Sin Perdón. (10)

Un Pedro aterrado va a recibir las noticias sobre el estado de Isabel y su hija tras el accidente

Barcelona - (junio de 2014)

Pedro fue atendido de inmediato por dos médicos que le explicaron que el impacto había sido muy fuerte, aunque atenuado por los elementos de seguridad. Externamente solo tenía una pequeña brecha en la frente, pero lo peor había sido el efecto del cinturón sobre su barriga. Había sufrido un desprendimiento de placenta con rotura de la bolsa, perdiendo el líquido amniótico, lo que suponía un grave peligro para la vida de la criatura.

Ante ese riesgo, los doctores decidieron realizar una inducción forzada del parto, administrando oxitocina sintética para favorecer las contracciones que la madre no podía generar de forma espontánea, y habían conseguido que la niña naciera sin daños aparentes. Su cuerpo no estaba lo suficientemente maduro, por lo que la habían colocado en una incubadora, pero fuera de peligro.

Respecto a la madre, aunque no se temía por su vida, le habían tenido que hacer un raspado severo de matriz y extirparle trompas y ovarios que estaban muy afectados por la hemorragia interna. Su vida sexual no quedaría afectada en absoluto, pero lamentablemente no podría concebir nunca más. Pedro se llevaba las manos a la cabeza al pensar como le afectaría la noticia a Isabel, sabiendo la importancia que tenía para ella el poder tener más hijos.

Estaba dormida en la cama mientras Pedro la miraba y sentía la fragilidad que transmitía su esposa, aunque en su interior estaba rabioso por la sinrazón de la estupidez que había cometido Isabel, poniendo en peligro su vida y la de la niña, provocando unos daños del todo irreversibles. Cuando le dejaron acceder a la zona de neonatos e introducir sus manos dentro de la incubadora para tocar ese diminuto ser, las lágrimas de felicidad mezcladas con las del dolor, descendían por sus mejillas siendo incapaz de controlarlas.

Isabel se despertó sin ser consciente de lo que había ocurrido y cuando Pedro se lo contó con toda su crudeza, sin omitir ningún detalle, ella empezó a llorar desconsoladamente. Se sentía culpable por su injustificable comportamiento, pero lo que más la corroía por dentro era el hecho de que jamás podría tener un hijo, con el consiguiente descrédito a los ojos de Eduardo.

Pedro no pudo evitar reprocharle su actuación, aunque lo hizo de la manera más asertiva de la que fue capaz. Finalmente se conjuraron en continuar como una familia y volcarse en el crecimiento de Lucía, que fue como decidieron llamar a la niña.

En todos los días de hospitalización, Isabel fue incapaz de ver a la niña, que se recuperaba y crecía adecuadamente en peso y tamaño dentro de la incubadora, y también en los brazos de Pedro, que aprovechaba para estar con ella todo el tiempo que los médicos le permitían. Al cabo de un mes, dieron el alta a la madre y a la niña, pudiendo regresar todos a su hogar.

Pedro, ante la poca interacción que Isabel tenía con el bebé, decidió quedarse a trabajar desde casa, circunstancia que le permitía ocuparse activamente de la niña. Había estructurado el proyecto secreto de los americanos en cuatro fases, la primera ya estaba finalizada y la segunda más o menos por la mitad. Decidió continuar con la tercera teniendo en cuenta que lo que faltaba de la segunda estaba perfectamente estructurado en su cabeza, aunque el desarrollar la tercera fase sin poder apoyarse en la segunda, representaba un esfuerzo mental solo apto para un cerebro privilegiado como el suyo. El hecho de trabajar en algo inconexo con nada y de forma aislada, le daba a Pedro unas ciertas garantías respecto a la seguridad.

La verdad es que atender a Lucía mientras trabajaba, le hacía muy complicado el mantener un nivel de concentración óptimo para la exigencia que requería el proyecto, y más si añadíamos que se podía contar con los dedos de las manos, las veces que Isabel cambiaba pañales, bañaba o le daba el biberón a la niña durante el primer mes de estancia en casa.

Consultó con su esposa la necesidad de contratar a una cuidadora para la niña, a lo que no se opuso, pareciéndole una excelente idea.

Había entrevistado ya a cinco cuidadoras, aparentemente perfectas, pero que no le habían acabado de convencer, y recibió a la sexta mientras Lucia batallaba con él para hacerle imposible el tragarse su biberón de las 18h.

Al ver el aspecto de la mujer que tenía en frente, pensó que el currículum que tenía de ella estaba plagado de errores o falsedades. Se suponía que tenía la misma edad que él y su esposa, 28 años, pero la que aparentaba rondaría por encima de los cuarenta. La foto incorporada era la de una chica joven bastante guapa.

Vestía con ropa holgada y a la moda semejante al de un país pro-soviético de los años 60, con una falda de pana que cubría sobradamente sus rodillas y las piernas enfundadas en unas medias de espuma oscura, que con solo mirarla te entraban unos calores teniendo en cuenta que estaban en pleno Agosto. Una camisa abotonada hasta el cuello con unas ridículas blondas en sus mangas, asomando debajo de una chaquetilla de lana deshilachada, daban al conjunto un aspecto lamentable. El pelo recogido en un moño de abuela de pueblo de la España profunda, y unas horribles gafas de pasta dura, hacían difícil atreverse a mirarla a la cara. Parecía una locura presentarse a una entrevista de trabajo con semejante imagen.

Se suponía que tenía las carreras de Psicología Infantil y la de Pedagogía por la Universidad de Barcelona, pero su aspecto era lo más alejado de una joven universitaria.

-        Buenas tardes… Belén, supongo que vienes por la entrevista.

-        Sí señor, estoy muy interesada en cuidar a una niña tan pequeña, y poder aplicar mis conocimientos.

-        ¿Es posible que tu currículum tenga algún error? – le tendía la hoja que le había dado la agencia de selección -.

-        Uhmm. Veo que sí que hay errores insalvables. – lo leía en diagonal – Lamento no poder aceptar este trabajo, discúlpeme por hacerle perder su tiempo.

-        Bueno, espera un momento – Pedro se sentía culpable por prejuzgarla precipitadamente – la edad no es tan importante y la diferencia respecto a la foto tampoco, no se pueden calificar de errores insalvables…

-        Los errores no son la edad, tengo 28 años y la foto es que simplemente he tenido momentos mejores. Me refiero a que el sueldo solicitado informado en este documento es menos de la mitad del que pido, mis carreras las he cursado en la Universidad Autónoma y no en la que ahí se indica. También se ha omitido mi experiencia en Metodología de Estimulación Temprana y no han acertado al indicar que solo puedo trabajar las 24 horas de lunes a viernes, en realidad mi disponibilidad es de la semana completa, 24h - 7 días. Solo exijo que se me concedan los días de fiesta que necesite para asuntos personales ineludibles, y siempre previo aviso con la debida anticipación. Evidentemente mi estancia y manutención irían a su cargo.

-        Vaya… - Pedro se había quedado sin palabras - ¿has dicho… menos de la mitad? Creo que la cifra indicada es muy generosa…

-        No lo dudo… para una cuidadora normal es incluso excesiva. Pero yo no soy normal, y le aseguro que su pequeña no podría estar en mejores manos que las mías.

-        Y tanta disponibilidad, ¿no tienes vida privada?, ¿pareja?, ¿aficiones?, ¿familia?...

-        En mi situación actual, apartarme del mundo y dedicarme en exclusiva al bebé es todo lo que necesito.

-        Y eso de la Estimulación Temprana… ¿puedes aclarármelo?

-        Por supuesto. Esta metodología de estimulación del bebé en la etapa inicial de vida, sirve para el desarrollo de la inteligencia psicomotriz, para mejorar las condiciones físicas, emocionales, cognitivas y sociales, desarrollando la personalidad del niño, originando en ellos seres reflexivos, analíticos e interpretativos. Aumentará sus destrezas y habilidades de una manera innata, lúdica y artística.

-        Pero todo esto siendo tan pequeña… no sé… - dudaba Pedro -.

-        Cuanto antes mejor… incluso durante la etapa final del embarazo.

La contundencia y seguridad de los argumentos de esa chica – mujer – abuela, o lo que fuese, le convenció totalmente. La entrevista duró un buen rato más, respondiendo ella satisfactoriamente a todas las preguntas de Pedro. Avisó a Isabel para presentársela y decirle que se había decidido por contratarla. Ella estrechó su mano sin ningún interés y la revisó de arriba abajo como si de un exótico animal se tratase. Dejaron a Belén esperando durante un rato mientras comentaban aparte la decisión.

-        Me parece que es la adecuada – decía Pedro convencido -.

-        Si a ti te parece bien, por mí no hay inconveniente. Además, no tendré que preocuparme que metas la polla donde no debes… vaya pinta tiene…

-        Joder Isabel… que mala hostia que tienes. Va a ocuparse de nuestra hija y tú deberías implicarte más, Lucía también necesita una madre – Pedro se estaba cabreando -.

-        Ya lo haré cuando esté preparada – empezó a llorar y Pedro la estrechó en sus brazos – aún no lo he asimilado.

Pedro podía entender que se sintiese culpable por lo que había pasado y desolada por las repercusiones que le condicionarían la vida, pero que “pasara” tanto de su hija no le entraba en la cabeza. Había decidido darle más tiempo, pero si la cosa no cambiaba, tendrían que buscar ayuda externa.

Cuando volvió al salón vio a Belén con Lucía en brazos y dándole el biberón a la niña, que lo devoraba con ansia. Se alegró que tuviese más maña que él con lo de la alimentación, pues siempre le costaba muchísimo que la criatura comiese. Acordaron la contratación, el sueldo y los términos de horarios. Le enseñó su habitación y el resto de la casa, y tras darle una copia de la llave, se despidieron hasta el día siguiente, que sería su primer día de trabajo.

Desde la incorporación de Belén, Pedro dispuso de mucho más tiempo para trabajar y al ver lo bien que lo llevaba con el bebé, decidió volver a trabajar fuera de casa. Intentaba regresar pronto para estar el mayor tiempo posible con Lucía y siempre al llegar, se entretenía un buen rato observando la interacción de Belén con la niña.

Escuchaban música clásica y ópera mientras la mujer estaba tumbada bocarriba con el bebé sobre su pecho y le susurraba al oído la historia del compositor o el argumento de la obra. Otras veces miraban en una pantalla de muy baja emisión, imágenes de paisajes, flores, objetos cotidianos, monumentos, obras de arte, mientras Belén le explicaba el nombre de cada imagen. Incluso llegó a ver imágenes del despiece de un motor de aviación. En otras ocasiones le daba al bebé diferentes objetos de diversas texturas y tamaños para que los tocase, oliera, mordiera o chupara, en definitiva, para que experimentase con ellos bajo su atenta supervisión. Cuando Lucía estaba con ella casi siempre reía y parecía feliz, y cuando lloraba un poco, con tan solo cogerla en brazos dejaba de llorar. Ya no vestía tan desastrosa, pero los chándales que llevaba tampoco mejoraban demasiado su aspecto.

Isabel también se atrevió a volver al despacho y enfrentarse a la previsible ira de su padre. En su primer encuentro, Eduardo le soltó toda su rabia y decepción:

-        Tenías que salir a zorrear ¿no?. Ni beber sabes, joder. Tenías que pegártela y acabar rota por dentro para no poder tener más hijos. ¿Qué esperas que haga ahora para tener un nieto? ¿adoptar a cualquier inmigrante y darle mis apellidos? Debería darte por culo y rompértelo aquí mismo, que hace mucho tiempo que no lo hago, pero acabarías disfrutándolo y no me da la gana. – Isabel no podía mirarle a la cara – para colmo, la puta de tu madre me ha sacado un pastizal por el divorcio. No sé qué mierda tiene con los norteamericanos, pero he tenido que pasar por el aro. Y las últimas inversiones han sido un puto desastre y nuestra solvencia se está yendo por el retrete. No sé qué desgracia más tiene que pasarme.

-        Déjame que continúe con un proyecto que tengo en mente, ya verás cómo remontamos – decía ella para intentar que recuperase la confianza en ella -. Confía en mí, por favor.

-        Para confiar en ti estoy yo… No te pongas delante de mí vista si no tienes algo perfecto, brutal, inhumano… – decía saliendo del despacho – me voy antes de que me lie a hostias contigo… inútil.

Habían pasado seis meses desde el nacimiento y la relación de la pareja era prácticamente inexistente. Pedro intentaba acercarse a su mujer para hablar de la situación, pero ella solo hacía que excusarse en el trabajo y en que necesitaba espacio. Ella siempre llegaba tarde a casa, cuando el motivo no era el trabajo, era el gimnasio, o una cena con clientes, etc. Al llegar se limitaba a preguntar a Pedro o a Belén si la niña estaba bien y prácticamente no se molestaba ni en ir a verla.

En esos seis meses solo habían hecho el amor en dos ocasiones y de una forma tan mecánica que casi que no se podía considerar ni sexo. Además, Isabel empezó a salir todas las noches de los fines de semana, volviendo a casa de madrugada y sin dar ninguna explicación de a dónde iba ni de lo que hacía. Pedro había detectado posibles indicios de que su mujer tenia relaciones con otros hombres, pero nada fehaciente ni demostrable. Se sorprendió de como el hecho de que una hipotética infidelidad de su esposa no le afectaba demasiado a estas alturas, estaba claro que algo había cambiado en su percepción respecto al amor que tenía por Isabel.

Los meses pasaban, y todo continuaba igual, inmersos en la vorágine del trabajo y sin afrontar el evidente problema de la pareja pese a los esfuerzos de Pedro de hablarlo. Llegó el día en que celebraban el primer cumpleaños de Lucía, pero Isabel se fue de fiesta sin decir nada y no volvió a casa hasta el día siguiente, con un aspecto deplorable, para meterse directamente en la cama. No se molestó ni en ducharse y se tendió desnuda, dejando toda su ropa tirada por la habitación. Pedro pudo comprobar que aún rezumaba el semen de su vagina y de su ano, y la tanguita estaba totalmente empapada de esperma.

Pedro había insistido tantas veces en que debían hablar para tomar alguna decisión, la que fuese, pero algo tenían que hacer. Lo del cumpleaños ya era demasiado, que sumado a lo del semen chorreando, fue la gota que colmó el vaso, haciendo estallar a Pedro.

-        No has tenido ni la decencia de celebrar el primer cumpleaños de tu hija, te has ido de fiesta y has vuelto como has vuelto, rebosando esperma por todos tus agujeros. Ni te has enterado de lo bien que anda la niña y que ya ha dicho algunas palabras. Ayer soltó “mama”, pero no precisamente a ti. Esto no puede seguir así. No eres ni una madre ni una esposa.

-        Pues si no te gusta ya sabes dónde está la puerta, te recuerdo que esta es mí casa y no la tuya. Si te quieres ir, tú mismo. Y te puedes llevar a esa mocosa. – lo soltó con toda la rabia que tenía en su interior-

-        Me ha quedado claro – Pedro no esperaba esa reacción radical de su esposa – pero creo que nos quedaremos algún tiempo, aunque no es “mi casa” como bien dices, si es la de Lucía.

-        No hay problema, la casa es grande, pero que te quede claro que haré lo que quiera en ella y con mi vida. Y no te extrañe que traiga a tíos para follármelos, que tú ya no me sirves ni para eso.

-        Como quieras, solo te pido que ninguno de esos tipos se acerque a mi hija. – Pedro sentía mucha pena y casi lástima por la que hasta el momento, era su esposa.

-        No te preocupes, no saldrán de mi habitación.

Pedro se retiró de la estancia para trasladar sus cosas desde la habitación de matrimonio, a la que utilizaba como estudio en la planta baja, donde también había una cama individual. Mientras subía las escaleras se dio cuenta que su matrimonio había muerto. Lo cierto es que, aunque no quería reconocerlo, estaba muerto desde el día en que nació Lucía. Las dos ocasiones en que el amor entró en su vida, habían sido un fracaso. No comprendía los cambios de actitud experimentadas en Eun Hwa ni en Isabel que alteraron ambas relaciones. Lo habían sorprendido del todo y estaba claro que, por mucho coeficiente intelectual que tengas, en temas de amor no sirve demasiado, o nada. Dos amores, dos infidelidades, pleno total, aunque evidentemente lo de Eun Hwa no era comparable con la actitud de Isabel.

Podía desaparecer con su hija, pedir el divorcio y alejarse de esa tóxica relación, pero se dijo que no iba a darle esa satisfacción a Isabel, por lo menos de inmediato, ya que antes quería estar seguro de no encontrarse con ninguna sorpresa en lo referente a la custodia de la niña, y el abandonar el domicilio familiar podría usarse en su contra. Tanto como había amado a Isabel, su amor había caído en picado hasta el nivel del suelo, esa mujer ya no era nada para él, se había convertido en una completa extraña y no le importaba nada de lo que pudiese hacer, porque ya no le afectaba nada en absoluto, tan solo le dolía y entristecía la actitud hacia Lucía.

Decidió dedicarse plenamente a su hija y a terminar las fases de diseño de su proyecto, y a continuación, a ejecutar la cuarta fase que consistía en la fabricación del producto final. El hecho de convivir con su esposa lo trataría como si fuese una vecina que vive en tu mismo edificio y la relación se reduce a unos “buenos días, parece que va a llover”.

Desde que las cosas no iban bien en su matrimonio, Pedro se apoyaba en su amigo Roberto, y sobre todo en Gloria. Les tenía informados de la situación y ambos coincidían en que lo mejor era que se separase de Isabel, que aquello ya estaba acabado. Gloria, respetando el pacto de no entrometerse en la pareja, no había ofrecido ningún desahogo sexual a su amigo, pero con estas nuevas circunstancias, no dudó en dejarle claro que estaría a su lado para todo lo que necesitase, remarcando especialmente el “todo”. El problema es que Pedro había entrado en modo “no necesito sexo” y sería difícil sacarlo de ahí. A su hermano Daniel prefirió dejarlo al margen de momento, ya que no quería preocuparlo innecesariamente.

Pese a que Eduardo advirtió expresamente a Isabel de que no se podían permitir ningún escándalo más con otro divorcio en la católica familia, ella no tardó en traer a algún hombre a casa para meterlo en su cama, asegurándose descaradamente de que su marido se enterase, haciendo coincidir la aparición de esos hombres en los momentos en que Pedro llegaba a casa. Otras veces dejaba la puerta de la habitación medio abierta, para que se escuchasen por la casa los gritos de placer, muchos de ellos exageradamente fingidos, mientras practicaban sexo. Cuando esto ocurría, Belén se llevaba a Lucía a su habitación de la planta baja, al ser la que estaba más alejada, evitando que la niña que ya caminaba con gran seguridad por todos lados, escuchara a su madre en sus escandalosas sesiones de sexo.

A los tres meses de la ruptura “de facto” con su esposa, el diseño de su proyecto estaba terminado, y ahora se requería financiación para poder fabricar el producto. Necesitaba 50 millones de euros para los dos tipos de microchip que había diseñado, 500 unidades del tipo denominado “DP” y 1 millón de unidades del tipo “MH”.

La tecnología punta necesaria para fabricarlos no la tenía todo el mundo, y menos en las condiciones de higiene y ausencia de contaminación prescritas. Pedro había creado una nueva microarquitectura del chip que se apartaba a lo conocido hasta el momento. Necesitaba una tecnología de fabricación que llegara a los 5nm (nanómetros) cuando en la actualidad se estaba trabajando en 14nm y 10nm. Las obleas de 300mm de Ø para litografiar los chips, también deberían ser especiales, lo que traducido quería decir que serían carísimas, y calculaba tener que desechar un 20% de ellas solo en las pruebas iniciales.

No era fácil encontrar un lugar en el que, durante tres meses, estuviesen dispuestos a trabajar en exclusiva para él, con el más alto nivel de seguridad y de confidencialidad, y sin pasarse de los 50M€. Descartando Estados Unidos que no le convenían por precio y por incómoda proximidad con el “cliente”, los cinco países candidatos que podían cumplir esas especificaciones eran Japón, China, Indonesia, Malasia y Corea. Por motivos geopolíticos y prácticos Pedro escogió Corea y ahora que sabía dónde fabricar, solo faltaba encontrar la financiación. Él tenía una buena cantidad de capital acumulado, pero estaba destinado a la actividad propia de TotSystems, nóminas, pagos a proveedores, financiación de proyectos, etc.

Estaba claro que no iba a pedírselos a su esposa ni a su suegro y las pocas explicaciones que podría darle a un banco, aseguraban que no le concedieran ningún préstamo. Le quedaba su amigo Roberto, al que planteó lo que necesitaba, pero sin poder detallar que pensaba hacer con el dinero ya que era “top secret”, simplemente le pedía un “salto de fe”.

-        Pedro, yo no tengo personalmente tanto dinero, si lo tuviese te lo prestaría sin dudarlo, sabes que confió en ti. Pero no puedo disponer del dinero de la empresa sin ningún tipo de garantía, solo con la autorización de la accionista mayoritaria se podría disponer del dinero.

-        Entiendo, no te preocupes – le tranquilizaba Pedro – ya encontraré de donde sacarlo.

-        Antes podríamos probar que opina de todo esto Erika, mi jefa. Mañana podemos ir a la sede central en Marsella y le contamos la película, y a ver cómo responde.

-        No sé… estas altas ejecutivas que solo piensan en resultados, beneficios y en ganar dinero, suelen ser inflexibles con cualquier inversión que suponga un mínimo riesgo. Y no puedo ofrecer ninguna garantía… No lo veo factible.

-        Jaja… - reía Roberto – espera a conocer a Erika y luego opinas.

Pedro avisó a Belén de que estaría dos días en Marsella por negocios, pero que no dudase en llamarlo ante cualquier problema. Entre los dos había comenzado una cierta amistad y tenían conversaciones sobre temas de varias disciplinas científicas, demostrando la brillantez de la mente de esa mujer.

Cuando Roberto presentó a Erika a Pedro, este se quedó boquiabierto del aspecto de la mujer. Realmente no se esperaba que una mujer vestida de manera profesionalmente formal, tuviese un cuerpo simplemente tan espectacular y que desprendía esa tremenda carga sexual por cada uno de los poros de su piel. Hasta ese momento, Pedro no había visto a una mujer tan bella y sexualmente atrayente como Erika. Tenía aproximadamente la misma edad que su amigo, era alta, exuberante, con una mirada felina y salvaje que, aparte de irresistible seducción, transmitía una innegable inteligencia. Ella debía estar acostumbrada en causar esa impresión en los hombres y con una sonrisa, dijo en un español con gracioso acento argentino pese a ser ella de nacionalidad suiza:

-        Dile a tu amigo que si necesita reponerse puedo ir al baño mientras llega la ambulancia con oxígeno – se burlaba con simpatía – Ahora en serio, pasad a mi despacho y explicadme eso de los millones que necesitas.

-        No seas mala Erika – reía Roberto – y no le digas esas cosas a Pedro, que es muy sensible – decía con sorna -.

-        Debes perdonar mi reacción – contestó Pedro que por muy poco había podido controlar el sonrojarse – Roberto no me había avisado de la belleza que me iba a encontrar y no estaba preparado. A partir de ahora me declaro incondicionalmente el más ferviente de tus admiradores – contestaba con desparpajo y mostrando su mejor sonrisa -.

-        Vaya, me acabo de enamorar de este joven – reía asombrada Erika dirigiéndose a Roberto – que además es guapísimo. Piensa que es un honor el que me enamore de ti, – seguía con la broma – solo he amado a tres hombres, Jean-Paul mi difunto marido, a Louis mi actual esposo y a Roberto, aquí presente – su mirada se entristeció por un instante -. Pero abandoné mí antigua promiscuidad y mí actual fidelidad está por encima de todo.

-        Como debe de ser. – Roberto asintió con firmeza – Vayamos a lo que nos ha traído aquí.

-        Sentaos, por favor – indicaba amablemente Erika – Según me ha explicado Roberto pretendes que te prestemos 50 millones de € para poder fabricar un producto del que no podemos saber nada, sin garantías de que funcione ni de que tu “invisible” cliente te lo pague. A simple vista no parece la mejor inversión del mundo.

-        Solo puedo decirte que es un tema confidencial, que estoy seguro de que funcionará, y que recuperaréis con creces vuestra inversión. En el peor de los casos vendería todo mi patrimonio para devolveros el dinero, aunque supusiese mi ruina.

-        Y ¿tú qué opinas, Roberto? ¿te fías de él?

-        Del todo, – afirmó contundentemente Roberto - sin dudarlo.

-        Bien, pues no hay más que hablar. Esta tarde daré la orden de transferencia, si Roberto confía en ti, para mi es suficiente. Le debo la vida a este hombre y haré cualquier cosa que me pida. Y ahora os invito a cenar, Louis nos espera en el restaurante.

Pedro estaba alucinado de lo fácil que había sido todo, y estaba intrigado de la influencia que ejercía su amigo sobre esa fantástica mujer. Se dijo que antes de regresar a España intentaría sacarle la información a Roberto. Cenaron en un fabuloso restaurante y comprobó que Erika y Louis eran una maravillosa pareja, simpática e inteligente, y lo pasaron muy bien conversando hasta bien entrada la noche.

Al día siguiente mientras volaban a Barcelona, Pedro no pudo evitar el preguntarle si había follado con semejante mujer, y Roberto le dijo que eso pertenecía a su más estricta intimidad, pero le confesó sin entrar en detalles, que habían compartido vivencias muy intensas, conjuntamente con su difunto marido y que su relación cambió desde el momento que Yolanda, su amada esposa, volvió a entrar en la vida de Roberto. Pedro no insistió en sus “cotilleos”, sabedor de lo reservado que era Roberto con su vida privada.

El dinero ya estaba en la cuenta de MEVA S.A.U., sabía donde fabricar y solo necesitaba decidir cuándo partiría a Corea, donde permanecería durante tres meses supervisando todo el proceso, y que cuando los microprocesadores estuviesen fabricados, tendría que reprogramarlos personalmente con el software secreto que había diseñado.

Estaba convencido de que Lucía estaría perfectamente atendida con Belén y sabía que Isabel no se acercaría a la niña para nada. Aún así, y simplemente por cortesía, decidió comentarle que estaría una temporada fuera del país por temas de trabajo, y a ella pareció importarle bien poco.

En el dojang, le comentó a su “sabom nim” Park Jung que estaría tres meses en Corea y él pidió que le acompañase a su despacho. Le dio una hoja de papel doblada diciéndole que en ella estaba escrita la dirección de su sobrina Eun Hwan y le rogó que la fuese a visitar, que ya había transcurrido el tiempo suficiente para aclarar entre ellos los temas pendientes que no habían quedado cerrados correctamente. Pedro le decía que ya no valía la pena decirse nada más, que ella ya lo había dicho todo cuando rompieron. Jung lo miró con su habitual condescendencia y suspirando le soltó uno de sus proverbios coreanos repletos de sabiduría:

-        “Wonsungido namueseo tteoreojil ttaega itda” – que más o menos se podría traducir como “Hay un momento en el que incluso un mono se cae de un árbol”, y se podría interpretar como que incluso los mejores cometen errores.

El día antes de partir a Corea, al llegar a casa se encontró con una sorpresa que no esperaba. Cuando se acercó para ver a Lucía en la sala de juegos, Eugenia estaba hablando amigablemente con Belén mientras sostenía a la niña en brazos. Estaba bellísima y parecía que su nieta estaba a gusto en brazos de su joven abuela. Belén se disculpó y saliendo de la estancia, los dejó solos con la niña.

-        Perdona que me haya atrevido a venir después de tanto tiempo, pero no podía acercarme a Isabel ni a Eduardo, mi vida ha sido un infierno junto a ellos y aún tiemblo con solo pensar las situaciones que he tenido que soportar. Pero necesitaba ver a mi nieta, no pienso renunciar a ella como hice con mi hija.

-        No necesitas justificarte, es tu nieta y lo será siempre. Me alegro de verte y que no seas como “otros,” que han renunciado a la niña sin el menor remordimiento – las palabras de Pedro denotaban tristeza y rabia contenida – ¿Qué es de tu vida?

-        He estado un tiempo en Sevilla - dejó a la niña en el suelo para que jugase libremente - y el resto en EEUU, en casa de tu amigo Wolf, que sé que no es tu profesor, sino militar. Desconozco cuál es vuestra verdadera relación ya que él es muy reservado en su trabajo, pero no me importa, queda entre vosotros.

-        ¿Y esta relación con John, de qué tipo es?

-        De momento es de una gran amistad, le debo mucho… y también le quiero, aunque él no lo sabe. Creo que también me quiere, pero como es tan formal en todo no se ha atrevido a decírmelo aún, pero lo hará. Ahora me he mudado a Barcelona para estar cerca de Lucía y si me lo permites, seguiré viéndola, aquí o en mi casa. Belén me ha dicho que no le importará visitarme en casa cuando salga a pasear con la niña. Por cierto, es estupenda, no podías escoger una cuidadora mejor.

-        Lo sé, además no solo la cuida y educa, también está sustituyendo a la madre que no tiene.

-        Siento tanto que mi hija actué de esta manera, pero yo también le fallé en el peor momento y… - no pudo contener las lágrimas - Algún día te lo explicaré todo… ahora no soy capaz.

Pedro la abrazó mientras ella apoyaba la cabeza en el pecho de su yerno y el intentaba consolarla acariciando su sedoso pelo. Sentía una extraña sensación al abrazar ese cálido cuerpo y se preguntó si era de tipo sexual, pero al instante se dijo que no, que lo que sentía era pena por el vacío y dolor que transmitía Eugenia.

Estuvieron hablando y jugando con la niña hasta que llegó la hora de marchar y se despidieron con otro abrazo. Belén había preparado la cena y los tres dieron buena cuenta de ella en la cocina. Pedro las dejó a las dos acabando el postre y se retiró a su habitación a terminar de hacer el equipaje para su viaje.

Belén estaba limpiando el estropicio que Lucía había hecho con la cuchara y el yogur cuando se fijó que la niña miraba fijamente a la puerta de la cocina. Al girarse en esa dirección vio a un hombre mulato completamente desnudo que sonreía mirando a la niña. Instintivamente cogió a Lucia en brazos dándole la vuelta para que no viese la desnudez de ese hombre y le gritó que se fuera de allí.

-        Tranquila señora, solo estaba admirando a la niña que es tan linda como su mami…

-        ¡Que te largues de aquí ahora mismo! - gritaba enfadada Belén –.

-        Oye, que no pasa nada por que vea una de estas – se agarraba su largo pene que colgaba flácido – si sale como su mami se va a hartar de ellas, jeje... Y tu seguro no has probado nada así en tu vida y te mueres de ganas de saborearla…

No pudo decir nada más. Pedro que había oído los gritos de Belén, corrió hasta la cocina y al ver la situación, cogió el brazo del joven mulato retorciéndolo sobre su espalda mientras con otra mano, tiraba de su pelo hacia atrás, sacándolo del umbral de la cocina hasta llevarlo al vestíbulo de entrada de la casa. En ese momento Isabel bajaba corriendo las escaleras cubierta con un albornoz blanco. Al ver a Pedro sujetando al hombre desnudo exclamó:

-        Dios mío, ¿Qué está pasando?

-        Toma esta mierda que es tuya – dijo Pedro empujando al joven hacia ella, golpeando su cara contra la barandilla de la escalera, y empezando a sangrar por la nariz entre gritos de dolor – Estaba rondando por la casa desnudo y tocándose la polla delante de mi hija.

-        Oh… Dios…. Carlos, ve a vestirte y lárgate de mi casa – le gritaba a su amante -. Perdona Pedro, no me di cuenta que salía de mi habitación y …

-        No me cuentes historias, te avisé de que no quería que mi hija viese a ninguno de esos tipos que te follas. – estaba muy enfadado y su mirada gélida se dirigía a los ojos de Isabel - Te lo advierto por última vez, si encuentro a un tío cerca de Lucía, acabará en el hospital y te prometo que el escándalo que voy a montar a tu familia saldrá en todas las noticias. Mañana me voy tres meses de viaje, pero si me entero del más mínimo incidente con la niña, te vas a arrepentir el resto de tu vida – el frio que emitían sus ojos azules era aterrador -.

-        Pedro te prometo que no volverá a ocurrir... – él, ignorando sus palabras y dándole la espalda, salió del vestíbulo en dirección a la cocina -.

Encontró a Belén llorando con la niña en brazos que miraba con curiosidad las lágrimas que resbalaban por la cara de su cuidadora. Pedro se acercó pidiendo disculpas a la mujer y abrazó a las dos para que se tranquilizaran. Después de despedirse de la niña y acostarla, le dijo a Belén que cada día harían una videollamada para contarse las novedades y poder ver a Lucía.

Esa noche, cogió su maleta y se presentó en el apartamento de Gloria, que al verlo lo abrazó intrigada de que hacia allí si al día siguiente temprano se iba de viaje. El la beso con suavidad en los labios y le dijo:

-        No puedo más… Hoy necesito a mi mejor amiga, a mi confidente y a mi mejor amante.

-        Oh Dios… cuanto he esperado este momento…

Las bocas se juntaron y sus lenguas se buscaron con el ansia de la necesidad, con ganas de reencontrarse después de tanto tiempo de penitencia, de errores, de ausencia. Después fueron sus cuerpos, sus sexos ya tan conocidos, pero no por ello, menos deseados y disfrutados.

La noche fue larga en sexo, en palabras y en sentimientos. El consuelo y auxilio demandado por Pedro fue atendido por Gloria con toda su alma, entregando su cuerpo como analgésico al dolor de la frustración de su amado amigo, y recibiendo ella el placer de volver a sentir en su interior de su ser a ese hombre, que en el sexo, se volcaba hacia su pareja con la única misión de darlo todo, con honestidad, de corazón.

Mientras volaba hacia el país asiático, se dijo que ya tenía suficiente de convivir bajo el mismo techo que Isabel. Cuando volviese se ocuparía de juntar pruebas de sus infidelidades y de su manifiesta renuncia a actuar como madre, sabiendo que le sería fácil conseguir pruebas de todo ello, y así no tener problemas con la custodia de Lucía, que era lo único que le preocupaba del divorcio.

Llevaba tres semanas en Suwon, ciudad de poco más de un millón de habitantes, situada a unos 30km al sur de Seúl, capital de la República de Corea del Sur, y conocida entre otras cosas por ser donde se fundó el gigante coreano Samsung Electronics. Había alquilado un bonito apartamento con vistas a la famosa fortaleza Hwaseong y por las mañanas bien temprano, hacía running por su amurallado perímetro. La pequeña compañía donde escogida para fabricar sus procesadores, estaba apenas a 15 minutos andando desde su apartamento.

Las pruebas hasta ahora habían sido un fracaso, y los tres ingenieros coreanos que colaboraban con Pedro, se esforzaban en encontrar la solución para poder litografiar el complejo diseño de los chips y que los millones de componentes que los formaban, encajasen en tan diminuto espacio. Y lo peor era encontrar la forma de que todos esos semiconductores no se sobrecalentasen durante su funcionamiento.

A los dos meses lograron que los prototipos funcionasen a la perfección, superando incluso todos los test de estrés más extremos a los que fueron sometidos. Ya solo faltaba fabricar y reprogramar, aunque llevaban un retraso de 15 días sobre lo previsto. Ese fin de semana descansarían para poder encarar con fuerzas el mes de locura que les esperaba.

Después de la llamada diaria a su hija, Pedro miraba la hoja de papel que le entregó Park Jung, y estuvo decidiendo si se acercaba a Seúl a la casa de Eun Hwa para hablar con ella. Como no tenía nada más que hacer ese sábado, cogió el coche que había alquilado a su llegada al país y siguiendo las instrucciones del navegador, aparcó delante de una bonita casa con jardín en uno de los barrios más ricos de Seúl.

Esperó más de una hora sin atreverse a bajar del coche hasta que observó cómo aparcaba delante de la casa un gran vehículo de cristales tintados, del que descendió un tipo vestido con traje negro y con pinta de guardaespaldas mientras el conductor permanecía al volante. Al poco rato salió de la casa una mujer con dos niñas de unos siete años y se dirigieron al coche mientras el guardaespaldas les abría la puerta para que entrasen.

La mujer era Eun Hwa y estaba guapísima, vestía con elegancia y se la veía contenta riendo con esas niñas que, mirándolas bien parecían idénticas, seguramente hermanas gemelas. Entraron en el coche y arrancaron hacia su destino. Con un nudo en su garganta, Pedro no sabía si seguirlas o volver a su apartamento, decidió ir tras el vehículo, aunque solo fuera para poder verla un rato más.

Se detuvieron frente a un elegante restaurante y nada más abrir la puerta, las niñas salieron corriendo para abrazar a un hombre alto que las esperaba a la entrada. Le dieron un montón de besos hasta que les indicó que entraran en el restaurante, cosa que hicieron ilusionadas al tiempo que Eun Hwa llegaba a la altura del hombre que la abrazó con fuerza y la levantó del suelo para dar vueltas sobre sí mismo.

Pedro tuvo suficiente y aceleró para salir de allí a toda velocidad. Se sentía extraño, el ver a la mujer que había amado tanto, abrazada a otro hombre y feliz, con dos hijas preciosas y toda una vida en la que él ya no existía para ella. Esto le provocaba una sensación de alegría por ella, pero a la vez de tristeza por no ser el ese hombre que la abrazaba, dándose cuenta que no la había olvidado y que aún la amaba.

Tal vez la amaría siempre, pero tenía claro que no volvería a verla jamás, era demasiado doloroso…