Sin control último
Final de la historia
- ¿Me estás escuchando? ¡Despierta¡ - la voz de mi madre me sacó de mi ensoñación, estaba desayunando, sentado en uno de los altos taburetes de la cocina con mi Cola Cao echando vaho rememoraba lo que me había sucedido ayer.
- Si mama, estoy despierto, estoy en ello vaya.
Se me habían pegado las sábanas, eran casi las doce de la mañana y mi madre con su bikini me hablaba desde el jardín. Ayer tardé mucho en dormirme. Hay algo en todo esto que está pasando que no tiene sentido, ¿qué relación hay entre Adela y Sandra? ¿qué ha pasado para que de repente dos MILFS quieran tener sexo conmigo? No hago más que darle vueltas, pero no obtengo respuestas.
Arrastrando los pies salí al jardín y tomando el bote de crema de las manos de mi madre procedí a extender el pringoso contenido en su espalda, a diferencia de la vez anterior, lo hice una forma casi distraída y nada sexual.
- ¿Te encuentras mal? Te noto más atontado que de costumbre – las puyas de mi madre me sacaron del momento empanada.
- Sí, es solo que ayer me costó dormirme. Estuvo bien conocer a Sandra – le dije a mi madre intentando obtener algo de luz sobre todo esto.
- Sandra es muy buena amiga, nos conocemos desde que ella era una niña.
- No parece mucho más joven que tú.
- Te agradezco el cumplido, pero diez años de diferencia son muchos años. Yo fui su niñera, ¡qué tiempos aquellos!
- ¡Qué bueno! Y ¿cómo es que no la he conocido hasta ahora?
- Vive fuera.
- No lo entiendo, apenas si estuviste con ella.
- Estuvimos hablando de nuestras cosas.
- Mama, ¿qué está pasando? ¿Sabes qué pasó ayer verdad?
- Ahora no, quiero tomar un rato el sol. Luego hablamos.
Y así me dejó con las preguntas y más dudas, sabía que por mucho que insistiera no iba a conseguir respuestas.
Alrededor de las nueve de la noche mi madre se asomó a mi cuarto.
- ¿Cenamos? Me muero de hambre.
- Vale, ¿una pizza?
- Nooo, ya vale de guarrerías. Tengo pescado que compré ayer.
- ¿Pescado?
- Sí, deja de rezongar y ayúdame a prepararlo.
- Vale, pero luego me voy a vengar con el helado.
Estábamos recogiendo la mesa y metiendo los cacharros en el lavavajillas cuando mi madre comenzó con la charla que teníamos pendiente.
- Te voy a contar una historia acerca de tu pregunta, pero no quiero que pongas caras, ni que juzgues, ni tan siquiera que opines. Escucha todo, lo asimilas y luego me haces todas las preguntas que quieras.
- Vale.
- Primero terminemos aquí.
Una vez sentados en el sofá…
- No llegaste a conocer a tu abuela – empezó a relatar mi madre –
- Pero… -me refiero a mi madre, no empieces a preguntar otra vez por tu padre- me interrumpió mi madre.
- Mi madre era una persona adelantada a su tiempo, tenía una mentalidad abierta y generosa con los demás y no dejaba que le afectaran los comentarios o las actitudes de otros con respecto a sus ideas o a su forma de entender la vida. Por eso se marchó de aquí para poder vivir conforme a sus ideas y creencias, o ausencia de ellas, mejor dicho. A mí me educó aplicando los mismos principios en los que ella creía y se aseguró que tanto en el colegio como en los estudios secundarios se siguieran también.
- Pero –interrumpí a mi madre- entonces si te impuso su criterio no veo la mentalidad abierta.
- No lo has entendido, también me permitió tener una mentalidad abierta para que pudiera elegir mi camino, ella nunca criticó ni puso trabas a mis elecciones, en eso consistían precisamente sus principios.
Cuando tenía los mismos años que tienes tu ahora volvimos con la esperanza de poder seguir viviendo bajo esos mismos principios y en mayor o menor medida lo hemos conseguido.
Te cuento esto para que entiendas un poco el contexto de la historia que te voy a contar.
Con veinticinco años me enamoré de una persona cuya situación familiar era un tanto compleja, estaba casada y tenía una niña de quince años. Esta persona me correspondió, se separó de su pareja y nos fuimos con la niña a vivir juntos. Tres años después me quedé embarazada, la expareja de Arancha, cuando supo que estaba embarazada la asesinó y luego se suicidó cobardemente y a mí me dejó sin mi mejor amiga y sin el amor de mi vida. Sandra, que era su hija se quedó conmigo, imagínate, sin padre y sin madre tras un episidio de violencia de ese tipo, por lo que además de ser tu niñera es también tu "hermana".
Supongo que tendrás muchas preguntas, pero preferiría que no las hicieras ahora, piensa un poco en todo esto y luego hablamos.
Atónito, me había acostado con mi hermanastra, y aún no me había aclarado si sabía o no lo que había sucedido.
Esa tarde me fui con los amigos, no quería seguir dándole vueltas, además tenía una congoja en el corazón que me empujaba las lágrimas en cuanto pensaba en ello. Me habían arrebatado parte de mi futuro, me imaginaba una vida con mis dos madres y mi hermanastra y se me hacía un nudo en la garganta.
Cuando llegué a casa enseguida vi que mi madre había estado llorando, tenía los ojos rojos y había pañuelos usados en la mesa.
- ¿Estás bien mama, quieres hablar de ello?
- Supongo que aún faltan cosas por explicar.
- No, bueno si, pero no hace falta que sea ahora, no hoy.
Le conté lo que sentía por dentro y lloramos juntos, me enseño fotos de la que hubiera sido mi segunda madre y volvimos a llorar, finalmente mi madre dijo:
- Esto no es sano, hay que dejarlo ya. Vamos a preparar la cena.
- Vale.
Nos sentamos en el sofá para ver algo de televisión y terminamos viendo reposiciones de series hasta que nos fuimos a la cama.
Eran las cuatro de la mañana cuando me desperté con una sensación que no me era del todo desconocida, tenía el nabo como granito y las palpitaciones golpeaban el abdomen. Lo que identifiqué como una lengua recorría desde el frenillo hasta el meato, luego lo introdujo en la boca, pero sin cerrar los labios en torno al cipote por lo que la saliva escurría hasta los huevos.
Pasados unos minutos soltaron la presa y noté que se ponían a horcajadas sobre mi e inmediatamente introducían mi pene en una gruta húmeda y viscosa. Levanté las manos para acariciar las tetas, pero me encontré con unas paletillas, estaba sentada de espaldas a mí y me tuve que conformar con agarrar los cachetes del culo que se me ofrecía.
Unas manos agarraron mis pantorrillas y empujando, forzaron para que juntase las piernas dejando los huevos por fuera de la unión de los muslos, ella estaba inclinada hacia adelante y sé que era ella porque pude acariciar el agujero de su ano mientras le sobaba las nalgas.
No aguanté mucho las embestidas, se autopenetraba cada vez con más fuerza subiendo y bajando, pero sin sacarse del todo la polla del chocho que rezumaba espuma que se iba acumulando entorno a mis huevos. Con una de las manos que tenía apoyada en el muslo empezó a sobarme las bolas esparciendo el flujo llegando incluso hasta mi ano, fue esta última caricia la que provocó mi corrida.
Rebuznaba como uno asno mientras daba culadas como si quisiera sacársela por la boca cuando la puerta de mi habitación se abrió y encendieron la luz.
- ¿Qué narices haces con mi hijo? – preguntó mi madre.
¿Cómo, qué haces con mi madre? Pero si yo estaba follando con ella, estaba totalmente descolocado.
- Yo, puedo explicarlo, no es lo que parece.
- No hay nada que explicar, lo que parece es lo que es, zorra te has tirado a mi hijo y en mi propia casa.
- Bueno es lo que querías que hiciera ¿no? Tú misma dijiste que querías que le enseñase pues es lo que estoy haciendo.
- De qué coño va todo esto? –dije interrumpiendo la bronca.
- Tú no te metas y ni se te ocurra meter baza – me cortó mi madre - y tú vete a limpiarte la leche de mi hijo y baja a la cocina.
- Pero… -intenté volver a la carga.
- Cállate¡ No quiero oír ni una palabra más, duérmete ahora que ya has vaciado tus asquerosas pelotas en el cocho de esta zorra – y apagando la luz salió de la habitación.
Pensé que con todo esto no iba a ser capaz de dormirme, pero como bien dijo mi madre, una vez que las pelotas estuvieron vacías no hubo nada que me impidiera dormirme.
- Despierta, tenemos que hablar – y abrí los ojos somnolientos, sobresaltado me encontré con mi madre en camisón, sentada en mi cama.
- Pues yo creo que no hay nada que decir, para mí ha quedado todo aclarado, me insististe en que tuviera cuidado y lo tuve, lo que no me imaginé es que pagarías a una puta para que follase conmigo.
- En primer lugar, como vueltas a soltar otra palabrota delante de mí la siguiente paga que vas a recibir será del estado por minusvalía – estaba claro que no podía chulear a mi madre, me bajó los humos de un guantazo dialéctico en cuanto intenté ponerla en su sitio y eso que el ofendido era yo, bueno más bien el jodido.
- Lo que pasó ayer no debía haber sucedido, es verdad que yo le pedí a Adela que te enseñase, sobre todo que te ayudase a liberarte… - parecía que le costaba continuar- mira, hemos estado tonteando durante las últimas semanas, incluso hemos ido más lejos de lo que deberíamos. Eso no podía continuar y por eso lo hice.
- Ya y como la fusta y el temita sado no funcionó conmigo como con Carlos me mandaste a Sandra.
- Eres tonto del culo, el juego con Carlos fue consentido, lo hice por lo que lo hice y no te puedo explicar nada más ya que no es a mí a quien corresponde hablar de lo que Carlos hace o deja de hacer, es su vida y el cómo la viva no es asunto tuyo, lamento que lo vieras y sobre todo lamento que te viera él y se lo contase a su madre, lo que la llevó a intentar contigo la idiotez que intentó.
- Ya pues fue bastante divertido, al menos cuando dejó de llorar.
- No seas tan presumido Enano, Carlos y su madre son almas gemelas, pero te voy a decir una cosa, si alguien te dice que no es que no, no vuelvas a forzar a nadie.
- Pero le gustó…
- Eso no lo supiste hasta que terminaste, perfectamente podría haberte denunciado por violación- esto último me dejó hecho polvo, yo no soy así y no quería serlo.
- No me había dado cuenta. Pero me estás cambiando de tema…
- No, no he cambiado de tema voy a cerrar todos los temas hoy y ahora, pero esto teníamos que zanjarlo también. A Sandra no la envíe yo, vino a vernos, se está separando de su marido y quería hablar conmigo, lo que hayáis hecho ha sido cosa vuestra y no me meto, si hiciste que pasara un buen rato, la trataste con respeto y cariño te lo agradecerá ya que es muy buena persona.
- Y ¿qué pasa contigo y conmigo? Yo te quiero mama, pero no como un niño que necesita a su madre, te quiero por dentro… no sé explicarlo.
- Y yo te quiero más que a nada ni a nadie, dice una canción “dos besos llevo en el alma, Llorona, el último de mi madre y el primero que te di” – y empezó a llorar, silenciosamente, las lágrimas rodaban por sus mejillas mojando el satén de su camisón.
Le cogí la cara con mis manos y besé sus labios, suavemente, un ligero roce y girando su cabeza la apoyé en mi hombro. Poco a poco se fue calmando, pero mantuvimos el abrazo… y como no podía ser de otra forma el roce de sus grandes tetas contra mi pecho provocó que mi cipote se encabritara asomándo la cabeza por fuera de la sábana que cubría mi desnudez.
Con mi madre aún apoyada en mi hombre le acaricié la espalda comprobando que no llevaba sujetador, me recliné sobre el cabecero de la cama arrastrando a mi madre conmigo que quedó con la cabeza apoyada en mi pecho y sus tetas al alcance de mi mano. Empecé a acariciarle los pezones por encima de la tela, no tardé en notar los efectos que esto causaba ya que se erizaron haciendo que resaltarán sobre el brillo de la tela.
Mi madre se dejaba hacer así que seguí, con la otra mano que tenía en su espalda fui levantando el camisón lentamente, poco a poco me fui deslizando hacia abajo. Empujé las sábanas con los pies dejando al aire mi nabo enhiesto y mis pelotas llenas, paso a paso mientras acariciaba el único pezón que tenía al alcance fuimos encajando nuestros cuerpos hasta que nuestras bocas se unieron, primero con suaves besos que se fueron haciendo más profundos a medida que la calentura se iba apoderando de la situación.
Fue ella misma la que se sacó el camisón por la cabeza quedando en pelotas sobre mí, restregaba su peludo coño en mi polla, como había quedado encajado entre sus piernas al ir bajando, tras uno de los restregones mi nabo hizo palanca con su vulva y salió a la superficie. Me estaba masturbando con sus labios mayores mientras me penetraba la boca con su lengua que enroscaba en la mía en un combate húmedo y caliente.
Me tenía sujeta la cabeza con una de sus manos, pero no con fuerza más bien como sirviéndome de apoyo, noté que apoyando la palma de la otra mano a lo largo de mi polla presionaba contra su raja lo que ayudaba con la paja que se estaba haciendo con ella. No tardó en correrse, una pequeña descarga eléctrica que sacudió su cuerpo y que la obligó a quedarse quieta una vez que hubo finalizado.
Solo necesito unos segundos para dirigir la punta de mi cipote dentro de su conejo, se sentó sobre él haciendo que penetrase hasta las mismas entrañas. Me miró a los ojos y me dijo:
- Ahora folla a tu madre, mueve ese rabo que tienes que se vea en que he gastado mi dinero.
Empezamos a reírnos ambos, pero no solté mi presa, ni me hubiera dejado ella.
- Mama tienes el mejor coño que he follado en mi vida – la dije.
- Por supuesto, de él saliste tú.
Y seguimos follando durante un buen rato hasta que irremediablemente me corrí, rebuznando y gritando como un poseso o como alguien que por fin follaba por amor.