Sin Palabras
Se cruzaron por casualidad. Se buscaron y finalmente volvieron a encontrarse. En el ascensor quedaron solos y no necesitaron hablar.
Sin Palabras.
Un día ella tuvo que ir a su oficina mas temprano que de costumbre. Y allí, en el hall del edificio lo vio. No era hermoso, ni siquiera lindo. Pero si agradable y apuesto. Vestía un conjunto de pantalón y saco sport, una camisa al tono. Elegante y sencillo, pensó
El también la vio por primera vez. No era una hermosura pero si linda, esbelta y desenvuelta. Vestía ropas que hacían pensar en una mujer de profesión liberal. Pensó: sencillamente elegante.
Ella tomo uno de los ascensores que paraban en los pisos pares y él, el que lo dejaba en su estudio de piso impar.
Pasaron días en los que ambos se buscaron como al descuido, sin encontrarse. El algunas veces espero distraído en el hall pero fue ella quien se dio cuenta: lo habia visto solo el día que para terminar a tiempo un informe, adelanto una hora su llegada. El lunes siguiente fue una hora antes y volvieron a verse, a mirarse.
Entonces un cambio en su rutina estableció la rutina de los encuentros y las miradas diarias. Pero solo eso. Y alguna mirada o insinuante o prometedora, una sonrisa cómplice.
Ese día el tomo coraje y subió al ascensor de los pisos pares Eran solo ellos y cuatro personas mas. Ambos sin pensarlo se pararon en el fondo. Entonces el olio el perfume de mujer en celo y ella sintió el aroma que despide un hombre caliente. En el sexto piso se quedaron solos y al correrse para que bajara la última pasajera ella lo rozo con sus pechos y el, como al descuido toco sus piernas. Cuando se cerraron las puertas solo se miraron. Y él la atrajo y ella se apoyo y se refregó contra el. . Al descuido una mano tanteo un bulto creciente mientras el detenía el ascensor. No hablaron Las miradas dijeron todo. Prometieron todo.
Cuando el ascensor se detuvo se pararon frente a frente, el rodeo su cintura con sus brazos y ella su cuello. Se besaron bruscamente con las bocas ávidas, las lenguas penetrantes, los labios húmedos y deseosos. Sin decirse nada al separarse se rieron y eso estableció el código tácito de no decirse nada, de seguir dando rienda suelta a sus instintos, calladamente.
El miro su escote y ambos se sacaron el saco. Fue ella quien empezó a desprender los botones de la camisa de él. El hizo lo mismo con la blusa de ella. Y miro primero las tetas presas en un corpiño de encaje y luego las liberó. Ella le hizo entender que le gustaba que la mirara. Y él con sus ojos y su sonrisa le explico cuanto le gustaban esas tetas con los pezones parados. las aureolas con la piel rosada arrugada. Las tomo en sus manos y las acarició y jugó con ellas y pellizco suavemente los pezones. Ella bajo su mano y evaluó el tamaño. Lo aprobó con una sonrisa picara y entonces lo acarició por sobre el pantalón.
Luego se abrazaron y los pechos de ella se aplastaron contra el. Los movio sabiamente y recorrió con sus pezones duros cada centímetro de piel sensible. Le beso las tetillas y las mordió y con dedos hábiles las pellizcó. El mientras tanto acariciaba su espalda y metía la mano debajo de la cintura de la pollera acariciando sus nalgas duras y frías y evaluando el breve tamaño de la tanga.
Ella desprendió el cinturón y bajo el cierre del pantalón. Le gusto el bulto que se veía debajo del boxer negro y bajo todo para liberar la pija de el que estaba muy erecta. Mientras, el desprendió la pollera y entre ambos la bajaron contoneándose. Le gusto la breve tanga y se calentó al ver lo mojada que estaba la entrepierna.
Finalmente la desnudo y ella se aparto para mirarlo y ser mirada, que eso la calentaba. Se abrazaron Se comieron a besos y caricias y el la alzo, ella cruzo las piernas por la cintura, abrazada a su cuello y sostenida por el por su culo y le ofreció su concha.
Entre los dos se acomodaron y la penetración fue, como correspondía a la situación que estaban viviendo, de un solo golpe, casi violenta si no fuera porque la concha de ella estaba inundada de flujo y el glande de él lubricado con el líquido pre seminal.
Entonces se serenaron, y empezaron un lento, profundo, gozoso va y ven. . Ella apoyada contra la pared lateral del ascensor lo que permitía que ambos de reojo se vieran en el espejo del fondo, lo que aumentaba la calentura.
El ruido de los ascensores laterales que subían y bajaban sin pausas. La certeza de que en cualquier momento recibirían el "auxilio" de mantenimiento para sacarlos de tan "incomoda" situación de encierro, aumentaban la adrenalina.
No podían mas que respirar profundo y gemir con sordina. Así llegaron al orgasmo profundo, buscado y gozado.
Se separaron. Se limpiaron lo mejor que pudieron con los pañuelos de papel que ella llevaba en su cartera. Entonces, después de un último beso, ella tomo su bombacha y la puso en un bolsillo interior del saco de el y se vistió con su bóxer, coqueteando y mostrándose cuando los tuvo puestos, antes de ponerse la pollera.
Mientras terminaba de vestirse hablo por primera vez: Soy Marina, encantada. La semana que viene a esta hora, en este ascensor, te devuelvo el bóxer. Vos trae la tanga que te llevas como garantía. Se rieron y el dijo: soy Santiago, me gusto conocerte.
SALVANGELES, julio de 2010
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