Sin libertad (4: Posesion)
Cuarta parte de la saga
EN ESTOS MOMENTOS
Rodrigo esta completamente desubicado. Intenta moverse, pero lo único que logra es tambalearse. Poco a poco se va dando cuenta de su situación: los brazos estirados y tensos, apuntando hacia el techo, sujetos por unas esposas. Las piernas atadas la una a la otra y atadas a su vez a la pared. Siente el cuero pegado a toda su cara: no puede abrir ni la boca ni los ojos. Escucha sonidos a su alrededor, siente como le tocan, como le sacan la polla del calzoncillo, como le masturban, como se la chupan, como le aprietan los huevos con manos cubiertas en cuero. Aunque quiere chillar, zafarse de sus ataduras, no puede. No se lo permiten. No tiene derecho a ello. Cuando al fin se corre le abren la cremallera que esta a la altura de la boca y sin darle tiempo casi ni a abrirla una lengua entra en ella y le besa con furia, introduciéndole la lengua lo mas profundo que le es posible: sabe a tabaco. De repente, para de golpe. Su polla aun chorreante y aun erecta espera impaciente. Sin embargo no hay movimiento. No hay ruido
HACE DOS DIAS
Rodrigo sale de su casa, entra en su furgoneta y recorre unos metros hacia el final de la urbanización donde vive. Todo el mundo tenemos un objeto oscuro del deseo en el barrio: ese vecino que nos pone cachondo, ese dependiente al que miramos con lujuria cada vez que nos atiende, el chico que pasea el perro por la noche al lado de nuestra casa. En el caso de Rodrigo no era distinto. Se llamaba Eduardo. Poco sabía de el, excepto que vivía solo en una casa cercana a la suya, que algunas veces iba trajeado por lo que debía trabajar, que debía rondar la treintena, y que era hetero hasta la medula dado la colección de chicas a las que llevaba a su casa. Su imagen era la de un chico bastante casual, sin un estilo definido: algunas veces se lo había encontrado por La Latina, e incluso le había vigilado por Fuencarral. Era el reto perfecto que estaba buscando. En una pequeña mochila lleva unos guantes (De cuero, por supuesto), un pasamontañas, cuerdas, esposas, cinta, un y alguna otra cosa. Tambien lleva un bote de cloroformo por si se diera algún tipo de dificultad, pero la verdad es que ansia no tener que utilizarlo. Es lo que mas desea.
La casa de Eduardo era similar a la suya, por lo que la conocía con exactitud. Sabía donde estaba cada ventana de la casa y cada puerta, tanto de acceso a la vivienda como entre las distintas habitaciones. Espero unos instantes hasta que la calle estuvo lo bastante vacía y entonces salio del vehículo, que deja aparcado pero con las puertas abiertas. Da un rodeo a la casa y se dirige hacia la zona común, donde hay un pequeño parque para los niños, ya vacío dada la hora que es, unas canchas de tenis, una piscina y un pequeño jardín. Tampoco hay nadie en la zona común.
Lo primero que hace es ponerse los guantes. Debe ser bastante rápido en sus acciones, pues cualquier vecino puede verle y llamar a la policía o presentarse en la casa. Con ellos puestos trepa el pequeño muro que separa y eleva las casas de la zona común, y entra en el pequeño jardín particular, donde hay una barbacoa, un columpio y utiles para las plantas. Una vez aquí arriba se coloca el pasamontañas y se oculta tras el columpio. Desde aquí puede ver el salón, vacío, y comprobar que la puerta este abierta. Pero ese no es el caso: está cerrada y con el pestillo echado. Oculto como esta, y sin posibilidad de que nadie le vea, decide esperar y seguir el curso de la situación. Ese rato de espera se le hace interminable, e incluso piensa en abortar la misión y conformarse con los dos esclavos que ya ha elegido, pero no. Quiere hacerlo. Le dan igual los otros dos. Quiere a Eduardo. Aparte de por lo mucho que le pone y lo mucho que le gusta, se trata mas de un tema de orgullo: Eduardo tiene que ser suyo esa misma tarde. Rodrigo pierde la noción del tiempo tumbado en el suelo bajo el columpio, tal vez lleve mas de dos horas, o lo mismo solo quince minutos. Incluso esta empezando a quedarse dormido. De repente la puerta del jardín se abre y Eduardo hace su imponente entrada sin percatarse de su presencia. Tan solo de verle alli de pie la polla de Rodrigo empieza a crecer, a ponerse dura, y el puede notar como incluso saliva. Eduardo viste una camiseta bastante ajustada y unos pantalones cortos. Debe haber llegado ahora mismo del gimnasio. Puede notar su olor a sudor, no muy fuerte tampoco, y eso hace que casi le reviente la polla. Eduardo esta hablando por teléfono, se sienta en el columpio. Rodrigo aguanta la respiración e intenta aplastarse lo mas que puede contra el suelo para no rozar con su cuerpo el columpio ondulante. El tono que mantiene con la otra persona se eleva bastante, y discute acaloradamente con la otra persona. Huele el olor a tabaco, y eso despierta en el las ganas de fumar, y de echarle un buen polvo a Eduardo mientras se fuma un cigarro, uno de sus mayores placeres. Para todo hay tiempo, se consuela a si mismo.
A los cinco minutos Eduardo se despide de la otra persona y entra en la casa. Rodrigo espera un poco y se dirige a la puerta esperando encontrarla abierta. Sin embargo no es así. No le queda otra solución que seguir esperando. Resignado se dirige otra vez al columpio cuando de nuevo se enciende la luz del salón. Tiene que tirarse al suelo deprisa para que no le descubran, y aunque Eduardo parece un poco extrañado no parece percatarse de nada. Se dirige a un pequeño tendedero en el centro de la zona pavimentada del jardín. Rodrigo mira a Eduardo, y ve que esta recogiendo la ropa, sin imaginarse que el esta ya en su territorio. Con sigilo se arrastra de debajo del columpio y se adentra en la casa. Enseguida baja las escaleras que se dirigen al sótano, deseando que no baje hasta allí, aunque la verdad es que una vez ya dentro, no va a poder hacer nada contra el. Allí espera unos minutos, oye como cierra la puerta, y como sube las escaleras. Escucha como abre puertas y armarios, y el sonido del agua de la ducha al empezar a caer. Ya no tiene posibilidad de escapar: Eduardo es suyo.
Mientras se dirige al cuanto de donde sale el ruido se mira en un espejo: vestido entero de negro riguroso. Sube las escaleras sigilosamente y va hacia el dormitorio principal, el que tiene baño, de donde sale el sonido de la ducha. Abre la puerta del cuarto con cautela, y como se imagina no hay nadie allí, pues su futuro esclavo ya ha entrado en la ducha. Analiza con rapidez la escena: la puerta del baño esta en el fondo, enfrente la cama, al lado unas ventanas con cortinas. Justo enfrente de la cama hay una pequeña mesa con una silla. Es lo suficientemente grande como para poder ocultarse bajo ella y le tape la silla. Si, cree que es el mejor sitio, y allí se oculta. Un minuto mas tarde Eduardo sale de la ducha, con una toalla envuelta a la cintura. Cuando se da a vuelta puede verle un tatuaje que le adorna uno de los costados. Se dirige al armario y saca la ropa que se va a poner. No puede imaginarse que no llegara a ponerse ni un calcetín. Cuando se va a sentar en la cama algo llama su atención. Parece que hay alguien oculto bajo su mesa, pero no puede ser. Se levanta para comprobarlo y
HACE UN DIA
Fede y Rodrigo se dirigen al sótano. Según abren la puerta pueden oír ya las quejas y lamentos de tres voces muy diferenciadas: la de Hugo, la de Adrián, y la de Eduardo. Cada uno de ellos esta encadenado, esposado, y vendado, con un arnés y mascaras de cuero. Los tres aparecen completamente depilados y con el pelo casi rapado al cero. Vistos así podrían parecer trillizos. Pero no, cada uno de ellos tiene un carácter distinto, algo que le hace especial y distinto al resto. En este par de días que llevan secuestrados, privados de su libertad, lo han podido comprobar. Mientras unos son más dóciles, otros son mas rebeldes y temperamentales. Lo hay abiertamente gay, otro bisexual o dentro del armario, y un hetero. El sexo es lo de menos: Rodrigo solo busca una situación de esclavitud y sometimiento total. Los tres tienen grandes cuerpos, sin llegar a ser tres musculazos perfectos: hay otros aspectos físicos que le llaman poderosamente la atención. Ni el ni Fede son capaces de decantarse por uno de ellos, así pues han cambiado su táctica: ellos elegirán quedarse o no. En cuanto le plantean la posibilidad de ser libre, Eduardo exige ser puesto en libertad. Cuando Rodrigo se dirige hacia el ya no parece tenerle tanto asco a sus besos, a sus tocamientos, incluso alguna vez acompaña los besos con su lengua: ha de reconocer que cada ve le gustan mas. Sin embargo se dice a si mismo, una y otra vez, que el es hetero, que lo han engañado, que el no quiere eso, y que solo le ponen las tías. Eduardo desconoce que esta a dos minutos de su casa, raptado por su casi vecino, en una casa idéntica a la suya. Y nunca lo sabrá. Fede le fuerza a beber un vaso que contiene un líquido amargo. Al cabo de un minuto cuelga de sus ataduras completamente dormido y ajeno al mundo. Fede le desata y se lo lleva al piso de arriba. Los otros dos, liberados de sus mordazas, empiezan a hablar a la vez, a protestar, pero Rodri les vuelve a amordazar y les deja solos de nuevo. Ya solo quedan dos.
HACE DOS DIAS
la silla de debajo del escritorio sale despedida hacia delante. Una figura vestida de negro se abalanza hacia un sorprendido Eduardo, y que no ha tenido aun tiempo de reaccionar. Rodrigo se abalanza hacia Eduardo, que empieza a gritar. Los dos caen encima de la cama, Rodrigo encima de Eduardo. Con una mano le sujeta la boca, y con la otra intenta atrapar su brazo. Intenta tomar ventaja atrapando con sus rodillas los brazos de su rival, pero el otro es muy fuerte y se resiste. Le ha dado tiempo a sacar del bolsillo trasero de su pantalón un calcetín con el que hace un burruño, y que le mete en la boca. Antes de que pueda expulsarlo le ha dado varias vueltas con la cinta americana, con lo que solo es capaz de emitir ya sonidos incoherentes y sin ningún tipo de intensidad. Eduardo trata de resistirse, mueve los brazos y las piernas con frenesí, pero ahora que esta amordazado Rodri lo tiene mucho más fácil. Ahora si puede sujetarle los brazos con sus piernas. Rodri observa el cuerpo desnudo del chico: aún esta mojado, se le ha caído la toalla y tiene unos abdominales que le dan ganas de lamerlos y morderlos. Rodri da la vuelta al cuerpo casi inerte, y sacando la cuerda le inmoviliza por completo.
En ese momento manda un sms con solo dos palabras (Ven ya) Hasta que su otro esclavo venga le mira, ve sus ojos de miedo, casi con lagrimas, y sin poder ni querer resistirlo, empieza a masturbarle y a chupársela como nunca ninguna tía lo ha hecho en su vida. Aunque quiera impedirlo no puede evitar correrse con gran intensidad.
Al rato llaman a la puerta. Rodrigo transporta escaleras abajo a su presa, y abre la puerta a Fede que, vestido en un mono blanco empuja un carro semejante a los que utilizan en los gimnasios para transportar las toallas, pero mas grande. Ahí depositan al bulto casi inmóvil, pero refunfuñante, y lo tapan con toallas, para no dejar ningún resquicio ni posibilidad alguna de que lo descubran. Así es como Fede lo transporta a la furgoneta, que minutos mas tarde también ocupa Rodrigo. Deciden dar una vuelta con el coche para que su victima no descubra lo cerca que están de su casa, y así es como casi una hora mas tarde, Edu es bajado a la mazmorra, donde se le ata y se le da el mismo tratamiento que a los otros dos.
HACE UN DIA
Fede se ha ido a llevar a su casa a Eduardo de la misma forma que lo raptaron; metido en el carro, pero esta vez profundamente dormido.
Rodrigo vuelve a bajar donde están los dos restantes y les comunica que son libres para irse, que ha decidido que no quiere a nadie mas con el, que ya tiene bastante con un esclavo. Empieza a soltarles, a desatarles, a quitar a uno y a otro las mordazas y vendas. Sin embargo puede vislumbrar dos actitudes bien distintas: la de alivio por parte de uno, y la tristeza por parte del otro, que casi parece se va a poner a llorar cuando le retiran el arnés de cuero.
Adrián esta decidido a irse, y piensa denunciar al mierda este que le retenido estos días sin su consentimiento. No es que no se lo haya pasado bien, pero su hombría no le permitiría reconocerlo. - Creo que deberías saber algo, Adrián. No tienes pruebas contra mí, es como si nunca hubieras estado aquí, como si nadie te hubiera abierto la puerta. Aquí dentro no hay ninguna huella tuya, ni rastro alguno de tu presencia. Tan pronto salgas de esta casa, nunca te habré visto, no habré hablado nunca contigo. Tu viniste a mi casa, llamaste, nadie te abrió la puerta, y te marchaste.
Adrián empieza a darse cuenta de la triste realidad: no puede hacer nada contra su captor. Antes de darse cuenta, su secuestrador le ha introducido en la boca un par de pastillas y un chorro de agua de una botella. Tapándole la boca y la nariz le obliga a tragar. El chico no es consciente de cuando es transportado a un cuarto donde es lavado a conciencia, y vestido pulcramente, tanto como cuando llego. Unos minutos mas tarde es transportado a su coche, al asiento del piloto, y allí dormido permanece una hora o así. Cuando despierta y se espabila, no es capa de ordenar sus pensamientos, y aguardando a estar despierto del todo, arranca el coche decidiendo no contar nada de esto a nadie.
Mientras tanto, en el interior de la casa, Hugo espera sentado a que llegue Rodrigo. Rodrigo sabía de antemano que Hugo no se movería de allí, y por eso se ha arriesgado a soltarle del todo y dejarle solo. Cuando entra por la puerta el chico empieza a decirle de nuevo que no se quiere ir, que quiere ser su esclavo, y someterse a sus ordenes. Rodrigo había notado esas ansias de esclavitud desde el principio, y había notado como habían ido incrementando poco a poco, minuto a minuto, hora a hora, hasta ese momento. Rodrigo le pide que se levante y se acerque. Saca de un bolsillo lo que parece una fina tira de cuero con un candado que coloca en el cuello de su nuevo chico. Cuando Hugo se va a arrodillar delante suyo, sabe que ha encontrado una joya, un esclavo perfecto, y decide no dejar que se arrodille. Le agarra fuerte y le besa con fuerza y pasión, notando su paquete contra el suyo. Antes de chuparle la oreja le susurra
- Eres mío. Me perteneces.
EN ESTOS MOMENTOS
Unos minutos mas tarde oye ruidos muy cerca suyo. Una voz ahogada de hombre protesta. Sonidos de cadenas.
Escucha una voz que reconoce al instante y enseguida recuerda y comprende todo:
- Mis dos putitas parece que por fin se despiertan.
HACE UN DIA
El móvil de Rodrigo suena. Un sms recibido Es un mensaje multimedia Recuerda una de las últimas veces que recibió uno y no puede evitar tener un mal presentimiento. En la foto observa como Fede yace dormido y atado. En la pantalla sólo dos palabras:
- He vuelto