Sin marcha atrás – Capítulo XI

La mariquita recibe un placer que antes no imaginó.

Llegamos al hotel y subimos a nuestra habitación. Apenas ella cerró la puerta, me tomó del brazo, me hizo gira a ella y comenzó a besarme con enorme pasión. Sus manos recorrían todo mi cuerpo, así que empecé a hacer lo mismo. Ella nos dirigió a una de las camas, provocando que ambas cayéramos ahí. Ella quedó encima de mí, sujetó mis manos a forma de aprisionarme, mientras tanto su lengua exploraba cada rincón de mi boca, sintiendo el labial de nuestros labios rozarse sensualmente, dejándome totalmente sumisa a ella. Estuvimos así lo que me parecieron varios minutos, con ella eventualmente acariciando mi cuerpo y separando ocasionalmente nuestras bocas para tomar breves respiros, sólo para volver a unirlas casi inmediatamente.

Ella se detuvo un momento, diciéndome que me quedara recostada un pequeño momento en lo que ella buscaba algo, diciéndome que no mirara. Volvió muy en breve, sólo usando su lencería negra y sus zapatos, y en ese momento la sentí despojarme de mis shorts; después ordenó que cerrara los ojos y me sentara, y con eso también me quitó el top, volviéndome a empujar y diciéndome que ya podía ver de nuevo, pero sin voltear a ver lo que hacía. Sólo sentí que me bajaba las pantaletas y manipulaba mi jaula de castidad por un instante, posteriormente volvió a posicionarse sobre mí, volviendo a besarme una vez más, mientras tanto una de sus manos se introducía bajo mi brasier, mientras la otra se encargaba de manipular su varita mágica, alternando entre su vagina y mi entrepierna. Todo ese coctel de emociones me hizo llegar a un orgasmo realmente intenso. Me sentí eyacular, pero no por ella se detuvo, siguió manipulando su varita mágica mientras acariciaba mis pechos y me besaba. De pronto se detiene por un momento, se despoja de su brasier y me deja admirar sus preciosos senos, los cuales imaginé serían una copa C, tal vez incluso D. Acercó su pecho izquierdo a mi boca, diciendo “mámalo, gánate tu lechita”.

Comencé por darle pequeños besos a su pecho, para después entreabrir mis labios y empezar a succionar, entonces ella me dijo que debía abrir más la boca, lo cual hice, seguí chupando y, ahora, pasando mi lengua por su pezón, el cual iba sintiendo cómo se ponía erecto. Mientras tanto ella volvió a usar su varita, esta vez sólo en mí. Me resultaba increíble que, apenas habiendo tenido un orgasmo, empezara a sentir como se empezaba a construir uno nuevo, pero no me iba a quejar por ello, ¿verdad? Seguí mamando, teniendo mucho cuidado de no lastimarla con mis dientes, y empezaba a escuchar que ella comenzaba a gemir; al mismo tiempo ella acariciaba mi cabeza con su mano libre, como si yo fuera su bebé. De pronto empiezo a sentir que un líquido brotaba de su pezón, ella estaba lactando, y creo que en ese momento tuve una regresión de mis instintos, ya que comencé a mamar con más intensidad, supongo que en ese momento estaba hambrienta, y su leche sabía deliciosa, aunque claro, debía tener cuidado cuando instintivamente llevé mis manos a su seno, finalmente era mucho más grandes que cuando era bebé, y aparte llevaba uñas más largas. Llegó el momento en el que el flujo de leche disminuyó, ambas lo sentimos, y por ello ella me ofreció el otro pecho, que gustosamente acepté, mientras ella no paraba de repetirme que era una hermosa princesa, que era tan delicada como una pequeña niña, y más cosas por el estilo. Cuando la leche de ese pecho se terminó volví en mí, dándome cuenta de que había alcanzado un orgasmo más.

Ella se levantó de la cama, dejándome extasiada. Vi que tomó algo para colocarse, aunque no vi dónde, después manipuló una vez más mi jaula de castidad. Me ordenó levantarme, y entonces vi lo que había hecho: lo que se colocó era un strap-on, no exactamente grueso o largo, pero sí notablemente más grande que mi clítoris, y en él había colocado un condón, y entendí que lo que había hecho era ponerme un condón sobre la jaula para capturar todo mi semen.

“Anda, arrodíllate. Sé que quieres más lechita, esta es algo diferente, pero también tendrás que mamar para conseguirla.” Acto seguido me apoyé en el suelo, abrí mi boca y dejé que el juguete entrara en mi boca. Inmediatamente entendí que no estaba en control, ya que, con un movimiento de caderas, ella lo metía y lo sacaba de mi boca, y no podía apartarme mucho porque ella sujetaba mi cabeza con sus manos. Varias veces me sentí casi vomitar, pero hábilmente ella posicionaba el dildo en un punto que me permitiría vencer el reflejo, hasta que llegó el punto en que no se presentó más. Entonces, pasado un rato, me dejó sólo con la punta del strap-on en labios, hizo un pellizco al condón y reanudó la penetración a mi boca. Ese pellizco, más el roce con mis labios, hizo que el condón reventara, llenando mi boca con el semen que contenía. Guardaba un ligero gusto al látex, pero fuera de eso sabía delicioso.

Ella retiró el juguete de mi boca y dijo “Anda, puedes tomártela”, lo cual hice, para después preguntar si me había gustado, a lo cual respondí que sí. Me permitió levantarme entonces, y para ese momento necesitaba ya un cigarrillo.

-En serio tienes una fijación oral bastante fuerte – Dijo ella.

-¿Cómo? – Respondí, exhalando el humo

-No recuerdo mucho de cómo iba, ¿pero has oído de las fases del desarrollo psicosexual de Freud? Si no mal recuerdo, aunque transitamos todas las fases, a veces se da una fijación en alguna de ellas, y en tu caso veo una fijación en la oral. Por eso ahora que comenzaste a fumar lo haces con tanta frecuencia, necesitas tener algo en la boca, mejor si es algo que te de placer, como la nicotina. También en cómo mamaste de mis pechos, la mayoría a tu edad disfruta ocasionando cierto daño a los pezones, pero tú fuiste en busca de una recompensa.

-Oh… ¿y es algo malo?

-No, mientras no te cause problemas en tu vida diaria.

-Bueno, entonces está bien. – Finalicé dando otra bocanada.