Sin control

Independiente y segura de si misma, en menos de dos horas pierde el control hasta límites insospechados

Escrito en pareja, primero él y luego ella.

(El) Un problema con un proyecto de investigación que habíamos llevado a cabo en la oficina había revelado un problema aun mayor de la empresa con el proveedor. Un tema de impagos y compensaciones que no llegaron a hacerse efectivas acabo con la pertinente demanda. Una de las partes me había citado como testigo al juicio. Aunque intenté decirle que mi ayuda no sería relevante, insistió, y en el plazo de unas semanas me vi con la citación en la mano. Lógicamente no me podía negar, y aunque no tenía ni idea de lo que había pasado en la vista previa, vi que en la citación, recibida en mi oficina no aparecía mi nombre sino el del cargo que ostentaba. Estuve tentado de mandar a uno de mis ayudantes, pero al final me arrepentí, y gracias a Dios fui yo. Y digo gracias porque de no haber acudido me hubiese perdido los dos mejores días de mi vida.

Era verano, principios de julio, hacía una mañana cargada, de esas en Madrid que prevés que se van a pasar con facilidad los 35 grados antes de la hora de comer. No obstante el ser verano hacía que el trayecto del taxi hasta los juzgados de la plaza de Castllla fuese más rápido de lo habitual. Cuando llegue a la sala de vistas, un poco antes de que terminase el juicio anterior, el oficial me indicó que se empezaría puntualmente, ya que se habían suspendido dos vistas anteriores. Me senté un poco alejado de la puerta de la sala, y empecé a ojear el 20 Minutos que me habían dado en el metro a primera hora.

Levanté la vista a ver si habían concluido la vista anterior, y vi que la puerta ya estaba abierta, pero en la entrada estaban conversando los dos letrados, un hombre y una mujer, los dos con la toga en la mano (que calor!). Solo me fijé, obviamente, en la chica; estaba de espaldas, llevaba un traje claro  y liviano, muy de verano, pero que no perdía por ello su punto formal, sus piernas largas y estilizadas lo eran más si cabe debido a los tacones que llevaba. Lógicamente no llevaba medias y sus piernas estaban bastantes morenas, a lo que pensé, - unas bonitas piernas que ya han disfrutado de vacaciones. Su pelo era rizado, moreno recogido en una coleta amplia. Pero si por algo llamaba la atención era por su delantera, como diría algún amigo mío, un buen par de melones!

Miró hacia un lado, alguien le estaba comentando algo desde dentro de la sala, y entonces tuve una sensación de Deja Vu indescriptibe. Me quede paralizado, pero no podía ser. Era imposible. No me había llevado las gafas, y mi vista de lejos nunca ha sido buena. La chica entró dentro.

De un pensamiento de !mira!, una tía maciza a la cual le haría un favor, había pasado a uno de medio nerviosismo, medio parezco tonto viendo visiones. Ya me quede intranquilo el tiempo que estuve fuera hasta que me llamaron.

Entre en la sala mirando al Juez y a la secretaria. Miré a un letrado, y a la derecha a la letrada, y entonces se me cayó el alma a los pies. Era ella, no podía ser otra, y si me faltaba alguna duda, el rubor sonrosado, casi granate de sus mejillas me lo estaban confirmando.

Sonreí ligeramente, apenas un movimiento de los labios, lo suficiente para que el color granate fuese morado intenso.

No hice mucho caso de la advertencia del juez sobre falsos testimonios. Cuando me preguntó si lo había entendido (no),  le solté el rollo de que era personal de la administración y que se debería haber oficiado antes de citar y que bla, bla, bla, por lo que el juez, que no estaba por la labor de oir tonterías, declaró al testigo, es decir a mi, como improcedente.

Salí de la sala, muy nervioso, pero en 10 segundos decidí lo que quería hacer.

Me fui al banco donde había estado antes, y llamé a la oficina a decir que ya no volvería. No creo que les importase.

Cuando acabó el juicio te vi hablando con el que supuse que sería tu cliente. Me puse detrás de ti, y cuando vi que te despedías de él te dije directamente:

-Hola, te invito a comer-

No dabas crédito a lo que habías escuchado. Una persona a lo que no veías hace más de 10 años, y a la cual hubieses jurado que no volverías a ver en tu vida, estaba invitándote a comer antes de darte siquiera los buenos días, con una seguridad aplastante, rozando la chulería. Te empezaste a enfadar mientras pensabas esto último, no soportabas que los hombre te impusieran nada. Varias malas experiencias te habían hecho muy precavida al respecto, y quizás gracias a ello eras una mujer independiente y, hasta cierto, punto segura de ti misma;  pero tu inconsciente te traicionó, y antes de que pudieras darte cuenta, te sorprendiste a ti misma escuchando a tus labios decir que si.

Te dije que te esperaba en la calle, que terminases todo lo que tuvieses que hacer. No contestaste, solo asentiste. Me dio la impresión de que estabas echando humo, pero que era vergüenza y cabreo contigo misma por haber dicho que si casi inmediatamente.

Mientras terminabas de recoger tus cosas y devolvías la toga a la sala del colegio tu cabeza funcionaba a toda velocidad discurriendo el porqué habías aceptado mi invitación, pensando cual era la salida de la parte de atrás, y que qué coño te estaba pasando. Pero entre pensamiento y pensamiento, tuviste otro segundo de debilidad en el cual te encontraste intentando recordar que ropa interior te habías puesto hoy, y que menos mal que era verano y te habías depilado, lo cual no hace más que incrementar tu cabreo, y cuando te quisiste dar cuenta tus pies te habían llevado delante mío, a los pies de las escaleras del juzgado. Y lo acabé de arreglar, porque me acerqué y te di dos besos, demasiado cerca de la comisura de tus labios, que hicieron que volvieran los colores tu cara y que te perjuraras a tomar el control de la situación, de tus actos, palabras y rubores de una puta vez.

Nos encaminamos a un restaurante, situado bastante cerca y que había reservado mientras esperaba por ti. Ya sin toga me fijo que el traje te sienta fenomenal, y que la falda te hace un culo acojonante. Un pensamiento fugaz de imaginarte sin ella hace que mi polla de un brinco. En realidad ya lleva nerviosa desde hace un rato, pero la visión de tu culo, y los besos, intencionadamente cerca de la boca con el objeto de ponerte nerviosa y ver como se te subían los colores otra vez, me habían puesto bastante cardiaco…

Empezamos a comer, parecía que la conversación va por los derroteros tradicionales, que qué haces en Madrid, que qué habíamos hecho con nuestras vidas, nuestros trabajos…etc.

Todo muy formal. Hasta que meto la pata, o no, no lo se, y te comento que no esperaba que hubieses llegado a ser abogada y asistir a juicios tu sola. Te sentó a cuerno quemado, y explotaste como una gaseosa. Me pusiste verde, de machista para arriba, que si estabas allí era porque lo merecías, y que te sobraban huevos para ir a juicios a Madrid, al tribunal supremo o al carajo si fuera preciso, (muy fina tu).

Te me quedé mirando fijamente a los ojos, y cuando te diste cuenta te callaste. Se te notaba el cabreo en la mirada, la furia en los ojos. Entonces te pregunté:

  • ¿De que color llevabas las bragas?-

La cara de cabreo pasó a cara de incredulidad, y empezaste a recoger para irte. Te había descolocado totalmente, y el cabreo pasó a una sensación de tener que irte antes de montar un numerito. Buscando tu cartera, de repente, y sin saber porque empezaste anotar cierta humedad.

Y de repente notaste que te cogía de la mano y escuchaste lo que nunca en la vida podrías haber imaginado escuchar:

-       Tranquilízate. Vete tranquilamente la baño, quítate las bragas  y tráemelas, y así veo de qué color son.

Te quedaste perpleja. Ni siquiera te ruborizaste. Te levantaste, arrimaste la silla a la mesa y te fuiste hacia el baño. Llegaste, y sin entrar en ninguno de los apartados, te bajaste  las braguitas negras, con lacito de chica buena, que te habías puesto ese día. Cuando las cerraste dentro de tu mano te diste cuenta de que estaban empapadas.

Saliste, viniste hacia la mesa, te acercaste a mí, y dándome un beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios, me las pusiste en mi mano, y al oído me dijiste:

-Tengo o no tengo huevos?-

Tras lo cual te sentaste, y me miraste con cara de satisfacción. Ciertamente no conocías a la persona que ocupaba tu cuerpo.

Volví a sonreir. Si que tiene bemoles, joder! Pensé.

Mientras tenía tus bragas en mi puño, y este muy cerca de la nariz,  dije: ¿quieres jugar?

Te volviste a encontrar respondiendo afirmativamente antes incluso de asimilar la pregunta.

Te dije que fueras al baño de hombres, a la última puerta y que cerrases sin llave, y que esperases allí.

No te lo pensaste.

Fui detrás de ti. Tus bragas en mi bolsillo.

Entro y cierro la puerta.

Sientes como me agacho detrás de ti y subo la falda hasta tu cintura.

Te abro las piernas y te inclino levemente y empiezo a pasar la lengua a todo lo largo de tu coño, directamente, sin articular palabra, de forma constante, metódica, sujetando tus caderas que se mueven solas, sujetando tu culo, con un dedo acariciando tu ano. Te das cuenta que nunca habías estado tan húmeda, mientras trabajo con dedicación cada una de las partes sensibles de esa parte de tu anatomía. En cada momento se cual es el siguiente movimiento de mi lengua, de mis labios para mantener e incrementar el fuego que desprende tu cuerpo, y sobre todo tu coño.

Y empiezas a pensar en ti misma, en tu situación en un aseo cerrado de un restaurante, con la falda en la cintura, sin ropa interior, de la cual te has despojado tu misma, extrañamente desinhibida. Pero ahora ha salido otra versión de ti. Ahora mismo estas dejando que una persona a la que no habías visto 10 años disponga de tu cuerpo a su antojo… y tu cuerpo piensa por sí mismo y decide por ti a su capricho. A la vez que tus pensamientos llegan a tu mente, empiezas a sentirte traviesa, chica mala, sucia, desatada, puta… y una corriente eléctrica placentera empieza a recorrer todo tu cuerpo, desde el centro mismo hasta cada una de las células… tus piernas no se sostienen más y van resbalando por la pared, entre espasmos de gusto… gozando cada décima de segundo hasta que te recojo hecha un ovillo, con tus ojitos cerrados y aún con el mejor orgasmo que recuerdas recorriendo tu cuerpo mientras te acaricio tu cabeza, tu pelo, tus mejillas, tu boca.

Te arrimo contra la pared y te empotro contra ella, y meto mi mano por debajo de tu falda, subiendo por el interior de tus muslos hasta que paso por tu coño de abajo a arriba y de arriba a abajo, jugando con dos dedos que amenazan con introducirse, estas chorreando, y no tiene pinta de ser por el calor. Echo mi aliento en tu oreja y te digo: Arréglate que te espero fuero. Y dándote una palmada en el culo, salgo. Voy pagando mientras.

Cuando sales, te acercas mirando al suelo, quizás arrepintiéndote de lo que acaba de pasar. No puedo dejar de observar cierto brillo en la cara interna de tus piernas. Tus flujos siguen cayendo, y no tienes tus bragas para que te los frenen. Mejor, porque así tendrás menos calor al salir a la calle.

Un vez fuera del restaurante, donde no podremos volver en mucho tiempo, me preguntas que donde vamos. -vamos a ir al Corte Inglés a comprar ropa interior para ti, porque antes me había parecido que no tenias, y una chica buena como tú no debería ir así por la calle.

Cogemos un taxi y nos vamos al Corte Inglés de Castellana. Por el camino no dejo de meterte mano. Que no lleves bragas y que tu falda sea medianamente corta facilita el acceso a tu mojado coño. El taxista no pierde ojo por el espejo, y casi hay un momento en el que se come el coche de delante. Gracias a mis trabajos manuales, tu calentura no decae. No das crédito a la situación que estás viviendo. Esta mañana, cuando te miraste en el espejo tu ropa de abogada joven y lista no podías imaginarte en el estado que ibas a estar solo unas horas después. Subo un poco la apuesta y te levanto la falda completamente, quedando tu coño a la vista del taxista. Que menos que pagarle de esta manera el que le dejes el asiento totalmente rezumante de tus jugos.

Entramos en el centro comercial. Y pienso en dejarte opción a irte. Total no sé tú hotel ni nada más de ti salvo el número de móvil que me diste durante la comida. Por ello te digo que me voy a la planta de caballeros, que vayas a comprar lo que creas necesario y que te busco luego.

A los cinco minutos recibes un mensaje de SMS:

Si todavía no te has ido, cómprate un tanga negro, y vete a la zona de trajes de invierno, donde no habrá nadie, al probador del vestuario de caballeros, ultimo probador a la izquierda. Te espero en 10 minutos.

Pero no, no te has ido. Lo has pensado, pero te apetece seguir viviendo esta situación, la más morbosa que has vivido en tu vida. No quieres quedarte, pero tu yo más profundo está deseando ir a ese probador. Es la típica situación entre lo que debes hacer, y lo que te pide el cuerpo, entre lo correcto y el placer.

No sabes que hacer, lo único que sabes es que tus pies se están dirigiendo al vestidor, y que tu coño sigue rezumando.

Entras sigilosamente, no hay nadie, y no crees que nadie te haya visto entrar.

Entras en el vestidor y cierras la puerta detrás de ti. No te doy pie a que te lo pienses. Te empujo contra el espejo, te subo la falda, con la mano te separo las piernas, y sin darte opción a protestar te la meto directamente hasta la empuñadura, mientras te miro a los ojos a través del reflejo en el espejo. Giras la cabeza. Y por primera vez me besas, con ganas, con vicio, con desesperación…....................................................

(Ella) Realmente no me reconozco pero estoy tan caliente y tan cachonda que no soy capaz de pensar en otra cosa que no sea todo lo que este cabrón me está metiendo, esto no puede ser bueno pero lo único que se me viene a la cabeza es como le digo que con esto no me basta, y que se tiene que venir conmigo al hotel sin parecer una autentica salida?

Pero en el fondo, me da hasta igual, sigues empujándome contra el espejo y ya me has desabrochado la parte de arriba del vestido. El sujetador no da a basto para contener mis pechos, los tengo más hinchados y con los pezones más duros de lo que recuerdo en toda mi vida, y tus manos avasallándolos no ayudan para nada. Pero esto no puede seguir así, no puedo dejarte que sigas controlando tanto lo que está pasando, joder! no puedo dejar que sigas manejándome de esta forma, así que me giro y me pongo frente a ti. Solo nos separan dos centímetros si acaso, pero por tu cara no te esperabas que fuera tan brusca, pero es lo que te merecerías, que te dejase a medias.

Me quedo mirándote, con los labios húmedos y entreabiertos y la respiración totalmente desbocada por el ritmo frenético al que me has sometido, me brillan los ojos y tú estás a punto de tirarme al suelo para volver a enterrar eso que tienes debajo de la cintura entre mis piernas.  Pero ahora soy yo la que te dice que te tranquilices, te empujo hasta el pequeño asiento del probador y allí, ya sin intentar hacerme la digna pero con algo más de control sobre la situación, empiezo a acariciarte la polla, primero lentamente, y medio minuto más tarde, me tienes prácticamente desnuda entre tus piernas. Te pego la polla al ombligo pajeandote lentamente para poder lamer tus huevos. Me los meto en la boca uno a uno y luego voy lamiendo todo el escroto, bajando hasta el perineo, me moría de ganas tengo que reconocerlo, y tú no lo estás pasando nada mal, al trabajito que te estoy haciendo tienes que unir la privilegiada vista de mi culo y mi entrepierna que se reflejan a la perfección en el otro espejo del probador. Con los ojos entrecerrados compruebas el brillo que la humedad ha provocado. Estoy muy cachonda, y pienso que quizás tenía que haberte dejado seguir follandome sin control. Eso que hubiera ganado, porque ahora las ganas de correrme no me dejan pensar con claridad, y no me hace estar atenta a los evidentes síntomas de que te vas a correr con tus huevos en mi boca. Antes de que me dé cuenta estás corriéndote, lo delatan tus convulsiones, y no se hacia dónde va el primer chorro, pero suelto lo que tengo en mi boca, y me trago tu polla lo más rápido que puedo, más que nada para que no sigas manchando nada. Trago como puedo, notando los latigazos que tu polla suelta en mi garganta, que hacen que mi boca se vaya llenando de ese sabor ocre y salado tan olvidado para mí, me encanta tu sabor!

Te miro a los ojos, bueno a tus parpados, porque los ojos no has podido abrirlos todavía. Has pasado de dominador a dominado y yo me siento totalmente satisfecha, en lo que a mi ego se refiere claro, porque físicamente estoy peor que cuando nos bajamos del taxi, así que lo tengo decidido, te vienes a mi hotel quieras o no.

En el tiempo que has necesitado para recuperar la posición y las fuerzas, has visto como me ponía el tanga que acababa de comprar por orden tuya, y que había permanecido en la bolsa hasta entonces, y te miro con la suficiente intensidad como para que notes que esto no ha terminado, por si no te lo hubiera dejado claro vuelvo a besarte y cojo tu mano, con la que me acaricio la entrepierna hasta llegar al tanga que vuelve a esta empapado, pero me controlo y solo te digo: "ya tienes unas bragas mías, ¿cómo vas a conseguir estas?" y salgo del probador.

Al cabo de un minuto sales detrás de mí, mirando hacia todos los lados por si me había ido. Tu nerviosismo ante esa posibilidad me pone aún más caliente, me coges de la mano y me obligas a mirarte, con eso me basta, tu mirada me dice que no vas a tener piedad conmigo y me entra un escalofrío, casi me arrepiento de haberte provocado, pero como correr es de cobardes, aguanto, y te sostengo la mirada, mis pezones vuelven a endurecerse y no puedo evitar acercar mis caderas a tu polla frotarme contra ti, en un acto de autentica calienta pollas  y, como ya habrás descubierto, la persona que tienes delante es tan desconocida para tí como para mí misma, y con ese desconocimiento y a pesar de volver a estar colorada, algo que nunca he podido controlar, vuelvo a besarte ya no puedo ni controlarlo ni lo pretendo. Tiras de mi mano y  vuelves a guiarme para salir del centro comercial y solo cuando estamos fuera, me preguntas por el hotel, que casualmente no está muy lejos de allí, por lo que tardamos cinco minutos en llegar a la recepción.

Antes de entrar te pido por favor formalidad, por lo menos hasta llegar a la zona de ascensores. Al final es un viaje de trabajo, y la factura del hotel va a llegar a la oficina. No quiero que llegue nada más…

Eso parece incentivarte aún más a que cuando pasamos por delante de la recepcionista, que “casualmente” no está ocupada en estos momentos y nos echa una mirada de arriba abajo, tanto a ti, (lógicamente), como a mí,  (tanto se me nota), tengas una de tus manos en mi nalga. De reojo veo que también ves la miradita de la recepcionista, y te creo intuir una irónica sonrisa. Veo que algo has apuntado mentalmente…. Mis intuiciones y reflejos en temas sexuales se han agudizado en las dos últimas horas hasta límites insospechados. Me empiezo a dar cuenta de detalles que cualquier otro momento de mi vida me hubieran pasado desapercibidos, y ciertamente, no creo que me haya picado ninguna araña, aunque algún aguijón sí que he sentido, y de picores estoy atacada, en unas zonas más que en otras.

Coincidimos con otras personas en el ascensor y te comportas. Antes de que me de tiempo a sacar la tarjeta de la puerta de la habitación, te tengo a mi espalda de nuevo, pegado a mí y presionando mi culo con tu polla, no atino con las manos y claro se me cae la tarjeta al suelo, y para tu alegría vuelves a tenerme a tus pies, por lo que no dudas en bajarte la cremallera de los pantalones y sacarte la polla, yo como buena chica con lacitos en las bragas, no puedo hacer otra cosa que comértela con glotonería en mitad del pasillo, mientras me pregunto desde cuándo me gusta tanto chupar pollas (como si eso importara algo en estos momentos). Por suerte tú aún tienes algún control y abres la puerta de la habitación, me arrastras hacia dentro y cierras quedándote de espaldas a la puerta. Sin un atisbo de mínima decencia me quito el vestido, los tacones, el sujetador y el condenado tanga que ya no sirve para nada, pero lo dejo colgando de uno de mis dedos, y moviéndolo en el aire delante de tu cara, solo se me ocurre decirte: " ven por él". Dicho y hecho, cuando me quiero dar cuenta, estoy tumbada en la cama, bocarriba, con las piernas abiertas, retorciéndome de placer y gritando como una loca, mientras tú no dejas de lamerme, morderme y chuparme, empezaste por mis pies y has ido subiendo por mis piernas, estás totalmente centrado en mi coño pero como buen habilidoso, tus manos no se han quedado quietas, y me están magreando las tetas, me pellizcas y estoy a punto de volverme loca, no quiero pero estoy segura que acabaré suplicando, de hecho lo hago, "Por favor fóllame!!".

No me haces caso a la primera y tengo que repetírtelo, estoy a punto del desmayo, estoy tan mareada que ni siquiera sé dónde estás, solo puedo sentir tus manos acariciándome por todo el cuerpo, y tu lengua acompañándolas. De repente te paras, abro los ojos, y veo que te incorporas y te empiezas a desvestir lentamente, mirándome con esa sonrisa irónica en tu cara, la cual ya no me encabrona, sino que me pone más cachonda todavía. Bien, sigues dominándome haciendo conmigo lo que quieres, y no me importa.

Desde el pie de la cama de observas, estoy tirada en la misma totalmente desnuda, con las piernas abiertas y con mis manos amasándome los pechos. Te miro a los ojos, y con toda la lascivia que puedo me acerco un pezón a la boca y lo lamo con delicadeza. Vuelves a subir a la cama, pero me obligas a ponerme a cuatro patas, lo que me faltaba ya, quien coño puede resistir esto, pero lo hago, resisto y noto directamente la punta de tu polla a la entrada de mi vagina, no sé cómo ha llegado allí, pero qué más da, lo he conseguido, y ahora me vas a follar en condiciones. Te miro y por la mirada mitad exigente mitad suplicante que te hago, en un solo movimiento te tengo dentro, joder qué bueno! Empiezas lentamente, pero en menos de un minuto  sé que me voy a correr en dos empujones más y eso es exactamente lo que pasa. El mundo desaparece, y solo quedo yo y mi coño, que gracias al intruso que tiene dentro aplaude con las orejas mandando señales a mi cerebro diciendo: Gracias!

Tú no has terminado, y al ver el estado en que me quedo tras correrme paras y te quedas acariciando mi espalda. Subes tus manos desde mi culo, por las caderas hasta el cuello, sobre el cual te agachas y sobre el principio del cabello en la nuca soplas. Me derrumbo sobre la cama haciendo inconscientemente que salgas de mí.

(Acepto sugerencias y/o criticas)

(Tambien me gusta escribir en tandem. si alguien se anima...)