica rubia norteamericana, de ojos azules, cara bonita y cuerpo precioso.
- Hola, soy Helen. Perdona que te haya dado prisas, pero he quedado con un chico que está buenísimo y que llevo semanas detrás de él para cepillármelo. – le hablaba a Pedro con tanta naturalidad como si fuesen colegas de toda la vida – Pasa y te enseño el piso.
- De acuerdo… yo soy Pedro.
Primero le mostró las zonas comunes de la cocina, indicando que tendría derecho a un tercio del espacio de la nevera, luego le enseñó el amplio comedor donde también había una zona de salón con sofá y una gran pantalla de TV. Le condujo a la habitación y Pedro se quedó alucinado de lo espaciosa que era, con una cama grande, armario empotrado y una mesa de escritorio más que amplia y con un mueble de estantes para colocar un montón de libros. El baño era sencillo, pero tenía inodoro, lavamanos con espejo y una ducha con mamparas. La ventana de la habitación era bastante grande por lo que tendría buena luminosidad durante el día. Pedro le dijo extrañado a la chica:
- ¿Seguro qué el precio es el del folleto? ¿Dónde está el truco?, ¿hay goteras, algún escape radioactivo… cucarachas… o peor aún… la presencia de algún fantasma vengativo? – Pedro sabía que podían pedir tranquilamente el doble de dinero -.
- El precio es correcto – Helen se reía ante las ocurrencias de Pedro – y tienes suerte de ser el primero que ha respondido al anuncio, es lo que Katy y yo necesitamos para cubrir gastos. No nos importa si eres chico o chica, pero hay unas normas que no se pueden saltar.
- ¿Katy es la otra persona con quién compartes el piso?
- Si, ya la conocerás sí te quedas.
- ¿Y esas normas insalvables cuáles son?
- Limpieza y orden ante todo, tanto en zonas comunes como en las propias habitaciones. No se toca la comida de los demás sin permiso. No se trae a ningún ligue para follar al piso, el sexo queda para fuera de aquí. Volumen de música y TV que no moleste al estudio ni al sueño de los demás. El precio del wifi y de la TV por cable no está incluido y es a dividir entre los tres. Si comemos juntos lo pagamos a medias. No escandalizarse por como vestimos, te aviso que a Katy le gusta ir desnuda por el piso y yo también suelo ir bastante ligerita. Si eres un salido y te pasas con alguna de nosotras, te echaremos a patadas después de cortarte los huevos. ¿Estás de acuerdo con todo?
- Mañana mismo traigo mis cosas.
- Perfecto, ahora tengo que largarme pitando que ya es tarde. Me muero de ganas de echar un polvo, que estoy que reviento. Puedes quedarte si quieres y dar un vistazo más a fondo, pero no toques nada mío ni de Katy. – dijo mientras salía del piso – Cuando te vayas cierra la puerta.
- Que tengas suerte… y disfruta de tu polvo.
- Gracias – salió guiñándole un ojo -.
Pedro se quedó asombrado por el desparpajo de la chica. Aprovechó para husmear por la cocina, el salón comedor y luego la que sería su habitación. Las instalaciones parecían estar en buen estado y después de comprobar el agua caliente de su futura ducha, en el momento de salir por la puerta del baño, tuvo los reflejos suficientes para esquivar un golpe de un bate de béisbol que iba directo a su cabeza y golpeó en el marco de la puerta haciendo saltar astillas.
Consiguió apartarse unos metros de la portadora del bate, una impresionante chica afroamericana de pelo largo y cuerpo atlético. Le miraba con furia mientras él se colocaba en una posición defensiva de taekwondo.
- Estate quieto maldito hijo de puta que te voy a partir la cabeza – le gritaba la chica airada - la policía tendrá que recoger tus sesos con pinzas.
- Cálmate, por favor – le decía Pedro con voz serena -. Helen me ha dejado quedarme a ver mí habitación. Soy Pedro, vuestro nuevo compañero de piso. Aparta ese bate o tendré que quitártelo - decía ahora con una voz fría y amenazante -.
La chica dudó unos instantes hasta que se decidió por creerlo, bajó el bate de aluminio y dando media vuelta salió de la habitación sin decir nada. Pedro la siguió bastante cabreado.
- ¿Siempre intentas romperle la cabeza a todo el que te encuentras en el piso?
- Solo a los que aparecen sin que los haya invitado – contestó de muy mala hostia – Si vas a vivir aquí, ya sabes cuales son las reglas – se metió en su habitación cerrando con un portazo.
En las dos semanas que llevaba viviendo en el piso con las chicas, en contadas ocasiones coincidió con las dos. Helen era muy simpática y a veces le invitaba de su desayuno y le daba mucha conversación. Katy era más arisca, pero fue suavizando su carácter al ir conociendo a Pedro.
El primer encuentro con las dos juntas fue impactante. Pedro entró en la cocina para desayunar y se encontró a las dos mujeres completamente desnudas, tomando café y tostadas con toda naturalidad. Las dos eran unas bellezas y las hormonas del joven le pedían a gritos que su miembro les hiciese una demostración de hasta dónde podía crecer.
Pero el lado racional y científico de Pedro le decía que era lo que las muy zorras querían, provocarlo, y decidió actuar como si todo aquello fuese lo más normal del mundo. Las saludó con una sonrisa mientras servía café en su taza. Ellas observaban al hombre esperando la reacción que causaba la visión de sus cuerpos, pero se quedaron extrañadas de que no ocurriera nada.
- ¿No te gusta lo que ves o es que eres gay? – le decía Katy escrutando sus ojos -
- No soy gay y me encanta lo que veo. Realmente sois preciosas las dos, tenéis unos cuerpos que resucitarían a un muerto… Helen, ¿me acercas la mantequilla por favor?
- Has visto, no hay reacción bajo sus pantalones – le decía Helen a Katy con una provocadora sonrisa – debe tener el “pajarito” muy encogido.
- Si os referís a este “pajarito” está perfectamente – decía Pedro sacándose sus bermudas y el bóxer, dejando al descubierto su pene en estado normal –, solo que es capaz de cumplir las normas a las que se ha comprometido. – decía mientras se sentaba a la mesa -.
- Vaya – se sorprendieron las dos – no tiene mala pinta el… la… bueno… eso… que…
- La polla, queréis decir la polla. La verdad es que cuando “levanta el vuelo” está mucho mejor, pero eso no podréis comprobarlo. La ley es la ley, y está para cumplirla. – decía mientras untaba la tostada -.
Las chicas se quedaron muy cortadas al ver que su maniobra para tantear al joven les había salido muy diferente de cómo habían planeado. A partir de ese día ya no volvieron a circular desnudas por la casa, aunque tampoco es que fuesen tapadas como monjas.
Los días de vacaciones transcurrían y Pedro continuaba estudiando en la biblioteca, practicando taekwondo, haciendo running al lado del rio, en su habitación dando rienda suelta a su mente con nuevos proyectos y experimentaciones. Con las chicas todo funcionaba perfectamente, cenaban juntos y miraban la TV comiendo palomitas. Con Helen la relación era mucho más fluida y llegaron a contarse algunas intimidades, se explicaban sus avances en los estudios y sus aspiraciones.
A la rubia le gustaba que Pedro le contase al detalle todos sus proyectos tecnológicos, en que campos se podían aplicar y que pensaba hacer cuando volviese a España. La amistad y confianza entre ellos acabó acercándolos cada vez más y más, hasta que sucedió lo que ninguno de los dos quiso evitar.
- Pedro, tengo unas ganas terribles de follarte – dijo mientras se abalanzaba sobre él en el sofá y buscaba su boca para comérsela -.
- Pero… ¿y las normas? – decía Pedro sin evitar que sus manos bucearan bajo la camiseta de Helen y sobasen sus pechos –
- Ahh… las normas prohíben traer ligues al piso…- con pasmosa habilidad estaba sacando los pantalones y bóxer de Pedro para liberar su pene – pero no dicen nada de los que ya vivimos aquí.
- Vale, es lo que esperaba oír… vamos a mi habitación que te tengo muchas ganas…
- No... no…, en la mía… follemos en la mía…
- Donde tú quieras… pero ya.
Y se encerraron en el cuarto de Helen para follar con ganas, gozando de sus cuerpos durante toda la tarde, corriéndose en innumerables ocasiones, intentando demostrar al otro que podían aguantar lo que no está escrito, que estaban hechos para el sexo.
Ya era de noche cuando Katy volvió al piso y se extrañó de no ver a ninguno de los dos en el comedor ni en la cocina. Al acercarse a la puerta del cuarto de Helen, oyó claramente como jadeaban y suspiraban de placer. Sintió una rabia irracional que quería salir al exterior mientras sus puños se cerraban con fuerza. Respiró profundamente varias veces y se marchó de allí para sentarse acurrucada en el sofá mientras encendía la TV con el volumen bien alto, para no escuchar lo que estaba ocurriendo en esa habitación.
En menos de tres minutos apareció Helen cubierta con una camiseta enorme que transpiraba el sudor acumulado en su cuerpo por la tremenda sesión de sexo con Pedro. Miraba a Katy con expresión preocupada y se sentó a su lado permaneciendo las dos un buen rato en silencio. Pusieron la TV en mute.
- Perdona… no he podido evitarlo – hablaba con pesar -.
- Joder Helen. Sabes cuales son las… normas. Esta relación traerá problemas.
- Ya lo sé Katy… la atracción ha sido tan fuerte y me he dejado llevar… Dios… no te imaginas como es el sexo con Pedro… de lo que es capaz…
- ¡Cállate! Deja de pensar con el coño y… - la aparición de Pedro la hizo enmudecer al instante -.
- ¿Ocurre algo chicas? Hacéis mala cara.
- Pedro – Helen lo miraba suplicante – déjanos a solas, por favor.
- Por supuesto – disculpándose - me voy a mi habitación.
Ellas siguieron hablando durante un buen rato, hasta que se retiraron cada una a su estancia.
Al día siguiente se encontraron los tres en la cocina y todo parecía normal, hablaron tranquilamente de varios temas mientras desayunaban, omitiendo cualquier comentario a lo ocurrido la noche anterior. Cada uno volvió a sus quehaceres habituales, pero Helen desapareció durante dos días, sin decir nada.
Cuando a la tercera noche volvió al piso, Pedro salió de su habitación para interesarse por ella.
- ¿Estás bien? Me tenías preocupado.
- No pasa nada, he estado con mi familia – hizo una pausa -. Pedro…, no creo que sea buena idea repetir lo del otro día.
- Bueno… estoy convencido que lo pasamos bien los dos.
- Sí, claro que sí, pero la relación se puede complicar y podemos hacernos daño.
- Pues yo no lo veo así… es sexo…, no hay que darle más vueltas, pero si es lo que quieres lo dejamos aquí y tan amigos. – le dedicó una sonrisa mientras acariciaba su mejilla – No pasa nada preciosa, todo está bien entre nosotros.
Pero el acuerdo solo duró una noche, ya que a la siguiente Helen entró en la habitación de Pedro sin llamar. Él estaba trabajando en su escritorio y se sorprendió al verla entrar de esa manera. Ella le cogió su mano y lo arrastró hasta su habitación sin mediar palabra, cerró la puerta y ya no lo dejó salir en toda la noche.
Las cinco siguientes noches estuvieron disfrutando del sexo sin parar. Sus gritos y jadeos martilleaban en la cabeza de una Katy que no paraba de excitarse, y se masturbaba imaginando la verga de Pedro penetrando una y otra vez a su amiga. Y a ella también. Ya no podía más y se presentó desnuda en la habitación de Helen, justo en el momento que la polla de Pedro eyaculaba en el dilatado culo de la rubia. Tras el primer instante de sorpresa, los dos amantes se derrumbaron en la cama mirando el cuerpo desnudo de esa diosa de ébano.
- Quiero follar con vosotros… lo necesito – sus ojos suplicantes y al mismo tiempo llenos de lujuria miraban a la pareja -.
Pedro se levantó acercándose hasta Katy. La besó suavemente en los labios y la acompañó hasta la cama, donde Helen la miraba sonriente.
- Eres bienvenida, me muero por estar dentro de ti.
- Y yo por probar tu polla –.
Se arrodilló frente al joven mientras su boca empezaba a engullir su erecto miembro, sin importarle que hacía tan solo un minuto, estaba metido hasta el fondo del culo de su amiga. Siguió chupando y lamiendo con delirio la polla de Pedro que, pese a su habitual aguante, no tardó en correrse en la boca de Katy, que no hizo ascos al tragarse hasta la última gota de su semen.
Pedro se había corrido con una rapidez inusual en él, producto de la excitación de estar con dos bellezas al mismo tiempo. Pero se dijo a si mismo que no volvería a suceder, que iba a darles a esas dos todo lo que tenía. Y así lo hizo, penetró todos sus orificios, bebió de sus sexos y les dio placer a las dos, tanto como el que recibió durante toda la noche hasta caer los tres rendidos y durmiéndose abrazados en la cama de Helen.
Tres golpes secos en la puerta de la habitación los despertaron, al tiempo que una gruesa voz de hombre gritaba.
- Las quiero aquí fuera en un minuto.
Las chicas se despertaron dando un salto de la cama y se miraron aterradas, empezando inmediatamente a vestirse con la primera ropa que encontraron. Pedro las miraba sin entender nada y al intentar levantarse para ver qué pasaba, Helen lo detuvo, y le rogó que no se moviera de la cama. Salieron de la habitación antes de cumplir el minuto y mirando al hombre erguido en medio del comedor, siguieron la indicación de su brazo extendido que señalaba el sofá. Sin decir palabra se sentaron en él, bajando la cabeza para mirar al suelo.
Pedro no pudo aguantar más y salió de la habitación. Se quedó boquiabierto al ver a un tipo de edad indefinida, impolutamente vestido con uniforme militar y plantado delante suyo.
- Buenos días, soy el coronel Wolf.