Sin control
La maldita bebida
Eran casi las cuatro de la madrugada cuando me desperté al notar que alguien estaba tocándome. En ese estado de duermevela cuando uno se despierta noté que me estaban acariciando, con los párpados todavía pegados vislumbré un bulto bajo las sábanas y como algo muy cálido envolvía mi pene desde la punta hasta la base.
Estaba totalmente erecto bajo los efectos de la mamada que sin lugar a dudas era lo que me estaban haciendo, no sé el resto de los hombres del mundo pero lo que es yo ni me quejé ni me moví, simplemente me dejé hacer, ya llegarían más tarde las explicaciones, si es que las había.
La persona que estaba haciéndome tan fantástico trabajo, y digo persona porque no sé si era varón o hembra, restregaba la lengua sobre la punta del prepucio haciendo pequeños círculos allí donde se une al tallo mientras que con una mano subía y bajaba la piel del cipote muy despacio movimientos bruscos. Pasados unos minutos mi culo empezó a subir y bajar por propia iniciativa.
Era la primera vez que me hacían algo así y supongo que mi cuerpo supo hacer por instinto lo que no había podido aprender por experiencia. Notaba como la saliva corría por mi nabo y se acumulaba en las ingles. Una vez que empecé a culear la mano se quedó quieta acariando la polla según el vaiven que yo le estaba imprimiendo y la boca se adaptó al movimiento permitiendo una suave penetración que frenaba con su lengua sobre el capullo.
No aguanté mucho, o eso me pareció, la sensación fue tan placentera que arqueé la espalda provocando una penetración algo más profunda mientras descargaba chorro tras chorro en la boca de mi laborioso benefactor.
Cuando los estertores del orgasmo se calmaron volví a abrir los ojos pero me econtré con que estaba solo en mi cama... recordaba todo con tanta nitidez que me pareció imposible que fuera un sueño. Retiré violentamente las sábanas y no encontré muestras de mi corrida en ellas, sin embargo mi pene estaba perdiendo la erección rápidamente lo que sin dudas significaba que la corrida había existido. Encendí la lámpara y vi que de la punta del glande aún salía una gota de esperma y que tanto mi cipote como mis huevos estaban empapados de lo que seguro era saliva.
Como casi todos los veranos los pasamos en el chalet de la finca no suelo madrugar mucho, tengo todo el tiempo del mundo para disfrutar de la piscina, irme con los amigos con la bici o jugar algún partidillo, incluso ir a ver a las chicas a la ribera del río y espiarlas mientras se bañan o toman el sol de media tarde. La mañana siguiente no fue distinta, me levanté sobre las diez y media y en la cocina me encontré con mi madre que enseguida me preparó el desayuno.
Tenía ojeras y parecía cansada, pero cuando le pregunté me dijo que había salido con los vecinos del otro chalet y que había llegado algo tarde, por eso me pidió que no hiciera ruido que iba a intentar dormir algo en la tumbona.
Me subí con el Cola Cao a mi habítación para conectarme y chatear un rato antes de bajar a darme un baño, así también le daba un ratillo a mi madre para que descansase que si no luego no hay quien la aguante. Mientras chateaba con los colegas empecé a rumiar sobre lo que había pasado la noche anterior, yo no tenía ninguna experiencia sexual, tenía quince años y la vez más cerca que había estado de una chica era cuando tenía que hacer algún ejercicio de educación física con alguna de mis compañeras de clase, de hecho casi no tenía ni acceso al porno como mis compañeros de clase, mi madre es informática y tiene un control de la leche de lo que veo y me tiene cortado todo.
Eran las doce cuando bajé a la piscina, sin hacer ruido me asomé desde la puerta de la cocina para ver si mi madre seguía dormida y no molestarla, estaba en la tumbona tamaño familiar como si hubiera caido desde un décimo piso, espanzurrada cuan larga era, cada brazo por un lado, las piernas una medio doblada y la otra estirada, un espectáculo, además roncaba como un oso en hibernación.
Con esa postura no es de extrañar que el biquini se le hubiera movido y tuviera una de las tetas fuera completamente. Era una aunténtica dominga, tan grande que seguro no podría abarcar con ambas manos, pero daba la sensación de ser blandita ya que temblaba con cada ronquido como un flan en las manos de un equilibrista, tenía la areola grande y rosada y sobresalía de la teta como un pequeño otero sobre el que se erigía el pezón también rosa tirando a rojizo, aunque esto se debía más al sol que a su color por lo que pude apreciar.
Me acerqué son todo el sigilo que pude y rocíe una capa de protector tanto en la teta que estaba al aire como al resto del cuerpo y me volví a subir a mi habitación.
Sobre las dos y media bajé para ver como evolucionaba la muerta y me la encontré entrando en la cocina con cara de haberse despertado en esos momentos. Me dió un sonoro beso y las gracias por haberla hechado el protector y me dijo que fuera poniendo la mesa mientras ella se daba una ducha que estaba muerta de hambre.
Comimos de régimen, ensalda y filete mientras bromeabamos sobre la pose y los ronquidos. Me explicó que anoche llegó un poco cargada, que el sinvergueza del vecino les había hecho beber a ella y a su mujer como posesas pero que ya estaba recuperada del todo.
Recogimos los cacharros y nos fuimos a darnos un baño en la piscina donde me dediqué a tirarme de todas las formas posibles, salpicando y haciendo reir a mi madre que no sabía si reñirme para que tuviera cuidado o partirse con las tonterías que estaba haciendo.
Salimos del agua y nos tumbamos juntos en la tumbona suya ocupando una sola toalla para los dos y sin más se quitó la parte de arriba del biquini y se hecho crema protectora yo estaba un poco cortado, nunca había hecho eso antes y trataba de disimular no mirándola directamente pero creo que no lo conseguí.
Bueno ya las has visto esta mañana, no sé que miras tanto. - me dijo.
Perdona, es que me ha sorprendido un poco, no quería ser un mirón.
Dame crema por la espalda ya que están tan pendiente, anda - y dándome el tubo de crema se dió la vuelta para que la huntara. En esa postura, boca abajo le podía ver parte de las tetas que la sobresalían y empecé a empalmarme, en cuanto posé las manos en la espalda para esparcir la crema se me puso la polla como una barra de hierro, para colmo mi madre se recogió la braga del bañador remetiendola en la raja del culo dejando a mi vista los cachetes blancos por la diferencia del moreno de las piernas. Mi cipote empujaba mi estómago como no lo había hecho en la vida.
Dame también en las piernas que no quiero quemarme.
Bajando de la tumbona me puse a sus pies y fui esparciendo la crema desde los pies hasta los muslos, intentaba hacerlo con suavidad y sobre todo muy, muy despacito, no quería acabar. Seguí subiendo y al llegar a los muslos ella separó las piernas dejándome entrever que también quería que la untase entre los muslos y así hice. Me mantuve todo lo lejos del chocho y de los mofletes del culo que pude.
Me estaba incorporando para irme a mi toalla con mi mástil erecto cuando me dijo:
- Dame también en el trasero tonto, no ves que blanco lo tengo, como me de un ratillo no voy a poder sentarme en unos días.
Y allí estaba yo, con la boca reseca que no podía decir ni pío sobando el culo a mi madre a dos manos, me corrí sin tocarme antes de terminar pringando el bañador completamente de lefa. Cuando mi madre oyó los suspiros que intentaba controlar giró el cuello y me dijo:
- Dejalo anda, ni que te hubiera pedido el mayor de los favores, solo es un poco de crema.
Esa tarde me fui con los amigos a dar una vuelta y por la noche cenamos y vimos un poco de tele juntos en el sofá antes de irme a la cama.
Estaba en mi habitación chateando y viendo los videos chorras que me habían enviado cuando me pareció oir una conversación en la parte de abajo, era raro ya que solo estabamos mi madre y yo, pero podría ser la tele, aunque me sonaba como más cerca.
Serían las doce más o menos cuando apagando el móvil, era la hora fijada por mi madre, me fuí al baño al último pis antes de acostarme. Se oían perfectamente los susurros de una conversación en el salón. Bajé las escaleras para ver quién había venido y eran nuestros vecinos que estaban de charleta con mi madre. Se podían ver unas copas y unos aperitivos sobre la mesa del comedor.
Nada más verme mi madre se disculpó por si me habían despertado pero les dije que no, que me iba ya a la cama y venía a despedirme.
- Otra vez ese sueño, qué gozada, esto es el paraiso... - y con ese pensamiento y la misma sensación en mi cipote me desperté de nuevo.
La lengua alrededor de mi prepucio, una mano masturbándome lentamente y como novedad otra acariándome las pelotas. Esta vez me contuve para no culear, aguanté el masaje durante un largo rato, disfrutandolo de una manera increible, notaba como la mano que me acariciaba los testículos bajaba por mi perineo hasta el ano rozándolo apenas con la punta de un dedo y volviendo a subir.
Llegó un momento en que no pude resistirme más e introduciendo las manos por debajo de las sábanas empecé a acariar la cabeza de mi oscuro amante, tenía melena, lo cual descartaba casi con toda seguridad a todos los tíos, la verdad es que con el calentón y lo bien que lo hacía me hubiera dado igual. El culeo llegó inevitablemente y ella se adaptó igual que lo hizo la anterior noche pero hoy tenía una mano más que ayer, supongo que solo tenía dos, pero ayer solo uso una y hoy usaba las dos. Con la otra mano, la nueva, me acariaba el vientre, subiendo hasta mis pezones que acariciaba al ritmo de mis acometidas. Como ya sabía en cuanto empezé a moverme no iba a durar mucho, y así fue, me vacié en su boca completamente y otra vez cuando los espasmos me dejaron volver en mi ya se había ido.
El día siguiente podría considerarse una copia del anterior salvo por un pequeño detalle, por la tarde cuando nos dispusimos a tomar el sol tras el baño mi madre entró en casa, supuse que para ir baño, pero no, cuando volvío se había cambiado de biquini. Eran unos pequeños trocitos de tela sujetos por unos finos hilos que no lograban tapar nada más que lo fundamental para que no la llevaran a la cárcel, según avanzaba hacia la tumbona sus grandes tetas se bamboleaban antes mis ojos y los pequeños circulos de tela que apenas tapaban los pezones giraban al compas, tres grandes rizos de pelo medio rubio, mi madre es rubia natural, sobresalían del triángulo que cubria su coño, uno por arriba y uno por cada lateral dando la sensación de estar en apoyado en una mullida almohada de pelo rubio.
- Pareces tonto hijo, cierra la boca y deja de mirarme así.
Desde luego dejé de mirarla pero la boca no se me cerró. Se tumbó boca arriba a mi lado y mostrándome las manos que llevaba enfundadas en unos guantes de plástico, de esos del super, me dijo que se había tenido que dar una crema para la alergia y que no podía tocar la crema solar.
- Y úntame bien hoy que ayer dejaste algún trozo y hoy lo tengo un poco rojo. - Y extendiendo los brazos, cerró los ojos esperando que yo me pusiera manos a la obra. Empecé por el cuello y las clavículas, extendiendo suavemente la crema y asegurándome que no dejaba nada sin cubrir, bajé por el esternón y a dos manos empezé con las tetas. Eran grandiosas, blandas, se adaptaban a la presión de mis dedos, hacía pequeños círculos untando la crema por toda su extensión. Mi punta de mi polla sobresalía por la parte de arriba del bañador, pero no quería tocarme ahí, por lo que seguí como si no fuera consciente de ellos. Me gustaría decir que no le dediqué mucho a esa parte de su anatomía pero no lo puedo asegurar, lo que si noté es que los pezones empujaban los pequeños círculos dejando ver las rosadas areolas como pequeños montes por fuera del minibiquini.
Continué por la barriga, rodeando el ombligo bajé hasta la madre selva que sobresalía del bañador, lo rocé varias veces al ir y venir con las manos sobre su barriga y cada vez se me empinaba más el nabo, seguí bajando por sus muslos y como el otro día ella los separó para dejarme acceder más fácilmente. Tenía una mancha de humedad en el triángulo del biquini, era como un pequeño círculo oscuro que cuando terminé de untar los pies había crecido considerablemente ocupando la mayor parte de la tela.
Le pedí que se diera la vuelta y así lo hizo. El biquini no tenía parte de atrás, solo eran dos hilos que conectaban con parte de alante, ese pedazo de culo estaba ante mí en todo su esplendor.Unté la espalda, bajando por los homóplatos hasta rozar sus tetas que sobresalían de su cuerpo, bajé por los riñones y me dediqué en cuerpo y alma a su trasero, a manos llenas masajeaba los cachetes haciendo que subieran y bajaran. Hacía pequeños círculos con los dedos, incluso me atrevía a separarlos y mirando entre ellos pude ver el agujero del ano medio tapado por el hilo del bañador. Conteniendome seguí por los separados muslos subiendo hasta rozar la pelambrera que sobresalía que fue la que me hizo correrme otra vez.
Pero esta vez hubo un problema mi cipote estaba fuera del bañador y toda la leche fue a parar sobre el culo y las piernas de mi madre. Para disimular cogí el tubo de crema y la seguí frotando pero esparciendo esta vez mi propia crema. Seguía intentando borrar las huellas de mi pecado cuando note como unos escalofríos en mi madre, como dos o tres pequeñas sacudidas acompañadas de exhalaciones que me asustaron.
¿Te encuentras bien mama? ¿Igual ha sido la digestión?
No cariño, no te preocupes, creo que me había quedado dormida y me he despertado un poco sobresaltada.