Sin control 8

Viejos encuentros

-          Hola mama, buenos días.

-          Buenos días.

-          Parece que se ha nublado, podíamos aprovechar para hacer algo.

-          ¿En qué estabas pensando?

-          Hay un torneo de tenis, podíamos ir a ver algún partido.

-          ¡Tú quieres ir a ver a Nuria¡

-          Qué va, ¡ni de coña¡ Es un partido de mayores…

-          De profesionales quieres decir.

-          Si eso, lo que pasa que no sé si habrá entradas, suele estar petado.

-          Dame un segundo me llaman por teléfono – y antes de contestar miró quien era, sin mediar palabra se levantó y se fue a hablar al salón.

Me dejó intrigado así que cogí el Cola Cao y disimuladamente me acerqué a la puerta de la cocina para intentar escuchar con quien hablaba.

-          Bueno me sorprendió que no estuvieses en casa cuando llegué, si, pero… - decía mi madre.

-          Ya, ya.

-          Bueno, pero…

-          Sí, sí entiendo.

-          Bueno ya os lo advertí, eso no iba a funcionar, estaba segura que a mi hijo eso no le iba a gustar.

-          Ya, sí, entiendo que tampoco fue un comportamiento muy normal, pero…

-          Claro, bien, sí mejor hablamos luego. – y colgó.

Yo me senté a la mesa intentando disimular.

-          ¿Quién era? – le pregunté.

-          Nadie

-          ¿Cómo que nadie?

El ceño en la frente de mi madre me dejó claro que la pregunta había sobrado.

-          Era a ti no te importa con quien hablo o quien dejo de hablar, ¿te lo explico o lo has entendido?

-          Bueno, bueno, solo era una pregunta.

-          Ya pues las preguntas las hago yo. ¿A qué hora se fue Adela?

-          Pues no sé, a las cinco más o menos.

-          ¿Te dio algún recado? Habíamos quedado que me esperaría y no sé por que se fue.

-          No, yo estaba en la piscina con el móvil y salió a decirme que se tenía que ir.

-          Voy a ver si encuentro entradas para el tenis.

Cuando volvimos del partido eran casi las cuatro, habíamos comido una ensalada en el club de tenis y un helado de postre en el rato que pararon el partido por la lluvia y ahora volvía a tener hambre por lo que me fui directo a la nevera a picar algo.

-          ¿Qué planes tienes para esta tarde? – me preguntó mi madre.

-          Ninguno, no he quedado con nadie, estando nublado seguro que no sueltan la play en toda la tarde, si yo tuviera una…

-          Ya si los burros volasen… ponte con el ordenador que también tienes juegos.

Estaba en mi cuarto leyendo el libro que me había prestado mi madre cuando llamaron a la puerta de la calle.

-          Ya voy – grité desde arriba.

-          Déjalo, ya estoy yo aquí – contestó mi madre.

Al rato me llamó mi madre.

-          Baja y saluda a Sandra por favor.

¿Sandra, quién es Sandra?

-          Voy – contesté mientras me levantaba y me encaminaba hacia las escaleras.

Al llegar abajo mi madre y la tal Sandra estaban esperándome en el salón. Mi madre se había cambiado, llevaba un pantalón ajustado marrón y una blusa blanca transparente que dejaba ver el sujetador perfectamente, también se había maquillado, bueno más que crema se había pintado los ojos y eso. Me sorprendió ya que llevaba todo el verano sin arreglarse.

Sandra era una chica joven, no como yo, pero sí bastante más joven que mi madre. Cuando se levantó para saludarme vi que era más alta que yo, morena con el pelo ondulado que le llegaba a la altura de los hombros. Los dos hoyuelos en ambas mejillas hacían que pareciese muy simpática en un primer momento.

Me dio dos besos y mirando a mi madre dijo:

-          Es todo un hombrecito ya, fíjate como ha crecido el tío.

-          ¿Te acuerdas de Sandra? – preguntó mi madre.

Ni idea de quien era, vamos no se me hubiera olvidado un pibón así en la vida.

-          Pues…

-          Vamos, no me puedo creer que no te acuerdes de mí… que decepción.

-          Jo, la verdad que ahora no caigo – dije yo con la cara colorada.

Entonces ambas empezaron a reírse a carcajadas, lo que provocó que me pusiera más colorado todavía. Sandra viendo que lo estaba pasando mal me pasó el brazo por encima de los hombros y dándome un sonoro beso dijo:

-          No te avergüences tonto, es imposible que te acuerdes de mí.

-          Sandra fue tu niñera cuando eras un bebe y yo tenía que ir a trabajar.

Estuvimos charlando un buen rato, sobre todo ellas hasta que me liberaron.

-          Anda vete y llévate la cara de aburrimiento que tienes – dijo mi madre provocando otra vez la carcajada de Sandra.

Al rato, estaba yo todo concentrado y empalmado con uno de los capítulos especialmente excitante del libro cuando tocaron a la puerta de mi habitación. La había dejado abierta, por lo que al levantar la cabeza me encontré con Sandra apoyada en el marco.

-          ¿Qué haces enano?

-          ¿Tú también vas a llamarme enano?

-          Claro, fui yo quien empezó a llamarte así, tú eras mi enano.

-          Ya bueno, ya no soy tan enano.

-          No claro, eres todo un hombretón ya –dijo mientras sonreía.

Se sentó a mi lado y asomándose al libro empezó a leer en voz alta.

“Miró el vientre, las piernas, la espalda, las axilas y, finalmente, mandó que la muchacha se acostara en la cama con las piernas abiertas. Entonces abrió los labios de la tierna cueva y buscó con el dedo la membrana virginal, que todavía estaba intacta.”

-          ¡Vaya¡ has empezado con la colección de tu madre -  y quitándome el libro de las manos lo giró para ver las tapas – Grushenka, veo que te has dejado aconsejar por ella.

Yo estaba muy colorado de vergüenza y era incapaz de decir nada.

-          Vamos no seas tan vergonzoso, a mí me encantó la colección de libros de tu madre, me la devoré entera mientras te cuidaba.

-          ¿En serio, te has leído todos esos libros?

-          Y más, brutote – y cogiéndome la barbilla me dio un beso en los labios.

Me pasó los brazos alrededor del cuello y volvió a posar sus labios sobre los míos, le devolví el beso dejándome llevar. Poco a poco fuimos girando las caras hasta que nos acoplamos, ella entreabrió la boca rozándome los labios con la punta de su lengua. En cuanto se asomó al interior de mi boca con ella, dejé que la mía se uniese a la suya en un intercambio de saliva de lo más excitante.

-          Ahora tienes que poner tus manos en mi cintura -  me dijo.

-          Si me pilla mi madre me mata – le dije.

-          No te preocupes por nada, no existe nada ni nadie fuera de esta habitación.

Volvimos a besarnos y siguiendo sus indicaciones apoyé mis manos en sus caderas mientras ella me acariciaba el cuello. Cuando nos separamos, se tumbó de espaldas en la cama y yo me incliné sobre ella para seguir besándola.

Se separó de mí un instante para quitarme la camiseta y sacármela por la cabeza para continuar enseguida con lo que estábamos haciendo, ahora me acariciaba la espalda y el pecho mientras nos besábamos. Estaba en plena ebullición, el cipote se me marcaba muchísimo e intentaba no arrimarme mucho a ella para que no lo notase.

-          ¿Quieres desnudarme? – me preguntó - vamos, primero un botón y luego otro -  me dijo al no recibir respuesta por mi parte - ¿prefieres que lo haga yo misma?

-          No, no, yo puedo. – cuando llevaba tres botones desabrochados vi que no llevaba sostén y también me di cuenta que era la primera vez que no me había fijado en las tetas de una tía.

El cuarto y el quinto fueron más fáciles, le abrí la camisa y casi sin atreverme a mirar volví a besarla. Se separó de mí e incorporándose me besó en el cuello mientras sus manos me acariciaban, fue bajando su boca atrapando un pezón y mordisqueándolo. Se quitó la camisa y empujándome sobre la cama se puso sobre mí.

Noté la dureza de sus pezones en mi pecho mientras me besaba con más apremio, su lengua ahora penetraba más profundamente mientras sus manos descendían hasta la cinturilla del pantalón maniobrando para desabrochar el cinturón. Mientras tanto yo le acariciaba las tetas, eran pequeñas, apenas unos montículos sobre las costillas y tenía los pezones oscuros como granos de café.

Empezó a acariciarme el nabo por encima del slip y solo necesito tres frotamientos para que la cabeza se saliera por fuera. – Vaya el soldadito está firme - me dijo.

-          Es culpa tuya.

-          Lo sé y me gusta ver que provoco eso en ti.

Terminamos de desnudarnos y en la misma postura en la que estábamos se empaló dejándose caer lentamente, estaba resbaladizo, húmedo y notaba como se iba adaptando a mi grosor a medida que su coño me absorbía y me absorbió entero, hizo tope, no pudiendo bajar más, la tenía entera dentro. Se quedó unos instantes quieta disfrutando, mientras me acariciaba el pecho y me besaba profundamente.

-          Tu picha me empuja, quiere seguir entrando más y más, nunca tienen bastante. Procura no moverte mucho, déjame a mí.

Y empujándose con las rodillas fue subiendo y desalojándome de tan cálida gruta, no llegó a sacársela del todo, cuando solo tenía el capullo dentro invirtió la trayectoria y mi nabo de nuevo fue entrando. Se le metió entera otra vez, volvió a quedarse quieta un segundillo y reanudo el movimiento.

-          Si ves que te vas a correr dímelo, pero no esperes hasta el último segundo, avísame en cuanto notes que te viene. -  me dijo entre jadeos.

Y seguimos follando, porque eso era lo que estábamos haciendo, por fin mi primer polvo. Sincronizando los jadeos con la velocidad empezó a moverse más deprisa lo que me provocó el primer asomo de fogonazo.

-          No voy a durar mucho más.

-          No te preocupes, aguanta todo lo que puedas y pero sin forzar, cuando veas que no hay marcha atrás, déjate llevar, no intentes pararlo.

Y así fue, con un gruñido me vacié dentro de Sandra, me agarré a ella presa de espasmos incontrolables.

Cuando logré recuperar el ritmo cardiaco y abrí los ojos la vi sobre mí, mirándome fijamente y con la sonrisa en la cara.

-          Menuda abundancia muchacho, ¿hacía mucho que no te vaciabas?

-          Ayer por la tarde. ¿Quieres que salga?

-          Noooo, ni te muevas, dame un minutillo que me recupero, yo no tengo tu juventud ni tu vigor, vamos a aprovechar que no se ha desinflado para echar otro.

-          Si quieres me quedo así toda la vida.

-          Ja, ja. Creo que me chichi no lo aceptaría de buen grado. Agárrate a mi cintura y levántate lentamente.

Me incorporé no sin dificultad con mi polla encajada en su chocho y pegados como dos lapas me fue indicando. – Gira hasta que mi espalda quede sobre la cama, vete bajándome despacito, que no se salga por tu madre. Pero se salió y se partió de la risa.

-          Bueno lo hemos intentado. Vamos a probar otra cosa. – Y tumbándose boca abajo me dijo – ven, ponte detrás de mí – y cogiéndome la polla se la dirigió ella misma de nuevo a su coño – Acércame el bolso enano, no ahí no, al otro lado, lo tienes justo al lado de la rodilla.

Sacó un pequeño tarro metálico y al abrirlo vi que era crema. – Moja tu picha con un poco de crema por favor – Olía bastante bien y en cuanto me la di, noté que podía penetrarla con mucha más facilidad – Así está mejor, dios que bueno. Esta es la postura que más me gusta. Acerca tu mano a mi chichi, por delante, si ahí, sigue mis dedos, eso es. Ahora sin dejar de empujar acaríciame suavemente.

Poco a poco fui cogiéndole el tranquillo a eso de apuntar, empujar y frotar, se me salió varias veces, unas por que intentaba coger demasiado impulso, otras por que no sincronizábamos bien el movimiento, pero el efecto de las caricias en su clítoris se hizo notar y a los pocos minutos bajó la cabeza hundiéndola en la almohada y se corrió entre jadeos. Me apartó los dedos con su mano por lo que una vez finalizado mi segundo trabajo me dediqué en cuerpo y alma al primero.

Le cogí por las caderas y empecé a darle empujones más rápidos y fuertes y empecé a imaginar que me estaban aplaudiendo, la verdad era que los golpes de sus nalgas en mis ingles sonaban como palmadas y yo me crecí, pero demasiado rápido. En cuanto noté que se volvía a correr me dejé llevar y solté un par de gritos mientras me corría yo también.

Luego me dijo que más que gritos fueron rebuznos y que a partir de ahora no me volvería a llamar enano más, me llamaría Asno en recuerdo al burro de Shrek ya que como él yo también me había cepillado a una dragona.