Sin marcha atrás – Capítulo VI

Tras las emociones del día era hora de un pequeño respiro. Finalmente él ya era una chica.

Nos dirigimos a un restaurante de pollo frito a comer, ya que no habíamos probado bocado alguno (bueno, yo sí había tenido un par de tentempiés antes). Solicitamos un par de ensaladas y pedimos un lugar en el área de fumadores. Busqué en mi bolso mi cajetilla, y descubrí que tomar un cigarillo con mis nuevas uñas era un poco más complicado de lo que acostumbraba. Al final seguí el consejo de ella, que me dijo que lo sacara sólo un poco con mis uñas y lo terminara de retirar con mis yemas. Me detuvo antes de que prendiera el encendedor, haciéndome notar que la forma en lo que lo haría me rompería una uña. “¿Me regalas uno?”, y le pasé la cajetilla. Ella tomó el cigarro, lo encendió y después encendió el mío.

-Detengamos la fantasía un momento. – Empezó XXXX – Quiero que me cuentes un poco de ti. Para empezar, ¿hace cuánto fumas? No me das la pinta de que sea por mucho.

-Así es. De hecho, empecé hace semana y media, poco después de contactarte para agendarme.

-No me incumbe, ¿pero puedo saber por qué? Todos sabemos lo malo que es, y es poco usual que alguien mayor de edad empiece en ese punto, y menos con el ritmo con el que lo has hecho hoy. ¿Cuántos llevas? ¿4 hoy?

-De hecho, 7.

-¿Ves a qué me refiero? La verdad yo lo hago desde los 12, y hay días que no prendo ni uno, y en los días que fumo no suelo encender más de dos.

-Bueno, quizá es parte de mi fantasía. No es exactamente que me agrade el fumar… bueno, ahora sí, pero a lo que quiero llegar es que siempre me ha parecido sexy el ver a una mujer fumar. En un hombre me parece grotesco, pero usualmente en la mujer siempre hay como un aire de sensualidad.

-Me parece que lo idealizas mucho. Va en función de cada persona, hombre o mujer. Hay mujeres que también se ven de lo peor fumando. La clase no es algo que se consiga tan fácil, y no todos la tienen. Sólo mírate, en este momento tu aspecto es bastante sugerente, de una puta, dirían algunos, pero en tu forma de desenvolverte está todo. No pareces uno de esos típicos travestis que se paran para ver qué pescan en la esquina, te ves de hecho como lo que eres: un chico lindo y joven con ansias de explorar cada aspecto de su sexualidad para definirse. Y de hecho te sienta el fumar, te da un toque de elegancia y sensualidad femenina, no podrías hacerlo como hombre, aunque quisieras; deberías seguir haciéndolo aún después de esto, sólo no te olvides de hacer ejercicio aeróbico, así no joderás tan rápido tus pulmones.

Para este punto, ella y yo habíamos terminado nuestros cigarrillos. Siguiendo su consejo me decidí a encender uno más, aunque antes de permitirme encenderlo ella me dijo que me aproximara, y al hacerlo procedió a aplicarme el mismo labial rojo que ella llevaba puesto. Ya después me guio a prender mi encendedor apropiadamente.

-Las nenas que fuman usando labial rojo son más sexys. – Dijo – Y ahora cuéntame, ¿desde cuándo el príncipe se convirtió en princesa? Ese caminar tuyo con tacones no es de unos meses.

-El plug ayuda un poco…

-Sí, pero no lo hace todo. Ese contoneo de caderas es muy natural, y el cómo acomodas tus manos tus manos a tus lados y das tus pasos con un pie frente al otro. Caminas como modelo de pasarela.

-B-Bueno, usé tacones por primera vez a los 12 años.

-La niña tenía prisa por convertirse en señorita, ¿eh…? Ah, antes de continuar, ¿en este momento, fuera de la fantasía, quieres que te hable en masculino o en femenino?

Pensé por un breve momento en mi respuesta, pero al rozar con mi mano mis aretes la decidí – Trátame como mujer, por favor.

-De acuerdo, nena. ¿Y cómo fue?

-¿Cómo? Parecía Bambi. – Dije soltando una leve risa – Creo serían sólo como 5 cm, pero me costaba dar un solo paso.

-Jajaja… Cómo todas. ¿Y qué te hizo seguir intentándolo?

-Creo que siempre tuve envidia de todo lo que las mujeres pueden… podemos usar y los hombres no.

-Tenemos las mejores opciones, ¿verdad?

-Jaja, sí. Cuando tuve la oportunidad, me compré unas cuñas de 8 cm. Cada que podía practicaba el caminar con ellas. Es más, casi a diario las usaba en una caminadora, primero con un paso normal, y ya al final corriendo. Una de esas veces me torcí el tobillo muy feo. Tuve que hacer un montón de maromas para convencer a mis padres de que fue en una escalera.

-Qué atrevida, y veo que eso no te detuvo.

-No, al contrario. Cuando sané decidí perfeccionar aún más mi caminar, y cuando dominé las cuñas seguí con tacones de 12 cm normales, aunque siempre con plataforma. Igual comencé caminando, y después aprendí a correr con ellos.

-Eso explica todo.

En ese momento llegó nuestra comida. Tras finalizarla ella retocó mi labial y me dijo que me fumara otro cigarrillo. Para este punto empezaba a sentirme intoxicada por la nicotina, pero entendí que la fantasía se había reanudado, así que obedecí. Me había dicho que iríamos ya al hotel donde pasaríamos la noche, comentándome que ahí me esperaban un par de sorpresas más. Como dije antes, había dicho que iría a hacer un trabajo a casa de unos amigos, ellos me cubrirían diciendo que estaba allí, aunque no sabían a dónde iría.