Sin Perdón. (12)

Pedro espera legalizar su divorcio con Isabel y empezar una nueva vida al lado de su hija. Pero a sus espaldas se está gestando la tormenta

Barcelona - (mayo de 2016)

Estaba en su despacho de TotSystem cuando Mauro entró tras llamar a la puerta. Se sentó en la silla frente al escritorio y empezó a disculparse con Pedro por haber tenido relaciones con su esposa a sus espaldas, que lo sentía mucho por no haber podido resistirse al enorme poder de seducción de Isabel, y que lamentaba haber traicionado su confianza.

Le dijo que entendería si le despedía de su trabajo por lo mal que se había portado y que solo tenía que pedírselo y se marcharía. Pedro le manifestó su decepción por su proceder, pero que sí mantenía el compromiso con la empresa trabajando de la manera como había hecho hasta entonces, y cumpliendo con sus obligaciones laborales, podía seguir en su cargo, aunque le advirtió de que se olvidara de mantener el nivel de amistad entre ellos. Así lo acordaron estrechando sus manos.

Hacía dos meses que Daniel había entregado los documentos del divorcio a Isabel para que los firmase, pero de momento no había señales de vida. Pedro recibió una llamada de Eduardo que le pidió amablemente reunirse en el despacho de su financiera. Era extraño que Eduardo quisiera hablar con él y se temía que insistiese en lo de invertir su dinero, y en disuadirlo de su intención de divorciarse para evitar escándalos, pero no estaba dispuesto a hacerlo, aunque acabó concediéndole la reunión.

Llamó a su hermano para pasar al plan B, que no era otro que presentar la demanda de divorcio en el juzgado, ya que si no obtenía respuesta por las buenas, habría que forzar la solución por las malas. Daniel intentó que no se precipitase, que en la última reunión que tuvo con Isabel, le pareció que estaba más receptiva y predispuesta a dialogar. Pedro le indicó que ya no había nada más que hablar, que si no firmaba el acuerdo propuesto, ya se verían en el juzgado y que se preparara porque no iba a tener piedad ninguna. Daniel le confirmó que se pondría manos a la obra de inmediato.

Nada más llegar, la secretaria le acompañó hasta el despacho de su jefe. Le esperaban Eduardo e Isabel, sentados en unos cómodos butacones dispuestos alrededor de una mesita baja. Su esposa le invitó amablemente a sentarse en el sillón a su derecha y tras los saludos de cortesía, empezaron la conversación:

-         Supongo que te imaginas el motivo por el que te he invitado, – decía Eduardo – el principal es intentar evitar vuestro divorcio, haciendo lo posible por parte de todos para salvar el vínculo del sagrado matrimonio.

-         Eduardo, ya no hay nada que salvar. Jamás volveré al lado de Isabel, ni yo ni Lucía, no ha querido ser madre hasta ahora y no podrá serlo nunca. Y como esposa ha demostrado que no me ha respetado en ningún momento, infinidad de veces infiel, recreándose en humillarme, aunque la que se ha humillado y rebajado como mujer y madre ha sido ella.

-         No puedes tratarme así, como una puta – protestaba Isabel mientras su padre le hacía un gesto para que se calmase -.

-         Pues para ser una puta completa solo te ha faltado cobrar por follar, cosa que desconozco si la has hecho, lo que está claro es que no te has cortado ni un pelo en abrirte de piernas a todo el que se te ha puesto a tiro – Pedro hablaba con un tono muy tranquilo – y no estoy criticando una actitud sexual más o menos promiscua, que cada uno ejerce su sexualidad como quiere, es cuestión de ser sincero y honesto con lo que uno necesita. Lo que critico es el desprecio a mi persona, como hombre que te amaba, la falta de respeto al compromiso adquirido, el tirar por el suelo la confianza depositada en la persona a la que quieres. Y lo que has hecho con Lucia, sangre de tu sangre, eso no tiene perdón ni de vuestro Dios ni de nadie. Un día me dijiste que sí quería marcharme de la que no era mi casa sino tuya, que tenía la puerta abierta. Ahora es el momento de demostrar que eras sincera con esas palabras, y firmar esos papeles para que todos podamos seguir nuestras vidas con libertad.

-         Si solo has venido a insultarme ya te puedes ir a…

-         ¡Ya basta, Isabel! – Eduardo gritó enfadado – vamos a intentar ser prácticos y dejarnos de reproches. El pasado ya no lo podemos cambiar, trabajemos en el futuro y en lo que nos beneficie a todos.

-         Nada de lo que vayas a plantear me hará cambiar de idea.

-         Pedro, solo escucha lo que te propongo, abramos todos la mente y no nos enroquemos en nuestras posiciones. Por favor atiende a lo que tengo que decir. – su tono era extrañamente sereno y conciliador, casi suplicante -.

-         De acuerdo, te escucho. - concedió Pedro -.

-         Te seré del todo sincero, creo que Lucía necesita un entorno familiar estable y para eso hace falta un padre y una madre. Y también está claro que Isabel no es esa madre, no ha querido serlo y no lo va a ser ahora – su hija iba a protestar, pero él hizo un gesto de silencio llevando su índice a la punta de su nariz -. La niña es aún pequeña y se ha acostumbrado a esa casa, a unas rutinas perfectamente establecidas por esa mujer… Belén creo que se llama. Ella ha ejercido de educadora, pero también de madre. Pedro, no te estoy pidiendo que ella también se convierta en tu mujer, pero hasta que la niña sea un poco mayor y se dé cuenta de las cosas, podéis seguir como estamos ahora. Evidentemente la actitud de Isabel va a cambiar, nada de hombres entrando y saliendo de su cama, eso se ha terminado. Ayudará en casa con la niña, será un nuevo aprendizaje para ella, no esperemos milagros, pero creo que le servirá para entender el error que ha cometido al desvincularse de su hija y veremos hasta donde nos lleva eso. No debe condicionar el futuro, pero seguro que la lección será positiva para todos y en cualquier caso, beneficiosa para la niña.

-         Eso que planteas no creo que sea lo que a partir de ahora necesita Lucia, ni yo tampoco.

-         Espera a tomar una decisión, te lo ruego. Por otro lado, y siguiendo con la sinceridad, necesitamos tu dinero, tal como suena. Estamos en una delicada situación financiera, pero la solución es muy sencilla. Lo que te voy a contar es estrictamente confidencial y deriva de un excelente trabajo que viene preparando Isabel desde hace tiempo, es un poco complejo, pero con tu inteligencia te será fácil de entender.

Tenemos la oportunidad de manejar un importante fondo de pensiones donde unos 30.000 jubilados acumulan un capital de unos 3.000 millones de euros, a unos 100.000€ por jubilado de media. Si nos conceden la gestión de ese capital, lo vamos a invertir en un fondo de alto riesgo compuesto de varias empresas vinculadas al mercado energético, ofreciendo a nuestros clientes una rentabilidad del 37% a los dos años de la inversión, que nos dejaría una comisión del 23% sobre los beneficios, unos 255 millones para nosotros.

-         La rentabilidad es muy alta – decía escéptico Pedro – pero es una inversión muy arriesgada y poco fiable. No veo ninguna garantía del resultado.

-         Tienes razón en que el riesgo es alto, pero sabemos a ciencia cierta que esas empresas responderán a tan corto plazo. El único problema es que al ser una inversión catalogada con nivel 6/6 por la CNMV – Comisión Nacional del Mercado de Valores – nos obliga a tener inmovilizado en un depósito de garantía el 75% del capital invertido, unos 2.250 millones de €, y durante todo el primer año. Ahí es donde entras tú y tu dinero. Nosotros tenemos todo el nuestro en circulación y no disponemos de esa cantidad para que esté un año parada en un depósito de garantía.

-         Pues vaya negocio que me ofrecéis, si el primer año las empresas no dan beneficios el que pierde todo su dinero soy yo.

-         En primer lugar, eso no va ocurrir, las empresas tendrán beneficios y recuperarás tu dinero íntegro al acabar el primer año, además te pagaremos 100 millones de € de la comisión que nosotros ganaremos el segundo año. También te garantizaremos por contrato el que, si por cualquier catástrofe tuviéramos que responder con tu dinero, te lo devolveríamos con el aval de nuestro patrimonio, tú no pierdes en ningún caso, y te llevas 100 millones de € por sentarte a esperar.

-         Mira, no me interesa nada de lo que…

-         Pedro, no me respondas ahora – Eduardo le interrumpió – No tomes una decisión en caliente, sin meditar. Te propongo un viaje de placer en mi nuevo yate desde Barcelona hasta La Valeta (Malta), pasando por Cagliari (Cerdeña) y por Marsala (Sicilia). Está previsto para primeros de Junio, dentro de poco, y durante el trayecto, aparte de relajarnos y disfrutar del viaje, hablaremos con tranquilidad de lo de aplazar el divorcio hasta dentro de unos años y de lo de la inversión. Te prometo que al final del viaje, si sigues opinando como ahora, Isabel firmará el acuerdo aceptando todos tus términos.

-         Pero papá, no estoy dispuesta en aceptar si no hay concesiones por su parte – Isabel protestaba enérgicamente –

-         ¡Basta ya!, he dado mi palabra y eso es sagrado. Y para que no haya sorpresas de última hora, te informo de que los tripulantes seremos Isabel, tú, yo y Mauro, que es un excelente capitán. Ya sé que habéis tenido mal rollo por el tema de su relación con Isabel, pero eso es agua pasada – Eduardo miraba a Isabel que asentía con la cabeza – Tu mismo, aunque no tengas titulación, podrás gobernar la nave, es fácil ya que casi todo está automatizado, y verás que gozada es hacer “volar” a esa maravilla sobre el mar.

Pedro tenía muy clara su decisión y no pensaba cambiarla por mucho que le ofrecieran, pero si el sacrificarse unos días en compañía de esos tres servía para conseguir antes el divorcio, lo consideró un mal menor y aceptó acompañarles en ese viaje.

Se despidió de Belén y de su hija para ir a embarcar en el yate de Eduardo en el Puerto de Barcelona. La duración del viaje estaba prevista en tres días con sus tres noches, y ya había reservado el vuelo de regreso desde Malta a Barcelona para ahorrarse el tener que volver con ellos después de que le firmasen los papeles del divorcio, y para lo más importante para él, que era el poder asistir al segundo cumpleaños de su hija.

Al llegar a la zona del puerto donde amarraban las embarcaciones de recreo, se quedó admirado al ver el yate de Eduardo. Evidentemente no era el yate de un jeque árabe, pero el aspecto que tenía era excelente. Se trataba de un Sunseek 115 Sport Yacht, de 35mts. de eslora y 7,4mts. de manga, con dos motores potenciados de 3.500CV cada uno, autonomía 1.250 millas náuticas, a una velocidad max. de 32 nudos. Disponía de 5 suites fantásticas con baño, 2 habitaciones para la tripulación y cuatro aseos individuales. Su precio estaba sobre los 8 millones de € y olía asquerosamente a nuevo.

Subió a bordo y rápidamente apareció Eduardo para saludarle mientras Isabel tomaba el sol sobre la cubierta superior vestida con un bonito bikini que resaltaba la belleza de su espléndido cuerpo. Cuando se dio cuenta de la llegada de Pedro, se cubrió con un pareo a conjunto y fue a su encuentro para saludarlo con dos besos en las mejillas ante la inacción manifiesta de su marido, que se limitó a aceptar esos besos con un rostro inexpresivo.

Le enseñaron el amplio comedor con una mesa para ocho comensales y el sorprendentemente enorme salón central, con varios sofás y sillones que le daban un entorno moderno pero cálido a la vez. Le mostraron la suite principal y la que sería la suya en ese viaje, dejando a Pedro sorprendido por el tamaño, comodidad y el lujo de sus acabados y detalles que le parecieron ergonómicamente perfectos.

En el puente de mando estaba Mauro, que tras saludarlo con cierta timidez le empezó a explicar las características técnicas de la nave, la moderna instrumentación que equipaba y una síntesis del funcionamiento del pilotaje. Pedro había leído en alguna ocasión algún manual de instrucciones de la cabina de navegación de un barco similar, y rápidamente identificó la funcionalidad de los instrumentos y se hizo una idea de cómo pilotar ese yate.

Unos hombres salieron de la cubierta inferior donde habían dejado toda la comida y bebida que necesitarían para el viaje, acabaron de llenar el frigorífico de la cocina y abandonaron el barco tras despedirse de Eduardo, que firmó los albaranes del avituallamiento entregado.

Salieron del puerto con Mauro ejerciendo de capitán, mientras los otros tres estaban sentados en los cómodos sofás de la cubierta de recreo de popa, tomando una copa y un ligero aperitivo.

Tras unas 4 horas navegando a 21 knots (nudos) de velocidad, habían recorrido unas 100 millas, encontrándose en la perpendicular de la isla de Menorca, Eduardo le ofreció a Pedro la posibilidad de pilotar la nave hasta la cercanía del puerto de Cagliari en Cerdeña. Tras unos 20 minutos de supervisión por parte de Eduardo y Mauro, Pedro demostró que ya dominaba el gobernar el yate y le dejaron solo en la cabina de navegación.

Disfrutó como un enano pilotando esa bella bestia a 32 knots (36,7mph – 59,3km/h), velocidad considerable para un yate de esas dimensiones, recorriendo las 160 millas en poco más de 4 horas. Fue sustituido por Eduardo para la aproximación y entrada al puerto de Cagliari, amarrando en la zona VIP sobre las 19h.

Pedro se retiró a su suite para descansar un par de horas antes de cenar. Realmente estaba disfrutando del viaje, había decidido tomárselo como unas mini vacaciones aprovechando cada instante para relajarse o sentir fuertes emociones como había sido el caso de conducir el barco. Sabía que tarde o temprano empezarían las presiones para convencerlo del tema del divorcio y del dinero, pero hasta que llegara el momento, “que me quiten lo bailao”.

La cena a base de marisco fue excelente y la conversación amenizada por un Mauro que tenía toneladas de anécdotas graciosas para explicar, resultó para Pedro sorprendentemente divertida. Isabel se comportaba simpática y amable, inteligente y aguda en la conversación, recordando en Pedro aquella preciosa chica de la que se enamoró. Pensó en qué lástima que la que aún era su esposa, ocultase esa otra personalidad, falta de valores éticos y humanos respecto a su hija e irrespetuosa e indigna hacia él. Se preguntaba desde cuando realmente le había sido infiel visto lo zorra que había demostrado ser, aunque a esas alturas eso ya carecía de importancia para Pedro.

Mientras Mauro y Eduardo tomaban una copa en la cubierta de popa, Pedro se había cambiado de ropa y lucía una camisa negra moderadamente ajustada a su torso, un pantalón de corte informal de color blanco y un calzado náutico a conjunto. Sentado en uno de los sofás del salón central del yate miraba los mensajes que le había enviado Belén, comentando la jornada de la niña.

Notó a Isabel sentarse a su lado y como su dulce perfume penetraba sugerentemente por sus fosas nasales, siempre le había encantado ese aroma, debilitando las defensas que había levantado desde hacía tiempo para prevenir las incursiones del deseo hacia ella, para evitar caer de nuevo en su embrujo.

Levantó la mirada de la pantalla para ver a Isabel a su lado, con un top ajustado en el que se marcaban amenazantes sus puntiagudos pezones, haciendo juego con unos pequeños pantaloncitos cortos que, sin llegar a serlo, rozaban la indecencia.

-         Vaya, estás guapísimo Pedro, ¿te apetecería venir a bañarte conmigo a la piscina climatizada de la zona vip en el club náutico? – su voz era de lo más sensual, y sería difícil encontrar en el mundo a un hombre heterosexual que fuese capaz de negarse a semejante proposición, lanzada como un sortilegio desde los labios de aquella belleza –. Después podríamos relajarnos en el spa, lo he reservado para toda la noche y podríamos acabar haciendo “eso” que nos gustaba tanto.

-         Tu invitación es de lo más tentadora, pero tengo otros planes para esta noche – un aviso de mensaje entró en ese instante en su móvil – Ha llegado mi taxi, ya he avisado a esos dos que volveré mañana antes de partir, no me esperéis para desayunar.

-         ¿Pero a dónde vas? – interrogaba mosqueada -.

-         Quiero conocer “la notte” de Cagliari.

-         Pues vengo contigo y nos lo pasaremos bien los dos.

-         Prefiero ir solo, a mi aire, sin estar pendiente de nadie.

-         ¿Pretendes ligarte a una tía para follártela esta noche?, ¿por eso te molesto?

-         Si se presenta la ocasión, te aseguro que no voy a desperdiciarla. Además, me apetece mucho.

-         Prefieres tirarte a cualquier furcia antes que a mí.

-         Como sabes, “ya” no me tiro a la furcia que me tiraba antes, y para que te quede bien claro, no voy a follar contigo ni ahora, ni nunca. Si me disculpas, tengo un taxi esperando, que tengas una buena noche.

Pedro se dirigió hacia la cubierta exterior del yate dejando a Isabel lanzando fuego por los ojos al sentirse tan despreciada por su marido. Ya en el vehículo, le pidió al taxista que le llevara a alguna discoteca con buen ambiente y este le condujo en menos de 10 minutos a una sala que exteriormente tenía un magnífico aspecto.

Entró en el local, de nombre Mood Club, y rápidamente se dio cuenta de que había acertado plenamente. Esa noche necesitaba un lugar con música marchosa para bailar un buen rato liberando tensiones, y también tenía necesidad de sexo. Y si algo había de sobras en esa discoteca, eran tías buenas aparentemente predispuestas a compartir esa necesidad. Tras tomar su refresco habitual en la barra con el radar activo para detectar a alguna chica que le hiciese tilín, y cumplir con el cometido que le ocupaba esa noche, se dio cuenta de que los sistemas de detección y escaneo de las mujeres del local también lo habían fijado a él como posible objetivo.

Lo curioso es que la primera persona que se le acercó con claras intenciones de llevárselo al huerto, fue un joven moreno muy atractivo, que sin dar el más mínimo rodeo le dijo que si quería acompañarlo a su apartamento para follar con él. Pedro se excusó diciéndole que no era homosexual pero que le agradecía su interés. El joven se disculpó de inmediato por el error cometido y se largó por donde había venido, dejando a Pedro cuestionándose si en su aspecto había algo que lanzase señales equívocas al exterior, pero fue incapaz de encontrar nada fuera de lugar.

Se decidió a bailar encaminándose hacia una de las pistas donde había bastante gente que se contorsionaba activamente al ritmo de la desenfrenada música. Se colocó en un lateral de la pista uniéndose al resto de la fauna heterodoxa que se movía con desigual desenvoltura.

Rápidamente se vio rodeado por varios especímenes hembra que se esforzaban en llamar su atención para que quedase meridianamente clara su intención de interactuar más allá del baile. Ciertamente había tres de ellas que destacaban muy por encima de la media del local, y eso ya era mucho destacar viendo lo que corría por allí. Mientras Pedro cavilaba por cuál de ellas se decidía, se fijó en el centro de la pista donde una espectacular mujer bailaba rodeada de hombres, a semejanza de como lo hacía Pedro de mujeres, pero a un nivel cuantitativo mucho más elevado. Era una pelirroja de rizada cabellera, y por un instante, le pareció que su felina belleza se podría equiparar a la de Erika, la amiga suiza de Roberto. En un momento los dos cruzaron sus miradas y continuaron bailando cada uno en su sitio, pero sin separar la mirada los de ojos del otro.

Algunas de las chicas cercanas a Pedro giraron la vista para localizar que es lo que “su presa” observaba con tanta atención, y al ver a la impresionante pelirroja una mueca de decepción se apoderó de sus caras. Si aquella mujer se acercaba al chico objeto de su deseo, no tendrían nada que hacer, derrota total. Y eso fue lo que ocurrió para desgracia de todas ellas.

La pelirroja se abrió paso entre el avispero de machos alfa que la sitiaban, y se encaminó con el paso decidido que le permitía su ajustado vestido y los increíbles zapatos de tacón de aguja híper-mega altos. Se colocó justo delante de Pedro inmóvil sin bailar, mirándolo fijamente con unos ojos de verde intenso, esperando un gesto del chico que autorizase su acercamiento a la siguiente fase. Pedro se dijo que de cerca era muy hermosa, aunque sin llegar a la altura de Erika, que se había convertido para Pedro en el referente supremo de belleza femenina. Sin saber el por qué se le apareció la imagen del fino rostro de Eun Hwa, que acaparó su pensamiento por unos segundos. Desechó la imagen diciéndose a sí mismo – déjate de hostias, aquí hemos venido a follar y este pedazo de hembra pelirroja parece dispuesta a lo mismo, estate por lo que hay que estar -.

Pedro avanzó hacia ella deteniéndose frente a la mujer, con sus caras muy cerca, sin dejar de mirarse, ignorando todo lo que les rodeaba y como si el tiempo se hubiese detenido para los dos. Ella acercó sus labios al oído de él y le susurró lo suficientemente alto para que pudiese escucharla pese al estruendo de la música.

-         Voglio fare l'amore con te, súbito, per favore. – y cogió la mano de Pedro para conducirlo a través del gentío, buscando la salida -.

Pedro, pese a su pauperrimo italiano comprendió perfectamente las palabras de la chica y sin contestar, se dejó llevar de la mano por ese homenaje a la belleza femenina. Llegaron a la salida y tras un leve movimiento de cabeza de la joven, un pecoso aparcacoches salió volando hacia el parking y en menos de un minuto, apareció con una sonrisa de felicidad al volante de un soberbio Ferrari F8 Spider descapotable de color amarillo.

Ella invitó a Pedro a subir y tras acomodarse en sus asientos, salió disparada del estacionamiento haciendo rugir los incontables caballos de su motor, conduciendo con destreza y a gran velocidad hasta una moderna casa de diseño en lo alto de un acantilado. No habían dicho ni una palabra en el corto trayecto a la casa y cuando bajaron de la “maquina”, ella volvió a coger la mano de él para acompañarlo al interior del edificio. Salieron a una grandiosa terraza con vistas al mar y con una hermosa piscina cuya agua que parecía caer por el acantilado hacia el mar, reflejaba las estrellas de esa magnífica noche.

Ella se presentó como Carla y sin mediar más palabras dejó caer el vestido que resbaló por su espléndido cuerpo hasta el suelo. Sin ropa interior ninguna, mostró la desnudez de unos senos portentosos, caderas poderosas perfectamente delimitadas, un recortado vello rojizo sobre su pubis, y una piel cubierta de deliciosas pecas repartidas equitativamente por su cuerpo sin ser exageradas. Pedro se desnudó frente a ella y estuvieron unos instantes reconociendo a distancia el cuerpo del oponente para concluir que se gustaban. Y vaya si se gustaban.

Se acercaron y se besaron lentamente, sin prisas, acariciando sus cuerpos y se dejaron caer en la gran hamaca oscilante del tamaño de una cama, frente a la piscina. Hicieron el amor muy despacio, sintiendo como sus cuerpos se fundían con el otro, dentro del otro, mientras ella susurraba sin parar palabras dulces en italiano al oído de Pedro, que no entendía la mayoría de ellas pero que sonaban como música celestial e incrementaban su excitación y deseo por aquella mujer, que se le estaba entregando con esa sensibilidad calmada, del todo inusual en una primera noche de sexo.

Repitieron varias veces quedando los dos completamente satisfechos del placer entregado y recibido, disfrutando de sus orgasmos, saboreándolos con deleite. Se dieron un baño relajante en la piscina, jugando y besándose dentro del agua, sin estridencias, como todo lo que habían hecho durante esa noche y tras secarse, durmieron abrazados en la hamaca cubiertos por una suave manta que condensaba el calor que sus cuerpos desprendían.

Desayunaron entre sonrisas y miradas cómplices de satisfacción, y al terminar, Carla le acompañó en su Ferrari hasta el mismo embarcadero, frente al Yate de Eduardo. El ronroneo del motor del Ferrari llamó la atención de todos los presentes en el embarcadero, incluidos Mauro, Eduardo e Isabel, que maldijo para si cuando vio que Pedro bajaba del deportivo junto con aquella espectacular pelirroja, que se colgó de su cuello dándole un morreo de despedida, provocando la envidia de todos los hombres que los observaban, mientras compartían la admiración tanto por la mujer como por el Ferrari.

Tras embarcar y dedicar un buenos días a los tripulantes, Pedro se dirigió hacia el puente para seguir de cerca la maniobra de salida del puerto de la que se encargó Eduardo. Al poco de llegar a mar abierto, le dejaron al mando de la nave que condujo durante 5 horas hasta detenerse a unas 100 millas del próximo destino, Marsala, en la costa occidental de la isla de Sicilia.

Soltaron el ancla y se juntaron en el comedor para almorzar, hablando distendidamente de diferentes temas de conversación, hasta que Isabel se lanzó a recriminar a Pedro.

-         Supongo que habrás disfrutado de la noche con esa zorra pelirroja que has querido restregarnos por la cara esta mañana.

-         Isabel… – decía Eduardo en tono de aviso -.

-         No pasa nada, no tengo inconveniente en contestarte. En primer lugar, esa pelirroja no es una zorra, es una excelente mujer que va con la sinceridad por delante, dejando claro lo que quiere y lo que está dispuesta a dar, sin engaños. En segundo lugar, mi intención no era restregar nada a nadie, me ha acompañado y nos hemos despedido, punto.

-         Pues es muy fácil criticarme cuando tú eres el primero que hace ostentación de su amante en público.

-         Lo que yo no he hecho es meter un desfile de tíos para follármelos delante de los morros de mi marido, bajo el mismo techo que mi hija, pasando unilateralmente del compromiso adquirido. A estas alturas, no te debo nada Isabel, hiciste saltar nuestro compromiso por los aires, follándote a un montón de capullos, no es nada personal Mauro, con alevosía y premeditación.

-         Eres un cerdo – gritaba Isabel -.

-         ¡Basta ya Isabel!, los dos.... – Eduardo pegó un puñetazo sobre la mesa – quedamos que en este viaje no habría reproches. Dejemos el tema y disfrutemos del viaje. Esta noche podríamos salir todos por Marsala, hay unas bodegas con un vino excelente.

-         Yo me apunto – dijo Mauro entusiasmado -.

-         Yo también – Isabel dijo con cierta desgana -.

-         Pues yo me quedaré en el barco descansando, no me apetece salir esta noche – Pedro se desmarcó del resto -.

Los demás aceptaron en silencio la negativa de Pedro y cuando acabaron de comer, se retiraron a sus suites para hacer una siesta.

A las 20h amarraban en Marsala y tras una cena ligera, se vistieron para salir a disfrutar de la pequeña ciudad siciliana. Pedro se quedó en el barco y aprovechó para hacer una videollamada a Belén y a Lucia. Después se acostó hasta que sobre las 4 de la madrugada le despertó el alboroto de sus compañeros de viaje que regresaban de juerga, bastante perjudicados por el alcohol. Diez minutos más tarde se hizo el silencio.

Al día siguiente navegaron a una velocidad de unos 18 knots en paralelo a la costa sur de la isla, a una distancia entre 8 – 10 millas del perímetro. Pedro tomaba el sol en la cubierta superior cuando notó que la nave se detenía y se colocaba al lado de un pesquero de aproximadamente el mismo tamaño que el yate. Observó como Eduardo intercambiaba una caja de pescado fresco por una bolsa de deporte. Se acercó a la cabina de navegación y el GPS les ubicó en la vertical del pueblo de pescadores de Licata, en el centro de la costa sur siciliana.

Eran casi las 14h e Isabel preparó el pescado sobre una parrilla, y se dispusieron a comer. Pese a ser una comida sencilla, la calidad del pescado hizo las delicias de los comensales.

-         Un brindis por la cocinera – solicitó Mauro -.

Brindaron con sus copas de vino blanco mientras Pedro lo hacía con su vaso de limonada natural. Tras dejar las bebidas sobre la mesa, Pedro se decidió a preguntar a Eduardo:

-         ¿Cómo es que aún no me habéis presionado con lo de la inversión y el divorcio? Estoy sorprendido de que me dejéis disfrutar del viaje sin injerencias – Pedro notaba un calor que le subía del cuerpo hacia la cabeza -.

-         Para que perder el tiempo si ya sabemos tu decisión antes de partir – decía Eduardo - ¿acaso pensabas que no me enteraría que ya decidiste presentar en el juzgado la demanda contra Isabel?

-         Pero como lo has… - Pedro notaba como su lengua se acartonaba y le era difícil juntar las palabras, al mismo tiempo que sentía un hormigueo en todas sus extremidades -.

-         Veo que la neurotoxina que he puesto en tu bebida ya está haciendo efecto – decía Isabel con una maliciosa sonrisa en sus labios -. Notarás que no te puedes mover, que tu sistema locomotor se ha paralizado, y pronto perderás la consciencia. Pero antes que eso ocurra déjame decirte que no íbamos a permitir que te divorciases de mí, llevándote a la niña y tu dinero. Pronto entenderás que esa mocosa se queda conmigo y con ella, el dinero.

Pedro hacia esfuerzos para moverse, pero ni las piernas ni sus brazos respondían, sentía su boca como se resecaba y poco a poco dejaba de sentirla, como cuando el dentista te anestesia la zona para poder intervenir sin provocar dolor. Lentamente, una sensación de agotamiento invadía cada musculo de su cuerpo y notaba como el sueño se apoderaba de su consciencia para relegarla atrás, muy atrás, hasta que el mundo desaparecía y la oscuridad reinaba a su alrededor en el que paradójicamente, lo único que se escuchaba era un silencio aterrador.

Estaba ligeramente tumbado en el sofá del salón del yate cuando con esfuerzo, logró entreabrir los ojos mientras notaba una sensación de mareo y de náuseas, que casi le provocaban el vómito que fue capaz de reprimir. La vista nublada y el oído reducido a un mínimo porcentaje de su capacidad, no impidieron que la imagen que tenía en frente le golpeara en lo más hondo de su ser. La mesita baja entre sofás del salón había desaparecido, dejando un espacio despejado cubierto por la gran alfombra mullida sobre la que interactuaban tres figuras humanas. Tardó unos segundos en identificar a las figuras que formaban el conjunto, Isabel a cuatro patas sobre la alfombra, mostrando su magnífico cuerpo totalmente desnudo y siendo penetrada en su coño con extrema violencia desde atrás por Mauro, que al mismo tiempo tiraba con fuerza de su rubia cabellera, obligándola a mantener la cabeza levantada.

Pero lo que impactó a Pedro hasta el punto de casi detener su corazón, fue el reconocer al otro hombre que se la estaba follando por la boca, introduciendo su nada desdeñable polla hasta el fondo de su garganta, produciéndole alguna arcada. Ahora oía con cierta claridad su conversación, lo que le provocaba un dolor extremo y una tremenda ira, aunque era incapaz de exteriorizarla al igual que tampoco podía mover su cuerpo.

-         Que puta eres, nos vas a dejar secos del todo – decía Mauro sin dejar de taladrar su coño desde atrás.

-         Creo que nos está mirando – decía preocupado Daniel mientras sacaba su pene de la boca de la mujer y se apartaba de ella -

-         Deja que mire…ahgg – decía ella girándose hacia el silencioso Pedro y mostrándole una sonrisa – que vea… ughh… lo zorra que soy… delante de sus… ahgg narices. Me pone… maaasss…cachonda…

Y tú Daniel… no seaaass un mierdaa y vuelve ahgg meterr la polla en mi bocaaa… que mi querido esposoo veahgg… como su hermano me follaa la boca hastaaa la campanillaaaghh…

Con lágrimas en los ojos pudo ver como obedientemente, Daniel volvía a percutir la garganta de Isabel con su pene hinchado al extremo, liberando su lujuria, hundiéndola en esa boca a cada embestida. Cerró los ojos deseando volver a la oscuridad, al silencio, con la esperanza de despertar y descubrir aliviado que solo se trataba de una pesadilla. Poco a poco fue desvaneciéndose su conciencia hasta un fundido en negro de película, después, paz.

Pero nada es eterno y la realidad volvió en forma de luz. Desconocía el tiempo transcurrido y se encontraba en el mismo sitio y en la misma posición, y no…, no había sido un sueño. Ahora tenía el rostro de Isabel a un escaso metro de su cara y ella le miraba directamente a los ojos mientras él se sentía completamente inmovilizado.

Su esposa estaba siendo doblemente penetrada por dos hombres, tenía su coño empalado por la polla de Mauro que estaba debajo suyo, mientras Eduardo, su propio padre, taladraba su culo desde atrás. Isabel soltaba unos escandalosos gritos de placer, disfrutando del sándwich al que se sometía. Sus ojos transmitían una desmedida lujuria y una total entrega al desenfreno de las simultáneas penetraciones.

-         Que zorra eres… ¿Cómo puedes ser tan cruel haciéndolo a dos palmos de su cara? Como te pasas. – decía Mauro -.

-         Aghygg… quiero que esta sea la visión …ughh… que tenga… ahgg… de mí… folladme… cabrones… que vea como… aaghh… se hace…- decía ella mirándolo directamente a los ojos -.

-         Pobrecito – se reía el padre de Isabel que le clavaba su verga una y otra vez hasta el fondo del culo – eres la mayor guarra del mundo. Como de dura me la pone tu perversión… puta, te vamos a partir en dos delante de este capullo… que lo vea por última vez… Ahggg … me corrooo.

Eduardo se dejó caer sobre la espalda de ella mientras se derramaba en su interior, estuvo unos instantes descansando sobre su hija hasta que sacó su flácido pene del dilatado esfínter de Isabel. Dirigió sus palabras a Daniel, que estaba sentado al lado de su hermano pequeño masturbándose, excitado con la visión de la doble penetración.

-         Ven a ocupar mi sitio en el culo de esta puta, que está hecho para albergar todas las pollas del mundo. – se colocó delante de la cabeza de Isabel, acercando su miembro a la boca de ella – Chúpasela a papá, límpiamela bien y no dejes ni una gotita.

Daniel ocupó el lugar de Eduardo y su pene entró sin dificultad alguna en el culo de su cuñada, y como si estuviese hipnotizado, empezó a sodomizarla como un poseso. A Pedro, la traición incomprensible de su hermano le destrozaba el corazón, mucho vas que ver a Eduardo follando con su hija, en el fondo eran tal para cual. Pero lo de su hermano…

Deseaba regresar a la inconsciencia para no tener que soportar la performance maquiavélica que estaban representando frente a él. Pero el sueño ya no regresó y tuvo que aguantar hasta que todos terminaron, Mauro se corrió en su vagina, Daniel en el culo, Eduardo esta vez en la boca de su hija e Isabel, encadenó cuatro orgasmos incontrolados producto de las penetraciones sufridas.

El efecto de la neurotoxina se iba disipando muy lentamente, empezaba a poder articular palabras y las extremidades inferiores parecían recobrar algo de vida. Frente a él se sentaron todos a excepción de su hermano Daniel, que aparentemente regresó al lugar donde había estado escondido durante todo el viaje.

-         ¿Por qué? – preguntaba Pedro con dificultad -.

-         ¿De verdad que no sabes el porqué de todo esto, imbécil? Si te divorcias de mi hijita perdemos tu dinero y a la niña, pero si tu desapareces, el dinero lo hereda tu pequeña. ¿Y a cargo de quién estará Lucía hasta su mayoría de edad? Pues de Isabel, su queridísima madre, que a su vez ejercerá de tutora y albacea, custodiando todo su patrimonio hasta que sea mayor.

-         Hijos de puta, no le hagáis nada a mi hija…

-         No te preocupes, la cuidaremos bien, aunque es posible que tu fortuna se pierda por el camino después de tantos años.

-         Todo por una mierda de dinero…

-         ¿Una mierda? ¿Te parecen poco los 3.000 millones que les vamos a escamotear a los viejos y que dentro de poco más de un año estarán en nuestra cuenta de las islas Caimán? Además de tus 2.270 millones que también serán para nosotros. A mí no me parecen una mierda.

-         Os voy a matar a todos – decía con rabia Roberto – no habrá perdón para vosotros…

-         Estas muy equivocado amor mío, el que va a morir eres tú. A mí nadie me desprecia como lo has hecho. – Isabel estaba disfrutando -.

-         Mira yerno…jeje… hemos descendido hacia el sur unas 80 millas desde nuestra última posición, te vamos a matar y dejaremos caer tu cuerpo al mar, que por cierto está muy movida esta noche, va a haber tormenta. Luego volveremos cagando hostias a nuestra posición frente a Licata y diremos que estabas colocado y te has caído al mar. Y te buscarán por todos lados solo que casi a 100 millas de donde estará tu cuerpo en realidad. Un cuerpo que jamás aparecerá.

-         Comprobarán vuestra posición y descubrirán que os habéis desplazado. No podréis justificar esta farsa.

-         Me subestimas. Esta mañana hemos desmontado el magnífico transponedor de clase A que equipa este precioso barco y lo hemos traspasado a un pesquero que se estará anclado a 8 millas de la costa siciliana. La baliza de emergencia también está desconectada. Para todo el mundo no nos hemos movido y nuestra posición oficial es la del pesquero hasta que regresemos. Y ahora… peces al agua.

Daniel apareció de nuevo y con Eduardo, llevaron a Pedro hasta la popa del barco. Apenas se sostenía en pie y lo acercaron a la borda. Mauro estaba al mando de la nave esperando instrucciones.

-         Daniel, es tu turno, mata a este cabrón y tíralo al mar – decía Isabel excitada -.

-         No puedo… es mi hermano – estaba bloqueado -.

-         Vamos cariño, sabes que mí cuerpo será tuyo para siempre – Isabel besaba sus labios, lo acariciaba, emponzoñaba su mente –, junto con todo ese dinero del que vamos a disfrutar.

-         Venga mierdecilla – decía Eduardo dominante – coge la barra de hierro y cárgatelo… ¡HAZLO YA!

Pedro miraba con tristeza como Daniel cogía la barra de acero como si fuese un autómata sin voluntad propia. Cerró los ojos en el momento que su hermano descargaba un fuerte golpe sobre su cabeza y con un empujón, le hizo caer al mar, quedando flotando boca abajo a escasos metros de la popa del barco. Eduardo avisó a Mauro para que diese marcha atrás revolucionando los motores. Desde lo alto de la cubierta vieron como la nave pasaba por encima del cuerpo de Pedro, empujándolo a hacia el fondo, y provocando que fuese aspirado por la turbulencia de las hélices.

Tras ser golpeado por las aspas del lado izquierdo que le provocaron una herida en un costado de su abdomen, salió repelido hasta la otra hélice, cuyas aspas ejercieron de cuchillas cortando ambas mejillas de su cara.

Cuando con un último esfuerzo sobrehumano de sus piernas logró volver a la superficie, semiinconsciente, vio como el barco se alejaba a toda velocidad, abandonándolo en la oscuridad de la noche, en la fría inmensidad del mar y con un atormenta que empezaba a arreciar con furia.

Entonces empezó a morir, a resucitar, a morir otra vez, todo dio vueltas mientras él permanecía estático, inerte, y era el mar que se centrifugaba a su alrededor, peces grandes y pequeños, rayos, truenos, olas, le saludaban a su paso durante un tiempo que le pareció eterno, hasta que todo se detuvo y luego… silencio.

Cuando sentía que su vida se le escapaba, los dioses, los astros, la tempestad y la providencia en forma de un maltrecho bidón de plástico azul al que se aferró como una lapa, obraron el milagro de transportarlo en volandas hasta llegar a una pequeña playa en la isla de Lampedusa… sin su vida… pero vivo…