Sin control 5
Dándolo todo
El viernes por la mañana mi madre me ofreció la oportunidad de invitar a mis amigos el sábado por la mañana a la piscina, prepararía unas hamburguesas y unos perritos para que pasásemos el día en el chalet.
Me pasé casi todo el viernes organizándolo, entre wasap y teléfono fue un día muy ajetreado. Ya estaba casi todo organizado cuando me preguntó mi madre:
- ¿Cuántos van a venir? Hay que comprar la comida y las bebidas, ¿no pensarás que tengo en el frigorífico diez hamburguesas no?
- Pues confirmados tengo seis y pendiente otro.
- Dime los nombres y los teléfonos de los padres, tendré que hablar con ellos antes.
- Rafa, Carlos, Ander, Rober, Ana y Paula seguro y Lola no sabe ya que sus padres igual se van a la playa mañana.
- ¿No has invitado a Nuria?
- Me da corte después de lo que pasó.
- No seas memo, invítala seguro que está deseando volver a verte.
Esa noche cenamos juntos y me confirmó que vendrían todos menos Lola ya que se iba a la playa con sus padres. Le propuse ver una peli, pero me dijo que había quedado para salir.
- A las doce en la cama, no quiero verte dormido en el sofá cuando llegue.
Y así fue, esta vez me fui a la cama a la segunda cabezada.
¡Oh, si! Sigue frotándola, no pares… en medio de la modorra, medio desperté sintiendo que alguien estaba montado a horcajadas sobre mí, el fuerte olor que noté me despejó del todo. Notaba una pelambrera que me cosquilleaba las mejillas y algo blandito y húmedo que se restregaba por mi nariz y descendía hasta mi boca.
Era un movimiento suave y lento, no ejercía presión, era más una caricia. Intenté subir los brazos, pero una fuerte presión de las rodillas me lo impidieron dejándome atrapado.
Inclinando el torso hacia adelante la persona que me estaba restregando su entrepierna por la boca fue bajando lentamente sin detener el vaivén de la pelvis sobre mi cara, notaba claramente como la humedad que salía de la vulva me mojaba desde la barbilla hasta la nariz impregnando mi olfato de un fuerte aroma, me vino a la mente la imagen de un caracol y el rastro que deja sobre un cristal mientras avanza lentamente.
Instintivamente cuando el chocho subió desde la barbilla aproveché para abrir la boca y sacar la lengua, inmediatamente se me llenó de pelo áspero, era como si me hubiera metido un jersey de lana en la boca, enseguida noté el clítoris que se restregaba con mi lengua, era un botón duro y carnoso. Detrás mi lengua se deslizó por el interior de la vulva logrando penetrar ligeramente en ella, cuando el coño salió del alcance de mi boca saboreé el líquido cremoso que había quedado en mi lengua, era salado con un punto de picante y no se parecía a nada que hubiera probado antes.
Lo mismo que me había pasado con mi lengua me sucedió con la nariz, quedó inmersa en su chocho humedecida por su flujo y mi saliva.
Para la bajada ya estaba preparado y sabía que me esperaba, en cuanto noté el agujero lancé mi lengua todo lo que pude, acerté de lleno, mi lengua entró hasta que no pude avanzar más, tenía la boca abierta completamente intentando llegar lo más lejos posible. Ante ese ataque el movimiento frenó en seco y durante unos segundos se quedó inmóvil, permitiéndome asentar mis labios y mi lengua dentro de esa fruta tan deliciosa que estaba comiéndome.
El movimiento se reanudó, pero ya no se balanceaba de atrás hacia adelante, ahora subía y bajaba sobre mi boca haciendo que lengua penetrase más profundamente o se saliese casi por completo.
Después de unos minutos mi lengua empezaba a dolerme de tenerla tanto tiempo estirada, empezó a moverse más deprisa, presionando con su coño mi boca y haciendo pequeños giros que hacía que su clítoris se restregase contra mi bigote, no tardó mucho en agitarse de forma convulsa haciendo que perdiera mi puntería y desalojase tan rica funda.
Se quedó inánime sobre mí unos minutos, tiempo que yo aproveché para meterme el clítoris en la boca, comprobando que realmente era grande, diría que casi como uno de mis pulgares de gordo y largo como la uña. Lo succioné varias veces y jugueteé con mi lengua, lo mordisqueé suavemente lo que provocó un nuevo movimiento de vaivén en la pelvis que apenas duró unos instantes ya que tras un último espasmo su cuerpo se agitó con fuertes sacudidas quedando finalmente sentada sobre mi pecho y fuera del alcance de mi boca.
Cuando hubo recuperado la respiración me puso la almohada sobre la cara y se marchó dejándome con el cipote apuntando al techo y un sabor de boca que no olvidaré nunca.