Sin marcha atrás – Capítulo IV

Ya luce como todo un marica, ¿así que por qué no llevar más lejos los cambios a su apariencia y a su actitud?

Apenas caminamos un poco y llegamos a una especie de spa. Ella parece que ya tenia agendada una cita, y llegamos justo a tiempo. Le pregunté qué hacíamos ahí y me comentó que, aunque no tenía mucho vello, siempre hay margen para mejorar. Me pasaron a una sala con una mesa en la que me pidieron recostarme tras desnudarme completamente. XXXX ingresó por un momento para retirar brevemente la jaula de castidad y el plug anal. En ese momento ingresó una técnica, quien me explicó que empezarían el proceso de depilación con cera en mis piernas, brazos y área genital. Nunca había experimentado la depilación con cera, y vaya que duele. La técnica procedió a aplicarme cera en las piernas, arrancando con ella los vellos tras unos segundos; luego siguió a mis brazos, pasó un poco por mi pecho y espalda, para posteriormente terminar con el área del bikini, y ya para finalizar procedió a rasurar los pocos vellos que no podían ser removidos de dicha zona.

En ese momento la técnica dio acceso a XXXX a la sala, quien traía el plug y la jaula. Primero me colocó de nuevo el plug, entrando con un poco menos de dificultad que la primera vez, pero no podía colocarme la jaula debido a que la excitación me había causado una erección. Me ordenó masturbarme, y obedecí; cuando estaba a punto de eyacular ella tomó mi clítoris y de nuevo vertió el fluido que expulsó en un vaso. Una vez más la vergüenza se apoderó de mí, pero a ella no le importó y ordenó que tomará una vez más mi semen. No quise hacerla enojar, así que obedecí, pero antes de tragarlo me dijo "Ni se te ocurra pasártelo hasta que te diga". Acto seguido procedió a colocarme una vez más la jaula de castidad, que esta vez se sentía más cómoda sin vellos en los cuales atorarse. Después me colocó el brasier que traía puesto antes, y me pasó las pantaletas... pero ahora tenían algo diferente: ella colocó una toalla sanitaria en ellas. Al ver mi expresión, supo inmediatamente que pensaba, por lo que me dijo "No podemos dejar que ensucies tus panties nuevas tan rápido. Además, es algo que debes experimentar sí o sí. Oh, por cierto, es una Kotex, son mis favoritas, y estoy segura de que también serán las tuyas." Dicho esto, procedí a acomodarme las pantaletas, al estar en su lugar sentí una sensación rara, pero confortable. Sí, ella tenía razón, nunca había usado toallas sanitarias, pero estas definitivamente ya eran mis favoritas. Claro que me veía comprándolas en un futuro no muy lejano.

Habiendo terminado de vestirme, y aún sintiendo una profunda pena, me guiaron a una nueva sala, más parecida a una estética que a un spa, excepto porque no podía reconocer ningún instrumento como de corte de cabello. Me sentaron en una silla y me dijeron que procederían a hacer una depilación con hilo en mi cara. Cerré mis ojos y dejé que hicieran su procedimiento. Mientras ello ocurría, empecé a sentir que alguien manipulaba mis manos, más específicamente, mis uñas; sentía una especie de masaje al inicio, luego que empezaban a recortar mis uñas y que limpiaban meticulosamente debajo de ellas. Estaba en ese trance cuando de repente siento un intenso dolor de mi ceja izquierda, "Tranquila, pasará rápido", dijo la chica que trabajaba en mi cara. Desde que me habían descubierto había descuidado muchísimo mis cejas, por lo cual realmente había mucho trabajo por hacer; me dio miedo, pero en este punto ya no podía hacer más. Mientras esto ocurría, empecé a sentir de pronto raras mis uñas, como pesadas; ya me imaginaba lo que ocurría, pero no podía decirlo con certeza. Al tiempo en que casi terminaban con mis cejas, siento que empiezan a remover mis zapatos y calcetas, para después volver a experimentar un masaje, esta vez cerca de los dedos de mis pies. Habían terminado con mis cejas, pero me pideron no abrir mis ojos; es en ese momento que siento que colocan algo como unas bolitas o algo por el estilo cerca del borde de mis párpados, así como que untan algo en mis pestañas. Al tiempo que siento un procedimiento raro en mis uñas de los pies, también voy sintiendo que arrastran mis pestañas hacia esas bolitas. "Qué envidia, tienes unas pestañas larguísimas y gruesas", escucho decir a la chica que trabajaba en mi cara. Siento algún procedimiento más en mis pestañas y que terminan con mis pies, y unos minutos más tarde retiran todo.

Me dicen entonces que puedo abrir ya los ojos, y lo primero que veo son mis manos: lucen exquisitamente femeninas tras haber recibido extensiones de 1 cm, tienen una forma ligeramente ovalada y recibieron gelish color rosa pastel, a excepción de los dedos anulares, que tienen un color nude. Veo después mis pies y me doy cuenta de que todos mis dedos recibieron el mismo barniz rosa que en mis uñas. Después me permiten ver mi rostro en un espejo, y en ese momento me cuesta reconocerme: mi piel luce excepcionalmente limpia, aún sin traer rastro alguno de maquillaje; cuando yo depilaba mis cejas siempre buscaba dejarlas con una forma que pudiera ser unisex, pero ese no fue el caso ahora, ya que ahora tenían una forma indiscutiblemente femenina, no tan delgadas como un lápiz, pero notablemente arqueadas, dándome una mirada que yo consideré coqueta; finalmente noté mis pestañas, se veían rizadas y como si tuvieran varias capas de rímel, pero al analizarlas más detenidamente vi que no era así, ya después supe que llevaron a cabo un procedimiento llamado lifting con tinte, lo cual conseguiría que tuvieran ese aspecto por, al menos, un mes.

"El rosa en serio es tu color", dijo ella después de la revelación, "Ahora, muéstrame tu boca". Oh, en serio había olvidado lo que tenía ahí adentro, ya ni el sabor desagradable sentía. Abrí la boca y mostré que todavía tenía mi semen dentro. "Qué buena niña. ¿Te gusta?", me preguntó, y asentí con total sinceridad: aunque el sabor me había resultado repugnante al inicio, tal vez fuera por que se había diluido con mi saliva o porque me había acostumbrado a él, pero ahora me resultaba francamente agradable. "Bien, ahora puedes tragarte tu lechita", y ahora que no me invadía la vergüenza, lo hice gustosamente. Después de cumplir su orden me volví a calzar los zapatos que llevaba y nos retiramos.