Sin control 6

Y pasó lo que tenía pasar

La barbacoa se estaba desarrollando fenomenalmente, todo el mundo parecía que se lo estaba pasando la mar de bien. Finalmente, Nuria si había venido, me saludó dándome dos besos lo que hizo que el ambiente se relajase enormemente, por lo que a mí respectaba al menos.

Casi sin darnos cuenta el grupo se iba dividiendo en grupúsculos más pequeños, Ana, Rafa y Ander por un lado y Paula, Nuria y yo por otro, y como siempre el pobre Carlos no lograba integrarse en ninguno. Si no hubieran estado las chicas la cosa sería muy distinta, pero estando ellas, no se atrevía ni a acercarse.

Me sorprendió ver que la “pelea” por Ana finalmente la estaba ganando Ander y no Rafa, aunque era un partido muy largo y el resultado no estaba decidido ni mucho menos. Tampoco es que yo estuviera vigilándolos todo el rato, bastante tenía con escamotear miradas a la pechuga de Nuria y al culo de Paula, madre mía, cómo estaba la colega. Siempre llevaba ropas súper infantiles, supongo que por obligación de sus padres y hoy con el bañador quitaba el hipo. Era la única que utilizaba bañador, sin apenas escote y cubriendo los cachetes del culo completamente, pero se le marcaban a la perfección.

Tantos refrescos me entraron ganas de hacer pis y me fui al baño, al llegar al pie de la escalera hoy como unos susurros que provenían de la planta de arriba, supuse que era mi madre pero me pareció raro que hablase en tan bajito, por lo que instintivamente, casi sin pensar comencé a subir las escaleras lo más sigilosamente que pude.

A través de los barrotes de la barandilla pude ver a Carlos de espaldas en el despacho de mi madre, aparentemente estaba solo, por lo que estaba a punto de decirle a Carlos que no se podía estar en esa zona cuando volví a escuchar un murmullo e inmediatamente Carlos se bajó el bañador hasta los tobillos, solo podía verle el culo, pero era mucho más de que hubiera querido ver. Estaba flipando, ¿de qué va este tío?, haciendo eso en mi casa.

Volví a escuchar otro cuchicheo y se dio la vuelta, reclinando el cuerpo hacia adelante quedó apoyado con las manos sobre un secreter que tenía mi madre en su despacho, si hubiera girado la cabeza me hubiera visto pero al tener la cabeza entre los hombros y la mata de pelo que le tapaba la cara no fue consciente de mi presencia.

Algo más estaba pasando que no era capaz de ver y lo que sucedió a continuación me dejó más descolocado si cabe. Otro susurro y Carlos se quitó el bañador de los tobillos y separo las piernas. Desde mi posición podía ver perfectamente su nabo que se bamboleaba entre sus piernas, colgando en un estado de tumescencia que indicaba una erección pasada o por venir.

En ese momento sonó un silbido e inmediatamente un chasquido, Carlos se convulsionó, no sé si por el ruido, a mí también me había asustado. Un nuevo silbido y otro chasquido, esta vez no me pilló de sorpresa el ruido, pero me quedé atónito al ver que había sido una correa o un látigo ni me dio tiempo a verlo bien lo que había hecho el ruido y que las convulsiones de Carlos estaban motivadas por los chasquidos que se oían al ser golpeado.

Lejos de quejarse, su cipote apuntaba hacia el cielo, pegado al abdomen, esperando el siguiente golpe, pero no llegó. Lo que si llegó fue una mano enguantada que desde la parte posterior maniobró entre sus piernas. Al estar la escena enmarcada por el hueco de la puerta no pude ver quien era la propietaria de la mano y tampoco si le estaba dando por el culo o si le había agarrado las pelotas, en cualquier caso, no daba la impresión de estar sufriendo, al contrario, culeaba como si estuviera chingando con la mujer invisible.

Otro susurro llegó a mis oídos y Carlos se giró de cara a su torturador y empezó a cascársela con rápidos movimientos como si quisiera terminar lo antes posible, un susurro más y el ritmo de la mano descendió considerablemente. Su torturador le fue dando instrucciones y Carlos iba modificando las caricias que se infligía a si mismo, instintivamente empujaba con las caderas a medida que el placer se incrementaba, al estar viéndole de perfil se apreciaba perfectamente el arco de la espalda y como adelantaba la cadera, en busca supongo de algún premio de su torturador.

Carlos seguía dale que te pego al manubrio cuando un pie calzado con un tacón de aguja apareció y colocándose entre las piernas de Carlos comenzó un lento vaivén acompañando las culadas del cimbrador. Supongo que eso fue la gota que colmó el vaso, o más bien la que hizo que sus huevos rebosaran y se descargaran sobre el zapato, una tras otra las convulsiones le arqueaban y le doblaban la espalda hasta finalmente terminó, momento que yo aproveché para largarme antes de que me vieran, aunque me moría de ganas por saber quién era la dueña de esos zapatos.

Cuando volví a la piscina junto a mis amigos, Nuria me preguntó:

-          ¿Te pasa algo? Estas todo colorado, ¿te has dado crema? Ven que te doy otra vez. – y dicho y hecho, se puso a horcajadas sobre mí y empezó a untarme la crema en la cara.

Siguió bajando por el cuello hasta el pecho, me miraba picaronamente echando rápidos vistazos a derecha e izquierda para ver si alguien estaba mirando. Del pecho bajo hasta el abdomen, con un rápido movimiento se deslizó por mis piernas bajándome ligeramente el bañador lo que la permitía meter la mano sin ningún tipo de cortapisa.

La reacción no se hizo esperar y mi amiguito que ya conocía a la masajista se despertó sobresaltado, con las manos untadas de crema, Nuria me cogió el tallo del cipote dejando libre el capullo, lo hizo un poco fuerte por lo que ante mi respingo soltó parte de la presa. La forma de la tumbona que tenía los brazos bastante altos ocultaba los tejemanejes que allí se estaban llevando a cabo, pero ninguno de los dos queríamos que nos pillasen con las manos en la masa así que cuando uno miraba a la izquierda el otro lo hacía a la derecha y como si hubiéramos entrenado durante muchos años cambiábamos de lado sincronizadamente.

Me estaban haciendo mi primera paja y yo lo estaba disfrutando de lo lindo, pero era evidente que no era el mejor momento ni el mejor lugar para hacerlo, una sombra cubrió la espalda de Nuria que al ver mi cara soltó precipitadamente su presa y subió por los abdominales masajeando y terminando de untar la crema.

-          Bueno ya está, date la vuelta que te pongo por la espalda – dijo Nuria.

-          No hace falta - respondió mi madre, - vamos a comer ya, luego le pones toda la que quieras.

Y así terminó o mejor dicho no terminó mi primera paja.

La comida fue una fiesta de hamburguesas, perritos y patatas fritas, se notaba que estábamos hambrientos ya que no hubo muchas conversaciones. Me di cuenta que no estaba Carlos.

-          ¿Dónde está Carlos? ¿Alguien le ha visto?

-          Le he tenido que llevar a su casa, me dijo que no se encontraba bien. – contestó mi madre.

Y eso fue todo lo que le echamos de menos al pobre, a mí me daba pena era un tío muy majo y muy buena persona, lo que le había pasado hoy no lo terminaba de entender, me faltaban piezas en ese puzle.

Me quedé con mi madre cuando terminamos para recoger juntos la mesa y el caos de una comida de nueve comensales. Estaba agachado metiendo las cosas en el lavavajillas cuando me dijo mi madre:

-          Me has prometido tener cuidado.

¡Clonk! Cabezazo con el lavavajillas.

-          Jo mama, ¿no podías haber esperado a que tuviera la cabeza fuera?

-          Déjate de chorradas, te capo como no tengas cuidado, ¿me has oído?

-          Sí, sí. Solo estábamos haciendo manitas, no tengo intención de ir más allá.

-          Vale, dame un beso y lárgate con los gamberros esos.

Y según me acerqué a darle el beso me agarró por los mofletes y juntando nariz con nariz me dijo:

-          Te la estaba cascando bien ¿eh? No parecía muy experta, pero por los caretos que ponías te estaba gustando golfo.

-          Puef fi, me eftaba guftando hafta que nof haf interrumpido -  le dije como pude mientras me intentaba zafar de su presa.

-          Disfrútalo, pero ten cuidado cariño, por favor.

-          Si mama no te preocupes.

Cuando salí al jardín estaban todos sopas esparcidos por las tumbonas a la sombra, y se me ocurrió una maldad, me acerqué a Nuria y le di un suave beso en los labios. Ella entreabrió los ojos y al verme sonrió. Le cogí de la mano y con un gesto de silencio la arrastré detrás de mí hasta el interior del chalet.

Ya tenía el beneplácito de mi madre y sabía que no nos iba a interrumpir más por lo que tirando de ella subimos la escalera y nos encerré en mi habitación. No sabía cómo continuar, no había premeditado nada y me quedé un poco bloqueado. Intentaba decidirme por los siguientes pasos cuando oí pasos en la escalera, era imposible que fuera alguno de mis amigos, estando mi madre en la cocina tendrían que haber hablado con ella antes de subir, tenía que ser mi madre.

Volví a abrir la puerta dejando una pequeña rendija por la que podía verse desde fuera lo que sucedía dentro, no tenía intención de decepcionar a mi madre haciendo nada que supusiera ningún riesgo y ni se me pasaba por la imaginación pasar de la tercera base como dicen los americanos.

Nuria estaba viendo mi colección de comics cuando encontró el libro que me había dejado mi madre.

-          ¿Qué lees?

-          Es una obra rusa del siglo XVIII -  me inventé para quedar bien – me la ha recomendado mi madre.

-          Vaya rollo, ¿desde cuándo te interesan esas cosas?

-          Desde que follan más en una página de ese libro que en todas las pelis que he visto en los últimos diez años – le dije.

Entre carcajadas me dijo:

-          Mira qué eres bruto

-          Bueno, esta mañana no te lo parecía tanto.

-          Ya, me gustó lo suave que tienes el chisme.

-          ¡Venga ya! El chisme, la polla, dímelo, la polla.

-          No grites que nos van a oír, vale, si me gusta lo suave que tienes la polla, ¿ya estás contento?

-          Si y además me estoy empalmando. ¿Me dejas verte el chocho? El otro día me corrí casi nada más verlo y no me dio tiempo a fijarme bien.

-          Vale, pero no le llames chocho, no me gusta.

-          Bueno, usaré otra palabra, ¿qué tal coño? O chumino, almeja, castaña, chichi, chirri, me da lo mismo, pero déjame verlo porfa.

-          Ja, ja, chumino me gusta nunca lo había oído. Pídelo en voz baja al oído. – y eso hice, me pegué a su cuerpo y acercando mi boca a su oreja le susurré – Me muero por verte el chumino, olerlo, saborearlo y ver cómo te corres en mi boca mientras me lo como.

Me pegó un morreo que me puso el nabo como el mástil de la plaza de Colón, se apretaba contra mi restregando su entrepierna con mi polla. Yo no perdí el tiempo, deslicé una mano por dentro de su biquini agarrando el cachete del culo y con la otra saqué una de sus increíbles tetas y la magreé a gusto.

No fue un beso con lengua, fue más como los de las pelis antiguas, solo morro y frotamiento, la fui empujando hacia la cama donde caímos envueltos en el abrazo. Me miró a los ojos y me dijo:

-          Puedes mirar, pero si tocas me voy.

-          No es justo tu si has tocado.

-          Y pienso volver a hacerlo, pero son las reglas, si quieres bien si no me voy.

-          Vale, pero las tetas si me dejas tocártelas ¿no?

-          De momento conténtate con mirar, luego ya veremos.

-          ¿Me dejas bajarte a mí el biquini?

-          Sí pero despacio, hasta donde yo diga.

-          Esto tiene más reglas que el futbol americano.

Y poco a poco fue apareciendo la mata medio rubia medio castaña. Tenía el pelo más ondulado que rizado y no tenía mucho, apenas si le cubría el monte de venus que destacaba por lo blanco que estaba en comparación con la barriga que la tenía muy morena. He de decir que a pesar de todas esas reglas me dejó verlo entero, era tal cual lo tenía grabado en mi memoria.

-          Tienes unos morretes muy bonitos, me pregunto que ocultan.

-          Pues sigue preguntándotelo por que no vas a averiguarlo.

-          Y ese botón que sobresale, ¿es el clítoris?

-          Bueno ya está, se acabó la exploración.

Y dicho esto se subió la braguita y se metió la teta dentro del biquini.

-          ¿Te has enfadado? Me ha gustado mucho, creo que lo tienes muy bonito y de verdad que me hubiera gustado darte unos besos ahí.

-          No, no me he enfadado pero tu turno ha finalizado y me toca a mí. Quítate el bañador y siéntate encima de mi barriga. -  Cuando me hube colocado como me pidió, sus brazos quedaban por encima de mis muslos lo que le permitía maniobrar perfectamente en mi paquete.

Con el cipote mirando al techo, con una mano sujeta mis pelotas desde abajo y con la otra empezó a masturbarme, subía y bajaba la piel del tronco con movimientos suaves, sin prisa, pero sin pausa.

-          ¿Te gusta, lo hago bien?

-          Sí, de maravilla.

-          Avísame si te vas a correr, no seas capullo.

-          Sí, sí, yo no hago esas cosas, mira lo que hice el otro día por no hacerlo encima de ti.

-          Sí, ya me acuerdo, menuda guarrería.

-          Pero seguro que te gustó, dime la verdad.

-          Sí, nunca antes lo había visto y me …

-          Te puso cachonda.

-          No seas tan animal, me excite, lógicamente.

-          ¿Puedes hacerlo un poco más rápido? Estoy a punto de correrme.

Y como si esa hubiera sido la señal que necesitaba, se levantó el biquini dejando al descubierto sus gloriosas tetas que se desparramaban sobre su torso cubriéndolo casi por completo y poniendo mi polla en medio, las junto dejándome el nabo atrapado en tan magnífica jaula.

-          Muévete tú ahora. – me dijo. Y no necesité que me lo dijera dos veces, empecé a culear teniendo cuidado de mantener le cipote entre los dos globos.

No necesité muchos empujones, al tercero o cuarto descargué todo el material encima de sus tetas. Nuria que ya sabía lo que iba a pasar siguió pajeándome hasta que extrajo la última gota y luego se quedó quieta.

Yo poco a poco recuperé la consciencia e inmediatamente le di el paquete de pañuelos que siempre tengo cerca, o al menos últimamente o al menos cuando sé que mi madre me está mirando.