Sin marcha atrás Capítulo VIII
La mariquita se prepara para iniciar su nuevo día.
Desperté con la resolana del día, ella ya había tomado un baño y empezaba a prepararse para vestirse.
-Buenos días, princesa.
-Buenas días, ama.
-Jajaja… Ay, qué linda. Tranquila, ahorita la fantasía está en pausa. – Dijo, sonriéndome. – Deberías levantarte y tomar un baño para relajarte, que nos espera todavía un largo día por delante.
Todavía medio dormida atiné a espabilarme. Me preparé para entrar al baño, pero al dar el primer paso casi me caigo, había olvidado que había dormido con mis tacones puestos. Las dos sólo atinamos a reírnos. Intenté pararme una vez más, esta vez exitosamente, y me dirigí al baño.
Ya en el baño primero me dispuse a orinar y defecar. Gracias a la jaula, estaba obligada a orinar como señorita, así que me bajé las pantaletas y me dispuse a sentarme en el inodoro. En ese momento me di cuenta de que seguramente había experimentado un par de orgasmos más mientras estaba dormida, ya que mi toalla estaba totalmente empapada. De haber sabido antes lo bien que las toallas sanitarias podían proteger mi ropa interior, hace mucho que las habría comenzado a usar por mi cuenta. Desprendí la toalla, la envolví en un poco de papel y la deposité en la basura. Luego me dispuse a retirarme el plug anal, el cual salió con un poco de excremento adherido a él, así que lo limpié con papel higiénico; antes de apartarlo para lavarlo más a conciencia durante la ducha me dispuse a analizarlo: el corazón rosa que lo adornaba era muy lindo, y una vez dentro de mi ano seguro me hacía aparentar ser una prostituta en busca de ser penetrada, y, aunque no soy muy buena calculando diámetros, sí podía suponer que era más grueso que muchos penes que andan por ahí. Mis senos me estorbaban un poco para verlo, pero mientras orinaba analicé mi clítoris, con su diminuto tamaño realmente parecía adecuado estar encerrado en ese aparato rosa, y mientras pasaba mis uñas sobre la jaula me decía que, pasara lo que pasara, el portar ese aparato era mi renuncia definitiva a mi masculinidad.
Tras terminar mis necesidades, me levanté y me dispuse a entrar a la ducha. Mis nuevas uñas me complicaban mucho todo, pero con algo de trabajo pude quitarme la parte superior del baby doll, y posteriormente pude, con algo de trabajo, desabrochar mis sandalias. Al intentar pisar en plano inmediatamente me dolió el pie, parecía que ya empezaba a acostumbrarse al arco que le brinda el usar tacones, así que me calcé mis tacones imaginarios y comencé a andar de puntitas mientras tomaba mi baño. Lavé y enjuagué muy cuidadosamente mis perforaciones, además de intentar dejar tan limpio como fuera posible mi ano, aunque lavar mi clítoris fue algo complicado. Al final volví a meterme el plug anal, ayudada por el agua.
Al terminar de bañarme y secarme me calcé una vez más las sandalias, mi pie agradeció el usar tacones una vez más, en serio empezaba a acostumbrarme a ellos. Antes de salir del baño me aproximé una vez más al espejo. No sabía que haría después de hoy, estaba enamorada de mi apariencia. Posiblemente mi cara parecía la de un chico aún, aunque bastante afeminado o que había perdido una apuesta por sus cejas depiladas y los aretes que decoraban sus orejas y su nariz. Seguramente después de hoy tendría que retirármelos, aunque parte de mí no quería hacerlo ya. “Tal vez pueda conservar el del ombligo”, me dije. Luego estaba el asunto de mis uñas, eran tan hermosas, ya me había acostumbrado a ellas, me dolería mucho verlas irse. Decidí no pensar más en ello por el momento, así que me envolví en una toalla, cubriendo mis pechos, y salí a la habitación.
Ella ya me esperaba vestida, esta vez usando un crop top negro de manga larga, que dejaba a la vista un piercing en su ombligo del cual colgaban tres estrellas en tonos azules; llevaba unos jeans ajustados y las mismas botas que el día anterior. Se veía simplemente hermosa con su maquillaje recién aplicado también.
-Demoraste mucho, niña. – Dijo ella.
-Perdón, aún no sé cómo limpiar bien mi clítoris, y no quería dañar los pechos.
-Está bien, está bien. ¡No me digas que te bañaste con esos zapatos, los vas a arruinar!
-¡No, no…! Me los quité mientras lo hacía, pero ya me dolían los pies sin ellos, por eso me los puse de nuevo.
-Oh, vaya. Es la primera vez que oigo que la resistencia a los tacones se crea tan rápido. Bueno, no importa, mejor aún para nuestro día. Te dejé algo de ropa para que uses hoy. Tal vez agradezcas el look… tal vez no. Pero antes, no seas tan modesta. Ven, quítate la toalla.
Desenvolví mi cuerpo, quedándome desnuda frente a ella. Tomó mi mano en invitación para que me sentara en su cama, y cuando lo hice ella me empujó, haciéndome quedar boca arriba. De detrás de ella sacó la varita mágica que hubiera usado en mí el día anterior, y procedió a usarla una vez más en mi entrepierna, haciéndome gemir como loca. Estaba al borde del orgasmo cuando ella se detuvo, me ordenó que no me moviera y cerrara los ojos. Así estuve unos breves instantes, cuando ella me ordenó dar un beso. No supe a qué se lo di hasta que me dijo que abriera los ojos y la boca, en ese momento vi frente a mis labios un dildo totalmente realista, testículos incluidos. Creo que mediría como 15 cm, y estaba totalmente detallado. Me ordenó meterlo y sacarlo continuamente, “Eso es, putita, mama tu primera verga”. Mientras ella me entregaba el dildo para que lo siguiera mamando, ella volvió a usar su varita mágica en mí. El ritmo se acrecentó y llegué al orgasmo, apresurándose ella a recolectar mi semen de nueva cuenta en un vaso. Ella me quitó el dildo, lo sumergió en el semen que había recolectado y lo dirigió a mi boca. Estaba tan ansiosa por probar mi fluido de nuevo y en un estado de tal éxtasis que lo hice sin dudar, “Eso, maricón, saboréala mientras pasas tu lengua por toda esa verga”. Eso se repitió hasta que casi no quedaba semen en el vaso, pero no terminó ahí, ya que ella luego ordenó que lamiera hasta el último rastro que hubiera en el vaso, teniendo incluso que usar mi dedo para conseguirlo. Ahora realmente había disfrutado su sabor. Después ella me ordenó que comenzara a vestirme.
La ropa consistía en mi conjunto de lencería azul, un crop top sin mangas blanco, unos leggins tipo jeans y mis botas. Me había puesto brasier infinidad de veces antes, pero el que ahora tuviera senos me complicaba mucho, pero rápidamente recordé que podía abrocharlo frente a mí, rotarlo y acomodar los tirantes. Procedí a colocarme las pantaletas, pero noté que algo faltaba. “¿P-Puedo usar de nuevo una toalla sanitaria?”, dije y ella sólo soltó una carcajada para después sacar una de las Kotex que había puesto en mi bolso y entregármela. Supongo que por mi mirada ella dedujo que no tenía mucha idea de cómo colocarla, así que se me acercó, bajó mis pantaletas, separó las alas, quitó el protector del adhesivo, la colocó en mi ropa interior y cerró las alas. Mientras me subía las pantaletas ella sólo dijo que esperaba que la próxima me la pusiera yo sola. Pasé entonces a colocarme el crop top, el cual dejaba mi ombligo perforado totalmente al descubierto. Luego me subí los leggins, los cuales eran sumamente ajustados, y me calcé las botas que habíamos comprado el día anterior.
Decidí verme al espejo, y, aunque mi apariencia era humillante, me encantaba. Tenía un cuerpo de infarto, pero el cabello corto en un estilo francamente masculino, además de que, aunque gracias a mi toalla se disimulaba un poco, lo ajustado de los leggins dejaban ver claramente el bulto que mi clítoris creaba. Ese atuendo lo había planeado ella especialmente para delatar mi sexo. XXXX se me aproximó entonces una vez más con su labial, aplicándome una generosa capa roja en mis labios, y después delineó mis ojos con un marcador diseñado para ello. “Perfecto, la mariquita está lista”, dijo entregándome mi bolso rosa e indicándome que partiríamos.