Sin marcha atrás – Capítulo II

Sus perforaciones eran sólo el comienzo, era hora de dar paso a los juguetes que empezarían a marcar el resto de su vida.

Ella desvió un poco el rumbo a un local de accesorios para jovencitas. Apenas entramos empecé a oír las risitas de las chicas que atendían ahí. Era vergonzoso, pero aún así intenté sonreír un poco.

-¿En qué podemos ayudarle?

-Quisiera ver sus bolsos, por favor, - dijo XXXX – ah, y también sus carteras.

No tuve ninguna decisión ahí, sólo vi que eligió dos bolsos: uno negro y uno rosado, así como una pequeña cartera blanca con broche dorado. Además, vi que tomó un par de cosas más, pero no alcancé a ver qué era. Me señalo que fuera con ella tras que pagó en la caja. Puso ambos bolsos frente a mí y me preguntó "¿Cuál prefieres?". Me dio la impresión de que era una pregunta capciosa, así que le di la respuesta que creí correcta: "El rosa". Me ordenó vaciar mis bolsillos y ella colocó el contenido en el bolso que elegí. "Se lo va a llevar usando, sus bolsillos abultados se ven fatales", dijo ella a la dependienta, recibiendo un "No hay problema" como repuesta, además de oír más risas del resto de empleadas. Mientras acomodaba el bolso en mi hombro, una de las encargadas se me aproximó, y, aunque estaba riendo, dijo con cierto tono de sinceridad "Lindos aretes, nena". En ese momento me sentí sonrojar, instintivamente lleve una de mis manos a mi oreja para juguetear con uno de mis aretes; debido a lo reciente de la perforación dolió un poco, pero aun así creo que pude sonreír y decir "Gracias". Al mismo tiempo empezaba a darme cuenta de porque los servicios de XXXX eran tan costosos, empezaba a contemplar incluso que su ganancia era mínima.

Me doy la idea de la apariencia que daba al salir de ese local: una persona que evidentemente era un hombre usando aretes y otras perforaciones notablemente femeninas y que llevaba un bolso rosa colgando de su hombro. Debió ser una vista ridícula, pero la verdad no me importaba, empezaba a vivir una fantasía que había ido construyendo en probablemente el último año. Ella me guio una vez más, esta vez a un lugar ligeramente más apartado de aquellos a los que hubiese frecuentado antes. Al ver la fachada y sus letreros pude identificar que se trataba de una sex shop. Entramos y ella saludo efusivamente al empleado en el mostrador, supuse que se conocían de antes. Él no era exactamente masculino, pero tampoco cruzaba a territorio femenino del todo, a mi parecer.

-¡Querida! – Dijo él – Hasta que te dignas en venir a verme. Creí que ya te habrías olvidado de tu amigui.

-Para nada, simplemente el bisné ha estado lento. Y hablando de eso, mira lo que tengo aquí. – Y ella me señaló.

-¡Vaya...! – Él empezó a examinarme de una forma muy parecida a ella. - ¡Pero si empiezas a verte DI-VI-NA! Pero creo que no vienen sólo a escuchar eso, ¿verdad?

-Siempre tan perceptivo. – Respondió XXXX por mí. – Así es, aquí la nenita tiene ciertas inquietudes que quiere explorar, y pues para qué estoy yo, ¿no? La princesita quiere sentir lo que es que su verguita no pueda ponerse dura por estar enjauladita, además quiere sentir su culito lleno.

-¡Quién lo diría! Detrás de esa carita tan tiernita e inocente hay toda una zorrita, ¿eh? Bien, pasen por acá, - Dijo, guiándonos a la parte posterior del negocio – y así vemos qué tenemos para trabajar.

Ya adentro, ella me ordenó desnudarme completamente. Admito que en ese momento sentí un poco de nerviosismo, por lo que me desvestí un poco lento. Al momento de quitarme la ropa interior estalló la risa.

-¡Jajajajajaja...! ¡Pues claro, cómo no vas a querer ser una nenita! – Exclamó el dueño de la tienda - ¡Esa cosa no califica ni como verguita! ¡Es un clítoris! ¿Qué mide? ¿5 cm?

-S-Sí... - Respondí con cierta pena, pero a la vez sintiendo un dejo de emoción.

-Esto no satisfaría a ninguna mujer que se digne en llamarse así. – Dijo ella – ¿Y cuánto mide TÚ CLITORIS cuando se pone durito?

-No... no lo sé.

-Bien, hay que averiguarlo.

En ese momento ella hizo un gesto a su amigo, ante el cual él me empujó hacia una silla, obligándome a sentarme. Se arrodilló de forma que su cabeza quedó a la altura de mi entrepierna, se aproximó a mí y terminó colocando mi miembro en su boca; mientras tanto ella se retiró por un momento para buscar algo. Era la primera vez que tenía un encuentro sexual con alguien; antes sólo me había masturbado, y siempre al terminar terminaba con un gran sentimiento de culpa por haberlo hecho usando ropas femeninas. Él llevaba un muy buen ritmo, supuse que no era la primera vez que lo hacía, me sentía increíble en ese momento.

Ella volvió trayendo un par de cosas en su mano; cuando creyó que mi miembro no crecería más, le ordenó a él retirarse de mi miembro. Colocó una cinta métrica a lo largo de mi pe... perdón, MÍ CLÍTORIS, y anunció "Ni siquiera llega a 8 cm. Tal vez hayas oído que el tamaño no importa, pero es una vil mentira", y procedió a reírse más. Entonces le ordenó a su amigo que terminará de masturbarme al mismo tiempo que le entregaba un pequeño vaso. Con gran habilidad, en menos de 15 segundos él me obligó a eyacular, y hábilmente capturó todo el fluido en el vaso. En ese momento el sentimiento de culpa volvió, ¿qué había estado haciendo todo el día hasta ese momento?, ¿cómo dejé que las cosas llegaran hasta este punto? Y justo en ese momento ella aproximó el vaso a mi cara, ordenándome beberlo.

-No, no quiero. ¡No puedo! – Grité, mientras giraba la cabeza.

-¡No me salgas con eso ahora! – Y ella me propinó una fuerte cachetada - ¡Te dije que no podías arrepentirte una vez que empezaras! ¡Tú fuiste el de la idea de mariconizarse, ahora te aguantas!

Con esas palabras, su amigo me sostuvo la cabeza para que no la girara más, mientras ella presionó mi nariz para obligarme a abrir la boca. Una vez que lo consiguió, vació todo el contenido del vaso en mi boca, la cerró y destapó mi nariz, al mismo tiempo que gritó "¡Ni se te ocurra escupir!". Me ordenó mantener por un momento mi fluido en la boca, el sabor me resultaba repulsivo, pero tenía miedo de experimentar de nuevo su furia, así que obedecí. Al poco rato ordenó que tragara, lo cual hice al momento.

-¿Ves? No estuvo tal mal. ¿Te gustó?

-N-No... - Dije, con lágrimas en mis ojos.

-Oh, nena, tranquila. La primera vez siempre es la difícil, para la siguiente no te costará tanto.

¿La siguiente? ¿Tendría que hacerlo de nuevo? Con el sentimiento de culpa aún presente en mí, empecé a contemplar que tanto había llegado a fantasear en realidad; a final de cuentas, le detallé completamente mi fantasía a ella cuando la contacté, así que, fuera de las perforaciones extra, todo se estaba apegando a ella. No podía creer que fuera capaz de esos pensamientos, pero no tuve tiempo para seguir divagando en ello. Resulta que mientras ella estaba conmigo, el dueño de la tienda fue a buscar por lo que habíamos venido. Regresó en ese momento con unos cuantos objetos, los cuales reconocí de las veces que navegaba por Internet.

-Mira esta cosita. – Dijo señalando el objeto rosa entre sus manos – Es la jaula de castidad más pequeña en este modelo. Hay más pequeñas, pero debes comenzar con algo relativamente normal, nena. Descuida, no podrás ponerte durita cuando te la ponga.

Sin esperar una respuesta, se arrodilló una vez más. Aprovechando mi clítoris flácido, la colocó hábilmente para después cerrar el candado y entregarle la llave a ella. No podía creerlo, la primera vez que veía una jaula de castidad, y estaba colocada en mí. En ese momento empecé a sentir la vergüenza desvanecerse y ser reemplazada de nuevo por emoción.

-Y no es todo. – Continuó – Aquí tengo varios plugs anales. – Y mostró una variedad de tamaños del juguete, todos de metal y con la parte exterior con un cristal en forma de corazón rosa. - No me dijeron que tan dilatadita va a estar, así que traje en varios tamaños.

-Bien, - dijo XXXX – consideraba iniciarla con algo pequeño, pero dado su berrinchito, el más grande será.

-¡Ay! Eso le va a doler.

-Ya sé, ¿pero para qué existe el lubricante con anestesia?

Ella me ordenó inclinarme sobre un buró. Sentí sus dedos aplicándome el frío lubricante, sus dedos jugueteando con mi ano: primero uno, luego dos... y así. Dolía, pero suponía que el anestésico estaba haciendo su trabajo, ya que gradualmente desapareció el dolor. "Bien, aquí vamos", dijo ella, mientras empezó a introducir el plug anal que ella eligió. Aun con la lubricación, no quiso entrar tan rápido; sentí como lo introducía y después lo sacaba, así una y otra vez hasta que llegó el momento en el que sentí que mi ano lo había succionado, y en ese momento supe que ahora lo tenía dentro de mí.

-Mira nada más, así comienzan las putitas. – Dijo ella.

-¡Se le ve divis, divis! – Comentó su amigo. – A ver, corazón, da unos cuantos pasitos.

Me levanté, y justo en ese momento me di cuenta de la verdadera dimensión del plug. El estar de pie con el me ocasionaba mucha incomodidad, y ni se diga al caminar; para poder andar tenía que cambiar el cómo movía mis caderas, haciéndolas contonearse notoriamente. "Mira qué zorrita", dijo el dueño del lugar. Supongo que era cierto, con las perforaciones, la jaula y el plug estaba renunciando a mi masculinidad y reemplazándola con una feminidad muy sugerente. En ese momento ella me ordenó volver a vestirme, aunque al momento de colocar mi ropa interior ella mostró un notorio desdén y sólo hizo un breve comentario "Hay que arreglar eso". Terminando de vestirme ella volvió a anundarme la playera para volver a mostrar mi ombligo y nos retiramos.

Si antes de entrar a la sex shop mi apariencia podía lucir humillante, ahora con el plug anal esta apariencia se veía aún más reforzada: el tener ese objeto extraño en mi ano me obligaba a caminar colocando un pie enfrente del otro, feminizando aún más mis movimientos. Para este punto ya no me importaban mucho los comentarios de la gente; de hecho, empezaba a disfrutar de mi intruso amigo, sin embargo, ahora experimentaba otra incomodidad, ya que esta excitación hacía que mi clítoris intentara ponerse erecto, pero la jaula lo impedía, lo cual me dolía bastante. Creo que mi cara lo decía todo, ya que ella soltó una pequeña risa burlona al voltear a verme; quise concentrarme en disfrutar lo que podía, así que apreté un poco los glúteos y me dispuse a encender un cigarrillo más. Empecé a buscar mi cajetilla en mi bolsillo por pura costumbre, sin embargo, recordé en ese momento que ahora llevaba mi bolso conmigo, así que lo abrí y en ese momento vi que ella había incluido unas cuantas cosas extras: un par de insumos de maquillaje y lo que pude imaginar eran toallas sanitarias, además de que había desechado mi billetera y trasladado mi poco dinero restante y un par de credenciales a la cartera. No es exactamente que me sorprendiera eso en este punto, pero me resultó fascinante la atención al detalle que XXXX pone a las cosas. "¿Pasa algo, princesa?", me dijo al ver que buscaba entre el contenido del bolso, y sólo atiné a responder con una sonrisa "No, nada", tomar el cigarrillo y encenderlo.