Sin elección
La jefa decide lo que desea ver y como han de ir los empleados. Doble penetración, latigazos...
El día de cobro ya ha llegado. Los trabajadores saben que al salir serán más ricos de lo que eran al entrar o eso esperan.
Hacia un almacén que parece cerrado se acercan Javier y Alberto.
–Hoy cobramos –comenta Alberto mientras con sus ojos negros observa una puerta.
–Nunca he visto esta calle con gente –añade Javier–, nunca he salido a verlo, no disponía de tiempo.
–¡Ah! Mi pequeñín –Alberto le pasa la mano por el pelo corto y castaño que tiene–, qué curioso es.
–Solo eres 5 centímetros más alto que yo y soy un mes y algo más viejo, no me des lecciones.
–El serio del portero nos abrirá la puerta, no logro entender el motivo de que los chicos tengamos que ir por detrás.
–Fácil, tu melenita corta y negra con tus ojos azabaches no es tan mono como la talla 110 de Nuri o la 105 de Cris.
–Pues tus ojos marrones no puedo –cruzan la puerta del local– compararlos con la que hiciste gritar.
–¿90 o 95? Tú a mí me hiciste chillar –recuerda Javier.
–95 y sin operar, la gran mayoría de ellas han pasado por quirófano. Cuando se les retuercen los pezones, se nota. Llegar a la sala por aquí es deprimente.
–Es la pega, pero masturbarte entre sus pechos y acabar corriéndote en su cara, no tiene precio.
–¿Te has imaginado con unas pinzas los pechos de María? –Javier responde afirmando con la cabeza–. Se me entregó, recuerdas. ¿Hoy me ayudas a hacerla sufrir?
–Será un placer, en algunos momentos pienso que lo desea. En este pasillo hay las camas, las tendría que probar antes que me despidieran.
–Haces bien en tener ese temor, ya que hay muchos tíos cachas y salidos, eres fácil de sustituir.
–Con tus palabras me acaba de bajar el ego.
–Eso es muy difícil –reflexiona Alberto–. Lo tienes muy subido, aún no entiendo cómo cabe más gente en la sala.
Han llegado a la sala principal y observan los cambios. Pantallas en los laterales, columnas de espejo, la luz bien encendida. La mujer del jefe se les acercó. Va con un vestido rojo sin tiras y un escote que deja ver casi sus aureolas. En el suelo de espejo se ve a la perfección su coño limpio de pelo y una cuerda blanca en su vagina.
–Chicos –comenta chasqueando los dedos–, estoy aquí arriba. Mi nombre es Circe y hoy me encargo yo del local ya que Pablo no ha podido venir, lo he dejado atado en la cama. La cuerda es de un huevo vibrador que tengo conectado, el mando está en mi despacho.
–¿Quiere que lo vaya a buscar?
–No es necesario Javier, estoy disfrutando. ¿Os habéis fijado cómo se reflejan sus ojos marrones en el suelo?
–Amigo –comenta Alberto al mismo tiempo que le da una palmada en el culo–. Mírala a la cara, te acaba de decir salido.
–Quiero ver vuestros abdominales, dadme las camisetas –los dos se dan prisa en sacársela y enseñan su moreno a Circe–. Imaginad como me coloco de cuclillas delante vuestro y vosotros observáis mi canalillo, la erección va creciendo. Los pantalones también os molestan –los pantalones de Javier y de Alberto a cada momento están más tensos–. Al, cariño podrías bajarme la cremallera del vestido, os quiero dejar ver mi cuerpo –Alberto va hacia la parte posterior de ella y le empieza a acariciar la espalda.
–¡Hola! –saluda María que acaba de llegar y hace que Alberto pare y la mire.
Se puede ver como María lleva un vestido blanco de tiras anchas y un escote que le llega casi al ombligo. Javier le acerca la mano y la hace girar como a una bailarina, con los giros la falda se le levanta y deja ver un coño sin pelos y bien cerrado. La melena con más mechas rubias le vuela y es difícil distinguir sus ojos azules.
–¿Zapatos nuevos? –le pregunta Javier–. Solo estás un poco más bajita que yo, ¿no tienes vértigo viendo el mundo desde esta prespectiva?
–SÍ, no tienes sentido del humor. Todo y ser altos y de aguja son muy cómodos, al ser rojos van a conjunto de mis uñas y mis labios.
–Si te son tan cómodos los llevas esta noche –comenta Circe con un tono que no había mostrado con los chicos–. He modificado el vestuario, la regla de no sexo la he eliminado. Hoy no hay uniforme. Hoy decido yo quien puede decir NO y tú 12 no puedes. Después de tantos días que os daban las opciones ya me he cansado.
–Llevo unos días tomando el Sol en bolas –explica Alberto– para esta noche, quiero que vean mi pene moreno.
Los tres se dirigen a los vestuarios, en lugar de las dos puertas hay una sola, son mixtos. Cuando entran observan un espacio blanco, taquillas y bancos claros. Hay varias cámaras que proyectan las imágenes en unos televisores de la pared.
–12 ven –ordena Javier, cuando la tiene cerca le quita el vestido y la soba delante la cámara, saliendo la imagen en uno de los televisores.
–¡Para! –Chilla María–. Él no quiere y tiene permiso para negarse.
–No pares Javi, tengo una idea, hace días que la deseo, su cara virginal es mi punto débil.
Alberto se quita los pantalones y se observa un miembro largo y recio erecto. Acerca un sofá a la cámara y él se sienta acariciándosela con calma.
–Preciosa 12 ¿deseas metértela por ese coño rasurado a la perfección que me estás enseñando? Ya respondo yo por ti, sí –María se acerca a Alberto, le parece que es mayor que la última vez. Se pone encima de él con una pierna a cada lado y se introduce la punta del glande.
–Iré poco a poco, no me siento suficiente dilatada, me gusta que me exciten antes de perforarme. Gracias por tocarme, lo necesitaba.
–A mí eso no me importa, te he ordenado una cosa y la quiero rápido. Yo intenté complacerte y tú...
Alberto le estira un pezón haciendo que grite. Javier ve la situación mientras recorre su largo pene.
–Opción A –explica Alberto a Javier, con una sonrisa del primero en los labios–. La haces bajar de golpe, le haces un chupetón en el culo o se lo muerdes, lo que salga, y la penetras sin miramientos, seguro que le gusta –Javier sonríe–. Opción B. Le haces un chupetón en el culo, la masturbas para poder bajarla y anal a tu elección.
–Opción C –salta María asustada–. Me masturbas para que vaya dilatando y me baje poco a poco, sin dolor. Al mismo tiempo que me lames el pompis me vas introduciendo dedos poco a poco por el ano –Javier desde la espalda de María le enseña un dedo a Alberto y este se pone a chupar y morder un pezón mientras el otro lo estira provocando que María jadee–. Al final ¡Aahh!
María ha gritado por el dolor que ha notado al entrarle esa polla de golpe por la vagina, todo y el dolor un orgasmo la invade, al notarlo Alberto le sonríe. Javier tan rápido como puede, muerde con ganas, le da igual dejarle marca o no, quiere que llore, hace días que la tiene pendiente.
–Alberto dile que pare me hace daño.
Con el grito de María han entrado en el vestuario a toda prisa Su y Jorge.
–Han realizado las paces –le comenta Jorge a Su–. Tiene dos agujeros libres –les grita a Javier y Alberto.
–No quiero tu hermosa polla cerca de mi cara. Es a él a quien le gusta chupártela.
–Antes de que te hayas sacado los pantalones ya se la habré metido en el culo.
–Yo no me acerco a esos dos animales. Javier no la tiene tan gruesa como la tuya, pero es muy larga, chuparla entera produce arcadas. La de Alberto es perfecta, larga y recia –comenta mientras se acaricia por encima de los pantalones.
Jorge se coloca detrás de ella y le saca el top por la cabeza, para dejar al aire las dos ubres que masajea, pellizca los pezones y a ella le produce placer, no puede parar de tocarse por encima de la ropa.
–Bájate los "pantalones", si hoy utilizara boxers se verían más largos–Su hace caso–. Al no llevar pelo no logro saber si tu melena es pelirrojo natural o no –la va masturbando desde detrás.
Cuando entra Cris con su melena rubia al viento, con una mini tejana y una camisa blanca que deja ver sus pezones.
–Sí la pones de rodillas –comenta mientras se deja caer la falda dejando su coño pelado a la vista– ¿Me comerá el chocho?
–Rubias de pote, chochote morente. En vuestro caso no se puede saber –añade Jorge mientras le mira el coño que lubrica sin que nadie lo toque–. Hoy la respuesta a todas las preguntas de pedir permiso es sí, lo ha dicho la jefa. Mira ese sandwich. El trozo de queso se queja y no lo escuchan, disfrutan con sus gritos.
Al observarlos se puede ver como Javier ha dejado de chuparle el culo y se distinguen los jadeos de María.
–¿Quieres que pare pequeña? –María niega con la cabeza–. ¿Estás a gusto entre mis brazos? –María levanta el brazo derecho–. Recuerda eres mía. Hace muchos días el jefe dijo que cuando yo te masturbara Javier te podía dar por detrás –Alberto mira a Javier y empieza a tocarle el clítoris–. Tú no te negaste.
–Eso era encima del escenario –intenta decir María entre jadeos–, no en esta estancia.
Los jadeos se intensifican en la garganta de María. A parte nota la punta de Javier en su entrada posterior. Sus manos en sus pechos y que Alberto para de moverse.
–¡Aaah, cabrón! –grita enfadada, parece indignada.
–Cabrones, lo ha pensado él –puntualiza Javier–. Has tenido más de 22 cm de golpe en tu ano. A algunas les hace daño, a ti me da igual lo que te produzca. Alberto te estoy notando.
–Saca un trozo que yo también lo haré y las introducimos de golpe.
–Me haréis daño.
–¿Has oído algo? –pregunta Javier.
–Una zorra que no recuerda que se me entregó, dos veces.
Por la puerta entran a toda prisa Alba, Blanca, Cate, Laura y Maite, la melena carbón de Maite sobresale de las otras, una no rubia. Laura ha solucionado que tiene menos pecho que sus compañeras enseñando más.
–Ha sido un grito de placer –dice Blanca–. Vale más no molestar.
–Javier y Alberto a mi despacho –se oye como la voz sensual de Circe que los llama.
–Que alguien vaya y le diga que estoy ocupado –intenta decir Alberto entre las sacudidas que le da a María.
–No puedo, tengo que correrme –jadea Javier.
–No me quiero correr en su coño, no quiero ver como mi preciosa leche se reparte por el suelo.
–Su boca será mía, me toca luego de esperar tanto –argumenta Javi–. Sus labios aún no han disfrutado nunca de mi miembro, el glande no le ha producido arcadas, ha de ser precioso el verlo.
–¿Voluntarias para chuparla? –Pregunta Alberto mientras hace que Javier salga de María y está de encima de él y nota como Blanca ya desnuda le va pasando la lengua–. Las chicas lo hacen mejor que vosotros –Jorge afirma con la cabeza mientras mira a Javier.
A Alberto lo que le sorprende es no recordar los aros de los pezones. La hace tumbar boca arriba en el suelo, le masajea los dos pechos y luego coloca su pene entre ellos y el glande tocándole los labios.
Mientras tanto Javier ha logrado que María se ponga de rodillas y se la introduce de golpe.
–Alberto, Javier a mi despacho ahora, me da igual que os la estén chupando.
–Suena a bronca –María tiene arcadas porque le mete hasta el fondo–. Me falta poco.
–Me falta poco, 4 ha mejorado desde la última vez, que fue ayer y los aros le quedan fantásticos.
–¡Ahora! –el grito de Circe puede hacer que la Llama del Fuego Eterno deje de ser eterno.
Los dos chicos se separan, tres avisos les han marcado, sobre todo el último. Salen del cambiador con los miembros bien tiesos.
–¿Con quién hacíais el trenecito? –pregunta Aitor mirando las erecciones con sus ojos azules.
–¿Quién estaba en medio? –observa Juan.
–El rubiales y el de ojos marrones quieren que les abran el culo, las preguntas lo demuestran. Aitor quiere ser la locomotora.
–Si te lo hacen con cariño, no fue mi caso, las leyendas dicen que produce placer.
–Tenemos prisa –finaliza Alberto.
–Esos dos de amigos –comenta Juan– son muy peligrosos, tengo ganas de saber a quién se estaban tirando.
–Se dirigen con esa erección al despacho de Pablo. ¿Habrá cambiado de gustos?
Javier y Alberto al llegar a la altura de la puerta ven como es abierta por Nuri que sale sin ropa, con una cola de caballo de color marrón en el culo y pellizcándose los pezones, al ir mirando al suelo no la pueden saludar.
–Habéis sido los primeros en realizar la regla rota –ante las palabras de Circe hacen mala cara al notarse las erecciones–. Vosotros no habéis llegado, la que habéis dejado en el vestuario tampoco, espero –chocan las manos–. Tendré que castigar a 12 porque lleva una marca en el culo. ¿Os gusta el uniforme que llevaba 13?
–Creo que les puede ser incómodo y doloroso para los chupitos.
–Tienes razón Al. Mi marido te etiquetó como el caballero de brillante armadura y blanco corcel –al escuchar a Circe, Javier se pone a reír–. ¿Qué te pasa?
–Le sucede que hoy le partía el culo a 12 y yo en lugar de frenarlo o defenderla, le he perforado el coño. No sé si ya se habrá…
–No, a 12 le he dado mejor que tú a yo.
–La cola de 13, es gafe la pobre, ¿será marrón para todas?
–Cada una la tendrá del color natural de su pelo.
–Veremos cuántas rubias hay –reflexiona Javier en voz alta.
–Jefa tengo una idea –Circe sonrió–, les ponemos un vibrador y los controlan los chicos.
–Solo tengo cinco vibradores de ese tipo, cuatro chicos darán placer y no sabrán a que chica. A 12 le irá un castigo superior, dolor en lugar de placer –al acabar la frase los ojos negros de Alberto adoptan un brillo rojizo–. Javi cariño, ves a buscar a tus compañeros –una vez sale Javier del despacho, Circe toma el pene de Alberto–. Se nota que eres novato, no controlas tus sentimientos –le presiona el pene con mayor dureza–. Yo hago salir los de los demás y los tuyos no se aclaran.
–¡Basta! –un aire caliente rodea a Alberto.
–¿Cómo de doloroso ha sido verla suplicar? Y no actuar.
–No tengo sentimientos hacia María, perdón 12 –Circe sonríe ante el error de Alberto.
–Si tú lo dices, tendré que creerlo.
–¿Qué eres?
–La superior del superior, varias veces de tu jefe –le tira el aliento dejándolo helado–. Mi local es antiincendios, no te dejaría arder. Los diablos no pueden quemarlo –Alberto hace cara de no entender lo que está diciendo–. Niño léete los cómics del Motorista Fantasma y tendrás una idea de lo que puedes hacer si sobrevives, ahora ves a abrir la puerta que tus compañeros van a llamar.
Cuando Alberto se dirige hacia la puerta los otros llaman para entrar, él se queda congelado, se pregunta quién es ella, todo y tener un pequeño presentimiento. Los compañeros entran y se ponen todos alineados delante de Circe.
–Javier preciosidad, si te molestaba la erección habérmelo dicho, ¿Nuri ha podido tragársela toda? Con las de mi marido tenía problemas –ante las palabras de Circe todos miran con cara de sorpresa, ella al verlo mira el ordenador–. He puesto cámaras en todos los rincones, sé todo lo que sucede en MI local –Nuri se extraña al oír esas palabras, piensa que es de Pablo–. Pablo es mi marioneta, ¿por qué crees Nuri que llamaba siempre que se la chupabas? Me gustaba ver tu cara de sorpresa. He decidido cambiar los uniformes, hoy utilizaréis algo, todo y que estáis preciosos así. Aitor guapo, abre ese armario –dentro el armario se observan ocho pugs anales de tamaño pequeño terminados en unas preciosas colas de caballo, la gran mayoría marrones.
–Yo no me pongo eso –comenta Javier–. Con una vez tuve suficiente.
–¿No te gustó? ¿No quieres que repita? Ya no me quieres.
–Las condiciones para la repetición ya las conoces –María se pone blanca y traga saliva con dificultades bajo la mirada de Alberto que le sonríe.
–12 –comenta Circe con autoridad y superioridad–, ponte de rodillas delante de Al –le ordena– y haz que dejemos de ver ese horrible monstruosidad de erección.
–¿Delante suyo jefa? –cuestiona Alberto.
–No me molesta, quiero ver como le produces arcadas. La leche que no se trague le adornará la cara toda la noche. Todos mirad como lo hacen, será divertido.
Alberto se siente mal y nota como su pene ya no está tan duro, mira a María y le observa la cara de miedo, con las lágrimas a punto de caer cuesta distinguir sus ojos azules. Se le aproxima a la oreja.
–Lo siento, María –le dice con una voz casi inaudible y ella sonríe con ternura.
–Tengo ganas de potar, la virgen vuelve a buscar una escena de amor, ¿aún no ha aprendido? Al, cariño tienes 3 segundos para introducirla y dos minutos para correrte. Cada minuto que te pases ella recibirá un latigazo mío y tú serás castigado si tardas menos de 5.
A Alberto le apetecía de otra forma, más lento. Mira a la que tiene delante y ve a 12, no quiere ver a María. Le introduce de golpe el pene en la boca al mismo tiempo que coloca las manos entre la cabellera de ella.
–12 gozarás de que te folle la boca, lo deseas –dice Alberto intentando convencerse.
–Ya eres mío –piensa Circe mientras sonríe.
Le cuesta correrse en ese rato, con los ojos verdes de Circe que lo vigilan y los azules de María que le suplican clemencia. Cada vez que Alberto introduce la polla lo hace hasta el fondo, le provoca arcadas. Al final lo logra y está satisfecho de que María se lo haya tratado todo.
–Dos minutos y un segundo, has tardado demasiado. Al ser uno se lo dará alguien, ya pensaré quien, el lugar en el cual quiero ver su sangre es en medio del escenario.
–Lo que desee mi señora –dice Alberto mientras mira de reojo a María.
–Juan, Aitor y Jorge tomad una cola marrón, Javier negra. 2, 4, 5 y 6 ir a coger una, 5 toma la rubia casi blanca. 10, 11 ,14 i 15 delante. Lo importante es que 14 esté delante de 5 y 5 delante de Javiercito, lo demás me da igual. Que lo pongáis de golpe o poco a poco me trae sin importancia. Id al cambiador con Nuri y divertiros, chicas haced caso a esos cuatro hombres que os acompañan, ellos mandan.
–A gatas –ordena Javier y las chicas le hacen caso.
María y Alberto se quedan en el despacho de Circe. Cada vez que Alberto mira el cuerpo de María se emociona, no entiende como luego de tantos martirios le tiene tantas ganas.
–Vosotros dos estáis rompiendo mis esquemas, quería que fuese un local sin amor, con vicio, que la gente viniera a follar. Bueno el amor que le puede tener una sirvienta a su amo está permitido –tanto Alberto como María hacen caras raras–. Si vuestros compañeros desde el principio os tienen etiquetados como la parejita. Alberto hace lo que le da la gana, 12 lo que quiere Alberto. Pienso que a 12 el trato que has acordado con Javier le gustaba –Alberto traga saliva–. Pues esos favoritismos se han terminado, Al es mío –él se considera libre, le lanza una mirada rojiza–, hará todo lo que le pida y 12 ya iremos pensando, puedes irte. De momento serás la única que va sin complemento –en el despacho se quedan Circe y Alberto rodeados de las paredes de espejos. Circe se quita el vestido y deja al aire unas preciosas tetas de una gran talla, de la forma en que rompen las leyes de Newton, Alberto cree que son operadas–. Humillar a 12 no ha sido tan malo para ti, pues ahora te humillaré a ti para ver si le sienta mal a ella. Como no has sabido cumplir el correrte en el tiempo que yo… No tengo que currarme excusas un “porque lo digo yo” sirve. Dame las manos.
Alberto le pasa las manos y Circe se las ata a unas esposas que han aparecido en el techo, quedando el cuerpo de Alberto estirado y con los brazos levantados. Circe se queda mirando a ese moreno, tiene un cuerpo realmente precioso y casi le sabe mal lo que quiere hacer, desgraciarlo.
–Le quería dar 20 latigazos a tu amada, pero has ido rápido, por lo tanto 5 o 10 para ti. Te los voy a dar y por cada grito le irán 5 a ella. Por cada intento de soltarte o quemarnos 10 para ella. Las manillas son simbólicas, eres mío, es para que los brazos no tapen si el látigo se enrosca en tu torneado cuerpo. Por cierto, todas las clientas que pidan chupito de tequila serán en tu cuerpo. Me sabe mal dejar marcas en tu precioso busto, sin embargo te las mereces. Has de aprender a obedecerme. Uno.
Circe le da el primer latigazo en la espalda, y la punta le llega hasta el pecho.
–Dos –cae en las nalgas, con mayor fuerza, se las deja que un hilito de sangre y llega hasta su pene, que empieza otra vez a erguirse–. Te gusta que te maltraten observo, pensarás en mí cada vez que te sientes. Cuatro –en medio de la espalda, sin sangre, pero aparece una marca roja en la piel–. Espera un momento, el último será genial, lo recordarás durante muchos años o mientras estés en ese cuerpo. Cinco –Alberto nota como el látigo se clava en sus glúteos y le recorre la piel hasta darle a su pene–. Estás precioso, puede que te duela al ponerse erguido. Acabo de tener una idea. Me ha quedado un plug con cola de gato negra, si te fijas es de buen tamaño, sé que lo disfrutarás –le afloja las cadenas de las manos–. Inclínate, si gritas le pondré a ella uno mayor y en medio de la sala.
–Me da igual lo que le hagas a 12, si no has escuchado los gritos ha sido por mí orgullo, para no darte placer, delante de ti no quiero mostrar debilidades.
El coño de Circe se está paseando por delante de él, tenía ganas de lamerlo, de morderlo, de follarsela, sabía que solo lo podía realizar si ella quería, ella manda y no lo ha pedido. Lo pone a noventa grados y se va hacia su espalda. Le escupe en el ojete.
–No grites, yo disfrutaré –de un solo golpe le introdujo todo el plug, dejando la negra cola de gato colgando y lo desata–. Ve al vestuario y dile a tus amigos que dejen de mirarse al espejo y que el turno está a punto de empezar.
El camino se le hace eterno, puede pensar en lo que anhela Circe. Se da cuenta que las medidas que ha tomado son de cabreo, no controla sus sentimientos. Llega a la puerta del vestuario y se la pone a arañar.
¿Cómo se cerrarán las puertas del infierno?
Mis anteriores historias han sido un desastre, no se han leído casi. ¿Subo la continuación? o ¿dejo de escribir?