Sin marcha atrás – Prólogo y Capítulo I

Tras la decepción, buscaría un escape en las fantasías, ¿pero hasta dónde puede llegar una fantasía?

PRÓLOGO

No es muy importante decir mi nombre, ni siquiera necesitan saber de dónde provengo, basta con decir que esta historia comenzó en la capital de un país latinoamericano que brinda bastantes oportunidades (si sabes buscarlas), y que no rebaso los 30 años. Mi atracción siempre ha sido hacía las mujeres, de eso no hay duda; de hecho, es tanta que empecé a preguntarme cómo sería vivir en la piel de una. Mis experimentos comenzaron con lo usual: ropa de mi mamá, de un par de primas y una que otra sobrina. Por la educación que tuve, por mucho me sentí repugnante, con la idea de que vivía en el pecado; afortunadamente el Internet progresó a pasos agigantados mientras vivía mi adolescencia, lo cual fue una fortuna, ya que me permitió descubrir que no era la única persona con estos sentimientos. Me pude inundar de información gracias a esto, tanto la más verídica y la útil, como aquella que se destacaba en múltiples sitios eróticos y de fantasías sexuales.

Conforme avanzaron los años fui perfeccionando mis habilidades femeninas: aprendí desde lo más básico como el coordinar la ropa con la lencería que usas, las combinaciones correctas de maquillaje para resaltar tus mejores rasgos y al arte de caminar grácil y femeninamente con tacones por horas. Poco a poco deje de “tomar prestada” las cosas de otras personas y me anime a hacerme de mi propia ropa y accesorios, incluso una peluca para completar mi apariencia, dado que no podía dejarme crecer el cabello, aunque hubo un punto en el que me detuve…

El punto a partir del cual no quise cruzar una raya fue hacerme perforaciones para poder usar aretes en mis orejas, déjenme explicarles. No es que mi familia fuera exactamente religiosa, incluso podría llegar a pensarse que era algo de lo opuesto, sin embargo seguían manteniendo creencias arcaicas a pesar de esto: podía quitarme la falda o vestido que llevara puesto, despintarme las uñas, desmaquillarme cuidadosamente o incluso el ocultar que el ejercicio que estaba haciendo estaba más dirigido a reducir mi cintura y aumentar mis glúteos que para hacer músculo, pero el llevar un hoyito en cada oreja delataría que había cruzado a territorio que mis padres ya no tolerarían, ya que para ellos el uso de aretes sólo es “para mujeres y para jotos”, además de que para formar dichos hoyitos tendría que llevar aretes por un tiempo, lo que sería aún más evidente; aunque esta no fue la única razón para no hacerlo. A lo mejor es un poco de las mismas ideas arcaicas de mis padres, pero aún ahora pienso que el portar aretes es algo fundamentalmente femenino: sí, sé que hay hombres completamente cisgénero y heterosexuales que tienen las orejas perforadas, pero a mi forma de ver ellos están despojando a la mujer de algo que es puramente suyo, como hacen con muchas otras cosas; además creo que quienes sean como yo, así como muchas mujeres cisgénero, podemos distinguir cuando el hombre se pone aretes para aparentar rudeza o pertenencia o se los pone para mostrar un poco de la mujer que lleva adentro, fíjense, es muy notorio. Esa es una línea que yo no sabía si quería cruzar, ya que disfrutaba el dar una apariencia femenina, incluso salir a pasear a veces usando tacones y un lindo vestido, pero no me veía como mujer. Y bueno, tendría que pasar algo que me haría dejar de pensar en ello por un tiempo.

Sí, siempre creemos que tenemos todo el cuidado del mundo al esconder nuestro secreto, y desafortunadamente no siempre es así. Resulta que una vez me desmaquillé perfectamente… excepto por el hecho de que no revisé a conciencia esa vez mis ojos y los dejé con un leve rastro de delineador, así como mis largas pestañas rizadas; otra vez deje un toque de barniz rojo en mis uñas; en otra ocasión excedí el depilado de mis cejas, aunque fuese sólo un poco; pero no sólo fue eso: resulta que mi constante práctica con zapatos con tacón de 12 cm había hecho que ese distintivo contoneo de caderas fuera totalmente natural en mí, aunque usara zapatos bajos, además de que gesticulaba mucho con mis manos y mi vocabulario se había vuelto notablemente femenino. Esto dio la pauta a mis padres para pensar que “andaba en malos pasos”, por lo cual mi privacidad se vio completamente invadida, como se imaginarán, descubrieron todo.

El regaño que recibí fue inmenso. Obviamente las cosas que con tanto esfuerzo había conseguido las vi irse íntegras al bote de la basura, no dudaron en hacer uso de la fuerza física para “corregirme”, además me llamaron de formas que nunca imaginé que oiría: “¿qué quieres ser vieja?”, “no criamos a un maricón”, etc. Nunca entendí tal furia: llevaba buenas calificaciones, nunca buscaba pleitos e incluso ayudaba en la casa, ¿por qué nada de eso importaba por el hecho de expresar feminidad? En fin, aunque seguí yendo a la escuela, fuera de eso no tuve contacto con otras personas por mucho tiempo, a cada paso me vigilaban. Esto fue así por un par de años, hasta que me dieron de nuevo “libertad” para hacer lo que quisiera… excepto “eso”.

Cuando eso pasó, la verdad seguía teniendo tanto miedo que ni siquiera pensé en volver a usar algo femenino, lo cual duró unos cuantos meses. Cuando esa sensación volvió, seguía teniendo miedo, pero necesitaba sentirme en contacto con ese lado. Extrañamente eso me llevó a algo que no había imaginado antes: empecé a ver porno de trans, prácticamente todo de trans con chicas, aunque de repente me empezó a llamar la atención los videos de trans con trans. Todo esto me llevó a formarme nuevas fantasías: quería tener una mujer, una amiga, o siquiera una cómplice con la cual compartir momentos así, que me guiará en el camino hacia la feminidad. Eso fue lo primero, y con el paso del tiempo empecé a ver contenido aún más… atrevido, por decirlo de cierta forma. Con los videos se alternabas las historias en las cuales cada vez más el contenido poseía dominación femenina. El sadomasoquismo extremo (o lo que yo pensaría extremo) o el contenido más escatológico ni siquiera me interesó, no así las historias de castidad y feminización gradual y forzada. Con el paso del tiempo consumí más y más este contenido, pero claro, era sólo una fantasía… ¿o no?

Benditas redes sociales, con un poco de búsqueda encuentras hasta a la gente que menos esperas. Fui encontrando foros y grupos dedicados a explorar la sexualidad, mucho del contenido llegaba a ser decepcionante, más que nada con respecto hombres que apenas ponían dedicación a conseguir un aspecto femenino y sólo quedaban en una burla. No, no es lo que quería; afortunadamente había también contenido de trans, e incluso travestis, que realmente se dedicaban a su apariencia, pero no me inspiraban la suficiente confianza y dudaba siquiera en contactarles. Fue en eso que la conocí, una chica cis que, según lo que publicaba, se dedicaba a cumplir las fantasías de feminización que la gente tuviera. Sus precios estaban publicados, y sí, eran altos, esto tendría que esperar.

Pasó un tiempo antes de juntar el dinero que yo consideré suficiente para pagar por mi fantasía, para este momento ya tenía la mayoría de edad, pero debido al hecho de que la carrera universitaria me restaba mucho tiempo, tenía que seguir viviendo con mis padres. La oportunidad llegó en un feriado que caería en viernes, dando un fin de semana de 3 días. Decidí contactar a esta chica y hablarle a detalle de mis fantasías, las que en un momento detallaré, para que me hiciera un presupuesto. Increíblemente tenía el dinero más que suficiente, así que acordamos que todo comenzaría ese viernes por la mañana. Así, incluso tuve la excusa de que estaría en casa de unos compañeros que rentaban haciendo un trabajo.

CAPÍTULO I

Acordamos el primer encuentro en un lugar céntrico. Quería llegar antes de la hora acordada debido a toda mi emoción, sin embargo, me llevé la gran sorpresa al ver que ella ya esperaba ahí. Había visto su foto de perfil, pero verla en persona era aún más impresionante: tenía un hermoso cuerpo, atlético y en buena forma; vestía un vestido negro que resaltaba su bella figura, llegándole apenas debajo de la mitad del muslo; calzaba unas botas negras con un fino tacón de 15 cm; su maquillaje era perfecto, un sexy labial rojo, sombras de ojos meticulosamente aplicadas con un delineado perfecto y largas y rizadas pestañas que le daban una mirada encantadora; sus largas uñas portaban una perfecta manicura en rojo, clásica, pero sensual; llevaba su largo y castaño cabello suelto, el cual rebasaba sus hombros; y de sus orejas colgaban dos sencillos, pero hermosos aretes de aro; imagino medía cerca de 1.70, y eso sin los zapatos que llevaba. Por un momento dudé en acercarme, sentí que el valor me abandonaba, pensé incluso marcar para cancelar la cita, sin embargo, algo se apoderó de mí, ahuyentando mis inseguridades y permitiéndome ir con ella… más o menos.

-H-Hola, ¿eres XXXX?- pregunté

-Así es. Supongo que tú eres YYYY.

-S-Sí…

En ese momento caminó un par de vueltas alrededor mío, observándome, analizándome. Se paró en frente de mí, acercó su rostro, con un dedo suyo levanto mi barbilla para inspeccionar mejor mi cara; supongo mi nerviosismo no le permitía hacerlo mejor antes.

-Mmm… Sí. No me opongo a los desafíos, y este no lo será. Esto será demasiado sencillo.

Imagino que mi delgada complexión, 1.60 de estatura, piel limpia y sin rastros de vello facial no le pondrían ninguna dificultad, lo cual me emocionó aún más. Ella exigió su pago en ese momento, aclarándome que una vez que ella tocara el dinero no podía retractarme. En ese momento mi emoción fue tanta que ni tiempo de dudar tuve, entregué el dinero y sellé mi destino.

-Bien, bien. Así me gusta. - Dijo ella -Empecemos entonces, ¿te parece? De acuerdo con lo que me contaste, los aretes son el mayor signo de feminidad para ti, ¿no es así? Ven conmigo.

Sin tiempo para asentir, tomó mi mano y me guio. Sí, todavía no tenía la seguridad de cruzar esa línea, pero después de ver lo bien que podría verme portando lo que para mí es el máximo ícono de feminidad me dije “Bueno, si me fuerzan a ello, no tuve nada que ver, ¿no? Además, si los uso sólo unos días se cierran las perforaciones, ¿verdad?”. En todo ese trayecto ella no me soltó más que para darme un momento para encender un cigarrillo, un hábito que había tomado hace apenas unas semanas, pero que pensé que iba bien con el inicio de la fantasía.

-Aquí es. – Dijo XXXX cuando llegamos a un estudio de perforaciones. Ella hizo toda la plática con el encargado, quien al momento me guio a una silla. Ella entonces habló:

-De acuerdo, princesita – Ok, la fantasía había iniciado sin aviso previo – vas a elegir un par de aretes, y más vale que me gusten, o si no vas a tener que elegir otros dos que también te pondrás, y así hasta que esté conforme. ¿Me expliqué?

El tono que utilizó fue tan amenazante que la verdad ni siquiera consideré bien mi elección y escogí unas zirconias blancas de 2 mm. A ella no le pareció nada, y con el mismo tono me hizo elegir esta vez dos pares más. Era tal mi ansiedad por complacerla que mi elección pareció obvia: unas flores de zirconias rosas de 3 mm y unas mariposas con zirconias incrustadas.

-Oh, qué buena niña. Así me gusta. – Dijo, mientras me acariciaba la mejilla, y luego dirigió la palabra a quien me perforaría – Quiero las mariposas hasta abajo, las flores en medio y los brillantitos hasta arriba.

Pude ver la risa burlona del dependiente, quien inmediatamente procedió a marcar tres puntos en cada lóbulo. Hábilmente atravesó los catéteres por mi oreja, y en menos de diez minutos “me habían hecho cruzar” la línea que no quería: llevaba aretes en mis orejas, y no sólo un par, TRES pares. Tal vez me habría visto bien de no ser por mi cabello tan corto, y tal vez hubiera pasado por una mujer de cabello corto de no ser por mi ropa masculina y mi pecho plano. Era humillante… y exactamente lo que quería, y no terminaría ahí.

-Qué lindo mariconcito, - Oh, esto está escalando – pero eso no es todo.

-¿A-A qué te refieres? T-Traigo puestos are…

-Sí, pero ahora quiero que elijas otras dos perforaciones distintas por completo, las que tú quieras. Tú elegirás el sitio, pero YO elegiré el diseño. Rápido, no tenemos todo el día

No esperaba eso, pero no quería hacerla enojar. ¿Qué otras perforaciones quiero? No lo sabía, pero me puse a pensar en cuáles tienen las chicas de mi edad…

-Q-Quiero una al lado de mi nariz… y…

-Rápido, ¿cuál otra?

-…la de mi ombligo…

-Nos sentimos traviesas, ¿eh? Muy bien, me parece perfecto.

Ella no perdió el tiempo, y rápidamente halló los piercings adecuados para mí. Basándose en las elecciones que antes hizo, encontró una pieza con una pequeña flor para mi nariz, y para mi ombligo una pieza con una mariposa parecida a la que ya portaba en mis orejas. “Nada que cuelgue… por ahora”, dijo XXXX, con una risita burlona, secundada por la risa del perforador. Inmediatamente él procedió a colocarme ambas joyas. Esto no estaba exactamente en lo que había planeado, pero ya había empezado, así que era mejor seguir.

-Mmm… sí, así me gusta, – Dijo ella mientras anudaba la playera polo que llevaba para dejar a la vista mi nueva perforación, y justo ahora agradecía que nunca tuve mucho vello en esa área – un poco putita, y sólo estamos empezando.

Ella pagó, luego me tomó una vez más de la mano y me guió al exterior. Apenas puse un pie afuera recibí una nueva dosis de humillación, sentía encima las miradas de todos, y podía oír perfectamente los comentarios de la gente a medida que pasaba: “¿Ya viste a ese joto?”, “pinche putito”, “maricón de mierda” … Extrañamente no me molestaba tanto, de hecho, sentía cierta satisfacción. Quería gozar de esa sensación, así que encendí otro cigarrillo.

-Mira nada más a la princesa, pero si hasta fumas como niña.

-¿Cómo…?

-El cómo sostienes el cigarro, cómo acomodas la manita mientras no lo pones en tu boca, hasta el cómo exhalas el humo.

-N-No me había dado cuenta.

-Seguro que no. – Dijo sarcásticamente. – Pero la verdad me acabas de hacer notar algo.

Continuará.